viernes, 30 de diciembre de 2022

Fin de... año

Vi una película, hace unos días, en la que la protagonista, a causa de un accidente dejaba de envejecer, se veía obligada a cambiar periódicamente de residencia y tenía que hacer pasar a su hija por su madre. Otro accidente devolvió las cosas a la normalidad y la protagonista, una vez localizada la primera cana, se casó con el hijo o el nieto de su primer amor y fueron felices y comieron perdices hasta, esto no salía en la película, pero era obvio, que fallecían y descansaban para siempre. Yo hubiera preferido otro final, pero las películas tienen que acabar en algún momento y no pueden gestionar acontecimientos lineales, así que los guionistas optaron por no complicarse la vida y matar a la protagonista, único final que conservaba el orden natural de las cosas y permitía poner la palabra FIN al cabo de la hora y media o dos que duraba la película.

Porque lo natural, efectivamente, es envejecer, con suerte, y, en todo caso, morirse tras un tiempo razonable. A mí lo de no envejecer me hacía, ya no, claro, cierta ilusión, sobre todo por una interpretación, quizá demasiado literal, del viejo proverbio chino que recomienda sentarse a la puerta de casa para ver pasar el cadáver de tu enemigo. Pero si uno envejece, a partir de cierta edad lo que ocurre es exactamente lo contrario. Cada vez que pasas por delante de según quien, sobre todo si está sentado en la puerta de su casa, no puedes evitar preguntarte, ¿qué estará esperando este desgraciado?

En fin, bromas aparte, estamos asistiendo al final del año 2022 de la era cristiana y a punto de empezar el 2023. Digo esto, no porque tenga demasiada importancia, sino porque, en tiempos de tanta incertidumbre como los que nos ha tocado vivir, bien está contar con alguna certeza más, además de la apuntada en el párrafo anterior. Al final del verano cualquiera hubiera dicho que el otoño iba a ser poco menos que un anticipo del apocalipsis, con la inflación desbocada, la guerra en Ucrania transmutada en guerra nuclear mundial y la economía occidental definitivamente hundida, víctima de nuestros excesos y de algún error en el suministro de recursos. Evidentemente, las cosas no han ido, aún, por ahí, y los españoles de a pie, esos para los que dice trabajar el presidente del actual gobierno, han salido pitando a las carreteras, estaciones de ferrocarril y aeropuertos para ocupar, según las recurrentes noticias de todos los medios, el 80, 90% y 100% de las plazas disponibles en hoteles, restaurantes y chiringuitos diversos en los pueblos y las ciudades, el mar o la montaña, con la única condición de estar lejos del lugar de residencia habitual.

Mientras llegaban las vacaciones, nuestra esforzada clase política ha dedicado largas jornadas laborales a legislar sobre las cuestiones más pintorescas, la mayoría de las cuales, cosas de la edad y del poco tiempo que probablemente me quede para disfrutar del país que nos están dejando, me importan más bien poco. Quizá lo más sorprendente sea una ley, no recuerdo el nombre, que supera una de las pocas limitaciones impuestas al poder del parlamento británico. Uno de sus viejos manuales sostenía que el parlamento podía hacer cualquier cosa, menos convertir a un hombre en una mujer. Bah, cosas de los ingleses y de la edad media.

Bueno, pues volviendo a lo del final de año, el caso es que parece que los americanos van a intentar volver a la luna y que lo de la fusión nuclear estará listo, ¡sorpresa!, dentro de -otros- 25 años. Mientras tanto, entre Barbastro y Monzón se va a perforar, según publicaba El Periódico del 18 de este mes, una reserva de hidrógeno puro que, por lo visto, ya se descubrió en los años 60 del pasado siglo y que es, naturalmente, la primera de Europa. El 18, sí, no el 28. Tengan un feliz 2023, mantengan un razonable escepticismo, conserven a los amigos que aún les queden y procuren estar a prudente distancia de los que cantan por las mañanas.

Publicado en ECA 30/12/2022 

viernes, 23 de diciembre de 2022

El paso del tiempo

El tiempo pasa, ni despacio ni deprisa, a razón de 60 minutos por hora, de día y de noche, en invierno y en verano. No todo el mundo, sin embargo, y sobre todo, no a todas las edades ni en todas las circunstancias, tiene la misma percepción del paso del tiempo. Mi teoría es que, a falta de una mejor, utilizamos, de manera inconsciente pero precisa, como unidad de medida temporal una parte, proporcionalmente manejable, de lo que percibimos como tiempo transcurrido desde el momento en que adquirimos la consciencia de que el tiempo pasa. La unidad, así definida, es relativamente pequeña en las primeras etapas de nuestra vida y, también relativamente, grande en las últimas. En un año, en un mes, en un verano… cabrán muchas más unidades de los 8 años de edad, que de los 70 y, en consecuencia, en esa primera etapa de la vida el tiempo transcurrido, en un período determinado, es percibido como considerablemente más largo que en la última.


miércoles, 16 de noviembre de 2022

El estado de la ciudad

El ayuntamiento parece estar saliendo de la placidez de los últimos mandatos, cosa que no es
necesariamente mala, para volver a la agitación de los 80 y 90. La renuncia de algunos
concejales, los desencuentros con funcionarios y la falta, aparente pero clamorosa, de un
proyecto identificable de ciudad, vuelven a atraer la atención de las gentes del común,
tampoco demasiada en realidad, sobre un órgano de gestión que llevaba algún tiempo
pasando casi desapercibido. Cosa esta que tampoco es necesariamente buena.

Barbastro ha sido, probablemente aún lo es, una ciudad con múltiples facetas: comercial,
agrícola, universitaria, episcopal, literaria, militar, industrial, turística, hospitalaria, ferroviaria…
Algunas se han quedado en el camino y probablemente para siempre, pero la economía y la
distribución de recursos escasos son, en definitiva, un juego de suma cero y la experiencia ya
debería habernos enseñado que lo que nosotros perdamos, por dejadez o por lo que sea, otros
lo encontrarán. Y no muy lejos de aquí. Es cuestión de no perder nada más y de potenciar lo
que nos queda, que aún es mucho.

