lunes, 23 de junio de 2008

Y llegó el verano

Pase lo que pase en el futuro, estos años serán recordados como años de abundancia y quizá también, de excesos. En Barbastro se ha inaugurado otro supermercado, y van ocho o nueve, varias bodegas, ya son veinte o más, se ha modificado el trazado de la nacional doscientos cuarenta para facilitar la conexión con la ciento veintitrés y dentro de poco, supongo, tendremos autovía Huesca Lérida y en su entorno ya se ha proyectado un centro de ocio y comercio y una nueva zona industrial. Tenemos piscinas cubiertas y acabamos de inaugurar las descubiertas, con jacuzzi, ascensor de agua y no sé cuántas cosas más. Hemos construido viviendas de sobra, aunque no todos tengan vivienda, en urbanizaciones de la periferia y en el centro histórico, que todavía sigue siendo el pariente pobre del desarrollo urbanístico local, se está construyendo un museo y remodelando el antiguo palacio del Obispo, amén de otras intervenciones que están modernizando la imagen de la ciudad y recuperando una parte de nuestro patrimonio. El Hospital está en obras desde hace algún tiempo y es de suponer que, cuando acaben, tendremos unas instalaciones de primera aunque ahora parece que el problema es la falta de médicos para atenderlas, después de haber mantenido durante muchos años un estricto numerus clausus en las facultades de medicina y en las plazas de especialización. Fuera de Barbastro, pero cerca, acaban de inaugurar la exposición internacional de Zaragoza, una sucesión ininterrumpida de saraos durante todo el verano, en la que, también, se va a hablar de agua y cómo no, de desarrollo sostenible y se nos anuncia otra inversión, más multimillonaria y no precisamente sostenible, en los Monegros. Las carreteras siguen saturadas de coches y los aeropuertos de gente moviéndose de un lado a otro, sin más objetivo que ir a matar el tiempo a un lugar lo más alejado posible de su residencia habitual, aunque ya no resulta, por lo visto, tan fácil como antes conseguir créditos para irse de vacaciones. Los únicos ferrocarriles que se construyen y se mantienen son los grandes y costosos trenes AVE y los de cercanías en los entornos de las grandes ciudades pero, gracias a esto, casi todo el mundo tendrá una estación de tren a menos de cincuenta kilómetros de su lugar de residencia y una autopista o autovía, que ya veremos por cuanto tiempo más podemos disfrutar, aún a menos distancia. Y por si fuera poco la selección española, rompiendo con una acrisolada tradición, ha superado, de momento, la barrera de los cuartos de final cosa que a mí no me importa gran cosa pero que ha subido, según la SER, varios puntos el índice de autoestima del país. A saber como se medirá eso. Todo esto ha sido posible en un entorno de crecimiento prácticamente ininterrumpido durante más de dos décadas, sostenido por una energía, procedente casi exclusivamente del petróleo, abundante y barata , por la inyección continuada de fondos europeos que se han dedicado, sobre todo, a la construcción de infraestructuras de las que este país, todo hay que decirlo, estaba más que necesitado y por una mano de obra formada por ciudadanos de otros países que han acudido a éste reclamados por una prosperidad escandalosa y tan duradera que ya casi no la reconocemos como tal, ni siquiera los que hemos vivido en otras circunstancias muy diferentes. Ahora esta fiesta, dicen que habrá otras, parece estar tocando a su fin y algunos de estos factores de progreso están en grave riesgo: el petróleo ha alcanzado, en este principio de verano, precios que han desatado la ira de camioneros y pescadores y amenazado con vaciar las estanterías de nuestros supermercados y el dinero de Europa, a punto de conseguir, aparentemente, el objetivo de acercar nuestra renta per cápita a la media comunitaria, va a dejar de fluir en unos pocos años. Los que gobiernan este país tienen ahora la obligación de intentar que la nueva realidad no nos coja completamente fuera de juego y también la de valorar, exactamente, las consecuencias a medio plazo de sus acciones y omisiones, de mirar, en definitiva, más allá de las próximas elecciones. El tiempo en el que cualquier gestión política, por desastrosa, incompetente y a veces escasamente ética que fuera quedaba justificada por el número de metros cúbicos de hormigón utilizados ha pasado ya y probablemente tardará en volver. Cuando acabe el verano y los fastos de la Expo vayan difuminándose, ya no será suficiente con etiquetar de sostenible cualquier genialidad, como, por ejemplo, la propuesta ya citada de construir cuarenta casinos, doscientos restaurantes, no sé cuantos hoteles y varios parques temáticos, para atraer a veinticinco millones de visitantes anuales, unos trescientos aviones diarios cargados hasta los topes, a nuestro patio trasero. Estamos, además, a punto de entrar en la parte más dura de una crisis financiera, más o menos grave y amenazadora según que quién se refiera a ella tenga o no responsabilidades de gobierno, que puede tener el efecto positivo de obligarnos a dejar de gastar en lo que no es necesario y a organizar la vida, en nuestro entorno, en condiciones que la sigan haciendo posible para nosotros y para los que vengan detrás. Pero, por el momento, el personal está por otras cosas: el verano, las piscinas, la playa, la expo… las fiestas. Y probablemente haga bien.

