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viernes, 9 de junio de 2023


 Tarde de lluvia en el Somontano. Llevamos así una semana y parece que la inestabildad durará aún algunos días más. Después vendrá el verano y dicen que hará calor. O, mejor dicho, que hará más calor que en ocasiones anteriores, aunque el año pasado ya se batieron marcas.

Antes de eso, o en medio, llegarán las elecciones generales, concebidas por unos como presunta rectificación del resultado de las municipales y autonómicas, francamente desfavorable para el actual gobierno. Para otros, sin embargo, estas elecciones no serán sino la confirmación de que el viento de popa que parecía impulsar al barco de la izquierda, se ha transformado en viento de costado que el 23 de julio terminará por enviar al fondo del mar a todos esos advenedizos. Ya veremos en que queda todo esto.

viernes, 27 de enero de 2023

Apuntes preelectorales

 Este país está tradicionalmente dividido en dos facciones, bueno, en realidad muchas más, pero, para los efectos de este artículo, lo dejamos en dos. Pongamos, aunque la terminología se haya quedado algo obsoleta, que son: la izquierda, que se autodenomina, con la sorprendente anuencia de la otra facción, progresista, y la derecha, también autodenominada y también con la anuencia de su contraparte, conservadora. En la izquierda progresista están la izquierda tradicional, ‘i.e’ socialistas y comunistas, ya descafeinados, con algunos añadidos nacionalistas regionales, populistas y otros que pasaban por allí y se han quedado a cobrar. En la derecha conservadora está… la derecha de siempre, la derecha de la derecha o ultraderecha, descontenta con las veleidades zurdas, o eso dicen, de la anterior, los liberales, los nacionalistas nacionales y ocasionalmente también los que pasaban por allí, que se quedarán para ajustar cuentas y seguir cobrando cuando los otros se vayan.


No suelen estar de acuerdo en casi nada, ni siquiera en cosas en las que parece que debería ser fácil estarlo, sin más que preguntar un poco por ahí. Por ejemplo, en si hay, o no, un cambio climático que amenace nuestra supervivencia o en si la crisis energética va a dejarnos tiritando y a la intemperie, como cree la derecha o si, como cree la izquierda representada en la coalición gubernamental, no solo no tenemos ningún problema energético a la vista, sino que estamos llamados a ser la solución de los de toda Europa. No hay más que ver, a título de ejemplo, el acuerdo alcanzado con Monsieur Macron para la construcción de un gasoducto submarino entre Barcelona y Marsella para transportar… como no, hidrógeno verde. Un hidrógeno verde que no se sabe muy bien cómo, y sobre todo dónde, se va a producir, pero, por pura lógica, debería producirse a poca distancia de la boca del gasoducto. El hidrógeno, un gas muy ligero y reactivo, no es lo más adecuado para que le organicen viajes con transbordos. Pero supongo que, en estas cosas, a pesar de las apariencias, ya habrá pensado alguien. A ver si se molestan en explicarlo, pero no creo. El acceso a fuentes de energía y su almacenamiento y transporte, más que el de cualquier otro recurso, lleva mucho tiempo provocando guerras en Europa y fuera de Europa. Guerras que son, invariablemente, atribuidas a otras causas.


En cuanto al cambio climático, unos, más a la izquierda, creen que es cosa del hombre, y de la mujer, claro, y en principio reversible, en cuanto los capitalistas, a los que hacía referencia la Sra. Belarra, dejen de contaminar. La derecha conservadora, por el contrario, cree, o dice creer, que no hay tal. Que en verano hace calor, unos veranos más y otros menos, y en invierno frío, también más o menos, según le dé al hombre del tiempo y que, en todo caso, los capitalistas a los que creen representar, nada tienen que ver con algo que viene ocurriendo desde antes de que se inventaran los gases de efecto invernadero. En realidad, tampoco importa demasiado si el cambio, por demás evidente para cualquiera que tenga más de cuarenta años, es de origen antropogénico o tiene el carácter cíclico que le atribuyen los escépticos. En el primer caso sería reversible, previa cancelación o moderación de las actividades humanas que lo causan que son, en general, las que nos han permitido llegar hasta aquí y, en el segundo, sólo quedaría esperar al cambio de ciclo. Cuestión de paciencia.


En lo que la izquierda y la derecha suelen coincidir es en la cosa esta de la corrupción. Ambas facciones coinciden en que, para corruptos de verdad… los otros. Lo cierto es que corrupción y la incompetencia, que suelen ir unidas, afectan por igual a políticos de cualquier ideología y de cualquier país, quizá con alguna excepción en el Atlántico norte o a orillas del Báltico. En Ucrania, por ejemplo, su presidente acaba de cesar a un número importante de altos cargos que, en plena guerra, se estaban aprovechando de la ayuda exterior y con complicidad exterior. Y aquí mismo, sin ir más lejos… pero bueno, mejor lo dejamos para otro día que me he quedado sin espacio.

Enviado a ECA 27/01/2023

jueves, 18 de agosto de 2022

El baile

Me decía un amigo que tenía la desagradable impresión, cada vez más difícil de ignorar, de que todo se estaba descomponiendo a su alrededor. Como ejemplo no citaba la seguridad social, seriamente tocada por la inefable gestión de la pandemia, ni el desastre ferroviario provocado por el robo de unos metros de cable. Todo eso y algunas cosas más, como la guerra, la sequía, la subida de precios, la vuelta de las fiestas patronales o la crisis energética, le parecía importante y desde luego, muy preocupante, pero, según él, el síntoma más evidente de que todo se va a…, es el baile del alcalde de Vigo.

