Torres de refrigeración de la Drax Power Station |
El clima está cambiando. Ya ni el primo de Rajoy lo discute.
Tampoco se discute, o no mucho, que este cambio es atribuible, en muy buena
medida, a la actividad humana y en particular a la emisión de gases de efecto
invernadero, como el dióxido de carbono (CO₂). Los cambios no tendrían
necesariamente que ser negativos, pero no cabe duda de que el nuevo entorno
climático está causando y va a causar muchos más inconvenientes que ventajas,
aunque alguna parece encontrar la industria turística de sol y playa, que ve
como sus temporadas se prolongan casi indefinidamente. Es poco probable, sin
embargo, que las recientes inundaciones de la costa este de Estados Unidos, el
progresivo y más que alarmante deshielo de los casquetes polares o la pérdida
del permafrost siberiano, por citar solo alguno de los efectos más llamativos,
puedan ser contemplados desde alguna perspectiva favorable.
En principio, sin embargo, no habría por qué preocuparse. La directiva
2009/28/CE del Parlamento europeo y del Consejo de 23 de abril de
2009, ya estableció una serie de medidas y un complicado sistema de cálculo de
emisiones para alcanzar el objetivo de limitarlas primero y reducirlas
significativamente después, de tal manera que al menos un 20% de la energía
consumida en el año 2020 debería proceder de fuentes renovables, un objetivo
que ha sido revisado al alza en enero de este mismo año por los negociadores
comunitarios, sin modificar sustancialmente el texto legal.
En el corazón de Inglaterra, cerca de Leeds, hay una planta
de producción de electricidad, la Drax Power Station, que genera unos 23
millones de toneladas de dióxido de carbono al año, según una prudente estimación
de la Yale School of Forestry and Environmental Studies. A pesar de eso y de lo
escandaloso de sus enormes torres de refrigeración (ver imagen) emitiendo gases a la atmósfera, la empresa pretende que su
huella de carbono es prácticamente cero gracias, por una parte, a que ha
sustituido el carbón por pellets de madera importados del sur de Estados Unidos
y por otra a que un agujero en la legislación europea citada más arriba permite, con el beneplácito del actual gobierno
británico y supongo que, llegado el caso, de los demás gobiernos comunitarios,
considerar neutral, es decir, sin huella apreciable de carbono, la quema de la madera
procedente de la tala de árboles.
Pero, como sucede cada vez con más frecuencia, las cosas no
son exactamente como nos las cuentan. De lo que realmente se trata es de
encontrar alguna forma creativa de elaborar la contabilidad para justificar la
quema de los bosques y alcanzar, nominalmente, un objetivo para el que otras
fuentes, estas sí renovables como el viento y el Sol, resultarían claramente
insuficientes. Y si de paso y por casualidad, se favorecen los intereses a
corto plazo de las industrias madereras norteamericanas, las europeas están aún
afilando las motosierras, tanto mejor. Los ecologistas y no sólo ellos sino
también un número importante y creciente de científicos se han dirigido al
Parlamento Europeo para intentar poner fin a una fantasía que va a poner en
riesgo los bosques de medio mundo primero y de Europa después. He aquí, en
cursiva, algunos fragmentos de la carta (el original en inglés puede
encontrarse aquí).
‘A los miembros del Parlamento
Europeo,
Aprovechando que el Parlamento
Europeo avanza, encomiablemente, para ampliar la directiva sobre energías
renovables, instamos encarecidamente a sus miembros a enmendar la actual
Directiva para evitar un daño creciente a los bosques del mundo y la
aceleración del cambio climático. El fallo en la directiva radica en las
disposiciones que permitirían a los países, plantas de energía y fábricas
reclamar créditos de cumplimiento de los objetivos de energía renovable,
talando árboles deliberadamente para quemarlos y obtener energía. La solución
pasaría por restringir la biomasa forestal elegible para combustión exclusivamente
a residuos y desechos.
…..
Incluso si se permite que los bosques
vuelvan a crecer, el uso de madera recolectada deliberadamente para quemar
aumentará el carbono en la atmósfera y el calentamiento durante décadas y
siglos, como muchos estudios han demostrado, incluso cuando la madera reemplaza
el carbón, el petróleo o el gas natural. Las razones son evidentes, independientemente
de si el manejo forestal es o no "sostenible". La quema de madera es
ineficiente y, por lo tanto, emite mucho más carbono que la quema de
combustibles fósiles por cada kilovatio hora de electricidad producida. La
recolección de madera también deja algo de biomasa para proteger los suelos,
como las raíces y las ramas pequeñas, que se descomponen y emiten carbono. El
resultado es una gran "deuda de carbono". Que vuelvan a crecer los
árboles y prescindir de los combustibles fósiles puede finalmente cancelar esta
"deuda de carbono", pero solo después de mucho tiempo. En general,
permitir la cosecha y la quema de madera con arreglo a la directiva
transformará las grandes reducciones, que de otro modo quizá se lograrían a
través de la energía solar y eólica, en grandes incrementos del carbono
atmosférico para 2050.
….
Las implicaciones adversas no solo
para el carbono sino también para los bosques y la biodiversidad mundiales
también son grandes. Se necesitaría más del 100% de la cosecha anual de madera
de Europa para suministrar solo un tercio de la energía renovable prevista en
la directiva. Debido a que la demanda de madera y papel se mantendrá, el
resultado será una mayor degradación de los bosques en todo el mundo. El
ejemplo que Europa daría a otros países sería aún más peligroso. Europa ha
alentado adecuadamente a países como Indonesia y Brasil a proteger sus bosques,
pero el mensaje de esta directiva es "corten sus bosques siempre que sea
para producir energía". Si se anima a los países a invertir en semejante
despropósito, después puede ser imposible corregir el error.’
No es la primera vez que los bosques europeos se encuentran
en peligro. La construcción de los barcos ingleses que aseguraron el Rule
Britain sobre los mares y también la de los barcos de la flota española enviada
por Felipe II para acabar con la reina Isabel -que acabaron bajo las aguas del
canal de la Mancha-, se hicieron a costa de los bosques de entonces. Los
bosques ingleses se recuperaron con la llegada de los buques de hierro y la
utilización del carbón y después el petróleo como fuentes de energía, pero, a
título de ejemplo, los Monegros (montes negros, por su población de sabinas y
pinos negros) quedaron desiertos para siempre y parte de su capa de tierra
vegetal, arrastrada por las lluvias y los ríos, es hoy territorio catalán en el
Delta del Ebro. Quizá deberíamos reivindicarlo. Ahora volveremos a quemar árboles,
no creo que la carta sirva para nada, y seguiremos aumentando la deuda, que ya
es impagable, contraída con un futuro que no es el nuestro pero que está cada
vez más cerca.
En fin, que más que homo sapiens, como nos autodenominamos,
somos como mucho, algo espabilados y bastante pícaros, pero incapaces de
aprender de nuestros propios errores y pendientes sólo de nuestros intereses
particulares, no los de la especie, a muy corto plazo.
No hay día que no me pregunte qué hubiera sido de nosotros y
de este planeta si fuéramos tan listos (sabios, en realidad) como creemos o
como parece desprenderse de algunos curriculums. O sólo la mitad.
Publicado en ECA el 28 de septiembre de 2018