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sábado, 1 de enero de 2022

El invierno de la energía

La crisis energética, discretamente omnipresente desde hace años, era, sobre todo, la crisis del petróleo. Es verdad que había y hay otras fuentes de energía primaria, incluso algunas parcialmente renovables, pero el petróleo tiene unas ventajas que lo hacen, en la práctica insustituible. En cualquier caso, la gente, en general, no habla demasiado de crisis energética por la sencilla razón de que aún no la percibe como amenaza. Es verdad que el precio de la energía eléctrica lleva un tiempo descontrolado, pero eso ya ha pasado otras veces y no sólo con la energía eléctrica sino también con el petróleo, que en el 2008 llegó a alcanzar los 180$ por barril para caer hasta los 30 y permanecer en ese entorno por largas temporadas. Ahora el precio del Brent está cerca de los 80 dólares por barril, pero la gente, harta ya de que le anuncien la inminente llegada del lobo y con el gobierno prometiendo un día sí y otro también reducir la factura de la luz a niveles aceptables, no parece preocuparse demasiado. O al menos, no lo suficiente como para expresar ruidosamente y en la calle su preocupación y descontento. Sin embargo, hay sobrados motivos para preocuparse. Entre 1950 y 2020 la población mundial ha pasado de 2,54 a 7,79 miles de millones de personas, es decir, prácticamente se ha triplicado, y, en la parte del mundo que nos ha tocado vivir, se han alcanzado cotas de bienestar que ninguna generación había conseguido hasta la fecha y que pueden atribuirse, sin ningún problema al descubrimiento y explotación, en poco más de 200 años, de enormes cantidades de energía solar almacenada en el interior de la Tierra en tiempos geológicos remotos y durante cientos de años. Una energía que no se puede reponer ni sustituir en la mayor parte de los usos que ahora tiene y sobre todo en el transporte. Es verdad que ya hay coches eléctricos e incluso están proliferando los puntos de recarga rápida, pero no son muchos y no está claro que los materiales necesarios para la fabricación de estos vehículos vayan a estar disponibles para toda la flota en un futuro previsible. Y, en todo caso, la energía eléctrica que ha de mover la nueva y ¿sostenible? flota habrá de salir de algún sitio y no parece que la obtenida de fuentes renovables vaya a ser suficiente, si el tamaño de la flota ha de acercarse al de la que actualmente se mueve con combustibles fósiles. Ni mucho menos. La Civilización industrial, ésta, es un sistema complejo que funciona mediante la transformación de un flujo constante y esto es muy importante, creciente, de energía de baja entropía en otra de alta entropía, es decir, en calor disipado en la atmósfera. Hasta los años 70 del pasado siglo el ritmo de descubrimientos de nuevos yacimientos y el petróleo obtenido permitían alimentar ese ritmo creciente, pero a partir de ese momento el petróleo alcanzó su pico de producción en los Estados Unidos, ante el general desconcierto y tal como Hubbert había predicho. La primera consecuencia fue que los Estados Unidos pasaron en poco tiempo de exportador a importador neto, salvando así una situación que resultará imposible de manejar cuando el pico sea global. La forma, casi desesperada, de resolver el problema, en este último caso, ha sido recurrir a la extracción de petróleo en formación mediante la utilización de técnicas de fracturación de rocas, obteniendo un resultado insuficiente, escasamente rentable y muy costoso en términos ambientales, por lo que muchas de las empresas que lo iniciaron están en estos momentos próximas a la quiebra o han abandonado directamente el mercado. El comportamiento de sistemas complejos suele presentar un período largo de estabilidad, pero la mayoría alcanza en algún momento puntos de inflexión o umbrales críticos en los que el sistema pasa de un estado a otro de una manera abrupta, con la consiguiente pérdida de complejidad. La mayor parte de la población, al menos la del, hasta hace poco, conocido como primer mundo, no ha experimentado el tipo de sociedad que resultaría de un colapso del sistema, pero la búsqueda de espacio y recursos ya han provocado enfrentamientos más o menos extendidos e incluso guerras globales. Digamos que la disponibilidad de energía abundante y barata y una relativamente homogénea distribución de la riqueza resultante, al menos entre los que hubieran estado, en su caso, en condiciones de manifestar violentamente su disgusto, ha mantenido el sistema, durante un período asombrosamente largo de tiempo, en la situación que los europeos de la primera mitad del Siglo XX denominaban Paz Armada o Belle Époque y que terminó, dicho sea en términos coloquiales, como el rosario de la aurora. Ahora parece haber otras formas y otras herramientas más sofisticadas para hacerse con el poder real y gestionarlo, formas que se están experimentando constantemente y a plena luz, y que implícita o explícitamente, están terminando con otro de los experimentos de los Siglos 19 y 20, la democracia representativa que los griegos también experimentaron y que quedó después relegada al olvido durante mucho tiempo. ECA, 30 de diciembre de 2021

viernes, 5 de enero de 2018

¿Energía? No pasa nada. Y si pasa, no importa.



