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lunes, 26 de mayo de 2025

Experimento o imprudencia

Según un artículo de The Telegraph del 23 de mayo de 2025, el apagón del 28 de abril en España, calificado como "incidente" por la REE, podría haber sido causado por un experimento del gobierno para evaluar la capacidad del sistema eléctrico de integrar energías renovables. Este supuesto experimento estaría relacionado con la preparación para el cierre progresivo de centrales nucleares a partir de 2027. Sin embargo, el gobierno español ha negado rotundamente estas afirmaciones, calificándolas de "bulo" y asegurando que las causas del apagón aún están bajo investigación y se esclarecerán en los próximos meses.

A pesar de la falta de confirmación oficial, hay indicios que sugieren que, en el momento del apagón, la red eléctrica pudo llevar un exceso de energía procedente de fuentes renovables, que no aportan de forma directa la frecuencia ni la inercia necesarias para estabilizar el sistema frente a desviaciones. La presencia de la ministra de Transición Ecológica en la sede de Red Eléctrica de España (REE) media hora antes del incidente podría respaldar la hipótesis de un experimento controlado, aunque también podría tratarse de una coincidencia o de una gestión imprudente por parte del operador.

Un "experimento" implicaría una acción deliberada, lo cual sería grave si se descontroló y causó el apagón, pero podría considerarse un paso necesario para garantizar la estabilidad de la red ante la creciente integración de renovables. La alternativa, introducir renovables sin pruebas previas y esperar que "no pase nada", es aún más grave. Sea como fuere, la falta de transparencia sobre las causas reales del apagón alimenta la especulación y subraya la importancia de esclarecer si fue un experimento fallido o una imprudencia operativa.

viernes, 16 de mayo de 2025

Ideología y energía

 La política energética española lleva años atrapada entre eslóganes ideológicos y decisiones incompletas. Hoy, que da la impresión de que el mundo se reorganiza para garantizar una transición lo más segura posible, seguimos paralizados por el coste político de las decisiones. Ni el Sol es suficiente, ni la energía nuclear sobra. La madurez política podría empezar por asumir eso.

El apagón del 28 de abril, que dejó a oscuras a toda España, fue más que un fallo técnico: fue una señal de alarma. Un síntoma de que la seguridad y coherencia de nuestro sistema eléctrico no puede sostenerse indefinidamente sobre promesas genéricas. Mientras muchos países combinan pragmatismo tecnológico con visión estratégica, aquí seguimos encerrados en un falso dilema: ¿renovables o nuclear?

La apuesta del gobierno por las renovables es acertada, pero insuficiente. El sol y el viento son abundantes en España, pero no constantes ni gestionables. La intermitencia, la falta de respaldo firme y la vulnerabilidad de la red no se solucionan con entusiasmo y fe tecnológica. Insistir en un modelo 100% renovable sin rediseñar el sistema de base es una temeridad.

La energía nuclear tiene riesgos, residuos y altos costes iniciales. Pero también es estable, proporciona inercia mecánica a la red, no emite CO₂ en operación, y puede ayudar a reducir nuestra dependencia energética. Francia, Finlandia o Corea del Sur la han reactivado o no la han abandonado y no por nostalgia. Lo hacen porque la descarbonización, inevitable a medio plazo, necesita redundancia, estabilidad y firmeza.

Pero mientras tanto, se cierran centrales que funcionan, se prohíbe la explotación de uranio sin debate, y fingimos creer que todo se solucionará con fotovoltaica y retórica. Esa estrategia, por llamarla de alguna manera, ya está mostrando sus límites: precios elevados, importaciones crecientes y una red vulnerable a cualquier incidente.

Es cierto que no se puede prever todo. Pero eso no puede servir de excusa para no prever nada. No tomar decisiones es también una forma de decidir: perpetuar el desorden, externalizar el coste y aplazar el problema. Necesitamos una política energética seria, que combine la visión a largo plazo con medidas inmediatas.

Algunas son obvias: revisar la ley que impide explotar uranio en suelo español, con criterios técnicos y ambientales; aprobar una moratoria nuclear revisable, vinculada a objetivos de estabilidad y descarbonización y definir un mix realista que incluya renovables, hidráulica, almacenamiento y energía nuclear. Y, sobre todo, impulsar un pacto de Estado que proteja la transición energética de las sacudidas parlamentarias de cada legislatura. Desgraciadamente el nivel de consenso político necesario, en un contexto de fragmentación parlamentaria y polarización extrema, no parece fácil de alcanzar.

Esa transición tiene que ser eficaz, socialmente justa, y gestionada con responsabilidad. No hay solución limpia sin decisiones difíciles. Y no hay progreso sin asumir que, en energía como en democracia, el idealismo sin pragmatismo está condenado al fracaso

Enviado a ECA 16/5/2025

lunes, 5 de mayo de 2025

Algo de luz sobre el apagón del 28 de abril.

 El apagón ocurrido el pasado lunes, atribuido por Red Eléctrica Española a la desconexión repentina de dos plantas fotovoltaicas en Extremadura y la subsiguiente pérdida de 15 GW de potencia, ha vuelto a poner de manifiesto las dificultades de gestión que, casi inevitablemente, acompañan a las situaciones críticas. Aunque el origen técnico del incidente parece relativamente fácil de explicar, su trasfondo tiene que ver con la complejidad del sistema eléctrico y las implicaciones, también políticas, de la transición energética.

La energía eléctrica que llega a nuestras casas procede de diversas fuentes: centrales nucleares, térmicas de carbón o gas (ciclo combinado), hidroeléctricas, así como instalaciones eólicas y fotovoltaicas. En cada momento, el operador del sistema, Red Eléctrica Española (REE), decide cuál es la contribución de cada fuente al sistema, teniendo en cuenta su disponibilidad, el coste de generación y otros factores estratégicos o técnicos.

La política energética del gobierno español está orientada a reducir la dependencia de fuentes fósiles y nucleares, favoreciendo el desarrollo de las energías renovables, especialmente la eólica, la solar y la hidroeléctrica. Se trata de una estrategia razonable desde el punto de vista ambiental y económico, pero siempre que se tengan en cuenta las limitaciones técnicas inherentes a estas formas de generación.

La electricidad generada por estas fuentes circula en forma de corriente alterna a través de la red de transporte de alta tensión, gestionada por REE. Esta red opera normalmente a tensiones de hasta 400 kV y con una frecuencia estándar de 50 Hz, que debe mantenerse de forma extremadamente precisa. Las centrales convencionales (nucleares, térmicas, hidroeléctricas) utilizan grandes generadores rotatorios sincronizados con la red, que giran típicamente a unas 3.000 revoluciones por minuto, produciendo de forma natural corriente alterna con la frecuencia requerida. Estos generadores también aportan inercia mecánica al sistema, lo que permite amortiguar de manera automática pequeñas variaciones de demanda o generación.

En cambio, la energía fotovoltaica produce corriente continua, que debe transformarse en corriente alterna con la frecuencia, fase y forma de onda adecuadas. Por su parte, los aerogeneradores modernos producen corriente alterna, pero a una frecuencia variable, determinada por la velocidad del viento. Ambos sistemas necesitan inversores electrónicos que adapten la energía a las condiciones de la red. Este proceso, aunque tecnológicamente resuelto, introduce costes adicionales y no proporciona inercia natural, lo que reduce la capacidad del sistema para reaccionar de forma inmediata ante desequilibrios.

Por este motivo, la estabilidad del sistema requiere mecanismos adicionales, como almacenamiento, control de frecuencia avanzado o inercia sintética. Si el sistema cuenta con una proporción muy alta de energía renovable y carece de suficiente respaldo convencional o mecanismos de compensación, puede volverse más vulnerable a perturbaciones. Esta vulnerabilidad está, casi con toda seguridad, entre las principales sino la principal, causas del apagón.

