lunes, 1 de febrero de 2010

Victory Gardens

Durante las dos grandes guerras mundiales se hicieron muy populares los llamados Jardines de la Victoria que no eran sino huertos, plantados con más o menos gracia donde antes había flores y otras plantas ornamentales, con los que la gente corriente contribuía, a su manera, al esfuerzo de guerra de sus respectivos países, reduciendo la presión sobre el suministro de alimentos. Esta idea es la que está detrás de las llamadas Transition Towns o ciudades de transición, que están empezando a extenderse, sobre todo por los países anglosajones y que muchos de los peakistas, yo mismo hasta no hace mucho, toman como modelo de lo que debería hacerse para prevenir, o mitigar, las consecuencias del inevitable colapso en el suministro de combustibles líquidos. Y digo que hasta no hace mucho porque la verdad es que los números no salen. La agricultura extensiva, altamente mecanizada y dependiente de una aportación importante de fertilizantes permite mantener una población, casi siete mil millones de habitantes en estos momentos, que, de ninguna manera, podría hacerse depender de los jardines de la Victoria o de una agricultura artesanal, sin maquinaria ni abonos estrechamente ligados a la disponibilidad de petróleo barato. No está nada claro que, en un entorno de disponibilidad de energía limitada o muy limitada, uno pueda organizarse la vida y sobrevivir a cuenta de su huerto en el jardín trasero. No, a no ser que disponga también de un AK47 y sepa como utilizarlo.

viernes, 29 de enero de 2010

Jubilación y pensiones

Los intereses a corto plazo de empresas y políticos suelen prevalecer sobre los generales, y eso de forma tan habitual que ya lo consideramos completamente natural. Por eso resulta curioso que el gobierno salga, ahora, con que el sistema de pensiones, en el corazón del estado de bienestar, corre serio peligro, después de haber negado la mayor, la existencia del más mínimo problema en las cuentas de la seguridad social, durante mucho tiempo. Hace tiempo que está claro, para cualquiera con un mínimo de sentido común, que no es posible sostener, indefinidamente, ningún sistema lineal en un entorno finito y las pensiones, claro, no son ninguna excepción. Desde hace más de cien años, una vez más gracias al petróleo, nos distinguimos del resto de los animales, entre otras, pocas, cosas, por vivir mucho más allá de la edad fértil, es decir, por seguir vivos cuando ya no somos útiles, desde el punto de vista de la naturaleza, para nada. Por cuanto tiempo se podía mantener este derroche de recursos, no ha estado nunca claro, pero, parece, que algunas señales de alarma se están encendiendo en los despachos ministeriales y con la suficiente intensidad y alboroto como para que, hasta nuestro gobierno, bendito sea su optimismo, reconozca que algo puede llegar a ir mal, o no tan bien, en esta maravilla de país que nos ha tocado vivir. Agárrense, que vienen curvas.

martes, 26 de enero de 2010

Gestión de riesgos (o algo parecido)

El ejército de los Estados Unidos considera la eventualidad de un Peak Oil y en general, la cuestión energética, como una amenaza potencial para la seguridad de su país. El gobierno chino, incapaz de plantearse otra cosa que el crecimiento compulsivo, lleva tiempo desarrollando una política extraordinariamente agresiva destinada a incrementar sus reservas de petróleo crudo almacenado y a asegurarse, de momento mediante acuerdos y tratados, el suministro procedente de países como Irak y Venezuela, al mismo tiempo que invierte miles de millones en la construcción de un oleoducto, entre el extremo oriente de Rusia y el Noreste de China, capaz de transportar 15 millones de toneladas de petróleo crudo cada año. Algunas ciudades, en Estados Unidos, Inglaterra o Australia han elaborado planes de contingencia destinados a minimizar los efectos de una crisis de suministro. Por aquí, de momento, poca gente ha oído o está interesada en oír hablar de estos asuntos. Se habla, eso sí, de retomar cuanto antes la dichosa senda del crecimiento, pero la energía necesaria para ello se da por descontada sine die.

martes, 19 de enero de 2010

Gobierno: innecesario pero inevitable.

Glosa, e interpretación libre, del texto de Randall G. Holcombe, “Government: Unnecessary but Inevitable” 


La mayor parte de la gente corriente tendría dificultades para contestar si se le preguntara para qué sirve el gobierno. Tampoco tendríamos una respuesta inmediata si la pregunta se la hiciéramos a un ministro, consejero, conceller, diputado o concejal de cualquier administración. No porque no tuviesen una respuesta sino por la incorrección política de verbalizar la evidencia. Y lo que es evidente es que el gobierno sirve ante todo a los intereses de los que están en el gobierno y sólo coyunturalmente y por necesidades electorales, a los intereses generales que, por otra parte, y como bien sabe el gobierno son muy difíciles de establecer. El gobierno puede pretender y de hecho pretende que gracias al gobierno se construyen carreteras y  hospitales y se mantiene, en condiciones favorables, una apariencia de orden, pero ese no es, ni ha sido nunca, el objetivo ni la razón de ser del gobierno, de ningún gobierno, sino la transferencia de recursos desde los que no hacia los que sí están en el gobierno. La diferencia más importante entre un gobierno y una cuadrilla de bandidos, su precedente más notable, es que el gobierno considera que conviene a sus intereses permitir que los que no están en el gobierno guarden, para sí, una parte de lo que producen mientras que los bandidos, propiamente dichos, se quedan con todo, desincentivando así la creación de riqueza y perjudicando también y a medio plazo, sus propios intereses. Otra diferencia es que el gobierno se organiza de tal manera que los que no están en el gobierno le entregan, no voluntariamente pero, en general, sin necesidad de recurrir a la fuerza, parte de la riqueza que producen en lugares designados por el gobierno y que reciben el nombre de oficinas de recaudación o de hacienda, mientras que los bandidos se ven obligados a ir, casa por casa, a buscar esa riqueza y tienen que recurrir a la fuerza para obtenerla. Pero el gobierno es inevitable, ya que cualquier colectivo al que se encomendara el mantenimiento del orden, necesario para el desarrollo de cualquier sistema económico por elemental que sea, tendería a convertirse en gobierno para, así, maximizar su beneficio.