¿De dónde venimos? ¿a dónde vamos?... son preguntas recurrentes a las que no se les suele encontrar una respuesta convincente, por más que una trivial, obvia y parcialmente concordante con la experiencia aparezca ya en el Génesis 3:19: del polvo y al polvo. No parece posible llegar mucho más lejos, sin recurrir a la fe que es una virtud que, como es sabido, no tiene todo el mundo.
Hay otra pregunta que parece más prometedora: ¿qué hacemos aquí?, y sobre esto hay opiniones para todos los gustos, desde los que se empeñan en buscarle un sentido trascendental a la existencia, hasta los que creen que esto no tiene ni pies de cabeza y también hay una respuesta que sirve para todos los casos, aunque quizá no en la misma medida. Lo que hacemos aquí es gastar, derrochar, malmeter como decía mi abuela. De todo, pero, en última instancia, energía. Habrá quien crea que esto es por vicio o por ignorancia y es posible que haya algo de eso, pero no mucho porque, en realidad, no podemos hacer otra cosa. O gastamos energía –en este contexto gastar significa transformar energía útil y concentrada en calor inútil y disperso- o desaparecemos.
Así, nosotros mismos, aunque ya somos concebidos con un alto grado de complejidad, dedicamos ingentes cantidades de energía a mantener y acrecentar esa complejidad a lo largo de toda nuestra vida. Al final volveremos al polvo del que, según el Génesis, salimos, pero la energía que hemos utilizado habrá devenido inútil para cualquier finalidad práctica distinta de elevar un poco más la temperatura media de la Tierra y el mundo estará un poco más cerca de un estado ideal, de entropía infinita y caos absoluto en el que ya no seremos necesarios ni posibles. Bueno, necesarios tampoco lo somos ahora. La energía tiene otras formas de disiparse sin nuestra intervención.
El caso es que, si queremos mantener la complejidad, la nuestra y la de nuestra civilización, sostener el escandaloso tren de vida que llevamos en occidente y permitir una aproximación al mismo a los pueblos que ahora mismo están aporreando la puerta, antes de que consigan echarla abajo, necesitamos un aporte continuo y preferiblemente creciente de energía concentrada. Energía que, como es el caso del petróleo y en menor medida también del gas natural y del carbón, ha necesitado cientos de miles e incluso millones de años para formarse y que vamos a consumir en poco más de un par de cientos de años.
El reto, el problema de siempre, aunque durante unos pocos años ha podido dar la impresión de estar superado es, precisamente, de dónde vamos a sacar esa energía concentrada el año que viene, pero a este respecto podemos estar tranquilos. O no, que nos va a dar igual. De acuerdo con los informes anuales de la Agencia Internacional de la Energía, de la OPEC o de la Administración Federal de la Energía de Estados Unidos parece que, al menos un año más, podremos decir que los negocios seguirán como de costumbre.
En resumen, que si en el año 2015, el mix energético -casi 14.000 Mtoe[1]-  estaba formado aún por un 80% largo de combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo), un 2,5% de energía hidráulica, un 9,7% de biofuel, que tiene la doble virtud de producir energía y matar de hambre a los hipotéticos consumidores y un 2% escaso de las energías supuestamente renovables, para el 2018 no se prevén grandes variaciones salvo la consolidación del gas natural como combustible de transición -aún hay quién confía en una transición tranquila a las energías renovables- y del fracking como técnica de extracción de los últimos restos, sobre todo en Estados Unidos, un incremento de la eficiencia en los motores de combustión interna, que no se traducirá necesariamente en una reducción del consumo (paradoja de Jevons), una disminución del consumo de carbón, sobre todo en China y un recurso más decidido a la inversión en renovables. Nada nuevo bajo el Sol, suponiendo que nos cuenten toda la verdad y que las Nuevas Políticas auspiciadas por la agencia internacional de la energía se lleven a cabo. Que tampoco es muy probable.



[1] Millones de toneladas equivalentes de petróleo

 (Publicado en ECA el 5 de enero de 2018)

sábado, 28 de octubre de 2017

Otoño catalán

Con todo este jaleo de la independencia, o de lo que sea que estén haciendo en Cataluña, nadie se preocupa del otoño tan anormal que estamos teniendo o del precio del petróleo, que sigue siendo la sangre de esta civilización y que, poco a poco y muy lentamente, por ahora, sigue su marcha ascendente y a pesar de la brutal caída en el consumo, está ya en los 60$ por barril. De paso tampoco se habla mucho de las andanzas de los Pujol y otros referentes del Catalanisme, a uno de ellos lo han pillado trapicheando hasta en la cárcel, o de las conclusiones de la fiscal del caso Gürtel. Y casi mejor. Bastante hacemos con ocuparnos de lo nuestro y de otra cosa a la vez. De todas formas en Cataluña, como en todo, incluída la evolución del precio del petróleo, una cosa es lo que parece que pasa y otra, distinta, es lo que pasa en realidad. Y una cosa es lo que dicen en público y otra, ya se ha visto, lo que se dicen entre ellos y lo que hacen. Ahora tenemos a una parte, significativa pero probablemente no mayoritaria, del pueblo de Cataluña dispuesta a echarse al monte, al menos mientras siga el buen tiempo y en fin de semana, como se lo han contado y con la moto que le han vendido, pero sus líderes, que no han proclamado en realidad nada, que han votado un infumable pasquín que ya firmaron en público, ahora en secreto y metiendo en la urna dos votos en blanco para dificultar su imputación y que pretenden seguir viviendo de esto, aunque eso igual no lo tienen tan fácil, no parece que estén por la labor. Sobre todo porque saben que el monte es muy peligroso y la moto que tienen no sirve ni para ir por carretera. Y no hay más que ver a los payasos que más están dando la cara en este procés, como Cucurull, Forcadell, Puigdemont o Junqueras y otros, para darse cuenta de la poca seriedad de todo el asunto. Desde luego que es posible y podría ser hasta justificable pedir la independencia, incluso con las razones espurias, las falsedades y medias verdades y las tonterías que se han esgrimido, debidamente interiorizadas y transformadas en agravios, pero al frente tiene que haber, sobre todo, además de alguien solvente, gente con las ideas claras, equivocadas o no y dispuesta a jugarse la libertad y si hace falta, y suele hacerlo, la vida. Y hoy por hoy, tienen demasiados majaderos, bastantes vividores y algún rufián. Nada con lo que se pueda construir una república catalana.

Actualización de las 14:46 (28/10). Puigdemont, cesado ayer por el gobierno como presidente de la Generalitat, ha aparecido hoy en una supuesta comparecencia institucional grabada (como presidente en ejercicio) para decir que se opone democrática y pacíficamente al cese y a todos los decretos amparados en el art. 155 de la CE y a los suyos que sigan con las manifestaciones o con lo que sea pero, sobre todo, pacíficamente. Mientras tanto él estaba en un bar de Girona tapeando. Este chico es un crack.

lunes, 23 de enero de 2012

Decíamos ayer... (en abril 2008)

