La presidenta de la Comisión Europea,
Señora Von der Leyen, cree que Europa debe prepararse para la guerra y según El
País, a cuatro columnas en la primera edición del domingo pasado, Europa ya se
está preparando para ese escenario. Como quiera que en Europa ya hay, desde
hace algo más de dos años, una guerra en territorio ucraniano es de suponer que
no se refieren a esa guerra, en su estado actual, sino a una extensión,
una escalada en términos militares, que implique a Europa y a Estados Unidos,
aunque esto último puede depender de quien gane allí las elecciones en
Noviembre.
La guerra para la que debemos prepararnos
es, aparentemente, una guerra contra Rusia o, para no salirnos de lo
políticamente correcto, a favor de Ucrania. Y eso a pesar de los esfuerzos que
los rusos están haciendo para no darse por enterados de que Europa y Estados
Unidos apoyan a Ucrania y a su presidente, con armas, tecnología, logística, dinero
y cualquier cosa menos, hasta ahora, tropas de combate. Como la guerra empezó
con la invasión de Ucrania por Rusia, es fácil concluir que los rusos son los
agresores, los malos, y los ucranianos los agredidos, los buenos, y que Ucrania
representa la causa de la justicia que merece, y de hecho obtiene, el pleno
apoyo de la OTAN y de todos sus miembros. Pero, como suele suceder, las cosas
son siempre más complicadas de lo que parecen.
La guerra empezó en febrero de 2022, cuando
quedó claro que Ucrania entraría en la OTAN, de la mano de Biden y con el apoyo
de Estados Unidos y que occidente consideraba una injerencia inaceptable el
veto de Rusia a esta entrada. La doctrina militar y de seguridad rusas,
influenciadas por su extenso perímetro y su relativamente escasa población y
por las invasiones francesa y alemana del pasado, considera vital la existencia
de estados tapón entre sus fronteras y sus potenciales enemigos. En este
contexto, la entrada de Ucrania en la OTAN, una alianza militar controlada por
Estados Unidos y orientada desde sus orígenes a la contención de Rusia, llevaría
a sus fronteras la infraestructura militar de la alianza, incluyendo sistemas
avanzados de defensa y ataque.
El apoyo a Ucrania y las sanciones
impuestas a Rusia como consecuencia de la invasión, no han dado el resultado
esperado, aunque hayan tenido graves consecuencias tanto para Rusia como para
los países occidentales. La guerra amenaza con cronificarse y es razonable
suponer que el desgaste esté afectando más a los ucranianos, que podrían estar
experimentando dificultades para cubrir sus bajas, que a los rusos, lo que podría
provocar una escalada del conflicto con la intervención de tropas de la OTAN.
Una vez más hay que hacer referencia a la doctrina militar de Rusia que, en
principio y ante el temor a una destrucción mutua asegurada, no contempla el
uso de armas nucleares, salvo en el caso de que la integridad territorial de
Rusia esté amenazada. Y Putin, que no ha conseguido su relativa ‘popularidad’
actual amenazando en vano, ha dado a entender claramente que considerará cualquier
intervención militar de la OTAN como una amenaza a la seguridad de Rusia.
¿Este es el escenario para el que Europa
se está preparando? ¿Una guerra nuclear para defender el derecho de Ucrania a
entrar en la OTAN y el de la OTAN a expandirse hacia el este? ¿Cómo quieren que
nos preparemos para eso? Parece cosa de locos. Pero aún sería posible poner fin
a la guerra sin vencedores ni vencidos, mediante la retirada de Rusia de todos
los territorios ocupados y el compromiso de Ucrania, garantizado por sus
actuales aliados, de mantener una relación estable con Rusia, en cuestiones
energéticas y alimentarias, y de no solicitar la entrada en la OTAN. Ese
acuerdo exigiría concesiones importantes por ambas partes, y un entorno algo
más favorable a soluciones diplomáticas negociadas que el actual. Pero nunca se
sabe.
Enviado a ECA 06032024