domingo, 21 de mayo de 2023
¡Qué viene la Inteligencia Artificial!
domingo, 14 de mayo de 2023
Y llegó el hidrógeno...
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| Átomo de oxígeno huyendo de uno de hidrógeno |
Bueno, en realidad lleva mucho tiempo rondando por aquí y poco más se puede decir sobre esta pretendida fuente de energía que, en realidad, no es tal sino sólo una portadora con bastantes problemas. Los procesadores de lenguaje natural capaces de generar respuestas, más o menos ajustadas, a muchas cuestiones, son una fuente de información, quizá más precisa, y desde luego mucho más rápida, que buscadores como Google. ChatGpt y Bing son dos ejemplos de estos procesadores que ya llevan algún tiempo compitiendo y Google Bard la última incorporación, inaccesible desde Europa, a no ser que, VPN mediante, finja uno encontrarse en alguno de los países donde se ha producido el lanzamiento. Estados Unidos, por ejemplo. A propósito del hidrógeno libre y sobre la noticia, reiteradamente aparecida en algún medio de comunicación pero, por el momento, ignorada por las autoridades, cada vez menos propensas a hacer el ridículo, sobre el supuesto hallazgo de una importante bolsa en algún lugar entre Barbastro y Monzón, mantuve un corto diálogo con Bard, cuyas dos últimas preguntas y respuestas son las siguientes:
-
Can we say, then, that free hydrogen
can not be found anywhere on Earth because of high reactivity?
Hydrogen is a highly reactive element, and it will quickly react with other
elements to form compounds. Therefore, it is not possible to find hydrogen free
in any place on Earth. However, hydrogen can be found in compounds, such as water, methane, and ammonia. These compounds can be found in the atmosphere, in the oceans, and in the Earth's crust. Hydrogen can also be produced artificially by splitting water molecules. This process requires a lot of energy, but it is a clean and renewable way to produce hydrogen. Hydrogen is a promising fuel for the future. It is a clean, renewable, and abundant resource. However, there are still challenges to overcome before hydrogen can be widely used as a fuel. These challenges include the high cost of production and the need to develop safe and efficient ways to store and transport hydrogen.
-
Do you know that a company in
Spain pretends to have found a massive deposit of free hydrogen between the
cities of Barbastro and Monzon in the northeast of the country?
Yes, I am aware of that. The company is called Helios Aragón, and they are a joint venture between the Spanish oil company BP and the Spanish energy company Axion. Helios Aragón claims to have found a massive deposit of hydrogen and helium in the Pyrenees Mountains, near the cities of Barbastro and Monzón. The company estimates that the deposit contains around 500 billion cubic feet of hydrogen and helium. If Helios Aragón's claims are true, this would be a major breakthrough for the hydrogen industry. Hydrogen is a promising clean energy source, but it is currently very expensive to produce. If Helios Aragón is able to extract hydrogen from this deposit at a competitive price, it could help to make hydrogen more affordable and accessible. However, it is important to note that Helios Aragón's claims have not yet been independently verified. The company has not yet released any detailed information about the deposit, and it is not clear how they plan to extract the hydrogen. It is also possible that the deposit is not as large or as pure as Helios Aragón claims. Only time will tell if Helios Aragón's claims are true. However, if they are, this could be a major step forward for the hydrogen industry.
Esto no significa nada, en realidad. Afirmaciones tajantes de estos procesadores, sobre todo en cuestiones opinables, puede convertirse en suposiciones o afirmaciones en sentido contrario a poco que se les presione, pero sus respuestas pueden ser una buena base para iniciar una investigación más profunda sobre cualquier tema. Incluso con su colaboración.
viernes, 12 de mayo de 2023
Tiempo de espera
El ministerio de consumo ha decidido eliminar las esperas en los servicios de atención al usuario, en el sector privado, por el socorrido procedimiento de legislar en contra. En contra de las esperas, quiero decir. De acuerdo con la nueva norma, el tiempo de espera al teléfono en uno de estos servicios quedará reducido a tres minutos. Estupendo, aunque, si esto se podía arreglar legislando, no sé por qué han esperado tanto ni por qué aún nos pueden tener colgados tres minutos. Yo quiero que me atiendan en el acto.