El origen último de la prosperidad y el bienestar que actualmente disfruta una parte minoritaria de la población mundial hay que buscarlo en el petróleo, o mejor dicho, en la relativa abundancia de petróleo barato que venimos disfrutando desde el último tercio del siglo 19. El petróleo es una fuente de energía primaria, creada en el interior de la Tierra mediante la compresión, a altas temperaturas y durante millones de años de biomasa enterrada como consecuencia de violentos fenómenos geológicos, tiene una forma líquida muy conveniente para facilitar su almacenamiento y su transporte,  es estable a temperatura ambiente y muy eficiente desde el punto de vista del retorno energético. El proceso de formación no se ha detenido pero, considerando que ha costado 500 millones de años de historia geológica, acumular el petróleo actualmente existente, podemos considerar totalmente despreciable la cantidad que puede llegar a formarse en doscientos o incluso mil años, es decir que tenemos que asumir que la explotación industrial del petróleo sólo puede consistir en el  agotamiento de una cantidad predeterminada, que no se verá incrementada de manera significativa en todo el período de extracción[3].
Como se habla, y mucho, de energías alternativas y de energía nuclear y también de electricidad o hidrógeno[4], podemos llegar a suponer que el petróleo no es sino una posibilidad más y que, cuando se acabe, solo  tendremos que recurrir a las otras fuentes de energía o a algún mágico elixir guardado en un cajón para cuando haga falta. No hay ninguna evidencia, sin embargo, que permita sostener una hipótesis tan optimista. A lo que nos enfrentaremos, si el suministro de petróleo se reduce, no es a una crisis de energía en sentido clásico, sino a un déficit de combustibles líquidos, utilizados masivamente por los motores de combustión interna. La energía solar, la eólica y sobre todo la nuclear producen electricidad pero no petróleo ni ninguno de sus derivados. Además y por el momento la cantidad de energía que puede obtenerse de esas fuentes es relativamente pequeña, comparada con la  que ha venido proporcionando el abundante y barato petróleo que hemos disfrutado hasta ahora y que, por el momento, seguimos disfrutando.  Dejando de lado la imposibilidad material de sustituir, a corto y medio plazo, el inmenso parque de vehículos[5] que actualmente se mueven con combustibles derivados del petróleo, lo cierto es que esa sustitución no se está abordando y por el momento seguimos fabricando, comprando y vendiendo automóviles, camiones y autobuses con motores de combustión interna. La adopción de medidas proactivas puede tropezar con tantos problemas políticos y económicos, a corto plazo, que es muy posible que no se haga nada serio hasta que sea demasiado tarde.
El petróleo es, pues, un recurso finito que se acabará en algún momento. Cuándo ocurrirá eso o cuánto más va a ser posible extraer en condiciones económica y energéticamente rentables,[6] son cuestiones cuya respuesta no es en modo alguno evidente y tampoco hay datos fiables que permitan estimar el volumen de petróleo que aún permanece en el interior de la Tierra[7]. A las teorías que aseguran que el pico del petróleo[8] se ha producido ya o está a punto de producirse, se oponen otras que sostienen que tal cosa, si es que va a ocurrir alguna vez, está muy alejada en el tiempo. Estas discrepancias pueden atribuirse, desde luego, a la aplicación de distintas metodologías de evaluación o  a intereses contrapuestos por parte de los evaluadores pero, también, a la dificultad de dar crédito a los volúmenes de reservas publicados por los países de la OPEC[9], que tienen limitado el volumen de petróleo crudo que pueden vender en función de las reservas que declaren. Por esa u otras razones, de carácter técnico, político o estratégico, países como Kuwait siguen anunciando desde hace diez años un volumen de reservas en el que no se aprecia disminución alguna, a pesar de que en este tiempo han producido y puesto en el mercado millones de barriles.  De manera que tanto podemos estar hablando de reservas subestimadas como, y esto parece desgraciadamente lo más probable[10], sobreestimadas.
La transición de la madera al carbón y de este al petróleo se realizó de forma relativamente suave, en una sociedad en la que la dependencia de energía era sensiblemente inferior a la actual. Estos precedentes y una fe ciega en la capacidad de innovación de la mente humana, que tendemos a suponer ilimitada, pueden llevarnos a creer que la transición del petróleo, una vez admitido el carácter finito de este recurso,  a… ¿qué?, será también suave y escalonada. Sin embargo la situación actual es muy distinta a la de los siglos 18 y 19. Hoy tenemos un planeta mucho más poblado, 6.500 millones de personas en lugar de los 1.000 millones de entonces, una dependencia prácticamente absoluta del petróleo para cubrir necesidades básicas, como la alimentación, la sanidad, el transporte o la calefacción y con un nivel de autosuficiencia muy inferior al del hombre de la sociedad preindustrial. Las energías alternativas que actualmente están sobre la mesa no son, a medio plazo, capaces de sustituir al petróleo y la  posibilidad de que, en el último momento, aparezca algo que cubra nuestras necesidades, en las condiciones en las que actualmente lo hace el petróleo, es sólo eso, una posibilidad. No se puede confundir el evidente progreso tecnológico, que, en muy buena medida, ha sido posible gracias a la disponibilidad de petróleo abundante y barato, con el progreso energético que, prácticamente, no ha existido: el petróleo era la fuente principal de energía hace cien años y sigue siéndolo ahora, así que es posible que la transición a… lo que sea, no sea suave y escalonada sino abrupta y revolucionaria.
La civilización industrial[11] está, en definitiva, amenazada por la coexistencia de dos construcciones intelectuales universales, sobre impuestas y antagónicas: la cultura monetaria, de origen prehistórico, basada en el interés compuesto y en la idea de que lo que hoy vale dos mañana valdrá cuatro y así sucesivamente, y el conocimiento que tenemos desde hace aproximadamente cuatro siglos de las propiedades e interrelaciones de la materia y la energía, conocimiento al que hay que atribuir los espectaculares logros alcanzados por la civilización industrial en los dos últimos siglos  y que es esencial para su continuidad. Estas dos construcciones han convivido durante algún tiempo, a pesar de su incompatibilidad, debido a una característica fundamental que han compartido: el crecimiento exponencial, pero, por las razones que ya se han expuesto, es imposible que el sistema materia energía sostenga un crecimiento que vaya más allá de doblarse unas pocas decenas de veces[12].
La producción mundial de petróleo está actualmente en torno a los 85-86 millones de barriles diarios y se ha mantenido ligeramente por debajo de la demanda[13] hasta el mes de marzo de este mismo año en que la relación se ha invertido debido a una reducción, de más de un millón de barriles diarios, del consumo. Esta disminución puede deberse al alto precio alcanzado por el crudo en origen o a  razones coyunturales o permanentes que afecten al mercado. La cuestión está en establecer si el estancamiento de la producción es atribuible a esa caída de la demanda, aunque es más bien dudosa una realimentación tan rápida y eficaz, a la falta de inversión para superar dificultades de acceso al petróleo restante, a cuestiones políticas y estratégicas o, simplemente, a que no es posible producir más.  En este último caso habríamos alcanzado ya el pico en la producción de petróleo y no cabría  esperar sino una lenta, en el mejor de los casos, e imparable disminución. Esta circunstancia que provocaría, inevitablemente, un aumento de los precios y dejaría el petróleo en manos de los que pudieran pagarlo, llevaría,  con una alta probabilidad, a conflictos bélicos, del estilo de la guerra de Irak, que no es sino la primera de las Guerras del Petróleo del S XXI. Una extensión, en modo alguno descartable, de esos conflictos agravaría sensiblemente el problema y podría precipitar el final de la era del petróleo barato.
El petróleo no puede ser, ya lo hemos dicho, considerado como una fuente más de energía, sino como algo que, hoy por hoy, no tiene alternativa viable y cuyo consumo, y por tanto producción, no puede estancarse sin poner en riesgo una economía que, como consecuencia de su absoluta incardinación en la cultura monetaria del interés compuesto, no se ha planteado ni puede plantearse otra cosa que el crecimiento que, a su vez, implica un incremento del consumo de energía y, en particular, de petróleo. Una disminución de la tasa de crecimiento, tanto más si esta tasa pasa a tener valores negativos, es lo que se conoce como crisis o recesión y entre sus consecuencias está, siempre, la destrucción de empleo y el incremento generalizado de las dificultades económicas para una parte importante de la población.
Pero una crisis económica debida a una escasez persistente de combustibles líquidos tendría características muy distintas y más graves, que las crisis financieras clásicas[14],  atribuibles a la incompetencia de las autoridades monetarias[15], la euforia financiera, la especulación, el apalancamiento o la caída de confianza de los consumidores, ahorradores o inversores, crisis que se han venido reproduciendo periódicamente y que tienden a resolverse por sí solas, o tras la aplicación de alguna de las medidas correctoras prescritas por la sabiduría convencional, después de períodos de  ajuste más o menos duro. Tampoco sería, con toda probabilidad, comparable en sus efectos a la crisis de los años 70, debida a una falta temporal de petróleo[16], pero que se saldó con un abaratamiento y un incremento posterior de la producción a causa de los nuevos descubrimientos en las exploraciones masivas que forzó el pánico energético provocado por el embargo y, sobre todo, el descubrimiento de crudo en el Mar del Norte[17]. La falta de suministro de petróleo, mantenida en el tiempo y producida antes de que se hubieran tomado las medidas preventivas necesarias, produciría una crisis mucho más extensa y persistente que las anteriores y tendría como consecuencia, desde luego, el cierre de fábricas y la subsiguiente pérdida de empleos pero también el desabastecimiento, provocado por problemas en el transporte y por la escasez de fertilizantes y combustible para maquinaria agrícola. Un escenario en el que la capacidad de los estados para mantener el control de la situación se vería seriamente limitada y en el que cada comunidad podría verse obligada a buscar sus propios medios de supervivencia, cosa tanto más difícil cuanto más imprevista sea la crisis. Buscarse la vida, literalmente, sería probablemente más sencillo en comunidades rurales de tamaño pequeño o medio que en grandes aglomeraciones, en las que sería mucho más complicado buscar una alternativa a las estanterías, vacías, en tiendas y supermercados o al transporte en automóvil.
En estas condiciones, la predicción del pico de petróleo se convierte en una cuestión de la mayor importancia. Se reproducen aquí algunas de las estimaciones realizadas por expertos, agencias gubernamentales, productores y otras organizaciones. En el documento que se cita como referencia[18] aparecen los datos de las personas y entidades a las que se atribuyen estas predicciones y alguna información complementaria acerca de la metodología utilizada
Predicciones del pico de petróleo para los próximos cinco años
Pickens, T Boone  (Investigador en Gas y Petróleo)
 2005
Deffeyes, K  (Profesor retirado de Princeton  & geólogo retirado de Shell)
 Diciembre 2005
Westervelt, ET et al  (Del cuerpo de ingenieros de Estados Unidos)
 Muy pronto
Bakhtiari, S  (Planificador de la Compañía Nacional Iraní de Petróleo)
Ahora
Herrera, R  (Geólogo Retirado de British Petroleum)
Muy pronto o ya ha pasado
Groppe, H (Experto en Gas y Petróleo y hombre de negocios)
Muy pronto
Wrobel, S  (Gestor de Fondos de Inversión)
En 2010
Bentley, R (Analista universitario de energía)
En torno a 2010
Campbell, C  (Geólogo retirado de las compañías petrolíferas Texaco & Amoco)
2010
Skrebowski, C  (Editor de Petroleum Review)
2010 +/un año
Meling, LM (Geólogo de la compañía Statoil)
En torno a  2011

