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sábado, 27 de octubre de 2012

Bancos


Tengo que confesar que no soporto a los bancos. Creo que es un negocio, el de la intermediación financiera, que puede tener su razón de ser cuando se gestiona de una manera honorable, abierta y en beneficio de la sociedad. Lo que tenemos, en cambio, es una casta privilegiada que detenta, en contra de toda lógica y de todo sentido,  el poder de crear dinero de la nada y obtener beneficios prestando ese dinero irreal que, sin embargo, genera una deuda y unos intereses muy reales aunque tanto unos como la otra y el mismo dinero creado no sean más que apuntes contables en un terminal de computador.

Una deuda y unos intereses a los que, obviamente, sólo se puede hacer frente en un entorno de crecimiento económico exponencial, evidentemente insostenible a medio plazo, pero del que ahora depende no sólo el pago de la deuda, una cuestión aparentemente menor,  pero que tiene efectos desastrosos sobre las personas y las naciones, sino el funcionamiento de todo un sistema económico cuyo combustible, tan real como petróleo u otros almacenes de energía fósil, es ese dinero creado como deuda y que el mundo se debe a sí mismo, forzando un consumo irracional de productos, incluidos los alimentos,  creados con un aporte energético en declive y unos materiales cada vez más escasos.

La solución es muy complicada. Los que controlan el sistema financiero controlan también el poder ejecutivo, el judicial y tienen las armas, pero impedir que los bancos presten un dinero que no tienen -elevar a 100 la reserva fraccionaria- y detener la especulación financiera, desatada ya ante el simple anuncio de los millones que se supone que lloverán sobre los bancos con el dichoso rescate, son medidas que podrían reducir nuestra dependencia del crecimiento sostenido, que es físicamente imposible y llevarnos suavemente hacia una sociedad en la que vivir con menos, con mucho menos,  no significara, necesariamente, colapso, hambre y guerra.

jueves, 31 de mayo de 2012

Economía real vs. economía 'real'

Me dice mi amigo Rubén que los gallegos, españoles, quiere decir, cada vez parecemos más argentinos y que si no fuera por el, según él, providencial euro y por los alemanes ya estaríamos ahogados y a las puertas de una dictadura militar como, en su momento, estuvieron ellos. Rubén cree que nunca debimos echar a Zapatero, aún reconociendo, como reconoce, que el hombre no era ninguna lumbrera, para darle el poder a un pelotudo como Rajoy y que es una vergüenza que estemos aguantando todo lo que nos está haciendo la derecha sin montar, como mínimo, una cacerolada permanente en la puerta del Sol que, añade, nos hemos dejado arrebatar por Aguirre y la Botella o en el Palacio Real que es donde él cree que vive el Rey cuando no está cazando elefantes. Ya he dicho en alguna ocasión que Rubén tiene una fuerte propensión a la simplificación y sobre todo a confundir churras con merinas y la Pampa con la Meseta pero la verdad es que lo que está pasando en España es capaz de despistar a los analistas más experimentados, como se puede comprobar sin más que seguir con un poco de atención los titulares de la prensa económica y la opinión de los llamados, sedicentes, más bien, expertos. En España hay aún, ciertamente, una economía pegada al suelo. La gente sigue comprando y vendiendo, cultivando la tierra y recogiendo las cosechas o montando y atendiendo chiringuitos en la playa. También hay sitios donde se fabrican partes de aviones y hasta barcos y se montan vehículos, ideados en Francia, USA, Italia o Alemania, pero la economía real, la que todas las mañanas aparece en las primeras páginas de los periódicos, tanto económicos como generalistas y la que, ostensiblemente, crea quebraderos de cabeza a nuestros políticos es, precisamente la que menos contacto tiene con la realidad tangible y más con fantasías generadas por computador. Sube o baja la bolsa al compás del miedo, la euforia o, más comúnmente del afán especulador de unos cuantos tenedores de capital o gestores de fondos de inversión, más o menos los mismos que abandonan la deuda pública española y compran la alemana porque piensan que con esta última, al menos, podrán recuperar su inversión, cosa que ya nadie da por descontada con la española, como antes con la griega, la portuguesa o la irlandesa. Esto hace que al estado español le cueste más caro financiar el gasto corriente, poca gente piensa ya en financiar inversión en bienes de capital y eleva el peso de la deuda y sus intereses, en la economía, hasta límites cada vez más insoportables, pero la única solución, para que el juego continúe es seguir endeudándose para lo que hace falta que alguien esté aún dispuesto a seguir prestando. Como no queda nadie, salvo quizá los bancos españoles, con motivación suficiente para ello y no están dispuestos a hacerlo arriesgando su propio dinero, el estado reclama una recapitalización, o rescate o el eufemismo que más convenga en cada momento, de esos bancos para que puedan seguir comprando esa deuda. Recapitalizar, en este contexto, quiere decir que el BCE les da dinero al 1% y ellos se lo prestan al estado al 4, el 5 o el 6%. ¿Esto tiene alguna lógica? Pues depende del punto de vista. Para los bancos, para el Sr. González, del BBVA, que ha hecho unas declaraciones diciendo que lo que sobra, en el FMI o en el BCE, es dinero y que lo que hace falta es ponerlo a trabajar, es decir, dárselo a ellos, por supuesto que tiene lógica. La lógica infernal de un negocio sin sentido, que ha consistido, hasta ahora, en poner, ellos, dinero inventado en el mercado por la vía del préstamo cuasi indiscriminado, con pocas o ninguna garantía, elevando hasta el absurdo el precio de las viviendas y haciendo creer a la gente que este, de repente, era un país rico. Cuando la realidad ha venido a desmentir esa historia, el volumen de la masa monetaria, creada, en su totalidad, como deuda, es ya imposible de controlar y mucho menos de reducir. Ya no pueden seguir con sus juegos de manos sólo con sus  propios medios y tiene que acudir al rescate, pero esta vez los que recibirán dinero, más fantasías computerizadas, claro, serán ellos, aunque, eso sí, en inmejorables condiciones y no los incautos que ya han tenido que vender el BMW y la mierda de apartamento playero, por el que pagaron una fortuna en dinero prestado que, aun así, no pueden devolver. Ellos, los banqueros, no tendrán ese problema porque ya nos han convencido a todos, o al menos al pan sin sal de Rajoy como antes convencieron al simplón de Zapatero, de que su ruina es la de todos nosotros. No me extraña que Rubén ande un poco despistado.

