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jueves, 3 de abril de 2025

No leer después de la línea 11


Últimamente he visto dos películas sobre teoría de números —en particular, los números primos—, la criptografía de clave pública y la seguridad de la información. Temas densos, sí, pero más fascinantes de lo que parece: todo ese aparato matemático invisible permite, entre otras cosas, que funcionen las criptomonedas, que se guarden secretos de Estado y que los misiles nucleares no se disparen por error. 

Hablábamos de esto en el viejo Café de Levante. Con cervezas sobre la mesa y servilletas convertidas en pizarras improvisadas, surgió la idea: ¿cómo introducir un mensaje secreto en un texto, al alcance de cualquiera, para que pase totalmente desapercibido? Eso, dije entonces, es fácil: basta con escribir un artículo cualquiera, sobre cualquier asunto, que tenga más de quince líneas. El mensaje, en español corriente, debe ir a partir de la línea once. Nadie lo notaría. En estos tiempos de consumo ansioso y lectura hipnótica de titulares, nadie lee más allá de unas pocas líneas. 

Este experimento trivial, nada más que una broma, esconde una idea preocupante: vivimos en una época donde la forma importa más que el fondo, donde lo visible eclipsa lo estructural, y donde el conocimiento está distribuido de forma profundamente desigual. Eso me llevó a recordar una vieja clasificación social que quizá convenga actualizar. Es la siguiente:

En el mundo hay tres tipos de personas. Que no son, como en el chiste, los que saben contar y los que no. La división, aunque algo más sutil, no es menos cortante. Hay un primer grupo, pequeño, discreto, que sabe cómo funciona su mundo y como gestionarlo. No necesitan aparecer en portadas, convocar ruedas de prensa, o hacer giras promocionales. No se dejan ver en Davos, ni en Cannes, ni en Twitter. Son los arquitectos del sistema, los que toman las decisiones estratégicas y diseñan el marco dentro del cual los demás se mueven.

Luego está el segundo grupo, algo más amplio, compuesto por personas que intentan entender el funcionamiento de su mundo. A veces lo logran, pero no tienen capacidad de decisión. Son observadores rigurosos, científicos sociales, lectores insaciables, ciudadanos atentos. Viven en tensión: saben lo suficiente como para inquietarse, pero no tienen las herramientas para transformar esa inquietud en poder.

Y, finalmente, el tercer grupo, el más numeroso: no entienden nada y tampoco les preocupa, pero son los que toman las decisiones tácticas que condicionan la vida política, económica y cultural del conjunto. Votan, consumen y opinan, aunque no suelen escribir; tampoco leen mucho. Participan en las redes, se exhiben en platós y ante micrófonos encendidos. Su ignorancia no es impostada: es natural, orgánica, y en muchos casos celebrada como forma de identidad colectiva. No obstante, de este grupo pueden salir líderes políticos y también las mayorías que los lleven al poder.

Puede parecer un esquema distópico, y tal vez lo sea. Pero no es nuevo. Esta clasificación remite a la sociología de las élites de Vilfredo Pareto y Gaetano Mosca, quienes describieron una minoría dirigente que concentra el poder, así como a la triada del Inner Party, Outer Party y Proles en 1984 de George Orwell, que ilustra jerarquías de conocimiento y control. Y resuena con la 'jaula de hierro' de Max Weber, metáfora de las estructuras burocráticas que constriñen la agencia individual. Lo novedoso es la forma en que los límites entre estos grupos se han vuelto más borrosos, más resbaladizos y, a la vez, más impermeables.

Existe una relación simbiótica entre ellos. El primer grupo necesita al tercero para ejecutar sus decisiones, para legitimar el espectáculo democrático, para absorber la tensión de las crisis. Y necesita al segundo para analizar, predecir, amortiguar. Pero ninguno de estos dos puede —o quiere— hacer visibles las estructuras reales del poder. Se puede pasar del tercer grupo al segundo leyendo. El resto de las transiciones son muy raras.

Volvamos a los números primos. Esos entes abstractos, estudiados desde hace siglos sin aparente utilidad práctica, hoy son el núcleo de la criptografía moderna. Gracias a ellos podemos comunicarnos de forma segura, almacenar datos, mover dinero y proteger secretos. Sin ellos, todo colapsaría: desde los sistemas bancarios hasta los misiles balísticos.

A eso se suma otro instrumento aún menos comprendido por la mayoría: la reserva fraccionaria. Este mecanismo, con el que los bancos prestan un dinero que no tienen, es una de las piezas centrales del capitalismo financiero. Su existencia, sin embargo, pasa desapercibida para casi todos. ¿Por qué? Porque comprenderla exige tiempo, esfuerzo, y una voluntad de mirar detrás del decorado que pocos cultivan.

Ambos instrumentos —los números primos y la reserva fraccionaria— pertenecen simbólicamente al primer grupo. Son una parte, quizá pequeña pero no insignificante, de su caja de herramientas. El segundo grupo los estudia, los explica, los cuestiona. El tercero ni siquiera sabe que existen. Y, sin embargo, su vida entera depende de ellos.

Pero no hay un “club secreto” que dirija el mundo desde un sótano lleno de pantallas. Lo que hay es una estructura de poder que opera bajo lógicas técnicas, financieras y algorítmicas que no requieren aplausos ni votos. Basta con que funcionen. Y funcionan.

Hay un mensaje en este texto y no está cifrado. Está a plena vista, como los números primos, como los contratos bancarios o las líneas que pocos llegan a leer. Está a partir de la línea once, si uno quiere. Pero, sobre todo, está en la invitación a leer críticamente, cuestionar las estructuras de poder y reconocer el valor (y la desigual distribución) del conocimiento.

Publicado en ECA 11 de abril de 2025


Aranceles

Lo único nuevo de la política proteccionista anunciada ayer por Mr. Trump, es el aparente desequilibrio de su promotor. No es la primera vez que un presidente de Estados Unidos busca en los aranceles la solución a los problemas reales o imaginarios de su economía.

La Ley Smoot-Hawley, oficialmente conocida como la Tariff Act of 1930, fue aprobada por el Congreso de Estados Unidos el 17 de junio de 1930, durante la presidencia de Herbert Hoover. Su objetivo principal era proteger a los agricultores y las industrias estadounidenses de la competencia extranjera, que se percibía como una amenaza tras la caída de los precios agrícolas y el inicio de la Gran Depresión. La ley lleva el nombre de sus impulsores: el senador Reed Smoot de Utah y el representante Willis C. Hawley de Oregón, ambos republicanos.

En concreto, la ley aumentó los aranceles sobre más de 20,000 productos importados, elevando las tasas promedio del 38% (establecido por la Tariff Act de 1922) a cerca del 60%. Algunos ejemplos incluyen incrementos drásticos como el arancel sobre el trigo, que pasó de 42 centavos a 60 centavos por bushel, o el de la mantequilla, que casi se duplicó. La idea era incentivar el consumo de bienes nacionales y dar un respiro a los productores locales, especialmente en un momento de desempleo creciente y colapso económico.

