El tiempo pasa, ni despacio ni deprisa, a razón de 60 minutos por hora, de día y de noche, en invierno y en verano. No todo el mundo, sin embargo, y sobre todo, no a todas las edades ni en todas las circunstancias, tiene la misma percepción del paso del tiempo. Mi teoría es que, a falta de una mejor, utilizamos, de manera inconsciente pero precisa, como unidad de medida temporal una parte, proporcionalmente manejable, de lo que percibimos como tiempo transcurrido desde el momento en que adquirimos la consciencia de que el tiempo pasa. La unidad, así definida, es relativamente pequeña en las primeras etapas de nuestra vida y, también relativamente, grande en las últimas. En un año, en un mes, en un verano… cabrán muchas más unidades de los 8 años de edad, que de los 70 y, en consecuencia, en esa primera etapa de la vida el tiempo transcurrido, en un período determinado, es percibido como considerablemente más largo que en la última.
viernes, 23 de diciembre de 2022
miércoles, 16 de noviembre de 2022
El estado de la ciudad
necesariamente mala, para volver a la agitación de los 80 y 90. La renuncia de algunos
concejales, los desencuentros con funcionarios y la falta, aparente pero clamorosa, de un
proyecto identificable de ciudad, vuelven a atraer la atención de las gentes del común,
tampoco demasiada en realidad, sobre un órgano de gestión que llevaba algún tiempo
pasando casi desapercibido. Cosa esta que tampoco es necesariamente buena.
Barbastro ha sido, probablemente aún lo es, una ciudad con múltiples facetas: comercial,
agrícola, universitaria, episcopal, literaria, militar, industrial, turística, hospitalaria, ferroviaria…
Algunas se han quedado en el camino y probablemente para siempre, pero la economía y la
distribución de recursos escasos son, en definitiva, un juego de suma cero y la experiencia ya
debería habernos enseñado que lo que nosotros perdamos, por dejadez o por lo que sea, otros
lo encontrarán. Y no muy lejos de aquí. Es cuestión de no perder nada más y de potenciar lo
que nos queda, que aún es mucho.
El envejecimiento de la población, las secuelas de la pandemia y la falta de médicos están
estresando, no sólo en Barbastro, un sistema de salud también bastante envejecido y
afectando a un hospital, el nuestro, que desde el principio, allá por los 80, ya se veía con recelo
desde los órganos de decisión de la capital. Los médicos son, desde luego, el elemento más
importante del sistema, aunque sea necesario disponer de instalaciones y medios adecuados,
y la escasez de profesionales será, lo es ya, el mayor problema, no su competencia ni su
dedicación, como sugieren en determinados medios para sacarse el problema de encima. En
Francia, en Inglaterra, en Alemania… les pagan mejor y, según dicen los que de vez en cuando
salen por televisión, les permiten trabajar en condiciones más dignas tanto para ellos como
para sus pacientes. ¿Cómo se puede resolver eso? Pues difícilmente, estoy de acuerdo, pero se
podría empezar por detener el deterioro urbano de la ciudad y hacerla más vivible.
Para pedir a profesionales cualificados, y no sólo en el ámbito de la medicina, que construyan
aquí su proyecto de vida hay que proporcionarles y de paso proporcionarnos, un entorno lo
más digno posible y unos servicios suficientes y de calidad. Hoy por hoy, a los propietarios de
edificios en el centro les sale más a cuenta irse a vivir al extrarradio y dejar que sus casas se
deterioren y arruinen, que mantenerlas en condiciones. Los constructores, con notables y
honrosas excepciones, también prefieren construir en las afueras que arrostrar las dificultades
y los gastos de hacerlo en el centro que, como consecuencia, se va deteriorando cada vez más.
En la calle General Ricardos, la arteria principal de la ciudad, hay algunos establecimientos con
sus actuales titulares en edad de jubilación y sin relevo aparente. No es difícil imaginarse el
aspecto que tendrá la calle si finalmente se ven obligados a cerrar. Ya hay ejemplos en la
misma y en otras zonas comerciales de la ciudad.