viernes, 13 de enero de 2012

Más deuda

Mira por dónde ya sabemos dónde han ido a parar los 500.000 millones de euros que el BCE prestó a los bancos hace unos días al 1% de interés, en teoría para revitalizar el crédito a empresas y particulares. Una parte importante, al menos, ha ido a comprar deuda pública española e italiana y lo que salga, al 3 y al 4% por los bancos nacionales correspondientes. Un negocio redondo, sin riesgo para los bancos y que no respeta las reglas del mercado que ellos mismos invocan a cada paso. Y puestos a ponerse el mercado por montera, en beneficio de los politiquillos de turno,  ¿por qué no compra directamente el BCE la deuda pública?. Pero claro, el negocio de la banca es sagrado, a cuento de qué, si no, se sigue permitiendo que los bancos comerciales creen dinero de la nada, prestando, cuando prestan, el que no tienen y encima cargándole un interés.  Y ¿por qué los estados presentan como un éxito cada nueva operación de endeudamiento?. Pues porque la alternativa, si no consiguieran nuevos créditos, es el colapso financiero que, de todas formas, acabará llegando. Este tinglado, evidentemente insostenible, tiene los días contados.

jueves, 3 de noviembre de 2011

La reforma monetaria según Rubalcaba

El Sr. Rubalcaba, a la sazón candidato del Partido Socialista a presidir el próximo gobierno de España, se dedica, como el resto de los candidatos,  a pontificar aquí y allá sobre lo que creen él o sus asesores que convendría hacer o dejar de hacer para sacar al país de la crisis. Lo último y lo más notable que ha dicho hasta ahora es que ‘no hay forma de salir del agujero sin cambios en la política monetaria’ lo que no deja de ser bastante cierto. Lo malo es que los cambios que preconiza no cambian nada. Proponer a estas alturas una ampliación de la base monetaria, que supongo que significa poner más dinero ¿prestado? en circulación y una reducción de los tipos de interés para incrementar la inversión y sostener artificialmente el crecimiento parece más una huida hacia adelante que otra cosa. El crecimiento es un problema porque el sistema monetario actual, basado en la deuda, lo hace inevitable para mantener el tinglado. La solución no es crecer a cualquier precio porque, como un hombre con formación científica, como él, debería saber, no es posible sostener indefinidamente un sistema lineal en un entorno finito, sino combatir las causas que hacen del crecimiento una obligación ineludible y entre ellas está, efectivamente, un sistema monetario basado en la deuda y por tanto en el incremento exponencial de la masa monetaria existente, que no necesariamente circulante, que deja en manos de los bancos comerciales la creación del dinero a partir de la nada. La reforma monetaria que se necesita es aquella que impida a los bancos prestar –crear- un dinero que no tienen, imponiendo una reserva fraccionaria del 100% y devolviendo al estado el monopolio de la creación y puesta en circulación del dinero. Y los bancos a lo suyo, a guardarnos el dinero por si nos lo roban en casa y a prestar ‘sólo’ lo que previamente hayan acordado con los depositantes, es decir, con nosotros, que se puede prestar. Ni un euro, o lo que sea, más. 