Predicciones del pico de petróleo entre el 2012 y el 2020
Pang, X, et al (China University of Petroleum)
En torno a 2012
Koppelaar, RHEM (Analista holandés)
En torno a 2012
Volvo Trucks
En una década
de Margerie, C  (Ejecutivo de compañía petrolífera)
En una década
al Husseini, S  (Ejecutivo retirado VP de Saudi Aramco)
2015
Merrill Lynch  (Broker financiero)
En torno a 2015
West, JR, PFC Energy  (Consultores)
2015/2020
Maxwell, CT, Weeden & Co  (Broker financiero)
En torno a 2020 o antes
Wood Mackenzie  (Consultor energético)
En torno a 2020
Total  (Compañía petrolífera francesa)
En torno a 2020

Hay también otras estimaciones[19] que niegan el pico de petróleo como posibilidad o lo sitúan mucho más lejos en el tiempo, pero el Wall Street Journal, diario económico de referencia del neoconservadurismo norteamericano que, hasta no hace mucho, sólo se había referido a esta cuestión para menospreciarla, ha modificado recientemente sus puntos de vista en esta materia y ya reconoce abiertamente que el inminente pico del petróleo, aun atribuyéndolo a causas distintas de las esgrimidas por sus tradicionales defensores, supondrá el final del petróleo barato[20] y muy probablemente, el principio de una crisis mundial sin precedentes.
Robert Hirsch,[21]  plantea tres escenarios distintos  en función de que las medidas mitigadoras que él mismo propone se tomen con mucho tiempo, justo a tiempo o demasiado tarde. Considera necesario un período de diez a veinte años antes del pico para que esas medidas puedan implantarse con alguna garantía de éxito, por lo que, en el caso de que el pico hubiera ocurrido ya  o fuera a ocurrir en los próximos cinco años no estaríamos ya, según este autor, en condiciones de afrontar una transición escalonada y deberíamos enfrentarnos al peor escenario y asumir, sin alternativas válidas, un grave déficit de combustibles líquidos durante un tiempo indeterminado pero previsiblemente largo.  Por el contrario, si las medidas mitigadoras, fundamentalmente disminución del consumo, licuefacción del carbón, recuperación del petróleo contenido en arenas bituminosas y otras similares, se toman con tiempo suficiente, el autor describe, prácticamente, un escenario bussiness as usual durante todo el período de transición y es de suponer que también después.
Gracias a la, aparentemente inagotable, energía disponible hemos abandonado el corazón de las ciudades y destruido directamente o dejado arruinar cantidades ingentes de patrimonio inmobiliario para construir urbanizaciones, en los terrenos agrícolas de la periferia, cuya supervivencia depende directamente de que podamos seguir disfrutando del mismo superávit energético. En ausencia de petróleo abundante y barato o de una hipotética, y por el momento inexistente, alternativa, esas urbanizaciones, que dependen directamente del automóvil y del suministro exterior de alimentos y agua resultarán insostenibles y deberán ser abandonadas. El hábitat ideal, en una sociedad post petróleo y en la fase de transición[22] hacia otras formas de energía alternativas, en el supuesto, hay que insistir en ello, de que tales formas existan y sean viables, sería una pequeña comunidad habitando un conjunto compacto de casas, rodeadas de una zona agrícola y forestal que la hiciera autosuficiente. Quizá fuera posible, pero de eso habría que ocuparse con la debida antelación, seguir contando con energía eléctrica, obtenida de fuentes renovables, en la medida en que la infraestructura necesaria fuera independiente del petróleo, para cubrir algunas necesidades como iluminación, calefacción, conservación y preparación de alimentos para su consumo entre otras. De hecho, mantener las luces encendidas debería ser un objetivo primordial de cualquier administración, muy por encima de otros objetivos, probablemente ilusorios, como mantener o incrementar un crecimiento que muy probablemente será insostenible en cualquier tasa distinta de cero.
En una sociedad pos industrial, o al menos en la fase de transición, el hombre deberá recuperar algunas de las habilidades perdidas que garantizaron su supervivencia en el pasado, el cultivo de la tierra es una de ellas, pero no la única y prescindir, definitivamente, de muchas de las cosas que hoy se dan por supuestas como el automóvil, el suministro continuado, barato y abundante de bienes producidos en lugares exóticos, el agua caliente central, el teléfono móvil, el computador conectado a Internet y la información sobre lo que ocurre a más de diez kilómetros de su residencia. Esto no es necesariamente malo ni la sociedad por venir tiene por qué ser peor que la actual, que presenta también aspectos notablemente desagradables, insolidarios y sobre todo, insostenibles, pero sin duda será una sociedad diferente y requerirá un largo y posiblemente incómodo período de adaptación. Es probable, además, que un mundo sin petróleo sea incapaz de sostener una población del tamaño actual y haya que afrontar, a corto plazo, una brusca reducción hasta niveles preindustriales y también que la desaparición del transporte termine bruscamente con la globalización, al imposibilitar el movimiento a grandes y medianas distancias de personas y mercancías y traslade los problemas de supervivencia a niveles estrictamente locales, en donde se plantearán y resolverán, o no, todas las cuestiones que hasta ahora se han planteado y a veces resuelto a escala nacional, continental o mundial.