Un día de estos habrá un debate sobre el estado de la ciudad, una interesante novedad que
quizá llegue un poco tarde, dada la proximidad de las elecciones, pero que, aun así, no es algo
superfluo. Será, sin duda, una forma de descubrir que idea de ciudad tienen los concejales, si
tienen algún proyecto y las causas de la parálisis actual que, de todas formas, viene de largo.
También es posible, como no, que el debate se sustancie en un intercambio de reproches y en
la aprobación, en el mejor de los casos, de propuestas de corto recorrido y nulo interés
estratégico, pero hay que dar un voto de confianza, tanto al gobierno como a la oposición, y
suponer que, lo que en realidad se proponen, es mejorar la ciudad. Pero ya veremos.
martes, 18 de octubre de 2022
Otoño 2022
Cuando yo era muy joven, pongamos que hace más de 60 años, leí un libro de Julio Verne que me impresionó bastante, De la Tierra a la Luna, escrito en 1865, 104 años antes de que Neil Armstrong pusiera el pie en nuestro satélite. La novela describía los esfuerzos de un grupo de artificieros del ejército estadounidense para reutilizar la tecnología balística utilizada en la recién terminada guerra civil y construir un artilugio capaz de vencer la gravedad terrestre y viajar hasta la Luna. No pisaron la Luna, creo, pero consiguieron orbitarla y volver a la Tierra. En 1968 se estrenó la película 2001, una odisea en el espacio, dirigida por Stanley Kubrick, en la que se cuenta como una inteligencia extraterrestre induce, o enseña, a un grupo de monos escandalosos, que se pelean a gritos junto a una charca de agua estancada, a utilizar sus extremidades superiores para manejar una estaca con la que romper la cabeza a sus semejantes. Aparentemente esto fue el principio de un largo proceso evolutivo que culminó en el Homo Sapiens, capaz de construir una nave con la que salir al encuentro de sus benefactores, cosa que ocurre al final de la película.
En fin, todo esto viene a cuento de que,
durante bastante tiempo, pensábamos que la evolución nos iba a permitir
abandonar este valle de lágrimas por una vía distinta de la habitual y
colonizar primero el sistema solar y después… ¿quién sabe? Había que superar serios
inconvenientes como la gravedad, la falta de fuentes de energía adecuadas o de atmósfera,
las distancias a recorrer y los límites físicos a la velocidad alcanzable… pero
en las películas y en las novelas de Asimov, Bradbury y otros, todo eso era peccata
minuta. El final de la guerra fría, con la descomposición de la Unión Soviética
y el fin de la carrera espacial puso fin a los viajes al espacio, salvo los
necesarios para mantener una compleja red de satélites de comunicaciones,
espionaje y control de la población que aún siguen ahí. La evolución, gracias
también a la tecnología militar estadounidense, fue por otro camino.
Los computadores primero y los protocolos
desarrollados por la agencia de proyectos avanzados de defensa (DARPA) de Estados
Unidos, llevaron a Internet y a una revolución cuyos efectos empezaron a
notarse en los años 90 y que hoy ha cambiado, no necesariamente para bien, y en
poco más de 30 años, nuestra forma de informarnos, comunicarnos, leer, aprender
y, en definitiva, de ver el mundo. Una revolución basada, también, en la
disponibilidad de energía fósil abundante y barata, en los descubrimientos
científicos de los siglos XVIII y XIX y en la religión del crecimiento, aunque
cuando Dios dijo aquello de creced y multiplicaos, probablemente, creía
que no pensábamos pasarnos la vida en este pequeño y redondo planeta, ni que
nos tomaríamos tan al pie de la letra lo de multiplicaos. Este otoño llegaremos
a 8000 millones, si la guerra en el este de Europa no lo impide, con muchos de
los activos que nos han traído hasta aquí seriamente comprometidos. No sé si
saldremos del carajal en el que estamos metidos, espero que sí, pero hace
tiempo ya que estamos consumiendo los recursos de un futuro que parecía más
lejano de lo que estaba en realidad.
