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domingo, 1 de octubre de 2017

Mala suerte

La deuda per cápita en Cataluña en 2016, superior a los 10.000 euros, no solo triplicaba la andaluza sino que superaba en más de mil euros a la siguiente más elevada, la de la Comunidad Valenciana, a la que casi doblaba en términos absolutos. No parece razonable, ni puede atribuirse únicamente a decisiones de gasto autonómico. Cabe sospechar —sin necesidad de teorías conspirativas— que algo tiene que ver en ello el sistema de financiación, que penaliza a las comunidades que aportan más de lo que reciben y premia a las que, en términos netos, reciben sin aportar en igual medida.

Cataluña, como otras tres comunidades, es contribuyente neta. El resto, receptoras netas. El principio de solidaridad —que nadie discute como idea— se convierte en disfunción cuando se prolonga indefinidamente sin evaluar su eficacia ni sus consecuencias sociales o políticas. En este contexto, se habla a menudo de que Adolfo Suárez habría ofrecido a Tarradellas un sistema similar al cupo vasco. No hay pruebas concluyentes, pero si fue así, y si fue rechazado, no deja de ser una ironía histórica. Aunque, a decir verdad, poco importa ya: entonces no se sabía lo que vendría, y ahora ya sabemos en qué se ha traducido aquel encaje mal resuelto.

En una economía globalizada y en plena resaca de la crisis de 2008, mantener una solidaridad interterritorial desproporcionada es difícil de justificar, sobre todo para los que financian el sistema. Esa asimetría, sostenida durante décadas, ha generado frustración, y esta, con la ayuda inestimable de la torpeza política del gobierno central, ha alimentado la deriva independentista. No es el único factor, pero sí uno fundamental. La economía no explica todo, pero sin la economía no se entiende nada.

El independentismo no ha sido, necesariamente, una opción mayoritaria en origen. Lo ha sido por acumulación: de agravios, de negligencias, de desprecio institucional. Y también, seamos claros, por la astucia de una clase política catalana que, desprovista de ideas, ha encontrado en la causa nacional el último refugio para su continuidad. La coalición que impulsó el referéndum de 2017, ideológicamente incoherente y frágil, fue menos el producto de un consenso social que de un oportunismo político. Pero ese oportunismo encontró eco. Porque cuando fallan los números, cuando no hay relato inclusivo ni proyecto compartido, la secesión ya no parece tan utópica.

Aquí, como tantas veces en nuestra historia, lo que podría haberse resuelto con técnica y política ha acabado degenerando en crisis. Y no porque sea imposible resolverlo, sino porque las manos que dirigen el proceso —a un lado y otro del Ebro— rara vez están a la altura. Lo llamarán destino. Yo lo llamo incompetencia. (Reescrito en 2025 a partir de un texto original demasiado desactualizado)

miércoles, 30 de abril de 2014

Somos los primeros

...Termino resumiendo la posición de nuestro país en pocas cifras. España ha situado otra vez tres entre los 8 primeros del mundo. Podemos presumir de tener 7  entre los 50, y 10 entre la élite de los 100 grandes.
Ni Francia, ni Italia, ni los países nórdicos, ni Japón, ni Estados Unidos, ningún otro país puede presentar un balance semejante. Como decía ayer en twitter, nos sobran motivos para sentirnos orgullosos. José C. Capel en El Pais.