domingo, 8 de junio de 2008

Ensayo general

Una huelga de transportistas es algo muy serio. Nuestra globalizada sociedad exige, ante todo, movilidad, movilidad de personas, sí, pero, sobre todo, movilidad de mercancías. Hemos cubierto de hormigón una gran parte de los terrenos aptos para la agricultura que rodeaban nuestras ciudades, sustituyendo las huertas por grandes superficies en las que, hasta ahora, hemos podido encotrar prácticamente de todo y, en particular, la comida que hace tiempo que dejó de producirse en nuestro entorno más inmediato. Hemos fiado nuestra alimentación a una nueva forma de cultivar la tierra que consiste en la explotación intensiva de grandes superficies, con la ayuda de ingentes cantidades de fertilizantes procedentes del petróleo. El mismo petróleo del que se extraen los combustibles que utilizan los camiones que transportan hasta nuestros supermercados los alimentos que antes, hace no mucho más de cuarenta años, se cultivaban en el huerto de al lado. El mismo petróleo que ha aumentado de precio, por razones que nadie parece en condiciones de explicar, lo suficiente como para llevar a la huelga, dicen que a la ruina, a los transportistas. Una huelga que va a vaciar, a poco que se prolongue el tira y afloja de los huelguistas con el gobierno, que maldito lo que pinta en todo esto, las estanterías que hasta hace muy poco encontrábamos repletas de mercancías. Una huelga que podría no ser más que el ensayo general de lo que puede estar a punto de convertirse en una condición permanente, si las razones del incremento del precio del petróleo tienen que ver más con la escasez que con la especulación.

