El PSOE amaga con un nuevo proceso de renovación que, necesariamente, se saldará en falso porque en realidad y como de costumbre no se renovará... más que lo cosméticamente imprescindible. Y no se renovará nada más, porque no es tan sencillo como parece. Renovar, en este contexto, significa sustituir viejas caras por caras nuevas, es decir, poner en la calle a los que están y llevar al poder a una nueva generación de políticos no necesariamente más jóvenes pero sí más capaces y más en contacto con la realidad. Pero, claro, está el problema de qué hacer con los sustituidos, que es tan grave, si no más, que el de dónde sacar a los sustitutos, nada sencillo, tampoco, en un sistema, evidentemente no me refiero sólo al PSOE, donde los dirigentes tienden a rodearse de majaderos y tiralevitas que, además, no les hagan sombra. De esta forma, casi puede garantizarse que el sustituto de un presunto tonto será un imbécil aunque, eso sí, con la habilidad necesaria para trepar en la organización. Con la política pasa algo parecido a lo que ocurre en la economía. En un entorno de crecimiento pueden asumirse las deudas que hagan falta en la confianza de que podrán pagarse en el futuro. Si los vientos políticos son favorables siempre habrá un lugar, un consejo de administración, un puesto en el senado o una canonjía más o menos significativa pero bien pagada, para los políticos amortizados o retirados del primer plano. Pero si el entorno económico es contractivo o el panorama político sombrío, las deudas asumidas no podrán pagarse y no habrá suficientes puestos nuevos para políticos viejos, de manera que los que están en el poder se aferrarán con fuerza a sus puestos actuales y la renovación será pura filfa, igual que en otras ocasiones. Y, de cualquier modo, no hay que fiar demasiado a una cara nueva, véase el caso de Zapatero, a no ser que esté totalmente desconectado del aparato actual y tenga la formación y experiencia suficientes para comprender el mundo en el que vive y saber que hay una vida real, más allá de las intrigas y trapisondas de partido. Aunque, a estas alturas, puede que ya no importe mucho a quién pongan.
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martes, 27 de mayo de 2014
domingo, 5 de febrero de 2012
Rubalcaba
es ahora el nuevo Secretario General del PSOE por sólo 22 votos de diferencia, en un congreso con cerca de mil delegados con derecho a voto. La única alternativa era Carmen Chacón, representante de la franquicia semiindependiente del partido en Cataluña, una mujer cuyo discurso, no excesivamente sólido, se vio fuertemente perjudicado por los gritos y los gallos de su intervención final. Rubalcaba, por su parte, dijo lo que tenía que decir, teniendo en cuenta a quién se lo tenía que decir, gesticulando menos que de costumbre y aún así bastante, pero huyendo, en lo posible, del desacompasado tono mitinero de su rival, más adecuado, acaso, para un acto de campaña. Es muy probable que algún delegado, sorprendido por las formas de Chacón, decidiera cambiar su voto en el último momento dando así la victoria, por estrecho margen, a Rubalcaba. En todo caso y en mi opinión, ha triunfado la opción más razonable para los intereses del partido. Dejar ahora el PSOE en manos de lo que parece una segunda y nada mejorada, por cierto, edición del zapaterismo, era una opción excesivamente arriesgada para un partido que tiene que afrontar, en un plazo muy breve, dos elecciones regionales, una de las cuales, la de Andalucía, puede representar la diferencia entre el desastre total y una suave travesía del desierto. Lo más negativo que se puede decir de Rubalcaba, aparte de que es hombre, viejo, pequeño, calvo y feo es que ha perdido estrepitosamente las últimas elecciones generales pero, en su favor, hay que decir que aceptó la candidatura en unas condiciones desesperadas y que dió la cara, para que se la rompieran, por otro que, como el capitán del Concordia, abandonó, cuando se estaba hundiendo, el barco que había hecho naufragar. Por cierto que Rubalcaba, en su discurso de aceptación del cargo, dijo que buscar la sostenibilidad energética era de izquierdas y no dijo nada de volver a retomar, en cuatro días, la dichosa senda del crecimiento. Algo es algo.
lunes, 16 de enero de 2012
Yo sé, yo sé la manera…
Función exponencial |
¿Era necesario decir algo tan obvio? |
jueves, 3 de noviembre de 2011
La reforma monetaria según Rubalcaba
El Sr. Rubalcaba, a la sazón candidato del Partido Socialista a presidir
el próximo gobierno de España, se dedica, como el resto de los candidatos,
a pontificar aquí y allá sobre lo que creen él o sus asesores que
convendría hacer o dejar de hacer para sacar al país de la crisis. Lo último y
lo más notable que ha dicho hasta ahora es que ‘no hay forma de salir del
agujero sin cambios en la política monetaria’ lo que no deja de ser
bastante cierto. Lo malo es que los cambios que preconiza no cambian nada.
Proponer a estas alturas una ampliación de la base monetaria, que supongo que
significa poner más dinero ¿prestado? en circulación y una reducción de los tipos
de interés para incrementar la inversión y sostener artificialmente el
crecimiento parece más una huida hacia adelante que otra cosa. El crecimiento
es un problema porque el sistema monetario actual, basado en la deuda, lo hace
inevitable para mantener el tinglado. La solución no es crecer a cualquier
precio porque, como un hombre con formación científica, como él, debería saber,
no es posible sostener indefinidamente un sistema lineal en un entorno finito,
sino combatir las causas que hacen del crecimiento una obligación ineludible y
entre ellas está, efectivamente, un sistema monetario basado en la deuda y por
tanto en el incremento exponencial de la masa monetaria existente, que no
necesariamente circulante, que deja en manos de los bancos comerciales la
creación del dinero a partir de la nada. La reforma monetaria que se necesita
es aquella que impida a los bancos prestar –crear- un dinero que no tienen,
imponiendo una reserva fraccionaria del 100% y devolviendo al estado el
monopolio de la creación y puesta en circulación del dinero. Y los bancos a lo
suyo, a guardarnos el dinero por si nos lo roban en casa y a prestar ‘sólo’ lo
que previamente hayan acordado con los depositantes, es decir, con nosotros,
que se puede prestar. Ni un euro, o lo que sea, más.
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