Sin embargo, el resultado fue desastroso. Otros países respondieron con aranceles retaliatorios contra productos estadounidenses, lo que hundió las exportaciones de EE.UU. en más de un 60% entre 1929 y 1933. El comercio global, que ya estaba tambaleándose, se desplomó: según datos históricos, el valor del comercio internacional cayó de $36 mil millones en 1929 a $12 mil millones en 1932. Economistas como Irving Fisher y, más tarde, Milton Friedman, argumentaron que Smoot-Hawley no solo empeoró la Depresión en EE.UU., sino que la extendió globalmente al fracturar los mercados.


jueves, 19 de diciembre de 2024

El dedo en el ojo

 

Apenas dos meses después del último ‘momento histórico’, vivido gracias al anuncio de la ubicación de un centro de datos en Calatorao, asistimos a otro a cuenta de la decisión de la empresa china CATL de instalar una gigafactoría en Figueruelas. Un diario de circulación nacional saludaba el acontecimiento con un editorial titulado ‘El milagro económico aragonés’ en el que, entre otras cosas, todas estupendas, se decía que Aragón es ‘una de las pocas regiones de España que están entrando en el futuro de manera clara y firme, convirtiendo en fortalezas lo que hasta ayer eran debilidades’

No creo que sea para tanto, ojalá lo fuera, pero, en todo caso, no estaría de más tratar de mantener los pies en el suelo, sobre todo al hablar de inversiones multimillonarias como las que, por lo visto, está previsto que se materialicen a lo largo del año que viene. Unos cuarenta mil millones, según la entusiasta editorialista.

Conviene aclarar, yo también estaba algo despistado, que el término giga en la palabra gigafactoría, no se refiere, o no sólo, al tamaño de la fábrica en cuestión, sino al orden de magnitud (Gwh) de la capacidad de almacenamiento del millón de baterías para automóviles eléctricos que va a producir al año. Que es una cantidad ciertamente respetable y que debería suponer, de materializarse, que el tránsito a la movilidad eléctrica ha dejado, o habrá dejado para entonces, atrás las dudas sobre su viabilidad. 

Una vez más las fortalezas de Aragón, exhibidas a la hora de acoger este tipo de fábricas, son el suelo disponible, el agua del Ebro y el sol y el viento que pueden, con los artilugios adecuados, transformarse en energía eléctrica que, gracias a su origen, habrá devenido renovable. El suelo ya parece estar comprometido en las proximidades de la actual factoría de Figueruelas, agua, al menos este año, parece haber de sobra y energía… ya veremos. No sé si es a estas fortalezas a las que se refería la editorialista, ni por qué, de ser así, eran antes debilidades. A no ser, claro, que se considere una fortaleza sobrevenida la progresiva despoblación del territorio, Zaragoza excluida, y la consiguiente disponibilidad para otros usos de la energía, el agua y el suelo que nosotros no utilizamos por falta de gente, de dinero o de ideas.

El regulador eléctrico español ha aplicado varias veces en los últimos años, y por última vez el pasado jueves, el protocolo de desconexión de grandes industrias. La razón es un déficit ocasional en la generación procedente de fuentes renovables. Esto es algo que no tiene por qué condicionar nada, pero pone de manifiesto que las redes de transmisión, diseñadas para un suministro centralizado y homogéneo y los sistemas de almacenamiento necesitan adaptarse cuanto antes. Pero ayer, viniendo de Zaragoza, mientras atravesaba las nuevas trincheras de Estrecho Quinto, y a la vista de lo que ha pasado y está pasando en Valencia, me preguntaba si hay aquí alguien planificando algo. 

Enviado a ECA 20 de diciembre de 2024


viernes, 30 de diciembre de 2022

Fin de... año

Vi una película, hace unos días, en la que la protagonista, a causa de un accidente dejaba de envejecer, se veía obligada a cambiar periódicamente de residencia y tenía que hacer pasar a su hija por su madre. Otro accidente devolvió las cosas a la normalidad y la protagonista, una vez localizada la primera cana, se casó con el hijo o el nieto de su primer amor y fueron felices y comieron perdices hasta, esto no salía en la película, pero era obvio, que fallecían y descansaban para siempre. Yo hubiera preferido otro final, pero las películas tienen que acabar en algún momento y no pueden gestionar acontecimientos lineales, así que los guionistas optaron por no complicarse la vida y matar a la protagonista, único final que conservaba el orden natural de las cosas y permitía poner la palabra FIN al cabo de la hora y media o dos que duraba la película.

Porque lo natural, efectivamente, es envejecer, con suerte, y, en todo caso, morirse tras un tiempo razonable. A mí lo de no envejecer me hacía, ya no, claro, cierta ilusión, sobre todo por una interpretación, quizá demasiado literal, del viejo proverbio chino que recomienda sentarse a la puerta de casa para ver pasar el cadáver de tu enemigo. Pero si uno envejece, a partir de cierta edad lo que ocurre es exactamente lo contrario. Cada vez que pasas por delante de según quien, sobre todo si está sentado en la puerta de su casa, no puedes evitar preguntarte, ¿qué estará esperando este desgraciado?

En fin, bromas aparte, estamos asistiendo al final del año 2022 de la era cristiana y a punto de empezar el 2023. Digo esto, no porque tenga demasiada importancia, sino porque, en tiempos de tanta incertidumbre como los que nos ha tocado vivir, bien está contar con alguna certeza más, además de la apuntada en el párrafo anterior. Al final del verano cualquiera hubiera dicho que el otoño iba a ser poco menos que un anticipo del apocalipsis, con la inflación desbocada, la guerra en Ucrania transmutada en guerra nuclear mundial y la economía occidental definitivamente hundida, víctima de nuestros excesos y de algún error en el suministro de recursos. Evidentemente, las cosas no han ido, aún, por ahí, y los españoles de a pie, esos para los que dice trabajar el presidente del actual gobierno, han salido pitando a las carreteras, estaciones de ferrocarril y aeropuertos para ocupar, según las recurrentes noticias de todos los medios, el 80, 90% y 100% de las plazas disponibles en hoteles, restaurantes y chiringuitos diversos en los pueblos y las ciudades, el mar o la montaña, con la única condición de estar lejos del lugar de residencia habitual.

Mientras llegaban las vacaciones, nuestra esforzada clase política ha dedicado largas jornadas laborales a legislar sobre las cuestiones más pintorescas, la mayoría de las cuales, cosas de la edad y del poco tiempo que probablemente me quede para disfrutar del país que nos están dejando, me importan más bien poco. Quizá lo más sorprendente sea una ley, no recuerdo el nombre, que supera una de las pocas limitaciones impuestas al poder del parlamento británico. Uno de sus viejos manuales sostenía que el parlamento podía hacer cualquier cosa, menos convertir a un hombre en una mujer. Bah, cosas de los ingleses y de la edad media.

Bueno, pues volviendo a lo del final de año, el caso es que parece que los americanos van a intentar volver a la luna y que lo de la fusión nuclear estará listo, ¡sorpresa!, dentro de -otros- 25 años. Mientras tanto, entre Barbastro y Monzón se va a perforar, según publicaba El Periódico del 18 de este mes, una reserva de hidrógeno puro que, por lo visto, ya se descubrió en los años 60 del pasado siglo y que es, naturalmente, la primera de Europa. El 18, sí, no el 28. Tengan un feliz 2023, mantengan un razonable escepticismo, conserven a los amigos que aún les queden y procuren estar a prudente distancia de los que cantan por las mañanas.

