martes, 14 de abril de 2020

Presentación de AVEX

 Consejera, Rector; amigas y amigos de los medios de comunicación; alumnos y profesores de la UNED.

La UNED está sólidamente implantada en Aragón desde los años ochenta. Contamos con tres centros: Calatayud, con 4.084 alumnos y extensiones en Caspe y Ejea de los Caballeros; Barbastro, con 1.279 alumnos y extensiones en Fraga y Sabiñánigo; y Teruel, con 315 alumnos.
Estos centros realizan una labor esencial de vertebración territorial y, junto con el resto de la UNED, contribuyen también a la cohesión nacional.

Dentro de esta red, el Centro de Barbastro tiene un perfil particular: es uno de los centros denominados tecnológicos. Desde muy temprano —ya desde su creación en 1983— ha participado en numerosos procesos de innovación en nuestra Universidad. Aquí se organizaron las primeras jornadas de informática aplicada a la educación celebradas en España, en 1984, y el primer congreso de telemática, en 1987. Y aquí se desarrollaron, entre otras iniciativas, la primera base de datos de alumnos de la UNED, aplicaciones pioneras de librería, biblioteca y gestión académica, la primera aplicación de matrícula, la primera de gestión presupuestaria y la valija virtual que coordina los exámenes presenciales simultáneos en todos los centros.

Todo esto se ha construido dentro de un modelo semipresencial en el que, durante muchos años, la parte presencial tuvo un peso determinante. Ese equilibrio empezó a cambiar con la generalización de Internet y herramientas como el correo electrónico o la transmisión asíncrona de vídeo y audio, especialmente a partir de la primera década de este siglo.

Ese proceso podía haber continuado de forma gradual. Sin embargo, la COVID-19 lo aceleró de manera drástica y nos situó en un escenario en el que lo digital —el teletrabajo, las clases y tutorías en línea y, por supuesto, la evaluación— va a ocupar un lugar cada vez más importante en la vida económica y social, y también en la actividad docente.

Y, precisamente, de eso venimos a hablar hoy: de los exámenes en línea.

Las consecuencias de la pandemia han dificultado, en muchos momentos, la concentración de estudiantes en espacios cerrados para realizar exámenes presenciales. La alternativa evidente es habilitar la evaluación a través de Internet, y hacerlo además con una premisa clara: que el alumno pueda examinarse desde su casa, sin instalaciones previas complejas y con una configuración mínima.

Puede parecer sencillo, pero no lo es. Y menos en una universidad como la UNED, con más de 150.000 estudiantes, que deben ser evaluados en plazos muy ajustados y bajo principios que son irrenunciables: privacidad, accesibilidad, igualdad de oportunidades, seguridad, concurrencia, usabilidad y adaptación a distintos dispositivos, entre otros.

Lograr un sistema que cumpla estos requisitos en un tiempo tan breve no es una tarea fácil. No todo se ha conseguido al nivel deseable; sería poco serio afirmarlo. Pero sí podemos decir que el resultado de este trabajo intensivo es alentador, y que cuenta con el apoyo de una parte importante del profesorado, aunque —como es natural en un cambio de esta magnitud— no del cien por cien.

En cuanto a la capacidad y la concurrencia, la UNED necesita asegurar que miles de alumnos puedan acceder de forma simultánea. Eso se ha abordado mediante un proceso de escalado de servidores.
Respecto a la accesibilidad, el sistema ha seguido las directrices de UNIDIS, el departamento de la Universidad que trabaja con una casuística muy amplia de limitaciones funcionales y sensoriales, y que —conforme a la ley— deben ser atendidas en todos los niveles.

Quiero detenerme en el punto más sensible: la seguridad, que es, con diferencia, el elemento más cuestionado.

Es legítimo preguntar: si el alumno se examina en su casa, ¿se facilitan conductas fraudulentas, como la suplantación, el uso de materiales no autorizados o incluso exámenes en grupo mediante redes?
La tecnología disponible permite ciertas técnicas de supervisión, pero muchas de ellas resultan a la vez ineficientes y muy invasivas. Por eso la Universidad ha optado por un enfoque de intervención mínima en el entorno del estudiante, combinado con tres líneas de trabajo:

  1. Apelar al compromiso ético del alumnado, que forma parte esencial de una comunidad universitaria.

  2. Diseñar pruebas más competenciales, que reduzcan el valor del mero “copiado” y se acerquen a un modelo de examen “de biblioteca”: preguntas que exigen comprender, relacionar y argumentar.

  3. Establecer procedimientos claros ante incidencias: que haya trazabilidad técnica suficiente, pero siempre dentro de límites proporcionados y respetuosos con la privacidad.

Y, en paralelo, también es importante no olvidar la igualdad real. Cuando hablamos de exámenes en casa, existen diferencias en conectividad, dispositivos y condiciones del entorno. Por eso el diseño debe minimizar barreras, y la institución debe contemplar medidas de apoyo y adaptaciones cuando sea necesario, como ya hacemos en otras áreas.

Esta es, en esencia, la aplicación AVEX. Ha sido desarrollada por técnicos del Centro de Barbastro trabajando desde casa, a veces con medios precarios, pero con la colaboración del resto de los centros tecnológicos —Tudela y Ponferrada—, del Instituto Universitario de Educación a Distancia y de otros departamentos de la Universidad.

Y todo ello bajo la dirección del equipo del Rector, Ricardo Mairal, que seguramente podrá profundizar mejor que yo en la visión de conjunto y en el alcance institucional del proyecto.

Muchas gracias.