martes, 1 de noviembre de 2011

Arriba y abajo


Lo más singular y a la vez característico de lo que está pasando en Europa y en el mundo con el dinero y con la energía, las dos únicas cosas que realmente importan a corto plazo por su capacidad para modificar drásticamente la evolución de los acontecimientos, es la falta total de planificación. Se responde a los acontecimientos a medida que se van produciendo y nuevas respuestas se improvisan para responder al fracaso de las anteriores. Que la bolsa suba o baje no tiene más importancia que, o tiene tanta importancia como, las bajadas y subidas del petróleo que parecen acompañarla, aunque con un tempo más moderado y menos margen de variación, como corresponde a un recurso cada vez más escaso. Todos estos movimientos responden únicamente a la acuciante necesidad de los llamados inversores, o de los gestores de fondos de inversión por cuenta ajena, de sacar un rendimiento lo más rápido y lo más alto posible a su dinero o al que gestionan. Esto, los beneficios de los jugadores, es lo único que cuenta en esta economía de casino que hace tiempo que ha perdido todo contacto con una realidad que, sin embargo, está reclamando con urgencia un poco de atención. Para asegurar esos beneficios y no irritar a los inversores los llamados líderes europeos, los americanos van a lo suyo y hacen bien, de cuando en cuando ponen sobre la mesa cantidades cada vez más absurdas que recuerdan a un viejo programa de humor en la televisión de los años 80 del pasado siglo: ¡700.000 millones! ¡800.000! ¡un billón!, destinadas aparentemente a garantizar el pago de la deuda pública y los beneficios de la banca. Y para asegurar los beneficios de gentes cuyos ingresos anuales equivalen a miles de veces los de un trabajador ordinario imponen a los nacionales de los países con menos capacidad de reacción rebajas salariales, reducción o eliminación de servicios sociales y condiciones laborales cada vez más precarias. Pero lo peor de todo esto es que finalmente no servirá para nada y que la imposibilidad de resolver con más deuda el problema de la deuda y de sostener un crecimiento exponencial con recursos finitos se llevará por delante un modelo absurdo e insostenible y con él a todos nosotros y, espero, también a inversores, especuladores, banqueros y líderes de toda laya.

Los dos titulares corresponden al mismo día.