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sábado, 27 de octubre de 2012

Bancos


Tengo que confesar que no soporto a los bancos. Creo que es un negocio, el de la intermediación financiera, que puede tener su razón de ser cuando se gestiona de una manera honorable, abierta y en beneficio de la sociedad. Lo que tenemos, en cambio, es una casta privilegiada que detenta, en contra de toda lógica y de todo sentido,  el poder de crear dinero de la nada y obtener beneficios prestando ese dinero irreal que, sin embargo, genera una deuda y unos intereses muy reales aunque tanto unos como la otra y el mismo dinero creado no sean más que apuntes contables en un terminal de computador.

Una deuda y unos intereses a los que, obviamente, sólo se puede hacer frente en un entorno de crecimiento económico exponencial, evidentemente insostenible a medio plazo, pero del que ahora depende no sólo el pago de la deuda, una cuestión aparentemente menor,  pero que tiene efectos desastrosos sobre las personas y las naciones, sino el funcionamiento de todo un sistema económico cuyo combustible, tan real como petróleo u otros almacenes de energía fósil, es ese dinero creado como deuda y que el mundo se debe a sí mismo, forzando un consumo irracional de productos, incluidos los alimentos,  creados con un aporte energético en declive y unos materiales cada vez más escasos.

La solución es muy complicada. Los que controlan el sistema financiero controlan también el poder ejecutivo, el judicial y tienen las armas, pero impedir que los bancos presten un dinero que no tienen -elevar a 100 la reserva fraccionaria- y detener la especulación financiera, desatada ya ante el simple anuncio de los millones que se supone que lloverán sobre los bancos con el dichoso rescate, son medidas que podrían reducir nuestra dependencia del crecimiento sostenido, que es físicamente imposible y llevarnos suavemente hacia una sociedad en la que vivir con menos, con mucho menos,  no significara, necesariamente, colapso, hambre y guerra.

viernes, 18 de mayo de 2012

Por fin, viernes


El marco narrativo de la presente crisis, o lo que sea esto, incluye, por supuesto, la evolución de unos cuantos indicadores, que, en el caso de España, por ejemplo, podrían ser, entre otros,  la prima de riesgo, el IBEX35, el PIB o el número de desempleados y en otros países otros similares. También la idea de que la situación volverá a la normalidad, entendiendo por tal una en la que el PIB sube y el desempleo baja, o a lo que se conoce en el argot de políticos y economistas como la senda del crecimiento, más tarde o más temprano. Por el momento, sin embargo, todos los indicadores muestran una preocupante y persistente tendencia a empeorar, con efectos que, ciertamente, no son iguales ni son igualmente percibidos por un desempleado de larga duración, al que se le están agotando los recursos para mantener a su familia, que por un inversor que puede ganar, o perder, en una sesión varios millones de euros. En realidad, y este es el tema de esta entrada,  se trata, no sólo de dos percepciones distintas, sino también de dos economías y de dos mundos distintos, aunque fatalmente interrelacionados. La economía productiva, en la que trabajaba el ahora desempleado, afectada por la sobreproducción, la automatización de procesos, que requieren cada vez menos mano de obra, la crisis energética que pone en peligro la globalización y el agotamiento paulatino de recursos esenciales, tiene cada vez menos que ver con la financiera, de casino,  basada en el apalancamiento, la especulación y la creación y comercialización de productos bancarios de laboratorio, ajena por completo a su antiguo papel de intermediaria entre el capital y los demás factores de producción. Mientras la primera ha alcanzado o está a punto de alcanzar, sus límites naturales, consecuencia inevitable de la finitud del planeta que habitamos y de la vigencia de las leyes de la termodinámica, la segunda está abocada, casi por definición,  a un crecimiento exponencial indefinido que no puede sostenerse porque, en última instancia, el dinero, concebido como instrumento para facilitar el trueque, incluido el dinero fantasma tecleado en un terminal de computador,  tiene que representar valores tangibles o ser capaz de transformarse en ellos y la acumulación de cantidades absurdas en unas pocas manos tiene, entre otros, el perverso efecto de que, el que aún está en manos de la gente corriente, cada vez sirve para menos.

viernes, 26 de agosto de 2011

El que paga... puede seguir pidiendo.