El baile en cuestión, que insistió en enseñarme en su móvil, no es ni más ni menos extravagante o extemporáneo que los concursos de bombillitas de navidad que este hombre organiza cada año, la entrevista del alcalde de Madrid con dos bromistas rusos o, por apuntar algo más alto, las gansadas de varios presidentes de Estados Unidos, antes, durante y después de ejercer como tales, pero sirve para plantearse alguna cuestión interesante sobre el modelo de gobierno que tenemos y que, grosso modo, se conoce como democracia representativa. A mi amigo le parecía dudoso, por ejemplo, que comportarse en público como un imbécil, y más de manera reiterada, fuera compatible con la capacidad de llevar a cabo una gestión medianamente responsable de la pequeña isla de baja entropía, mantenida cada vez con más dificultad y a base de quemar primero árboles y después carbón y petróleo, en la que habitamos.

Desde luego, no lo parece, que sea compatible, quiero decir, pero es igual porque nadie plantea la cuestión en esos términos y, además, también podríamos preguntarnos, aunque sea de manera retórica, si exhibir en público un comportamiento que mi amigo y seguramente alguno más, considera propio de imbéciles, es compatible con ganar, por mayoría absoluta y reiteradamente, unas elecciones. La respuesta, evidentemente, es que sí y por tanto la pregunta anterior carece de interés y la opinión de mi amigo sobre lo que es o deja de ser propio de imbéciles también.

A mí me parece más interesante, puestos a divagar, establecer hasta qué punto el comportamiento de un sistema termodinámico, esta civilización, sujeto a unas leyes fundamentales que hemos enunciado, pero no establecido y que no podemos modificar, puede verse afectado por decisiones tomadas en Washington, Madrid o Vigo o por un discurso económico o político contingente, cuyo contenido es generalmente ajeno a esas leyes. La respuesta es, seguramente, ambigua. El sistema camina, como nosotros, hacia un final que podemos acelerar, que quizá estemos acelerando, pero que no podemos retrasar ni, por supuesto, evitar.

Mientras tanto, que el alcalde de Vigo baile o deje de bailar es, comparado con lo que dicen que se nos viene encima este otoño, algo insignificante. 


Publicado en ECA 19082022

viernes, 18 de marzo de 2022

¿Primavera?

Me decían esta mañana que el polvo del desierto, que ha teñido de amarillo Madrid y media España, no es sino la última, por ahora, de las plagas que nos están cayendo encima en este año III de la Pandemia Interminable, junto a la guerra, la crisis energética y climática, la inflación, las matemáticas con perspectiva de género, los políticos y sus políticas y la tontería felizmente reinante. Es posible, pero las plagas en Egipto terminaron cuando el Faraón cedió y dejó salir a los judíos. Nada de lo que está pasando hoy, y son muchas cosas, parece tener remedio. Algunos edificios públicos, no sé si todos, han cerrado la calefacción 15 días antes de lo previsto y Ana Patricia Botín ha bajado a 17 grados la calefacción de su casa, siguiendo las directrices del superministro Borrell y con objeto de tocarle las narices a Putin. Puede parecer una tontería, pero sólo porque, efectivamente, es una tontería. La guerra en Ucrania, una guerra no declarada, ha despertado de su letargo a la Unión Europea y ha abierto de par en par sus fronteras a millones de refugiados ucranianos, agraviando, comparativamente, a los que, desde Siria, Afganistán y otros lugares llevan años esperando a la puerta sin demasiado éxito. Nuestro problema es que vivimos al día y vivimos al día porque no podemos, o no sabemos, vivir de otra manera, no entendemos un carajo de todo lo que pasa y aunque lo entendiéramos daría igual. Ayer, aprovechando la coincidencia de la fecha en formato anglosajón: 3, 14 con los tres primeros dígitos del número Pi, se celebraba por resolución de la UNESCO, el día de las matemáticas. Lo celebramos, pero seguimos creyendo que es posible hacer sostenible el crecimiento exponencial simplemente cambiándole el nombre. La Reserva Federal, el FMI o el Banco Central Europeo han sido, durante algún tiempo los garantes de una estabilidad de precios tan fantástica como todo lo demás, Hubo un tiempo en el que la inflación se creaba a base de imprimir billetes sin el debido respaldo, ya fuera oro, derechos de giro del FMI o lo que fuera. Hoy eso ya es innecesario porque el 95% del dinero en circulación son depósitos a la vista o a corto y medio plazo y el dinero lo crean de la nada los bancos comerciales cada vez que conceden un préstamo, un proceso inflacionario donde los haya, me parece a mí, pero se nos ha hecho creer que la política monetaria, a veces restrictiva, a veces lo contrario, es suficiente para hacer compatible la pérdida de valor del dinero con el mantenimiento de su poder adquisitivo. Y puede que lo haya sido, pero parece que se acabó. Durante años se han ignorado las señales de alarma que nos envía el planeta que nos acoge, cada vez con más desgana, aunque sólo seamos un pequeño interludio en sus 4.500 millones de años de historia geológica. Hace 10.000 años el homo sapiens, sapiens a ratos y porque lo decimos nosotros, eran poco más de 1.000.000 de individuos, en 1953 ya éramos dos mil millones y hoy somos más de siete mil millones. No sé dónde estará el límite, pero esté donde esté, está claro que lo alcanzaremos en poco tiempo. Este es, precisamente, el pequeño secreto que hay detrás del crecimiento exponencial. Ayer leí de una sentada el libro póstumo de Fernando Marías, al que conocí en Barbastro hace muchos años, en el que cuenta la terrible historia de días de vino y rosas trasplantada al Madrid de finales del siglo XX y, ya por la noche, hice una llamada desde el teléfono fijo. La relación entre ambos hechos y lo que he escrito más arriba me ha tenido desvelado desde las cinco de la mañana. Otro día me extenderé sobre esto, que hoy ya llego tarde. Publicado en ECA. 18/03/2022

domingo, 24 de octubre de 2021

Otoño (ahora sí)