lunes, 3 de octubre de 2011

Reflexiones electorales desordenadas


Cuando acabe el año y salvo que ocurra algún desastre, habremos votado para elegir concejales, diputados a cortes regionales y diputados y senadores en las cortes generales de manera directa e, indirectamente, a alcaldes, diputados y presidentes provinciales, consejeros y presidentes comarcales y presidentes del gobierno regional y nacional y luego, claro, a todo tipo de cargos altos, medios, intermedios y bajos aunque esto último lo harán, sin nuestro concurso, los que han sido elegidos por los que elegimos entre un número limitado de opciones que, en la práctica, se reducen a dos, en listas en las que no podemos quitar ni poner a nadie, ni alterar el orden. No es gran cosa, pero es lo que hay. En España, además, una vez que un partido gana unas elecciones suele mantenerse en el poder hasta que se descompone, lo cogen con demasiadas manos en la caja, aunque esto no siempre tenga algún efecto, o su líder se mete en líos, intentando justificar lo injustificable o explicar lo que no entiende, en el sentido que cree que más le favorece y además lo pillan. Es decir que aquí las elecciones no se ganan, se pierden. Y eso es lo que, presuntamente, podría ocurrir también en esta ocasión.

Dicho esto y puestos ante la disyuntiva de ir, o no, a votar el próximo día 20N –seguro que han puesto esta fecha por algo, pero ¿por qué?- se encuentra uno, en primer lugar, con la muy escasa relevancia que tiene un único voto, salvo, claro,  en el muy improbable caso de que sirviera para resolver algún empate, razón por la cual el establishment, interesado en propagar la idea, no del todo descabellada, de que la democracia, ésta, es la mejor forma de gobierno conocida, intenta dar al día de las elecciones el carácter de fiesta, la fiesta de la democracia y presentar el acto de votar como un deber cívico. Lo de la fiesta es una cursilada y es un deber cívico pero sólo hasta cierto punto. Uno tiene derecho a votar lo que le parezca y también, desde luego, a mostrar su disgusto, su aburrimiento o su pereza no votando a nadie, lo que no tiene ningún efecto, ya que en el resultado de las elecciones, los votos en blanco o las abstenciones no cuentan para nada.

Por otra parte, la mayor parte de la actividad política ordinaria, en la que podría uno basarse para decidir el voto en las siguientes elecciones, es irrelevante, en el mejor de los casos y críptica en todos los demás y sólo tiene sentido para los pocos elegidos, otros políticos, algunos periodistas, banqueros y gente así, que conocen los códigos. Las razones por las que se mueven, dan o retiran favores, hacen o deshacen u optan por una u otra de entre varias alternativas no son casi nunca explícitas y cuando lo son suele ser peor y el contenido de los discursos políticos, sobre todo de los electorales, se limita a un texto preparado por supuestos especialistas dedicado a exponer generalidades y vagas promesas que la mayoría de la gente pueda aceptar sin problemas, aunque sin demasiado entusiasmo. Hay que recordar que, de lo que se trata, no es de ganar sino de dejar que el otro pierda. Claro que, en ocasiones extraordinarias, un político puede intentar constituirse en un líder o conductor de masas a partir de un discurso revolucionario y susceptible de entusiasmar a una parte mayoritaria del público. Si lo consigue, las consecuencias pueden ser mucho más graves y difíciles de resolver que los problemas que plantean los políticos normalitos.
 
Los últimos meses han puesto de manifiesto que el poder del estado moderno, mucho más letal e incomparablemente superior al que tuvieron los monarcas absolutos como Felipe II, está cada vez más limitado por su dependencia financiera. Habiendo renunciado, de hecho y desde la entrada en el Euro, también de derecho, al antiguo privilegio de las cecas reales de fabricar moneda –que ha quedado en manos, gracias al nefasto y delictivo invento de la reserva fraccionaria, de los bancos comerciales, que crean dinero en terminales de ordenador, siempre, como deuda- se ve obligado a financiarse en un mercado libre y abocado a un crecimiento sostenido, pero insostenible, para poder hacer frente al pago de la deuda, sobre todo cuando, cómo es el caso de España y otros países no productores, tiene que pagar también la factura íntegra del petróleo que consume. Por eso cuando unos y otros aseguran que van a sacarnos de la crisis, –los del partido que gobierna están en ello y los otros empezarán al día siguiente de las elecciones- lo que deberían contarnos no es que van a ahorrar tantos miles de millones sin subir impuestos y manteniendo, al mismo tiempo, todos los servicios básicos y la mayor parte de las francachelas actuales, las pensiones y el pleno empleo, sino cómo se proponen resolver la crisis de deuda sin tratar la cuestión monetaria y sin salir del Euro y cómo van a afrontar la crisis energética subyacente y a retomar la omnipresente senda del crecimiento sin petróleo barato y con la mayor parte de Europa cuestionando la energía nuclear. Mi voto, que ya sé que no resolverá nada, se lo daría a cualquier partido que tratara en su programa estas cuestiones con alguna solvencia. O que, al menos, las mencionara aunque fuera de pasada.


