Mostrando entradas con la etiqueta necrológica. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta necrológica. Mostrar todas las entradas

martes, 27 de mayo de 2025

A Joaquín Ferrer. En memoria

Conocí a Joaquín hace muchos años, cuando llegó como profesor al instituto Hermanos Argensola, donde yo era alumno de cuarto de bachillerato. Con su muerte en Zaragoza, el 26 de mayo de 2025, se apaga la luz de un hombre íntegro que, con su capacidad de trabajo y su sólida formación, deja tras de sí una huella imborrable para cuantos tuvimos el privilegio de conocerle.

Al frente de la Secretaría y, posteriormente, como subdirector del Centro de la UNED puso su energía y su afán de trabajo al servicio de la cultura, lo que se tradujo en innumerables iniciativas. Coordinador del área de Lengua y Literatura, atrajo proyectos, conferencias y jornadas que enriquecieron el panorama educativo local, siempre con una mirada rigurosa y una pasión contagiosa por el conocimiento.

Durante décadas ejerció como profesor de Lengua y Literatura, Latín, Arte…, entregándose con entusiasmo al desarrollo intelectual de sus estudiantes. Su voz, su erudición y su respeto por la dimensión humana de la enseñanza, convertían cada clase en un espacio de diálogo y descubrimiento, en el que no faltaba nunca el sentido del humor.

Era también, quizá él hubiera dicho que, sobre todo, un cura. Y eso en Barbastro no era, no es, poca cosa. Los curas que yo he conocido fueron, son, los que quedan, una parte fundamental de la élite intelectual de la ciudad, sobre todo en una época en que la fe y la cultura se entrelazaban para impulsar el progreso social y el enriquecimiento colectivo.

Joaquín encarnó la figura del humanista clásico: un hombre que supo compaginar la vocación cultural, la docencia y la fe con un esfuerzo constante, sin buscar protagonismo, con la única meta de servir. Su legado —hecho de rigor intelectual, generosidad y compromiso social— continuará inspirándonos para valorar el poder transformador de la educación y del trabajo bien hecho.

Descansa en paz, viejo amigo, maestro y compañero. Tu memoria seguirá viva en el recuerdo de los que seguimos creyendo en la fuerza del humanismo. 


Enviado a ECA 30/5/2025

lunes, 17 de julio de 2023

De historias, historietas y cuentos chinos

 

Ha muerto Francisco Ibáñez, creador de Mortadelo y Filemón y otros personajes para la Editorial Bruguera de los 60, en la que se hizo habitual de revistas como el DDT o Pulgarcito y parte inseparable de los recuerdos infantiles de mucha gente de mi edad e incluso veinte o treinta años más joven. Mortadelo y Filemón, el botones Sacarino o los vecinos del número 13 de la Rue del Percebe reflejaban, mucho mejor que la prensa seria, la sociedad de la segunda mitad del pasado siglo. Ibáñez fue, desde luego, un maestro de la historieta gráfica, cómic, se llama ahora, pero también un fino observador del tiempo que le tocó vivir, que reflejaba magistralmente en sus historias. Historias que, por otra parte, cumplían perfectamente su misión de divertir tanto a los niños como a sus padres, y que siguen haciéndolo en la actualidad, aunque seguramente algunas de ellas estarían fuera de lo que hoy se considera políticamente correcto. Descansa en paz, maestro.

Ya que hablamos de historietas, el domingo termina, provisionalmente, el sainete este de las elecciones, después de una campaña interminable, jalonada con elecciones intermedias que, por lo visto, no resolvieron gran cosa. Las opciones, en estas, se limitan, en la práctica, a dos candidatos que tampoco parece que vayan a arreglar mucho. Los dos partidos mayoritarios, perfectamente intercambiables entre sí, pueden verse obligados a recurrir, como en la legislatura pasada, a grupos más radicales y con menos que perder y a implementar políticas algo más arriesgadas como repartir miles de euros entre los nuevos votantes, reducir el horario laboral, derogar algunas leyes o restringir la emigración o… cualquiera sabe.  