[3] Nuclear Energy and the Fossil Fuels, Publication nº 95, Shell Development Company, M. King Hubbert
[4] Ni la electricidad ni el hidrógeno son fuentes, sino portadores, de energía y en ambos casos se  necesita un aporte externo  para su fabricación. En consecuencia y de acuerdo con la termodinámica, su tasa de retorno, el cociente entre la energía que proporcionan y la que se necesita para su fabricación, es siempre menor que uno. El hidrógeno, por ejemplo, no se encuentra libre en la naturaleza y para su fabricación es preciso separarlo del carbono en el gas natural (metano) y otros hidrocarburos o descomponer el agua, por electrolisis, en hidrógeno y oxígeno, en ambos casos con un aporte energético superior al que desprenderá la combinación de estos últimos elementos para formar agua. Existen otros procedimientos pero son igualmente ineficientes y antieconómicos. Para los que tienen la esperanza de que esa tasa de retorno se modifique favorablemente en el futuro, hay que decir que las leyes de la termodinámica son, hasta donde sabemos y en este planeta, inviolables e inmutables. Eso, naturalmente, no excluye la obtención hidrógeno utilizando, por ejemplo, electricidad obtenida a partir de reacciones nucleares de fisión pero, suponiendo que el hidrógeno así obtenido, pudiera ser utilizado con resultados razonables como, por ejemplo, combustible para automóviles, estaríamos hablando de energía nuclear y de economía nuclear, no de economía del hidrógeno, que sería solamente un paso intermedio conveniente para almacenar y utilizar posteriormente, energía de origen nuclear.
[5] Ochocientos millones, aproximadamente, en 2005
[6] La tasa de retorno en el último tercio del Siglo 19 estaba en cuarenta, o, lo que es lo mismo, cuarenta barriles de petróleo extraídos requerían la energía equivalente a la proporcionada por un barril, y actualmente esa tasa está en cinco y bajando, debido a las mayores dificultades para acceder al crudo almacenado en campos de los que ya se han extraído cantidades muy importantes y a que el petróleo que queda es de poca calidad o se ha localizado en zonas, en el fondo del mar, por ejemplo, de muy difícil acceso
[7] Las cifras varían entre 1 y 4 billones de barriles (1 billón es aquí un millón de millones. En textos anglosajones mil millones)
[8] Peak Oil. Se ha traducido en algunos artículos como cénit del petróleo: el momento a partir del cual la producción global de petróleo alcanza su máximo absoluto y empieza a descender. Se supone que eso ocurrirá en el momento en que se haya extraído la mitad de todo el petróleo existente, pero hay que tener en cuenta el consumo, mucho mayor, y que la mitad extraída es la parte fácil, cerca de la superficie, en depósitos accesibles y presurizados, con menor viscosidad y de mucha mayor calidad.
[9] Organization of Petroleum Exporting Countries
[10] Crude Oil. The Supply Outlook. Dr. Werner Zittel and Jörg Schindler, Ludwig-Bölkow-Systemtechnik GmbH
[11] M. King Hubbert. 1903-1989. http://www.hubbertpeak.com/hubbert/
[12] Una magnitud que crezca a un ritmo del x%  anual se dobla, aproximadamente, cada 70/x años.
[13] Energy Information Administration. Estadísticas oficiales de energía del Gobierno de Estados Unidos. http://www.eia.doe.gov/oiaf/forecasting.html
[14] Véase, por ejemplo, The Great Crash: 1929, John K. Galbraith, Mariner Books, The World in Depression, Charles P. Kindleberger, Penguin Books y La crisis económica de los 80,  Pedro Valdés, Desajustes y Tendencias de la Economía Actual. Madrid.
[15] Galbraith, por ejemplo, habla (en la obra citada en la nota anterior) de la sobrecogedora incompetencia del Consejo de la Reserva Federal durante la crisis de 1929 y Greenspan, el anterior presidente de la Fed, escribe en el FT para negar su responsabilidad en la actual crisis financiera, provocada por las hipotecas denominadas subprime, crisis que ha podido verse agudizada, en opinión de algunos autores que el mismo Greenspan cita en su respuesta, por el mantenimiento, durante demasiado tiempo, de bajas y muy bajas tasas de interés. http://www.ft.com/cms/s/0/182ac7a4-03fb-11dd-b28b-000077b07658.html
[16] Provocada por el embargo decretado por los países árabes tras la guerra del Yom Kippur http://www.jewishvirtuallibrary.org/jsource/History/73_War.html
[17] La mayor parte de aquellos descubrimientos han alcanzado ya su pico y están, significativamente los del Mar del Norte, en franca y rápida decadencia.
[18] Peaking of World Oil production: Recent Forecasts DOE/NETL 2007/1263.  
[19] The New Pessimism about Petroleum Resources: Debunking the Hubbert Model (and Hubbert Modelers). Michael C. Lynch y también EXXON MOBIL y OPEC (Organización de Países Exportadores de Petróleo) citados en el documento a que se hace referencia en la nota anterior.
[20] The emergence of a production ceiling would mark a monumental shift in the energy world. Oil production has averaged a 2.3% annual growth rate since 1965, according to statistics compiled by British oil giant BP PLC. This expanding pool of oil, most of it priced cheaply by today’s standards, fueled the post-World War II global economic expansion...    http://royaldutchshellplc.com/2007/11/19/the-wall-street-journal-oil-officials-see-limit-looming-on-production/
[21] Robert L. Hirsch en Peaking of World Oil Production: Impacts, mitigation and risk management
[22] http://transitionculture.org/. Rob Hopkins. From oil dependence to local resilience.

lunes, 1 de agosto de 2011

En torno al congreso sobre el pico de petróleo.

