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martes, 5 de marzo de 2024

¿Hacia la guerra?

 

La presidenta de la Comisión Europea, Señora Von der Leyen, cree que Europa debe prepararse para la guerra y según El País, a cuatro columnas en la primera edición del domingo pasado, Europa ya se está preparando para ese escenario. Como quiera que en Europa ya hay, desde hace algo más de dos años, una guerra en territorio ucraniano es de suponer que no se refieren a esa guerra, en su estado actual, sino a una extensión, una escalada en términos militares, que implique a Europa y a Estados Unidos, aunque esto último puede depender de quien gane allí las elecciones en Noviembre.

La guerra para la que debemos prepararnos es, aparentemente, una guerra contra Rusia o, para no salirnos de lo políticamente correcto, a favor de Ucrania. Y eso a pesar de los esfuerzos que los rusos están haciendo para no darse por enterados de que Europa y Estados Unidos apoyan a Ucrania y a su presidente, con armas, tecnología, logística, dinero y cualquier cosa menos, hasta ahora, tropas de combate. Como la guerra empezó con la invasión de Ucrania por Rusia, es fácil concluir que los rusos son los agresores, los malos, y los ucranianos los agredidos, los buenos, y que Ucrania representa la causa de la justicia que merece, y de hecho obtiene, el pleno apoyo de la OTAN y de todos sus miembros. Pero, como suele suceder, las cosas son siempre más complicadas de lo que parecen.

La guerra empezó en febrero de 2022, cuando quedó claro que Ucrania entraría en la OTAN, de la mano de Biden y con el apoyo de Estados Unidos y que occidente consideraba una injerencia inaceptable el veto de Rusia a esta entrada. La doctrina militar y de seguridad rusas, influenciadas por su extenso perímetro y su relativamente escasa población y por las invasiones francesa y alemana del pasado, considera vital la existencia de estados tapón entre sus fronteras y sus potenciales enemigos. En este contexto, la entrada de Ucrania en la OTAN, una alianza militar controlada por Estados Unidos y orientada desde sus orígenes a la contención de Rusia, llevaría a sus fronteras la infraestructura militar de la alianza, incluyendo sistemas avanzados de defensa y ataque.

El apoyo a Ucrania y las sanciones impuestas a Rusia como consecuencia de la invasión, no han dado el resultado esperado, aunque hayan tenido graves consecuencias tanto para Rusia como para los países occidentales. La guerra amenaza con cronificarse y es razonable suponer que el desgaste esté afectando más a los ucranianos, que podrían estar experimentando dificultades para cubrir sus bajas, que a los rusos, lo que podría provocar una escalada del conflicto con la intervención de tropas de la OTAN. Una vez más hay que hacer referencia a la doctrina militar de Rusia que, en principio y ante el temor a una destrucción mutua asegurada, no contempla el uso de armas nucleares, salvo en el caso de que la integridad territorial de Rusia esté amenazada. Y Putin, que no ha conseguido su relativa ‘popularidad’ actual amenazando en vano, ha dado a entender claramente que considerará cualquier intervención militar de la OTAN como una amenaza a la seguridad de Rusia.

¿Este es el escenario para el que Europa se está preparando? ¿Una guerra nuclear para defender el derecho de Ucrania a entrar en la OTAN y el de la OTAN a expandirse hacia el este? ¿Cómo quieren que nos preparemos para eso? Parece cosa de locos. Pero aún sería posible poner fin a la guerra sin vencedores ni vencidos, mediante la retirada de Rusia de todos los territorios ocupados y el compromiso de Ucrania, garantizado por sus actuales aliados, de mantener una relación estable con Rusia, en cuestiones energéticas y alimentarias, y de no solicitar la entrada en la OTAN. Ese acuerdo exigiría concesiones importantes por ambas partes, y un entorno algo más favorable a soluciones diplomáticas negociadas que el actual. Pero nunca se sabe.

Enviado a ECA 06032024

martes, 31 de enero de 2023

Tambores de guerra

Suenan, cada vez con más insistencia, tambores de guerra en Europa central y oriental. El domingo leí los tomos 4 y 5 de Los Thibault, de Roger Martín du Gard, que ilustran muy bien como se desarrollan estos procesos. Hubo un momento, en agosto de 1914, a partir del cual la guerra devino inevitable, muy a pesar de los potentes movimientos pacifistas existentes en casi todos los países de Europa. 

Da la impresión de que ese momento ya ha pasado. La conjunción, como diría aquella inefable ministra de Zapatero, entre un presidente senil y un complejo militar industrial desbocado al otro lado del Atlántico, con el patético seguimiento, a este lado, de sus astracanadas (segunda acepción) por los líderes más incompetentes y asustadizos que la UE ha tenido nunca y también, aunque pueda parecer otra cosa, por Putin y Zelensky, nos están metiendo, parece que nos han metido ya, en un callejón sin salida. O con una única salida. 