En los sistemas democráticos actuales, en los que se considera necesaria una especie de legitimación periódica, consistente en el apoyo, más o menos, explícito, de una mayoría de los gobernados, el gobierno es particularmente innecesario, aunque siga siendo inevitable, ya que su acción de gobierno se limita a intentar mantenerse en las encuestas por encima de sus competidores, dejando de lado cualquier iniciativa mínimamente problemática, por más beneficiosa que pudiera resultar a medio y largo plazo. El horizonte del gobierno, democrático, son las próximas elecciones, ya que en ellas existe el riesgo, controlado, de que se vea obligado a dejar de ser gobierno y ceder temporalmente el poder y con él la parte más importante de los ingresos que proporciona. No obstante y para evitar problemas, una democracia consolidada mantiene a los que han sido gobierno y pueden volver a serlo en una especie de limbo, en el que siguen percibiendo parte de las rentas de los gobernados, sin más obligación que la de hacer notar, de cuando en cuando, lo mucho mejor, para ellos, que irían las cosas si ellos estuvieran en el gobierno en lugar de los que están. Más allá de ese horizonte electoral no hay sino el vacío. Todo se supedita a ese inevitable trámite en el que, en realidad, se deciden muchas menos cosas de las que la gente cree,  pero mucho más importantes,  para el gobierno, claro.

El texto de Holcombe,  al que ya me he referido en alguna otra ocasión,  me ha venido a la cabeza mientras leía la reflexión de José Luis Trasobares  a propósito de la última y no por eso menos memorable, ocurrencia de nuestras autoridades que van a embarcarse, de nuevo, en la siempre rentable, desde el punto de vista del gobierno, aventura olímpica. A nadie, que no esté en el gobierno y tenga en buen uso la mayor parte de sus facultades mentales, se le puede ocurrir comprometer su hacienda y su buen nombre en operaciones como la Expo, la otra expo de 2014, que en ambientes populares se conoce como expo nabo,  o, ahora y por enésima vez, los juegos olímpicos de invierno de no sé qué año y eso por no hablar de los casinos a gran escala, pero para el gobierno este tipo de actividades, además de rentables por razones que tienen que ver, ¡cómo no!, con el urbanismo y la especulación, son algo fundamental. Es la versión actualizada del circo de los gobiernos romanos,  que solían acompañar de pan (pan y circo, ya saben) para evitar que se soliviantara el personal y pusiera pegas a la, normalmente discreta, actividad depredadora gubernamental.  El pan y el circo van indisolublemente unidos. La gente se sosiega bastante con el circo, pero sólo mientras el pan se dé por descontado.

jueves, 14 de enero de 2010

Reflexiones, desordenadas, sobre el ¿final? de la crisis

La crisis del 2008/2009 parece haberse difuminado en el tiempo. Los que pronosticaban el apocalipsis parecen un tanto desorientados y los que confiaban en que la crisis iba a forzar un cambio en el modelo económico y a dar lugar a una nueva sociedad, están empezando a desesperar. El apocalipsis no parece estar en el horizonte inmediato y el cambio en el modelo económico es algo completamente ajeno a los intereses y afanes de los responsables políticos actuales, pero, aunque es verdad que el consumo de petróleo está bajando en los países occidentales, es difícil aumentarlo cuando hay prácticamente un coche por habitante, ni las carreteras ni las ciudades soportan ya más tráfico rodado y el consumo industrial ha disminuido o se ha estancado como consecuencia de la crisis, también lo es que está aumentando y muy deprisa en China y la India y su potencial de crecimiento compensará, con creces, cualquier disminución, tolerable, del consumo en los países de la OCDE.

Por otra parte los brotes verdes no son tantos ni tan verdes. La venta de automóviles en los Estados Unidos y el índice de paro no son tan alentadores como se nos ha venido contando, en realidad, nada es como se nos ha venido contando y la escalada de la bolsa tiene, como de costumbre, más que ver con la especulación y con los planes de rescate de entidades financieras y empresas en crisis, miles de millones de dinero público, que con ninguna otra cosa. Planes de rescate que han dejado claro que, si las crisis fueran sólo lo que esta parecía en un principio, no habría ningún problema. El dinero ahora no cuesta ni el precio del papel donde está impreso. De hecho, ni siquiera se imprime, basta con anotar la cantidad que se quiera en la pantalla de un terminal, de algunos terminales, claro, el suyo no sirve, para tener a mano todo el dinero necesario para solucionar cualquier problema, excepto el de la deuda y de este último, que es muy grave, no hay que preocuparse: Las deudas que no se puedan pagar, no se pagarán y ya veremos con qué consecuencias. Islandia podría sentar un interesante precedente.

En cuanto a la otra crisis, la real, la que se presenta como consecuencia de la imposibilidad de sostener un crecimiento exponencial de la explotación de los recursos naturales, la cuestión está sólo en establecer la velocidad con que va a manifestarse y, como ya he dicho en otras ocasiones, en si nos va a golpear a nosotros o a nuestros descendientes y en este último caso ya se preocuparán ellos. En torno a cuestiones tan vitales como las reservas de petróleo, las tasas de retorno, el estado de la red eléctrica o el costo real de las energías renovables nos movemos en el terreno de la especulación y la fantasía, atentos sólo a los beneficios inmediatos y a mantener la ilusión de que este estado de cosas se puede mantener indefinidamente. Los mismos medios de comunicación y los mismos gobiernos que han propiciado, por segunda vez, una extravagante situación de alarma a cuenta de una supuesta mutación del virus de la gripe, ignoran deliberadamente todas las alarmas que se van encendiendo en relación con nuestra dependencia del petróleo y otras cuestiones energéticas y medioambientales. La razón es cada vez más evidente. En el primer caso, la alarma ha servido para incrementar los beneficios de las grandes empresas farmacéuticas y en el segundo, cualquier crisis de confianza podría afectar negativamente las expectativas de un crecimiento cuya continuidad es básica para sostener todo el tinglado.