Publicado en ECA 7/10/2011

jueves, 15 de septiembre de 2011

El tinglado


El IBEX35 de septiembre 2010 a septiembre 2011
Lo que más me gusta, es un decir, de todo este carajal que se está montando y que más pronto o más tarde acabará por complicarnos mucho la vida, es el espectáculo que están dando, al alimón, gobiernos, mercados y periodistas. Las gentes del común también opinan, en las barras de los bares y otros mentideros y con parecida presciencia, pero al menos de lo que dicen, decimos, no queda mucho rastro ni tiene consecuencias mientras que lo que dicen o hacen aquellos trasciende, influye en lo que ocurre y queda para la posteridad y para su desgracia en las hemerotecas. La  canciller federal alemana ha declarado que ella no es partidaria de eurobonos u otras formas de disfrazar la colocación masiva de dinero de sus contribuyentes para seguir tapando las consecuencias de la mala gestión de otros e intentar retrasar lo que cada vez parece más inevitable, supongo que porque ya se ha dado cuenta de que eso no sirve para nada y además le quita votos en Alemania, que es lo que a ella le preocupa. Dice que es más bien partidaria de una política de gestos que es, por cierto, lo que más parecen agradecer los inversores -¿quién coño son estos tipos?- que ayer metieron un poco de dinero en la bolsa y cortaron la sangría de los dos días anteriores sólo a cuenta de unas vagas e imprecisas declaraciones de Barroso a propósito de los famosos bonos. Bueno, pues el gesto que ayer improvisaron Merkel, Sarkozy y Papandreu fue uno de los más ridículos con que nos han obsequiado en los últimos tiempos y han sido bastantes. Una videoconferencia entre los tres en la que los dos primeros pusieron al griego como chupa de dómine y le conminaron a seguir aplicando recortes y este último bajó la cabeza y prometió que sería bueno. La prensa, salvo la deportiva y la dedicada al chismorreo, que es ahora mismo la más seria y creíble, ha jaleado la iniciativa con las tonterías de rigor y ya sólo queda esperar a ver como se lo toman hoy los mercados que subirán, supongo, para volver a bajar cuando les dé la gana. Pero no son sólo estos, claro. Zapatero y Rajoy modificando la constitución española, Obama, lee bien pero poco más el chico este, suplicando, literalmente, a un  Congreso republicano que le permita reproducir el New Deal de Roosevelt o Lagarde filtrando que el FMI tiene 400.000 millones preparados para un eventual rescate de España son tres ejemplos más de los muchos que estos días se están dando de cómo gobernar, a base de ir capeando el temporal con gestos vacíos, en un mundo de fantasía dónde da igual 4 que 4e11. ¿De dónde sale todo ese dinero de los rescates, bail-outs o quantitative easings? ¿de dónde saldrá, en su momento, el de los eurobonos o como quieran llamar a lo que sea que se inventen para seguir haciendo lo mismo que hasta ahora? De ninguna parte. No existe. Son meros apuntes contables en un terminal de computador, dinero bancario creado con la esperanza de destruirlo cuando los rescatados paguen la deuda. O sea nunca. Si tiene algo que comprar, papel higiénico, por ejemplo, cómprelo ahora Puede que luego tenga que utilizar en el baño los billetes de banco. 




viernes, 2 de septiembre de 2011

Mensajes del Presidente


Con un congreso demócrata y el optimismo y la esperanza aún vivos. Es curioso lo que dice, como lo dice, y lo que aplauden. Y uno se pregunta, si los congresistas y el presidente están de acuerdo en la necesidad de un seguro médico universal, de la restricción de las actividades fraudulentas en la banca y de una profunda reforma del sistema financiero, de la producción de energía limpia, etc, ¿quién más tiene que estar de acuerdo en los Estados Unidos para que estas cosas salgan adelante? ¿la banca? ¿el ejército? ¿la comunidad hispana?.  O será que una cosa es lo que se aplaude y otra lo que se vota. Y por cierto, hay que ver lo bien que habla inglés este chico. No como otros.



Un año después, con un congreso mayoritariamente republicano y el Tea Party -la extrema derecha- como fuerza política emergente,  las cosas han cambiado bastante. La crisis no ha terminado y lo que dice ya no es exactamente lo mismo, menos aun como lo dice y los aplausos son mucho más escasos y menos generalizados. China sigue obsesionando al Presidente que mantiene, sin embargo, un inglés excelente. No como el de otros, y no me refiero, sólo, a Zapatero.

lunes, 1 de agosto de 2011

En torno al congreso sobre el pico de petróleo.

Aún hay quien se escandaliza, o hace como que se escandaliza, porque aquí todo el mundo va a lo suyo, vacaciones incluidas, mientras en las encuestas que circulan por ahí se nos dice que a los españoles nos preocupan cada vez más el paro, el deterioro de la situación económica, la clase política y el terrorismo. Lo de la clase política me parece una de las hipocresías habituales del personal, que palmea la espalda de los políticos y luego finge creer que son gente de otro planeta.