Esta mañana he leído la carta de dimisión de la jefa de oncología del Hospital de Barbastro, un servicio del que la ciudad podía sentirse, hasta no hace mucho, legítimamente satisfecha. La razón, la sostenida e insoportable falta de medios para atender a sus pacientes. Una más de las muchas cosas que están pasando y que no deberían pasar.
ECA 21oct2022
miércoles, 12 de octubre de 2022
miércoles, 21 de septiembre de 2022
El plan de contingencia
La ministra Ribera, con competencias sobre la transición ecológica y el reto demográfico, propuso hace unos días, meses ya, elaborar, contando con los autoproclamados agentes sociales, empresas eléctricas y gasistas, etc., lo que con toda propiedad llamó un plan de contingencia en el que, es de suponer, se discutirían las posibles acciones a emprender en el caso, parece que probable, de que el acceso a la energía se encarezca o se complique algo, bastante o mucho.
En la nota de prensa publicada por el MITECO, a propósito de la primera de las reuniones que la ministra ha mantenido con este propósito, se aseguraba que España no afronta problemas de seguridad de suministro, pero que debe prepararse para un posible escenario de escasez de gas en la UE durante los próximos meses y, a continuación, delimitaba los objetivos del plan: “El Plan de Contingencia girará sobre tres ejes: uso inteligente de la energía, sustitución de gas por electricidad y otros combustibles y medidas de solidaridad con los socios europeos” o leyendo entre líneas, que el problema lo van a tener otros, pero aquí estamos nosotros para ayudar a quien lo necesite.
Dejando aparte la dificultad técnica de diseñar algo que gire sobre tres ejes, el problema de los redactores de este tipo de notas es que deben decir lo menos posible, o mejor aún nada, con la mayor cantidad de palabras y eso, precisamente, es lo que no ha conseguido el autor de ésta. El plan de contingencia parece estar centrado en el gas, para seguir la estela de las sanciones y contra sanciones a y de Rusia, que podrá ser sustituido, dice, por electricidad y otros combustibles (sic). Lo de los otros combustibles no lo acabo de entender: ¿petróleo, carbón, madera …? y lo de la electricidad tendrá que ver, supongo, con que la Comisión Europea, en un alarde de posibilismo haya declarado verde a la energía nuclear y, de paso, también al gas. En fin, ya veremos en qué se traduce, si es que finalmente el plan llega a ver la luz, lo del uso inteligente de la energía y las medidas de solidaridad con los socios europeos. El optimismo que no falte.
En cualquier caso, los planes de contingencia que pueda elaborar este gobierno no me tranquilizan demasiado, la verdad. La última noticia sobre este asunto, publicada en la Web de la Moncloa en torno al 7 de septiembre, se parece mucho a la primera, publicada a mediados de julio: la ministra se reunirá, otra vez y con el mismo objeto, con consumidores, sindicatos y empresas del ramo. Si el otoño va a ser durísimo, como nos adelantó otra ministra, la de defensa en este caso, que, al menos en teoría, debería estar entre las personas mejor informadas del país, entonces el plan de contingencia debería encontrarse en una fase algo más avanzada, habida cuenta de que, cuando tengan este semanario en sus manos, el verano habrá terminado o le quedarán unas pocas horas (a las 3:04 del viernes 23, la distancia al Sol será la misma para los dos polos terrestres y empezará el otoño astronómico en el hemisferio norte).
Me parece más interesante e incluso más realista, un plan de contingencia local, pero aquí somos bastante reacios a elaborar planes a largo o incluso a medio plazo. Además, son ya muchos años de anunciar la llegada del lobo, sin que el lobo llegue y nuestras autoridades están ya curadas de espanto, sobre todo una vez que han comprobado que festivales, ferias y fiestas han vuelto con renovados bríos, muy a pesar de los agoreros que las daban por desaparecidas.
Curadas de espanto, carentes de imaginación -en España la imaginación no cotiza en política- y con las próximas elecciones como único horizonte, bastante han hecho, los que lo hayan hecho, con elaborar un plan estratégico por el ingenioso, sencillo, barato y hasta agradecido procedimiento de recoger y compilar las sugerencias de la gente. El riesgo es que la gente se pregunte que para qué sirve tener un gobierno, de cualquier nivel, si al final las ideas tienen que ponerlas ellos. Conviene, sin embargo, tranquilizarlos en ese aspecto. El gobierno puede parecer, a veces, innecesario, pero, desde luego, es inevitable[1].