El envejecimiento de la población, las secuelas de la pandemia y la falta de médicos están
estresando, no sólo en Barbastro, un sistema de salud también bastante envejecido y
afectando a un hospital, el nuestro, que desde el principio, allá por los 80, ya se veía con recelo
desde los órganos de decisión de la capital. Los médicos son, desde luego, el elemento más
importante del sistema, aunque sea necesario disponer de instalaciones y medios adecuados,
y la escasez de profesionales será, lo es ya, el mayor problema, no su competencia ni su
dedicación, como sugieren en determinados medios para sacarse el problema de encima. En
Francia, en Inglaterra, en Alemania… les pagan mejor y, según dicen los que de vez en cuando
salen por televisión, les permiten trabajar en condiciones más dignas tanto para ellos como
para sus pacientes. ¿Cómo se puede resolver eso? Pues difícilmente, estoy de acuerdo, pero se
podría empezar por detener el deterioro urbano de la ciudad y hacerla más vivible.

Para pedir a profesionales cualificados, y no sólo en el ámbito de la medicina, que construyan
aquí su proyecto de vida hay que proporcionarles y de paso proporcionarnos, un entorno lo
más digno posible y unos servicios suficientes y de calidad. Hoy por hoy, a los propietarios de
edificios en el centro les sale más a cuenta irse a vivir al extrarradio y dejar que sus casas se
deterioren y arruinen, que mantenerlas en condiciones. Los constructores, con notables y
honrosas excepciones, también prefieren construir en las afueras que arrostrar las dificultades
y los gastos de hacerlo en el centro que, como consecuencia, se va deteriorando cada vez más.
En la calle General Ricardos, la arteria principal de la ciudad, hay algunos establecimientos con
sus actuales titulares en edad de jubilación y sin relevo aparente. No es difícil imaginarse el
aspecto que tendrá la calle si finalmente se ven obligados a cerrar. Ya hay ejemplos en la
misma y en otras zonas comerciales de la ciudad.

Un día de estos habrá un debate sobre el estado de la ciudad, una interesante novedad que
quizá llegue un poco tarde, dada la proximidad de las elecciones, pero que, aun así, no es algo
superfluo. Será, sin duda, una forma de descubrir que idea de ciudad tienen los concejales, si
tienen algún proyecto y las causas de la parálisis actual que, de todas formas, viene de largo.
También es posible, como no, que el debate se sustancie en un intercambio de reproches y en
la aprobación, en el mejor de los casos, de propuestas de corto recorrido y nulo interés
estratégico, pero hay que dar un voto de confianza, tanto al gobierno como a la oposición, y
suponer que, lo que en realidad se proponen, es mejorar la ciudad. Pero ya veremos.

Enviado a ECA (18112022)

martes, 18 de octubre de 2022

Otoño 2022

 Cuando yo era muy joven, pongamos que hace más de 60 años, leí un libro de Julio Verne que me impresionó bastante, De la Tierra a la Luna, escrito en 1865, 104 años antes de que Neil Armstrong pusiera el pie en nuestro satélite. La novela describía los esfuerzos de un grupo de artificieros del ejército estadounidense para reutilizar la tecnología balística utilizada en la recién terminada guerra civil y construir un artilugio capaz de vencer la gravedad terrestre y viajar hasta la Luna. No pisaron la Luna, creo, pero consiguieron orbitarla y volver a la Tierra. En 1968 se estrenó la película 2001, una odisea en el espacio, dirigida por Stanley Kubrick, en la que se cuenta como una inteligencia extraterrestre induce, o enseña, a un grupo de monos escandalosos, que se pelean a gritos junto a una charca de agua estancada, a utilizar sus extremidades superiores para manejar una estaca con la que romper la cabeza a sus semejantes. Aparentemente esto fue el principio de un largo proceso evolutivo que culminó en el Homo Sapiens, capaz de construir una nave con la que salir al encuentro de sus benefactores, cosa que ocurre al final de la película.

En fin, todo esto viene a cuento de que, durante bastante tiempo, pensábamos que la evolución nos iba a permitir abandonar este valle de lágrimas por una vía distinta de la habitual y colonizar primero el sistema solar y después… ¿quién sabe? Había que superar serios inconvenientes como la gravedad, la falta de fuentes de energía adecuadas o de atmósfera, las distancias a recorrer y los límites físicos a la velocidad alcanzable… pero en las películas y en las novelas de Asimov, Bradbury y otros, todo eso era peccata minuta. El final de la guerra fría, con la descomposición de la Unión Soviética y el fin de la carrera espacial puso fin a los viajes al espacio, salvo los necesarios para mantener una compleja red de satélites de comunicaciones, espionaje y control de la población que aún siguen ahí. La evolución, gracias también a la tecnología militar estadounidense, fue por otro camino.

Los computadores primero y los protocolos desarrollados por la agencia de proyectos avanzados de defensa (DARPA) de Estados Unidos, llevaron a Internet y a una revolución cuyos efectos empezaron a notarse en los años 90 y que hoy ha cambiado, no necesariamente para bien, y en poco más de 30 años, nuestra forma de informarnos, comunicarnos, leer, aprender y, en definitiva, de ver el mundo. Una revolución basada, también, en la disponibilidad de energía fósil abundante y barata, en los descubrimientos científicos de los siglos XVIII y XIX y en la religión del crecimiento, aunque cuando Dios dijo aquello de creced y multiplicaos, probablemente, creía que no pensábamos pasarnos la vida en este pequeño y redondo planeta, ni que nos tomaríamos tan al pie de la letra lo de multiplicaos. Este otoño llegaremos a 8000 millones, si la guerra en el este de Europa no lo impide, con muchos de los activos que nos han traído hasta aquí seriamente comprometidos. No sé si saldremos del carajal en el que estamos metidos, espero que sí, pero hace tiempo ya que estamos consumiendo los recursos de un futuro que parecía más lejano de lo que estaba en realidad.   

Esta mañana he leído la carta de dimisión de la jefa de oncología del Hospital de Barbastro, un servicio del que la ciudad podía sentirse, hasta no hace mucho, legítimamente satisfecha. La razón, la sostenida e insoportable falta de medios para atender a sus pacientes. Una más de las muchas cosas que están pasando y que no deberían pasar.

ECA 21oct2022

 

miércoles, 21 de septiembre de 2022


  

El plan de contingencia

La ministra Ribera, con competencias sobre la transición ecológica y el reto demográfico, propuso hace unos días, meses ya, elaborar, contando con los autoproclamados agentes sociales, empresas eléctricas y gasistas, etc., lo que con toda propiedad llamó un plan de contingencia en el que, es de suponer, se discutirían las posibles acciones a emprender en el caso, parece que probable, de que el acceso a la energía se encarezca o se complique algo, bastante o mucho.

