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martes, 27 de mayo de 2014

El PSOE se renueva... otra vez.

El PSOE amaga con un nuevo proceso de renovación que, necesariamente, se saldará en falso porque en realidad y como de costumbre no se renovará... más que lo cosméticamente imprescindible. Y no se renovará nada más, porque no es tan sencillo como parece. Renovar, en este contexto, significa sustituir viejas caras por caras nuevas, es decir, poner en la calle a los que están y llevar al poder a una nueva generación de políticos no necesariamente más jóvenes pero sí más capaces y más en contacto con la realidad. Pero, claro, está el problema de qué hacer con los sustituidos, que es tan grave, si no más, que el de dónde sacar a los sustitutos, nada sencillo, tampoco, en un sistema, evidentemente no me refiero sólo al PSOE, donde los dirigentes tienden a rodearse de majaderos y tiralevitas que, además, no les hagan sombra. De esta forma, casi puede garantizarse que el sustituto de un presunto tonto será un imbécil aunque, eso sí, con la habilidad necesaria para trepar en la organización. Con la política pasa algo parecido a lo que ocurre en la economía. En un entorno de crecimiento pueden asumirse las deudas que hagan falta en la confianza de que podrán pagarse en el futuro. Si los vientos políticos son favorables siempre habrá un lugar, un consejo de administración, un puesto en el senado o una canonjía más o menos significativa pero bien pagada,  para los políticos amortizados o retirados del primer plano. Pero si el entorno económico es contractivo o el panorama político sombrío, las deudas asumidas no podrán pagarse y no habrá suficientes puestos nuevos para políticos viejos, de manera que los que están en el poder se aferrarán con fuerza a sus puestos actuales y la renovación será pura filfa, igual que en otras ocasiones. Y, de cualquier modo, no hay que fiar demasiado a una cara nueva, véase el caso de Zapatero, a no ser que esté totalmente desconectado del aparato actual y tenga la formación y experiencia suficientes para comprender el mundo en el que vive y saber que hay una vida real, más allá de las intrigas y trapisondas de partido. Aunque, a estas alturas, puede que ya no importe mucho a quién pongan.

domingo, 5 de febrero de 2012

Rubalcaba


es ahora el nuevo Secretario General del PSOE por sólo 22 votos de diferencia, en un congreso con cerca de mil delegados con derecho a voto. La única alternativa era Carmen Chacón, representante de la franquicia semiindependiente del partido en Cataluña, una mujer cuyo discurso, no excesivamente sólido, se vio fuertemente perjudicado por los gritos y los gallos de su intervención final. Rubalcaba, por su parte, dijo lo que tenía que decir, teniendo en cuenta a quién se lo tenía que decir, gesticulando menos que de costumbre y aún así bastante, pero huyendo, en lo posible, del desacompasado tono mitinero de su rival, más adecuado, acaso, para un acto de campaña. Es muy probable que algún delegado, sorprendido por las formas de Chacón, decidiera cambiar su voto en el último momento dando así la victoria, por estrecho margen, a Rubalcaba. En todo caso y en mi opinión, ha triunfado la opción más razonable para los intereses del partido. Dejar ahora el PSOE en manos de lo que parece una segunda y nada mejorada, por cierto, edición del zapaterismo, era una opción excesivamente arriesgada para un partido que tiene que afrontar, en un plazo muy breve, dos elecciones regionales, una de las cuales, la de Andalucía, puede representar la diferencia entre el desastre total y una suave travesía del desierto. Lo más negativo que se puede decir de Rubalcaba, aparte de que es hombre, viejo, pequeño, calvo y feo es que ha perdido estrepitosamente las últimas elecciones generales pero, en su favor, hay que decir que aceptó la candidatura en unas condiciones desesperadas y que dió la cara, para que se la rompieran, por otro que, como el capitán del Concordia, abandonó, cuando se estaba hundiendo, el barco que había hecho naufragar. Por cierto que Rubalcaba, en su discurso de aceptación del cargo, dijo que buscar la sostenibilidad energética era de izquierdas y no dijo nada de volver a retomar, en cuatro días, la dichosa senda del crecimiento. Algo es algo.