La modificación del artículo 135 de la Constitución Española para limitar el déficit público, acordada con nocturnidad y a toda prisa por los partidos mayoritarios en este tórrido final del mes de agosto, parece más bien una pamema –acepción 3 del DRAE- destinada al consumo interno –cada medida, de las adoptadas una semana sí y otra también por el gobierno, es tanto o más inútil que la anterior pero debe, al menos, ser más espectacular- a contentar a los alemanes y también a los dichosos, evanescentes y ubicuos mercados que reclaman alguna medida que les asegure que este y sucesivos gobiernos considerarán prioritario el pago de la deuda(*). Porque y a pesar de lo que se nos está vendiendo, aquí se trata, sobre todo, de ir atendiendo los vencimientos de la deuda actual con más dinero prestado, más deuda, que sólo podrá obtenerse si el prestamista tiene razones para creer que lo recuperará, junto con el interés pactado. El déficit y la política fiscal son, en ausencia de política monetaria propia que el Euro hace ya imposible, las herramientas contracíclicas clásicas –keynesianas- pero el déficit en el que se incurre en tiempos de vacas flacas debe ser, teóricamente, al menos, enjugado cuando llegan las vacas gordas y para enjugar el déficit y pagar los correspondientes intereses es necesario que la economía crezca y para ello, naturalmente, que se disponga de la energía necesaria.
Como las cosas ya no son así y los gestores de los fondos de inversión saben mejor, por lo visto, que los gobiernos, que ya no pueden contar con el crecimiento de la economía para recuperar su dinero, fuerzan la adopción de este tipo de medidas que, al menos, servirán para justificar ante sus inversores la colocación de unos fondos que tampoco tienen otro lugar donde invertir y si el gobierno, convenientemente jaleado, al menos en esta ocasión, por la oposición se aviene a ello es, simplemente, porque no tiene la menor idea de por dónde le sopla el viento y acoge con alborozo cualquier oportunidad de hacer algo, aunque sea tan rocambolesco y aparentemente sin sentido como promover una reforma constitucional para prohibir, pero no mucho, el déficit, algo que ya prohibe, o limita, el tratado de Maastricht, a poco más de dos meses de unas elecciones generales y contra el parecer de su cabeza de lista que, haciendo de la necesidad virtud, dice ahora que, sólo así, se garantizará el estado del bienestar aunque, como se puede ver en este vídeo, con no demasiado entusiasmo.

(*) Art. 135.3
...
Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de prioridad absoluta. Estos créditos no podrán ser objeto de enmienda o modificación, mientras se ajusten a las condiciones de la Ley de emisión.


Las imágenes, tomadas de distintos medios de comunicación, están desactualizadas y las cifras que en ellas aparecen no corresponden a la fecha de este post.

lunes, 10 de mayo de 2010

Y subió la bolsa...

Preguntas (de un ingenuo) ¿Para qué sirve la bolsa? ¿qué sentido tiene que un índice, el Ibex, por ejemplo, gane o pierda 1000 puntos en una sesión? ¿tienen esos altibajos algo que ver con la economía real? ¿el banco de Santander, por ejemplo,  ha mejorado, en algo, su negocio en relación con la semana pasada? ¿había empeorado algo la semana pasada en relación con la anterior?

Respuestas (de un cínico) A mí para nada, ninguno, no, no y no.


