lunes, 14 de diciembre de 2009

Optimistas que somos.

El gobierno y la banca creen, o fingen creer, que lo que hace falta es encarar la crisis y los problemas en general, con renovadas dosis de optimismo. Porque, evidentemente, un empresario optimista será mucho más proclive a contratar trabajadores que otro, al que un, seguramente injustificado, pesimismo le lleve a no ver ningún futuro a su empresa. La economía depende, y mucho, de la capacidad del gobierno para inducir optimismo en los empresarios, para que contraten trabajadores y en los mismos trabajadores, para que abandonen prácticas de ahorro y austeridad, muy meritorias a nivel individual pero totalmente indeseables desde el punto de vista general, y se dediquen a consumir las cosas que producen o venden o transportan los empresarios.

El optimismo es, pues,  la clave, la solución, de todo este embrollo de las crisis. Si los empresarios son optimistas, en cuanto a la acogida que van a tener sus productos, contratarán trabajadores o mantendrán en sus puestos a los que ya tienen. Estos trabajadores, con el optimismo acrecentado con su nuevo puesto de trabajo o con la seguridad de conservar el viejo, consumirán lo que se les ofrezca y pedirán más, dando así lugar a un círculo virtuoso que nos alejará, por algún tiempo, al menos, de los fantasmas de la crisis, la recesión y la depresión para seguir transitando, con renovado optimismo, por la senda del crecimiento. Desgraciadamente, no es suficiente con comprar y vender para que todo marche. Como la mayor parte del dinero en circulación se ha creado como deuda, que hay que pagar con los correspondientes intereses, será necesario comprar y vender, sí, pero hoy más que ayer y menos que mañana porque, si no, quizá pudiéramos pagar el principal pero no los intereses de esa deuda.

Claro que eso no es problema porque los chinos, que son un montón, sólo tienen 10 coches por cada mil habitantes, en lugar de los 1000 que ya tienen los estadounidenses, así que nada más fácil, ni más necesario, que seguir fabricando coches para los 990 chinos que aún no tienen y que están deseando tenerlos. Los fabricantes de coches, que han pasado por una mala racha provocada, sin duda, por un déficit temporal de optimismo, pueden, deben, contratar ya a nuevos trabajadores para hacer frente a la previsible y muy elevada demanda que se avecina. De hecho una parte muy importante de la población mundial carece de casi todo lo que a nosotros nos sobra así que habrá que suministrárselo. ¿El dinero? Ningún problema: No tienen más que hacer lo que hemos hecho nosotros y encontrar a quién pedirle prestado todo lo que necesiten o crearlo de la nada, como nosotros aunque, para esto último, hay que ser bastante optimista. ¿La energía necesaria para fabricar y mover tantas cosas? Tampoco será problema: de momento tenemos petróleo suficiente para treinta o cuarenta años y después vendrá el hidrógeno, hay que ser muy pesimista para preguntarse de dónde lo sacaremos, la energía solar, el viento o algo que está por inventar pero que, sin duda, se inventará en cuanto haga falta.

Y el que diga que todo esto son tonterías es un pesimista.

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