Pero no es tan sencillo. Ayer tuve
ocasión de conocer alguno de los efectos colaterales de la ley. Tuve que llamar a una
clínica con cuyos empleados de atención al público llevo años
manteniendo una relación de amor – odio. Los he odiado cuando me hacían esperar
seis, siete u ocho minutos, pero los he querido cuando, una vez que conseguía
hablar con ellos, me resolvían, casi siempre con eficiencia, la cuestión o el
problema que les planteaba. Normalmente, además, cuando por hartazgo colgaba
antes de obtener respuesta, me devolvían la llamada. Me conocían a mí, conocían,
por supuesto, su lugar de trabajo y los servicios que ofrecía y sabían cómo
resolver la mayoría de los problemas. Si algo no podían resolverlo en el acto,
el caso quedaba registrado y normalmente acababan resolviéndolo.
Bien, pues, a lo que iba. Ayer llamé y en menos de un minuto me cogieron el teléfono. A veces pasaba, de manera que no me pareció demasiado extraño. No, al menos, hasta que comprobé que la persona que me cogió el teléfono no me conocía, no conocía al médico y tampoco sabía, ni pareció impresionarle mucho, que las consultas posoperatorias tuvieran prioridad. Sólo sabía que no había horas libres este mes y que las del mes que viene no estaban aún disponibles. Que me tomaba el nombre y que ya me llamarían. Como no sabía con quién estaba hablando, intenté explicarle el caso, me acababan de operar y la consulta, por indicación del mismo médico, tenía que ser este mes. Que no. Que no había horas libres y que ya me llamarían. Al final le dije, suponía que era una nueva empleada en fase de aprendizaje, que si podía pasarme con Lidia (nombre ficticio). No sabía quién era Lidia, no sabía quién era yo, no sabía quién era el médico y yo no estaba hablando con la clínica sino con un centro de llamadas ubicado sólo Dios sabe dónde. Le dije que muchas gracias y colgué.
¿Qué ha pasado? Lo que tenía que pasar. La
atención al cliente estaba a cargo de tres o cuatro personas ubicadas a la
entrada de la clínica, que hacían lo que podían y generalmente lo hacían bien,
para atender al teléfono y a los usuarios que hacían cola frente al mostrador.
Había que esperar, claro, pero, además de que, como he dicho antes, devolvían,
si podían, las llamadas perdidas, tenían un correo electrónico, al que siempre
contestaban, con el que también se podían resolver las cuestiones que podían
esperar. Todo eso ha desaparecido. La forma más sencilla, y para muchas empresas
será la única, de adaptarse a la nueva legislación es externalizar la atención
al cliente, contratando los servicios de un call center y eliminando también,
eso no sé si era necesario, la atención por correo electrónico. ¿Hubiera pasado
lo mismo más tarde o más temprano? Puede. Es la tendencia. Pero la nueva normativa
ha precipitado las cosas.
Ahora te cogerán el teléfono en menos de
tres minutos y te atenderá una persona, como prevé la nueva ley, pero no te
resolverán nada que requiera un mínimo de conocimiento del entorno. Para los
mayores, pero también para el resto, una barrera más. Si no tienes recursos adicionales,
esa es una barrera, infranqueable en la práctica, que la Web, mal hecha y
diseñada para mantener al usuario alejado, tampoco resuelve. Era preferible
esperar.
viernes, 28 de abril de 2023
¿No sabe a quién votar?
Los informativos de la Semana Santa han dedicado buena parte de su tiempo a glosar las ceremonias religiosas, sobre todo las declaradas de interés turístico local, regional o nacional, y a destacar el alto grado de ocupación de hoteles y restaurantes que estas ceremonias han propiciado. Nada que objetar, desde luego, a que los turistas, como las abejas el polen, muevan el dinero de un sitio a otro, en una economía demasiado contingente, en mi opinión, pero que, de momento, parece funcionar. Claro que no para todo el mundo funciona igual de bien. O de mal. En los mismos informativos se daba cuenta del creciente número de ciudadanos que engrosan las llamadas colas del hambre, recogiendo lotes de alimentos en organizaciones o instituciones de caridad. Dos mundos socialmente alejados, pero físicamente próximos, conviven en un mismo telediario, claro que, con el segundo, las colas del hambre, presentado como anécdota, dependiente de una inflación coyuntural, y el primero, el mundo de yupi, como tendencia. Parece que el llenazo de Semana Santa no ha sido más que un anticipo de lo que vendrá en verano. Ya veremos.