Esto que está pasando, en la bolsa y sobre todo en los mercados de deuda y derivados donde la cosa aún ha sido más gorda, como casi todo en esta economía, por llamarla de alguna manera, no tiene nada que ver con cosas tangibles ni, por extensión, con la realidad. No son más que fantasías generadas por computador. Ahora resulta que lo que había en las bolsas la semana pasada, según el titular de Cotizalia, reproducido más arriba, eran manadas de lobos. Como los lobos se van, la bolsa sube y como la bolsa sube, los lobos no sólo se van sino que se van despavoridos. ¿está claro?. Claro que no. Profundizando un poco más,  parece que de lo que se trata es de que los que juegan a corto, es decir, los que venden acciones que no tienen, o que han pedido prestadas,  a precios altos para comprarlas y devolverlas, cuando bajen quedándose con la diferencia, han seguido vendiendo más allá de lo razonable y se han cogido, bendito sea dios, los dedos. Pero como tenían que devolver las acciones prestadas,  no tienen más remedio que comprarlas a toda prisa antes de que el precio, impulsado por sus mismas compras, suba todavía más. A mí estos tíos no me parecen ni más ni menos lobos -golfos- que los bancos, que crean de la nada el dinero que prestan, confiando en que se les devolverá y que, cuando no se les devuelve, van a llorar al Estado para que les compense. Ahora los gobiernos europeos, con su superfondo de salvación de 750000 millones de euros, tan fantástico como todo lo demás,  han lanzado un mensaje inequívoco a los mercados, gobiernos incompetentes y especuladores varios: continúen ustedes jugando a lo que quieran que, si vienen mal dadas, el dinero público les sacará de cualquier apuro en el que se metan. Una vergüenza. Mejor dicho, otra vergüenza que, probablemente, sólo servirá para empeorar las cosas en el momento, inevitable, en el que haya que dejarse de encantamientos y atenerse a la realidad.

viernes, 16 de abril de 2010

When push comes to shove…

Los optimistas, cornucopianos, o los que dicen que esto se arregla a base de contarnos unos a otros historias más o menos edificantes e inspiradoras,  como los promotores de una curiosa iniciativa puesta en marcha, sin demasiado éxito, hace unos meses, deben ser, en general, buena gente, cargada de buenas intenciones y con un legítimo y perfectamente comprensible deseo de que las cosas les vayan bien a ellos y también a los demás, durante todo el tiempo posible.  Pero que sean buena gente no significa, necesariamente, que sean inofensivos. El optimismo injustificado es casi siempre un peligro, incluso cuando sólo trata, es el caso de la Web citada más arriba, de animar el consumo al que, en este extraño modelo económico, se le atribuyen poderes taumatúrgicos en relación con la marcha de la economía. Cuando, como es el caso de los que niegan la inminencia e incluso la posibilidad de un pico de petróleo o creen que la energía que actualmente se extrae de los combustibles fósiles se obtendrá con análoga facilidad de otras fuentes limpias o renovables, el optimismo impide o restringe la adopción, a tiempo, de determinadas medidas correctoras es, además de peligroso, suicida, aunque no por eso deja de tener cierta lógica. El optimismo es necesario para sostener el tinglado actual, en eso tienen razón los de la página Web y el actual gobierno de España, porque el optimismo es la base de la confianza, precisamente la paginita de marras está producida por una fundación denominada Fundación Confianza, y la confianza es lo que sostiene, por ejemplo,  el valor de la moneda en cualquier circunstancia, pero mucho más en una situación como esta,  en la que la deuda ha rebasado con creces los límites de lo asumible. El dinero que circula en billetes o monedas, denominado en Euros, dólares, yuanes, libras esterlinas o en lo que sea, es apenas un 4 o un 5 por ciento del total en circulación y es la parte creada por las CECAS y los bancos centrales. El resto es mayoritariamente dinero bancario, creado por los bancos privados, como deuda,  con la única garantía de la confianza en que el deudor se hará cargo de ella y la pagará.