Y en cuanto a la crisis y su aparente pérdida de virulencia en estos últimos meses, los indicios de que puede no ser cierto que haya pasado lo peor no son, en absoluto, despreciables y la frivolidad con la que nuestros políticos se refieren a la inminencia de la recuperación, inspira cada vez menos confianza y el hecho de que los causantes directos de la crisis financiera, la de mentira pero con consecuencias reales para un montón de gente, hayan salido de rositas tampoco ayuda a confiar en el futuro.

martes, 12 de enero de 2010

La función exponencial

La falta de comprensión del funcionamiento de la función exponencial es uno de los más graves problemas con los que se enfrenta la humanidad en esta última etapa de la era de la abundancia. Decir que una determinada magnitud está creciendo un 4 o un 5% anual es, exactamente, lo mismo que decir que esa magnitud está creciendo exponencialmente. Y el problema con un crecimiento exponencial es que cuando empieza a ser problemático es ya demasiado tarde para tomar ninguna medida correctora. He aquí un ejemplo (tomado del vídeo del profesor Albert Bartlett,  Arithmetic, population and energy)

Si una magnitud determinada crece a una tasa del x% anual, esa magnitud se duplica cada 70/x años. Imaginemos ahora, una botella en la que introducimos una bacteria o cualquier tipo de bicho que se reproduzca por algún procedimiento similar a la división celular y supongamos, en consecuencia, que el número de bacterias se duplica cada minuto y que al cabo de una hora la botella está llena. Si el proceso empieza a las 11:00 ¿En qué momento las bacterias se darán cuenta de que se les acaba el espacio?. A las 11:55 más del 96% de la botella estará vacía. A las 11:59 todavía dispondrán de la mitad de la botella, pero un minuto después, a las doce en punto,  ocuparán todo el espacio disponible. Si intentamos solucionar el problema proporcionándoles otra botella ¿cuánto tiempo tardarán en llenarla también? A las 12:01 la segunda botella estará llena y a las 12:02 habrían llenado, si las tuvieran, otras dos botellas.

Esto puede dar una idea de lo que supone, en un entorno finito, impulsar el crecimiento, en cualquier tasa y de la imposibilidad real de sostener ese crecimiento más allá de unas pocas docenas de duplicaciones. Ahora un caso real, el crecimiento de la propiedad de vehículos de motor en manos de los chinos:


¿Por cuánto tiempo podremos sostener esta tasa de crecimiento antes de que el petróleo, o los materiales necesarios para construir automóviles, o el espacio necesario para que circulen se agote? ¿Por cuánto tiempo podrá sostenerse esa tasa, o cualquier otra, de crecimiento?. El problema,  de los que planifican el crecimiento,sobre todo,  es que confunden la posibilidad, real,  de hacer crecer exponencialmente la masa monetaria, lo que no tiene ningún problema ya que el dinero nos lo inventamos, con la posibilidad, ilusoria, de hacer lo mismo con los recursos naturales.

Los datos son de la Oficina Nacional de Estadísticas de la República Popular China y el gráfico de  Stuart Staniford

domingo, 10 de enero de 2010

Más sobre la pandemia que nunca existió

La Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, a propuesta del Dr. Wolfang Wodarg, ha admitido a trámite una proposición para investigar y debatir el papel de la OMS y de la industria farmacéutica en el asunto de la falsa pandemia, conocida como gripe A o gripe porcina. A buenas horas. La verdad es que después de lo de la gripe aviar, sobre lo que ya escribí esto en su momento, resulta un auténtico escándalo que, apenas tres años después, hayamos vuelto a las andadas. Los gobiernos y los medios de comunicación, El País, por ejemplo, se han cubierto de gloria una vez más y aquí, como de costumbre, no pasa nada. Salvo que hemos gastado miles de millones en vacunas que no se han utilizado, en el mejor de los casos, o que se han utilizado para nada, arriesgando la salud de miles de personas.

sábado, 9 de enero de 2010

Sorry, I'm a doomer.

Peakistas, doomers, cornucopianos, indiferentes, ignorantes... de todo hay en el debate sobre el Peak Oil. Personalmente y aunque quizá fuera preferible el estatus de simple observador, no tengo ningún inconveniente en aceptar, con pocos matices, el de doomer que, según la Wikipedia (no sé que haríamos sin ella) es una persona preocupada por la eventualidad de que una escasez de petróleo pueda llevar a una recesión económica severa o a otra Gran Depresión a la que seguirá inevitablemete una Catástrofe Maltusiana, atribuible a la sobredependencia del petróleo tanto para el transporte como para la producción agrícola e industrial. La teoría del Peak Oil, enunciada por Marion K. Hubbert en los años 50, es perfectamente consistente con los hechos observados desde entonces y más concretamente con el pico de petróleo en los Estados Unidos a principios de los 70. Además, hay algunos hechos que el más conspicuo de los cornucopianos tendría problemas para rebatir: 1. El planeta es finito y cualquier recurso que contenga es, por tanto, limitado. 2. No hay, hoy por hoy, alternativas válidas al petróleo. Ninguna otra fuente de energía, si se exceptúa la nuclear, se presenta con niveles de concentración parecidos y la nuclear es utilizable, de momento y con algunas objeciones, para producir electricidad pero no combustibles líquidos. 3. El sistema monetario, basado en la deuda, no permite plantearse la posibilidad de un estado estacionario y hace imperativo el mantenimiento del crecimiento. 4. El incremento de población directamente atribuible al petróleo, que ha permitido la agricultura intensiva, con fertilizantes obtenidos del petróleo y extensiva, con la utilización masiva de maquinaria agrícola y la globalización de la producción, es de más de 4000 millones. 5. El petróleo era la principal fuente de energía en 1900 y sigue siéndolo en 2010. No ha habido ningún progreso real en ese campo. 6. El hidrógeno, en el que parecen depositadas ciertas esperanzas en el campo del transporte, no se encuentra libre en la naturaleza. Hay que producirlo ateniéndose, desde luego, a las leyes de la termodinámica y hoy por hoy, la principal fuente de energía para producirlo es, también, el petróleo. 7. El petróleo fácil ya ha sido extraído. Los nuevos yacimientos tienen una tasa de retorno, energía obtenida por energía invertida, muy baja. Yo no soy, en todo caso, un doomer nihilista. No creo que haya que hacer nada, ni que no haya nada que hacer,  para sostener la globalización y el crecimiento compulsivo, pero creo que hay esperanzas de supervivencia para pequeñas comunidades que se planteen un modo de vida radicalmente distinto.