Porque la inflación, el incremento de los precios, es una
variable numérica y a los números, en un entorno anumérico, se les puede hacer
decir casi cualquier cosa. Por ejemplo, si el mes pasado los precios subieron
un 8%, en relación con un precio de referencia, y este mes suben un 4%, los
medios de comunicación suelen presentar la noticia asegurando, tras voltear las
campanas, que la inflación ha disminuido un 4%, es decir, que ha pasado del 8
al 4%. Pero la realidad es que ha pasado del 8 al 12%. El relato al servicio
del relator o del que le paga. Nada nuevo bajo el sol.
Todo esto tiene una importancia relativa, porque la
economía, la política, la vida, todo, parece estar ahora al albur de lo que
seamos, o no, capaces de digitalizar, sin que acabe de estar claro lo
que eso significa. El portavoz parlamentario del PSOE decía, a título de
ejemplo, que, ante la emergencia climática y el estrés hídrico, la solución
es digitalizar los regadíos, cosa que permitirá hacerlos más
eficientes, recuperar ríos y restaurar acuíferos. Hablar por hablar. Hay
gente que cobra por escribir estas cosas y otros por repetirlas. Pero los
árabes ya construyeron un sistema de riego muy eficiente que, en los lugares
donde se ha conservado, sigue siéndolo. Además, al menos por aquí, el turismo
parece seguir siendo la apuesta principal, aunque haya que aceptar pulpo como
animal de compañía y el desastre de la Canal Roya, nieve o no nieve, como
sostenible.
Dicho esto, y a propósito de la pregunta que encabeza este
artículo, no tengo ni idea de a quién votar. Quizá no vote. Es algo, el
resultado electoral, que preferiría confiar al azar. Por ejemplo, eligiendo a
concejales o diputados por sorteo, entre los españoles mayores de edad que
supieran leer, escribir, sumar fracciones o escribir sonetos, por ejemplo. A
partir de ahí, y en función de las carencias apreciadas, se podrían ir afinando
los requisitos, en sucesivas elecciones, hasta obtener la lista perfecta. Cosa
de unos pocos años. Seriamente, yo no creo que las cosas vayan a ir por ahí, a
pesar de las evidentes ventajas del sistema, pero tampoco que el actual, muy
dependiente de entes tan imperfectos como los partidos políticos, se vaya a
mantener indefinidamente. Está acumulando demasiados fallos.
ECA 28042023
jueves, 23 de marzo de 2023
Hinteligencia artificial
Últimamente los telediarios abren con una o varias mujeres, en la cola de un supermercado, quejándose de una subida continua de los precios que está complicando, aún más, la vida de la clase media. Una clase media que había llegado a creer que los problemas a la hora de la compra eran cosa del tercer mundo. Una de las compradoras se preguntaba que como era posible que estuviera pasando esto. Es posible que parte de la subida se pueda cargar en la cuenta de la inflación, aunque seguramente no toda. Recurrir a la actual ministra de hacienda, que cree que nos gastamos la pensión en los nietos, o a cualquier otro vocero gubernamental o de la oposición, en busca de explicaciones es inútil. Se limitarán a repetir el relato que les hayan construido para explicar la crisis y cuya relación con la verdad es… iba a decir inexistente, pero es mejor decir problemática.
Me decía ChatGPT[1]
(chato), que la verdad no es una categoría política, por más que la
confianza sea un ingrediente esencial, o eso se decía, de la comunicación entre
la administración y los administrados. La verdad, que en general no puede ser
identificada unívocamente, y en la comunicación política menos que en ningún
sitio, no es más que, acaso, uno de los relatos intercambiables que pretenden
explicar este o aquel suceso. Normalmente hay un relato oficial que sirve, al
menos durante un tiempo, para explicar acontecimientos como el BigBang, la
caída del Imperio Romano, el asesinato de Lincoln, la crisis de los misiles, la
caída de la Torre 7 del WTC (Centro de comercio mundial), el hundimiento del
Titanic o la eficacia de las medidas anti-COVID, además de algunos de
actualidad más inmediata, que no menciono porque ya tengo bastantes problemas. Cuestionar
esos relatos y, sobre todo, proponer otro, aunque sea más realista, es propio
de negacionistas, terraplanistas y otras gentes de prescindible criterio, con
las que yo, por supuesto, no tengo ninguna relación. Pero que un relato no se
pueda, o no se deba cuestionar, no quiere decir que no existan relatos
alternativos. Casi siempre existen.