La mayor parte del dinero en circulación, por lo tanto, está respaldado por compromisos que no se sabe si se podrán cumplir o que sólo se podrían cumplir en un entorno y en unas circunstancias muy diferentes a las actuales. El valor del dinero es lo que aparece en los billetes o monedas o lo que consta en las cuentas y depósitos, es decir, 10€ valen 10€, pero sólo mientras nos avengamos a guardar esos 10€ en el banco o en casa. Si, por el contrario, a la gente, a toda o a bastante gente,  le diera por transformar sus billetes, monedas y apuntes bancarios en cosas tangibles se encontraría con que el valor real de todos los bienes y servicios disponibles es insignificante, en comparación con la cantidad de dinero en circulación. Y eso en un momento en que la restricción de crédito amenaza con asfixiar la economía, lo que podría parecer, pero no lo es, un contrasentido. El crecimiento es lo único que puede garantizar el pago de la deuda. Sin crecimiento podríamos llegar, sólo en teoría, a pagar el principal pero el pago de los intereses exige que la producción de bienes y servicios de mañana sea superior a la de hoy. De lo contrario todo el sistema se colapsa. Y el crecimiento requiere energía, energía concentrada, abundante y barata. En definitiva, petróleo. Y petróleo de origen convencional. Nada de arenas bituminosas, petróleo enterrado varios kilómetros por debajo del fondo del mar o supuestas reservas sin confirmar. Sin esa energía adicional, hoy más que ayer pero menos que mañana, como decía una medallita que se vendía en España hace cuarenta años, no hay crecimiento y en un sistema económico que no contempla el stand by, eso pone las cosas muy difíciles. Una solución parcial o un amago de solución parcial, podría ser la reforma monetaria. Acabar con la creación del dinero como deuda y que los bancos centrales y los estados nacionales o las organizaciones supranacionales recuperen el viejo poder de los reyes de acuñar moneda de forma exclusiva, moneda que se crearía libre de deuda y podría ser puesta en circulación para  pagar las nuevas infraestructuras y otros compromisos públicos.  Hoy por hoy, si el gobierno quiere gastar dinero tiene que pedirlo prestado y pagar por él un interés y los únicos beneficiarios son los bancos que tanto han contribuido, ahora y antes de ahora, a que la economía entre de tanto en tanto en crisis cada vez más graves y más difíciles de resolver. Pero esto es sólo una solución a medias, o ni siquiera eso,  del problema de la incompatibilidad entre la finitud de los recursos minerales y energéticos del planeta y el crecimiento exponencial de la masa monetaria. Hay otros problemas, derivados del crecimiento insostenible, del agotamiento de recursos irreemplazables para los que hemos creado una necesidad insoslayable, por ejemplo en alimentos, combustible para automoción y todo lo que garantiza el mantenimiento de una economía globalizada que permite el sostenimiento de una población de casi 7.000 millones de personas en un planeta cuya capacidad de carga está en estos momento en el límite o eso, al menos, es lo que puede deducirse de las condiciones, más que precarias, en las que se desenvuelve actualmente la vida de millones de personas y de otros indicadores al alcance de cualquiera. Estos problemas no se resolverán con artificios monetarios sino con una reducción drástica del consumo y de la población del planeta. A ver si aparece algún voluntario. O voluntaria, que diría la ministra de igualdad.

domingo, 18 de octubre de 2009

Razones para una reforma monetaria. Un apunte histórico.

Durante la guerra civil americana, el Presidente Abraham Lincoln se vio obligado a poner en circulación una nueva moneda, los Greenbacks, sin la cual el Norte hubiera perdido la guerra. Al acabar esta con la derrota de la confederación, esclavista y separatista, Lincoln explicó al Senado de los Estados Unidos las razones que tuvo para emitir los Greenbacks, enunciando así la política monetaria que se proponía implantar en el futuro. De haber tenido tiempo para ello, fue asesinado pocas semanas después, las cosas hubieran sido muy diferentes, en los Estados Unidos y en todo el mundo civilizado, pero no lo tuvo y el verdadero poder, hoy, sigue estando en manos de los bancos.

Abe Lincoln Monetary Policy

Money is the creature of law, and the creation of the original issue of money should be maintained as the exclusive monopoly of national government. Money possesses no value to the state other than that given to it by circulation.

Capital has its proper place and is entitled to every protection. The wages of men should be recognized in the structure of and in the social order as more important than the wages of money.

No duty is more imperative for the government than the duty it owes the people to furnish them with a sound and uniform currency, and of regulating the circulation of the medium of exchange so that labour will be protected from a vicious currency, and commerce will be facilitated by cheap and safe exchanges.