Dicho esto, y considerando el compromiso del gobierno y de REE con el despliegue de energías renovables y el progresivo cierre de las centrales nucleares, es lógico preguntarse si el mix eléctrico actual garantiza siempre la robustez necesaria para evitar caídas de frecuencia o apagones ante imprevistos. La transición energética es inevitable y deseable, pero exige una gestión técnica rigurosa y realista de sus desafíos.

jueves, 24 de abril de 2025

¿No era para tanto?

Hace tiempo que escribo, de forma ocasional, sobre energía. Una cuestión en la que, en pocos años, los observadores desapasionados y medianamente informados pasamos de una relativa seguridad a una profunda desorientación. Aquella “seguridad” consistía en la, por entonces, aparente inevitabilidad del desastre: un colapso económico y social tras la llegada —que parecía inminente— del pico en la producción mundial de petróleo.

Al abrigo de esa convicción se organizaron congresos —dos de ellos en Barbastro—, se crearon y mantuvieron páginas web de referencia, como The Oil Drum, y se celebraron debates universitarios sobre extracción de petróleo, límites físicos, ecología o economía. Se construyeron gráficos y se elaboraron estudios, algunos muy elaborados y convincentes. Yo mismo escribí artículos que pretendían dejar claro que el crecimiento económico, impulsado por una política monetaria asentada en la expansión del crédito, sólo era posible gracias a un aporte creciente de energía; aporte que, a su vez, sólo un suministro también creciente de petróleo podía garantizar.

Hoy, aquella certeza se ha difuminado. Muchos dirán que, afortunadamente; otros, que en realidad nunca existió más allá de las teorías alarmistas de unos pocos. Lo cierto es que el pico del petróleo convencional, predicho por M. King Hubbert en 1956, se alcanzó efectivamente en Estados Unidos en 1970 y, a escala global, hacia 2008. Sin embargo, el impacto fue amortiguado por varias vías: el desarrollo de fuentes no convencionales como el fracking, la expansión de las energías renovables, mejoras de eficiencia y una reducción del consumo asociada, en parte, a contracciones económicas. En volumen total de “todos los líquidos” —incluyendo no convencionales y biocombustibles— la producción mundial incluso continuó creciendo, aunque con un rendimiento energético decreciente (menor EROEI), lo que implica costes y vulnerabilidades adicionales.

La economía global sigue dependiendo de un crecimiento que hoy resulta problemático, debido a su anclaje en un sistema monetario basado en deuda e interés compuesto. Sin embargo, está perdiendo parte del carácter global que tuvo no hace tanto, en favor de un enfoque más localista y proteccionista. Esto se refleja en políticas industriales estratégicas, en controles de exportación de tecnología crítica y en la configuración de cadenas de suministro “seguras” o friend-shoring.

No hace tanto creíamos, sobre la base de los datos y proyecciones de entonces, enfrentarnos a una catástrofe inminente y de alcance planetario. Incluso pensamos que todos éramos parte del problema y también de la solución. Pero, una vez constatado el aplazamiento del colapso, aquel incipiente orden global ha dado paso a un escenario de bloques autárquicos, más preocupados por la resiliencia —asegurar el suministro propio— que por la eficiencia global. El resultado es un retorno a la competencia, especialmente entre grandes potencias, por unos recursos que siguen siendo finitos: los últimos yacimientos rentables de combustibles fósiles, las cadenas de producción de alta tecnología y, no menos importante, la inteligencia —humana y artificial— necesaria para controlarlos.

Cronología resumida del “pico” y su contexto

AñoHitoRelevancia
1956M. King Hubbert publica su modelo de producción de petróleo.Predice el pico de producción en EE. UU. hacia 1970 y, más adelante, un pico global.
1970Pico del petróleo convencional en EE. UU.Inicio de dependencia creciente de importaciones y exploración fuera del país.
1973–1979Crisis del petróleo (OPEP, Irán).Primera señal de vulnerabilidad energética global.
2005–2008Estancamiento y posterior pico del petróleo convencional a escala global.Coincide con precios récord (Brent >140 $/barril en 2008) y debate sobre “peak oil” en foros académicos y especializados (The Oil Drum).
2008Crisis financiera global.Contracción económica reduce demanda; precios caen abruptamente.
2010–2014Auge del fracking en EE. UU.Expansión de producción no convencional; nuevo récord en “todos los líquidos”.
2014–2016Caída de precios del crudo.Afecta inversión upstream; evidencia la volatilidad del nuevo paradigma.
2018–2020Expansión de renovables y tensiones comerciales EE. UU.–China.Energía y geopolítica empiezan a entrelazarse de forma visible.
2022–2024Crisis energética en Europa (guerra en Ucrania, cortes de gas ruso).Retorno de estrategias de seguridad energética nacional y reconfiguración de mercados.

Continuará.

jueves, 19 de diciembre de 2024

El dedo en el ojo

 

Apenas dos meses después del último ‘momento histórico’, vivido gracias al anuncio de la ubicación de un centro de datos en Calatorao, asistimos a otro a cuenta de la decisión de la empresa china CATL de instalar una gigafactoría en Figueruelas. Un diario de circulación nacional saludaba el acontecimiento con un editorial titulado ‘El milagro económico aragonés’ en el que, entre otras cosas, todas estupendas, se decía que Aragón es ‘una de las pocas regiones de España que están entrando en el futuro de manera clara y firme, convirtiendo en fortalezas lo que hasta ayer eran debilidades’

No creo que sea para tanto, ojalá lo fuera, pero, en todo caso, no estaría de más tratar de mantener los pies en el suelo, sobre todo al hablar de inversiones multimillonarias como las que, por lo visto, está previsto que se materialicen a lo largo del año que viene. Unos cuarenta mil millones, según la entusiasta editorialista.

Conviene aclarar, yo también estaba algo despistado, que el término giga en la palabra gigafactoría, no se refiere, o no sólo, al tamaño de la fábrica en cuestión, sino al orden de magnitud (Gwh) de la capacidad de almacenamiento del millón de baterías para automóviles eléctricos que va a producir al año. Que es una cantidad ciertamente respetable y que debería suponer, de materializarse, que el tránsito a la movilidad eléctrica ha dejado, o habrá dejado para entonces, atrás las dudas sobre su viabilidad. 

Una vez más las fortalezas de Aragón, exhibidas a la hora de acoger este tipo de fábricas, son el suelo disponible, el agua del Ebro y el sol y el viento que pueden, con los artilugios adecuados, transformarse en energía eléctrica que, gracias a su origen, habrá devenido renovable. El suelo ya parece estar comprometido en las proximidades de la actual factoría de Figueruelas, agua, al menos este año, parece haber de sobra y energía… ya veremos. No sé si es a estas fortalezas a las que se refería la editorialista, ni por qué, de ser así, eran antes debilidades. A no ser, claro, que se considere una fortaleza sobrevenida la progresiva despoblación del territorio, Zaragoza excluida, y la consiguiente disponibilidad para otros usos de la energía, el agua y el suelo que nosotros no utilizamos por falta de gente, de dinero o de ideas.

El regulador eléctrico español ha aplicado varias veces en los últimos años, y por última vez el pasado jueves, el protocolo de desconexión de grandes industrias. La razón es un déficit ocasional en la generación procedente de fuentes renovables. Esto es algo que no tiene por qué condicionar nada, pero pone de manifiesto que las redes de transmisión, diseñadas para un suministro centralizado y homogéneo y los sistemas de almacenamiento necesitan adaptarse cuanto antes. Pero ayer, viniendo de Zaragoza, mientras atravesaba las nuevas trincheras de Estrecho Quinto, y a la vista de lo que ha pasado y está pasando en Valencia, me preguntaba si hay aquí alguien planificando algo. 

