En fin, esperaremos a mañana. Entre tanto he aquí un texto de S.
La mañana es preciosa, un sol extraño en esta época del año aquí y un cielo limpio y azul. Mila no llama. La llamo yo y me dice que, de momento, no le hago falta para nada. Decidimos salir, aquí en el apartamento aumenta la sensación de inutilidad. Vamos hasta la plaza de las iglesias, N no sabe cómo se llama ésta preciosa de torres doradas y pintada de azul intenso: se educó, me dice, en la " religión" del ateísmo y no sabe una palabra de todo esto. Cuando entramos hay un cura de espalda, delante de un atril en el centro del tempo cantando aleluyas, es lo único que entiendo. N tampoco me sabe explicar el rito por lo del ateísmo. Hay varias chicas jóvenes con la cabeza algo agachada siguiendo el rezo, llevan pañuelo atado a la cabeza. Cogemos unas velitas para poner en las palmatorias doradas, mi amiga empieza a explicarme el significado porque si se colocan a la izquierda son para rezar a los parientes difuntos para que nos ayuden y si es a la derecha se reza para pedir por los vivos a Dios, pero por su problema de educación no está segura y no quiere equivocarse con la derecha y la izquierda así que quiere preguntarle al monje que vende las velas, pero le da algo de apuro no saber eso y se lo pregunta a la limpiadora que está sacando brillo al suelo con un trapo enorme que mueve con un palo. La limpiadora le dice que da igual un lugar que otro. Se quedan ahí nuestras velitas cerca del centro donde el cura sigue cantando con una voz muy agradable.Cuando salimos veo a Mila a lo lejos y la llamo a gritos, algo que no es corriente aquí, la gente habla suave y más cerca de estos lugares. N dice que esto es una buena señal, o lo digo yo, qué más da. Va a hacer fotocopias de algo que ha tenido que modificar. Vamos con ella porque además necesita que le firme algo. El lugar de la fotocopiadora es extraño: parece una oficina de banco de las de hace veinte años de España: hay ventanillas y por una de ellas pide las fotocopias, se las hacen con mucha ceremonia y lentitud. Salimos para ir al Departamento de adopción. Mila pasa por delante de la escultura que hay enfrente en la que un joven, rodilla en tierra, pide matrimonio a una dama y me explica que hay que tocar un escarabajo que hay en la espalda del joven porque trae suerte. Ella ya lo había tocado antes, pero me lo enseña y repite y yo también, claro. N va detrás subida a sus tacones de vértigo y no se ha enterado, pero frota también el escarabajo. Luego me dice por detrás y bajito ¿por qué esto? con una voz extrañada que significa, más o menos, estáis taradas, yo se lo explico y me dice "claro, claro muy bien". Entramos al departamento, cutre y desangelado. Se entra por una puerta trasera estrecha. Hoy vamos a la planta baja. Hay que esperar en la escalera o en un sillón situado delante de unos servicios. En el techo hay dos plafones uno roto y sin luz y el otro roto también y con una sola bombilla. El techo es bajo, el pasillo estrecho. Es un sitio lúgubre. Sale la encargada, una mujer enorme y ancha que tiene que inclinarse para pasar por la puerta y hay que esperar. Hay cuatro o cinco facilitadoras más, todas con una carterita parecida, como de seguidores de Jehová, casi todas se llaman Natasha, otra señal. Estaba esperando el marido de Mila, que se llama Nicolay, como mi tío, hay tantas señales...Nicolay es un hombre de rostro apacible, muy cariñoso, que me pregunta por ojo de mi marido y me da ánimos. Mientras esperamos, del servicio de enfrente sale un señor con una especie de estructura de hierro al hombro, larguísima que no acaba nunca, me quedo atónita y recuerdo el camarote de los hermanos Marx, en el que cabía de todo. Parece, aclara Mila, que además del servicio, hay allí otro pasillo que comunica con alguna otra dependencia. Menos mal. Ya he dicho que hoy estaba optimista. Después de un rato de espera, la mujer enorme vuelve y al final quedan presentados los papeles y salimos de allí justo a la hora que cerrar.
Comemos en el restaurante de debajo del apartamento las tres. Es un sitio agradable. Ya me conocen. Comemos rápido porque Mila tiene que ir al Juzgado. Me está gustando la comida ucraniana. Lo pruebo todo, mejor y más variada de lo que pensaba, otro día comento algún plato. Nos vamos a casa. Por la tarde hemos ido hasta la plaza de la Independencia a ver a una amiga de N. Esperando allí, me llama Mila y me cuenta algo que me pone a cien. Tengo que contenerme porque este no es mi país y aquí todo va a otro ritmo. Ha habido un problema tonto, le piden más fotocopias de las que ha llevado y no tiene copia de todo el expediente para reponer lo que sea. No lo entiendo, pero ella no entiende por qué no lo entiendo, un diálogo de besugos, claro. Al final parece que lo va a solucionar, o no, nunca se sabe. Yo me ofrezco para hacer todo lo que sea, ya estaría hecho si pudiera hacerlo yo, pero hay que seguir el cauce establecido. Por ejemplo, había que pagar algo, parece que una tasa, en el Juzgado, pero la funcionaria no sabía cuánto y ha mandado a Mila al banco para que preguntara cuánto pagaban en casos como éste y que pagara eso: ¡toma sistema!. He dicho que estoy optimista y se me pasa pronto el cabreo, sobre todo cuando me explica que mañana irá la inspectora al Juzgado a terminar todo. La conocimos el viernes, se parece muchísimo a Sofía Loren en sus mejores años y parecía decidida y eficaz. Nos hemos ido a casa y mañana será otro día. Esto fue el día 10
Comemos en el restaurante de debajo del apartamento las tres. Es un sitio agradable. Ya me conocen. Comemos rápido porque Mila tiene que ir al Juzgado. Me está gustando la comida ucraniana. Lo pruebo todo, mejor y más variada de lo que pensaba, otro día comento algún plato. Nos vamos a casa. Por la tarde hemos ido hasta la plaza de la Independencia a ver a una amiga de N. Esperando allí, me llama Mila y me cuenta algo que me pone a cien. Tengo que contenerme porque este no es mi país y aquí todo va a otro ritmo. Ha habido un problema tonto, le piden más fotocopias de las que ha llevado y no tiene copia de todo el expediente para reponer lo que sea. No lo entiendo, pero ella no entiende por qué no lo entiendo, un diálogo de besugos, claro. Al final parece que lo va a solucionar, o no, nunca se sabe. Yo me ofrezco para hacer todo lo que sea, ya estaría hecho si pudiera hacerlo yo, pero hay que seguir el cauce establecido. Por ejemplo, había que pagar algo, parece que una tasa, en el Juzgado, pero la funcionaria no sabía cuánto y ha mandado a Mila al banco para que preguntara cuánto pagaban en casos como éste y que pagara eso: ¡toma sistema!. He dicho que estoy optimista y se me pasa pronto el cabreo, sobre todo cuando me explica que mañana irá la inspectora al Juzgado a terminar todo. La conocimos el viernes, se parece muchísimo a Sofía Loren en sus mejores años y parecía decidida y eficaz. Nos hemos ido a casa y mañana será otro día. Esto fue el día 10
Nota: La estatua que se menciona en este texto es la del post anterior.