Por lo demás, la campaña no ha tenido demasiado interés. Supongo que se podrían haber discutido, pero no me suena que se tocaran, asuntos como las consecuencias de la digitalización, la irrupción de la inteligencia artificial o el previsible final del dinero en efectivo, el incierto futuro del sistema de pensiones, la desertización de zonas cada vez más extensas del territorio, el incremento desbocado de los precios o, aquí en Aragón, la sorprendente aparición de un depósito con miles, o millones, de toneladas de hidrógeno natural, algo que, hasta no hace mucho, se consideraba prácticamente inexistente en la Tierra, que, procedente, dicen, de las profundidades del Pirineo, ha venido a recalar entre Monzón y Barbastro.

Este último tema, por cierto, me parece merecedor de algo más de atención que una presentación, casi clandestina y algo confusa, el pasado mes de junio, a cargo del consejero de industria del gobierno de Aragón y de uno de los dos socios de la empresa que se propone explotar el yacimiento. Se trata de obtener hidrógeno natural, sin necesidad de recurrir a los costosos procedimientos actuales y, por tanto, de disponer de una fuente de energía primaria, alternativa al petróleo y a la puerta de casa. La empresa, según parece, ya cuenta con una concesión del gobierno, aunque está pendiente de una modificación legislativa y de encontrar los cientos de millones que va a costar la cosa de aquí al 2028. Que tampoco veo yo para qué tantos millones y tantos años de trabajos previos si el hidrógeno, dicen, está ahí y no se necesita más que un pozo, o los que sean, para extraerlo. Alguien, hay gente para todo, podría pensar que hay algún parecido con otra presentación que se hizo, con mucho más ruido, en la sala de la Corona, en el Pignatelli, en diciembre de 2007. Pero seguro que no hay ninguna relación entre ambos hitos históricos (sic) y que los informáticos que prepararon la presentación entonces son distintos de los de ahora. A pesar de las apariencias.

En fin, que todo sigue más o menos igual. Empeorando, sí, pero despacio. 

lunes, 15 de julio de 2019

A Joaquín Coll

El jueves por la tarde estuvimos en la Catedral de Barbastro, el único lugar, según uno de los asistentes, dónde el calor de este tórrido verano era soportable. Solíamos coincidir los viernes y a veces, hartos de buscar un hueco para tomar una cerveza, recurríamos a la vieja broma y alguien decía ‘seguro que las iglesias estarán vacías’. Esta vez no. La Catedral estaba llena de gente y tú eras el protagonista. Pero no porque fueras a dar una charla sobre cocina, literatura o cualquier otro tema que te hubieran encargado. La gente estaba allí, estábamos allí, para decirte adiós en tu último viaje. El miércoles me enteré de que habías muerto y poco después me llamó Enrique para asegurarse de que los amigos encargábamos un centro de flores. La corona, me dijo, le parecía demasiado fúnebre. Llamé a la floristería para encargar una docena de rosas rojas pero, antes, tuve la precaución de preguntar qué era lo normal en estos casos y me dijeron que 50. Bueno, pues 50 rosas rojas y 125€. Nuestra última ronda que, como de costumbre,  pagaremos a escote 

Estaba pensando, mientras miraba tu caja en la nave central de la Catedral, en que no has sido un hombre de iglesia, a pesar de que tienes, como yo, buenos amigos entre los curas de Barbastro que son, como nosotros, una especie en peligro de extinción. Tampoco fuiste un hombre de partido aunque hiciste tus pinitos en los primeros años de la transición en lo que ahora se llamaría izquierda radical y ya en los años 80, ahí coincidimos algunos años, en el PSOE en una época de crisis, que se resolvió con el final del amateurismo y la improvisación que nos tocó representar, para dar lugar a la consolidación de una clase política totalmente profesional y a unos liderazgos agotadores.

Los 80 fueron, en Barbastro, una suerte de década prodigiosa. El hospital, tantas veces reivindicado desde la Asociación Cultural del Somontano, más conocida como ACUSO, que presidiste, la UNED, la primera variante de Barbastro que sacó del centro de la ciudad el tráfico pesado de la 240 y por supuesto, los primeros ayuntamientos democráticos que convirtieron en alcaldes y concejales a gentes de todo tipo y condición.  También llegaron las primeras señales de crisis en el polígono industrial, creado durante el desarrollismo tardo franquista y en el comercio local que empezaba a padecer las consecuencias del abandono del casco antiguo y de la instalación de grandes superficies.