Publicado en ECA 30/12/2022 

domingo, 1 de octubre de 2017

Mala suerte

La deuda per cápita en Cataluña en 2016, superior a los 10.000 euros, no solo triplicaba la andaluza sino que superaba en más de mil euros a la siguiente más elevada, la de la Comunidad Valenciana, a la que casi doblaba en términos absolutos. No parece razonable, ni puede atribuirse únicamente a decisiones de gasto autonómico. Cabe sospechar —sin necesidad de teorías conspirativas— que algo tiene que ver en ello el sistema de financiación, que penaliza a las comunidades que aportan más de lo que reciben y premia a las que, en términos netos, reciben sin aportar en igual medida.

Cataluña, como otras tres comunidades, es contribuyente neta. El resto, receptoras netas. El principio de solidaridad —que nadie discute como idea— se convierte en disfunción cuando se prolonga indefinidamente sin evaluar su eficacia ni sus consecuencias sociales o políticas. En este contexto, se habla a menudo de que Adolfo Suárez habría ofrecido a Tarradellas un sistema similar al cupo vasco. No hay pruebas concluyentes, pero si fue así, y si fue rechazado, no deja de ser una ironía histórica. Aunque, a decir verdad, poco importa ya: entonces no se sabía lo que vendría, y ahora ya sabemos en qué se ha traducido aquel encaje mal resuelto.

En una economía globalizada y en plena resaca de la crisis de 2008, mantener una solidaridad interterritorial desproporcionada es difícil de justificar, sobre todo para los que financian el sistema. Esa asimetría, sostenida durante décadas, ha generado frustración, y esta, con la ayuda inestimable de la torpeza política del gobierno central, ha alimentado la deriva independentista. No es el único factor, pero sí uno fundamental. La economía no explica todo, pero sin la economía no se entiende nada.

El independentismo no ha sido, necesariamente, una opción mayoritaria en origen. Lo ha sido por acumulación: de agravios, de negligencias, de desprecio institucional. Y también, seamos claros, por la astucia de una clase política catalana que, desprovista de ideas, ha encontrado en la causa nacional el último refugio para su continuidad. La coalición que impulsó el referéndum de 2017, ideológicamente incoherente y frágil, fue menos el producto de un consenso social que de un oportunismo político. Pero ese oportunismo encontró eco. Porque cuando fallan los números, cuando no hay relato inclusivo ni proyecto compartido, la secesión ya no parece tan utópica.

Aquí, como tantas veces en nuestra historia, lo que podría haberse resuelto con técnica y política ha acabado degenerando en crisis. Y no porque sea imposible resolverlo, sino porque las manos que dirigen el proceso —a un lado y otro del Ebro— rara vez están a la altura. Lo llamarán destino. Yo lo llamo incompetencia. (Reescrito en 2025 a partir de un texto original demasiado desactualizado)

miércoles, 30 de abril de 2014

Somos los primeros

...Termino resumiendo la posición de nuestro país en pocas cifras. España ha situado otra vez tres entre los 8 primeros del mundo. Podemos presumir de tener 7  entre los 50, y 10 entre la élite de los 100 grandes.
Ni Francia, ni Italia, ni los países nórdicos, ni Japón, ni Estados Unidos, ningún otro país puede presentar un balance semejante. Como decía ayer en twitter, nos sobran motivos para sentirnos orgullosos. José C. Capel en El Pais.

¿Centros de investigación en la lucha contra el cáncer? No. ¿Universidades? Tampoco. Creo que no tenemos ninguna entre las 200 primeras. Nuestro esforzado corresponsal, que dice no entender muy bien como se ha elaborado una lista que ha apeado del primer puesto a un restaurante catalán para dárselo a uno danés, habla de cocineros, de cocineros y de restaurantes. Supongo que este será uno de los indicadores que maneja el Sr. Guindos para anunciar, con más voluntad que gracia, la inminente recuperación de los índices de crecimiento. Es obvio que cualquier anuncio de este gobierno, sobre todo si tiene que ver con cuestiones económicas, pongan o no por medio a Santa Teresa o a la virgen del Rocío, hay que tomarlo a beneficio de inventario pero, además y en el caso particular del Sr Guindos, uno no puede menos que preguntarse cómo se llega de responsable en Europa de Lehman Brothers, una de las empresas americanas que llenaron, deliberadamente, los mercados financieros de basura y estuvieron a punto de hundir completamente la economía a mediados de 2008,  a ministro del gobierno de España, invirtiendo el funcionamiento de la puerta giratoria que solía llevar ministros complacientes a las empresas a las que habían complacido. La formación y la experiencia previa del Sr. Guindos parecen tener que ver, sobre todo, con una economía que podríamos llamar de casino, en la que el dinero ficticio es la única mercancía que se intercambia y probablemente, lo ignora todo sobre la economía real y su funcionamiento. Para gentes que juegan con dinero generado en terminales de computador las disquisiciones sobre la distribución de recursos escasos carecen de significado real y el éxito o el fracaso de una política económica se mide exclusivamente en términos de capacidad de endeudamiento a precios razonables. Y para asegurar eso basta con unos pocos trucos de trilero en las cuentas públicas y el pequeño detalle de asegurar a los tenedores de deuda, mediante una enmienda constitucional, iniciativa del Sr. Zapatero secundada con entusiasmo por el Sr. Rajoy,  que el pago de la misma está, en España, por encima de cualquier otro compromiso que pueda tener el estado, sanidad y educación, por supuesto, incluidas.

Por lo demás, aquí, en Aragón uno de los imputados por presunta corrupción y apropiación indebida en el vidrioso asunto de Plaza, al que la puerta giratoria llevó a convertirse en alto cargo de telefónica, va a impartir un curso a líderes latinoamericanos sobre... corrupción, transparencia e intereses en conflicto. Hay quién se ha escandalizado, pero siempre se ha dicho que para dar clase de algo hay que ser especialista... aunque sea presunto. Si aquí, que hemos sido autodidactas, hemos llegado donde hemos llegado, qué no cabe esperar de esos países donde sus líderes recurren desde el principio a las mismas fuentes de la sabiduría.

jueves, 31 de mayo de 2012

Economía real vs. economía 'real'