Enviado a ECA 20 de diciembre de 2024


martes, 17 de diciembre de 2024

Entrevista.

Publicada hace unos años (2009) en un blog sobre energía, hoy desaparecido. La traigo a colación porque poco ha cambiado desde entonces aunque, inexplicablemente, el sistema siga aguantando e incluso presente, a ojos de un observador poco atento, síntomas de recuperación.

Ha escrito usted mucho sobre la crisis energética, la degeneración política y el autoengaño social. ¿Es usted un pesimista?

CG:

No especialmente. Pero menos aún un optimista. Un pesimista cree que todo va a ir mal. Yo me limito a observar que ya ha ido mal. No estoy haciendo predicciones apocalípticas. Solo constato que la política se ha vaciado, que la economía se sostiene sobre humo, y que la energía barata que sostenía todo esto se ha acabado. No es una opinión: son datos.


Pero el estilo de sus textos transmite una forma de escepticismo radical. ¿No hay lugar para la esperanza?

CG:

Claro que hay lugar para la esperanza. Pero no en la política institucional, ni en el mercado, ni en las soluciones milagrosas que se anuncian cada seis meses con nombres distintos. La esperanza, si sirve para algo, debería ayudarnos a mirar con claridad, no a taparnos los ojos. Prefiero la lucidez amarga a la ilusión anestésica.


Usted critica con dureza tanto a la clase política como a los ciudadanos. ¿No teme caer en el cinismo?

CG:

No es cinismo. Es una defensa de la inteligencia. El cinismo es el escepticismo del que no quiere saber. Yo, en cambio, escribo porque creo que todavía hay quien puede —y quiere— entender. No espero una revolución. Me conformo con provocar una sospecha, una grieta en el relato. Un lector que se detenga y diga: “espera, esto no cuadra”. Con eso basta.


¿Qué lugar ocupa el humor en su escritura? A menudo hay sarcasmo, ironía, a veces burla.

CG:

El humor es la única herramienta que le queda al que no tiene poder. Si no puedo impedir que me cuenten cuentos, al menos puedo reírme de los que mienten. Y hacerlos quedar en ridículo. O intentarlo. La política actual es un esperpento. Yo me limito a ponerle un espejo delante.


Usted escribió sobre el “chiste de la senda del crecimiento”. ¿Cree que el crecimiento es un mito?

CG:

No es un mito. Es una necesidad estructural del capitalismo. Si no creces, quiebras. Pero el planeta no crece. Las reservas energéticas no crecen. Los suelos, el agua, el clima... todo eso tiene límites. El crecimiento como principio absoluto es un suicidio lento, y lo peor es que ya ni siquiera funciona. Ahora crecemos en deuda, en desigualdad, en miseria disfrazada de normalidad.


Usted ha hablado del Peak Oil como un hecho consumado. ¿Cree que la sociedad va hacia el colapso?

CG:

No hace falta dramatizar. El colapso no es una explosión. Es un proceso. Ya estamos en él. ¿O no es colapso una sociedad donde millones de personas viven peor que sus padres, trabajan más por menos, y aceptan todo eso como algo inevitable? ¿No es colapso que se debata si el planeta puede sobrevivir a nuestro modo de vida… y se resuelva que no se puede hacer nada, pero que volvamos al consumo con una sonrisa?


¿Qué opina del papel de las energías renovables en este contexto? ¿Cree que son una estafa?

CG:

Las renovables no son una estafa. Pero no son una alternativa completa al sistema fósil. Requieren materiales, infraestructuras, energía previa para obtenerlas. Y sobre todo, no resuelven el problema cultural de fondo: nuestra obsesión por mantener todo tal y como está. No se trata de sustituir una fuente por otra. Se trata de cambiar de vida. Y eso no quiere hacerlo nadie.


¿Y la izquierda? ¿Dónde está en todo esto?

CG:

La izquierda institucional ha asumido los mismos dogmas que la derecha: crecimiento, competitividad, consumo, retórica de la innovación. En lugar de cuestionar el sistema, se ha dedicado a gestionar sus ruinas con lenguaje inclusivo y sonrisas. La izquierda debería incomodar, no gestionar el espectáculo.


¿Por qué sigue escribiendo?

CG:

Por aburrimiento, supongo. Pero también porque alguien tiene que decir que el emperador está desnudo, aunque ya no haya nadie dispuesto a escuchar. Porque si renuncias a la palabra, solo te queda el silencio. Y porque aún no me he rendido. 


 

sábado, 19 de octubre de 2024

Momentos históricos

 

Hace 16 años, en la sala de la Corona de la sede del gobierno de Aragón, presentaron lo que iba a ser ‘el proyecto más grande en Aragón desde los Reyes Católicos’. Sus impulsores, se dijo, ‘habían sabido reconocer la idoneidad del territorio Aragonés’ para desarrollar un proyecto que iba a atraer 40 millones de visitantes cada año, y que consistía en ubicar un enorme conglomerado de hoteles y casinos en el desierto de los Monegros. La proclamada idoneidad de Aragón se debía a la ‘disponibilidad de agua, energía y suelo abundantes’, además de ‘estabilidad política’. El proyecto no salió adelante, pero se había declarado de interés público o se había modificado la legislación para facilitar su puesta en marcha. Nadie, por supuesto, asumió, tras el fracaso, responsabilidad alguna ni dio la menor explicación.
El Heraldo de Aragón del pasado día 15 daba la noticia de la presentación, en el mismo lugar, del proyecto de creación, por un fondo de inversión norteamericano, de un nuevo centro de datos en Calatorao. En principio nada especialmente llamativo; entre Huesca y Zaragoza ya hay tres centros de ese tipo en explotación y, contando este y según el mismo artículo, otros 16 en proyecto, impulsados por Microsoft y otras empresas relacionadas con el sector informático o los fondos de inversión. La presentación tuvo, sin embargo, algunos momentos de 'déjà vu' como, por ejemplo, cuando el presidente dijo que el promotor había ‘sabido reconocer el inmenso potencial que tiene Aragón’, constatando, añadió, que en ‘Aragón contábamos con talento, energías renovables, agua suelo y paz social’. Llevado por el entusiasmo, aunque en esta ocasión sin involucrar a los Reyes Católicos, dijo también que Aragón estaba viviendo un ‘momento histórico’ y anunció la declaración de interés autonómico del proyecto. Las similitudes, por el momento, terminan aquí. Espero.
El presidente aseguró que Aragón iba a superar a Virginia, en Estados Unidos, como sede de estos centros, cosa que, a decir verdad, no parece muy difícil. Virginia no dispone de demasiado suelo libre, algunos enclaves históricos de la Guerra Civil americana han tenido que ser utilizados para instalar los últimos centros, y en algunos sectores del estado empieza a preocupar el agua y la energía comprometidos en esas instalaciones. Ese, el de preocuparnos por el futuro, es un problema que aquí no tenemos.  Aun así, no acabo de compartir el entusiasmo por estas granjas de máquinas, ordenadores, routers, etc., que serán chatarra en pocos años y que, mientras tanto, consumirán recursos, ya veremos si por encima de nuestras posibilidades. Sería mejor intentar, como proponía mi buen amigo Ildefonso García Serena la semana pasada, impulsar la fabricación de chips. O retener y atraer talento para desarrollar los algoritmos que gestionarán los datos base de la IA, ya que tanto, y sin duda tan justificado, interés tenemos ahora por esta tecnología. 
Porque la presencia de los centros de datos en territorio aragonés aporta más bien poco a la digitalización de la comunidad. Los doscientos empleos que se anuncian para después de la terminación de las obras, si finalmente se llevan a cabo, serán empleos de mantenimiento. Electricistas cualificados, probablemente con titulación superior, pero nada más. Los puestos de trabajo relevantes en esta industria seguirán estando en California y otros lugares de Estados Unidos o en Alemania, Reino Unido o Dinamarca. Aquí podemos seguir viéndolas venir, pero hay otras posibilidades. De todo lo que alardeamos, agua, energía…, el talento es lo más seguro. No conviene desaprovecharlo.