Aún hay quien se escandaliza, o hace como que se escandaliza, porque aquí todo el mundo va a lo suyo, vacaciones incluidas, mientras en las encuestas que circulan por ahí se nos dice que a los españoles nos preocupan cada vez más el paro, el deterioro de la situación económica, la clase política y el terrorismo. Lo de la clase política me parece una de las hipocresías habituales del personal, que palmea la espalda de los políticos y luego finge creer que son gente de otro planeta.

El paro y la economía son parte del mismo problema. El profundo deterioro de la situación económica actual tiene como consecuencia el paro, de los currantes de a pie, claro, y la destrucción de la clase media, porque los beneficios de las grandes corporaciones y los sueldos de los ejecutivos, sobre todo de la banca, siguen subiendo hasta ahora como si no pasara nada que para eso, sobre todo, son los planes de estímulo, pero hay una cuestión que debería preocuparnos y sin embargo rara vez lo hace y no porque no sea una cuestión preocupante sino porque los periódicos y la clase política, he ahí un buen motivo, ahora sí, para considerarlos un problema, han decidido, por ignorancia o por interés, que eso no se toca. Me refiero, claro, a la cuestión, energética.

Esta cuestión y en particular, la posibilidad de haber alcanzado un punto máximo en la producción de petróleo, lo que se conoce como Peak Oil, fue el tema central del congreso celebrado en Barbastro en la primera semana de mayo de este año. El subtítulo del congreso era, precisamente, Peak Oil, realidad o ficción, para reflejar el hecho de que se trata de una cuestión controvertida, aunque cada vez menos, que ha sido objeto de debate desde que hace sesenta años fue planteada por primera vez por el geólogo norteamericano M. K. Hubbert que predijo, con toda exactitud, por cierto, que veinte años más tarde, en los años 70, se alcanzaría un máximo en la producción de petróleo en los Estados Unidos.

La opinión más extendida entre los congresistas, que luego se reflejó en la más importante de las conclusiones, es que el pico global de petróleo ya se ha alcanzado o está a punto de alcanzarse y que esta crisis no es solamente una crisis financiera, aunque gran parte de sus efectos más espectaculares hayan tenido que ver con los manejos y triquiñuelas de banqueros y especuladores de toda laya, sino que es, ante todo, una crisis energética originada por las dificultades para sostener un crecimiento de la economía que requiere un suministro continuo y creciente de energía.

Argumentos a favor de esta teoría hay varios. Uno de ellos es el precio del crudo en los mercados de futuros y su relación con las crisis que se han ido sucediendo desde 1973. En la actual el petróleo subió a 148 dólares el barril en 2008, produjo una importante contracción de la economía y bajó cuarenta dólares como consecuencia de la caída de la producción pero ya está, otra vez, en el entorno de los 118 $/b. Otro argumento es la demostrada incapacidad de los países productores para compensar, con su pregonada capacidad de reserva, la caída de suministro provocada por la guerra en Libia o el recurso a la reserva estratégica para compensar ese mismo déficit y, finalmente, el hecho de que desde 2005 la producción no haya superado significativamente los 88 millones de barriles diarios. Argumentos en contra también los hay. Uno de los más pintorescos es la teoría abiótica que cuestiona el origen biológico del petróleo y pretende que se genera continuamente en las entrañas de la Tierra, aunque no aclara muy bien dónde ni a qué ritmo. O que hay mucho petróleo aún por descubrir, aunque hace muchos años que el consumo supera los nuevos descubrimientos o… en fin, que yo no las comparto pero haberlas, las hay. No hay más que buscar en Google.

Los optimistas, entre los que yo hace tiempo que no me cuento, creen que es posible ir sustituyendo los combustibles fósiles y por supuesto y si hace falta también la energía nuclear, por las llamadas energías renovables, fundamentalmente el viento, el Sol y el agua y como consecuencia del pánico que está empezando a provocar la crisis del petróleo, también los biocombustibles producidos a costa de complicar aún más la crisis alimenticia que, naturalmente, también está en marcha. Pero el viento, el Sol y el agua ya eran ya fuentes de energía conocidas y ampliamente utilizadas, cuando el único combustible era la madera de los árboles y eso no impidió que se llegara a poner en riesgo la existencia misma de los bosques de Inglaterra antes de la explotación industrial del carbón. Sustituir la energía que actualmente proporciona el petróleo, sobre todo en las aplicaciones actuales de los combustibles líquidos, por fuentes intermitentes e inseguras no es más que una, otra, fantasía aunque no cabe duda de que, a pequeña escala, las energías renovables pueden contribuir a mantener las luces encendidas.

En el congreso estuvieron también representados los movimientos de ciudades en transición, iniciado y sostenido fundamentalmente en países anglosajones, en las que se han elaborado planes de contingencia para el caso de que se vean afectadas por una carestía persistente de combustibles líquidos. Este movimiento, una de cuyas principales ciudades es Totnes, en Inglaterra, pretende anticipar una sociedad post carbón, reduciendo la necesidad de viajar y la dependencia del exterior, en resumen, poniendo límites a la globalización. Barbastro, con poca huerta, pocos pastos y servicios básicos, como el hospital, en el extrarradio es una ciudad claramente dependiente tanto del petróleo y sus derivados y de la energía eléctrica, que evidentemente no producimos, como de los alimentos que llegan cada día a los supermercados. Creo, sinceramente, que elaborar un plan de contingencia y replantear el urbanismo de la ciudad para hacerla menos dependiente del exterior y menos vulnerable a lo que ha de venir, tendría que ser la principal prioridad de sus habitantes para los próximos años. Quizá tengamos la suerte de que no sea necesario o quizá sea necesario y finalmente no sirva para nada pero no deberíamos dejar de intentarlo.

Y el gobierno, que se ha decidido finalmente a tirar la toalla, tiene que seguir pagando la factura energética a un precio cada vez más alto y con un dinero prestado cada vez más caro mientras los candidatos a las próximas elecciones que esta vez tampoco van a hacer la imprescindible reforma monetaria, nos venderán en una interminable campaña electoral, una vuelta al crecimiento y a los fastos anteriores. Pero antes, en eso también parecen estar todos de acuerdo, nos las harán pasar canutas. Y lo del crecimiento y los fastos ya se verá. Depende de cómo nos portemos.