En la nota de prensa publicada por el MITECO, a propósito de la primera de las reuniones que la ministra ha mantenido con este propósito, se aseguraba que España no afronta problemas de seguridad de suministro, pero que debe prepararse para un posible escenario de escasez de gas en la UE durante los próximos meses y, a continuación, delimitaba los objetivos del plan: “El Plan de Contingencia girará sobre tres ejes: uso inteligente de la energía, sustitución de gas por electricidad y otros combustibles y medidas de solidaridad con los socios europeos” o leyendo entre líneas, que el problema lo van a tener otros, pero aquí estamos nosotros para ayudar a quien lo necesite.

Dejando aparte la dificultad técnica de diseñar algo que gire sobre tres ejes, el problema de los redactores de este tipo de notas es que deben decir lo menos posible, o mejor aún nada, con la mayor cantidad de palabras y eso, precisamente, es lo que no ha conseguido el autor de ésta. El plan de contingencia parece estar centrado en el gas, para seguir la estela de las sanciones y contra sanciones a y de Rusia, que podrá ser sustituido, dice, por electricidad y otros combustibles (sic). Lo de los otros combustibles no lo acabo de entender: ¿petróleo, carbón, madera …? y lo de la electricidad tendrá que ver, supongo, con que la Comisión Europea, en un alarde de posibilismo haya declarado verde a la energía nuclear y, de paso, también al gas. En fin, ya veremos en qué se traduce, si es que finalmente el plan llega a ver la luz, lo del uso inteligente de la energía y las medidas de solidaridad con los socios europeos. El optimismo que no falte.

En cualquier caso, los planes de contingencia que pueda elaborar este gobierno no me tranquilizan demasiado, la verdad. La última noticia sobre este asunto, publicada en la Web de la Moncloa en torno al 7 de septiembre, se parece mucho a la primera, publicada a mediados de julio: la ministra se reunirá, otra vez y con el mismo objeto, con consumidores, sindicatos y empresas del ramo. Si el otoño va a ser durísimo, como nos adelantó otra ministra, la de defensa en este caso, que, al menos en teoría, debería estar entre las personas mejor informadas del país, entonces el plan de contingencia debería encontrarse en una fase algo más avanzada, habida cuenta de que, cuando tengan este semanario en sus manos, el verano habrá terminado o le quedarán unas pocas horas (a las 3:04 del viernes 23, la distancia al Sol será la misma para los dos polos terrestres y empezará el otoño astronómico en el hemisferio norte).

Me parece más interesante e incluso más realista, un plan de contingencia local, pero aquí somos bastante reacios a elaborar planes a largo o incluso a medio plazo. Además, son ya muchos años de anunciar la llegada del lobo, sin que el lobo llegue y nuestras autoridades están ya curadas de espanto, sobre todo una vez que han comprobado que festivales, ferias y fiestas han vuelto con renovados bríos, muy a pesar de los agoreros que las daban por desaparecidas.

Curadas de espanto, carentes de imaginación -en España la imaginación no cotiza en política- y con las próximas elecciones como único horizonte, bastante han hecho, los que lo hayan hecho, con elaborar un plan estratégico por el ingenioso, sencillo, barato y hasta agradecido procedimiento de recoger y compilar las sugerencias de la gente. El riesgo es que la gente se pregunte que para qué sirve tener un gobierno, de cualquier nivel, si al final las ideas tienen que ponerlas ellos. Conviene, sin embargo, tranquilizarlos en ese aspecto. El gobierno puede parecer, a veces, innecesario, pero, desde luego, es inevitable[1].

Un hipotético plan de contingencia estaría orientado a prever y, a ser posible, minimizar, los efectos de una crisis coyuntural grave, el durísimo otoño que anunció Margarita Robles, y que puede derivar en una aceleración incontrolada de la pérdida de complejidad del sistema, con la consiguiente destrucción de los enlaces y conexiones que lo mantienen en funcionamiento y que, al menos en parte, ya ha comenzado. No hay más que mirar a nuestro alrededor para constatar que muchas cosas que, hace sólo unos pocos años, funcionaban razonablemente bien o al menos estaban ahí, y no me refiero sólo a la cosa pública, han dejado de hacerlo o han desaparecido y no parece que, a corto plazo, vayan a recuperarse.

Bajo ciertas condiciones, una población de tamaño medio, como Barbastro, podría disponer, en una emergencia, de una importante ventaja comparativa respecto a las grandes ciudades siempre y cuando, claro, dispusiera de un plan auspiciado por el Ayuntamiento, con o sin la colaboración de otras administraciones públicas o entidades privadas como la Cruz Roja, la Iglesia o colectivos ciudadanos sin afiliación. Se puede elucubrar todo lo que se quiera sobre el contenido ese plan, pero no hay mucho tiempo ni tampoco necesidad de inventar nada. Hay ciudades, sobre todo en el mundo anglófono, que cuentan desde hace tiempo con documentos muy elaborados y actualizados. No hay más que copiarlos o utilizarlos como plantilla y adaptarlos, pero, básicamente, habría que intentar garantizar un reparto equitativo de los alimentos y el combustible disponible, la atención a los niños, los enfermos, los mayores y los discapacitados, el acceso a los hospitales y centros de salud, el funcionamiento de los servicios de policía, el mantenimiento del orden y unas pocas cosas más.

También es posible que la guerra en Ucrania acabe pronto y bien, aunque no consigo imaginar cómo; que el gas y el petróleo vuelvan a fluir a precios razonables como consecuencia de lo anterior; que la inflación se estanque o remita; que no aparezcan más pandemias; que Europa no se rompa del todo y que la economía real consiga reparar, aunque sea temporalmente y sólo en parte, las conexiones rotas, que el gobierno deje de anunciar el apocalipsis y la solución en el mismo día y que salgamos del otoño con la cartera todavía en el bolsillo. Si fuera así, la sorprendente resiliencia del sistema nos habría dado otra prórroga que podríamos aprovechar para estar preparados cuando el cielo caiga sobre nuestras cabezas. O para organizar las fiestas del año que viene. Pero en realidad, a estas alturas la única actividad verdaderamente necesaria, aunque en modo alguno suficiente, para evitar el colapso sería incrementar, hasta donde fuera posible, el nivel de sapiencia, que no es lo mismo que de conocimiento o inteligencia, de la mayoría. Feliz comienzo del otoño.