Me dice mi amigo Rubén que los gallegos, españoles, quiere decir, cada vez parecemos más argentinos y que si no fuera por el, según él, providencial euro y por los alemanes ya estaríamos ahogados y a las puertas de una dictadura militar como, en su momento, estuvieron ellos. Rubén cree que nunca debimos echar a Zapatero, aún reconociendo, como reconoce, que el hombre no era ninguna lumbrera, para darle el poder a un pelotudo como Rajoy y que es una vergüenza que estemos aguantando todo lo que nos está haciendo la derecha sin montar, como mínimo, una cacerolada permanente en la puerta del Sol que, añade, nos hemos dejado arrebatar por Aguirre y la Botella o en el Palacio Real que es donde él cree que vive el Rey cuando no está cazando elefantes. Ya he dicho en alguna ocasión que Rubén tiene una fuerte propensión a la simplificación y sobre todo a confundir churras con merinas y la Pampa con la Meseta pero la verdad es que lo que está pasando en España es capaz de despistar a los analistas más experimentados, como se puede comprobar sin más que seguir con un poco de atención los titulares de la prensa económica y la opinión de los llamados, sedicentes, más bien, expertos. En España hay aún, ciertamente, una economía pegada al suelo. La gente sigue comprando y vendiendo, cultivando la tierra y recogiendo las cosechas o montando y atendiendo chiringuitos en la playa. También hay sitios donde se fabrican partes de aviones y hasta barcos y se montan vehículos, ideados en Francia, USA, Italia o Alemania, pero la economía real, la que todas las mañanas aparece en las primeras páginas de los periódicos, tanto económicos como generalistas y la que, ostensiblemente, crea quebraderos de cabeza a nuestros políticos es, precisamente la que menos contacto tiene con la realidad tangible y más con fantasías generadas por computador. Sube o baja la bolsa al compás del miedo, la euforia o, más comúnmente del afán especulador de unos cuantos tenedores de capital o gestores de fondos de inversión, más o menos los mismos que abandonan la deuda pública española y compran la alemana porque piensan que con esta última, al menos, podrán recuperar su inversión, cosa que ya nadie da por descontada con la española, como antes con la griega, la portuguesa o la irlandesa. Esto hace que al estado español le cueste más caro financiar el gasto corriente, poca gente piensa ya en financiar inversión en bienes de capital y eleva el peso de la deuda y sus intereses, en la economía, hasta límites cada vez más insoportables, pero la única solución, para que el juego continúe es seguir endeudándose para lo que hace falta que alguien esté aún dispuesto a seguir prestando. Como no queda nadie, salvo quizá los bancos españoles, con motivación suficiente para ello y no están dispuestos a hacerlo arriesgando su propio dinero, el estado reclama una recapitalización, o rescate o el eufemismo que más convenga en cada momento, de esos bancos para que puedan seguir comprando esa deuda. Recapitalizar, en este contexto, quiere decir que el BCE les da dinero al 1% y ellos se lo prestan al estado al 4, el 5 o el 6%. ¿Esto tiene alguna lógica? Pues depende del punto de vista. Para los bancos, para el Sr. González, del BBVA, que ha hecho unas declaraciones diciendo que lo que sobra, en el FMI o en el BCE, es dinero y que lo que hace falta es ponerlo a trabajar, es decir, dárselo a ellos, por supuesto que tiene lógica. La lógica infernal de un negocio sin sentido, que ha consistido, hasta ahora, en poner, ellos, dinero inventado en el mercado por la vía del préstamo cuasi indiscriminado, con pocas o ninguna garantía, elevando hasta el absurdo el precio de las viviendas y haciendo creer a la gente que este, de repente, era un país rico. Cuando la realidad ha venido a desmentir esa historia, el volumen de la masa monetaria, creada, en su totalidad, como deuda, es ya imposible de controlar y mucho menos de reducir. Ya no pueden seguir con sus juegos de manos sólo con sus  propios medios y tiene que acudir al rescate, pero esta vez los que recibirán dinero, más fantasías computerizadas, claro, serán ellos, aunque, eso sí, en inmejorables condiciones y no los incautos que ya han tenido que vender el BMW y la mierda de apartamento playero, por el que pagaron una fortuna en dinero prestado que, aun así, no pueden devolver. Ellos, los banqueros, no tendrán ese problema porque ya nos han convencido a todos, o al menos al pan sin sal de Rajoy como antes convencieron al simplón de Zapatero, de que su ruina es la de todos nosotros. No me extraña que Rubén ande un poco despistado.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Y sigue la fiesta


El diferencial con el bono alemán en 500 puntos básicos, el IBEX35 cayendo en picado y el ministro de economía del mismo gobierno que no iba a subir el IVA, anunciando que no habrá corralito, El precio del barril de Brent se mantiene, inexplicablemente en una recesión tan prolongada como esta, en torno a los 110$ con la moneda europea perdiendo posiciones respecto al dólar. Con esto y con casi todos los servicios públicos amenazados, algunos, como la sanidad y la educación, directamente afectados ya por los recortes y un 24% de paro resulta, cuando menos, extraordinario que no se haya desatado ya el pánico bancario o que la reacción popular en las calles se mantenga dentro de unos límites compatibles con la contestación puramente verbal y la algarada festiva. Supongo que más vale así pero ... ¿hasta cuándo?






lunes, 7 de mayo de 2012

Cuando el futuro nos alcance


Mr. Hollande ha ganado las elecciones a la presidencia de la República Francesa  o, lo que viene a ser lo mismo, Mr. Sarkozy, hasta ahora Presidente,  las ha perdido. Como Mr. Sarkozy era, ostensiblemente, aliado político de la Canciller federal alemana, Frau Merkel, en su declarado propósito de imponer medidas de austeridad,  procíclicas, cuyo efecto más inmediato parece haber sido el de agravar la crisis económica que sufre Europa y en particular algunos países del sur, como Grecia, Italia, Portugal, España y en alguna medida la propia Francia, su derrota ha sido vista por algunas personas, bastantes, como una especie de anticipo del fin de esas medidas y la promesa, formulada de manera más o menos explícita por el candidato vencedor, de sustituirlas por otras, contracíclicas, de tipo Keynesiano que nos lleven, de nuevo,  a la venturosa senda del crecimiento que nunca debimos haber abandonado, amén. Este es, en mi opinión, un punto de vista excesivamente simple y basado en la idea de que la posibilidad de recurrir al crédito, entendido aquí en el sentido de pedir prestado al futuro, no está, aún, agotada. El problema es que lo que esperamos que el futuro nos preste no es dinero, que siempre se puede imprimir o teclear en un terminal de computador, sino recursos naturales, minerales, petróleo, uranio, tierras raras, agua, terrenos agrícolas, etc… recursos que, por supuesto, no podremos devolver ni aún en el caso de que semejante cosa, la idea de devolver nada,  se nos hubiera pasado alguna vez por la cabeza.  Hay una película norteamericana de 1973, dirigida por Richard Fleischer y titulada Soylent Green cuyo título español, por una vez, es mucho mejor que el original: ‘Cuando el destino nos alcance’. El argumento presenta un tiempo en el que la humanidad ha agotado prácticamente todos los recursos, esos que aún hoy estamos dilapidando y el único alimento disponible consiste en una sustancia verde, distribuida por las autoridades y llamada Soylent Green. Al final de la película se descubre que el Soylent Green se fabrica con los cuerpos de los humanos a los que se invita a pasar, plácidamente, a una vida mejor desde una habitación en la que pueden escuchar música y ver imágenes del planeta cuando aún había agua, pastos y parajes idílicos. Mejor aún que el título citado hubiera sido ‘Cuando el futuro nos alcance’, ese futuro al que hemos estado pidiendo prestado en la confianza de que estaba lo bastante lejos como para que sus habitantes no pudieran reclamarnos nada. Un futuro que, inevitablemente, alcanzaremos y para entonces ya no habrá rescates ni medidas de estímulo que nos devuelvan a un crecimiento imposible. Todo esto, sin embargo, no debe entenderse en el sentido de que Frau Merkel o Mr. Sarkozy o los intereses que representan tengan o hayan tenido alguna preocupación real por los problemas que podamos dejar a las generaciones futuras. No. Eso es impensable en políticos cuyo horizonte está, como mucho, en las próximas elecciones y normalmente en los titulares y las cotizaciones de las próximas 24 horas. Ellos y todos los que están abogando ahora por la adopción de medidas de austeridad, sólo están preocupados, creo que ya lo he dicho, por su propia supervivencia política que creen ligada a la posibilidad de seguir atendiendo los intereses de la deuda pública, de la que depende directamente  la financiación que necesitan para mantener un estado mínimo que puedan seguir gobernando. Podrían hacer otras cosas, acabar con el privilegio de los bancos de crear dinero a partir de la nada, por ejemplo, pero eso iría directamente contra los intereses que representan o que les permiten estar donde están.