En la portada de un periódico nacional, generalmente alineado en contra de la política del actual gobierno, aparecía esta mañana, resumido, un barómetro con la posición de los entrevistados sobre cuestiones clave de la actualidad. Parece ser que los españoles están a favor de la extradición de Puigdemont, bastante disgustados con el aumento del precio de la energía eléctrica, eufemísticamente conocida como ‘la luz’, preocupados por la aparente deriva comunista del gobierno y por la situación política y económica que consideran malas sin paliativos. Por otra parte, parece ser que una mayoría bastante significativa, el 81%, está en contra de eliminar las mascarillas en los interiores y eventualmente dispuesta a asumir nuevas restricciones si el número de contagiados, es decir, de PCR’s realizados, volviera a aumentar. A mí este gobierno, la verdad, no me entusiasma demasiado y las protestas socialdemócratas del presidente en una especie de simposio de cargos de su partido que ha habido este fin de semana, me parecen, aun suponiendo que la socialdemocracia fuera todavía un valor en alza, poco más que un brindis al Sol. Su permanencia en el poder, objetivo final de este y de casi cualquier gobierno, parece depender en este caso de su capacidad para contemporizar con sus aliados asumiendo algunas de sus propuestas más descabelladas y a los que, por supuesto, la ruptura les interesa muy poco, de mantener contentos sin darles lo que no puede darles, a los pseudo independentistas de ERC y a los de Bildu, que dicen, ahora, que lo que pasó hubiera sido mejor que no pasara y por supuesto, de mantener tranquilos a sus propios barones cuya reelección puede depender de que el gobierno central no se exceda en sus concesiones a vascos y catalanes. En fin, un carajal del demonio en el que no resulta fácil saber dónde está cada uno, pero en el que nuestro presidente se mueve como pez en el agua. Mientras tanto los problemillas habituales siguen donde estaban o empeorando poco a poco, y no me refiero, o no sólo, a la artrosis de mi tobillo que de momento es mi mayor problema, sino al encarecimiento y escasez de materias primas, al negro, por muchas razones, futuro de la energía, al anormal comportamiento del clima que ya provoca sequías en el norte de Europa y destruye el permafrost siberiano, a la falta de profesionales cualificados en muchos campos de la actividad económica, al deterioro casi imparable de la sanidad pública, a la inflación todavía no galopante pero ya veremos y al insoportable aumento de la pobreza, por citar sólo algunos de los más evidentes. Pero bueno, igual no es para tanto porque el presidente, en la televisión, parecía muy contento y nadie, en su sano juicio, estaría contento con este panorama. Publicado en ECA el 22 de octubre de 2022

viernes, 20 de diciembre de 2019

El tiempo que viene


En relación con los efectos del cambio climático, en nombre del cual ha perdido un montón de días un montón de gente, en una reciente conferencia en Madrid, que finalmente se ha saldado con el acuerdo de tomarse la cosa más en serio a partir del año que viene, hay, como en tantas otras cosas, una notable disparidad de criterios entre la izquierda y la derecha del espectro político, si es que esos términos significan actualmente algo más que la disposición a votar cualquier cosa que lleve la etiqueta correspondiente. La izquierda cree, o parece creer, que el calentamiento global está causado por la actividad humana, mientras que la derecha sostiene, a veces con excesivo entusiasmo como ha ocurrido con las descalificaciones a la joven activista sueca Greta Thunberg, que el calentamiento no es sino una manifestación del comportamiento caótico del clima y que, si es imposible saber el tiempo que hará para navidad, mucho menos se puede predecir el que hará dentro de 10, 20 o treinta años. Eso es verdad. No se pueden construir modelos matemáticos deterministas para predecir el tiempo pero, personalmente y en este caso, prefiero el punto de vista de la izquierda, porque, si tenemos algo que ver con lo que está pasando, puede que tengamos también alguna oportunidad de rectificar antes de que sea demasiado tarde. Si se trata, como parece creer la derecha, simplemente de lo que toca, más que de una manifestación del disgusto de Gaia con los más sucios y ruidosos de entre sus inquilinos actuales, la cosa pinta bastante peor. Que el clima está cambiando y que las temperaturas están subiendo es algo que cualquiera, que no haya nacido en los últimos diez años, puede apreciar directamente. Y que, por otra parte, a estas alturas ya nadie discute, salvo un popular locutor turolense que saca a colación todas las mañanas las temperaturas de su pueblo y las de Soria y, coincidiendo con la presidenta de la comunidad de Madrid, la presunta conspiración izquierdista, oculta tras la declaración de emergencias climáticas, de cuyos verdaderos objetivos, dice la Sra. Ayuso, ya nos iremos enterando. En mi opinión y aunque es verdad que el clima ya ha cambiado en otras ocasiones y por otras razones, en esta ocasión hay evidencias suficientes para sostener que el incremento actual de  la concentración de CO en la atmósfera, parcialmente responsable del efecto invernadero y peligroso por encima y por debajo de cierto nivel, es directamente atribuible a la actividad humana y en particular al consumo de combustibles fósiles y otros derivados del petróleo, a la deforestación salvaje y a la  práctica de la ganadería intensiva, entre otras. También pienso que son razones económicas, más que políticas, las que impiden que se haga nada al respecto y que, como ha quedado claro en la cumbre de Madrid, probablemente no se hará nada significativo hasta que ya no haya nada que hacer. Pero, mientras tanto, estamos en Navidad, encendamos todas las luces y salgamos a comprar de todo, como si no hubiera un mañana. Que vaya usted a saber.

