Mr. Hollande ha ganado las elecciones a la presidencia de la
República Francesa o, lo que viene a ser
lo mismo, Mr. Sarkozy, hasta ahora Presidente, las ha perdido. Como Mr. Sarkozy era, ostensiblemente,
aliado político de la Canciller federal alemana, Frau Merkel, en su declarado
propósito de imponer medidas de austeridad,
procíclicas,
cuyo efecto más inmediato parece haber sido el de agravar la crisis económica
que sufre Europa y en particular algunos países del sur, como Grecia, Italia,
Portugal, España y en alguna medida la propia Francia, su derrota ha sido vista
por algunas personas, bastantes, como una especie de anticipo del fin de esas
medidas y la promesa, formulada de manera más o menos explícita por el candidato vencedor, de sustituirlas por otras,
contracíclicas, de tipo Keynesiano que nos lleven, de nuevo, a la venturosa senda del crecimiento que nunca
debimos haber abandonado, amén. Este es, en mi opinión, un punto de vista
excesivamente simple y basado en la idea de que la posibilidad de recurrir al
crédito, entendido aquí en el sentido de pedir prestado al futuro, no está,
aún, agotada. El problema es que lo que esperamos que el futuro nos preste no
es dinero, que siempre se puede imprimir o teclear en un terminal de
computador, sino recursos naturales, minerales, petróleo, uranio, tierras
raras, agua, terrenos agrícolas, etc… recursos que, por supuesto, no podremos
devolver ni aún en el caso de que semejante cosa, la idea de devolver nada, se nos hubiera pasado alguna vez por la
cabeza. Hay una película norteamericana
de 1973, dirigida por Richard Fleischer y titulada Soylent Green cuyo título
español, por una vez, es mucho mejor que el original: ‘
Cuando el destino nos
alcance’. El argumento presenta un tiempo en el que la humanidad ha agotado
prácticamente todos los recursos, esos que aún hoy estamos dilapidando y el
único alimento disponible consiste en una sustancia verde, distribuida por las
autoridades y llamada Soylent Green. Al final de la película se descubre que el
Soylent Green se fabrica con los cuerpos de los humanos a los que se invita a
pasar, plácidamente, a una vida mejor desde una habitación en la que pueden escuchar
música y ver imágenes del planeta cuando aún había agua, pastos y parajes
idílicos. Mejor aún que el título citado hubiera sido ‘
Cuando el futuro nos
alcance’, ese futuro al que hemos estado pidiendo prestado en la confianza de
que estaba lo bastante lejos como para que sus habitantes no pudieran reclamarnos
nada. Un futuro que, inevitablemente, alcanzaremos y para entonces ya no habrá
rescates ni medidas de estímulo que nos devuelvan a un crecimiento imposible. Todo esto, sin embargo, no debe entenderse en el sentido de que Frau Merkel o Mr. Sarkozy o los intereses que representan tengan o hayan tenido alguna preocupación real por los problemas que podamos dejar a las generaciones futuras. No. Eso es impensable en políticos cuyo horizonte está, como mucho, en las próximas elecciones y normalmente en los titulares y las cotizaciones de las próximas 24 horas. Ellos y todos los que están abogando ahora por la adopción de medidas de austeridad, sólo están preocupados, creo que ya lo he dicho, por su propia supervivencia política que creen ligada a la posibilidad de seguir atendiendo los intereses de la deuda pública, de la que depende directamente la financiación que necesitan para mantener un estado mínimo que puedan seguir gobernando. Podrían hacer otras cosas, acabar con el privilegio de los bancos de crear dinero a partir de la nada, por ejemplo, pero eso iría directamente contra los intereses que representan o que les permiten estar donde están.