Publicado en ECA 3/6/2022
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viernes, 3 de junio de 2022
Los Algoritmos
El Heraldo publicó hace unos días la ¿noticia? de que un
grupo de expertos, reunidos en la Sala de la Corona de la sede del gobierno de
Aragón, habían convenido en la urgencia de retomar el proyecto de la Travesía
Central Pirenaica —TCP para los iniciados—. Un túnel de baja cota a través del
Pirineo central capaz de soportar el tráfico a alta velocidad de trenes de gran
capacidad —de viajeros y mercancías— y de servir de alternativa a los pasos
naturales existentes a ambos lados de la cordillera. No es la primera vez,
desde luego, que la Sala de la Corona acoge un evento de esta naturaleza. El 13
de septiembre de 2011, día más, día menos, el mismo periódico, creo, publicaba
la, vamos a llamarla otra vez noticia, de que el ejecutivo aragonés se proponía
apoyar o impulsar, seguramente ambas cosas, a un lobby internacional (sic) en
favor de la travesía en cuestión. En la foto que acompañaba a la noticia se veían
unas cincuenta personas, casi todas de por aquí, así que no sé a qué venía lo
de internacional ni, si a eso vamos, lo de lobby, reunidas en la gafada Sala de
la Corona. Probablemente, con la misma sensación de estar asistiendo a un
acontecimiento histórico que tuvieron en la presentación, con un formato
bastante más escandaloso, pocos años antes, de Gran Scala, curioso asunto este
último, por cierto, sobre el que quizá valiera la pena volver alguna vez. El
lobby iba a recabar, a base de eventos a celebrar en varias ciudades de España
y la Unión Europea, los apoyos necesarios para sacar adelante el proyecto,
pero, que yo sepa, la cosa se limitó a una moción para apoyar la travesía, que
no sé si estaba relacionada con el lobby, presentada por un senador del PAR
que, por aquel entonces, iba en las listas del PP. Si la moción se aprobó, o
no, supongo que sí, es algo que interesa, acaso, al que la presentó y poco más.
Supongo que tampoco ahora va a ir la cosa mucho más allá de las declaraciones
de destacados miembros del actual gobierno, declaraciones que, al menos por lo
que a este asunto respecta, tampoco tienen demasiado interés si no se traducen,
y no parece que vayan a hacerlo, en algo más efectivo. La TCP se hará, si se
hace, cuando la tecnología para perforar montañas, ya muy avanzada, permita
tunelar 60 o 70 km bajo el Pirineo en un tiempo y a un costo asumibles.
Razones, tanto para construir este túnel, como para completar la red
ferroviaria de Huesca con una línea de Huesca a Lérida por Barbastro, Monzón y
Binéfar, me parece a mí que sobran; pero está claro que en estos momentos no
hay ni un clamor popular, que tampoco hubo cuando perdimos el enlace
ferroviario con la línea Zaragoza Lérida, ni voluntad política. Eso llegará,
creo yo, pero puede que, para entonces, la energía y los materiales necesarios
para perforar el túnel y construir las plataformas, las estaciones, las vías y
el resto de la infraestructura necesaria ya no estén disponibles. En esto de la
construcción de túneles para permeabilizar entornos montañosos hay dos
ejemplos, en realidad muchos más, en los que podríamos fijarnos. Uno de ellos
está en los Alpes y sobre todo en el último túnel inaugurado, el San Gotardo,
de algo más de 50 km, ejemplo desechable, probablemente, con el argumento de
que la población y el nivel económico de la zona no admiten comparación con
nuestro depauperado territorio. O con el, aún más peregrino, de que para eso ya
está, o estará, el corredor mediterráneo. El otro en las islas Feroe,
territorio autónomo, muy autónomo, de la corona danesa en el Atlántico Norte,
poblado por unas 50.000 personas y formado por 19 islas, cuya población oscila
entre los 140 y los 20.000 habitantes. Muchas de esas islas, incluida la de 140
habitantes, están unidas por túneles carreteros construidos bajo el mar, uno de
ellos con la única rotonda submarina del mundo. Como curiosidad, la oficina del
primer ministro, donde no parecían trabajar más allá de 15 personas, y otros
ministerios ocupan pequeñas casitas de madera de color rojo, algunas con tejado
de hierba como aislante y ventanas sin cortinas, indistinguibles del resto y
ubicadas en una calle cualquiera de Törshavn, la capital. Aquí gastamos
bastante dinero en sostener una administración pública hipertrofiada, cuya
utilidad no siempre resulta tan evidente como su ubicuidad. Pero bueno, dirán
ustedes antes de que me pierda por estos vericuetos, y, a nosotros ¿qué nos
importa lo que hagan por ahí? Y, además, ¿esto no iba de algoritmos? Ah, sí,
los algoritmos… He leído esta mañana que Yolanda Díaz anuncia un algoritmo para
fiscalizar las horas extras que no se pagan y me ha parecido que el asunto daba
para escribir, como mínimo, un artículo. A ver si encuentro tiempo. De momento
ahí queda el título.
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