Publicado en ECA 20/12/2019

viernes, 28 de septiembre de 2018

¿Tiene calor? Queme un bosque.

Torres de refrigeración de la Drax Power Station
El clima está cambiando. Ya ni el primo de Rajoy lo discute. Tampoco se discute, o no mucho, que este cambio es atribuible, en muy buena medida, a la actividad humana y en particular a la emisión de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono (CO₂). Los cambios no tendrían necesariamente que ser negativos, pero no cabe duda de que el nuevo entorno climático está causando y va a causar muchos más inconvenientes que ventajas, aunque alguna parece encontrar la industria turística de sol y playa, que ve como sus temporadas se prolongan casi indefinidamente. Es poco probable, sin embargo, que las recientes inundaciones de la costa este de Estados Unidos, el progresivo y más que alarmante deshielo de los casquetes polares o la pérdida del permafrost siberiano, por citar solo alguno de los efectos más llamativos, puedan ser contemplados desde alguna perspectiva favorable.

En principio, sin embargo, no habría por qué preocuparse. La directiva 2009/28/CE del Parlamento europeo y del Consejo de 23 de abril de 2009, ya estableció una serie de medidas y un complicado sistema de cálculo de emisiones para alcanzar el objetivo de limitarlas primero y reducirlas significativamente después, de tal manera que al menos un 20% de la energía consumida en el año 2020 debería proceder de fuentes renovables, un objetivo que ha sido revisado al alza en enero de este mismo año por los negociadores comunitarios, sin modificar sustancialmente el texto legal.

En el corazón de Inglaterra, cerca de Leeds, hay una planta de producción de electricidad, la Drax Power Station, que genera unos 23 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, según una prudente estimación de la Yale School of Forestry and Environmental Studies. A pesar de eso y de lo escandaloso de sus enormes torres de refrigeración (ver imagen) emitiendo gases a la atmósfera, la empresa pretende que su huella de carbono es prácticamente cero gracias, por una parte, a que ha sustituido el carbón por pellets de madera importados del sur de Estados Unidos y por otra a que un agujero en la legislación europea citada más arriba  permite, con el beneplácito del actual gobierno británico y supongo que, llegado el caso, de los demás gobiernos comunitarios, considerar neutral, es decir, sin huella apreciable de carbono, la quema de la madera procedente de la tala de árboles.

Pero, como sucede cada vez con más frecuencia, las cosas no son exactamente como nos las cuentan. De lo que realmente se trata es de encontrar alguna forma creativa de elaborar la contabilidad para justificar la quema de los bosques y alcanzar, nominalmente, un objetivo para el que otras fuentes, estas sí renovables como el viento y el Sol, resultarían claramente insuficientes. Y si de paso y por casualidad, se favorecen los intereses a corto plazo de las industrias madereras norteamericanas, las europeas están aún afilando las motosierras, tanto mejor. Los ecologistas y no sólo ellos sino también un número importante y creciente de científicos se han dirigido al Parlamento Europeo para intentar poner fin a una fantasía que va a poner en riesgo los bosques de medio mundo primero y de Europa después. He aquí, en cursiva, algunos fragmentos de la carta (el original en inglés puede encontrarse aquí).

‘A los miembros del Parlamento Europeo,
Aprovechando que el Parlamento Europeo avanza, encomiablemente, para ampliar la directiva sobre energías renovables, instamos encarecidamente a sus miembros a enmendar la actual Directiva para evitar un daño creciente a los bosques del mundo y la aceleración del cambio climático. El fallo en la directiva radica en las disposiciones que permitirían a los países, plantas de energía y fábricas reclamar créditos de cumplimiento de los objetivos de energía renovable, talando árboles deliberadamente para quemarlos y obtener energía. La solución pasaría por restringir la biomasa forestal elegible para combustión exclusivamente a residuos y desechos.
…..
Incluso si se permite que los bosques vuelvan a crecer, el uso de madera recolectada deliberadamente para quemar aumentará el carbono en la atmósfera y el calentamiento durante décadas y siglos, como muchos estudios han demostrado, incluso cuando la madera reemplaza el carbón, el petróleo o el gas natural. Las razones son evidentes, independientemente de si el manejo forestal es o no "sostenible". La quema de madera es ineficiente y, por lo tanto, emite mucho más carbono que la quema de combustibles fósiles por cada kilovatio hora de electricidad producida. La recolección de madera también deja algo de biomasa para proteger los suelos, como las raíces y las ramas pequeñas, que se descomponen y emiten carbono. El resultado es una gran "deuda de carbono". Que vuelvan a crecer los árboles y prescindir de los combustibles fósiles puede finalmente cancelar esta "deuda de carbono", pero solo después de mucho tiempo. En general, permitir la cosecha y la quema de madera con arreglo a la directiva transformará las grandes reducciones, que de otro modo quizá se lograrían a través de la energía solar y eólica, en grandes incrementos del carbono atmosférico para 2050.
….
Las implicaciones adversas no solo para el carbono sino también para los bosques y la biodiversidad mundiales también son grandes. Se necesitaría más del 100% de la cosecha anual de madera de Europa para suministrar solo un tercio de la energía renovable prevista en la directiva. Debido a que la demanda de madera y papel se mantendrá, el resultado será una mayor degradación de los bosques en todo el mundo. El ejemplo que Europa daría a otros países sería aún más peligroso. Europa ha alentado adecuadamente a países como Indonesia y Brasil a proteger sus bosques, pero el mensaje de esta directiva es "corten sus bosques siempre que sea para producir energía". Si se anima a los países a invertir en semejante despropósito, después puede ser imposible corregir el error.’