¿Centros de investigación en la lucha contra el cáncer? No. ¿Universidades? Tampoco. Creo que no tenemos ninguna entre las 200 primeras. Nuestro esforzado corresponsal, que dice no entender muy bien como se ha elaborado una lista que ha apeado del primer puesto a un restaurante catalán para dárselo a uno danés, habla de cocineros, de cocineros y de restaurantes. Supongo que este será uno de los indicadores que maneja el Sr. Guindos para anunciar, con más voluntad que gracia, la inminente recuperación de los índices de crecimiento. Es obvio que cualquier anuncio de este gobierno, sobre todo si tiene que ver con cuestiones económicas, pongan o no por medio a Santa Teresa o a la virgen del Rocío, hay que tomarlo a beneficio de inventario pero, además y en el caso particular del Sr Guindos, uno no puede menos que preguntarse cómo se llega de responsable en Europa de Lehman Brothers, una de las empresas americanas que llenaron, deliberadamente, los mercados financieros de basura y estuvieron a punto de hundir completamente la economía a mediados de 2008,  a ministro del gobierno de España, invirtiendo el funcionamiento de la puerta giratoria que solía llevar ministros complacientes a las empresas a las que habían complacido. La formación y la experiencia previa del Sr. Guindos parecen tener que ver, sobre todo, con una economía que podríamos llamar de casino, en la que el dinero ficticio es la única mercancía que se intercambia y probablemente, lo ignora todo sobre la economía real y su funcionamiento. Para gentes que juegan con dinero generado en terminales de computador las disquisiciones sobre la distribución de recursos escasos carecen de significado real y el éxito o el fracaso de una política económica se mide exclusivamente en términos de capacidad de endeudamiento a precios razonables. Y para asegurar eso basta con unos pocos trucos de trilero en las cuentas públicas y el pequeño detalle de asegurar a los tenedores de deuda, mediante una enmienda constitucional, iniciativa del Sr. Zapatero secundada con entusiasmo por el Sr. Rajoy,  que el pago de la misma está, en España, por encima de cualquier otro compromiso que pueda tener el estado, sanidad y educación, por supuesto, incluidas.

Por lo demás, aquí, en Aragón uno de los imputados por presunta corrupción y apropiación indebida en el vidrioso asunto de Plaza, al que la puerta giratoria llevó a convertirse en alto cargo de telefónica, va a impartir un curso a líderes latinoamericanos sobre... corrupción, transparencia e intereses en conflicto. Hay quién se ha escandalizado, pero siempre se ha dicho que para dar clase de algo hay que ser especialista... aunque sea presunto. Si aquí, que hemos sido autodidactas, hemos llegado donde hemos llegado, qué no cabe esperar de esos países donde sus líderes recurren desde el principio a las mismas fuentes de la sabiduría.

jueves, 11 de octubre de 2012

Politica de circo o el circo de la política.

La diferencia entre una genuina representación teatral y el circo, este, es que aquí el escenario ocupa todo el patio de butacas y uno acaba participando en la representación, normalmente como apaleado figurante y después de haber pagado la entrada, le guste o no. Como en todos los circos, al menos los de antes, aquí también cuentan, una y otra vez, los mismos chistes con más o menos gracia. Wert, por ejemplo, no tiene gracia a pesar de su aspecto de comediante. Rubalcaba tampoco,  Rajoy, Guindos y Montoro no son nada del otro mundo como payasos, pero el chiste de la senda del crecimiento, que según ellos retomaremos al año que viene, es bastante bueno aunque no sea original. Zapatero y Salgado ya lo contaron en 2008, 2009, 2010 y 2011.

Publicado en Facebook

sábado, 28 de abril de 2012

Nublado, con riesgo de tormentas...

La prima de riesgo –el diferencial con el bono alemán- pone en aprietos al gobierno que cada vez tiene más dificultades para colocar sus bonos –deuda pública- y pagar sus muchos gastos. Para hacer frente a los vencimientos de la deuda, requisito imprescindible para seguir endeudándose más y más, el gobierno reduce el gasto social y aumenta los impuestos, en abierta contradicción con sus promesas electorales. Así, un gobierno  elegido para salvaguardar conquistas sociales y privilegios que se consideraban imprescriptibles y que se suponían amenazados por la incapacidad del gobierno anterior, se ampara ahora en voluntades ajenas y en la herencia recibida para cercenar cada vez más esos derechos con el inefable argumento de que es la única forma de garantizarlos en el futuro. Mientras tanto el número de parados en España ha roto, una tras otra, todas las barreras sicológicas. Hemos pasado de los cuatro millones, cifra que parecía anunciar el apocalipsis, a los cinco millones y probablemente no tardaremos en llegar a los seis pero, eso sí, el gobierno, el ministro Guindos, al menos, cree que no llegaremos al 25% que, por cierto, es el nivel máximo que alcanzó en Estados Unidos durante la Gran Depresión,  aunque estemos ya en el 24 y pico y Rajoy acabe de admitir, cualquiera sabe con que base, que esta legislatura generará medio millón de nuevos desempleados. Ni la coherencia entre los discursos ni, por supuesto, la verdad –la única que podrían decir, si tuvieran algún interés, es que no tienen la menor idea de por donde les llega el aire ahora ni, mucho menos, por donde les va a soplar en los próximos meses- juegan ningún papel en la política actual. Lo único que les interesaba, a los del PP, como, en su momento, a los del PSOE, era llegar, como fuera, al poder aprovechando la mala, malísima, coyuntura económica y las sonadas meteduras de pata del gobierno anterior. Todas sus promesas electorales, incluso las compatibles con su ideología como la de no subir impuestos se han quedado en nada, como era de esperar, pero el poder que buscaban ya lo tienen, salvo imprevistos, por un largo período de tiempo. Un poder que utilizarán, en primer lugar, en su propio beneficio –la raison d'être de cualquier gobierno es, en primerísimo lugar, la transferencia de recursos de los gobernados hacia los gobernantes-, en segundo lugar en beneficio de los intereses que representan que son los de los bancos y el gran capital financiero internacional, la iglesia católica, cuando les conviene y determinadas oligarquías de la derecha tradicional y finalmente y alterando el orden de sus propias prioridades, para intentar que las cosas no le vayan, a la gente, tan mal como para poner en peligro su permanencia en el poder.