Por aquel tiempo o algo después, ya no recuerdo bien, se nos ocurrió reivindicar, a través de una nueva asociación, que también presidiste, una rectificación de la línea ferroviaria que no dejara de lado a Barbastro. Incluso llegamos a redactar un anteproyecto del tramo Huesca Barbastro, pero el proyecto era, por lo visto, demasiado ambicioso, mucho más que los políticos que hubieran podido apoyarlo. También intentamos que el Ayuntamiento asumiera el proyecto de dejar exenta la catedral,  comprando y derribando los edificios de la acera derecha del coso y de hecho se llegó a comprar el primero, pero ahí quedó la cosa. 

Ahora dicen que fuiste poeta, cocinero y no sé cuántas cosas más. Es posible pero, sobre todo, fuiste un hombre con amigos, tenaz con tus ideas y tolerante con las ajenas. Capaz de entusiasmarte con un proyecto y de abandonarlo cuando dejabas de verle futuro. Quizá con poca paciencia con la estupidez y la mediocridad pero incapaz de dedicar más de un minuto a hablar mal de la gente, te hicieran lo que te hicieran, costumbre esta que no dejaba de resultar irritante. Hemos compartido tardes y noches de charla en torno a una botella de vino o una jarra de cerveza, en bares que ya no existen, en ciudades que ya no volveremos a ver juntos y con gentes que ya no están y hemos dedicado tiempo a reflexionar sobre el mundo que se nos venía encima sin llegar, no hemos tenido tiempo, a demasiadas conclusiones. Ahora descansa tranquilo. Ya te contaré.


martes, 20 de septiembre de 2016

en la despedida de María Jesús y Ángel (Huesca, cerca de la Carbonería, septiembre 2016)

 

Hablar aquí de María Jesús y de Ángel es fácil. Es hablar a un público convencido. Nada de lo que yo pueda decir va a modificar vuestra opinión sobre ellos, pero creo que algo hay que decir. La relación entre la UNED de Barbastro y María Jesús se ha prolongado a lo largo de treinta y tres años y lo que en la UNED se ha hecho y lo que la UNED ha significado en relación con el arte, entendido como compromiso social, como manifestación de la belleza y de la capacidad humana para expresarse mediante la belleza no hubiera sido posible sin ella y sin otra persona también tristemente desaparecida, la entonces Secretaria, Gloria Moreno. Su compromiso y su interés por acercar el arte a la gente más joven y por despertar su interés hizo que la sala de exposiciones de la UNED estuviera siempre repleta de estudiantes, Ángel era un matemático raro, valga la redundancia. De esos que se empeñan en que para resolver la ecuación de segundo grado hay que completar cuadrados y no recurrir a la clásica y por otra parte comodísima formulita. De los que creen que hay que pensar y que antes de hacer las cosas hay que saber por qué se hacen. Era un hombre preocupado por la pedagogía y por entender el mundo en el que vivía. Con los dos ha mantenido la UNED una fructífera relación a lo largo de los años. Pero María Jesús y Ángel tenían una extraordinaria capacidad, la de convertir en amigos a la gente con que trabajaban y colaboraban. Por eso, una relación cuya manifestación física terminó con el desgraciado accidente de la noche del martes, seguirá durante mucho tiempo en la memoria de los muchos amigos que dejan.

