lunes, 1 de agosto de 2011

En torno al congreso sobre el pico de petróleo.

Aún hay quien se escandaliza, o hace como que se escandaliza, porque aquí todo el mundo va a lo suyo, vacaciones incluidas, mientras en las encuestas que circulan por ahí se nos dice que a los españoles nos preocupan cada vez más el paro, el deterioro de la situación económica, la clase política y el terrorismo. Lo de la clase política me parece una de las hipocresías habituales del personal, que palmea la espalda de los políticos y luego finge creer que son gente de otro planeta.

El paro y la economía son parte del mismo problema. El profundo deterioro de la situación económica actual tiene como consecuencia el paro, de los currantes de a pie, claro, y la destrucción de la clase media, porque los beneficios de las grandes corporaciones y los sueldos de los ejecutivos, sobre todo de la banca, siguen subiendo hasta ahora como si no pasara nada que para eso, sobre todo, son los planes de estímulo, pero hay una cuestión que debería preocuparnos y sin embargo rara vez lo hace y no porque no sea una cuestión preocupante sino porque los periódicos y la clase política, he ahí un buen motivo, ahora sí, para considerarlos un problema, han decidido, por ignorancia o por interés, que eso no se toca. Me refiero, claro, a la cuestión, energética.

Esta cuestión y en particular, la posibilidad de haber alcanzado un punto máximo en la producción de petróleo, lo que se conoce como Peak Oil, fue el tema central del congreso celebrado en Barbastro en la primera semana de mayo de este año. El subtítulo del congreso era, precisamente, Peak Oil, realidad o ficción, para reflejar el hecho de que se trata de una cuestión controvertida, aunque cada vez menos, que ha sido objeto de debate desde que hace sesenta años fue planteada por primera vez por el geólogo norteamericano M. K. Hubbert que predijo, con toda exactitud, por cierto, que veinte años más tarde, en los años 70, se alcanzaría un máximo en la producción de petróleo en los Estados Unidos.

La opinión más extendida entre los congresistas, que luego se reflejó en la más importante de las conclusiones, es que el pico global de petróleo ya se ha alcanzado o está a punto de alcanzarse y que esta crisis no es solamente una crisis financiera, aunque gran parte de sus efectos más espectaculares hayan tenido que ver con los manejos y triquiñuelas de banqueros y especuladores de toda laya, sino que es, ante todo, una crisis energética originada por las dificultades para sostener un crecimiento de la economía que requiere un suministro continuo y creciente de energía.

Argumentos a favor de esta teoría hay varios. Uno de ellos es el precio del crudo en los mercados de futuros y su relación con las crisis que se han ido sucediendo desde 1973. En la actual el petróleo subió a 148 dólares el barril en 2008, produjo una importante contracción de la economía y bajó cuarenta dólares como consecuencia de la caída de la producción pero ya está, otra vez, en el entorno de los 118 $/b. Otro argumento es la demostrada incapacidad de los países productores para compensar, con su pregonada capacidad de reserva, la caída de suministro provocada por la guerra en Libia o el recurso a la reserva estratégica para compensar ese mismo déficit y, finalmente, el hecho de que desde 2005 la producción no haya superado significativamente los 88 millones de barriles diarios. Argumentos en contra también los hay. Uno de los más pintorescos es la teoría abiótica que cuestiona el origen biológico del petróleo y pretende que se genera continuamente en las entrañas de la Tierra, aunque no aclara muy bien dónde ni a qué ritmo. O que hay mucho petróleo aún por descubrir, aunque hace muchos años que el consumo supera los nuevos descubrimientos o… en fin, que yo no las comparto pero haberlas, las hay. No hay más que buscar en Google.

Los optimistas, entre los que yo hace tiempo que no me cuento, creen que es posible ir sustituyendo los combustibles fósiles y por supuesto y si hace falta también la energía nuclear, por las llamadas energías renovables, fundamentalmente el viento, el Sol y el agua y como consecuencia del pánico que está empezando a provocar la crisis del petróleo, también los biocombustibles producidos a costa de complicar aún más la crisis alimenticia que, naturalmente, también está en marcha. Pero el viento, el Sol y el agua ya eran ya fuentes de energía conocidas y ampliamente utilizadas, cuando el único combustible era la madera de los árboles y eso no impidió que se llegara a poner en riesgo la existencia misma de los bosques de Inglaterra antes de la explotación industrial del carbón. Sustituir la energía que actualmente proporciona el petróleo, sobre todo en las aplicaciones actuales de los combustibles líquidos, por fuentes intermitentes e inseguras no es más que una, otra, fantasía aunque no cabe duda de que, a pequeña escala, las energías renovables pueden contribuir a mantener las luces encendidas.

En el congreso estuvieron también representados los movimientos de ciudades en transición, iniciado y sostenido fundamentalmente en países anglosajones, en las que se han elaborado planes de contingencia para el caso de que se vean afectadas por una carestía persistente de combustibles líquidos. Este movimiento, una de cuyas principales ciudades es Totnes, en Inglaterra, pretende anticipar una sociedad post carbón, reduciendo la necesidad de viajar y la dependencia del exterior, en resumen, poniendo límites a la globalización. Barbastro, con poca huerta, pocos pastos y servicios básicos, como el hospital, en el extrarradio es una ciudad claramente dependiente tanto del petróleo y sus derivados y de la energía eléctrica, que evidentemente no producimos, como de los alimentos que llegan cada día a los supermercados. Creo, sinceramente, que elaborar un plan de contingencia y replantear el urbanismo de la ciudad para hacerla menos dependiente del exterior y menos vulnerable a lo que ha de venir, tendría que ser la principal prioridad de sus habitantes para los próximos años. Quizá tengamos la suerte de que no sea necesario o quizá sea necesario y finalmente no sirva para nada pero no deberíamos dejar de intentarlo.

Y el gobierno, que se ha decidido finalmente a tirar la toalla, tiene que seguir pagando la factura energética a un precio cada vez más alto y con un dinero prestado cada vez más caro mientras los candidatos a las próximas elecciones que esta vez tampoco van a hacer la imprescindible reforma monetaria, nos venderán en una interminable campaña electoral, una vuelta al crecimiento y a los fastos anteriores. Pero antes, en eso también parecen estar todos de acuerdo, nos las harán pasar canutas. Y lo del crecimiento y los fastos ya se verá. Depende de cómo nos portemos.

ECA. Número extraordinario de Fiestas 2011