Un hipotético plan de contingencia estaría orientado a prever y, a ser posible, minimizar, los efectos de una crisis coyuntural grave, el durísimo otoño que anunció Margarita Robles, y que puede derivar en una aceleración incontrolada de la pérdida de complejidad del sistema, con la consiguiente destrucción de los enlaces y conexiones que lo mantienen en funcionamiento y que, al menos en parte, ya ha comenzado. No hay más que mirar a nuestro alrededor para constatar que muchas cosas que, hace sólo unos pocos años, funcionaban razonablemente bien o al menos estaban ahí, y no me refiero sólo a la cosa pública, han dejado de hacerlo o han desaparecido y no parece que, a corto plazo, vayan a recuperarse.
Bajo ciertas condiciones, una población de tamaño medio, como Barbastro, podría disponer, en una emergencia, de una importante ventaja comparativa respecto a las grandes ciudades siempre y cuando, claro, dispusiera de un plan auspiciado por el Ayuntamiento, con o sin la colaboración de otras administraciones públicas o entidades privadas como la Cruz Roja, la Iglesia o colectivos ciudadanos sin afiliación. Se puede elucubrar todo lo que se quiera sobre el contenido ese plan, pero no hay mucho tiempo ni tampoco necesidad de inventar nada. Hay ciudades, sobre todo en el mundo anglófono, que cuentan desde hace tiempo con documentos muy elaborados y actualizados. No hay más que copiarlos o utilizarlos como plantilla y adaptarlos, pero, básicamente, habría que intentar garantizar un reparto equitativo de los alimentos y el combustible disponible, la atención a los niños, los enfermos, los mayores y los discapacitados, el acceso a los hospitales y centros de salud, el funcionamiento de los servicios de policía, el mantenimiento del orden y unas pocas cosas más.
También es posible que la guerra en Ucrania acabe pronto y bien, aunque no consigo imaginar cómo; que el gas y el petróleo vuelvan a fluir a precios razonables como consecuencia de lo anterior; que la inflación se estanque o remita; que no aparezcan más pandemias; que Europa no se rompa del todo y que la economía real consiga reparar, aunque sea temporalmente y sólo en parte, las conexiones rotas, que el gobierno deje de anunciar el apocalipsis y la solución en el mismo día y que salgamos del otoño con la cartera todavía en el bolsillo. Si fuera así, la sorprendente resiliencia del sistema nos habría dado otra prórroga que podríamos aprovechar para estar preparados cuando el cielo caiga sobre nuestras cabezas. O para organizar las fiestas del año que viene. Pero en realidad, a estas alturas la única actividad verdaderamente necesaria, aunque en modo alguno suficiente, para evitar el colapso sería incrementar, hasta donde fuera posible, el nivel de sapiencia, que no es lo mismo que de conocimiento o inteligencia, de la mayoría. Feliz comienzo del otoño.
[1]
Government: Unnecessary but Inevitable, Randall G.
Holcombe, DeVoe Moore Professor of Economics at Florida State University.
jueves, 18 de agosto de 2022
El baile
Me decía un amigo que tenía la desagradable impresión, cada vez más difícil de ignorar, de que todo se estaba descomponiendo a su alrededor. Como ejemplo no citaba la seguridad social, seriamente tocada por la inefable gestión de la pandemia, ni el desastre ferroviario provocado por el robo de unos metros de cable. Todo eso y algunas cosas más, como la guerra, la sequía, la subida de precios, la vuelta de las fiestas patronales o la crisis energética, le parecía importante y desde luego, muy preocupante, pero, según él, el síntoma más evidente de que todo se va a…, es el baile del alcalde de Vigo.