If you cannot bring good news, then don’t bring any!
The Peak Oil Crisis: 2010 An annus horribilis

El entorno de la Catedral de Barbastro, con la torre, antiguo alminar de la mezquita árabe, exenta,  los contrafuertes exteriores visibles y todo el perímetro, excepto la fachada sur que da a la parte de atrás del Coso, despejado. Las escaleras de acceso, por la entrada Oeste, quizá estarían mejor con una barandilla o algún otro elemento de protección en el lateral que ahora carece de él, pero, por lo demás, la mejora del conjunto es notable.

miércoles, 6 de enero de 2010

El ocio, de los otros, como recurso


Algunos de los que ahora gobiernan Aragón dicen creer, lo que crean realmente es otra cuestión,  que vamos hacia un modelo de sociedad, que ellos llaman del ocio, en la que lo importante será el diseño y la explotación de actividades para rellenar el mucho tiempo que ya no tendremos que dedicar al trabajo:  estaciones de esquí, parques temáticos, casinos, circuitos de competición, turismo de montaña, rural o urbano, festivales, fiestas patronales, becerradas y cosas por el estilo, además de carreteras, para ir de una juerga a otra y unas pocas industrias, de montaje de automóviles, por ejemplo, lo más aparatosas y menos necesitadas de ingenio que sea posible.  En España, además, una perspectiva de este tipo tiene todo el predicamento social que sea necesario. Aquí nada importa tanto como encontrar alguna ocupación distinta de trabajar, lo que la gente llama divertirse,  y eso, en un país de nuevos ricos, que se creen con derecho a tenerlo todo y a tenerlo ya, es, cuando menos, curioso porque  la energía, necesaria para tenerlo todo, si es que está disponible, habrá que pagarla, trabajando y si no,  tendremos que aportarla nosotros mismos y a eso, a aportar la energía necesaria para mantener la entropía local dentro de unos límites que la hagan compatible con la vida -más bien con la gran vida-, también se le llama trabajar.  Aunque puede que la idea no sea  exactamente que nosotros no hagamos nada, sino destacar el hecho de que los aragoneses tenemos un territorio especialmente bien dotado para que el resto del mundo, los 25 millones que van a acudir, cada año, a los casinos de Ontiñena, por ejemplo, venga a pasar aquí sus momentos de ocio. Como nosotros tendremos que hacer de camareros, macarras, putas, traficantes, limpiadoras, croupiers, guias de montaña, monitores de esquí y lo que salga, en realidad el ocio será para los otros, que irán cayendo más y más en el vicio y la molicie mientras nosotros, como laboriosas hormiguitas, iremos amontonando trigo en nuestro hormiguero y podremos así contribuir a la felicidad, y de paso al ocio, de tanto político y tanto listo a cuyos desvelos e ingenio tanto deberemos. Lástima que tan brillante idea no se nos haya ocurrido sólo a nosotros.

Año Nuevo ¿Vida nueva?


El precio del petróleo, en estos primeros días del año 2010, ha rebasado de nuevo los 80$/b y de nuevo es complicado decidir si eso es bueno o es malo. Hay quién lo considera un síntoma de recuperación económica o la única forma de incentivar la exploración y mejorar la explotación de los yacimientos actuales y quién lo considera un obstáculo para la, según ellos, imprescindible vuelta al crecimiento. Esta es, definitivamente, una sociedad muy compleja y por tanto sometida a múltiples tensiones y dependiente de innumerables factores pero hay uno que es incuestionable: no estamos dispuestos a renunciar, ni a considerar la posibilidad de renunciar, a nuestra forma de vida actual, a conducir por dónde y cuándo nos dé la gana, a la calefacción, a la segunda residencia, a las vacaciones en la playa, cuanto más exótica mejor y en definitiva a todo aquello gracias a lo cual hemos olvidado siglos de miseria y humillación, a pesar de que no están tan lejos ni en el tiempo ni en el espacio. Pero los años de abundancia terminaron hacia 1976, al menos para las sociedades occidentales más avanzadas, aunque aquí en España hayamos disfrutado de una prórroga, por la única razón de que para nosotros la prosperidad empezó mucho más tarde y se haya construido una industria imaginaria, la del dinero virtual, la deuda y la especulación, que permite sostener la ficción de que nada va a cambiar, durante algún tiempo. Probablemente ya no mucho más. Esta ilusión está basada en una confianza irracional en el mercado y en las posibilidades actuales y supuestas de la tecnología, y en la contumacia en ignorar las leyes de la termodinámica y la finitud del planeta y de sus recursos. Hay quién está convencido, o finge estarlo, de que basta con aplicar las leyes del mercado y subir el precio para que se produzca más petróleo y también hay algunos que creen que el hueco que deje el petróleo, cuando lo deje y si es que lo deja, será llenado con facilidad por lo que llaman energías renovables, básicamente la electricidad producida por el viento, el sol o el agua, pero nada de esto es cierto. Hasta Bush Jr. sabía que el petróleo es un recurso imprescindible y que asegurar los yacimientos, estuvieran donde estuvieran, era una cuestión vital y por eso, lo de las armas de destrucción masiva no se lo creía ni Aznar, invadió Irak, que tiene en su subsuelo las terceras reservas mundiales de petróleo y no, por ejemplo, Corea del Norte, que tenía armas y además había amenazado reiteradamente con utilizarlas, pero no tiene una gota de petróleo. Y las energías renovables, además de depender y mucho del petróleo, no producen combustibles líquidos y su densidad energética es muy inferior a la de los combustibles fósiles y por tanto inadecuada para la mayoría de las aplicaciones de éstos, aplicaciones de las que depende, totalmente, la globalización y el crecimiento. Y volviendo al principio, el petróleo puede estar a 80$ por razones que tengan que ver con el suministro, con la caída de inventarios por el invierno, con la especulación, con el eterno conflicto fronterizo entre Irán o Irak o con lo que sea. De la misma forma que los árabes, en su suelo están los mayores yacimientos conocidos, pueden estar, o no, mintiendo sobre sus reservas y sobre su capacidad de incrementar la producción, ahora dicen que no producen más porque no quieren, pero nada de eso cambia el hecho, incuestionable, de que, en algún momento, tendremos que plantearnos otra forma de vida. Y no será tan divertida como ésta.