sábado, 18 de febrero de 2012

Ponencias económicas comparadas

PP

PSOE


He aquí los textos de las ponencias de economía aprobadas en los congresos del PP y el PSOE procesados con el programa, gratuito, wordle. El tamaño de cada palabra es proporcional al número de veces que aparece en el texto. Puede verse que ambos partidos hablan de crecimiento, pero los del PP más, que los dos hablan mucho de innovación y nuevas tecnologías y menos, mucho menos, de energía. Las palabras reforma monetaria no aparecen juntas, por supuesto, en ninguno de los dos textos y en el texto del PP sale mucho la expresión Partido Popular mientras que en el del PSOE no sale nunca Partido Socialista. Puede que no sea demasiado científico ni riguroso,  pero es curioso.


martes, 1 de noviembre de 2011

Arriba y abajo


Lo más característico de lo que está pasando en Europa y en el mundo con el dinero y con la energía, las dos únicas cosas que realmente importan a corto plazo, por su capacidad para modificar drásticamente la evolución de los acontecimientos, es la falta total de planificación. Se responde a los acontecimientos a medida que se van produciendo y nuevas propuestas se improvisan para responder al fracaso de las anteriores. Que la bolsa suba o baje no tiene más importancia que, o tiene tanta importancia como, las bajadas y subidas del petróleo que parecen acompañarla, aunque con un tempo más moderado y menos margen de variación, como corresponde a un recurso cada vez más escaso. Todos estos movimientos responden únicamente a la acuciante necesidad de los llamados inversores, o de los gestores de fondos de inversión por cuenta ajena, de sacar un rendimiento lo más rápido y lo más alto posible a su dinero o al que gestionan. Esto, los beneficios de los jugadores, es lo único que cuenta en esta economía de casino que hace tiempo que ha perdido todo contacto con una realidad que, sin embargo, está reclamando con urgencia un poco de atención. Para asegurar esos beneficios y no irritar a los inversores, los llamados líderes europeos, los americanos van a lo suyo y hacen bien, de cuando en cuando ponen sobre la mesa cantidades cada vez más absurdas, destinadas aparentemente a garantizar el pago de la deuda pública y los beneficios de la banca. Y para asegurar los beneficios de gentes cuyos ingresos anuales equivalen a miles de veces los de un trabajador ordinario, imponen a los nacionales de los países con menos capacidad de reacción rebajas salariales, reducción o eliminación de servicios sociales y condiciones laborales cada vez más precarias. Pero lo peor de todo esto es que posiblemente no sirva para nada y que la imposibilidad de resolver con más deuda el problema de la deuda y de sostener un crecimiento exponencial con recursos finitos se llevará por delante un modelo insostenible.


Los dos titulares corresponden al mismo día.

martes, 6 de septiembre de 2011

Y llegó septiembre

Cada día que pasa parece menos probable que 'vayamos a retomar la senda del crecimiento', por citar, literalmente, el mantra favorito de la ministra de Economía y Hacienda y más o menos aproximadamente, de casi todos los políticos con mando en plaza o pretensiones de este país. Tampoco parece que el PSOE vaya a ganar las próximas elecciones y menos, como parece que se han propuesto, a base de encantamientos, de viejas fórmulas de supuesta justicia redistributiva y de explotar la imagen de... Rajoy, así que ¿no sería mejor que cogieran el toro por los cuernos y se convirtieran en abanderados de una nueva forma de entender la economía y de hacer política? De una nueva visión que reconozca la existencia de una profunda y quizá irreversible crisis, sobre todo energética pero también financiera, política y social con una alta probabilidad de obligarnos a reconsiderar muchos supuestos –que las estanterías de los supermercados estarán siempre llenas, por ejemplo- y en nuestro caso, de poner punto final al modelo, construcción + turismo, en el que se ha basado nuestro particular estado del bienestar y que, equivocado o no, parece ya agotado y sin sustituto a la vista. Una crisis que será presumiblemente devastadora y tanto más cuanto más tiempo pierdan en hacer como que creen o en hacer creer a otros que se va a arreglar sin más que dejar pasar el tiempo o aplicar unas recetas que nadie se toma en serio, pero que también será el principio de algo distinto. Y explicarle a la gente que las cosas ya nunca serán como fueron antes y reconocer, de una puñetera vez, que metieron muchísimo la pata, aunque sólo porque no sabían y a duras penas saben ahora, lo que estaba pasando. E intentar diseñar y proponer políticas que permitan mantener las luces encendidas y un mínimo de orden mientras se produce el, doloroso, parto de un mundo nuevo y quizá, a muy largo plazo, mejor. En fin, algo sensato y que la gente pueda entender y tomarse en serio y no tanta monserga sobre un crecimiento imposible y un estado de bienestar insostenible que no lleva ya a ningún lado. La gente, incluso la que aún no tiene problemas, empieza a estar harta y lo más probable es que el día 20N -menos mal que no han puesto las elecciones el 18J- esté harta del todo. En fin, que yo les recomendaría que se asomaran un poco a la ventana y dejaran de preocuparse por lo que pensarán los gestores de los fondos de inversión o por si Chaves, Bono o  Guerra se presentarán, o no, a las próximas elecciones. Hay todo un mundo fuera de los despachos ministeriales y de las covachuelas de Ferraz –y de Génova- y cuanto antes lo descubran mejor para todos.

domingo, 16 de mayo de 2010

Crisis, crecimiento y petróleo

El gobierno ha extendido, de golpe y por sorpresa, los efectos de la crisis a un colectivo que , hasta ahora, se consideraba al margen de este tipo de problemas. Me refiero, claro, a los funcionarios y por extensión a todo aquel que percibe una remuneración legal con cargo a los presupuestos del Estado como, por ejemplo, los pensionistas. El caso es que el  gobierno socialista ha optado por, o se ha visto abocado a, el suicidio político. Lo de los funcionarios puede tener un pase con una parte del electorado, harta de la administración pública en general y que cree que un funcionario es, en el mejor de los casos, un señor con manguitos que cobra, demasiado, por aparecer, alguna vez, por una oficina a rellenar crucigramas y en el peor, un paniaguado de la política, pero lo de las pensiones afecta a todo el mundo y el argumentario del PP ha dado en el clavo, porque coincide con lo que piensa la mayoría  ¿por qué no cerrar un par de ministerios inútiles en lugar de tocar las pensiones? El efecto más notorio de estas medidas no son, pues, los cuatro o cinco mil millones que el gobierno cree, o finge creer,  que va a ahorrar sino el hecho de que la gente, incluso la que se creía inmune, ha empezado a considerar que la crisis ha dejado de ser un problema abstracto que afecta, sólo, a los de siempre, para ser un problema general que le afecta directamente y además algo que no va a acabar, ni de lejos, tan pronto como prometía el gobierno, lo que, sin duda, va a tener serias consecuencias en el consumo interno, que ha sido el principal motor de una economía como la nuestra.