El baile en cuestión, que insistió en
enseñarme en su móvil, no es ni más ni menos extravagante o extemporáneo que
los concursos de bombillitas de navidad que este hombre organiza cada año, la
entrevista del alcalde de Madrid con dos bromistas rusos o, por apuntar algo
más alto, las gansadas de varios presidentes de Estados Unidos, antes, durante
y después de ejercer como tales, pero sirve para plantearse alguna cuestión
interesante sobre el modelo de gobierno que tenemos y que, grosso modo, se
conoce como democracia representativa. A mi amigo le parecía dudoso, por ejemplo,
que comportarse en público como un imbécil, y más de manera reiterada, fuera
compatible con la capacidad de llevar a cabo una gestión medianamente
responsable de la pequeña isla de baja entropía, mantenida cada vez con más
dificultad y a base de quemar primero árboles y después carbón y petróleo, en
la que habitamos.
Desde luego, no lo parece, que sea
compatible, quiero decir, pero es igual porque nadie plantea la cuestión en
esos términos y, además, también podríamos preguntarnos, aunque sea de manera
retórica, si exhibir en público un comportamiento que mi amigo y seguramente
alguno más, considera propio de imbéciles, es compatible con ganar, por mayoría
absoluta y reiteradamente, unas elecciones. La respuesta, evidentemente, es que
sí y por tanto la pregunta anterior carece de interés y la opinión de mi amigo
sobre lo que es o deja de ser propio de imbéciles también.
A mí me parece más interesante, puestos a
divagar, establecer hasta qué punto el comportamiento de un sistema termodinámico,
esta civilización, sujeto a unas leyes fundamentales que hemos enunciado, pero
no establecido y que no podemos modificar, puede verse afectado por decisiones
tomadas en Washington, Madrid o Vigo o por un discurso económico o político contingente,
cuyo contenido es generalmente ajeno a esas leyes. La respuesta es, seguramente,
ambigua. El sistema camina, como nosotros,
hacia un final que podemos acelerar, que quizá estemos acelerando, pero que no
podemos retrasar ni, por supuesto, evitar.
Mientras tanto, que el alcalde de Vigo baile o deje de bailar es, comparado con lo que dicen que se nos viene encima este otoño, algo insignificante.
Publicado en ECA 19082022
jueves, 28 de julio de 2022
Diálogos para besugos V
- Hola, me alegro de verle.
- Bueno, yo estaba alegre cuando lo he visto.
- Estupendo. Pues ya estamos los dos alegres.
- No, yo no. He dicho que estaba alegre cuando lo he visto. Ahora ya no lo estoy.
- Caramba. ¿Quiere decir que verme a mí le ha quitado la alegría?
- Pues sí, exactamente así ha sido.
- Bueno, si usted lo dice. En todo caso eso tiene fácil solución. No parece que llevemos el mismo camino así que dejaremos de vernos en un momento.
- Sí. Lo estoy deseando.
- Pues nada, adiós.
- Ya que me ha quitado la alegría podría, al menos, disculparse.
- ¿Usted cree? No hay problema, me disculpo.
- Así, ¿sin más? ¿le parece suficiente?
- Me ha pedido una disculpa y, aunque no acabo de ver por qué, me disculpo. Debería, efectivamente, ser suficiente.
- Extraordinario. Le ha quitado a un hombre la alegría y no ve por qué tendría que disculparse. Me está pareciendo usted bastante canalla, la verdad.
- ¿Canalla? Creo que ahora es usted el que tendría que disculparse. Yo no le he insultado a usted.
- Ni yo a usted tampoco. Llamarle canalla es sólo una definición, no un insulto.
- Bueno, ya está bien. No voy a disculparme ni a seguir hablando con usted. Qué tenga un buen día y... Oiga… ¿Qué hace con esa pistola? ¿Por qué me apunta? ¡Socorro, policía!
- …
- Se encuentra uno con todo tipo de gente en estos lugares. Bueno, por lo menos ese canalla ya no le quitará la alegría a nadie más.
lunes, 13 de junio de 2022
viernes, 3 de junio de 2022
Los Algoritmos
viernes, 29 de abril de 2022
Tormentas de primavera
viernes, 18 de marzo de 2022
¿Primavera?
sábado, 19 de febrero de 2022
El ¿final? del invierno.
martes, 18 de enero de 2022
La historia se repite (a veces)
sábado, 1 de enero de 2022
El invierno de la energía
viernes, 24 de diciembre de 2021
Otoño (aún)
domingo, 24 de octubre de 2021
Otoño (ahora sí)
viernes, 20 de agosto de 2021
Diálogos para besugos IV
- Buenos días
- Espere, aún es pronto.