No es la primera vez que los bosques europeos se encuentran en peligro. La construcción de los barcos ingleses que aseguraron el Rule Britain sobre los mares y también la de los barcos de la flota española enviada por Felipe II para acabar con la reina Isabel -que acabaron bajo las aguas del canal de la Mancha-, se hicieron a costa de los bosques de entonces. Los bosques ingleses se recuperaron con la llegada de los buques de hierro y la utilización del carbón y después el petróleo como fuentes de energía, pero, a título de ejemplo, los Monegros (montes negros, por su población de sabinas y pinos negros) quedaron desiertos para siempre y parte de su capa de tierra vegetal, arrastrada por las lluvias y los ríos, es hoy territorio catalán en el Delta del Ebro. Quizá deberíamos reivindicarlo. Ahora volveremos a quemar árboles, no creo que la carta sirva para nada, y seguiremos aumentando la deuda, que ya es impagable, contraída con un futuro que no es el nuestro pero que está cada vez más cerca.

En fin, que más que homo sapiens, como nos autodenominamos, somos como mucho, algo espabilados y bastante pícaros, pero incapaces de aprender de nuestros propios errores y pendientes sólo de nuestros intereses particulares, no los de la especie, a muy corto plazo.

No hay día que no me pregunte qué hubiera sido de nosotros y de este planeta si fuéramos tan listos (sabios, en realidad) como creemos o como parece desprenderse de algunos curriculums. O sólo la mitad.

Publicado en ECA el 28 de septiembre de 2018


viernes, 5 de enero de 2018

¿Energía? No pasa nada. Y si pasa, no importa.



¿De dónde venimos? ¿a dónde vamos?... son preguntas recurrentes a las que no se les suele encontrar una respuesta convincente, por más que una trivial, obvia y parcialmente concordante con la experiencia aparezca ya en el Génesis 3:19: del polvo y al polvo. No parece posible llegar mucho más lejos, sin recurrir a la fe que es una virtud que, como es sabido, no tiene todo el mundo.
Hay otra pregunta que parece más prometedora: ¿qué hacemos aquí?, y sobre esto hay opiniones para todos los gustos, desde los que se empeñan en buscarle un sentido trascendental a la existencia, hasta los que creen que esto no tiene ni pies de cabeza y también hay una respuesta que sirve para todos los casos, aunque quizá no en la misma medida. Lo que hacemos aquí es gastar, derrochar, malmeter como decía mi abuela. De todo, pero, en última instancia, energía. Habrá quien crea que esto es por vicio o por ignorancia y es posible que haya algo de eso, pero no mucho porque, en realidad, no podemos hacer otra cosa. O gastamos energía –en este contexto gastar significa transformar energía útil y concentrada en calor inútil y disperso- o desaparecemos.
Así, nosotros mismos, aunque ya somos concebidos con un alto grado de complejidad, dedicamos ingentes cantidades de energía a mantener y acrecentar esa complejidad a lo largo de toda nuestra vida. Al final volveremos al polvo del que, según el Génesis, salimos, pero la energía que hemos utilizado habrá devenido inútil para cualquier finalidad práctica distinta de elevar un poco más la temperatura media de la Tierra y el mundo estará un poco más cerca de un estado ideal, de entropía infinita y caos absoluto en el que ya no seremos necesarios ni posibles. Bueno, necesarios tampoco lo somos ahora. La energía tiene otras formas de disiparse sin nuestra intervención.
El caso es que, si queremos mantener la complejidad, la nuestra y la de nuestra civilización, sostener el escandaloso tren de vida que llevamos en occidente y permitir una aproximación al mismo a los pueblos que ahora mismo están aporreando la puerta, antes de que consigan echarla abajo, necesitamos un aporte continuo y preferiblemente creciente de energía concentrada. Energía que, como es el caso del petróleo y en menor medida también del gas natural y del carbón, ha necesitado cientos de miles e incluso millones de años para formarse y que vamos a consumir en poco más de un par de cientos de años.
El reto, el problema de siempre, aunque durante unos pocos años ha podido dar la impresión de estar superado es, precisamente, de dónde vamos a sacar esa energía concentrada el año que viene, pero a este respecto podemos estar tranquilos. O no, que nos va a dar igual. De acuerdo con los informes anuales de la Agencia Internacional de la Energía, de la OPEC o de la Administración Federal de la Energía de Estados Unidos parece que, al menos un año más, podremos decir que los negocios seguirán como de costumbre.
En resumen, que si en el año 2015, el mix energético -casi 14.000 Mtoe[1]-  estaba formado aún por un 80% largo de combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo), un 2,5% de energía hidráulica, un 9,7% de biofuel, que tiene la doble virtud de producir energía y matar de hambre a los hipotéticos consumidores y un 2% escaso de las energías supuestamente renovables, para el 2018 no se prevén grandes variaciones salvo la consolidación del gas natural como combustible de transición -aún hay quién confía en una transición tranquila a las energías renovables- y del fracking como técnica de extracción de los últimos restos, sobre todo en Estados Unidos, un incremento de la eficiencia en los motores de combustión interna, que no se traducirá necesariamente en una reducción del consumo (paradoja de Jevons), una disminución del consumo de carbón, sobre todo en China y un recurso más decidido a la inversión en renovables. Nada nuevo bajo el Sol, suponiendo que nos cuenten toda la verdad y que las Nuevas Políticas auspiciadas por la agencia internacional de la energía se lleven a cabo. Que tampoco es muy probable.