The available supply of gold and silver being wholly inadequate to permit the issuance of coins of intrinsic value or paper currency convertible into coin in the volume required to serve the needs of the People, some other basis for the issue of currency must be developed, and some means other than that of convertibility into coin must be developed to prevent undue fluctuation in the value of paper currency or any other substitute for money of intrinsic value that may come into use.

The monetary needs of increasing numbers of people advancing towards higher standards of living can and should be met by the government. Such needs can be met by the issue of national currency and credit through the operation of a national banking system. The circulation of a medium of exchange issued and backed by the government can be properly regulated and redundancy of issue avoided by withdrawing from circulation such amounts as may be necessary by taxation, re-deposit and otherwise. Government has the power to regulate the currency and credit of the nation.

Government should stand behind its currency and credit and the bank deposits of the nation. No individual should suffer a loss of money through depreciation or inflated currency or Bank bankruptcy.

Government, possessing the power to create and issue currency and credit as money and enjoying the right to withdraw both currency and credit from circulation by taxation and otherwise, need not and should not borrow capital at interest as a means of financing government work and public enterprise. The government should create, issue and circulate all the currency and credit needed to satisfy the spending power of the government and the buying power of consumers. The privilege of creating and issuing money is not only the supreme prerogative of government, but it is the government's greatest creative opportunity.

By the adoption of these principles, the long-felt want for a uniform medium will be satisfied. The taxpayers will be saved immense sums of interest, discounts, and exchanges. The financing of all public enterprises, the maintenance of stable government and ordered progress, and the conduct of the Treasury will become matters of practical administration. The people can and will be furnished with a currency as safe as their own government. Money will cease to be the master and become the servant of humanity. Democracy will rise superior to the money power.

Abraham Lincoln, Senate document 23, Page 91. 1865.

Algunos años después de transcribir el texto atribuido a Lincoln he intentado verificar su autoría pero no ha habido manera de hacerlo. Hoy mi opinión es que es extremadamente improbable que fuera escrito o sugerido por él. Más bien parece una declaración contemporánea, o post Keynesiana, para amparar, bajo la capa del prestigio de Lincoln, una determinada política monetaria. 

jueves, 15 de octubre de 2009

Dinero

En la economía actual lo más importante es el dinero, quién lo hace, cómo circula y por supuesto, quién lo tiene. Si a usted le preguntan por el origen del dinero que cree que tiene en el banco y con el que paga puntualmente, o eso espero, sus facturas de luz y agua y sus hipotecas y trampas diversas, contestará, sin duda, que el dinero lo hacía el gobierno, por medio del Banco de España, cuando la moneda de curso legal era la peseta y que, ahora, es el Banco Central Europeo el responsable del dinero en circulación. Probablemente, estará, también, convencido de que si va a un banco a pedir un préstamo y tiene la suerte de que se lo den, es decir, si tiene usted más dinero del que va a pedir, es porque el banco tenía previamente ese dinero, ya sea procedente de depósitos de ahorradores o de sus propios fondos. En ambos casos estará usted muy equivocado. Sólo entre un 3 y un 7% del dinero en circulación tiene la forma de monedas o billetes, fabricados por las casas de la Moneda o los Bancos Centrales. El resto lo crean los bancos comerciales, en teoría ateniéndose a los límites establecidos por lo que llaman coeficiente de caja pero, en realidad, sin límite ninguno, en el momento en que le prestan a usted el dinero y con la única garantía de que lo va a devolver. Esto tiene dos consecuencias muy importantes. La primera es que el estado ha renunciado, de hecho, a su monopolio en la fabricación y puesta en circulación del dinero, en beneficio de los bancos, instituciones de carácter privado y con ánimo de lucro, con lo cual el mismo estado, cuando necesita dinero y en el colmo del despropósito, ha de pedirlo prestado y pagar por él un interés, a esos mismos bancos. La segunda y más importante, es que casi todo el dinero en circulación se ha creado como deuda, que hay que pagar, con lo cual el crecimiento se convierte en una necesidad absoluta desde el punto de vista monetario, por más que resulte insostenible desde el punto de vista de la finitud del entorno en el que nos movemos y de los recursos que contiene. No sé si me explico.

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