jueves, 8 de mayo de 2008

Energía y futuro

El Club Español de la Energía ha hecho público, recientemente, un estudio titulado Energía y Sociedad: Actitudes de los Españoles ante los Problemas de la Energía y del Medio Ambiente, del que se desprende que tenemos, en general, una formación deficiente en cuestiones de energía. Parece ser que sabemos poco, o nada, acerca del origen de la electricidad que consumimos y creemos, erróneamente, que la mayor parte proviene del petróleo o de los saltos de agua. No somos, se dice, partidarios de la energía de origen nuclear y creemos que la de procedencia eólica o solar es la más barata cuando, en realidad, es muy cara, en el nivel actual de desarrollo de la tecnología necesaria, dependiente, como casi todo en nuestra civilización industrial, del petróleo y está extraordinariamente subvencionada. Este déficit de formación es el que hace que depositemos esperanzas, con toda seguridad excesivas, en supuestos avances tecnológicos, relacionados, sobre todo, con el hidrógeno y los biocombustibles, de indudable valor científico pero dudosa aplicación práctica a corto plazo. Y a largo plazo, decía Keynes, todos estaremos muertos.
El hidrógeno es muy abundante en la naturaleza, pero su estructura atómica le proporciona una notable e irritante tendencia a combinarse con otros elementos y no se encuentra libre en ninguna parte de este planeta, aunque sea la fuente de energía de las estrellas. Su obtención, a partir de algunos de los compuestos de los que forma parte, como el gas natural, básicamente metano (CH4) y el agua (H2O), exige un aporte externo de energía, con un balance final que, por el momento y mientras las leyes de la termodinámica sigan en vigor, es negativo: la energía que se obtiene de su combustión es inferior a la utilizada para obtenerlo. Tiene, sin duda, una importante ventaja sobre la energía solar o eólica, o, en definitiva, sobre la electricidad, como es la posibilidad de almacenarlo y se supone, que, en el futuro, puede jugar un papel importante como sustituto de los combustibles líquidos, utilizados masivamente en el sector del transporte. Por el momento, sin embargo, el estado de la investigación sobre células de combustible, que son el principal candidato para sustituir a los motores de combustión interna, su precio, el coste de producción y las dificultades de almacenamiento y transporte del hidrógeno necesa-rio para alimentarlas, hacen económicamente inviable esa transición. Sostener lo contrario es una peligrosa fantasía.
En cuanto a los biocombustibles, como el etanol o el biodiesel, procedentes del procesamiento industrial de caña de azúcar, colza, maíz, cebada y otros productos agrícolas, además de que el balance energético final es también e inevitablemente, negativo y de que no está claro que la emisión de contaminantes al quemarse sea inferior, o menos nociva, que la de los combustibles fósiles que se pretende sustituir con ellos, es probable que, antes de proyectar una extensión masiva de su producción y consumo, debamos elegir entre comer o ir en coche. La escasez de determinados alimentos ya está siendo un problema en muchos países, antes llamados subdesarrollados y ahora, con irresponsable optimismo, en vías de desarrollo. Problema que no hará sino agravarse, si terrenos agrícolas y otros recursos escasos, se detraen de la producción de alimentos para dedicarlos a otros fines.
La investigación relacionada con la utilización de las denominadas energías re-novables y también, en el caso de la eólica y la solar, limpias, está impulsada por el incremento de precio del petróleo y también, al menos en teoría, por la constatación, por un lado, de que la combustión de hidrocarburos, o de carbón, con la consiguiente emisión de CO2 y otros gases de efecto invernadero, tiene un efecto negativo sobre la atmósfera, el clima y el ecosistema en general, con consecuencias sobre las que discrepan científicos, gobiernos y ecologistas, pero que se presumen devastadoras y, por otro, de que este problema puede quedar resuelto por la vía, expeditiva e involuntaria, de terminar con las reservas, inevitablemente finitas, del petróleo en todas sus fases de formación. Esta investigación debe continuar e incluso intensificarse, otra cosa sería una grave irresponsabilidad, pero hay que aceptar la posibilidad de que puede que no lleguemos a tiempo y de que el final del petróleo nos sorprenda, en un plazo muy breve, sin ninguna alternativa válida para sustituirlo.
Ser conscientes de esto puede que no ayude a conciliar el sueño pero, probablemente, suavice el inevitable, brusco y potencialmente traumático despertar del que llevamos disfrutando poco más de cien años, un pequeño paréntesis en la historia de la humanidad, y nos induzca a tomar alguna medida para intentar mitigar los aspectos más desagradables de lo que está por venir. Aún así, nada, probablemente, evitará que cosas que ahora damos por garantizadas desaparezcan, para siempre, de nuestras vidas. Quizá convenga hacerse a la idea de que lo que se nos viene encima, si el petróleo se acaba o se hace inaccesible, no es una crisis pasajera, como podría serlo la supuestamente originada por las dichosas hipotecas subprime y el final, en España, de un determinado modelo de desarrollo, sino algo definitivo, que nos obligará a reconsiderar nuestra relación con la naturaleza y a ajustar nuestro modo de vida a las posibilidades reales de nuestro entorno más inmediato.


Publicada en El Cruzado Aragonés, de Barbastro

viernes, 29 de febrero de 2008

Los inmortales en el Teatro Falla (Carnaval de Cádiz)




El que sale del alma es el único fuego que no me quema,
La que sale de Cádiz es la única claridad que me resucita,
Y la del Nazareno es la única cruz que no me envenena,
Y la única plata que llevo conmigo es porque es la plata de la Tacita.
Y el fuego para los demonios, la claridad para el que mande,
Las cruces para San Antonio y la plata para quien te quiera.
Y a ti chupa la sangre.

La sangre que aquí me han dado, ha sido sangre del pueblo,
Única sangre que bebo, por eso he resucitado.
Y como inmortalizado, hago inmortal a mi pueblo.
Y mientras que las derrame, no querré más otro vino.
Y beberé del prohibido, aunque me muera de hambre,
Por eso bebo tu sangre y me emborracho contigo.

No quiero ver a mi pueblo desangrado,
Por los colmillos de los envenenados.
Porque mi pueblo no tiene sangre azul,
Que es de sangre roja de vida y juventud.
Y como no quiero verlo desangrado
Por eso tiro en el cuello los bocados.
Y lo que hagan conmigo me da igual,
Porque la sangre del pueblo es inmortal.