[1] Millones de toneladas equivalentes de petróleo

 (Publicado en ECA el 5 de enero de 2018)

martes, 18 de junio de 2013

Verano

El verano amaga con un par de días de calor sofocante y vuelve después sobre sus pasos dejando un par de días de lluvia y ocho grados menos de temperatura. Dentro de una semana el Sol alcanzará la parte más alta de su recorrido por el hemisferio norte, mientras las lluvias adelantan el deshielo y desbordan los ríos. El calor irá, sin embargo, aumentando hasta que, a mediados de agosto y sobre todo en septiembre, bajen otra vez  las temperaturas y llegue el otoño y también el invierno astronómico que tampoco será, seguramente, un invierno como los de antes, pero puede ser un poco más difícil que el anterior. Las cosas no están bien pero no acaban de estropearse del todo y por eso el gobierno sigue anunciando, aunque nadie lo tome en serio, brotes verdes y un crecimiento imposible y su presidente pone al AVE Madrid-Alicante como ejemplo de lo bien que está este país. Por sus obras los conoceréis, dijo el Señor. Y por las nuestras nos conocen, dice el gobierno, pero lo que Mateo (Mt 7 15-20) quería decir es que nos guardáramos de los falsos profetas que son los que se regocijan inaugurando AVES mientras suprimen trenes convencionales y omiten mencionar sus aeropuertos sin aviones, ciudades de la cultura sin libros ni cultura, submarinos que no flotan y otras maravillas no menos notables. Pero todo se va deteriorando lentamente, aunque no tan lentamente como para que el deterioro resulte reversible. Hay cosas que teníamos y que dábamos por supuestas y que ya no tenemos y que dentro de poco tampoco extrañaremos y así iremos, lentamente, de una a otra forma de vida hasta que nuestra especie, que durante poco más de un millón de años ha dominado un planeta que tiene cuatro mil millones de años de edad, se extinga para dejar paso a otra u otras que quizá no sean tan inteligentes o que quizá lo sean más y aguanten aún menos tiempo. El planeta y el Sol que lo calienta tienen aún, en teoría, para unos cuantos millones de años, quizá miles de millones, si un meteorito del tamaño adecuado no pone fin a todo esto antes de que el Sol se transforme en una supernova así que hay tiempo para todo. Claro que, los ochenta años de esperanza de vida que todos tenemos al nacer, que no son gran cosa y que parecen aún menos cuando se está a punto de cumplir sesenta, hacen que sea innecesario preocuparse por acontecimientos tan remotos o impredecibles.

sábado, 11 de febrero de 2012

Invierno



Invierno en el Somontano de Barbastro. Frío y seco. Puede que se pierdan las cosechas y que los pantanos estén vacíos cuando empiece el verano, pero mientras haya combustible para las calefacciones y los camiones de suministro sigan rellenando las estanterías de los supermercados con todo lo necesario para los que puedan pagarlo, ningún problema. Una de las ventajas de la globalización es que permite abstraer los problemas locales. Pero eso también es un inconveniente. Nuestra relación con el medio que, en un tiempo pasado, nos sostuvo,  es ahora tan endeble que, si tuviéramos que volver a él, no sabríamos cómo comportarnos.

sábado, 27 de febrero de 2010

El milagro del hidrógeno

Esta semana, en la última página, el semanario local publica un artículo(*) titulado El hidrógeno hará posible la tercera revolución industrial, que resume, o extracta, una entrevista con un joven ingeniero industrial barbastrense que participa en un equipo de 'Fórmula Zero', una suerte de competición para coches con cero emisiones (de gases de combustión), con un coche llamado Milagritos que sólo emite vapor de agua y que parece utilizar hidrógeno, una fuente conductora de la electricidad, como combustible. El entrevistado sitúa, al hidrógeno, al final de una cadena, de la que también forman parte el carbón y el petróleo y vaticina que dará lugar a la tercera revolución industrial. En cuanto a la forma de obtener hidrógeno sin necesidad de ir al Sol, el lugar más próximo dónde se encuentra libre y en cantidad suficiente, a buscarlo, se trae a colación el supuesto buen posicionamiento de Aragón como productora de Energía. Aunque no lo dice exactamente así, parece que, de lo que se trata, es de aprovechar la exposición al sol y al viento de gran parte del territorio aragonés para transformar en electricidad la energía solar y eólica y obtener después hidrógeno por electrolisis, o algún otro proceso en el que no intervengan los combustibles fósiles, que el autor da ya por amortizados y prescindibles. Lanzados ya a toda marcha por la pendiente ecológico - nacionalista y localista descubrimos que hoy técnicamente es posible la utilización de energías no contaminantes y que todos los vehículos deberían ser eléctricos... En este aspecto Barbastro sería un enclave estratégico para el abastecimiento de hidrógeno (sic). Por el momento parece que sólo hay, en el mundo seis (6) coches milagrosos, diseñados por distintas universidades que coinciden en manifestar su interés, preguntando cosas, por Milagritos que, por cierto y a modo de aval se nos cuenta que ya ha aparecido en un programa de televisión, llamado 'el hormiguero', sobre cuya seriedad o credenciales científicas no puedo opinar.

