Hace tiempo que escribo, de forma ocasional, sobre energía. Una cuestión en la que, en pocos años, los observadores desapasionados y medianamente informados pasamos de una relativa seguridad a una profunda desorientación. Aquella “seguridad” consistía en la, por entonces, aparente inevitabilidad del desastre: un colapso económico y social tras la llegada —que parecía inminente— del pico en la producción mundial de petróleo.
Al abrigo de esa convicción se organizaron congresos —dos de ellos en Barbastro—, se crearon y mantuvieron páginas web de referencia, como The Oil Drum, y se celebraron debates universitarios sobre extracción de petróleo, límites físicos, ecología o economía. Se construyeron gráficos y se elaboraron estudios, algunos muy elaborados y convincentes. Yo mismo escribí artículos que pretendían dejar claro que el crecimiento económico, impulsado por una política monetaria asentada en la expansión del crédito, sólo era posible gracias a un aporte creciente de energía; aporte que, a su vez, sólo un suministro también creciente de petróleo podía garantizar.
Hoy, aquella certeza se ha difuminado. Muchos dirán que, afortunadamente; otros, que en realidad nunca existió más allá de las teorías alarmistas de unos pocos. Lo cierto es que el pico del petróleo convencional, predicho por M. King Hubbert en 1956, se alcanzó efectivamente en Estados Unidos en 1970 y, a escala global, hacia 2008. Sin embargo, el impacto fue amortiguado por varias vías: el desarrollo de fuentes no convencionales como el fracking, la expansión de las energías renovables, mejoras de eficiencia y una reducción del consumo asociada, en parte, a contracciones económicas. En volumen total de “todos los líquidos” —incluyendo no convencionales y biocombustibles— la producción mundial incluso continuó creciendo, aunque con un rendimiento energético decreciente (menor EROEI), lo que implica costes y vulnerabilidades adicionales.
La economía global sigue dependiendo de un crecimiento que hoy resulta problemático, debido a su anclaje en un sistema monetario basado en deuda e interés compuesto. Sin embargo, está perdiendo parte del carácter global que tuvo no hace tanto, en favor de un enfoque más localista y proteccionista. Esto se refleja en políticas industriales estratégicas, en controles de exportación de tecnología crítica y en la configuración de cadenas de suministro “seguras” o friend-shoring.
No hace tanto creíamos, sobre la base de los datos y proyecciones de entonces, enfrentarnos a una catástrofe inminente y de alcance planetario. Incluso pensamos que todos éramos parte del problema y también de la solución. Pero, una vez constatado el aplazamiento del colapso, aquel incipiente orden global ha dado paso a un escenario de bloques autárquicos, más preocupados por la resiliencia —asegurar el suministro propio— que por la eficiencia global. El resultado es un retorno a la competencia, especialmente entre grandes potencias, por unos recursos que siguen siendo finitos: los últimos yacimientos rentables de combustibles fósiles, las cadenas de producción de alta tecnología y, no menos importante, la inteligencia —humana y artificial— necesaria para controlarlos.
Cronología resumida del “pico” y su contexto
Año | Hito | Relevancia |
---|---|---|
1956 | M. King Hubbert publica su modelo de producción de petróleo. | Predice el pico de producción en EE. UU. hacia 1970 y, más adelante, un pico global. |
1970 | Pico del petróleo convencional en EE. UU. | Inicio de dependencia creciente de importaciones y exploración fuera del país. |
1973–1979 | Crisis del petróleo (OPEP, Irán). | Primera señal de vulnerabilidad energética global. |
2005–2008 | Estancamiento y posterior pico del petróleo convencional a escala global. | Coincide con precios récord (Brent >140 $/barril en 2008) y debate sobre “peak oil” en foros académicos y especializados (The Oil Drum). |
2008 | Crisis financiera global. | Contracción económica reduce demanda; precios caen abruptamente. |
2010–2014 | Auge del fracking en EE. UU. | Expansión de producción no convencional; nuevo récord en “todos los líquidos”. |
2014–2016 | Caída de precios del crudo. | Afecta inversión upstream; evidencia la volatilidad del nuevo paradigma. |
2018–2020 | Expansión de renovables y tensiones comerciales EE. UU.–China. | Energía y geopolítica empiezan a entrelazarse de forma visible. |
2022–2024 | Crisis energética en Europa (guerra en Ucrania, cortes de gas ruso). | Retorno de estrategias de seguridad energética nacional y reconfiguración de mercados. |
Continuará.