viernes, 1 de enero de 2010

ZP presidente, de turno, de la Unión Europea.


Esta entradilla de El País digital de hoy ha dado lugar, como puede verse, a un número importante de comentarios de lectores que, en su mayoría, se tomaban el asunto a chacota. Da la impresión de que el Sr. Zapatero está alejando del PSOE el voto de las clases medias urbanas, por una combinación de mala suerte e incontinencia verbal. Yo no creo que este hombre sea más incompetente que, por ejemplo,  Aznar aunque desde luego, a su gobierno  le falta la frescura y el idealismo de los de Felipe González, que tuvo a casi todo el PSOE y a una parte importante de la sociedad española detrás de él, incluso en los peores tiempos. Zapatero controla el aparato del PSOE y por tanto las listas, por el momento, y por eso detrás de él están sobre todo los que tienen algo que perder que, entre gobierno central,  autonomías y gobiernos locales, son más de lo que a primera vista parece.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Reforma monetaria (I)

Dejando aparte la improbable solución, a medio plazo, de la cuestión energética, lo más urgente desde el punto de vista económico es, sin duda, acometer una profunda reforma del sistema monetario, reforma que la moneda única ha hecho más complicada aún de lo que era antes, al sustraer a los estados nacionales la capacidad de modificar la cantidad de dinero en circulación. La esencia de la reforma es sencilla. Se trata, ni más ni menos, que de hacer igual a 100 el coeficiente de caja, que es la fracción del dinero que prestan, que los bancos deben tener realmente en su caja de efectivo y de impulsar la legislación necesaria para evitar que los bancos hagan caso omiso de esa limitación o, en otras palabras, de impedir que los bancos presten dinero que no tienen, creándolo de la nada en el momento de prestarlo y de que el privilegio de emitir moneda vuelva a estar en manos del estado de dónde, de hecho, nunca ha salido legalmente. Si el estado necesita dinero que lo fabrique y lo ponga en circulación, libre de cargas, gastándolo en obras públicas, en pagar a sus funcionarios o en lo que sea. Eso mismo, crear dinero de la nada, es lo que hacen los bancos, pero cargándole un interés que es el que hace imposible plantearse la posibilidad del estado estacionario y nos obliga a mantener la insosteníble hipótesis de que los recursos del planeta son inagotables. El presidente Lincoln fué asesinado cuando se disponía a promover una reforma monetaria inspirada en los Greenbacks, la moneda, libre de deuda, que su gobierno puso en circulación para financiar el esfuerzo de guerra de la Unión en la Guerra Civil americana de 1861/1865. Los planes de J. F. Kennedy para limitar el poder de los bancos de la Reseva Federal tampoco pudieron llevarse a cabo y la gente ha sido inducida a creer, durante mucho tiempo, que la creación de dinero por el gobierno llevaba inevitablemente a la inflación y a la ruina mientras que lo normal era que, si el gobierno, o cualquier particular, necesitaba dinero para financiar su actividad, tuviera que pedírselo prestado a un banco que, literalmente, se lo inventaba mediante una simple anotación en un registro informático.

NB en julio de 2025. Que Lincoln o Kennedy fueran asesinados por promover una reforma monetaria es sólo una teoría sin evidencia alguna que la soporte. Dejar más poder financiero en manos de los estados podría acentuar el populismo y llevar a una hiperinflación descontrolada. Este texto no está entre lo mejor que he escrito.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Drôle d'hiver

Lo de la nieve y el frío no ha sido, en Barbastro, para tanto. Ahora llueve y en esta parte del  país, normalmente seco, la lluvia siempre se agradece, sobre todo porque, aquí, el clima no es, casi nunca, excesivo. Tampoco la gripe a, o como finalmente se llame,  parece haber derivado en la pandemia que se nos anunciaba.  El petróleo crudo ha vuelto a superar los 75$/b y va, de nuevo,  camino de los ochenta,  la crisis ha entrado en una especie de punto muerto que, según el gobierno, es la primera señal de que lo peor ya ha pasado y sólo nos queda esperar que las luces que, según ellos,  se ven al final del túnel, no sean las de otro tren que viene en dirección contraria por la misma vía. El problema, claro, es que el gobierno cree firmemente que eso es lo que tiene que decir para inducir el optimismo que considera imprescindible. De lo que vaya a ocurrir en realidad, de lo que ha ocurrido o esté ocurriendo ahora mismo, ni el gobierno ni la oposición parecen tener la menor idea.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Nieva, pero poco.