El artículo no es demasiado relevante, al menos desde el punto de vista de la energía, pero lo traigo a colación en este blog porque utiliza algunos tópicos muy extendidos, que contribuyen a la desinformación generalizada en un tema tan sensible como este. El hidrógeno puede ser útil para almacenar, por el momento con bastantes problemas, la energía eléctrica producida por fuentes más o menos renovables, posibilidad a la que, probablemente, quiera hacer referencia la expresión, fuente conductora de la electricidad, utilizada en el artículo y que, en otro caso, no tendría el menor sentido, pero esto lo convierte en una portadora de energía y no lo coloca, ni de lejos, en pie de igualdad, desde el punto de vista energético,  con el carbón o, sobre todo el petróleo, que es enegía primaria, concentrada, abundante, al menos hasta ahora y relativamente fácil de usar, transportar y almacenar. Además, la mayor parte del hidrógeno que actualmente se produce proviene directamente del petróleo o el gas natural (metano) o utiliza el petróleo como fuente de energía para su obtención. Prototipos de coches movidos por hidrógeno hay muchos, seguramente más de seis y proyectos de comercialización de coches eléctricos tampoco faltan. En el 2004 y en Figueruelas, sin ir más lejos, se presentó el Hydrogen3, un coche movido por hidrógeno, con las mismas o parecidas virtudes que Milagritos, aunque no era un coche de exhibición o competición, sino que iba a empezar, supuestamente, a producirse industrialmente y a comercializarse en el 2010. No parece que las cosas vayan por ahí, aunque aún estamos en febrero, sino que, por el momento las esperanzas de Opel y de casi todos los fabricantes siguen puestas en los coches de gasolina y nada se sabe de la suerte que ha corrido el proyecto ni, por supuesto, de la extraordinariamente compleja infraestructura de almacenamiento y abastecimiento que habría que montar para que este tipo de vehículos fuera viable.

Creo que está muy bien que se investigue, que se juegue con cochecitos milagrosos, que se compita y que se mantenga el objetivo de prescindir, en su momento, de los combustibles fósiles. Es algo que probablemente habrá que hacer, por las buenas o por las malas, antes o después, pero no creo que sea buena idea dar por sentado que el hidrógeno va a solucionar todos los problemas en la hipótesis, de ninguna manera improbable, de una escasez de combustibles de origen fósil. Sobre todo porque eso, de momento, está lejos de ser una realidad. Las energías llamadas renovables, altamente dependientes también del petróleo, suponen sólo una ínfima parte de la energía consumida y proporcionan, en todo caso, electricidad pero no combustibles líquidos que son los que sostienen el 95% de la economía globalizada y siguen siendo la principal fuente de energía para todos los usos. Ahora, hace cien años y en cualquier futuro previsible, hasta que se acabe o hasta que aprendamos a vivir sin ellos. No es un problema de cantidad. Es un problema de concentración de energía.

(*) En cursiva, citas literales del texto del artículo.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Copenhague 2009

Como era de esperar, la cumbre de Copenhague no ha resuelto nada. La economía se ha globalizado pero el mundo carece de recursos globales para enfrentarse a la madre de todas las crisis: somos demasiados y estamos agotando nuestro crédito. El calentamiento del planeta, cualquiera que sea su causa, es, seguramente, un hecho, aunque -8º al otro lado de la ventana, a las 9 de la mañana del 20 de diciembre, a 42º de latitud norte, puedan hacer pensar otra cosa a los más jóvenes o desmemoriados, pero no es el principal problema ni el más acuciante. Cada vez está más claro, son datos de la IEA, al alcance de cualquiera, que el pico de petróleo ya ha llegado, que estamos en el principio del fin de la era de los combustibles fósiles, abundantes y baratos, en la que se basa nuestro modo de vida y que no tenemos con qué reemplazarlos. Los llamados cornucopianos, por su confianza en el cuerno de la abundancia, que tienen bastante audiencia entre los llamados líderes mundiales, en la actualidad poco más que politiquillos de tres al cuarto, con una capacidad de maniobra prácticamente nula, siguen contabilizando como petróleo extraíble el que, suponen, está en el fondo del Atlántico o en cualquier pedrusco más o menos grasiento, encontrado o por encontrar, en los bosques de Canadá, sin la menor consideración hacia los costes de extracción, que cuentan sólo en dinero y no en energía, agua y otros recursos finitos. Se podría mitigar, no eliminar, el problema reduciendo, drásticamente, el consumo, lo que al mismo tiempo frenaría el deterioro atmosférico, terrestre y marítimo del planeta, pero en Copenhague han dejado claro que eso, por las buenas, no va a ocurrir. El crecimiento, con renovados bríos, está, dicen, a la vuelta de la esquina y no lo van a comprometer con medidas impopulares, cuyo principal y probablemente único resultado, sería apearlos a ellos del coche oficial.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Un poco de niebla sobre el río.