ECA. Número extraordinario de Fiestas 2011

domingo, 16 de mayo de 2010

Crisis, crecimiento y petróleo

El gobierno ha extendido, de golpe y por sorpresa, los efectos de la crisis a un colectivo que , hasta ahora, se consideraba al margen de este tipo de problemas. Me refiero, claro, a los funcionarios y por extensión a todo aquel que percibe una remuneración legal con cargo a los presupuestos del Estado como, por ejemplo, los pensionistas. El caso es que el  gobierno socialista ha optado por, o se ha visto abocado a, el suicidio político. Lo de los funcionarios puede tener un pase con una parte del electorado, harta de la administración pública en general y que cree que un funcionario es, en el mejor de los casos, un señor con manguitos que cobra, demasiado, por aparecer, alguna vez, por una oficina a rellenar crucigramas y en el peor, un paniaguado de la política, pero lo de las pensiones afecta a todo el mundo y el argumentario del PP ha dado en el clavo, porque coincide con lo que piensa la mayoría  ¿por qué no cerrar un par de ministerios inútiles en lugar de tocar las pensiones? El efecto más notorio de estas medidas no son, pues, los cuatro o cinco mil millones que el gobierno cree, o finge creer,  que va a ahorrar sino el hecho de que la gente, incluso la que se creía inmune, ha empezado a considerar que la crisis ha dejado de ser un problema abstracto que afecta, sólo, a los de siempre, para ser un problema general que le afecta directamente y además algo que no va a acabar, ni de lejos, tan pronto como prometía el gobierno, lo que, sin duda, va a tener serias consecuencias en el consumo interno, que ha sido el principal motor de una economía como la nuestra.

Los dispendios de los últimos años, empezando por los 400 euros que Zapatero prometió en la última campaña electoral, las subvenciones a partidos y sindicatos, la corrupción rampante, las ayudas a la compra de vehículos y los 8000 millones de Euros del plan E del año pasado, a los que hay que sumar, si no me equivoco, otros 5000 este año, ampliamente publicitados con carteles, y otros medios,  que también han costado una fortuna, aunque las inversiones fueran jaleadas como un necesario estímulo para la economía del ladrillo, que pasaba sin solución de continuidad del sueño a la pesadilla, se considerarán ahora, no sin razón, como una muestra clara de que el gobierno, que no ha entedido en ningún momento la verdadera naturaleza del problema, es el principal responsable de todos los males actuales.

Eso, sin embargo, es mucho decir. En todo caso, lo que sí es cierto es que la presente crisis no es fácil de abordar con los mecanismos clásicos –keynesianos-,  como, a estas alturas, ya debería ser  evidente hasta para ZP. Nada más empezar todo este desastre, se nos vendió, desde Estados Unidos pero convenientemente jaleado por los expertos locales,  la idea de que los culpables eran unos desaprensivos que habían dejado, de repente, de pagar sus hipotecas, hipotecas que habían sido previamente empaquetadas y vendidas a inversores de todo el mundo por un valor que, a causa del incumplimiento de sus obligaciones por parte de los ya citados, ya no tenían. En fin, dejando aparte las evidentes lagunas de esta historia, aunque unos cuantos hicieron fortuna contándola por ahí, lo que se nos estaba diciendo es que se trataba de una sencilla crisis financiera y las crisis financieras, más tarde o más temprano, se arreglan. Pero ¿y si no se trata de una crisis financiera?

En octubre de 1929 la bolsa de valores de Nueva York se vino abajo con notable estrépito, dando así carta de naturaleza a una crisis que duró más de diez años, cambió el mapa del mundo y dió lugar a la más terrible, hasta entonces, de las guerras. Pero Estados Unidos, en 1929, nadaba en petróleo y contaba con todo tipo de recursos y con una mano de obra dispuesta a trabajar y deseando hacerlo, así que, aunque la sobreproducción y otros factores jugaron su papel, el origen de la crisis tenía bastante que ver con la ingeniería financiera, la especulación y la formación de burbujas. Ahora, 80 años después, las circunstancias no son las mismas. Desde finales de la segunda guerra mundial la prosperidad,  impulsada por el petróleo abundante y barato y su principal indicador, el PIB, han crecido ininterrumpidamente en todos los países del primer mundo. Un crecimiento que damos por garantizado y que ha devenido imprescindible para sostener la compatibilidad entre nuestra cultura monetaria, basada en el interés compuesto y en la deuda, y el sistema, finito, materia energía. Un crecimiento que depende de un flujo contínuo y creciente de energía de calidad, una energía que nos ha venido proporcionando el petróleo para el que, hoy, no hay ningún sustituto válido ni sostenible ni insostenible.

Y como el mantenimiento de este flujo creciente de energía es imprescindible, una eventual interrupción de ese suministro creciente, cada vez son más los que sostienen que el Peak Oil ha ocurrido ya, conducirá, inevitablemente,  a una crisis mucho más grave –una crisis sistémica, en realidad- que las que hemos sufrido hasta ahora. El sistema funciona, exclusivamente, en crecimiento. Ni el stand by ni el decrecimiento programado son posibles. El sistema es demasiado complejo y está demasiado interconectado como para andar manipulando cualquiera de sus resortes.

Es verdad que el petróleo está bajando, en mi opinión sin otra razón para ello que la caída de consumo industrial, el cierre de posiciones cortas y el pesimismo que se ha instalado en todos los mercados, incluidos los de materias primas, pero, por el momento, ni el precio del petróleo, China sigue consumiendo cada vez más, ni el de las acciones de los grandes bancos españoles, por ejemplo, tienen mucho que ver con la demanda ni con la oferta real y previsible de crudo o con los beneficios obtenidos por los bancos y sí con el estado de ánimo de inversores, traders y especuladores y su particular percepción del futuro inmediato. Y me temo que, cuando llegue el momento de conciliar los mercados con la realidad, el precio será lo de menos.