- Venía a pedir hora para una consulta.
- ¿A pedir hora? Aquí hay que venir con la hora pedida.
- Pero…
- Si no tiene hora no puedo atenderla. Lea, lea las instrucciones en aquel panel.
- Precisamente quiero pedir hora para que me atiendan.
- Ya, pero eso es después. ¿Tiene usted hora?
- Las diez y cuarto.
- Me refiero a si le han dado a usted hora para ser atendida en esta oficina.
- No, aún no. Ya le he dicho que he venido a pedirla
- Hay que tener hora para venir aquí a pedir hora. Pero la gente hace lo que le da la gana y así va este país. Tiene usted a su disposición un número de teléfono y una página web, aunque hoy, por lo visto, la página no funciona.
- Ya, pero, aunque funcione, yo no sé dónde está esa página y en el teléfono sale una señorita muy amable que me asegura cada minuto o dos que me atenderán enseguida. Desde las nueve, llevo esperando. Y como tenía que pasar cerca de aquí…
- Claro, Ha pensado usted que aquí estamos para cuando a usted le venga bien aparecer. Usted tenía que haber esperado a que le atendieran y en lugar de eso viene aquí sin tener hora.
- Sí, para pedir hora, precisamente.
- Y usted cree que yo puedo desatender a otros que tengan hora para atenderla a usted, que no la tiene.
- Pero… Si aquí no hay nadie.
- No hay nadie, desde luego. Y ¿por qué no hay nadie, según usted?
- Pues por…
- Porque estarán pidiendo hora por teléfono o por Internet, como debería estar haciendo usted. Y dentro de nada se presentarán aquí y se encontrarán con que estoy atendiéndola a usted que no tiene hora. Está usted poniendo en riesgo la seriedad de esta oficina y mi puesto de trabajo.
- Oiga, mire, la verdad es que había olvidado que ayer mi hija me pidió hora en la página esa. Me dijo que le habían dicho que viniera a las diez y veinte.
- Eso es otra cosa. Precisamente son ahora. Usted dirá.
- Venía a pedir hora para una consulta.
- Ah, muy bien. Hoy está todo cogido, pero mañana tenemos disponibles las 9, las 11, las 12 y la una.
- Cuanto antes mejor. A las 9.
- A las 9 pues. Aquí estamos para atenderla.
Como recuerdo y homenaje a los diálogos para
besugos de Editorial Bruguera.
Publicado en ECA el 20/08/2021
jueves, 8 de abril de 2021
Pues pasa que
miércoles, 7 de abril de 2021
Wirtschaftlichkeit, Versorgungssicherheit und Umweltverträglichkeit (2)
Por otra parte, la experiencia japonesa,
que tras el accidente nuclear de Fukushima cerró de modo inmediato, aunque no
definitivo, todas sus centrales nucleares, con la consiguiente caída de la
energía disponible y un número considerable de muertos de frío en lo que
quedaba de invierno, tampoco abonaba la idea de que la medida fuera algo más que
un brindis, nunca mejor dicho, al Sol, cosa que, por otra parte, hubiera estado
dentro de lo que en política se considera normal. Bien es verdad que, en esto
de mentir al electorado, los alemanes y en general los habitantes de los países
protestantes del norte de Europa, son algo menos tolerantes que nosotros, que ya
nos tomamos, sin escandalizarnos, cualquier promesa de cualquier político a
beneficio de inventario.