sábado, 14 de abril de 2012

Charlando con Rubén


Llevo casi un mes sin escribir aquí y así hubiera seguido por algún tiempo, sino me hubiera llamado mi amigo Rubén con el que, por cierto, nos hemos visto las caras por primera vez gracias a Skype. Ha entrado, me ha dicho, varias veces para ver si tenía algo que decir sobre el contencioso, él ha utilizado una de esas palabras argentinas, tan descriptivas, que ahora mismo no recuerdo, a propósito del petróleo argentino que, según él, está indebidamente en manos españolas. Bueno, la verdad es que, ahora mismo, no tengo una opinión formada sobre ese asunto ni tampoco mucho que decir sobre el resto de los acontecimientos que conforman esta delirante actualidad. Acontecimientos que, en mi opinión, no hacen sino confirmar que la vuelta al statu quo ante crisis, el bau –business as usual- o a la senda del crecimiento son una utopía y el persistente e iluminado optimismo del gobierno anterior y el algo más matizado del actual sólo oculta, o lo pretende, su desconcierto, el del gobierno, ante lo que está pasando y acaso su resistencia a reconocer que no estamos ya ante una crisis, sino más bien ante un cambio de modelo. A pesar de eso hemos tenido una interesante conversación, y no sólo por los 10374 km que, más o menos, separan su casa en Buenos Aires de la mía en Barbastro y por el acento argentino de Rubén, muy distinto de los ladridos con los que, según él, hablamos los españoles. El caso es que Rubén, que tiene una pésima opinión de los peronistas y en particular de la Señora Kirchner, a pesar de que, en toda la conversación no le ha apeado el tratamiento, cree que, en esta ocasión, están haciendo exactamente lo que hay que hacer aunque está convencido de que no acabarán de hacerlo y se achantarán antes. Yo estoy de acuerdo con él -actualización del 17: Ambos estábamos equivocados. El gobierno argentino acaba de expropiar Repsol y ha ordenado la intervención inmediata- Mi opinión sobre los gobiernos argentinos, desde Perón hasta ahora mismo y estén formados por justicialistas –peronistas- radicales o militares fascistas es mucho peor que la tengo de los gobiernos españoles. Los numeritos de la Sra. Kirchner, que en las últimas horas ha fingido no tener nada que ver con las veleidades expropiatorias de su gobierno, estarán más dirigidos a la galería o a atender las demandas de amigos y correligionarios que a calmar las preocupaciones, probablemente inexistentes, de su gobierno por la cuestión energética. Pero dicho esto, no me cabe duda, y ahí hemos convenido con Rubén, de que resulta legítimo o al menos comprensible, desde un punto de vista teórico, que los argentinos intenten recuperar el control de su producción petrolífera y asegurarse, en estos tiempos de incertidumbre y ante la cada vez más evidente amenaza del Peak Oil, el suministro de combustible. En cuanto a las pomposas y belicistas declaraciones de los ministros españoles –cualquier ataque a Repsol será considerado un ataque a España-, plagiando el discurso de Kennedy durante la crisis de los misiles, parecen una oportuna cortina de humo para sacar de los titulares las noticias acerca del desastre en el que, a pesar de las medidas de Rajoy y de su acatamiento a las sugerencias de Bruselas, se está sumiendo un país que por el momento carece, y de forma ostensible, de cualquier proyecto viable de futuro que no pase por la construcción y el turismo. No estaría de más ir pensando en algo a lo que nos podamos dedicar en el futuro aunque, de momento, Aguirre y Mas ya están compitiendo por una ciudad del juego al margen de la Ley al estilo de Gran Scala.

