sábado, 1 de mayo de 2010

1 de Mayo

 Si la economía vuelve a crecer, algo indispensable para que el sistema monetario, basado en la deuda y por tanto en el crecimiento exponencial,  no se hunda, será por razones que poco tendrán  que ver con los trucos y monerías de este gobierno que, como cree firmemente que todo lo que está pasando se puede atribuir al comportamiento cíclico de la economía y, por supuesto, a la conjura exterior, se dedica a anunciar la recuperación, un día sí y otro también, con la esperanza de acertar alguna vez y de que se olviden los fiascos anteriores. La oposición, por su parte, que también cree en los ciclos y sobre todo en la misericordia divina, confía en que esta fase contractiva se prolongue, al menos, hasta las elecciones y mientras tanto siguen exigiendo reformas estructurales que es una forma, como otra cualquiera, de no decir nada. O de pedir, pero sin que se note, el despido libre para que la crisis la paguen los de siempre. Hasta ahora al gobierno eso le parecía un asunto intocable pero hoy eso ya no está tan claro -según Zapatero la reforma laboral es ahora decisiva-. Ya veremos lo que quiere decir con eso, si es que él mismo lo sabe y no se trata de otra boutade, para salir del paso, pero tal como están las cosas hay medidas, probablemente indispensables, que están fuera del alcance del gobierno. Con 4,5 millones de parados, cualquier metedura de pata con los sindicatos, que hacen lo que pueden para contener la agitación en las calles, puede llevarse al gobierno por delante y crear un clima social irrespirable. La tímida y a todas luces insuficiente reestructuración de la administración y las empresas públicas, anunciada como el primer gran paso en la contención del déficit pero que apenas ha afectado a 32, no demasiado altos, cargos, ha dejado claro, por si había alguna duda, que tampoco por ahí el gobierno se va a complicar la vida. Sin reforma laboral, sin adelgazamiento de la administración, con la deuda disparada y los intereses cada vez más altos, gracias a la rebaja en la calificación y sin posibilidades de devaluar la moneda, el gobierno tiene un margen de maniobra muy escaso. O nulo.


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