El paro y la economía son parte del mismo problema. El profundo deterioro de la situación económica actual tiene como consecuencia el paro, de los currantes de a pie, claro, y la destrucción de la clase media, porque los beneficios de las grandes corporaciones y los sueldos de los ejecutivos, sobre todo de la banca, siguen subiendo hasta ahora como si no pasara nada que para eso, sobre todo, son los planes de estímulo, pero hay una cuestión que debería preocuparnos y sin embargo rara vez lo hace y no porque no sea una cuestión preocupante sino porque los periódicos y la clase política, he ahí un buen motivo, ahora sí, para considerarlos un problema, han decidido, por ignorancia o por interés, que eso no se toca. Me refiero, claro, a la cuestión, energética.

Esta cuestión y en particular, la posibilidad de haber alcanzado un punto máximo en la producción de petróleo, lo que se conoce como Peak Oil, fue el tema central del congreso celebrado en Barbastro en la primera semana de mayo de este año. El subtítulo del congreso era, precisamente, Peak Oil, realidad o ficción, para reflejar el hecho de que se trata de una cuestión controvertida, aunque cada vez menos, que ha sido objeto de debate desde que hace sesenta años fue planteada por primera vez por el geólogo norteamericano M. K. Hubbert que predijo, con toda exactitud, por cierto, que veinte años más tarde, en los años 70, se alcanzaría un máximo en la producción de petróleo en los Estados Unidos.

La opinión más extendida entre los congresistas, que luego se reflejó en la más importante de las conclusiones, es que el pico global de petróleo ya se ha alcanzado o está a punto de alcanzarse y que esta crisis no es solamente una crisis financiera, aunque gran parte de sus efectos más espectaculares hayan tenido que ver con los manejos y triquiñuelas de banqueros y especuladores de toda laya, sino que es, ante todo, una crisis energética originada por las dificultades para sostener un crecimiento de la economía que requiere un suministro continuo y creciente de energía.

Argumentos a favor de esta teoría hay varios. Uno de ellos es el precio del crudo en los mercados de futuros y su relación con las crisis que se han ido sucediendo desde 1973. En la actual el petróleo subió a 148 dólares el barril en 2008, produjo una importante contracción de la economía y bajó cuarenta dólares como consecuencia de la caída de la producción pero ya está, otra vez, en el entorno de los 118 $/b. Otro argumento es la demostrada incapacidad de los países productores para compensar, con su pregonada capacidad de reserva, la caída de suministro provocada por la guerra en Libia o el recurso a la reserva estratégica para compensar ese mismo déficit y, finalmente, el hecho de que desde 2005 la producción no haya superado significativamente los 88 millones de barriles diarios. Argumentos en contra también los hay. Uno de los más pintorescos es la teoría abiótica que cuestiona el origen biológico del petróleo y pretende que se genera continuamente en las entrañas de la Tierra, aunque no aclara muy bien dónde ni a qué ritmo. O que hay mucho petróleo aún por descubrir, aunque hace muchos años que el consumo supera los nuevos descubrimientos o… en fin, que yo no las comparto pero haberlas, las hay. No hay más que buscar en Google.

Los optimistas, entre los que yo hace tiempo que no me cuento, creen que es posible ir sustituyendo los combustibles fósiles y por supuesto y si hace falta también la energía nuclear, por las llamadas energías renovables, fundamentalmente el viento, el Sol y el agua y como consecuencia del pánico que está empezando a provocar la crisis del petróleo, también los biocombustibles producidos a costa de complicar aún más la crisis alimenticia que, naturalmente, también está en marcha. Pero el viento, el Sol y el agua ya eran ya fuentes de energía conocidas y ampliamente utilizadas, cuando el único combustible era la madera de los árboles y eso no impidió que se llegara a poner en riesgo la existencia misma de los bosques de Inglaterra antes de la explotación industrial del carbón. Sustituir la energía que actualmente proporciona el petróleo, sobre todo en las aplicaciones actuales de los combustibles líquidos, por fuentes intermitentes e inseguras no es más que una, otra, fantasía aunque no cabe duda de que, a pequeña escala, las energías renovables pueden contribuir a mantener las luces encendidas.