Enviado a ECA 25 de Octubre de 2024


viernes, 1 de marzo de 2024

A vueltas con el hidrógeno (natural)

 

La perforación del pozo de ‘hidrógeno natural’ cerca de Monzón empezará en 2024, es decir, este mismo año, con una inversión de 12 millones de Euros. Hidrógeno ‘natural’ que según los participantes en esta rueda de prensa, ‘siempre ha estado ahí’ y que  se obtiene directamente de un depósito subterráneo sin más que perforar en el lugar adecuado. En realidad es algo, la existencia de un depósito de hidrógeno en estado natural, que no parece demasiado probable ni hay demasiados precedentes. Viniendo de otra fuente, no habría más remedio que contemplar todo el asunto con cierta prevención y algo de escepticismo, pero nunca se sabe. También los cincuenta casinos y cuarenta millones de visitantes anuales de Gran Scala, en Ontiñena parecían un cuento y al final…


domingo, 14 de mayo de 2023

Y llegó el hidrógeno...


Átomo de oxígeno huyendo de uno de hidrógeno

Bueno, en realidad lleva mucho tiempo rondando por aquí y poco más se puede decir sobre esta pretendida fuente de energía que, en realidad, no es tal sino sólo una portadora con bastantes problemas. Los procesadores de lenguaje natural capaces de generar respuestas, más o menos ajustadas, a muchas cuestiones, son una fuente de información, quizá más precisa, y desde luego mucho más rápida, que buscadores como Google. ChatGpt y Bing son dos ejemplos de estos procesadores que ya llevan algún tiempo compitiendo y Google Bard la última incorporación, inaccesible desde Europa, a no ser que, VPN mediante, finja uno encontrarse en alguno de los países donde se ha producido el lanzamiento. Estados Unidos, por ejemplo. A propósito del hidrógeno libre y sobre la noticia, reiteradamente aparecida en algún medio de comunicación pero, por el momento, ignorada por las autoridades, cada vez menos propensas a hacer el ridículo, sobre el supuesto hallazgo de una importante bolsa en algún lugar entre Barbastro y Monzón, mantuve un corto diálogo con Bard, cuyas dos últimas preguntas y respuestas son las siguientes:

-         
Can we say, then, that free hydrogen can not be found anywhere on Earth because of high reactivity?


Hydrogen is a highly reactive element, and it will quickly react with other elements to form  compounds. Therefore, it is not possible to find hydrogen free in any place on Earth. 
However, hydrogen can be found in compounds, such as water, methane, and ammonia. These compounds can be found in the atmosphere, in the oceans, and in the Earth's crust. Hydrogen can also be produced artificially by splitting water molecules. This process requires a lot of energy, but it is a clean and renewable way to produce hydrogen. Hydrogen is a promising fuel for the future. It is a clean, renewable, and abundant resource. However, there are still challenges to overcome before hydrogen can be widely used as a fuel. These challenges include the high cost of production and the need to develop safe and efficient ways to store and transport hydrogen.

-          Do you know that a company in Spain pretends to have found a massive deposit of free hydrogen between the cities of Barbastro and Monzon in the northeast of the country?


Yes, I am aware of that. The company is called Helios Aragón, and they are a joint venture between the Spanish oil company BP and the Spanish energy company Axion. Helios Aragón claims to have found a massive deposit of hydrogen and helium in the Pyrenees Mountains, near the cities of Barbastro and Monzón. The company estimates that the deposit contains around 500 billion cubic feet of hydrogen and helium. If Helios Aragón's claims are true, this would be a major breakthrough for the hydrogen industry. Hydrogen is a promising clean energy source, but it is currently very expensive to produce. If Helios Aragón is able to extract hydrogen from this deposit at a competitive price, it could help to make hydrogen more affordable and accessible. However, it is important to note that Helios Aragón's claims have not yet been independently verified. The company has not yet released any detailed information about the deposit, and it is not clear how they plan to extract the hydrogen. It is also possible that the deposit is not as large or as pure as Helios Aragón claims. Only time will tell if Helios Aragón's claims are true. However, if they are, this could be a major step forward for the hydrogen industry. 

Esto no significa nada, en realidad. Afirmaciones tajantes de estos procesadores, sobre todo en cuestiones opinables, puede convertirse en suposiciones o afirmaciones en sentido contrario a poco que se les presione, pero sus respuestas pueden ser una buena base para iniciar una investigación más profunda sobre cualquier tema. Incluso con su colaboración.


miércoles, 22 de febrero de 2023

Cui prodest?

 Como parece que más tarde o más temprano vamos a tener problemas de suministro de gasóleo y gasolina, la Unión Europea ha tomado la iniciativa de prohibir la venta de coches nuevos con motores de combustión, a partir del año 2035, es decir, a 12 años vista. La medida, la declaración, en realidad, es inocua. Lo que vaya a pasar con el mix energético de aquí a doce años es difícil de prever, pero, por lo menos, parece algo más ingeniosa que la de prohibir la importación de gas y petróleo rusos. Sin embargo, en un sector como el de los automóviles, que aún en acusada decadencia, tiene en Europa a varios de los principales fabricantes y proporciona cientos de miles de puestos de trabajo, no acaba de estar claro a quién o a qué beneficia esta ocurrencia. Pero ya lo sabremos. O no.


Porque las medidas gubernamentales, incluso las aparentemente carentes de sentido, se toman siempre en beneficio de alguien. Generalmente del mismo gobierno, pero también de los que sostienen al gobierno, de los amigos del gobierno, o de los que podrían hacer caer al gobierno. En este último tramo podríamos, quizá, entrar las gentes del común, porque el gobierno intentará evitar medidas que puedan molestar mucho a mucha gente a la vez o, lo que es más normal, intentará disfrazar sus ocurrencias para que parezcan destinadas al bienestar de mucha gente o de poca gente, o de un sector supuestamente marginado. En cualquier caso, si el comportamiento del gobierno es excepcionalmente extravagante, la respuesta a la pregunta cui prodest? puede ayudar a entenderlo.


Pongamos por ejemplo las dos o tres leyes, a cuenta de las que ahora andan peleados el gobierno y el gobierno ante la sorna de la oposición y el desconcierto y el aburrimiento de las gentes del común. Estas medidas han sido propuestas por el gobierno y también por amigos del gobierno, tan amigos, que están, pero no parece que estén, en el mismo gobierno. El gobierno cree que las leyes en cuestión le ayudarán a distinguirse del gobierno y a tener una agenda social distinta de la que tiene el gobierno. Además el gobierno, ante el relativamente escaso impacto, ni favorable ni desfavorable, de las últimas medidas de contención de los precios, propone ahora una ayuda directa a las familias de hasta un 14% del importe de la cesta de la compra, pero el gobierno cree que este tipo de medidas son contraproducentes y que habrá que esperar a ver si el cheque de doscientos euros por cabeza, la bajada del IVA y el resto de las medidas ya adoptadas, acaban solucionando algo y moviendo la intención de voto en un sentido favorable al gobierno.


