Mostrando entradas con la etiqueta política municipal. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta política municipal. Mostrar todas las entradas

domingo, 16 de noviembre de 2025

Política municipal y libertad de expresión

La última vez que vi la grabación de un pleno municipal, hace unos meses, el alcalde estaba reprendiendo a una concejala de la oposición por no atenerse al orden del día. De hecho, llegó a expulsarla por insistir en su desbarre discursivo y la concejala no tuvo más remedio que abandonar la sala, aunque la situación se recondujo poco después.

Ayer vi el fragmento de una sesión reciente en el que, mira que casualidad, el alcalde volvía a dirigirse a la misma concejala para rogarle  que se ciñera a la cuestión que se estaba debatiendo. En esta ocasión la concejala en cuestión desistió de llevar la polémica más lejos y terminó su intervención, pero eso no evitó que la portavoz del partido popular le acusara de ‘falta de respeto’, ‘provocación’ y algo más que no recuerdo. Tanto la portavoz como el alcalde insistieron en que se atuviera al procedimiento que, por lo que me pareció entender, incluye solicitar audiencia al concejal afectado por las críticas de la edil, dirigirse a la comisión de gobierno o pedir la inclusión de su tema en el siguiente pleno. Cualquier cosa, por lo visto, antes que apartarse del objeto del debate.

Utilizar el reglamento, o una interpretación sui generis del reglamento, como instrumento de control político no es una buena idea. En mi opinión, un concejal en el uso de la palabra no debería ser interrumpido, mientras intervenga con el tono y la corrección adecuados, salvo que se exceda en el tiempo establecido o utilice técnicas de filibusterismo parlamentario para impedir o dificultar el normal desarrollo de una sesión. Si se aparta del tema o utiliza argumentos débiles o equivocados en defensa de su postura es su problema, no el del alcalde o su equipo, La política local ya tiene bastantes problemas de amateurismo e improvisación como para restringir el uso de la palabra en el lugar establecido, precisamente, para hacer uso de ella. Enriquecer el debate no pasa, desde luego, por coartarlo.

viernes, 3 de octubre de 2025

Palomas en el hospital

 

El viernes pasado, más de un millar de personas se congregaron frente al Hospital de Barbastro en el marco de una plataforma ciudadana promovida por profesionales de la sanidad pública. La finalidad de dicha plataforma era manifestar su preocupación por la situación del centro hospitalario y reclamar medidas estructurales que permitan revertir su progresivo deterioro. Entre los asistentes se encontraban diversas autoridades locales y provinciales, incluyendo los alcaldes de Barbastro y Monzón, este último también presidente de la Diputación de Huesca. No obstante, la presencia de los responsables políticos fue presentada por ellos mismos como una participación estrictamente “ciudadana”, ajena a su papel institucional.

Este distanciamiento simbólico, si bien comprensible desde una óptica de prudencia política, resulta problemático en términos democráticos: revela una preocupante disociación entre representación política y responsabilidad efectiva. La ciudadanía convocada, al igual que sus representantes, se enfrentaba a un conflicto de carácter estructural que afecta no solo al sistema sanitario, sino al conjunto del tejido urbano y social de Barbastro.

El problema, en su formulación esencial, radica en la incapacidad de la ciudad y de su infraestructura para retener y atraer profesionales sanitarios. Las condiciones laborales y vitales que ofrece la ciudad resultan poco competitivas frente a otras ciudades hospitalarias, como Huesca o Zaragoza, o incluso frente a oportunidades en el extranjero. Este fenómeno, lejos de ser exclusivo del ámbito sanitario, responde a un proceso más amplio de descapitalización humana y funcional de las ciudades medias en la periferia del sistema urbano nacional.

Diversos indicadores apuntan a una pérdida sostenida de atractivo. El cierre continuado del comercio tradicional, la escasez o inadecuación del parque de viviendas, el deterioro del espacio público y la escasez de perspectivas laborales para las generaciones jóvenes configuran un panorama desalentador. A ello se suma un fenómeno simbólicamente revelador: la ocupación progresiva del centro urbano por colonias de palomas, que anidan en edificios abandonados y convierten las calles en espacios degradados, a la vez física y socialmente. Esta imagen, más allá de su valor simbólico, constituye una metáfora elocuente de la decadencia orgánica de ciertos espacios urbanos a los que el abandono está despojando de la vitalidad que en su día tuvieron.

La inercia institucional contribuye a agravar esta situación. Iniciativas orientadas a la recuperación del patrimonio inmobiliario o a la reactivación del tejido educativo y cultural —como la proyectada ampliación del centro de la UNED— no han contado con el impulso político ni con las facilidades administrativas que sí se observan en otras ciudades del entorno. El abandono de dichos proyectos refleja una lógica de mantenimiento pasivo contraria a cualquier planificación estratégica a largo plazo.

Pese a este panorama, la reciente movilización ciudadana frente al hospital constituye un indicio esperanzador. La presión social, especialmente en periodos preelectorales, conserva aún capacidad para activar mecanismos institucionales que, en contextos de menor visibilidad, permanecen bloqueados por la lentitud burocrática y la hipertrofia administrativa.