Descansen en paz.


viernes, 23 de abril de 2010

Los míos y los suyos


El antiguo presidente del Comité Olímpico Internacional, Samaranch, ha muerto y ha sido enterrado, con honores de gran estadista, en una ceremonia presidida por el Rey. ¿Y qué?,dirá mi amigo Rubén. Pues nada, la verdad. Al fin y al cabo el Rey y toda la corte de los milagros han ido al entierro de uno de los suyos. Yo no hubiera ido, nadie me ha invitado,  porque a mí Samaranch me deja, y me dejaba,  frío. A  mí y a media Europa, que lo considera, en todo caso,  un modelo de habilidad y capacidad de adaptación, capaz de pasar de los círculos del poder franquista a los de la democracia, esta,  sin despeinarse lo más mínimo y también el hombre que salvó los juegos olímpicos a costa de acabar con el amateurismo, institucionalizar los negocios y también la corrupción. Dice el Frankfurter Allgemeine Zeitung en su edición digital de hoy:  Das Prinzip „Eine Hand wäscht die andere“ wurde unter Samaranch zur Maxime. (La idea de que una mano lava a la otra llegó, con Samaranch, al máximo). Yo hubiera ido, por ejemplo, al entierro de Delibes, -tampoco me invitó nadie y además me caía muy lejos-, mientras el Rey estaba viendo a Alonso, otro de los suyos, en una competición de fórmula 1. 

jueves, 10 de noviembre de 2005

A David, Lourdes Jara e Iris (En la contraportada de Uñas de Cristal, publicado por su hermano Emilio)

 David se fue, junto a Lourdes, Jara e Iris, en una madrugada del mes de abril, cuando aún estaban en el cielo las estrellas que tantas noches habría contemplado mientras preparaba la cámara y estudiaba el terreno para hacer algunas de las más hermosas fotografías que yo he visto. Se fue después de una vida corta, pero intensa, dedicada a un trabajo que le entusiasmaba y en el que creía. Un amigo común, profesor de matemáticas en la Universidad y también loco, en el mejor sentido de la palabra, por los pájaros, que invitó a David a participar en un curso de verano en Ávila, prólogo del que después organizarían entre los dos y con mucho éxito en la UNED de Barbastro, decía que su intervención provocó un interminable aplauso, no sólo por lo que dijo y por sus maravillosas fotografías sino también, y sobre todo, por la emoción que únicamente puede provocar quien sabe bien de lo que está hablando y cree sinceramente en lo que dice.

David dedicó su vida a lo que le gustaba hacer. Algunos lo conocían como el forestal de los buitres pero la denominación oficial de su profesión, mucho más adecuada a lo que hacía y sentía, era Agente para la Protección de la Naturaleza. Una vez, creo que acababa de aprobar la oposición y llevaba poco tiempo en el trabajo, me dijo que aún se sorprendía a final de mes cuando le pagaban por hacer algo que le entusiasmaba tanto. Un entusiasmo, el que ponía en su trabajo, que en modo alguno carecía de método científico. Sus textos, sus dibujos y sus fotografías, su trabajo de observación y las horas dedicadas a la conservación dieron unos resultados de excelente calidad como material para la difusión, los textos y fotografías cedidos a la UNED y reproducidos en el catálogo de la exposición realizada en abril de 2006 son una pequeña muestra de ello, y como insustituible fuente de documentación para cualquier investigador de la fauna de nuestro entorno, como lo prueban la ingente cantidad de fotografías de extraordinaria calidad y otros materiales donados por su familia a la fototeca de la Diputación de Huesca.

Era pues, y a pesar de carecer de un título formalmente otorgado por una Universidad, un científico y un investigador que no se guardaba el fruto de su trabajo. Observaba, aprendía y transmitía a los demás, sobre todo a los jóvenes, lo que sabía, con la fuerza y la convicción que da el conocimiento del medio y el entusiasmo por una idea. Dejó, como buen científico, una importante obra escrita, hasta diez libros como autor y muchas más colaboraciones de todo tipo, películas, una gran cantidad de conferencias, charlas pronunciadas en los más diversos foros y artículos de prensa, y dejó también, y no es lo menos importante, una magnífica semilla en forma de gente joven que seguirá haciendo lo que él hacía y tuvo que dejar sin terminar.

Este nuevo, y desgraciadamente último libro de David, coordinado por su hermano Emilio que ha recopilado materiales y textos de más de noventa colaboradores, es su obra póstuma, concebida, como las demás, para dar a conocer a sus queridos pájaros y también para que ese conocimiento contribuya al mantenimiento, o mejor dicho, a evitar la destrucción de un medio vital para los animales, pero de cuya conservación también puede depender un día nuestra propia supervivencia.