Por otra parte, el gobierno, siguiendo las directrices marcadas por la OTAN, está dispuesto a transferir al ejército ucraniano algunos de sus artefactos de guerra, concretamente un modelo antiguo y ya desahuciado de tanque, de fabricación y patente alemanas, que andan ahora limpiando, municionando y lubricando. El gobierno, sin embargo, se opone a enviar estos tanques, por estropeados que estén, porque cree que lo que habría que hacer es explorar la vía diplomática, antes de vender o regalar armas a una de las partes. Finalmente será la opinión del gobierno la que prevalezca y los tanques saldrán hacia Ucrania, a ver si sirven para algo y a quién. Nuestro flamante alto comisario europeo de asuntos exteriores, el Sr. Borrell, cree que lo que hay que hacer es comprar conjuntamente muchas armas y enviarlas enseguida a los ucranianos, además de mantener e incrementar las sanciones a los rusos con objeto de hundir definitivamente su economía. Habrá que ver si un país con la población y los recursos de Rusia, que cuenta con armas nucleares operativas, va a perder la guerra y dejar que se hunda su economía, algo que no parece que esté pasando, sin celebrarlo con un buen número de fuegos artificiales visibles desde toda Europa.


Mientras tanto y un año después de que empezara todo este carajal, los que ponen los muertos civiles son los Ucranianos. Las armas, tanto las rusas como las de la OTAN, están destruyendo su territorio, ante la impotencia de familias enteras que malviven en refugios improvisados o en el metro, sin acceso a calefacción, agua ni electricidad durante muchas horas al día y esperando que el próximo misil caiga lejos de su casa. O de lo que queda de su casa. Después ya vendrá la reconstrucción, que se repartirán empresas europeas y americanas y quizá también rusas, en proporción al número de bombas que haya aportado cada uno.


Enviado a ECA 24022023

viernes, 27 de enero de 2023

Apuntes preelectorales

 Este país está tradicionalmente dividido en dos facciones, bueno, en realidad muchas más, pero, para los efectos de este artículo, lo dejamos en dos. Pongamos, aunque la terminología se haya quedado algo obsoleta, que son: la izquierda, que se autodenomina, con la sorprendente anuencia de la otra facción, progresista, y la derecha, también autodenominada y también con la anuencia de su contraparte, conservadora. En la izquierda progresista están la izquierda tradicional, ‘i.e’ socialistas y comunistas, ya descafeinados, con algunos añadidos nacionalistas regionales, populistas y otros que pasaban por allí y se han quedado a cobrar. En la derecha conservadora está… la derecha de siempre, la derecha de la derecha o ultraderecha, descontenta con las veleidades zurdas, o eso dicen, de la anterior, los liberales, los nacionalistas nacionales y ocasionalmente también los que pasaban por allí, que se quedarán para ajustar cuentas y seguir cobrando cuando los otros se vayan.


No suelen estar de acuerdo en casi nada, ni siquiera en cosas en las que parece que debería ser fácil estarlo, sin más que preguntar un poco por ahí. Por ejemplo, en si hay, o no, un cambio climático que amenace nuestra supervivencia o en si la crisis energética va a dejarnos tiritando y a la intemperie, como cree la derecha o si, como cree la izquierda representada en la coalición gubernamental, no solo no tenemos ningún problema energético a la vista, sino que estamos llamados a ser la solución de los de toda Europa. No hay más que ver, a título de ejemplo, el acuerdo alcanzado con Monsieur Macron para la construcción de un gasoducto submarino entre Barcelona y Marsella para transportar… como no, hidrógeno verde. Un hidrógeno verde que no se sabe muy bien cómo, y sobre todo dónde, se va a producir, pero, por pura lógica, debería producirse a poca distancia de la boca del gasoducto. El hidrógeno, un gas muy ligero y reactivo, no es lo más adecuado para que le organicen viajes con transbordos. Pero supongo que, en estas cosas, a pesar de las apariencias, ya habrá pensado alguien. A ver si se molestan en explicarlo, pero no creo. El acceso a fuentes de energía y su almacenamiento y transporte, más que el de cualquier otro recurso, lleva mucho tiempo provocando guerras en Europa y fuera de Europa. Guerras que son, invariablemente, atribuidas a otras causas.


En cuanto al cambio climático, unos, más a la izquierda, creen que es cosa del hombre, y de la mujer, claro, y en principio reversible, en cuanto los capitalistas, a los que hacía referencia la Sra. Belarra, dejen de contaminar. La derecha conservadora, por el contrario, cree, o dice creer, que no hay tal. Que en verano hace calor, unos veranos más y otros menos, y en invierno frío, también más o menos, según le dé al hombre del tiempo y que, en todo caso, los capitalistas a los que creen representar, nada tienen que ver con algo que viene ocurriendo desde antes de que se inventaran los gases de efecto invernadero. En realidad, tampoco importa demasiado si el cambio, por demás evidente para cualquiera que tenga más de cuarenta años, es de origen antropogénico o tiene el carácter cíclico que le atribuyen los escépticos. En el primer caso sería reversible, previa cancelación o moderación de las actividades humanas que lo causan que son, en general, las que nos han permitido llegar hasta aquí y, en el segundo, sólo quedaría esperar al cambio de ciclo. Cuestión de paciencia.


En lo que la izquierda y la derecha suelen coincidir es en la cosa esta de la corrupción. Ambas facciones coinciden en que, para corruptos de verdad… los otros. Lo cierto es que corrupción y la incompetencia, que suelen ir unidas, afectan por igual a políticos de cualquier ideología y de cualquier país, quizá con alguna excepción en el Atlántico norte o a orillas del Báltico. En Ucrania, por ejemplo, su presidente acaba de cesar a un número importante de altos cargos que, en plena guerra, se estaban aprovechando de la ayuda exterior y con complicidad exterior. Y aquí mismo, sin ir más lejos… pero bueno, mejor lo dejamos para otro día que me he quedado sin espacio.

Enviado a ECA 27/01/2023

viernes, 30 de diciembre de 2022

Fin de... año

Vi una película, hace unos días, en la que la protagonista, a causa de un accidente dejaba de envejecer, se veía obligada a cambiar periódicamente de residencia y tenía que hacer pasar a su hija por su madre. Otro accidente devolvió las cosas a la normalidad y la protagonista, una vez localizada la primera cana, se casó con el hijo o el nieto de su primer amor y fueron felices y comieron perdices hasta, esto no salía en la película, pero era obvio, que fallecían y descansaban para siempre. Yo hubiera preferido otro final, pero las películas tienen que acabar en algún momento y no pueden gestionar acontecimientos lineales, así que los guionistas optaron por no complicarse la vida y matar a la protagonista, único final que conservaba el orden natural de las cosas y permitía poner la palabra FIN al cabo de la hora y media o dos que duraba la película.

Porque lo natural, efectivamente, es envejecer, con suerte, y, en todo caso, morirse tras un tiempo razonable. A mí lo de no envejecer me hacía, ya no, claro, cierta ilusión, sobre todo por una interpretación, quizá demasiado literal, del viejo proverbio chino que recomienda sentarse a la puerta de casa para ver pasar el cadáver de tu enemigo. Pero si uno envejece, a partir de cierta edad lo que ocurre es exactamente lo contrario. Cada vez que pasas por delante de según quien, sobre todo si está sentado en la puerta de su casa, no puedes evitar preguntarte, ¿qué estará esperando este desgraciado?

En fin, bromas aparte, estamos asistiendo al final del año 2022 de la era cristiana y a punto de empezar el 2023. Digo esto, no porque tenga demasiada importancia, sino porque, en tiempos de tanta incertidumbre como los que nos ha tocado vivir, bien está contar con alguna certeza más, además de la apuntada en el párrafo anterior. Al final del verano cualquiera hubiera dicho que el otoño iba a ser poco menos que un anticipo del apocalipsis, con la inflación desbocada, la guerra en Ucrania transmutada en guerra nuclear mundial y la economía occidental definitivamente hundida, víctima de nuestros excesos y de algún error en el suministro de recursos. Evidentemente, las cosas no han ido, aún, por ahí, y los españoles de a pie, esos para los que dice trabajar el presidente del actual gobierno, han salido pitando a las carreteras, estaciones de ferrocarril y aeropuertos para ocupar, según las recurrentes noticias de todos los medios, el 80, 90% y 100% de las plazas disponibles en hoteles, restaurantes y chiringuitos diversos en los pueblos y las ciudades, el mar o la montaña, con la única condición de estar lejos del lugar de residencia habitual.