Lo curioso, pues, es que a pesar de todo lo que se pueda argumentar en contra, Frau Merkel, que este año deja el poder sin haberse mudado en 16 años del apartamento que comparte con su marido, ha mantenido su palabra y de las 17 centrales nucleares ya sólo quedan 6, que el gobierno tiene previsto cerrar el año que viene con una planificación lo suficientemente avanzada como para que no queden muchas posibilidades de marcha atrás. La conclusión, una de ellas, podría ser que Alemania dispone, hoy por hoy, de políticos capaces de mantener sus compromisos en un asunto tan serio como este. Y claro, el compromiso es cerrar las centrales nucleares de fisión, supongo que siguen buscando la forma de construir centrales de fusión, manteniendo la indiscutible potencia industrial del país y reduciendo el consumo de combustibles fósiles, propósitos muy loables, amparados en una estrategia que incluye la importación de hidrógeno verde, obtenido con energías renovables en los países en desarrollo, la construcción de edificios, vehículos y procesos industriales energéticamente eficientes, etc. El punto fuerte es que se trata de una política coherente, sostenida en el tiempo y con un propósito firme de integración europea. El punto débil es que no parecen estar buscando ninguna alternativa al crecimiento de la economía. Nuestra civilización colapsará por algo tan simple como ignorar que no hay ninguna tasa de crecimiento exponencial, sostenible en entornos finitos.
Publicado en ECA el 9 de abril de 2021
lunes, 23 de noviembre de 2020
Y llegó la vacuna... ¿o no?
Muchos de los que se aventuraron a opinar
sobre la evolución del COVID-19, a la vista de sus primeras manifestaciones, han
tenido que rectificar y acomodarse, de mejor o peor grado, a las directrices de
la OMS que, hay que reconocerlo, no han variado mucho desde que decidieron que
nos enfrentábamos a una pandemia global que requería medidas excepcionales.
Aunque esté feo citarse uno mismo, no tengo más remedio que reconocer que mi
primera impresión, publicada aquí mismo en el mes de marzo o abril, fue que
esto iba a durar poco, salvo que hubiera alguien interesado en mantenerlo,
añadía para curarme en salud. Evidentemente no estuve muy acertado.
Treinta y cinco semanas después seguimos con
el virus bastante activo y a merced de sucesivas ocurrencias gubernamentales,
recibidas, por el momento y con pocas excepciones, con singular estoicismo, que
no parecen estar solucionando gran cosa, más allá de permitir a la epidemia
seguir su curso apartando, de cuando en cuando, de la circulación los huéspedes
necesarios para intentar evitar la saturación de un sistema sanitario cuyas
deficiencias, a duras penas paliadas por el esfuerzo de sus profesionales, no resultan
menos evidentes por haber reducido a una sola casi todas las patologías
posibles, incluyendo aquellas, como el cáncer, que en 2019 mataron en España a
más de cien mil personas y que, probablemente, están matando a muchas más en
2020.
Pero no todo son malas noticias. Ya
tenemos, dicen, una vacuna a la que se atribuye un 90% de eficacia, lo que
supongo que significa que 9 de cada 10 inoculados quedarán, temporalmente, al
menos, inmunizados contra el COVID-19. Una vacuna basada en una tecnología
relativamente nueva, es decir, que lleva ya unos años produciendo beneficios
especulativos a dos empresas de biotecnología, Moderna (2010), en
Estados Unidos y BioNTech (2008) en Alemania, asociada esta última a la
norteamericana Pfizer, pero no, hasta ahora, un solo resultado tangible.
Lo que he entendido, a partir de las explicaciones de una cualquiera de esas
dos empresas, Moderna,
y BioNTech es que no se trata, como en la vacunación
clásica, de inocular una versión atontada del virus para estimular, sin riesgo
de contraer la enfermedad, el sistema inmune del organismo, sino de construir,
a partir de una cadena doble de DNA, lo que se conoce como un mensajero RNA, de
aquí viene el nombre de una de las empresas moderna. Este
mensajero, m RNA, contiene las instrucciones necesarias para que los ribosomas
celulares construyan o activen las proteínas necesarias para combatir con éxito
una determinada enfermedad. De hecho, en las páginas de estas empresas aparece
el cáncer, entre otras, como objetivo a batir, por el momento sin éxito, aunque
en el caso del COVID lo hayan conseguido, aparentemente, en un tiempo asombrosa
y afortunadamente corto.