Los dispendios de los últimos años, empezando por los 400 euros que Zapatero prometió en la última campaña electoral, las subvenciones a partidos y sindicatos, la corrupción rampante, las ayudas a la compra de vehículos y los 8000 millones de Euros del plan E del año pasado, a los que hay que sumar, si no me equivoco, otros 5000 este año, ampliamente publicitados con carteles, y otros medios,  que también han costado una fortuna, aunque las inversiones fueran jaleadas como un necesario estímulo para la economía del ladrillo, que pasaba sin solución de continuidad del sueño a la pesadilla, se considerarán ahora, no sin razón, como una muestra clara de que el gobierno, que no ha entedido en ningún momento la verdadera naturaleza del problema, es el principal responsable de todos los males actuales.

Eso, sin embargo, es mucho decir. En todo caso, lo que sí es cierto es que la presente crisis no es fácil de abordar con los mecanismos clásicos –keynesianos-,  como, a estas alturas, ya debería ser  evidente hasta para ZP. Nada más empezar todo este desastre, se nos vendió, desde Estados Unidos pero convenientemente jaleado por los expertos locales,  la idea de que los culpables eran unos desaprensivos que habían dejado, de repente, de pagar sus hipotecas, hipotecas que habían sido previamente empaquetadas y vendidas a inversores de todo el mundo por un valor que, a causa del incumplimiento de sus obligaciones por parte de los ya citados, ya no tenían. En fin, dejando aparte las evidentes lagunas de esta historia, aunque unos cuantos hicieron fortuna contándola por ahí, lo que se nos estaba diciendo es que se trataba de una sencilla crisis financiera y las crisis financieras, más tarde o más temprano, se arreglan. Pero ¿y si no se trata de una crisis financiera?

En octubre de 1929 la bolsa de valores de Nueva York se vino abajo con notable estrépito, dando así carta de naturaleza a una crisis que duró más de diez años, cambió el mapa del mundo y dió lugar a la más terrible, hasta entonces, de las guerras. Pero Estados Unidos, en 1929, nadaba en petróleo y contaba con todo tipo de recursos y con una mano de obra dispuesta a trabajar y deseando hacerlo, así que, aunque la sobreproducción y otros factores jugaron su papel, el origen de la crisis tenía bastante que ver con la ingeniería financiera, la especulación y la formación de burbujas. Ahora, 80 años después, las circunstancias no son las mismas. Desde finales de la segunda guerra mundial la prosperidad,  impulsada por el petróleo abundante y barato y su principal indicador, el PIB, han crecido ininterrumpidamente en todos los países del primer mundo. Un crecimiento que damos por garantizado y que ha devenido imprescindible para sostener la compatibilidad entre nuestra cultura monetaria, basada en el interés compuesto y en la deuda, y el sistema, finito, materia energía. Un crecimiento que depende de un flujo contínuo y creciente de energía de calidad, una energía que nos ha venido proporcionando el petróleo para el que, hoy, no hay ningún sustituto válido ni sostenible ni insostenible.

Y como el mantenimiento de este flujo creciente de energía es imprescindible, una eventual interrupción de ese suministro creciente, cada vez son más los que sostienen que el Peak Oil ha ocurrido ya, conducirá, inevitablemente,  a una crisis mucho más grave –una crisis sistémica, en realidad- que las que hemos sufrido hasta ahora. El sistema funciona, exclusivamente, en crecimiento. Ni el stand by ni el decrecimiento programado son posibles. El sistema es demasiado complejo y está demasiado interconectado como para andar manipulando cualquiera de sus resortes.

Es verdad que el petróleo está bajando, en mi opinión sin otra razón para ello que la caída de consumo industrial, el cierre de posiciones cortas y el pesimismo que se ha instalado en todos los mercados, incluidos los de materias primas, pero, por el momento, ni el precio del petróleo, China sigue consumiendo cada vez más, ni el de las acciones de los grandes bancos españoles, por ejemplo, tienen mucho que ver con la demanda ni con la oferta real y previsible de crudo o con los beneficios obtenidos por los bancos y sí con el estado de ánimo de inversores, traders y especuladores y su particular percepción del futuro inmediato. Y me temo que, cuando llegue el momento de conciliar los mercados con la realidad, el precio será lo de menos.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Apagando la luz...

Me ha escrito mi amigo Rubén para decirme que había entrado ya un par de veces, al menos, en este blog, para ver que pendejadas, puede que en realidad haya dicho pelotudeces tenía yo que decir ahora de las medidas del gobierno que, en su opinión, demuestran que el presidente tiene lo que hay que tener y está dispuesto a enfrentarse con los sindicatos y con quién sea para levantar el país. Mi amigo Rubén, creo que ya lo he dicho, es argentino y en Argentina tienen un sindicato, la CGT, aliado tradicional del peronismo, que quita y pone presidentes sin despeinarse y que está metido, de hoz y coz, en todos los casos de corrupción que afectan, desde hace años, a la política y a la economía argentina. Por eso a Rubén le entusiasma ver a un Gobierno enfrentarse a los sindicatos, como le indigna ver  a un juez, como Garzón, perseguido porque, eso piensa Rubén, se está enfrentando a los militares y la extrema derecha al investigar ejecuciones, desapariciones y otras macanas de la interminable dictadura del general Franco. La verdad es que, después de oir esta mañana la presentación de las medidas de austeridad y el posterior debate en el Congreso, se me ocurre más de una pelotudez pero, sobre todo, me invade una sensación de aburrimiento, de dejá vu, junto con la persistente impresión, eso no es de ahora,  de que esto ya no tiene remedio. El gobierno, en realidad su presidente,  ha hecho lo que han dicho o lo que le ha parecido la opción menos problemática y más directa, para contentar, hay quien diría obedecer, pero el matiz es lo de menos, a los avalistas de la deuda pública española y no perjudicar a la banca, que le ha sacado, recientemente, de un serio apuro en relación con esa deuda, confiando, además, en que podrá calmar –convencer- a los sindicatos como los ha convencido –calmado- otras veces. Pero de momento, ha dejado, y es una pena,  la triste impresión de que sus compromisos, no valen, más por inconsciencia que por mala fe, el papel en el que están escritos. Y por si todo esto fuera poco, hemos tenido que ver a Rajoy y al Partido Popular, de paladines de los derechos de trabajadores y pensionistas.

Europa ha prometido que pondrá 500.000 millones de euros encima de la mesa, para garantizar a los eventuales tenedores de deuda pública, española sobre todo, que, pase lo que pase, recuperarán su dinero y para  ganar algo de tiempo para la economía española, pero no ha sido, claro, a cambio de nada o a cambio de más promesas. Ya no podemos seguir viviendo como unos jubilados de lujo mientras los que trabajan, los que investigan, los que fabrican y los que cultivan los alimentos que nos comemos están en Asia, en América o en África y viviendo peor que nosotros. La fiesta ha terminado y cuanto antes nos hagamos a la idea y empecemos a intentar vivir en consecuencia mejor.  Zapatero ha ignorado esta crisis todo el tiempo que ha podido, esperando que se arregara sola y todavía sigue creyendo, o fingiendo que cree, que en poco tiempo volveremos a estar como antes. Pero no es así. Nunca volveremos a estar como antes.  Y en cuanto a Garzón, querido Rubén, pues no sé que decir. A mí me ha parecido siempre un poquiyo fantasma, pero me preocupa, por lo que puede suponer de precedente y de aviso para navegantes, que lo empapelen por sus investigaciones en los casos Gurtel y de la Memoria Histórica, de la misma forma que me parece bien que le toquen un poco las narices por el asunto del Banco Santander y los cursos en NY financiados por Botín. En fin, que todo parece muy confuso pero, en definitiva, es la misma mierda de siempre.

lunes, 10 de mayo de 2010

Y subió la bolsa...