Mientras llegaban las vacaciones, nuestra esforzada clase política ha dedicado largas jornadas laborales a legislar sobre las cuestiones más pintorescas, la mayoría de las cuales, cosas de la edad y del poco tiempo que probablemente me quede para disfrutar del país que nos están dejando, me importan más bien poco. Quizá lo más sorprendente sea una ley, no recuerdo el nombre, que supera una de las pocas limitaciones impuestas al poder del parlamento británico. Uno de sus viejos manuales sostenía que el parlamento podía hacer cualquier cosa, menos convertir a un hombre en una mujer. Bah, cosas de los ingleses y de la edad media.

Bueno, pues volviendo a lo del final de año, el caso es que parece que los americanos van a intentar volver a la luna y que lo de la fusión nuclear estará listo, ¡sorpresa!, dentro de -otros- 25 años. Mientras tanto, entre Barbastro y Monzón se va a perforar, según publicaba El Periódico del 18 de este mes, una reserva de hidrógeno puro que, por lo visto, ya se descubrió en los años 60 del pasado siglo y que es, naturalmente, la primera de Europa. El 18, sí, no el 28. Tengan un feliz 2023, mantengan un razonable escepticismo, conserven a los amigos que aún les queden y procuren estar a prudente distancia de los que cantan por las mañanas.

Publicado en ECA 30/12/2022 

miércoles, 21 de septiembre de 2022

El plan de contingencia

La ministra Ribera, con competencias sobre la transición ecológica y el reto demográfico, propuso hace unos días, meses ya, elaborar, contando con los autoproclamados agentes sociales, empresas eléctricas y gasistas, etc., lo que con toda propiedad llamó un plan de contingencia en el que, es de suponer, se discutirían las posibles acciones a emprender en el caso, parece que probable, de que el acceso a la energía se encarezca o se complique algo, bastante o mucho.

En la nota de prensa publicada por el MITECO, a propósito de la primera de las reuniones que la ministra ha mantenido con este propósito, se aseguraba que España no afronta problemas de seguridad de suministro, pero que debe prepararse para un posible escenario de escasez de gas en la UE durante los próximos meses y, a continuación, delimitaba los objetivos del plan: “El Plan de Contingencia girará sobre tres ejes: uso inteligente de la energía, sustitución de gas por electricidad y otros combustibles y medidas de solidaridad con los socios europeos” o leyendo entre líneas, que el problema lo van a tener otros, pero aquí estamos nosotros para ayudar a quien lo necesite.

Dejando aparte la dificultad técnica de diseñar algo que gire sobre tres ejes, el problema de los redactores de este tipo de notas es que deben decir lo menos posible, o mejor aún nada, con la mayor cantidad de palabras y eso, precisamente, es lo que no ha conseguido el autor de ésta. El plan de contingencia parece estar centrado en el gas, para seguir la estela de las sanciones y contra sanciones a y de Rusia, que podrá ser sustituido, dice, por electricidad y otros combustibles (sic). Lo de los otros combustibles no lo acabo de entender: ¿petróleo, carbón, madera …? y lo de la electricidad tendrá que ver, supongo, con que la Comisión Europea, en un alarde de posibilismo haya declarado verde a la energía nuclear y, de paso, también al gas. En fin, ya veremos en qué se traduce, si es que finalmente el plan llega a ver la luz, lo del uso inteligente de la energía y las medidas de solidaridad con los socios europeos. El optimismo que no falte.

En cualquier caso, los planes de contingencia que pueda elaborar este gobierno no me tranquilizan demasiado, la verdad. La última noticia sobre este asunto, publicada en la Web de la Moncloa en torno al 7 de septiembre, se parece mucho a la primera, publicada a mediados de julio: la ministra se reunirá, otra vez y con el mismo objeto, con consumidores, sindicatos y empresas del ramo. Si el otoño va a ser durísimo, como nos adelantó otra ministra, la de defensa en este caso, que, al menos en teoría, debería estar entre las personas mejor informadas del país, entonces el plan de contingencia debería encontrarse en una fase algo más avanzada, habida cuenta de que, cuando tengan este semanario en sus manos, el verano habrá terminado o le quedarán unas pocas horas (a las 3:04 del viernes 23, la distancia al Sol será la misma para los dos polos terrestres y empezará el otoño astronómico en el hemisferio norte).

Me parece más interesante e incluso más realista, un plan de contingencia local, pero aquí somos bastante reacios a elaborar planes a largo o incluso a medio plazo. Además, son ya muchos años de anunciar la llegada del lobo, sin que el lobo llegue y nuestras autoridades están ya curadas de espanto, sobre todo una vez que han comprobado que festivales, ferias y fiestas han vuelto con renovados bríos, muy a pesar de los agoreros que las daban por desaparecidas.

Curadas de espanto, carentes de imaginación -en España la imaginación no cotiza en política- y con las próximas elecciones como único horizonte, bastante han hecho, los que lo hayan hecho, con elaborar un plan estratégico por el ingenioso, sencillo, barato y hasta agradecido procedimiento de recoger y compilar las sugerencias de la gente. El riesgo es que la gente se pregunte que para qué sirve tener un gobierno, de cualquier nivel, si al final las ideas tienen que ponerlas ellos. Conviene, sin embargo, tranquilizarlos en ese aspecto. El gobierno puede parecer, a veces, innecesario, pero, desde luego, es inevitable[1].

Un hipotético plan de contingencia estaría orientado a prever y, a ser posible, minimizar, los efectos de una crisis coyuntural grave, el durísimo otoño que anunció Margarita Robles, y que puede derivar en una aceleración incontrolada de la pérdida de complejidad del sistema, con la consiguiente destrucción de los enlaces y conexiones que lo mantienen en funcionamiento y que, al menos en parte, ya ha comenzado. No hay más que mirar a nuestro alrededor para constatar que muchas cosas que, hace sólo unos pocos años, funcionaban razonablemente bien o al menos estaban ahí, y no me refiero sólo a la cosa pública, han dejado de hacerlo o han desaparecido y no parece que, a corto plazo, vayan a recuperarse.

Bajo ciertas condiciones, una población de tamaño medio, como Barbastro, podría disponer, en una emergencia, de una importante ventaja comparativa respecto a las grandes ciudades siempre y cuando, claro, dispusiera de un plan auspiciado por el Ayuntamiento, con o sin la colaboración de otras administraciones públicas o entidades privadas como la Cruz Roja, la Iglesia o colectivos ciudadanos sin afiliación. Se puede elucubrar todo lo que se quiera sobre el contenido ese plan, pero no hay mucho tiempo ni tampoco necesidad de inventar nada. Hay ciudades, sobre todo en el mundo anglófono, que cuentan desde hace tiempo con documentos muy elaborados y actualizados. No hay más que copiarlos o utilizarlos como plantilla y adaptarlos, pero, básicamente, habría que intentar garantizar un reparto equitativo de los alimentos y el combustible disponible, la atención a los niños, los enfermos, los mayores y los discapacitados, el acceso a los hospitales y centros de salud, el funcionamiento de los servicios de policía, el mantenimiento del orden y unas pocas cosas más.

