El 7 de noviembre de 2010 un grupo relativamente numeroso de nostálgicos del PCUS estaban congregados en la Plaza de la Independencia de Kiev, bajo un mar de banderas rojas en una espléndida mañana de domingo. De los discursos sólo entendí las palabras Tovarichi –camaradas- que era con mucho la que más se repetía y Pravda -verdad-, pero el tono y el ambiente: viejos camaradas y viejos oradores ondeando viejas banderas y coreando viejas consignas, eran de lo más kitsch. Hace unos años, el 7 de noviembre en la Unión Soviética era como el 18 de julio en España en tiempos de SE. Ahora los paseantes, yo entre ellos, se entretenían sacando fotos de los congregados y luego iban a lo suyo. La mayoría, por cierto, pareció tener la misma idea que nosotros que, a requerimiento insistente de N. habíamos pensado ir a comer al McDonalds que hay en esa misma plaza. Cuando llegamos, naturalmente, estaba lleno y una Dievushka le dio un globito ‘happy meal’ a N. por ser la más pequeña y a mí seguramente por la mala cara que ponía. El caso es que, ya con el globo en la mano, convencimos a N, E ya lo estaba, de que sería mejor ir a comer a un sitio más despejado y de que con el globito ya tenía suficiente para convencer a sus amigas, cuestión que le parecía muy importante, de que había estado en el McD.
Por la tarde tuvimos que dejar a E en el hospital y a N en el Orfanato. Ya habíamos estado en ambos sitios el jueves, pero N. insistió en enseñarnos su habitación y presentarnos a sus amigas y fuimos hasta la residencia de niñas. Desde luego lo que aquí no falta es espacio. El orfanato está en una zona muy arbolada y consta de edificios dispersos aquí y allá. En uno comen, en otro estudian, en otro están los niños y en el que fuimos las niñas. La verdad es que no nos causó buena impresión. Ya empezaba a anochecer y el sitio era bastante triste. Muebles en no muy buen estado, unos pocos videos, menos libros o cuentos y unas cuantas niñas retozando por viejos sofás con un aire bastante más apagado de lo que cabría esperar en una residencia infantil. N volvió a preguntar que por qué no nos íbamos ya juntos a casa y nosotros nos fuimos de allí algo deprimidos. A la salida vimos unos columpios y toboganes nuevos. E. nos dijo que los habían puesto los americanos.