viernes, 23 de abril de 2010

Los míos y los suyos


El antiguo presidente del Comité Olímpico Internacional, Samaranch, ha muerto y ha sido enterrado, con honores de gran estadista, en una ceremonia presidida por el Rey. ¿Y qué?,dirá mi amigo Rubén. Pues nada, la verdad. Al fin y al cabo el Rey y toda la corte de los milagros han ido al entierro de uno de los suyos. Yo no hubiera ido, nadie me ha invitado,  porque a mí Samaranch me deja, y me dejaba,  frío. A  mí y a media Europa, que lo considera, en todo caso,  un modelo de habilidad y capacidad de adaptación, capaz de pasar de los círculos del poder franquista a los de la democracia, esta,  sin despeinarse lo más mínimo y también el hombre que salvó los juegos olímpicos a costa de acabar con el amateurismo, institucionalizar los negocios y también la corrupción. Dice el Frankfurter Allgemeine Zeitung en su edición digital de hoy:  Das Prinzip „Eine Hand wäscht die andere“ wurde unter Samaranch zur Maxime. (La idea de que una mano lava a la otra llegó, con Samaranch, al máximo). Yo hubiera ido, por ejemplo, al entierro de Delibes, -tampoco me invitó nadie y además me caía muy lejos-, mientras el Rey estaba viendo a Alonso, otro de los suyos, en una competición de fórmula 1. 

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