lunes, 16 de enero de 2012

Yo sé, yo sé la manera…


Función exponencial
Los españoles estamos de suerte. Casi todos nuestros políticos pretenden saber como salir, o como sacarnos, del extraordinario carajal en el que estamos metidos. El primero que se manifestó en ese sentido fue el Sr. Rubalcaba, entonces candidato del PSOE  a la presidencia del gobierno y ahora a la secretaría general de su partido, y de momento también el mío,  que, en campaña electoral, dijo que sabía exactamente lo que había que hacer para salir de la crisis, afirmación que fue recibida con cierto escepticismo, no del todo injustificado,  por venir de un hombre cuyo partido llevaba más de siete años al frente del gobierno en el que, él mismo, había tenido, hasta fecha muy reciente, responsabilidades de primer nivel. En todo caso y dado que perdió las elecciones y, por tanto, la posibilidad de poner en práctica sus recién adquiridas habilidades, no queda más remedio que concederle el beneficio de la duda, algo a lo que no puede acogerse, o no por mucho tiempo, el actual Presidente del gobierno que también presume de saber lo que hay que hacer, en este caso para mejorar la reputación de España. El hecho de que, poco antes, una agencia norteamericana hubiera puesto en cuestión dicha reputación mediante el expeditivo procedimiento de rebajar, en un par de puntos, la calificación de la deuda pública española ha sido atribuido, faltaría más, a la gestión del gobierno anterior, a la tradicional conjura exterior, yanqui, en este caso, y al hecho de que aún no dispongamos de una agencia propia que califique al dictado, tal como se ha apresurado a reivindicar la Sra. Chacón, también candidata a la secretaría general del PSOE, aunque esa misma intromisión hubiera sido recibida con singular alborozo, al menos por el gobierno, si a la agencia le hubiera dado por lo contrario, es decir, por elevar la calificación de la deuda en lugar de rebajarla. La realidad, sin embargo, nada tiene que ver con las calificaciones de esa u otra agencia ni, mucho menos, con lo que Rubalcaba, Rajoy, Chacón o cualquier otro sepan, o crean saber, que no son más que tonterías útiles, acaso,  para consumo interno de amigos y correligionarios y para llenar titulares de prensa. De lo que se trata es de que el sistema lleva ya tiempo presionando contra sus límites naturales y de que todo el mundo, agencias de calificación incluidas, está decidido a ignorarlo mientras sea posible. El error que ha cometido S&P y en el que, reiteradamente, caen todas las agencias de calificación, no es el de minusvalorar la calidad de la deuda pública de tal o cual banco, país o región, sino, como ya les ocurrió en el caso paradigmático de Lehman Brothers, a la que bajaron sólo un punto un mes antes de que se hundiera, el de no reconocer, o no poner negro sobre blanco,  algo que es matemáticamente evidente y es que la deuda ha rebasado hace tiempo, maravillas del interés compuesto y de su inseparable función exponencial,  los límites tolerables y que nunca podrá ser pagada y que tanto la deuda pública española como todas las demás deberían ser calificadas, por utilizar su mismo lenguaje, como bonos basura que es lo que, a medio plazo, serán todas ellas. Pero, claro, esas agencias están ahí para apuntalar el statu quo, no para destruirlo. En realidad todos sus movimientos tienen fines políticos o son utilizados políticamente. Por ejemplo, para subir el techo de gasto en los Estados Unidos o para aplicar, aquí, medidas cada vez más drásticas. Menos cuentos, por favor.

¿Era necesario decir algo tan obvio?


jueves, 3 de noviembre de 2011

La reforma monetaria según Rubalcaba

El Sr. Rubalcaba, a la sazón candidato del Partido Socialista a presidir el próximo gobierno de España, se dedica, como el resto de los candidatos,  a pontificar aquí y allá sobre lo que creen él o sus asesores que convendría hacer o dejar de hacer para sacar al país de la crisis. Lo último y lo más notable que ha dicho hasta ahora es que ‘no hay forma de salir del agujero sin cambios en la política monetaria’ lo que no deja de ser bastante cierto. Lo malo es que los cambios que preconiza no cambian nada. Proponer a estas alturas una ampliación de la base monetaria, que supongo que significa poner más dinero ¿prestado? en circulación y una reducción de los tipos de interés para incrementar la inversión y sostener artificialmente el crecimiento parece más una huida hacia adelante que otra cosa. El crecimiento es un problema porque el sistema monetario actual, basado en la deuda, lo hace inevitable para mantener el tinglado. La solución no es crecer a cualquier precio porque, como un hombre con formación científica, como él, debería saber, no es posible sostener indefinidamente un sistema lineal en un entorno finito, sino combatir las causas que hacen del crecimiento una obligación ineludible y entre ellas está, efectivamente, un sistema monetario basado en la deuda y por tanto en el incremento exponencial de la masa monetaria existente, que no necesariamente circulante, que deja en manos de los bancos comerciales la creación del dinero a partir de la nada. La reforma monetaria que se necesita es aquella que impida a los bancos prestar –crear- un dinero que no tienen, imponiendo una reserva fraccionaria del 100% y devolviendo al estado el monopolio de la creación y puesta en circulación del dinero. Y los bancos a lo suyo, a guardarnos el dinero por si nos lo roban en casa y a prestar ‘sólo’ lo que previamente hayan acordado con los depositantes, es decir, con nosotros, que se puede prestar. Ni un euro, o lo que sea, más.