[1] Government: Unnecessary but Inevitable, Randall G. Holcombe, DeVoe Moore Professor of Economics at Florida State University.

jueves, 18 de agosto de 2022

El baile

Me decía un amigo que tenía la desagradable impresión, cada vez más difícil de ignorar, de que todo se estaba descomponiendo a su alrededor. Como ejemplo no citaba la seguridad social, seriamente tocada por la inefable gestión de la pandemia, ni el desastre ferroviario provocado por el robo de unos metros de cable. Todo eso y algunas cosas más, como la guerra, la sequía, la subida de precios, la vuelta de las fiestas patronales o la crisis energética, le parecía importante y desde luego, muy preocupante, pero, según él, el síntoma más evidente de que todo se va a…, es el baile del alcalde de Vigo.

El baile en cuestión, que insistió en enseñarme en su móvil, no es ni más ni menos extravagante o extemporáneo que los concursos de bombillitas de navidad que este hombre organiza cada año, la entrevista del alcalde de Madrid con dos bromistas rusos o, por apuntar algo más alto, las gansadas de varios presidentes de Estados Unidos, antes, durante y después de ejercer como tales, pero sirve para plantearse alguna cuestión interesante sobre el modelo de gobierno que tenemos y que, grosso modo, se conoce como democracia representativa. A mi amigo le parecía dudoso, por ejemplo, que comportarse en público como un imbécil, y más de manera reiterada, fuera compatible con la capacidad de llevar a cabo una gestión medianamente responsable de la pequeña isla de baja entropía, mantenida cada vez con más dificultad y a base de quemar primero árboles y después carbón y petróleo, en la que habitamos.

Desde luego, no lo parece, que sea compatible, quiero decir, pero es igual porque nadie plantea la cuestión en esos términos y, además, también podríamos preguntarnos, aunque sea de manera retórica, si exhibir en público un comportamiento que mi amigo y seguramente alguno más, considera propio de imbéciles, es compatible con ganar, por mayoría absoluta y reiteradamente, unas elecciones. La respuesta, evidentemente, es que sí y por tanto la pregunta anterior carece de interés y la opinión de mi amigo sobre lo que es o deja de ser propio de imbéciles también.

A mí me parece más interesante, puestos a divagar, establecer hasta qué punto el comportamiento de un sistema termodinámico, esta civilización, sujeto a unas leyes fundamentales que hemos enunciado, pero no establecido y que no podemos modificar, puede verse afectado por decisiones tomadas en Washington, Madrid o Vigo o por un discurso económico o político contingente, cuyo contenido es generalmente ajeno a esas leyes. La respuesta es, seguramente, ambigua. El sistema camina, como nosotros, hacia un final que podemos acelerar, que quizá estemos acelerando, pero que no podemos retrasar ni, por supuesto, evitar.

Mientras tanto, que el alcalde de Vigo baile o deje de bailar es, comparado con lo que dicen que se nos viene encima este otoño, algo insignificante. 


Publicado en ECA 19082022

jueves, 28 de julio de 2022

Diálogos para besugos V

- Hola.
- Hola, me alegro de verle.
- Bueno, yo estaba alegre cuando lo he visto.
- Estupendo. Pues ya estamos los dos alegres.
- No, yo no. He dicho que estaba alegre cuando lo he visto. Ahora ya no lo estoy.
- Caramba. ¿Quiere decir que verme a mí le ha quitado la alegría?
- Pues sí, exactamente así ha sido.
- Bueno, si usted lo dice. En todo caso eso tiene fácil solución. No parece que llevemos el mismo camino así que dejaremos de vernos en un momento.
- Sí. Lo estoy deseando.
- Pues nada, adiós.
- Ya que me ha quitado la alegría podría, al menos, disculparse.
- ¿Usted cree? No hay problema, me disculpo.
- Así, ¿sin más? ¿le parece suficiente?
- Me ha pedido una disculpa y, aunque no acabo de ver por qué, me disculpo. Debería, efectivamente, ser suficiente.
- Extraordinario. Le ha quitado a un hombre la alegría y no ve por qué tendría que disculparse. Me está pareciendo usted bastante canalla, la verdad.
- ¿Canalla? Creo que ahora es usted el que tendría que disculparse. Yo no le he insultado a usted.
- Ni yo a usted tampoco. Llamarle canalla es sólo una definición, no un insulto.
- Bueno, ya está bien. No voy a disculparme ni a seguir hablando con usted. Qué tenga un buen día y... Oiga… ¿Qué hace con esa pistola? ¿Por qué me apunta? ¡Socorro, policía!
- …
- Se encuentra uno con todo tipo de gente en estos lugares. Bueno, por lo menos ese canalla ya no le quitará la alegría a nadie más.