No es, sin embargo, demasiado tranquilizador
que los directores financiero y médico de moderna y el director general
de Pfizer vendieran casi todas sus acciones en esas empresas al socaire
de la subida provocada por los anuncios de la vacuna, sin esperar a los
mucho mayores beneficios que, sin duda, cabría esperar de su comercialización,
cuando tal cosa ocurra. Que probablemente ocurrirá, aunque yo, y que el comité
de la verdad recientemente constituido no me lo tenga en cuenta, sigo siendo
escéptico. No creo que esto, por sí solo, acabe con la civilización y mucho
menos con la especie humana, que seguramente ha superado crisis mayores, pero
sí que la enfermedad y sobre todo su errática gestión nos complicará y mucho,
la vida antes de que esto acabe, sobre todo a los que por edad u otras
patologías ya la teníamos complicada de antemano.
Publicado en ECA el 19/11/2020
viernes, 18 de septiembre de 2020
He aprovechado la primera quincena del mes de agosto para releer algunos libros y entre ellos, como no, Los Cañones de Agosto, de Barbara W. Tuchman, una apasionante historia de los 31 días del mes de agosto de 1914 que desataron una tormenta de fuego y muerte en la Europa de la segunda década del siglo XX, una tormenta que se llevó por delante a toda una generación, acabó con los grandes imperios europeos, elevó a Estados Unidos a la categoría de potencia hegemónica que aún mantiene y preparó las condiciones que, junto con la crisis de 1929, hicieron posible y en la práctica inevitable la segunda y hasta ahora última, guerra mundial. Por el libro, que ganó el premio Pulitzer de no ficción de 1963, desfila una curiosa galería de personajes como el Kaiser Guillermo, el presidente francés Poincaré, el general inglés y ministro de la Guerra, Kitchener, el Rey Alberto de Bélgica, generales alemanes, belgas, franceses e ingleses, personajes que se mueven como los que describía Benavente en el prólogo de Los Intereses Creados, pendientes de hilos que creen invisibles y que fatalmente los conducen a ellos, a sus coetáneos y a la tierra que pisan a la ruina, la muerte y la destrucción. Una guerra que no tenía que haber empezado y que una vez empezada tenía que haberse resuelto en un par de meses, duró cuatro largos años en los cuales la acumulación de dislates, decisiones estúpidas o directamente criminales y desprecio por la vida humana pudieron atribuirse a ambos bandos por igual, poniendo una vez más de manifiesto que el hombre carece, sobre todo en tiempos de crisis, de la inteligencia necesaria para sobreponerse a su instinto de supervivencia propia y destrucción, ya sea física o política, de sus oponentes. Para el ciudadano medio, que en la Europa de principios del Siglo XX ya no era un campesino atrasado y sometido a los caprichos de los señores feudales sino, en países como Inglaterra y Francia, miembro de una sociedad democrática que elegía, en teoría, a sus líderes, entre los miembros más capacitados de su clase política, solo cabía marchar, entonando canciones de guerra, hacia las trincheras para volver, si volvía, muerto o mutilado por la metralla y el gas mostaza o marcado para siempre por unas condiciones de vida que pocos estaban en condiciones de soportar. No cabe responsabilizar a unos más que a otros. Europa quería la guerra en 1914 y la tuvo. En 1939 ya no la quería tanto, pero también la tuvo. No todos los que tomaron decisiones en aquellos tiempos eran unos criminales o unos necios, pero muy pocos entendían realmente lo que estaba pasando o eran capaces de prever las consecuencias de sus actos. Entre todos, también los que cantaban camino del frente o los que participaban en los pelotones de fusilamiento de los que no cantaban con suficiente entusiasmo, llevaron al mundo a un desastre sin precedentes. Uno quiere creer que estas cosas no pueden pasar ahora, pero, con cada telediario, le cuesta más.
sábado, 11 de abril de 2020
Más sobre la pandemia
viernes, 28 de febrero de 2020
Vamos a morir todos
lunes, 27 de enero de 2020
El pin parental
ECA 31/01/2020