La nieve recién caída tiene un aspecto deslumbrante, en todos los sentidos de la palabra y sobre todo en el literal, que pierde en cuanto se la empieza a pisotear. Afortunadamente la nevada de hoy, aunque a las ocho de la mañana parecía bastante aparatosa, está desapareciendo de las calles sin dejar, durante días, el asqueroso barrillo de otras ocasiones y no sin antes haber hecho pasar un buen rato al personal, que se divierte con cualquier cosa. Seguro que en Moscú, por ejemplo, ya no les hace tanta gracia

domingo, 20 de diciembre de 2009

Copenhague 2009

Como era de esperar, la cumbre de Copenhague no ha resuelto nada. La economía se ha globalizado pero el mundo carece de recursos globales para enfrentarse a la madre de todas las crisis: somos demasiados y estamos agotando nuestro crédito. El calentamiento del planeta, cualquiera que sea su causa, es, seguramente, un hecho, aunque -8º al otro lado de la ventana, a las 9 de la mañana del 20 de diciembre, a 42º de latitud norte, puedan hacer pensar otra cosa a los más jóvenes o desmemoriados, pero no es el principal problema ni el más acuciante. Cada vez está más claro, son datos de la IEA, al alcance de cualquiera, que el pico de petróleo ya ha llegado, que estamos en el principio del fin de la era de los combustibles fósiles, abundantes y baratos, en la que se basa nuestro modo de vida y que no tenemos con qué reemplazarlos. Los llamados cornucopianos, por su confianza en el cuerno de la abundancia, que tienen bastante audiencia entre los llamados líderes mundiales, en la actualidad poco más que politiquillos de tres al cuarto, con una capacidad de maniobra prácticamente nula, siguen contabilizando como petróleo extraíble el que, suponen, está en el fondo del Atlántico o en cualquier pedrusco más o menos grasiento, encontrado o por encontrar, en los bosques de Canadá, sin la menor consideración hacia los costes de extracción, que cuentan sólo en dinero y no en energía, agua y otros recursos finitos. Se podría mitigar, no eliminar, el problema reduciendo, drásticamente, el consumo, lo que al mismo tiempo frenaría el deterioro atmosférico, terrestre y marítimo del planeta, pero en Copenhague han dejado claro que eso, por las buenas, no va a ocurrir. El crecimiento, con renovados bríos, está, dicen, a la vuelta de la esquina y no lo van a comprometer con medidas impopulares, cuyo principal y probablemente único resultado, sería apearlos a ellos del coche oficial.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Optimistas que somos.

El gobierno y la banca creen, o fingen creer, que lo que hace falta es encarar la crisis y los problemas en general, con renovadas dosis de optimismo. Porque, evidentemente, un empresario optimista será mucho más proclive a contratar trabajadores que otro, al que un, seguramente injustificado, pesimismo le lleve a no ver ningún futuro a su empresa. La economía depende, y mucho, de la capacidad del gobierno para inducir optimismo en los empresarios, para que contraten trabajadores y en los mismos trabajadores, para que abandonen prácticas de ahorro y austeridad, muy meritorias a nivel individual pero totalmente indeseables desde el punto de vista general, y se dediquen a consumir las cosas que producen o venden o transportan los empresarios.

El optimismo es, pues,  la clave, la solución, de todo este embrollo de las crisis. Si los empresarios son optimistas, en cuanto a la acogida que van a tener sus productos, contratarán trabajadores o mantendrán en sus puestos a los que ya tienen. Estos trabajadores, con el optimismo acrecentado con su nuevo puesto de trabajo o con la seguridad de conservar el viejo, consumirán lo que se les ofrezca y pedirán más, dando así lugar a un círculo virtuoso que nos alejará, por algún tiempo, al menos, de los fantasmas de la crisis, la recesión y la depresión para seguir transitando, con renovado optimismo, por la senda del crecimiento. Desgraciadamente, no es suficiente con comprar y vender para que todo marche. Como la mayor parte del dinero en circulación se ha creado como deuda, que hay que pagar con los correspondientes intereses, será necesario comprar y vender, sí, pero hoy más que ayer y menos que mañana porque, si no, quizá pudiéramos pagar el principal pero no los intereses de esa deuda.

Claro que eso no es problema porque los chinos, que son un montón, sólo tienen 10 coches por cada mil habitantes, en lugar de los 1000 que ya tienen los estadounidenses, así que nada más fácil, ni más necesario, que seguir fabricando coches para los 990 chinos que aún no tienen y que están deseando tenerlos. Los fabricantes de coches, que han pasado por una mala racha provocada, sin duda, por un déficit temporal de optimismo, pueden, deben, contratar ya a nuevos trabajadores para hacer frente a la previsible y muy elevada demanda que se avecina. De hecho una parte muy importante de la población mundial carece de casi todo lo que a nosotros nos sobra así que habrá que suministrárselo. ¿El dinero? Ningún problema: No tienen más que hacer lo que hemos hecho nosotros y encontrar a quién pedirle prestado todo lo que necesiten o crearlo de la nada, como nosotros aunque, para esto último, hay que ser bastante optimista. ¿La energía necesaria para fabricar y mover tantas cosas? Tampoco será problema: de momento tenemos petróleo suficiente para treinta o cuarenta años y después vendrá el hidrógeno, hay que ser muy pesimista para preguntarse de dónde lo sacaremos, la energía solar, el viento o algo que está por inventar pero que, sin duda, se inventará en cuanto haga falta.

Y el que diga que todo esto son tonterías es un pesimista.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Un poco de niebla sobre el río.

Aunque tarde y muy poco a poco, algunas de las viejas manifestaciones del invierno del Somontano se están haciendo notar, ya mediado el mes de diciembre. La niebla, por ejemplo, que ayer por la noche le daba este aspecto al cauce del río Vero, a sus orillas y a los puentes, iluminados para la Navidad. Parece que mañana llega, por fin, el frío de verdad y una locutora de televisión ha dicho, creo que me miraba a mí, que los que estaban suspirando por el invierno iban a tener ocasión de lamentarlo. No será para tanto. Hace años que no es para tanto.