Preguntas (de un ingenuo) ¿Para qué sirve la bolsa? ¿qué sentido tiene que un índice, el Ibex, por ejemplo, gane o pierda 1000 puntos en una sesión? ¿tienen esos altibajos algo que ver con la economía real? ¿el banco de Santander, por ejemplo,  ha mejorado, en algo, su negocio en relación con la semana pasada? ¿había empeorado algo la semana pasada en relación con la anterior?

Respuestas (de un cínico) A mí para nada, ninguno, no, no y no.


Esto que está pasando, en la bolsa y sobre todo en los mercados de deuda y derivados donde la cosa aún ha sido más gorda, como casi todo en esta economía, por llamarla de alguna manera, no tiene nada que ver con cosas tangibles ni, por extensión, con la realidad. No son más que fantasías generadas por computador. Ahora resulta que lo que había en las bolsas la semana pasada, según el titular de Cotizalia, reproducido más arriba, eran manadas de lobos. Como los lobos se van, la bolsa sube y como la bolsa sube, los lobos no sólo se van sino que se van despavoridos. ¿está claro?. Claro que no. Profundizando un poco más,  parece que de lo que se trata es de que los que juegan a corto, es decir, los que venden acciones que no tienen, o que han pedido prestadas,  a precios altos para comprarlas y devolverlas, cuando bajen quedándose con la diferencia, han seguido vendiendo más allá de lo razonable y se han cogido, bendito sea dios, los dedos. Pero como tenían que devolver las acciones prestadas,  no tienen más remedio que comprarlas a toda prisa antes de que el precio, impulsado por sus mismas compras, suba todavía más. A mí estos tíos no me parecen ni más ni menos lobos -golfos- que los bancos, que crean de la nada el dinero que prestan, confiando en que se les devolverá y que, cuando no se les devuelve, van a llorar al Estado para que les compense. Ahora los gobiernos europeos, con su superfondo de salvación de 750000 millones de euros, tan fantástico como todo lo demás,  han lanzado un mensaje inequívoco a los mercados, gobiernos incompetentes y especuladores varios: continúen ustedes jugando a lo que quieran que, si vienen mal dadas, el dinero público les sacará de cualquier apuro en el que se metan. Una vergüenza. Mejor dicho, otra vergüenza que, probablemente, sólo servirá para empeorar las cosas en el momento, inevitable, en el que haya que dejarse de encantamientos y atenerse a la realidad.

domingo, 9 de mayo de 2010

Comedores de patatas

De Aardappeleters -los comedores de patatas- Vincent Van Gogh, 1885. La pintura representa una familia holandesa, a dieta de patatas, justo antes de la era del petróleo. Los descendientes de esa familia tendrán hoy, a poca distancia de su casa, varios supermercados con las estanterías repletas de comida traída, mayoritariamente, de países del tercer mundo, a los que se les ha impuesto una producción especializada en nuestro beneficio, factible sólo gracias a la utilización de mano de obra semiesclavizada, al consumo masivo de fertilizantes, procedentes del petróleo, a la utilización también masiva de maquinaria agrícola movida, por supuesto, con derivados del petróleo y a la posibilidad de llevarlo de una parte a otra en un tiempo récord gracias, también, al petróleo. Lo más curioso de todo esto es que nadie parece creer que necesitamos un plan B, o lo creen y no se les ocurre ninguno que es, por ejemplo, lo que me pasa a mí, por si la crisis económica, que parece cada vez más inmune a los exorcismos y sortilegios del gobierno o la crisis energética dejan un día las estanterías vacías, porque, con todos los terrenos agrícolas en torno a las ciudades grandes y pequeñas, cubiertos de urbanizaciones, será difícil encontrar un espacio apto para cultivar patatas.
El gobierno español, a la fuerza ahorcan, se propone, después de haber abominado no hace ni dos días de las reducciones drásticas, reducir, más, el déficit para restaurar, dicen, la confianza en la economía española, en medio punto porcentual este año y en un punto enterito el año que viene, lo que, según parece, quiere decir que va a dejar de gastar 15000 millones de euros, de los que cinco mil figuraban en el presupuesto de gastos vigente y 10000 en un presupuesto, el de 2011, que aún está por hacer y  que son,  más o menos, lo que se ha gastado en los planes de estímulo, levantar aceras o subvencionar la compra de coches nuevos o en la tontería aquella de los 400€ para cada quisque. Me gustaría saber a quién, o a qué, le va a quitar 15000 M€ un gobierno que tiene horror a cualquier forma de conflicto susceptible de quitarle votos  y una incapacidad congénita para la rectificación.

jueves, 6 de mayo de 2010

Esto se complica (más).

Bueno, pues no. Los 80$ por barril no eran el suelo para los precios del crudo ni parece que el dinero que ha salido estos días de las bolsas de valores se esté invirtiendo en materias primas. El petróleo está cayendo al mismo, o parecido, ritmo que las bolsas europeas y, a última hora de hoy, la de Nueva York. Las razones por las que está pasando esto, sobre todo después de que Obama haya paralizado la búsqueda de nuevos yacimientos en la costa de Estados Unidos como consecuencia de la catástrofe de Louisiana,  se me escapan por completo. Ni hay nuevos descubrimientos ni se sabe que los chinos, ajenos, por el momento a esta turbulencia bursátil, hayan pensado reducir su consumo. Lo único que se me ocurre es que los que invierten en los mercados de futuros estén descontando una crisis, con la subsiguiente caída del consumo energético,  más duradera de lo previsto.


Por otra parte, España ha conseguido colocar 3.000 millones de euros en bonos del estado a cinco años, bien es verdad que gracias a las presiones ejercidas por el gobierno sobre la banca española y a un interés 0.71 puntos más alto que en la subasta de marzo, con lo que de momento, y por los pelos, el estado español mantiene su capacidad de financiarse en los mercados de deuda. No sé si esto es una buena o una mala noticia. Probablemente sería mejor reducir los gastos y no incrementar la deuda, al menos hasta que retomar la senda del crecimiento vuelva a ser una opción de futuro. Que ya veremos.