Aunque tarde y muy poco a poco, algunas de las viejas manifestaciones del invierno del Somontano se están haciendo notar, ya mediado el mes de diciembre. La niebla, por ejemplo, que ayer por la noche le daba este aspecto al cauce del río Vero, a sus orillas y a los puentes, iluminados para la Navidad. Parece que mañana llega, por fin, el frío de verdad y una locutora de televisión ha dicho, creo que me miraba a mí, que los que estaban suspirando por el invierno iban a tener ocasión de lamentarlo. No será para tanto. Hace años que no es para tanto.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Pico de Petróleo (II)


En Inglaterra, en los últimos años del siglo XIX, tuvo lugar una conjunción de factores, que entonces se manifestaron a nivel local,  parecida a la que actualmente amenaza con complicarnos la vida: Por una parte, la utilización masiva de carbón, tanto en la industria y la calefacción como en el transporte por ferrocarril, había hecho irrespirables las ciudades industriales, incluso Londres, sobre la que flotaba un smog que se confundía y se superponía a la niebla tradicional. Por otra, la mayor parte de los grandes yacimientos habían pasado ya su pico de producción y encaraban una irreversible decadencia. Ahora, a nivel global,  nos enfrentamos a la amenaza del cambio climático, supuestamente provocado o acelerado por las emisiones de dióxido de carbono, procedentes, en su mayoría, de la combustión de destilados del petróleo y, al mismo tiempo, a la madurez y en algunos casos al agotamiento,  de los grandes yacimientos de este recurso, no renovable, de los que depende el 90% de la producción actual.

Junto con las coincidencias hay algunas diferencias bastante obvias. La primera y más evidente es que la caída de producción de las minas inglesas y escocesas podía ser compensada, con relativa facilidad, con carbón procedente de las colonias o comprado en lugares donde aún fuera un recurso abundante. Esta solución, evidentemente, está fuera de cuestión para solucionar una carestía a nivel global. La segunda es que, a finales del Siglo XIX, ya se vislumbraba un sustituto evidente para el carbón, más eficiente, más limpio y con un contenido energético mucho más elevado: el petróleo, mientras que ahora no hay ninguna alternativa, viable a corto y medio plazo, para la mayoría de los usos de sus derivados.

La transición del carbón al petróleo no fue, además, completa porque el carbón sigue siendo, junto con el gas natural, una fuente de energía fundamental para, por ejemplo, producir electricidad en las centrales térmicas, el petróleo y sus derivados, sobre todo la gasolina, tuvieron una aplicación inmediata en los motores de combustión interna para los que el carbón resultaba inútil y, por otra parte, en el siglo XIX, la dependencia del carbón, que era alta, no era total como lo es ahora la del petróleo debido a una pretendidamente beneficiosa globalización, que hace imprescindible el transporte a bajo precio, al enorme incremento de población, gracias la disponibilidad de energía abundante y barata, que el petróleo ha propiciado, población que habrá que seguir alimentando incluso cuando no haya petróleo y a la ineludible necesidad, por razones monetarias, de mantener un crecimiento sostenido.

continuará...

martes, 8 de diciembre de 2009

Cambio climático y Peak Oil


Un níspero en flor a primeros de diciembre, la foto es de esta tarde, no es, o no era, algo habitual porque, a estas alturas del otoño, debería estar haciendo bastante frío y lo normal es que los árboles no florezcan cuando hace frío. Esto de ahora es un síntoma, junto con la elevación del nivel del mar y otras fruslerías, de lo que llamamos cambio climático, ahora identificado como una amenaza, una más, para la complicada relación entre Gaia y sus inquilinos más sucios y ruidosos. Creo que ya queda poca gente que niegue la evidencia: el clima está cambiando y el planeta se está desertizando a buen ritmo, comprometiendo su capacidad para alimentar a seis mil quinientos millones de personas. Las discrepancias, que las hay, están en identificar el origen de esta perturbación. Hay quién cree que hay que atribuirla a la acción del hombre y quién cree que tiene que ver con el comportamiento cíclico del clima. El asunto no es baladí: sólo si admitimos que tenemos algo que ver podremos, podrán los que se han reunido en Copenhague, acordar alguna medida para limitar en lo posible las actividades que supuestamente contribuyen a acelerar el cambio. Y si no, no hay ninguna razón para modificar nuestro comportamiento o, al menos, ninguna inducida por este problema. Parece, supongo que afortunadamente, que la corriente mayoritaria se inclina por considerar que el riesgo es lo suficientemente grande como para llegar a algunos acuerdos relativos, por ejemplo, a la reducción de la emisión a la atmósfera de los denominados gases de efecto invernadero. Claro que su cumplimiento no será, probablemente, cosa sencilla. Emitir menos gases, en la industria o en el transporte, es un objetivo que puede alcanzarse por la vía de mejorar los motores de combustión interna o por la de reducir su uso. La primera medida tropezará con la paradoja de Jevons: las mejoras en la eficiencia provocan, siempre, un aumento del consumo y la segunda con una economía que no se plantea alternativas al crecimiento. Puede que el Peak Oil nos obligue, por la vía de hecho, a reducir el consumo de petróleo pero, durante algún tiempo al menos, eso supondrá un aumento del consumo de carbón, mucho más contaminante y además, el final del petróleo barato, será un acontecimiento que, desgraciadamente, no podrá considerarse una solución a ningún problema sino el inicio de uno bastante serio a cuyo lado el cambio climático, o al menos sus primeras manifestaciones,  podría parecer un juego de niños.