En el congreso estuvieron también representados los movimientos de ciudades en transición, iniciado y sostenido fundamentalmente en países anglosajones, en las que se han elaborado planes de contingencia para el caso de que se vean afectadas por una carestía persistente de combustibles líquidos. Este movimiento, una de cuyas principales ciudades es Totnes, en Inglaterra, pretende anticipar una sociedad post carbón, reduciendo la necesidad de viajar y la dependencia del exterior, en resumen, poniendo límites a la globalización. Barbastro, con poca huerta, pocos pastos y servicios básicos, como el hospital, en el extrarradio es una ciudad claramente dependiente tanto del petróleo y sus derivados y de la energía eléctrica, que evidentemente no producimos, como de los alimentos que llegan cada día a los supermercados. Creo, sinceramente, que elaborar un plan de contingencia y replantear el urbanismo de la ciudad para hacerla menos dependiente del exterior y menos vulnerable a lo que ha de venir, tendría que ser la principal prioridad de sus habitantes para los próximos años. Quizá tengamos la suerte de que no sea necesario o quizá sea necesario y finalmente no sirva para nada pero no deberíamos dejar de intentarlo.

Y el gobierno, que se ha decidido finalmente a tirar la toalla, tiene que seguir pagando la factura energética a un precio cada vez más alto y con un dinero prestado cada vez más caro mientras los candidatos a las próximas elecciones que esta vez tampoco van a hacer la imprescindible reforma monetaria, nos venderán en una interminable campaña electoral, una vuelta al crecimiento y a los fastos anteriores. Pero antes, en eso también parecen estar todos de acuerdo, nos las harán pasar canutas. Y lo del crecimiento y los fastos ya se verá. Depende de cómo nos portemos.

ECA. Número extraordinario de Fiestas 2011

viernes, 16 de abril de 2010

When push comes to shove…

Los optimistas, cornucopianos, o los que dicen que esto se arregla a base de contarnos unos a otros historias más o menos edificantes e inspiradoras,  como los promotores de una curiosa iniciativa puesta en marcha, sin demasiado éxito, hace unos meses, deben ser, en general, buena gente, cargada de buenas intenciones y con un legítimo y perfectamente comprensible deseo de que las cosas les vayan bien a ellos y también a los demás, durante todo el tiempo posible.  Pero que sean buena gente no significa, necesariamente, que sean inofensivos. El optimismo injustificado es casi siempre un peligro, incluso cuando sólo trata, es el caso de la Web citada más arriba, de animar el consumo al que, en este extraño modelo económico, se le atribuyen poderes taumatúrgicos en relación con la marcha de la economía. Cuando, como es el caso de los que niegan la inminencia e incluso la posibilidad de un pico de petróleo o creen que la energía que actualmente se extrae de los combustibles fósiles se obtendrá con análoga facilidad de otras fuentes limpias o renovables, el optimismo impide o restringe la adopción, a tiempo, de determinadas medidas correctoras es, además de peligroso, suicida, aunque no por eso deja de tener cierta lógica. El optimismo es necesario para sostener el tinglado actual, en eso tienen razón los de la página Web y el actual gobierno de España, porque el optimismo es la base de la confianza, precisamente la paginita de marras está producida por una fundación denominada Fundación Confianza, y la confianza es lo que sostiene, por ejemplo,  el valor de la moneda en cualquier circunstancia, pero mucho más en una situación como esta,  en la que la deuda ha rebasado con creces los límites de lo asumible. El dinero que circula en billetes o monedas, denominado en Euros, dólares, yuanes, libras esterlinas o en lo que sea, es apenas un 4 o un 5 por ciento del total en circulación y es la parte creada por las CECAS y los bancos centrales. El resto es mayoritariamente dinero bancario, creado por los bancos privados, como deuda,  con la única garantía de la confianza en que el deudor se hará cargo de ella y la pagará.