sábado, 1 de mayo de 2010

1 de Mayo

 Si la economía vuelve a crecer, algo indispensable para que el sistema monetario, basado en la deuda y por tanto en el crecimiento exponencial,  no se hunda, será por razones que poco tendrán  que ver con los trucos y monerías de este gobierno que, como cree firmemente que todo lo que está pasando se puede atribuir al comportamiento cíclico de la economía y, por supuesto, a la conjura exterior, se dedica a anunciar la recuperación, un día sí y otro también, con la esperanza de acertar alguna vez y de que se olviden los fiascos anteriores. La oposición, por su parte, que también cree en los ciclos y sobre todo en la misericordia divina, confía en que esta fase contractiva se prolongue, al menos, hasta las elecciones y mientras tanto siguen exigiendo reformas estructurales que es una forma, como otra cualquiera, de no decir nada. O de pedir, pero sin que se note, el despido libre para que la crisis la paguen los de siempre. Hasta ahora al gobierno eso le parecía un asunto intocable pero hoy eso ya no está tan claro -según Zapatero la reforma laboral es ahora decisiva-. Ya veremos lo que quiere decir con eso, si es que él mismo lo sabe y no se trata de otra boutade, para salir del paso, pero tal como están las cosas hay medidas, probablemente indispensables, que están fuera del alcance del gobierno. Con 4,5 millones de parados, cualquier metedura de pata con los sindicatos, que hacen lo que pueden para contener la agitación en las calles, puede llevarse al gobierno por delante y crear un clima social irrespirable. La tímida y a todas luces insuficiente reestructuración de la administración y las empresas públicas, anunciada como el primer gran paso en la contención del déficit pero que apenas ha afectado a 32, no demasiado altos, cargos, ha dejado claro, por si había alguna duda, que tampoco por ahí el gobierno se va a complicar la vida. Sin reforma laboral, sin adelgazamiento de la administración, con la deuda disparada y los intereses cada vez más altos, gracias a la rebaja en la calificación y sin posibilidades de devaluar la moneda, el gobierno tiene un margen de maniobra muy escaso. O nulo.


jueves, 15 de abril de 2010

¿Cuando terminó la recesión? (En Estados Unidos)

Resumen: Puede que terminara en junio de 2009 pero, desde entonces, se han perdido 900.000 empleos en Estados Unidos y la sangría sigue aumentando. En ocasiones anteriores -ver gráfico- el comportamiento de la economía ha sido completamente diferente y el empleo se ha recuperado casi inmediatamente después de la recesión.

The recession

When did it end?

A question of not just academic interest

Apr 15th 2010 | WASHINGTON, DC | From The Economist print edition
THE American recession is over. In the summer of 2009 real GDP and industrial production hit bottom and resumed growth, and expansion in both measures strengthened as the year ended. Industrial production has continued to grow in early 2010 as, in all likelihood, has output. By the end of the current quarter the American economy may have returned to its pre-recession peak in real GDP.
Most economists agree about all of this. Prominent voices like Northwestern University’s Robert Gordon, Harvard’s Jeffrey Frankel, and Stanford’s Robert Hall have declared the recession dead and gone. But those men all sit on the National Bureau of Economic Research’s recession-dating committee, responsible for pinpointing the beginning and end of business cycles. On April 12th that committee announced that it was not able to set an official end-date for the American recession.
That a date has not yet been chosen is not that unusual; the committee has taken longer to decide in past recessions. The choice to delay a conclusive statement may have been an act of caution, to avoid a black eye in the event that the economy contracts again before reaching its previous peak.
But the suggestion that the economic pain is not yet definitively over struck a discordant note amid cheerier headlines. Earlier in the month this paper expressed the hope that a needed transition in the American economy had begun, and others have gone further. The New York Times and Washington Post have both featured business columnists arguing that Americans are too pessimistic about the strength of the economy. BusinessWeek praised the success of Obamanomics on its cover. Newsweek’s cover announced, “America’s Back! The Remarkable Tale of Our Economic Turnaround”.
Some optimism is warranted. Recent data indicate that recovery in manufacturing is well established, and service-industry expansion has picked up pace in each of the past three months. Labour markets are finally improving; during the first quarter of this year employment grew by 162,000 or 1.4m, depending on which data set you use. And investors have bought the idea of recovery. The Dow Jones Industrial Average has risen by over 10% since early February, and recently closed above 11,000 for the first time since September 2008.
But full-throated cheerleading is premature. By Mr Gordon’s calculations, much of the data point to June 2009 as the likely recession end-date. Since then the American economy has seen a net deterioration in employment by about 900,000 workers. The performance is by far the worst nine-month stretch following a recession of any post-war downturn (see chart). The last time the American unemployment rate rose above 10%, during the recession of 1981-82, the economy added between 1m and 2.5m jobs in the first nine months of recovery.
Meanwhile, housing markets look shaky just as government schemes to support the sector are ending. The Federal Reserve is not cheering: on April 14th Ben Bernanke, the chairman, predicted a “moderate” recovery amidst “significant restraints”. Small-business confidence declined in March for a second month. Any number of unpredictable shocks, from a big sovereign default to rapid monetary tightening in overheating emerging markets, could undermine the recovery.
No vulnerability is so worrisome as unemployment. As of March, 15m Americans were jobless, while another 9m were unwillingly working only part-time. Knowing just when the recession ended will not be of much comfort to them.

miércoles, 7 de abril de 2010

Más de lo mismo

Mientras el petróleo crudo se queda, de momento, en el entorno de los 86$/b, después de haber estado esta mañana a 86.66$/b, el Sr. Presidente del actual gobierno de España nos sorprende, es un decir, con nuevas iniciativas para potenciar nuestra economía, crear puestos de trabajo y devolvernos, cuanto antes, a la senda del crecimiento. Son sus palabras, claro, no las mías. En esta ocasión se trata de subvencionar coches eléctricos y de promover obra pública, iniciativas que no son nuevas ni servirán para nada que no sea engordar, más,  las cuentas corrientes de algunos, derrochar millones de euros de dinero público y llevar la deuda a niveles más insoportables, si es que eso es posible o tiene aún alguna importancia. Como ejemplo de lo que digo y relacionado también con el manido y cada vez más insoportable tema de la sostenibilidad, basta citar lo ocurrido con una planta de producción de biodiesel, inaugurada a bombo y platillo en 2007 en la antigua azucarera de Linares (Jaén), citada como referencia europea en el campo de los biocombustibles y subvencionada, faltaría más,  con 24 millones de euros, que lleva cerrada desde diciembre pasado, fecha en la que se acabó la subvención. Esto último, lamentablemente, está dentro de la lógica de las cosas: si quieren seguir produciendo biodiesel, con el único objeto de apuntarse algún tanto en el cuento de la sostenibilidad, que lo subvencionen porque lo que es obvio es que jamás será rentable, compite directamente con la producción de alimentos,seriamente comprometida ya por múltiples razones y que su tasa de retorno, real,  no superará, en el mejor de los casos, el 1:1.

Y en cuanto a los coches eléctricos no queda gran cosa que decir que no se haya dicho. Son un experimento de laboratorio que corre razonablemente bien en pistas de pruebas. Sustituir el parque actual por esos modelos está, definitivamente,  fuera de nuestras posibilidades actuales y previsibles y eso dejando aparte que esa tecnología, como todas las tecnologías y todas las ‘energías’ actuales es totalmente dependiente del petróleo y de los combustibles fósiles sin los cuales no tendríamos ni coches eléctricos ni de hidrógeno, ni tampoco electricidad o hidrógeno que, supongo, será lo siguiente que subvencionarán. Lo de promover nueva obra pública a estas alturas ni siquiera merece comentarios y lo de que no le va a costar nada al Estado hasta 2014, Zapatero dixit,  menos aún.