Democracia (III)

Etimológicamente, democracia es el gobierno del pueblo. El diccionario de la Real Academia es algo más prudente y define la democracia como la Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno, en primera acepción o como el Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado en la segunda. Pero la intervención del pueblo en el gobierno es algo que debe manejarse con muchísimo cuidado. Como la intervención de los trabajadores en la gestión de las empresas donde trabajan, o la de los estudiantes en la elaboración de las preguntas de examen. Son cosas que sólo pueden conducir a problemas. Porque los trabajadores pueden llegar a jefes y los estudiantes a catedráticos, pero mientras sean trabajadores o estudiantes deben dedicar su esfuerzo a y concentrar su atención en el trabajo y el estudio. El pueblo puede intentar gobernar pero si lo consigue, cosa no demasiado frecuente, deja de ser pueblo y pasa a ser gobierno. Que es una cosa muy diferente, como no tardan en comprobar los que creen que todo se arregla con un cambio de caras entre los que mandan. El gobierno gobierna y el pueblo, que desconoce las sutilezas del arte de gobernar, es gobernado. Así han sido siempre las cosas y así seguirán siendo. Lo que pasa es que el pueblo, anarquista en el fondo, es reacio a dejarse gobernar, por lo que es necesario para evitar males mayores, en forma de revoluciones, o menores, en forma de algaradas callejeras, hacerle creer que en realidad, es él mismo el que gobierna. Afortunadamente, el pueblo es crédulo por naturaleza y, también en el fondo, prefiere que le digan lo que tiene que hacer. Pero y esto es importante, sin que se note demasiado. Un buen gobierno debe, por tanto, esforzarse en llevar al pueblo al convencimiento de que ni su intervención directa en cuestiones de gobierno ni su opinión son, en realidad, convenientes y mucho menos necesarias. El pueblo gobierna, sí, pero lo hace indirectamente, escogiendo a sus gobernantes una vez cada cierto número de años, entre unas pocas opciones cuidadosamente seleccionadas, normalmente por cooptación entre las élites políticas del país. Cualquier otro intento, por parte del pueblo, de intervenir en cuestiones políticas o de gobierno, sólo puede achacarse a su falta de educación cívica y de verdadero espíritu democrático. Todo ello, claro, sin perjuicio de que, a modo de desahogo, se permita al pueblo expresar, de cuando en cuando, su opinión en las barras de los bares, tertulias, blogs como este y otros foros previamente autorizados y debidamente controlados.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Pico de Petróleo (II)


En Inglaterra, en los últimos años del siglo XIX, tuvo lugar una conjunción de factores, que entonces se manifestaron a nivel local,  parecida a la que actualmente amenaza con complicarnos la vida: Por una parte, la utilización masiva de carbón, tanto en la industria y la calefacción como en el transporte por ferrocarril, había hecho irrespirables las ciudades industriales, incluso Londres, sobre la que flotaba un smog que se confundía y se superponía a la niebla tradicional. Por otra, la mayor parte de los grandes yacimientos habían pasado ya su pico de producción y encaraban una irreversible decadencia. Ahora, a nivel global,  nos enfrentamos a la amenaza del cambio climático, supuestamente provocado o acelerado por las emisiones de dióxido de carbono, procedentes, en su mayoría, de la combustión de destilados del petróleo y, al mismo tiempo, a la madurez y en algunos casos al agotamiento,  de los grandes yacimientos de este recurso, no renovable, de los que depende el 90% de la producción actual.

Junto con las coincidencias hay algunas diferencias bastante obvias. La primera y más evidente es que la caída de producción de las minas inglesas y escocesas podía ser compensada, con relativa facilidad, con carbón procedente de las colonias o comprado en lugares donde aún fuera un recurso abundante. Esta solución, evidentemente, está fuera de cuestión para solucionar una carestía a nivel global. La segunda es que, a finales del Siglo XIX, ya se vislumbraba un sustituto evidente para el carbón, más eficiente, más limpio y con un contenido energético mucho más elevado: el petróleo, mientras que ahora no hay ninguna alternativa, viable a corto y medio plazo, para la mayoría de los usos de sus derivados.

La transición del carbón al petróleo no fue, además, completa porque el carbón sigue siendo, junto con el gas natural, una fuente de energía fundamental para, por ejemplo, producir electricidad en las centrales térmicas, el petróleo y sus derivados, sobre todo la gasolina, tuvieron una aplicación inmediata en los motores de combustión interna para los que el carbón resultaba inútil y, por otra parte, en el siglo XIX, la dependencia del carbón, que era alta, no era total como lo es ahora la del petróleo debido a una pretendidamente beneficiosa globalización, que hace imprescindible el transporte a bajo precio, al enorme incremento de población, gracias la disponibilidad de energía abundante y barata, que el petróleo ha propiciado, población que habrá que seguir alimentando incluso cuando no haya petróleo y a la ineludible necesidad, por razones monetarias, de mantener un crecimiento sostenido.

continuará...

