lunes, 7 de mayo de 2012

Cuando el futuro nos alcance


Mr. Hollande ha ganado las elecciones a la presidencia de la República Francesa  o, lo que viene a ser lo mismo, Mr. Sarkozy, hasta ahora Presidente,  las ha perdido. Como Mr. Sarkozy era, ostensiblemente, aliado político de la Canciller federal alemana, Frau Merkel, en su declarado propósito de imponer medidas de austeridad,  procíclicas, cuyo efecto más inmediato parece haber sido el de agravar la crisis económica que sufre Europa y en particular algunos países del sur, como Grecia, Italia, Portugal, España y en alguna medida la propia Francia, su derrota ha sido vista por algunas personas, bastantes, como una especie de anticipo del fin de esas medidas y la promesa, formulada de manera más o menos explícita por el candidato vencedor, de sustituirlas por otras, contracíclicas, de tipo Keynesiano que nos lleven, de nuevo,  a la venturosa senda del crecimiento que nunca debimos haber abandonado, amén. Este es, en mi opinión, un punto de vista excesivamente simple y basado en la idea de que la posibilidad de recurrir al crédito, entendido aquí en el sentido de pedir prestado al futuro, no está, aún, agotada. El problema es que lo que esperamos que el futuro nos preste no es dinero, que siempre se puede imprimir o teclear en un terminal de computador, sino recursos naturales, minerales, petróleo, uranio, tierras raras, agua, terrenos agrícolas, etc… recursos que, por supuesto, no podremos devolver ni aún en el caso de que semejante cosa, la idea de devolver nada,  se nos hubiera pasado alguna vez por la cabeza.  Hay una película norteamericana de 1973, dirigida por Richard Fleischer y titulada Soylent Green cuyo título español, por una vez, es mucho mejor que el original: ‘Cuando el destino nos alcance’. El argumento presenta un tiempo en el que la humanidad ha agotado prácticamente todos los recursos, esos que aún hoy estamos dilapidando y el único alimento disponible consiste en una sustancia verde, distribuida por las autoridades y llamada Soylent Green. Al final de la película se descubre que el Soylent Green se fabrica con los cuerpos de los humanos a los que se invita a pasar, plácidamente, a una vida mejor desde una habitación en la que pueden escuchar música y ver imágenes del planeta cuando aún había agua, pastos y parajes idílicos. Mejor aún que el título citado hubiera sido ‘Cuando el futuro nos alcance’, ese futuro al que hemos estado pidiendo prestado en la confianza de que estaba lo bastante lejos como para que sus habitantes no pudieran reclamarnos nada. Un futuro que, inevitablemente, alcanzaremos y para entonces ya no habrá rescates ni medidas de estímulo que nos devuelvan a un crecimiento imposible. Todo esto, sin embargo, no debe entenderse en el sentido de que Frau Merkel o Mr. Sarkozy o los intereses que representan tengan o hayan tenido alguna preocupación real por los problemas que podamos dejar a las generaciones futuras. No. Eso es impensable en políticos cuyo horizonte está, como mucho, en las próximas elecciones y normalmente en los titulares y las cotizaciones de las próximas 24 horas. Ellos y todos los que están abogando ahora por la adopción de medidas de austeridad, sólo están preocupados, creo que ya lo he dicho, por su propia supervivencia política que creen ligada a la posibilidad de seguir atendiendo los intereses de la deuda pública, de la que depende directamente  la financiación que necesitan para mantener un estado mínimo que puedan seguir gobernando. Podrían hacer otras cosas, acabar con el privilegio de los bancos de crear dinero a partir de la nada, por ejemplo, pero eso iría directamente contra los intereses que representan o que les permiten estar donde están.