Sin embargo, es necesario reflexionar sobre un aspecto paradójico de esta movilización: su pretensión explícita de desvinculación respecto de cualquier partido político. Esta postura, aunque legítima y comprensible ante la creciente desafección ciudadana hacia las formaciones políticas, puede ser leída también como un síntoma de la fragilidad de la cultura democrática contemporánea. La renuncia simultánea de la ciudadanía organizada y de sus representantes políticos a actuar como tales cuestiona el principio mismo de la representación como mecanismo de articulación entre voluntad popular y acción pública.

Cabe recordar que el origen del Hospital de Barbastro se remonta a una movilización popular acontecida tras un trágico accidente en la década de 1970. Aquella demanda colectiva, expresada mediante pancartas que reclamaban un hospital comarcal en Barbastro o en Monzón, refleja una tradición de acción política desde la base que hoy resurge, aunque en condiciones mucho más complejas. La historia posterior, marcada por tensiones locales sobre la ubicación del centro, ilustra además cómo los logros colectivos pueden derivar en disputas territoriales cuando falta una visión integradora de lo público.

En conclusión, el caso del Hospital de Barbastro es revelador de una problemática más amplia que afecta a muchas ciudades intermedias: la pérdida progresiva de su papel funcional, la debilidad institucional, el declive de los servicios públicos y la desconexión entre ciudadanía y representación política. Afrontar este desafío exige no solo voluntad política e inversión, sino también una reconstrucción del vínculo cívico que permita resignificar lo público como espacio de vida y futuro compartidos.

lunes, 4 de octubre de 1999

La autovía ¿una apuesta inteligente?

Se dice con frecuencia, por políticos, entre otros, que la construcción de nuevas carreteras es un incentivo para el crecimiento económico y es bueno para el empleo. Un estudio de la Comunidad Económica Europea en colaboración con la Federación Europea para el Transporte y el Medio Ambiente (96.7832.011/e Roads and Economy, State-of-the-art report) no ha encontrado fundamentos para semejante aseveración. De hecho se ha concluido que un incremento generalizado de la inversión en este tipo de infraestructuras carece de base económica. Por otra parte el informe GEO 2000 elaborado por la UNEP y publicado recientemente ha identificado al cemento y a los automóviles como los principales factores responsables del, técnicamente irreversible, deterioro ambiental generalizado de la Tierra.

El noveno informe del Select Commitee on Environment, Transport and Regional Affairs del Parlamento Británico (Integrated Transport White Paper) atribuye a decisiones erróneas, basadas en una deficiente planificación, el estado actual, diagnosticado como grave, del transporte en el Reino Unido. El documento subtitulado ‘planificación y uso de la tierra y reducción de la necesidad de viajar’ establece la necesidad de incluir una recomendación del RTPI (Instituto Real para la Planificación de las Ciudades): ‘El Instituto cree que la reducción de la necesidad de viajar, proporcionando un marco en el cual la gente tenga posibilidades reales de optar por desplazarse con menos frecuencia, debe ser un objetivo central de la política local y de transportes para un crecimiento sostenible’.

La actual política de inversión masiva en autopistas y autovías permite sustentar un desastre conocido como ‘planificación dispersa’ según la cual la distancia que separa la residencia del lugar de trabajo, del hospital o de los lugares de ocio es indiferente. Esta política incluye, además, el aumento deliberado del tráfico de mercancías como parte de una directiva (an outline of the Trans- European Transport Network) destinada a incrementar la actividad económica y fomentar la competencia internacional, centralizando la producción en un número reducido de lugares y reduciendo el empleo total en todos los sectores. Los sistemas de transporte (la inmensa mayoría basados en el automóvil y el camión) son lo suficientemente baratos como para hacer rentable la manufactura y la distribución a escala continental.

Tendremos, hay pocas dudas al respecto, una autovía a medio plazo (cuatro, cinco o más años) cuyo principal efecto económico será facilitar los desplazamientos a Zaragoza o a Lérida, lo que perjudicará aún más al comercio local, y obligarnos a comprar y mantener vehículos cada vez más rápidos, más caros, más contaminantes y más peligrosos. Una autovía que nos ha caido encima sin que nadie se haya tomado la molestia de discutir otras alternativas más baratas, más eficientes y de mucho menor impacto ambiental ¿Por qué no un tren de Pamplona a Lérida?. En lugar de eso tendremos mucha suerte si el AVE, que apenas rozará el sur de la provincia y que aún no está claro si parará en Zaragoza, no es utilizado como excusa para suprimir definitivamente la estación de Monzón, que según parece ya ha sido reclasificada como apeadero.

En fin, parece que ahora se trata sólo de discutir, en reuniones más o menos festivas, el número de kilómetros que nos separarán del nuevo engendro. Las autovías, que aparentemente sirven para unir puntos remotos, limitan severamente la comunicación entre puntos antes próximos, pero situados en lados opuestos de su eje, y la movilidad de personas que no disponen de vehículo o que prefieren andar o ir en bicicleta. En este sentido una apuesta inteligente sería no insistir demasiado en aproximar la autovía. Por el contrario sería bueno contar con las grandes posibilidades que un ‘hinterland’, como el que quedaría entre Barbastro y la nueva carretera, bien planificado y organizado tendría para el desarrollo futuro de la ciudad.

Publicado 4 Oct 1999