La mayor parte del dinero en circulación, por lo tanto, está respaldado por compromisos que no se sabe si se podrán cumplir o que sólo se podrían cumplir en un entorno y en unas circunstancias muy diferentes a las actuales. El valor del dinero es lo que aparece en los billetes o monedas o lo que consta en las cuentas y depósitos, es decir, 10€ valen 10€, pero sólo mientras nos avengamos a guardar esos 10€ en el banco o en casa. Si, por el contrario, a la gente, a toda o a bastante gente,  le diera por transformar sus billetes, monedas y apuntes bancarios en cosas tangibles se encontraría con que el valor real de todos los bienes y servicios disponibles es insignificante, en comparación con la cantidad de dinero en circulación. Y eso en un momento en que la restricción de crédito amenaza con asfixiar la economía, lo que podría parecer, pero no lo es, un contrasentido. El crecimiento es lo único que puede garantizar el pago de la deuda. Sin crecimiento podríamos llegar, sólo en teoría, a pagar el principal pero el pago de los intereses exige que la producción de bienes y servicios de mañana sea superior a la de hoy. De lo contrario todo el sistema se colapsa. Y el crecimiento requiere energía, energía concentrada, abundante y barata. En definitiva, petróleo. Y petróleo de origen convencional. Nada de arenas bituminosas, petróleo enterrado varios kilómetros por debajo del fondo del mar o supuestas reservas sin confirmar. Sin esa energía adicional, hoy más que ayer pero menos que mañana, como decía una medallita que se vendía en España hace cuarenta años, no hay crecimiento y en un sistema económico que no contempla el stand by, eso pone las cosas muy difíciles. Una solución parcial o un amago de solución parcial, podría ser la reforma monetaria. Acabar con la creación del dinero como deuda y que los bancos centrales y los estados nacionales o las organizaciones supranacionales recuperen el viejo poder de los reyes de acuñar moneda de forma exclusiva, moneda que se crearía libre de deuda y podría ser puesta en circulación para  pagar las nuevas infraestructuras y otros compromisos públicos.  Hoy por hoy, si el gobierno quiere gastar dinero tiene que pedirlo prestado y pagar por él un interés y los únicos beneficiarios son los bancos que tanto han contribuido, ahora y antes de ahora, a que la economía entre de tanto en tanto en crisis cada vez más graves y más difíciles de resolver. Pero esto es sólo una solución a medias, o ni siquiera eso,  del problema de la incompatibilidad entre la finitud de los recursos minerales y energéticos del planeta y el crecimiento exponencial de la masa monetaria. Hay otros problemas, derivados del crecimiento insostenible, del agotamiento de recursos irreemplazables para los que hemos creado una necesidad insoslayable, por ejemplo en alimentos, combustible para automoción y todo lo que garantiza el mantenimiento de una economía globalizada que permite el sostenimiento de una población de casi 7.000 millones de personas en un planeta cuya capacidad de carga está en estos momento en el límite o eso, al menos, es lo que puede deducirse de las condiciones, más que precarias, en las que se desenvuelve actualmente la vida de millones de personas y de otros indicadores al alcance de cualquiera. Estos problemas no se resolverán con artificios monetarios sino con una reducción drástica del consumo y de la población del planeta. A ver si aparece algún voluntario. O voluntaria, que diría la ministra de igualdad.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Reforma monetaria (I)

Dejando aparte la improbable solución, a medio plazo, de la cuestión energética, lo más urgente desde el punto de vista económico es, sin duda, acometer una profunda reforma del sistema monetario, reforma que la moneda única ha hecho más complicada aún de lo que era antes, al sustraer a los estados nacionales la capacidad de modificar la cantidad de dinero en circulación. La esencia de la reforma es sencilla. Se trata, ni más ni menos, que de hacer igual a 100 el coeficiente de caja, que es la fracción del dinero que prestan, que los bancos deben tener realmente en su caja de efectivo y de impulsar la legislación necesaria para evitar que los bancos hagan caso omiso de esa limitación o, en otras palabras, de impedir que los bancos presten dinero que no tienen, creándolo de la nada en el momento de prestarlo y de que el privilegio de emitir moneda vuelva a estar en manos del estado de dónde, de hecho, nunca ha salido legalmente. Si el estado necesita dinero que lo fabrique y lo ponga en circulación, libre de cargas, gastándolo en obras públicas, en pagar a sus funcionarios o en lo que sea. Eso mismo, crear dinero de la nada, es lo que hacen los bancos, pero cargándole un interés que es el que hace imposible plantearse la posibilidad del estado estacionario y nos obliga a mantener la insosteníble hipótesis de que los recursos del planeta son inagotables. El presidente Lincoln fué asesinado cuando se disponía a promover una reforma monetaria inspirada en los Greenbacks, la moneda, libre de deuda, que su gobierno puso en circulación para financiar el esfuerzo de guerra de la Unión en la Guerra Civil americana de 1861/1865. Los planes de J. F. Kennedy para limitar el poder de los bancos de la Reseva Federal tampoco pudieron llevarse a cabo y la gente ha sido inducida a creer, durante mucho tiempo, que la creación de dinero por el gobierno llevaba inevitablemente a la inflación y a la ruina mientras que lo normal era que, si el gobierno, o cualquier particular, necesitaba dinero para financiar su actividad, tuviera que pedírselo prestado a un banco que, literalmente, se lo inventaba mediante una simple anotación en un registro informático.

NB en julio de 2025. Que Lincoln o Kennedy fueran asesinados por promover una reforma monetaria es sólo una teoría sin evidencia alguna que la soporte. Dejar más poder financiero en manos de los estados podría acentuar el populismo y llevar a una hiperinflación descontrolada. Este texto no está entre lo mejor que he escrito.

domingo, 18 de octubre de 2009

Razones para una reforma monetaria. Un apunte histórico.

Durante la guerra civil americana, el Presidente Abraham Lincoln se vio obligado a poner en circulación una nueva moneda, los Greenbacks, sin la cual el Norte hubiera perdido la guerra. Al acabar esta con la derrota de la confederación, esclavista y separatista, Lincoln explicó al Senado de los Estados Unidos las razones que tuvo para emitir los Greenbacks, enunciando así la política monetaria que se proponía implantar en el futuro. De haber tenido tiempo para ello, fue asesinado pocas semanas después, las cosas hubieran sido muy diferentes, en los Estados Unidos y en todo el mundo civilizado, pero no lo tuvo y el verdadero poder, hoy, sigue estando en manos de los bancos.