viernes, 12 de marzo de 2010

Renovables


Como todavía hay gente que sigue creyendo, en contra de toda evidencia, que una eventual escasez de combustibles fósiles podrá ser fácilmente compensada por las energías llamadas renovables como el viento, el sol, las mareas u otras, he traído a colación el gráfico adjunto, tomado de The Oil Drum, para hacer patente, una vez más, que la posibilidad de que eso ocurra es muy remota. La inversión en  energías renovables puede servir para tranquilizar a los políticos, para enriquecer a sus amigos y para gastar cantidades ingentes de dinero público en algo que no va a solucionar el problema de la energía, al menos en la escala en la que este problema se va a plantear en un futuro nada lejano,  pero que tiene, evidentemente, muy buena prensa. El costo, no sólo en dinero, sino también en energía y materiales, de una instalación de placas solares o molinos es, en general, superior a la energía que pueda obtenerse con ella. Y no es un problema que vaya a solucionarse con el tiempo o con mejoras en la tecnología. Es un problema que tiene que ver con las leyes de la termodinámica, hoy por hoy, inmutables y también con la, relativamente,  escasa concentración de la energía solar. La fotosíntesis, en pequeña escala, para producir alimentos y madera y los procesos geológicos que dieron lugar al carbón y al petróleo, sirven, sirvieron, para concentrar esa energía, pero se trata de procesos que llevan muchos años y cuanto mayor es la concentración, es el caso del petróleo, más años lleva. Tantos, en el caso del carbón y el petróleo, que no podemos esperar que se reponga lo que hemos quemado tan alegremente. La energía solar puede resultar útil para producir calor, si se consigue reducir el calor disipado a la atmósfera, pero no será nunca una alternativa al petróleo o al carbón en la producción de electricidad y la eólica menos aún. La energía nuclear de fisión, la fusión sigue siendo una utopía,  plantea demasiados problemas y la cantidad de centrales y de combustible que harían falta para reemplazar los combustibles fósiles hace que tampoco, hoy por hoy, sean una alternativa. Y además la electricidad, aún en el supuesto de que pudiéramos generarla a discreción con nuestros caros y peligrosos juguetitos, no mueve, ni moverá en mucho tiempo, nuestros vehículos, ni cultivará ni abonará nuestros campos. Es una cuestión de economías de escala. Correr en una pista de carreras con un coche eléctrico ya lo hemos hecho y ya sabemos que  funciona. Ahora hay que hacer lo mismo con otros 800 millones y además crear una  red de suministro, de electricidad o de hidrógeno, puestos a jugarnos la vida. Y no digo yo que no pueda hacerse algo al respecto, al menos mientras dispongamos de la energía abundante y barata que nos proporciona el petróleo, aunque poco se está haciendo y poco se hará mientras sigan siendo más baratos, rápidos y seguros los de gasolina. Porque todo lo que habría que hacer, desde fabricar los coches hasta generar la energía necesaria, se hace con petróleo y gracias al petróleo y a la energía concentrada que nos proporciona, no con fantasías.

Y el petróleo está, otra vez, a 82$/b. Es posible que vuelva a bajar a los 70, pero la tendencia está bastante clara. Después de los dos exabruptos del 2008, la subida a 148 y el desplome subsiguiente a poco más de 30, la tendencia actual es claramente hacia arriba, de una forma sostenida e implacable que impedirá que salgamos de la recesión. Pero no podemos seguir en recesión porque casi todo nuestro dinero es deuda y la deuda hay que pagarla y para pagarla hay que seguir creciendo. Y al frente de la cosa pública, no sólo en España, gente sin formación ni cualificación ni la menor idea de por dónde sopla el viento, entretenidos con sus peleas de parvulario, mirándose el ombligo y asegurándose la jubilación. Bonita papeleta.  La verdad es que, con 30 años menos de los que yo tengo, no tendría más que curiosidad por ver en qué acaba todo esto. A mi edad tendría que estar, también, un poco angustiado, pero no es el caso. Quizá no esté entre los que sobrevivan, pero puede que no merezca la pena.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Pico de Petróleo (III)

Algunas ciudades, sobre todo en países anglosajones, están tomando medidas para prevenir el pico de petróleo o, al menos, para informar a la gente de la posibilidad de que algo así ocurra y de sus posibles consecuencias. Un caso paradigmático es Bloomington, una importante ciudad universitaria del estado de Indiana (US),  cuyo ayuntamiento ha creado una fuerza de choque, la Bloomington Peak Oil Task Force que, entre otras cosas, ha elaborado un documento denominado Redefining Prosperity, Energy Descent and Community Resilience, accesible a través de la página anterior, en el que se ponen de manifiesto, proponiendo soluciones, los problemas con los que tendrá, inevitablemente, que enfrentarse la ciudad, en caso de una escasez persistente de petróleo. En fecha tan temprana como el año 2006, el consejo municipal aprobó una resolución en la que se reconocía el problema y se encarecía la adopción de medidas específicas de prevención. El documento está disponible, en inglés, en la Web de la ciudad, pero he aquí una traducción aproximada.

Considerando

Que el petróleo representa aproximadamente el 40% del consumo total de energía de los Estados Unidos y el 90% de sus necesidades de combustibles líquidos para el transporte, y

Que los Estados Unidos y muchos otros países que no son miembros de la Organización de Paises Exportadores de Petróleo (OPEC) han alcanzado ya su máxima producción de petróleo y

Que el descubrimiento de nuevos yacimientos alcanzó su máximo en los primeros años 60 del pasado siglo, y

Que la demanda mundial de petróleo está aumentando y a punto de sobrepasar la producción, y

Que la cantidad total de petróleo disponible es finita y está limitada por razones geológicas, y

Que dichos procesos geológicos imponen un pico de producción cuando se ha extraído aproximadamente la mitad del petróleo disponible en un yacimiento, y

Que muchos geólogos, analistas energéticos y físicos han advertido que la producción global de petróleo puede estar cerca de su punto medio y está en, o cerca, de su máximo global, y

Que el petróleo es vital para el transporte, la agricultura y las industrias químicas y de plásticos, y

Que la escasez de petróleo tendrá un fuerte impacto en todos los sectores de nuestra economía, a nivel nacional, regional y local, y

Que ninguna alternativa conocida iguala la portabilidad, densidad energética y tasa de retorno del petróleo, y

Que los expertos creen que los efectos para mitigar la inminente disminución en la producción de petróleo, deben comenzar entre 15 y 20 años antes de que se alcance el máximo global en la producción, con objeto de compensar adecuadamente su escasez.

Ahora, por lo tanto, por el presente, queda ordenado por el consejo común de la ciudad de Bloomington, Condado de Monroe, Indiana, que:

Sección 1. El Consejo de la Ciudad de Bloomington reconoce el desafío sin precedentes que supone el punto máximo en la producción mundial de petróleo.

Sección 2. El Consejo de la Ciudad de Bloomington reconoce que la ciudad de Bloomington debe prepararse para el inevitable pico de petróleo y anima a la comunidad a estar mejor informada en cuestiones energéticas

Sección 3. El Consejo de la Ciudad de Bloomington promueve la adopción de un protocolo de agotamiento global que reduzca el uso de petróleo, conservando el que aún queda para reducir la probabilidad de una rápida disminución de la producción, haciendo predecible el suministro y limitando la volatilidad del mercado.

Sección 4. El Consejo del la Ciudad de Bloomington ordena al Secretario municipal la remisión de esta resolución a la delegación de Indiana en el Congreso, al Gobernador del Estado de Indiana y a todos los miembros de la Cámara de Indiana, y les encarece a tomar las acciones necesarias para prevenir el inminente pico de petróleo y prepararse para sus consecuencias.