También es posible que la guerra en Ucrania acabe pronto y bien, aunque no consigo imaginar cómo; que el gas y el petróleo vuelvan a fluir a precios razonables como consecuencia de lo anterior; que la inflación se estanque o remita; que no aparezcan más pandemias; que Europa no se rompa del todo y que la economía real consiga reparar, aunque sea temporalmente y sólo en parte, las conexiones rotas, que el gobierno deje de anunciar el apocalipsis y la solución en el mismo día y que salgamos del otoño con la cartera todavía en el bolsillo. Si fuera así, la sorprendente resiliencia del sistema nos habría dado otra prórroga que podríamos aprovechar para estar preparados cuando el cielo caiga sobre nuestras cabezas. O para organizar las fiestas del año que viene. Pero en realidad, a estas alturas la única actividad verdaderamente necesaria, aunque en modo alguno suficiente, para evitar el colapso sería incrementar, hasta donde fuera posible, el nivel de sapiencia, que no es lo mismo que de conocimiento o inteligencia, de la mayoría. Feliz comienzo del otoño.

[1] Government: Unnecessary but Inevitable, Randall G. Holcombe, DeVoe Moore Professor of Economics at Florida State University.

sábado, 1 de enero de 2022

El invierno de la energía

La crisis energética, discretamente omnipresente desde hace años, era, sobre todo, la crisis del petróleo. Es verdad que había y hay otras fuentes de energía primaria, incluso algunas parcialmente renovables, pero el petróleo tiene unas ventajas que lo hacen, en la práctica insustituible. En cualquier caso, la gente, en general, no habla demasiado de crisis energética por la sencilla razón de que aún no la percibe como amenaza. Es verdad que el precio de la energía eléctrica lleva un tiempo descontrolado, pero eso ya ha pasado otras veces y no sólo con la energía eléctrica sino también con el petróleo, que en el 2008 llegó a alcanzar los 180$ por barril para caer hasta los 30 y permanecer en ese entorno por largas temporadas. Ahora el precio del Brent está cerca de los 80 dólares por barril, pero la gente, harta ya de que le anuncien la inminente llegada del lobo y con el gobierno prometiendo un día sí y otro también reducir la factura de la luz a niveles aceptables, no parece preocuparse demasiado. O al menos, no lo suficiente como para expresar ruidosamente y en la calle su preocupación y descontento. Sin embargo, hay sobrados motivos para preocuparse. Entre 1950 y 2020 la población mundial ha pasado de 2,54 a 7,79 miles de millones de personas, es decir, prácticamente se ha triplicado, y, en la parte del mundo que nos ha tocado vivir, se han alcanzado cotas de bienestar que ninguna generación había conseguido hasta la fecha y que pueden atribuirse, sin ningún problema al descubrimiento y explotación, en poco más de 200 años, de enormes cantidades de energía solar almacenada en el interior de la Tierra en tiempos geológicos remotos y durante cientos de años. Una energía que no se puede reponer ni sustituir en la mayor parte de los usos que ahora tiene y sobre todo en el transporte. Es verdad que ya hay coches eléctricos e incluso están proliferando los puntos de recarga rápida, pero no son muchos y no está claro que los materiales necesarios para la fabricación de estos vehículos vayan a estar disponibles para toda la flota en un futuro previsible. Y, en todo caso, la energía eléctrica que ha de mover la nueva y ¿sostenible? flota habrá de salir de algún sitio y no parece que la obtenida de fuentes renovables vaya a ser suficiente, si el tamaño de la flota ha de acercarse al de la que actualmente se mueve con combustibles fósiles. Ni mucho menos. La Civilización industrial, ésta, es un sistema complejo que funciona mediante la transformación de un flujo constante y esto es muy importante, creciente, de energía de baja entropía en otra de alta entropía, es decir, en calor disipado en la atmósfera. Hasta los años 70 del pasado siglo el ritmo de descubrimientos de nuevos yacimientos y el petróleo obtenido permitían alimentar ese ritmo creciente, pero a partir de ese momento el petróleo alcanzó su pico de producción en los Estados Unidos, ante el general desconcierto y tal como Hubbert había predicho. La primera consecuencia fue que los Estados Unidos pasaron en poco tiempo de exportador a importador neto, salvando así una situación que resultará imposible de manejar cuando el pico sea global. La forma, casi desesperada, de resolver el problema, en este último caso, ha sido recurrir a la extracción de petróleo en formación mediante la utilización de técnicas de fracturación de rocas, obteniendo un resultado insuficiente, escasamente rentable y muy costoso en términos ambientales, por lo que muchas de las empresas que lo iniciaron están en estos momentos próximas a la quiebra o han abandonado directamente el mercado. El comportamiento de sistemas complejos suele presentar un período largo de estabilidad, pero la mayoría alcanza en algún momento puntos de inflexión o umbrales críticos en los que el sistema pasa de un estado a otro de una manera abrupta, con la consiguiente pérdida de complejidad. La mayor parte de la población, al menos la del, hasta hace poco, conocido como primer mundo, no ha experimentado el tipo de sociedad que resultaría de un colapso del sistema, pero la búsqueda de espacio y recursos ya han provocado enfrentamientos más o menos extendidos e incluso guerras globales. Digamos que la disponibilidad de energía abundante y barata y una relativamente homogénea distribución de la riqueza resultante, al menos entre los que hubieran estado, en su caso, en condiciones de manifestar violentamente su disgusto, ha mantenido el sistema, durante un período asombrosamente largo de tiempo, en la situación que los europeos de la primera mitad del Siglo XX denominaban Paz Armada o Belle Époque y que terminó, dicho sea en términos coloquiales, como el rosario de la aurora. Ahora parece haber otras formas y otras herramientas más sofisticadas para hacerse con el poder real y gestionarlo, formas que se están experimentando constantemente y a plena luz, y que implícita o explícitamente, están terminando con otro de los experimentos de los Siglos 19 y 20, la democracia representativa que los griegos también experimentaron y que quedó después relegada al olvido durante mucho tiempo. ECA, 30 de diciembre de 2021

domingo, 16 de junio de 2019

Olduvai

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Un apagón de gran escala ha dejado sin electricidad, en distintos grados, a Argentina, Uruguay, Brasil y Chile. Aunque las causas exactas aún no se conocen, todo indica que podría tratarse de una consecuencia directa del deterioro progresivo de una red de transmisión eléctrica compleja, descentralizada y envejecida. Mientras tanto, al otro lado del planeta, el estrecho de Ormuz —por donde transita cerca del 30% del petróleo mundial— se ha convertido en un polvorín geopolítico, con Estados Unidos en un extremo y la república islámica de Irán en el otro. No lejos de allí, en el Reino Unido, Boris Johnson —una especie de Trump con lecturas clásicas— se perfila como nuevo líder del Partido Conservador y, con ello, como el próximo primer ministro encargado de ejecutar un Brexit sin acuerdo.

Todos estos episodios podrían parecer anecdóticos si no estuvieran apuntando, en conjunto, hacia un mismo horizonte: el de una civilización industrial que, tras décadas de expansión y promesas de progreso ilimitado, comienza a mostrar síntomas de fatiga estructural. La energía, la política, la infraestructura, el liderazgo... todo parece al borde de una crisis sistémica. Quizá sea buen momento para volver a considerar la teoría de Olduvai, que postula el colapso inevitable de las sociedades industrializadas como consecuencia de su dependencia energética y de la progresiva disminución de los recursos fósiles.

Frente a este telón de fondo inquietante, sorprende la superficialidad del debate político y mediático en España. Al leer la prensa nacional de las últimas semanas —o incluso de los últimos meses— se diría que nuestra única preocupación real consiste en determinar si Vox participará o no en tal o cual gobierno municipal, o si Sánchez logrará pactar con Ciudadanos, Bildu o los partidos independentistas catalanes. Como si todo el destino de una sociedad se redujera a la aritmética parlamentaria o a la moralidad de los pactos.