viernes, 3 de junio de 2022

Los Algoritmos

El Heraldo publicó hace unos días la ¿noticia? de que un grupo de expertos, reunidos en la Sala de la Corona de la sede del gobierno de Aragón, habían convenido en la urgencia de retomar el proyecto de la Travesía Central Pirenaica (TCP para los iniciados), un túnel de baja cota a través del Pirineo central capaz de soportar el tráfico a alta velocidad de trenes de viajeros y mercancías de gran capacidad y de servir de alternativa a los pasos naturales existentes a ambos lados de la cordillera. No es la primera vez, desde luego, que la Sala de la Corona acoge un evento de esta naturaleza. El 13 de septiembre de 2011, día más, día menos, el mismo periódico, creo, publicaba la, vamos a llamarla otra vez noticia, de que el ejecutivo aragonés se proponía apoyar o impulsar, seguramente ambas cosas, a un lobby internacional (sic) en favor de la travesía en cuestión. En la foto que acompañaba a la noticia se veían unas cincuenta personas, casi todas de por aquí, así que no sé a qué venía lo de internacional ni, si a eso vamos, lo de lobby, reunidas en la gafada Sala de la Corona y, probablemente, con la misma sensación de estar asistiendo a un acontecimiento histórico que tuvieron en la presentación, con un formato bastante más escandaloso, pocos años antes, de Gran Scala, curioso asunto este último, por cierto, sobre el que quizá valiera la pena volver alguna vez. El lobby iba a recabar, a base de eventos, a celebrar en varias ciudades de España y la Unión Europea, los apoyos necesarios para sacar adelante el proyecto, pero, que yo sepa, la cosa se limitó a una moción para apoyar la travesía, que no sé si estaba relacionada con el lobby, presentada por un senador del PAR que, por aquel entonces, iba en las listas del PP. Si la moción se aprobó, o no, supongo que sí, es algo que interesa, acaso, al que la presentó y poco más. Supongo que tampoco ahora va a ir la cosa mucho más allá de las declaraciones de destacados miembros del actual gobierno, declaraciones que, al menos por lo que a este asunto respecta, tampoco tienen demasiado interés si no se traducen, y no parece que vayan a hacerlo, en algo más efectivo. La TCP se hará, si se hace, cuando la tecnología para perforar montañas, ya muy avanzada, permita tunelar 60 o 70 km bajo el Pirineo en un tiempo y a un costo asumibles. Razones, tanto para construir este túnel, como para completar la red ferroviaria de Huesca con una línea de Huesca a Lérida por Barbastro, Monzón y Binéfar, me parece a mí que sobran, pero está claro que en estos momentos no hay ni un clamor popular, que tampoco lo hubo cuando perdimos el enlace ferroviario con la línea Zaragoza Lérida, ni voluntad política. Eso llegará, creo yo, pero puede que, para entonces, la energía y los materiales necesarios para perforar el túnel y construir las plataformas, las estaciones, las vías y el resto de la infraestructura necesaria ya no estén disponibles. En esto de la construcción de túneles para permeabilizar entornos montañosos hay dos ejemplos, en realidad muchos más, en los que podríamos fijarnos. Uno de ellos está en los Alpes y sobre todo en el último túnel inaugurado, el San Gotardo, de algo más de 50 km, ejemplo desechable, probablemente, con el argumento de que la población y el nivel económico de la zona no admiten comparación con nuestro depauperado territorio o con el, aún más peregrino, de que para eso ya está, o estará, el corredor mediterráneo. El otro en las islas Feroe, territorio autónomo, muy autónomo, de la corona danesa en el Atlántico Norte, poblado por unas 50.000 personas y formado por 19 islas, cuya población oscila entre los 140 y los 20.000 habitantes. Muchas de esas islas, incluida la de 140 habitantes, están unidas por túneles carreteros construidos bajo el mar, uno de ellos con la única rotonda submarina del mundo. Como curiosidad, la oficina del primer ministro, donde no parecían trabajar más allá de 15 personas, y otros ministerios ocupan pequeñas casitas de madera de color rojo, algunas con tejado de hierba como aislante y ventanas sin cortinas, indistinguibles del resto y ubicadas en una calle cualquiera de Törshavn, la capital. Aquí gastamos bastante dinero en sostener una administración pública hipertrofiada, cuya utilidad no siempre resulta tan evidente como su ubicuidad. Pero bueno, dirán ustedes antes de que me pierda por estos vericuetos, y, a nosotros ¿qué nos importa lo que hagan por ahí? Y, además, ¿esto no iba de algoritmos? Ah, sí, los algoritmos… He leído esta mañana que Yolanda Díaz anuncia un algoritmo para fiscalizar las horas extras que no se pagan y me ha parecido que el asunto daba para escribir, como mínimo, un artículo. De momento ahí queda el título. Publicado en ECA 3/6/2022

viernes, 29 de abril de 2022

Tormentas de primavera

Tenemos una guerra en suelo Europeo, una guerra todavía limitada al territorio de Ucrania pero que puede derivar en casi cualquier otra cosa, incluyendo un intercambio de misiles con carga nuclear entre Rusia y los Estados Unidos. Europa tiene, también, otros problemas por si acaso lo de la guerra nuclear no acaba de cuajar, como la debilidad de la Unión Europea, la crisis energética cuyo final (infeliz), tantas veces aplazado, parece estar ahora más cerca que nunca, la inflación que afecta a su moneda, una vez que las estrictas condiciones iniciales impuestas a los países que adoptaron el euro han pasado a mejor vida. Y eso por no mencionar la fusión de la nieve en los glaciares alpinos de donde procede un cuarto del agua que llevan los grandes ríos europeos, el final del permafrost siberiano y la destrucción por incendios de enormes masas de árboles en la Taiga. Hace ya años que Europa no es el centro del mundo, ni económica ni militarmente, pero, al menos tampoco era el campo de batalla que fue durante 20 siglos, ni estaba ya dividida en los dos bloques que se enfrentaron en la guerra fría (1945-1991). La invasión de Ucrania por tropas rusas ha terminado bruscamente con ese sueño y ha obligado a la mayoría de los países europeos a tomar partido por el país agredido y a aplicar, siguiendo la estela norteamericana, sanciones económicas al agresor que admiten muchas similitudes con la patada, a Rusia, en nuestro culo. Yo no sé cómo terminará esto, pero no parece que haya una salida fácil. Hay muchos muertos, muchos territorios en disputa y el papel de Rusia, como la gran potencia que quiere ser, está definitivamente en entredicho. El apoyo que ahora parece tener Putin entre sus conciudadanos no resistiría una derrota, así que tiene que seguir vendiendo que todo va según el plan previsto y buscar una victoria, aunque sea por la mínima. Quizá conservando Crimea y ocupando, al menos, un pequeño corredor en el este de Ucrania. Para Zelenski tampoco hay una salida fácil. Una victoria militar sobre Rusia parece, a pesar de la aparente incompetencia del mando militar ruso, algo impensable con la actual relación de fuerzas, al menos sin la intervención de tropas de la OTAN, es decir, del ejército de Estados Unidos, pero eso llevaría, con toda seguridad, al empleo de armas nucleares y quizá a una guerra mundial. Una derrota del ejército ucraniano también es impensable. Biden y algunos líderes europeos han dejado claro que no contemplan ese escenario lo que también nos lleva a una intervención militar de Estados Unidos y la OTAN. En casa las cosas no están mucho mejor. La clase política española ha encontrado la fórmula, para estar en misa y repicando, con una parte del gobierno a favor de enviar armas a Ucrania y otra en contra, una parte a favor de la OTAN, que va a reunirse en Madrid un día de estos y otra a favor de convocar, alternativamente, una conferencia pacifista. Dicen que han conseguido o están a punto de conseguir una bajada del precio de la electricidad por el procedimiento de topar (sic) el precio del gas utilizado para producirla. Ya veremos como lo gestionan y lo que dura. Pero Europa, que ha cedido en esta y otras cuestiones, quiere, a cambio, que el gobierno resuelva el déficit de las pensiones por el procedimiento, supongo, de reducirlas, y eso supongo que no entrará en los planes, al menos en los explícitos, del gobierno a menos de un año de las elecciones generales. El efecto conjunto de todo esto es, casi inevitablemente, el colapso. Todas las sociedades y civilizaciones que nos precedieron acabaron colapsando, desde los mayas hasta los romanos pasando por Mesopotamia y Egipto. Una crisis energética, la pérdida de suelo fértil, la consolidación de las fronteras y el fin de la expansión, la dificultad para extraer más oro y finalmente y como consecuencia de todo esto, la manipulación y pérdida de valor de la moneda acabaron, tras doce siglos de dominio del mundo conocido, con el imperio romano de occidente. El de oriente, conocido como imperio bizantino, que conservó y protegió su moneda, duró 1000 años más. Como consecuencia del colapso, muchos ciudadanos romanos se vieron de la noche a la mañana convertidos en siervos, las grandes ciudades del imperio destruidas y abandonadas, las legiones dispersadas, el Latín recluido, poco a poco, en iglesias y monasterios y todos los enlaces necesarios para mantener la complejidad de la sociedad definitivamente rotos y 1000 años de oscuridad por delante. Nada de eso ha pasado aquí todavía, pero el BCE parece incapaz de garantizar la estabilidad de precios, que es una de las pocas cosas que tendría que hacer, la gestión de la pandemia por la OMS, muy mejorable en mi opinión, ha debilitado o roto muchos de los enlaces existentes, tenemos una guerra en el patio trasero y la Unión Europea, ya gravemente tocada por el Brexit, va a tener que enfrentarse a la eclosión de múltiples movimientos antieuropeos en varios países. Una situación muy complicada y sin solución aparente. Incluso con otro gobierno. Publicado en ECA 29042022