De momento los muertos, soldados, civiles también y también niños, están en los campos y las ciudades de Ucrania, así que podemos seguir mirando para otro lado mientas liquidamos a buen precio nuestros excedentes de armamento. Entre tanto, bares y restaurantes están llenos a todas horas, como lo estaban en Berlín, en París o en Londres, durante las semanas y los días anteriores a la guerra. Después se vaciaron rápidamente. 

No tenemos remedio.

 

martes, 18 de enero de 2022

La historia se repite (a veces)

En los primeros años de este siglo XXI están ocurriendo, para dar la razón a los que dicen que la historia se repite, a veces como comedia y otras como tragedia, una serie de acontecimientos que recuerdan lo que pasó en los mismos años del siglo XX. Simplificando mucho, por supuesto, ahí van algunos ejemplos. Entre 1918 y 1920 tuvo lugar una pandemia global, conocida como gripe española por razones que nada tienen que ver con el origen del virus, localizado en los campamentos militares estadounidenses donde concentraban las tropas que iban a combatir a Europa y de donde, de hecho, salieron a pesar de que el gobierno norteamericano era perfectamente consciente del riesgo de expansión de la enfermedad. El número de muertos, con todas las reservas porque los sistemas de recuento tampoco entonces afinaban mucho, pudo estar entre 50 y 100 millones. En febrero de 2020 se detectó en China lo que ha terminado siendo otra pandemia, también de alcance global y aparentemente mucho menos letal que la de 1918, aunque disfruta de una atención mediática que la primera, debido a la censura de guerra, no tuvo y de unas vacunas que entonces no había y que, por lo visto, sólo funcionan como es debido cuando se ha vacunado todo el mundo. En 1917, el cuarto año de la Gran Guerra, estalló en Rusia una revolución seguida de una guerra civil y de la victoria, en 1923, de los bolcheviques, que implantaron el primer régimen comunista del mundo y crearon, junto con otras cuatro repúblicas, la Unión Soviética. Tras más de 70 años de discutible gestión económica y social, el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) se descompuso a finales del siglo XX dando lugar a la desmembración de la Unión. En 2020 el presidente de Rusia, Vladimir Putin, antiguo miembro del aparato comunista y de su policía política, ha iniciado una serie de movimientos, diplomáticos y militares que, visto el precedente de la desmembración de Ucrania con la anexión de Crimea y sus propias declaraciones, parecen dirigidos a restaurar, a cualquier precio, incluso por las buenas si no hubiera más remedio, el antiguo espacio soviético. Entre 1921 y 1923 se produjo en Alemania, entonces una república democrática, un fenómeno monetario conocido como hiperinflación que arruinó a su clase media, dio al traste con las pocas posibilidades de supervivencia que tenía la república de Weimar y la arrojó de hecho en manos de Adolfo Hitler, un insensato que condujo a Europa y al mundo a la segunda y más destructiva de las guerras habidas hasta entonces. En 2020 y 2021 la subida del precio de la energía amenaza con elevar la inflación más allá de lo deseable. Inflación hasta ahora contenida con las políticas contracíclicas del BCE, formal y estatutariamente comprometido con la ortodoxia monetaria y la estabilidad de precios. De momento España, con un 6,5% a final de año, es uno de los países de Europa con una mayor tasa de inflación anual. Esperemos que ministra de Hacienda, que lleva tiempo organizando una reforma fiscal cuyo objetivo declarado es aumentar la recaudación, nos explique qué política monetaria cabe aplicar, en un entorno de interés cero o negativo, aparte de tenernos a todos trabajando hasta los 90 para sostener un estado insostenible. Además, y puesto que no tiene competencias en política monetaria, las tonterías que diga también le saldrán gratis. En 1914 y 1939 estallaron las dos primeras guerras mundiales y en 1936 un golpe militar fracasado, precedido en 1934 por la declaración del Estado Catalán, llevó a España a una guerra civil que liquidó la 2ªrepública y la democracia durante cuarenta años. Afortunadamente aún no hay contrapartida para eso en este siglo, pero los exportadores de carbón, petróleo, gas natural, uranio o materiales para la fabricación de coches eléctricos están cerrando el grifo al exterior y dedicando sus reservas a atender sus propias necesidades, lo que junto a las veleidades expansionistas de Rusia y la voracidad china puede derivar fácilmente hacia un casus belli de manual. Seguimos, en todo caso, al borde del inevitable colapso sistémico, pero puede que la extraordinaria resiliencia del sistema y los planes de los que saben lo que pasa y por qué, que no parece que tengan mucho que ver con los que salen por televisión exhibiendo sus trifulcas de patio de colegio, nos sorprenden con una nueva prórroga. Enviado a ECA (21012022)