No se trata de minimizar la relevancia del debate político interno, sino de señalar su desconexión alarmante con los grandes desafíos del presente. Mientras se multiplica el ruido sobre alianzas tácticas y vetos cruzados, el mundo exterior cruje. Y no solo en términos energéticos o diplomáticos, sino también ecológicos, demográficos, tecnológicos y económicos.

Hay un desfase evidente entre la escala de los problemas y la escala de nuestras conversaciones públicas. No es solo una cuestión de prioridades, sino de perspectiva. Deberíamos preguntarnos si el narcisismo informativo al que nos hemos acostumbrado no es, en el fondo, una forma de evasión. Un modo de no mirar hacia la tormenta que se avecina.



viernes, 28 de septiembre de 2018

¿Tiene calor? Queme un bosque.

Torres de refrigeración de la Drax Power Station
El clima está cambiando. Ya ni el primo de Rajoy lo discute. Tampoco se discute, o no mucho, que este cambio es atribuible, en muy buena medida, a la actividad humana y en particular a la emisión de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono (CO₂). Los cambios no tendrían necesariamente que ser negativos, pero no cabe duda de que el nuevo entorno climático está causando y va a causar muchos más inconvenientes que ventajas, aunque alguna parece encontrar la industria turística de sol y playa, que ve como sus temporadas se prolongan casi indefinidamente. Es poco probable, sin embargo, que las recientes inundaciones de la costa este de Estados Unidos, el progresivo y más que alarmante deshielo de los casquetes polares o la pérdida del permafrost siberiano, por citar solo alguno de los efectos más llamativos, puedan ser contemplados desde alguna perspectiva favorable.

En principio, sin embargo, no habría por qué preocuparse. La directiva 2009/28/CE del Parlamento europeo y del Consejo de 23 de abril de 2009, ya estableció una serie de medidas y un complicado sistema de cálculo de emisiones para alcanzar el objetivo de limitarlas primero y reducirlas significativamente después, de tal manera que al menos un 20% de la energía consumida en el año 2020 debería proceder de fuentes renovables, un objetivo que ha sido revisado al alza en enero de este mismo año por los negociadores comunitarios, sin modificar sustancialmente el texto legal.

En el corazón de Inglaterra, cerca de Leeds, hay una planta de producción de electricidad, la Drax Power Station, que genera unos 23 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, según una prudente estimación de la Yale School of Forestry and Environmental Studies. A pesar de eso y de lo escandaloso de sus enormes torres de refrigeración (ver imagen) emitiendo gases a la atmósfera, la empresa pretende que su huella de carbono es prácticamente cero gracias, por una parte, a que ha sustituido el carbón por pellets de madera importados del sur de Estados Unidos y por otra a que un agujero en la legislación europea citada más arriba  permite, con el beneplácito del actual gobierno británico y supongo que, llegado el caso, de los demás gobiernos comunitarios, considerar neutral, es decir, sin huella apreciable de carbono, la quema de la madera procedente de la tala de árboles.

Pero, como sucede cada vez con más frecuencia, las cosas no son exactamente como nos las cuentan. De lo que realmente se trata es de encontrar alguna forma creativa de elaborar la contabilidad para justificar la quema de los bosques y alcanzar, nominalmente, un objetivo para el que otras fuentes, estas sí renovables como el viento y el Sol, resultarían claramente insuficientes. Y si de paso y por casualidad, se favorecen los intereses a corto plazo de las industrias madereras norteamericanas, las europeas están aún afilando las motosierras, tanto mejor. Los ecologistas y no sólo ellos sino también un número importante y creciente de científicos se han dirigido al Parlamento Europeo para intentar poner fin a una fantasía que va a poner en riesgo los bosques de medio mundo primero y de Europa después. He aquí, en cursiva, algunos fragmentos de la carta (el original en inglés puede encontrarse aquí).

‘A los miembros del Parlamento Europeo,
Aprovechando que el Parlamento Europeo avanza, encomiablemente, para ampliar la directiva sobre energías renovables, instamos encarecidamente a sus miembros a enmendar la actual Directiva para evitar un daño creciente a los bosques del mundo y la aceleración del cambio climático. El fallo en la directiva radica en las disposiciones que permitirían a los países, plantas de energía y fábricas reclamar créditos de cumplimiento de los objetivos de energía renovable, talando árboles deliberadamente para quemarlos y obtener energía. La solución pasaría por restringir la biomasa forestal elegible para combustión exclusivamente a residuos y desechos.
…..
Incluso si se permite que los bosques vuelvan a crecer, el uso de madera recolectada deliberadamente para quemar aumentará el carbono en la atmósfera y el calentamiento durante décadas y siglos, como muchos estudios han demostrado, incluso cuando la madera reemplaza el carbón, el petróleo o el gas natural. Las razones son evidentes, independientemente de si el manejo forestal es o no "sostenible". La quema de madera es ineficiente y, por lo tanto, emite mucho más carbono que la quema de combustibles fósiles por cada kilovatio hora de electricidad producida. La recolección de madera también deja algo de biomasa para proteger los suelos, como las raíces y las ramas pequeñas, que se descomponen y emiten carbono. El resultado es una gran "deuda de carbono". Que vuelvan a crecer los árboles y prescindir de los combustibles fósiles puede finalmente cancelar esta "deuda de carbono", pero solo después de mucho tiempo. En general, permitir la cosecha y la quema de madera con arreglo a la directiva transformará las grandes reducciones, que de otro modo quizá se lograrían a través de la energía solar y eólica, en grandes incrementos del carbono atmosférico para 2050.
….
Las implicaciones adversas no solo para el carbono sino también para los bosques y la biodiversidad mundiales también son grandes. Se necesitaría más del 100% de la cosecha anual de madera de Europa para suministrar solo un tercio de la energía renovable prevista en la directiva. Debido a que la demanda de madera y papel se mantendrá, el resultado será una mayor degradación de los bosques en todo el mundo. El ejemplo que Europa daría a otros países sería aún más peligroso. Europa ha alentado adecuadamente a países como Indonesia y Brasil a proteger sus bosques, pero el mensaje de esta directiva es "corten sus bosques siempre que sea para producir energía". Si se anima a los países a invertir en semejante despropósito, después puede ser imposible corregir el error.’

No es la primera vez que los bosques europeos se encuentran en peligro. La construcción de los barcos ingleses que aseguraron el Rule Britain sobre los mares y también la de los barcos de la flota española enviada por Felipe II para acabar con la reina Isabel -que acabaron bajo las aguas del canal de la Mancha-, se hicieron a costa de los bosques de entonces. Los bosques ingleses se recuperaron con la llegada de los buques de hierro y la utilización del carbón y después el petróleo como fuentes de energía, pero, a título de ejemplo, los Monegros (montes negros, por su población de sabinas y pinos negros) quedaron desiertos para siempre y parte de su capa de tierra vegetal, arrastrada por las lluvias y los ríos, es hoy territorio catalán en el Delta del Ebro. Quizá deberíamos reivindicarlo. Ahora volveremos a quemar árboles, no creo que la carta sirva para nada, y seguiremos aumentando la deuda, que ya es impagable, contraída con un futuro que no es el nuestro pero que está cada vez más cerca.

En fin, que más que homo sapiens, como nos autodenominamos, somos como mucho, algo espabilados y bastante pícaros, pero incapaces de aprender de nuestros propios errores y pendientes sólo de nuestros intereses particulares, no los de la especie, a muy corto plazo.

No hay día que no me pregunte qué hubiera sido de nosotros y de este planeta si fuéramos tan listos (sabios, en realidad) como creemos o como parece desprenderse de algunos curriculums. O sólo la mitad.

Publicado en ECA el 28 de septiembre de 2018