Resistiré las tentaciones delante de los fanfarrones,
Porque a mi no me da la gana que nos gobiernen por cañones.
Que los tirabuzones son de las gaditanas.
Resistiré constituciones que esconden crímenes de Estado,
Y amparan líderes ladrones, en los sillones del Senado.
Que es donde están sentados los nuevos fanfarrones.
Por eso puesto a resistir, resistiré que en sus palabras,
Me entren por los dos oídos y por ninguno me salgan,
Por eso puesto a recibir, resistiré que en sus palabras.
Me entren por los dos oídos y por ninguno me salgan.
Resistiré las tentaciones.

Recuerdo que no quedaba dos lunas para primavera,
Cuando la vi que bajaba con su morada bandera,
Y que se oía su padre cantando desde la torre:
“No se te olvide una calle en la que pongas tu nombre”.

Recuerdo que le decía con su morada bandera:
“Si yo tuviera una reina sería Lolita la Piconera”.
Y si Lolita no fuera, que fuera reina su hermana,
Que es la más republicana por eso le llama Pepa.
Que con Lolita y la Pepa, que con la Pepa y la Lolita,
No harían falta las puertas de tierra en la Tacita.

Para ser inmortal no hace falta ser un hombre histórico,
Que llevar una vida adelante oficio de héroe,
Más allá que siempre la ética bajo su músculo,
Me permita dormir cada noche escuchando su música.
Aun sabiendo que antes del día le espera la fábrica,
Y que nunca será bautizado como Jesucristo,
Que tendrá una única sabana y cien mil carnavales distintos,
Aún sabiendo que antes del sábado ni los periódicos,
Venderán una foto de archivo con su pie de página,
Otra vez han quemado los puentes, otra vez han quemado al obrero,
Pero no han apagado a la gente, la más valiente la de astilleros,
Mi palabra de carnavalero mi comparsa no te olvida
Y cuando llegue febrero tirará por la bahía.
Otra vez han quemado los puentes, otra vez han quemado al obrero,
Pero no han apagado a la gente, la más valiente la de astilleros,
Mi palabra de carnavalero mi comparsa no te olvida,
Aún sabiendo que antes del día le espera la fábrica.

Ya te dije que la claridad, la única que no me quema,
Es la del mar, la libertad, la gaditana.
Ni mata si es de plata la Tacita,
La que me crucifica en tu ventana,
La que por más galana, más bonita.
La del mar, la claridad, la que me grita,
La vida que resucita junto a ti cada mañana.
Te dije que la plata en tu ventana,
La del mar, la claridad de la Tacita,
Es la que resucita mi bonita gaditana.
Y si del alma tuya sale el fuego,
Recordarás que a mi el fuego,
el único que no me quema,
De tu alma que locura la candela,
Aunque me crucifique de veneno,
Como es de tu ventana por lo menos,
Y aunque al mar le falte el agua no me quema
Igual que no me envenena la cruz del Nazareno.
Igual que no me envenena la cruz de carnavales.
Desenterrando los puñales de las arenas salías
Y con su sangre escribía:
"Los inmortales, los inmortales, los inmortales"

Letra y música: Juan Carlos Aragón Becerra.
Director: Francisco Javier Bohorquez Gutierrez

viernes, 15 de febrero de 2008

Castilla

El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo.
Nadie responde... Al pomo de la espada
y al cuento de las picas el postigo
va a ceder ¡Quema el sol, el aire abrasa!
A los terribles golpes
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal, responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca
en el umbral. Es toda
ojos azules, y en los ojos. lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.
"Buen Cid, pasad. El rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El cielo os colme de venturas...
¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!"
Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: "¡En marcha!"
El ciego sol, la sed y la fatiga...
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.

Manuel Machado (1874-1947)