viernes, 18 de marzo de 2022

¿Primavera?

Me decían esta mañana que el polvo del desierto, que ha teñido de amarillo Madrid y media España, no es sino la última, por ahora, de las plagas que nos están cayendo encima en este año III de la Pandemia Interminable, junto a la guerra, la crisis energética y climática, la inflación, las matemáticas con perspectiva de género, los políticos y sus políticas y la tontería felizmente reinante. Es posible, pero las plagas en Egipto terminaron cuando el Faraón cedió y dejó salir a los judíos. Nada de lo que está pasando hoy, y son muchas cosas, parece tener remedio. Algunos edificios públicos, no sé si todos, han cerrado la calefacción 15 días antes de lo previsto y Ana Patricia Botín ha bajado a 17 grados la calefacción de su casa, siguiendo las directrices del superministro Borrell y con objeto de tocarle las narices a Putin. Puede parecer una tontería, pero sólo porque, efectivamente, es una tontería. La guerra en Ucrania, una guerra no declarada, ha despertado de su letargo a la Unión Europea y ha abierto de par en par sus fronteras a millones de refugiados ucranianos, agraviando, comparativamente, a los que, desde Siria, Afganistán y otros lugares llevan años esperando a la puerta sin demasiado éxito. Nuestro problema es que vivimos al día y vivimos al día porque no podemos, o no sabemos, vivir de otra manera, no entendemos un carajo de todo lo que pasa y aunque lo entendiéramos daría igual. Ayer, aprovechando la coincidencia de la fecha en formato anglosajón: 3, 14 con los tres primeros dígitos del número Pi, se celebraba por resolución de la UNESCO, el día de las matemáticas. Lo celebramos, pero seguimos creyendo que es posible hacer sostenible el crecimiento exponencial simplemente cambiándole el nombre. La Reserva Federal, el FMI o el Banco Central Europeo han sido, durante algún tiempo los garantes de una estabilidad de precios tan fantástica como todo lo demás, Hubo un tiempo en el que la inflación se creaba a base de imprimir billetes sin el debido respaldo, ya fuera oro, derechos de giro del FMI o lo que fuera. Hoy eso ya es innecesario porque el 95% del dinero en circulación son depósitos a la vista o a corto y medio plazo y el dinero lo crean de la nada los bancos comerciales cada vez que conceden un préstamo, un proceso inflacionario donde los haya, me parece a mí, pero se nos ha hecho creer que la política monetaria, a veces restrictiva, a veces lo contrario, es suficiente para hacer compatible la pérdida de valor del dinero con el mantenimiento de su poder adquisitivo. Y puede que lo haya sido, pero parece que se acabó. Durante años se han ignorado las señales de alarma que nos envía el planeta que nos acoge, cada vez con más desgana, aunque sólo seamos un pequeño interludio en sus 4.500 millones de años de historia geológica. Hace 10.000 años el homo sapiens, sapiens a ratos y porque lo decimos nosotros, eran poco más de 1.000.000 de individuos, en 1953 ya éramos dos mil millones y hoy somos más de siete mil millones. No sé dónde estará el límite, pero esté donde esté, está claro que lo alcanzaremos en poco tiempo. Este es, precisamente, el pequeño secreto que hay detrás del crecimiento exponencial. Ayer leí de una sentada el libro póstumo de Fernando Marías, al que conocí en Barbastro hace muchos años, en el que cuenta la terrible historia de días de vino y rosas trasplantada al Madrid de finales del siglo XX y, ya por la noche, hice una llamada desde el teléfono fijo. La relación entre ambos hechos y lo que he escrito más arriba me ha tenido desvelado desde las cinco de la mañana. Otro día me extenderé sobre esto, que hoy ya llego tarde. Publicado en ECA. 18/03/2022

sábado, 19 de febrero de 2022

El ¿final? del invierno.