martes, 8 de diciembre de 2009

Cambio climático y Peak Oil


Un níspero en flor a primeros de diciembre, la foto es de esta tarde, no es, o no era, algo habitual porque, a estas alturas del otoño, debería estar haciendo bastante frío y lo normal es que los árboles no florezcan cuando hace frío. Esto de ahora es un síntoma, junto con la elevación del nivel del mar y otras fruslerías, de lo que llamamos cambio climático, ahora identificado como una amenaza, una más, para la complicada relación entre Gaia y sus inquilinos más sucios y ruidosos. Creo que ya queda poca gente que niegue la evidencia: el clima está cambiando y el planeta se está desertizando a buen ritmo, comprometiendo su capacidad para alimentar a seis mil quinientos millones de personas. Las discrepancias, que las hay, están en identificar el origen de esta perturbación. Hay quién cree que hay que atribuirla a la acción del hombre y quién cree que tiene que ver con el comportamiento cíclico del clima. El asunto no es baladí: sólo si admitimos que tenemos algo que ver podremos, podrán los que se han reunido en Copenhague, acordar alguna medida para limitar en lo posible las actividades que supuestamente contribuyen a acelerar el cambio. Y si no, no hay ninguna razón para modificar nuestro comportamiento o, al menos, ninguna inducida por este problema. Parece, supongo que afortunadamente, que la corriente mayoritaria se inclina por considerar que el riesgo es lo suficientemente grande como para llegar a algunos acuerdos relativos, por ejemplo, a la reducción de la emisión a la atmósfera de los denominados gases de efecto invernadero. Claro que su cumplimiento no será, probablemente, cosa sencilla. Emitir menos gases, en la industria o en el transporte, es un objetivo que puede alcanzarse por la vía de mejorar los motores de combustión interna o por la de reducir su uso. La primera medida tropezará con la paradoja de Jevons: las mejoras en la eficiencia provocan, siempre, un aumento del consumo y la segunda con una economía que no se plantea alternativas al crecimiento. Puede que el Peak Oil nos obligue, por la vía de hecho, a reducir el consumo de petróleo pero, durante algún tiempo al menos, eso supondrá un aumento del consumo de carbón, mucho más contaminante y además, el final del petróleo barato, será un acontecimiento que, desgraciadamente, no podrá considerarse una solución a ningún problema sino el inicio de uno bastante serio a cuyo lado el cambio climático, o al menos sus primeras manifestaciones,  podría parecer un juego de niños.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Un cuento, contado por un idiota

Tomorrow, and tomorrow, and tomorrow,
Creeps in this petty pace from day to day…
Life's but a walking shadow, a poor player,
That struts and frets his hour upon a stage,
And then is heard no more. It is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing.

William Shakespeare (Macbeth)

viernes, 4 de diciembre de 2009

Pico de Petróleo (I)

Vivir es poco más que consumir energía. El petróleo es una fuente de energía concentrada, fácil de utilizar, de trasportar y de almacenar. Es abundante, hasta ahora, al menos y es, o ha sido, relativamente barato. Y crea adicción. Esta es una sociedad de adictos al petróleo. Viajamos, nos calentamos o nos enfriamos, nos vestimos, comemos… con petróleo o gracias al petróleo, que nos proporciona la energía necesaria para todo eso y un sinnúmero de subproductos que hacen la vida más sencilla, o más agradable, o más barata. El petróleo debería ser la primera de nuestras preocupaciones, pero no lo es. O al menos no explícitamente. Nos preocupamos por la economía, por el paro, por los alimentos y también por el cambio climático y por las emisiones de CO2 a la atmósfera. No mencionamos el petróleo pero el petróleo forma parte de todo eso. Sin petróleo no habría economía global, si el acceso al petróleo abundante y barato se interrumpiera, de repente, el paro sería un problema general, no sólo del 10%, en España del 20%, de la población. El cambio climático y las emisiones de CO2 que, supuestamente, contribuyen a agravarlo, tienen mucho que ver con la combustión del petróleo, el carbón y otros combustibles fósiles. El petróleo ha hecho posible, durante algún tiempo, el mantenimiento de una ficción, alimentada por un sistema monetario basado en la deuda y en el interés compuesto: que lo que hoy vale dos, mañana valdrá cuatro y así sucesivamente, que el crecimiento indefinido es posible. Mejor dicho, esta ilusión no se la debemos al petróleo, sino a la posibilidad de disponer hoy de más petróleo que ayer y mañana de más que hoy. Crecer es, en términos económicos, producir más, comprar más y vender más… consumir más… energía: más petróleo. Para que lleguen los problemas, los problemas de verdad, no hace falta que se acabe el petróleo, ese no es el verdadero problema y probablemente jamás llegaremos a extraer todo el que hay en el interior de la Tierra. El problema se presentará, más pronto o más tarde, cuando alcancemos el Pico de Petróleo (Peak Oil) que es como se denomina, en la literatura especializada, al momento en el que la producción global de petróleo alcanza su máximo absoluto, a partir del cual comienza a declinar de manera irreversible. Para entonces mejor será que tengamos, o que tengan los que estén, alguna alternativa viable.

continuará...

domingo, 29 de noviembre de 2009

Decoding the universe

Decoding the Universe, de Charles Seife, abre con una frase lapidaria: «Civilization is doomed». A lo largo de 285 densas páginas, el autor se dedica a justificar esa afirmación desde una perspectiva científica.

El libro necesita un par de lecturas. En la primera, durante esta tranquila tarde de domingo, he creído entender que el propósito último de nuestra existencia, la razón profunda por la que estamos aquí, es la preservación de la información. En este contexto, información equivale a orden y baja entropía.

Las enzimas que corrigen errores en la duplicación del ADN trabajan incansablemente mientras subsiste la posibilidad de que esa información genética sea transmitida a otro ser vivo. Cuando esa posibilidad desaparece, los mecanismos celulares de reparación comienzan a fallar; los errores se acumulan, envejecemos... y morimos.

El orden que con tanto esfuerzo manteníamos comienza a degradarse. La entropía —disminuida localmente gracias a la energía que consumimos— se incrementa sin control. El universo avanza, inevitablemente, hacia un estado de máxima entropía y desorden absoluto: un estado en el que, aunque la energía total siga siendo la misma, ya no podrá realizarse ningún trabajo útil. No habrá procesos físicos posibles, ni reacciones químicas, ni forma alguna de sostener la complejidad.

¿Y qué ocurre entonces con la información que debía conservarse? Pues también se pierde irremediablemente.

En conjunto, se trata de un libro de divulgación ambicioso e interesante, aunque exige cierto bagaje científico para seguirlo de principio a fin. Y, como ya he mencionado, más de una lectura.