martes, 5 de febrero de 2008

Desarrollo... sostenible

El lenguaje que utilizamos está cargado de metáforas que casi nunca son inocentes. Una de las más utilizadas por políticos, empresarios, medios de comunicación, responsables de empresas públicas y un largo etcétera es desarrollo sostenible. Desarrollo, en ese contexto, quiere decir crecimiento. No hay más que prestar un poco de atención a los lamentos que preceden y siguen a cualquier síntoma ya no de decrecimiento, sino de simple disminución en la tasa de crecimiento esperada, para comprobar hasta qué extremo la doctrina económica imperante identifica ambos términos. Pero el crecimiento, cualquier crecimiento, en un sistema cerrado y finito es insostenible y, por tanto, no hay desarrollo sostenible que valga y la cuenta atrás, es lo que pasa con las curvas exponenciales, va cada vez más deprisa. Esto es álgebra elemental y hasta los políticos más ignorantes y ágrafos pueden hacer esas cuentas. Si nos sueltan con tanta alegría el sonsonete de la sostenibilidad y nos lo tragamos con no menos alegría y complacencia no es porque seamos idiotas, aunque eso nunca se puede descartar del todo y depende del sistema de referencia, sino porque en eso es en lo que les conviene creer, o, mejor dicho, hacer ver que creen, a los políticos, cuyo horizonte rara vez supera la próxima convocatoria electoral, y porque a nosotros, a mí no, pero es por no perder generalidad, nos han convencido de que esa, la de la sostenibilidad de determinadas políticas, es una verdad incontestable. En el fondo, lo que pasa es que nosotros no estamos hablando de sostenibilidad indefinida, ni siquiera de sostenibilidad a largo plazo, sino de mantener nuestro nivel actual de consumo, de despilfarro, durante nuestra vida y, con un poco de suerte, la de nuestros hijos. Nuestros nietos ya encontrarán, como ha pasado siempre, nuevos recursos o, si la cosa se pone muy mal, la forma de evacuar el planeta y establecerse en otro lugar… O que monten una buena guerra nuclear para pelearse por lo que quede, o una epidemia de peste... algo se les ocurrirá.

domingo, 27 de enero de 2008

Sie kamen zuerst und holten die Kommunisten, und ich sagte
nichts, weil ich kein Kommunist war.
Dann kamen sie und holten die Sozialisten, und ich sagte nichts,
weil ich kein Sozialist war.
Dann holten sie die Gewerkschafter, und ich sagte nichts, weil ich
kein Gewerkschafter war.
Dann holten sie die Juden, und ich sagte nichts, weil ich kein Jude
war.
Dann holten sie mich, und es war keiner mehr da, um etwas zu
sagen.

Martin Niemöller

A cuatrocientos euros el voto... de momento.

Estamos, por si alguien no se había dado cuenta, en plena campaña electoral. El Sr. Presidente del Gobierno, en funciones, ha presentado hoy el programa con el que va a optar a la reelección y en el que, entre otras cosas de las que ya nos iremos enterando, se compromete a entregar a cada contribuyente o pensionista, si gana las elecciones, la cantidad de 400 € en el mes de junio. Esto parece, dirán ustedes, una descarada compra de votos. Bueno, pues desgraciadamente vivimos unos tiempos en los que las cosas cada vez son más lo que parecen y esto, efectivamente, es comprar votos con dinero público con el único objetivo de mantenerse en el poder. Parece que por la razón que sea el Estado dispone actualmente de un cierto superávit, ha ingresado más de lo que ha gastado, y el actual gobierno se dispone a liquidarlo, en su propio beneficio, mediante esta y otras patochadas que ahora no recuerdo. Lo que sí recuerdo es la promesa del Sr. Rajoy, a la sazón candidato del Partido Popular al cargo que ahora tiene el Sr. Zapatero, de reducir en 1000 € el IRPF de las mujeres. Ya dije en una ocasión que no hay alternativa al cachondeo actual y me ratifico. Estoy empezando a pensar que la mejor opción, con el actual panorama, es no votar. O votarle a Llamazares que por lo menos tiene cierta gracia.

sábado, 26 de enero de 2008

A vueltas con Gran Scala

Parece que lo de Gran Scala va en serio. O, al menos, parece que el gobierno de Aragón está dispuesto a echar el resto para que el proyecto llegue a buen puerto. A mí, creo que ya lo dije, todo este asunto me parece una vergüenza. Porque es una vergüenza, de momento, que un grupo de promotores sin otro capital que una idea, estúpida, sean recibidos como si fueran los reyes magos y se les organice, en la sede del Gobierno y mano a mano con el presidente y el vicepresidente, un increíble y surrealista acto de presentación de... humo. Es una vergüenza que el Gobierno se comprometa por escrito a modificar la normativa administrativa, y también la legal, por lo que parece, en función de las necesidades del proyecto. Es una vergüenza que el gobierno presente como solución a los problemas de despoblación, de momento no hay otros, de los Monegros una estupidez tan grande como un complejo entramado de casinos y parques temáticos y acepte sin cuestionarlas cifras absurdas de inversión, empleos y visitantes. Es, en definitiva, una vergüenza que un gobierno que hasta ahora no se había distinguido por ninguna metedura de pata excesiva, aunque sí por un manifiesto apoyo al urbanismo salvaje en el Pirineo y por incrementar la macrocefalia de Zaragoza en detrimento del resto del territorio, haya comprometido todo su crédito en lo que presenta todos los visos de ser una estúpida comedia y, si no, una operación mafiosa.

Cotiella