Parece que el Ayuntamiento o el gobierno de Aragón o ambos se proponen construir un número indeterminado de viviendas en el antiguo acuartelamiento militar. En algún sitio, siento no recordar dónde, he oído que la respuesta municipal a las objeciones planteadas en distintos ámbitos ha sido algo así como ‘a caballo regalado no le mires…’, lo que supongo que significa que hay dinero para eso, pero no para otra cosa. Bueno, pues, aun así, la decisión me parece un lamentable error, error que ya estuvo a punto de cometer, por lo que parece, el anterior ayuntamiento pero que paralizó la crisis económica de 2008. Construir viviendas en las afueras es, supongo, mucho más sencillo y barato que hacerlo en el centro, pero también supone obviar el proceso de degradación del casco urbano y convertirlo, en la práctica, en imparable. Barbastro es, todavía, una ciudad bastante vivible aunque no demasiado atractiva, y que cuenta con algunos servicios de calidad, hospital, centros educativos, UNED, establecimientos comerciales de solera…, pero que para muchos profesionales de la educación, la medicina, la banca, la administración… se está consolidando como ciudad de paso o en la que iniciar trayectorias laborales con la vista puesta en el traslado a Zaragoza, Madrid o cualquier otra ciudad. En estas condiciones, habría que preguntarse si existe realmente una tendencia marcada hacia la irrelevancia y en ese caso, si esa tendencia podría revertirse bajo ciertas condiciones hasta el extremo de hacer de la ciudad un lugar deseable para iniciar y consolidar un proyecto de vida. Mi confianza en la iniciativa pública es más bien poca. La política ha devenido un sainete que ni siquiera es divertido y la probable buena voluntad de nuestros políticos locales queda oscurecida por la falta de recursos y de planificación y también por la injerencia de las cúpulas de sus partidos. Queda la iniciativa ciudadana, imprescindible en todo caso, y el foro B21 ha demostrado, en alguna ocasión, que es posible movilizar a la gente cuando el objetivo, es el caso del centro de salud, lo merece. Barbastro perdió hace ya años su acuartelamiento, el último número de este periódico da cuenta de las consecuencias que esa pérdida tuvo, tanto social como económicamente, para la ciudad. Años antes había desaparecido la estación de ferrocarril, situada al final de una vía sin salida que venía de Selgua y sometida a una competencia imposible con el automóvil y el bajo precio de los combustibles. Ni uno ni otra han dejado rastro y los terrenos de ambos parecen estar abocados al mismo destino residencial. En todo caso la estación, si en algún momento se revisara la sorprendente decisión de dejar a Huesca y Barbastro al margen de la línea Zaragoza Lérida, necesitaría una nueva ubicación. Reivindicar ahora el tren, ya lo hicimos hace unos años con el éxito que cabía esperar, puede parecer una fantasía sin ninguna posibilidad de materializarse, pero el escenario, a medio e incluso a corto plazo, puede cambiar lo suficiente como para que un desplazamiento hacia el noroeste de la línea actual, e incluso su conexión con un tren que enlazara Zaragoza con Toulouse y las líneas europeas de alta velocidad, no fueran una idea tan descabellada. Un gobierno y una oposición que no estuvieran dedicados a tiempo completo a sus batallitas y a mirarse el ombligo, podrían considerar interesante diversificar las salidas hacia Europa y abrir una travesía por el pirineo central y por Barbastro. Si yo fuera el alcalde ya estaría buscando terrenos para la estación (si me pisan la idea no pasa nada) Y en todo caso, Barbastro necesita un plan de ciudad a medio plazo y teniendo en cuenta lo que el futuro puede deparar. Un plan de transición de una economía basada en el carbón a otra donde los combustibles fósiles sean un recuerdo. Ese plan debería ser el objetivo prioritario de este Ayuntamiento para lo que queda de legislatura. Publicado en ECA el 18/02/2022

martes, 18 de enero de 2022

La historia se repite (a veces)

En los primeros años de este siglo XXI están ocurriendo, para dar la razón a los que dicen que la historia se repite, a veces como comedia y otras como tragedia, una serie de acontecimientos que recuerdan lo que pasó en los mismos años del siglo XX. Simplificando mucho, por supuesto, ahí van algunos ejemplos. Entre 1918 y 1920 tuvo lugar una pandemia global, conocida como gripe española por razones que nada tienen que ver con el origen del virus, localizado en los campamentos militares estadounidenses donde concentraban las tropas que iban a combatir a Europa y de donde, de hecho, salieron a pesar de que el gobierno norteamericano era perfectamente consciente del riesgo de expansión de la enfermedad. El número de muertos, con todas las reservas porque los sistemas de recuento tampoco entonces afinaban mucho, pudo estar entre 50 y 100 millones. En febrero de 2020 se detectó en China lo que ha terminado siendo otra pandemia, también de alcance global y aparentemente mucho menos letal que la de 1918, aunque disfruta de una atención mediática que la primera, debido a la censura de guerra, no tuvo y de unas vacunas que entonces no había y que, por lo visto, sólo funcionan como es debido cuando se ha vacunado todo el mundo. En 1917, el cuarto año de la Gran Guerra, estalló en Rusia una revolución seguida de una guerra civil y de la victoria, en 1923, de los bolcheviques, que implantaron el primer régimen comunista del mundo y crearon, junto con otras cuatro repúblicas, la Unión Soviética. Tras más de 70 años de discutible gestión económica y social, el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) se descompuso a finales del siglo XX dando lugar a la desmembración de la Unión. En 2020 el presidente de Rusia, Vladimir Putin, antiguo miembro del aparato comunista y de su policía política, ha iniciado una serie de movimientos, diplomáticos y militares que, visto el precedente de la desmembración de Ucrania con la anexión de Crimea y sus propias declaraciones, parecen dirigidos a restaurar, a cualquier precio, incluso por las buenas si no hubiera más remedio, el antiguo espacio soviético. Entre 1921 y 1923 se produjo en Alemania, entonces una república democrática, un fenómeno monetario conocido como hiperinflación que arruinó a su clase media, dio al traste con las pocas posibilidades de supervivencia que tenía la república de Weimar y la arrojó de hecho en manos de Adolfo Hitler, un insensato que condujo a Europa y al mundo a la segunda y más destructiva de las guerras habidas hasta entonces. En 2020 y 2021 la subida del precio de la energía amenaza con elevar la inflación más allá de lo deseable. Inflación hasta ahora contenida con las políticas contracíclicas del BCE, formal y estatutariamente comprometido con la ortodoxia monetaria y la estabilidad de precios. De momento España, con un 6,5% a final de año, es uno de los países de Europa con una mayor tasa de inflación anual. Esperemos que ministra de Hacienda, que lleva tiempo organizando una reforma fiscal cuyo objetivo declarado es aumentar la recaudación, nos explique qué política monetaria cabe aplicar, en un entorno de interés cero o negativo, aparte de tenernos a todos trabajando hasta los 90 para sostener un estado insostenible. Además, y puesto que no tiene competencias en política monetaria, las tonterías que diga también le saldrán gratis. En 1914 y 1939 estallaron las dos primeras guerras mundiales y en 1936 un golpe militar fracasado, precedido en 1934 por la declaración del Estado Catalán, llevó a España a una guerra civil que liquidó la 2ªrepública y la democracia durante cuarenta años. Afortunadamente aún no hay contrapartida para eso en este siglo, pero los exportadores de carbón, petróleo, gas natural, uranio o materiales para la fabricación de coches eléctricos están cerrando el grifo al exterior y dedicando sus reservas a atender sus propias necesidades, lo que junto a las veleidades expansionistas de Rusia y la voracidad china puede derivar fácilmente hacia un casus belli de manual. Seguimos, en todo caso, al borde del inevitable colapso sistémico, pero puede que la extraordinaria resiliencia del sistema y los planes de los que saben lo que pasa y por qué, que no parece que tengan mucho que ver con los que salen por televisión exhibiendo sus trifulcas de patio de colegio, nos sorprenden con una nueva prórroga. Enviado a ECA (21012022)