lunes, 16 de enero de 2012

Yo sé, yo sé la manera…


Función exponencial
Los españoles estamos de suerte. Casi todos nuestros políticos pretenden saber como salir, o como sacarnos, del extraordinario carajal en el que estamos metidos. El primero que se manifestó en ese sentido fue el Sr. Rubalcaba, entonces candidato del PSOE  a la presidencia del gobierno y ahora a la secretaría general de su partido, y de momento también el mío,  que, en campaña electoral, dijo que sabía exactamente lo que había que hacer para salir de la crisis, afirmación que fue recibida con cierto escepticismo, no del todo injustificado,  por venir de un hombre cuyo partido llevaba más de siete años al frente del gobierno en el que, él mismo, había tenido, hasta fecha muy reciente, responsabilidades de primer nivel. En todo caso y dado que perdió las elecciones y, por tanto, la posibilidad de poner en práctica sus recién adquiridas habilidades, no queda más remedio que concederle el beneficio de la duda, algo a lo que no puede acogerse, o no por mucho tiempo, el actual Presidente del gobierno que también presume de saber lo que hay que hacer, en este caso para mejorar la reputación de España. El hecho de que, poco antes, una agencia norteamericana hubiera puesto en cuestión dicha reputación mediante el expeditivo procedimiento de rebajar, en un par de puntos, la calificación de la deuda pública española ha sido atribuido, faltaría más, a la gestión del gobierno anterior, a la tradicional conjura exterior, yanqui, en este caso, y al hecho de que aún no dispongamos de una agencia propia que califique al dictado, tal como se ha apresurado a reivindicar la Sra. Chacón, también candidata a la secretaría general del PSOE, aunque esa misma intromisión hubiera sido recibida con singular alborozo, al menos por el gobierno, si a la agencia le hubiera dado por lo contrario, es decir, por elevar la calificación de la deuda en lugar de rebajarla. La realidad, sin embargo, nada tiene que ver con las calificaciones de esa u otra agencia ni, mucho menos, con lo que Rubalcaba, Rajoy, Chacón o cualquier otro sepan, o crean saber, que no son más que tonterías útiles, acaso,  para consumo interno de amigos y correligionarios y para llenar titulares de prensa. De lo que se trata es de que el sistema lleva ya tiempo presionando contra sus límites naturales y de que todo el mundo, agencias de calificación incluidas, está decidido a ignorarlo mientras sea posible. El error que ha cometido S&P y en el que, reiteradamente, caen todas las agencias de calificación, no es el de minusvalorar la calidad de la deuda pública de tal o cual banco, país o región, sino, como ya les ocurrió en el caso paradigmático de Lehman Brothers, a la que bajaron sólo un punto un mes antes de que se hundiera, el de no reconocer, o no poner negro sobre blanco,  algo que es matemáticamente evidente y es que la deuda ha rebasado hace tiempo, maravillas del interés compuesto y de su inseparable función exponencial,  los límites tolerables y que nunca podrá ser pagada y que tanto la deuda pública española como todas las demás deberían ser calificadas, por utilizar su mismo lenguaje, como bonos basura que es lo que, a medio plazo, serán todas ellas. Pero, claro, esas agencias están ahí para apuntalar el statu quo, no para destruirlo. En realidad todos sus movimientos tienen fines políticos o son utilizados políticamente. Por ejemplo, para subir el techo de gasto en los Estados Unidos o para aplicar, aquí, medidas cada vez más drásticas. Menos cuentos, por favor.

¿Era necesario decir algo tan obvio?