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Función exponencial |
Los españoles estamos de
suerte. Casi todos nuestros políticos pretenden saber como salir, o como sacarnos, del extraordinario carajal en el que estamos metidos. El primero que se
manifestó en ese sentido fue el Sr. Rubalcaba, entonces candidato del PSOE a la presidencia del gobierno y ahora a la
secretaría general de su partido, y de momento también el mío, que,
en campaña electoral,
dijo que sabía exactamente lo que había que hacer para salir de la crisis, afirmación que fue recibida con cierto escepticismo, no del
todo injustificado, por venir de un
hombre cuyo partido llevaba más de siete años al frente del gobierno en el que,
él mismo, había tenido, hasta fecha muy reciente, responsabilidades de primer
nivel. En todo caso y dado que perdió las elecciones y, por tanto, la
posibilidad de poner en práctica sus recién adquiridas habilidades, no queda
más remedio que concederle el beneficio de la duda, algo a lo que no puede
acogerse, o no por mucho tiempo, el actual Presidente del gobierno que también presume
de
saber lo que hay que hacer, en este caso para mejorar la reputación de España. El hecho de que, poco antes, una agencia norteamericana hubiera puesto en cuestión dicha reputación mediante el expeditivo procedimiento de rebajar, en un
par de puntos, la calificación de la deuda pública española ha sido atribuido,
faltaría más, a la gestión del gobierno anterior, a la tradicional conjura exterior, yanqui, en este caso, y al
hecho de que aún no dispongamos de una agencia propia que califique al dictado, tal como se ha apresurado a reivindicar la Sra. Chacón, también candidata a la secretaría general del PSOE,
aunque esa misma
intromisión hubiera
sido recibida con singular alborozo, al menos por el gobierno, si a la agencia le hubiera dado por lo
contrario, es decir, por elevar la calificación de la deuda en lugar de rebajarla.
La realidad, sin embargo, nada tiene que ver con las calificaciones de esa u
otra agencia ni, mucho menos, con lo que Rubalcaba, Rajoy, Chacón o cualquier
otro sepan, o crean saber, que no son más que tonterías útiles, acaso, para consumo interno de amigos y
correligionarios y para llenar titulares de prensa. De lo que se trata es de que el sistema lleva ya tiempo presionando contra sus límites naturales y de
que todo el mundo, agencias de calificación incluidas, está decidido a ignorarlo
mientras sea posible. El error que ha cometido S&P y en el que, reiteradamente, caen todas las agencias de calificación, no es el de minusvalorar la
calidad de la deuda pública de tal o cual banco, país o región, sino, como
ya les ocurrió en el caso paradigmático de Lehman Brothers, a la que bajaron
sólo un punto un mes antes de que se hundiera, el de no reconocer, o no poner negro
sobre blanco, algo que es
matemáticamente evidente y es que la deuda ha rebasado hace tiempo, maravillas del interés compuesto y de su inseparable función exponencial, los límites
tolerables y que nunca podrá ser pagada y que tanto la deuda pública española
como todas las demás deberían ser calificadas, por utilizar su mismo lenguaje,
como bonos basura que es lo que, a medio plazo, serán todas ellas. Pero, claro,
esas agencias están ahí para apuntalar el
statu quo, no para
destruirlo. En realidad todos sus movimientos tienen fines políticos o son utilizados políticamente. Por ejemplo, para subir el techo de gasto en los Estados Unidos o para aplicar, aquí, medidas cada vez más drásticas. Menos cuentos, por favor.
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¿Era necesario decir algo tan obvio? |