sábado, 1 de enero de 2022

El invierno de la energía

La crisis energética, discretamente omnipresente desde hace años, era, sobre todo, la crisis del petróleo. Es verdad que había y hay otras fuentes de energía primaria, incluso algunas parcialmente renovables, pero el petróleo tiene unas ventajas que lo hacen, en la práctica insustituible. En cualquier caso, la gente, en general, no habla demasiado de crisis energética por la sencilla razón de que aún no la percibe como amenaza. Es verdad que el precio de la energía eléctrica lleva un tiempo descontrolado, pero eso ya ha pasado otras veces y no sólo con la energía eléctrica sino también con el petróleo, que en el 2008 llegó a alcanzar los 180$ por barril para caer hasta los 30 y permanecer en ese entorno por largas temporadas. Ahora el precio del Brent está cerca de los 80 dólares por barril, pero la gente, harta ya de que le anuncien la inminente llegada del lobo y con el gobierno prometiendo un día sí y otro también reducir la factura de la luz a niveles aceptables, no parece preocuparse demasiado. O al menos, no lo suficiente como para expresar ruidosamente y en la calle su preocupación y descontento. Sin embargo, hay sobrados motivos para preocuparse. Entre 1950 y 2020 la población mundial ha pasado de 2,54 a 7,79 miles de millones de personas, es decir, prácticamente se ha triplicado, y, en la parte del mundo que nos ha tocado vivir, se han alcanzado cotas de bienestar que ninguna generación había conseguido hasta la fecha y que pueden atribuirse, sin ningún problema al descubrimiento y explotación, en poco más de 200 años, de enormes cantidades de energía solar almacenada en el interior de la Tierra en tiempos geológicos remotos y durante cientos de años. Una energía que no se puede reponer ni sustituir en la mayor parte de los usos que ahora tiene y sobre todo en el transporte. Es verdad que ya hay coches eléctricos e incluso están proliferando los puntos de recarga rápida, pero no son muchos y no está claro que los materiales necesarios para la fabricación de estos vehículos vayan a estar disponibles para toda la flota en un futuro previsible. Y, en todo caso, la energía eléctrica que ha de mover la nueva y ¿sostenible? flota habrá de salir de algún sitio y no parece que la obtenida de fuentes renovables vaya a ser suficiente, si el tamaño de la flota ha de acercarse al de la que actualmente se mueve con combustibles fósiles. Ni mucho menos La Civilización industrial, ésta, es un sistema complejo que funciona mediante la transformación de un flujo constante y esto es muy importante, creciente, de energía de baja entropía en otra de alta entropía, es decir, en calor disipado en la atmósfera. Hasta los años 70 del pasado siglo el ritmo de descubrimientos de nuevos yacimientos y el petróleo obtenido permitían alimentar ese ritmo creciente, pero a partir de ese momento el petróleo alcanzó su pico de producción en los Estados Unidos, ante el general desconcierto y tal como Hubbert había predicho. La primera consecuencia fue que los Estados Unidos pasaron en poco tiempo de exportador a importador neto, salvando así una situación que resultará imposible de manejar cuando el pico sea global. La forma, casi desesperada, de resolver el problema, en este último caso, ha sido recurrir a la extracción de petróleo en formación mediante la utilización de técnicas de fracturación de rocas, obteniendo un resultado insuficiente, escasamente rentable y muy costoso en términos ambientales, por lo que muchas de las empresas que lo iniciaron están en estos momentos próximas a la quiebra o han abandonado directamente el mercado. El comportamiento de sistemas complejos suele presentar un período largo de estabilidad, pero la mayoría alcanza en algún momento puntos de inflexión o umbrales críticos en los que el sistema pasa de un estado a otro de una manera abrupta, con la consiguiente pérdida de complejidad. La mayor parte de la población, al menos la del, hasta hace poco, conocido como primer mundo, no ha experimentado el tipo de sociedad que resultaría de un colapso del sistema, pero la búsqueda de espacio y recursos ya han provocado enfrentamientos más o menos extendidos e incluso guerras globales. Digamos que la disponibilidad de energía abundante y barata y una relativamente homogénea distribución de la riqueza resultante, al menos entre los que hubieran estado, en su caso, en condiciones de manifestar violentamente su disgusto, ha mantenido el sistema, durante un período asombrosamente largo de tiempo, en la situación que los europeos de la primera mitad del Siglo XX denominaban Paz Armada o Belle Époque y que terminó, dicho sea en términos coloquiales, como el rosario de la aurora. Ahora parece haber otras formas y otras herramientas más sofisticadas para hacerse con el poder real y gestionarlo, formas que se están experimentando constantemente y a plena luz, y que implícita o explícitamente, están terminando con otro de los experimentos de los Siglos 19 y 20, la democracia representativa que los griegos también experimentaron y que quedó después relegada al olvido durante mucho tiempo. ECA, 30 de diciembre de 2021