viernes, 23 de abril de 2010

De velos, deudas y otras historias.

Que una adolescente marroquí lleve o no lleve un pañuelo en la cabeza,  en clase o fuera de clase,  es algo que, objetivamente, no tiene la menor importancia, pero parece ser que, en algunos colegios de Madrid, hay una norma interna que prohibe que los alumnos lleven la cabeza cubierta. Es una norma que no tiene mucho sentido, otra cosa sería que se prohibiera el burka o algún otro aditamento que impidiera identificar al portador, pero, claro,  si fueramos a eso tendríamos que  cuestionar un montón de leyes que no tienen más objeto que dejar claro que aquí, como en todas partes,  hay unos que mandan y otros que obedecen y que el poder, para manifestarse en todo su esplendor, tiene que ser y es, por naturaleza, arbitrario. Hay quien argumenta que, si en los países árabes hay restricciones indumentarias, que afectan sobre todo a las mujeres y que hay que seguir a rajatabla, que a ver por qué aquí van a hacer ellos y ellas lo que les parezca. Bueno, la verdad es que nos ha costado lo nuestro deshacernos de nuestros propios talibanes, con sotana y tonsura y el apoyo de la guardia civil, que estuvieron muchos años pontificando, sobre lo que había y lo que no había que vestir, las mujeres, sobre todo. Me parece que ahora , superada esa etapa, deberíamos dejar a la gente en paz  y si no hay ninguna restricción para ir medio desnudos por la calle o para vestir en la escuela de la manera más estrafalaria que a uno se le ocurra, cosa que me parece muy bien, tampoco debería haberla para el, o la, que se empeñe en pasar calor con un trapo en la cabeza. Claro que, mientras la norma no se derogue,  la niña sólo tiene dos opciones, quitarse el pañuelo al entrar en el colegio o buscarse uno donde se pueda llevar la cabeza cubierta, que tampoco es tanto problema. Me han hecho gracia las declaraciones del muy atildado representante de los obispos. Al hombre le parece bien que la chica vaya a clase como le dé la gana, él pasa de la normativa civil, porque dice que hay que respetar los sentimientos religiosos y la manifestación externa y, sobre todo,  pública de esos sentimientos. No vaya a ser, habrán pensado, que aplaudamos ahora lo del velo y alguien empiece a cuestionar, de hecho ya se está haciendo, los crucifijos y las sotanas en las escuelas o la permanente exhibición de cruces, alzacuellos y otros símbolos religiosos, por él mismo y sus colegas, en cualquier lugar.

Traigo este tema a colación, a pesar de que como he dicho al principio, me parece bastante insustancial  –aunque hay lugares donde se mata por cosas parecidas–  porque es uno de los temas candentes de los telediarios de este fin de semana. La próxima solución, o no solución,  del problema de la deuda griega, las idas y venidas de Garzón,  las querellas que está tramitando, contra él, el tribunal supremo y la inoperancia del tribunal constitucional, que ha necesitado cuatro años para no resolver sobre la constitucionalidad del estatuto de Cataluña, son otros. Nada de todo esto tiene demasiada importancia, salvo que uno sea inversor-especulador,  político con mando en plaza o aspiraciones, o periodista, pero hablar de estas cosas distrae al respetable y le mantiene alejado de los verdaderos problemas del planeta que, por otra parte, tampoco sabríamos como resolver. Además, la vicepresidenta del gobierno ha anunciado, once again,  la inminente vuelta al crecimiento, así que a disfrutar que son cuatro días.

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