Abe Lincoln Monetary Policy

Money is the creature of law, and the creation of the original issue of money should be maintained as the exclusive monopoly of national government. Money possesses no value to the state other than that given to it by circulation.

Capital has its proper place and is entitled to every protection. The wages of men should be recognized in the structure of and in the social order as more important than the wages of money.

No duty is more imperative for the government than the duty it owes the people to furnish them with a sound and uniform currency, and of regulating the circulation of the medium of exchange so that labour will be protected from a vicious currency, and commerce will be facilitated by cheap and safe exchanges.

The available supply of gold and silver being wholly inadequate to permit the issuance of coins of intrinsic value or paper currency convertible into coin in the volume required to serve the needs of the People, some other basis for the issue of currency must be developed, and some means other than that of convertibility into coin must be developed to prevent undue fluctuation in the value of paper currency or any other substitute for money of intrinsic value that may come into use.

The monetary needs of increasing numbers of people advancing towards higher standards of living can and should be met by the government. Such needs can be met by the issue of national currency and credit through the operation of a national banking system. The circulation of a medium of exchange issued and backed by the government can be properly regulated and redundancy of issue avoided by withdrawing from circulation such amounts as may be necessary by taxation, re-deposit and otherwise. Government has the power to regulate the currency and credit of the nation.

Government should stand behind its currency and credit and the bank deposits of the nation. No individual should suffer a loss of money through depreciation or inflated currency or Bank bankruptcy.

Government, possessing the power to create and issue currency and credit as money and enjoying the right to withdraw both currency and credit from circulation by taxation and otherwise, need not and should not borrow capital at interest as a means of financing government work and public enterprise. The government should create, issue and circulate all the currency and credit needed to satisfy the spending power of the government and the buying power of consumers. The privilege of creating and issuing money is not only the supreme prerogative of government, but it is the government's greatest creative opportunity.

By the adoption of these principles, the long-felt want for a uniform medium will be satisfied. The taxpayers will be saved immense sums of interest, discounts, and exchanges. The financing of all public enterprises, the maintenance of stable government and ordered progress, and the conduct of the Treasury will become matters of practical administration. The people can and will be furnished with a currency as safe as their own government. Money will cease to be the master and become the servant of humanity. Democracy will rise superior to the money power.

Abraham Lincoln, Senate document 23, Page 91. 1865.

Algunos años después de transcribir el texto atribuido a Lincoln he intentado verificar su autoría pero no ha habido manera de hacerlo. Hoy mi opinión es que es extremadamente improbable que fuera escrito o sugerido por él. Más bien parece una declaración contemporánea, o post Keynesiana, para amparar, bajo la capa del prestigio de Lincoln, una determinada política monetaria. 

jueves, 15 de octubre de 2009

Dinero

En la economía actual lo más importante es el dinero, quién lo hace, cómo circula y por supuesto, quién lo tiene. Si a usted le preguntan por el origen del dinero que cree que tiene en el banco y con el que paga puntualmente, o eso espero, sus facturas de luz y agua y sus hipotecas y trampas diversas, contestará, sin duda, que el dinero lo hacía el gobierno, por medio del Banco de España, cuando la moneda de curso legal era la peseta y que, ahora, es el Banco Central Europeo el responsable del dinero en circulación. Probablemente, estará, también, convencido de que si va a un banco a pedir un préstamo y tiene la suerte de que se lo den, es decir, si tiene usted más dinero del que va a pedir, es porque el banco tenía previamente ese dinero, ya sea procedente de depósitos de ahorradores o de sus propios fondos. En ambos casos estará usted muy equivocado. Sólo entre un 3 y un 7% del dinero en circulación tiene la forma de monedas o billetes, fabricados por las casas de la Moneda o los Bancos Centrales. El resto lo crean los bancos comerciales, en teoría ateniéndose a los límites establecidos por lo que llaman coeficiente de caja pero, en realidad, sin límite ninguno, en el momento en que le prestan a usted el dinero y con la única garantía de que lo va a devolver. Esto tiene dos consecuencias muy importantes. La primera es que el estado ha renunciado, de hecho, a su monopolio en la fabricación y puesta en circulación del dinero, en beneficio de los bancos, instituciones de carácter privado y con ánimo de lucro, con lo cual el mismo estado, cuando necesita dinero y en el colmo del despropósito, ha de pedirlo prestado y pagar por él un interés, a esos mismos bancos. La segunda y más importante, es que casi todo el dinero en circulación se ha creado como deuda, que hay que pagar, con lo cual el crecimiento se convierte en una necesidad absoluta desde el punto de vista monetario, por más que resulte insostenible desde el punto de vista de la finitud del entorno en el que nos movemos y de los recursos que contiene. No sé si me explico.

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