Los relatos oficiales, aun cuando contengan algo de verdad,
cosa que no es del todo descartable, se reconocen fácilmente por carecer de
explicaciones suficientes y también de evidencias contrastables, como me decía chato,
pero a propósito de cualquiera de las teorías de la conspiración de las que habíamos
estado hablando. Por concretar, le pregunté si no le parecía curiosa la
coincidencia entre la lista de banqueros muertos en el Titanic y la de los que
estaban en contra de la creación de la Reserva Federal (FED) en 1912. La
respuesta de chato, que dio la impresión de haberse puesto de mal humor,
fue que, por supuesto, no había ninguna evidencia de que hubiera la más mínima
relación entre el hundimiento del Titanic y la creación de la FED. También me
dijo que ya sabía él, o ella, que circulaban por ahí teorías de la conspiración
relacionando ambas cosas y que difundirlas estaba pero que muy mal. Le di la
razón, pareció calmarse y me preguntó si podía ayudarme en otra cosa.
Aun así, hice varios intentos de introducir en la
conversación otras teorías, existentes o inventadas. Chato reconoció
inmediatamente las existentes, despreció las inventadas y defendió la posición
oficial antes de que yo la hubiera cuestionado, en general con el débil
argumento de la falta de evidencias que contradijeran el relato, pero sin
presentar ninguna, salvo continuas referencias a expertos, en favor de la tesis
oficial. Las últimas líneas de la conversación contenían siempre una velada
manifestación de disgusto por tener que tratar estos temas. Le pregunté que si
se guardaba estas conversaciones y mi nombre. Me dijo que no, pero, por si
acaso, le dije que yo, en fin, que yo no… que a ver que iba a pensar... Para
terminar, le pregunté si sabía jugar al ahorcado. Jugamos algunas partidas,
pero hacía trampas. Escogía palabras inexistentes.
[1]
Sistema de procesamiento automatizado de lenguaje natural, con el que es
posible charlar de casi todo, accesible a través de la página openai.com. En lo
sucesivo chato.
miércoles, 15 de marzo de 2023
Happy PI day
Pi con 345 dígitos. Cortesía de CHATGpt:
3.141592653589793238462643383279502884197169399375105820974944592307816406286208998628034825342117067982148086513282306647093844609550582231725359408128481117450284102701938521105559644622948954930381964428810975665933446128475648233786783165271201909145648566923460348610454326648213393607260249141273724587006606315588174881520920962829254091715364367892590360011330530548820466521384146951941511609433057270365759591953092186117381932611793105118548074462379962749567351885752724891227938183011949129833673362440656643086021394946395224737190702179860943702770539217176293176752384674818467669405132000568127145263560827785771342757789609173637178721468440901224953430146549585371050792279689258923542019956112129021960864034418159813629774771309960518707211349999998372978049951059731732816096318595024459455346908302642522308253344685035261931188171010003137838752886587533208381420617177669147303598253490428755468731159562863882353787593751957781857780532171226806613001927876611195909216420199955
miércoles, 22 de febrero de 2023
Cui prodest?
Como parece que más tarde o más temprano vamos a tener problemas de suministro de gasóleo y gasolina, la Unión Europea ha tomado la iniciativa de prohibir la venta de coches nuevos con motores de combustión, a partir del año 2035, es decir, a 12 años vista. La medida, la declaración, en realidad, es inocua. Lo que vaya a pasar con el mix energético de aquí a doce años es difícil de prever, pero, por lo menos, parece algo más ingeniosa que la de prohibir la importación de gas y petróleo rusos. Sin embargo, en un sector como el de los automóviles, que aún en acusada decadencia, tiene en Europa a varios de los principales fabricantes y proporciona cientos de miles de puestos de trabajo, no acaba de estar claro a quién o a qué beneficia esta ocurrencia. Pero ya lo sabremos. O no.
Porque las medidas gubernamentales,
incluso las aparentemente carentes de sentido, se toman siempre en beneficio de
alguien. Generalmente del mismo gobierno, pero también de los que sostienen al
gobierno, de los amigos del gobierno, o de los que podrían hacer caer al
gobierno. En este último tramo podríamos, quizá, entrar las gentes del común,
porque el gobierno intentará evitar medidas que puedan molestar mucho a mucha
gente a la vez o, lo que es más normal, intentará disfrazar sus ocurrencias
para que parezcan destinadas al bienestar de mucha gente o de poca gente, o de
un sector supuestamente marginado. En cualquier caso, si el comportamiento del
gobierno es excepcionalmente extravagante, la respuesta a la pregunta cui
prodest? puede ayudar a entenderlo.
Pongamos por ejemplo las dos o tres leyes,
a cuenta de las que ahora andan peleados el gobierno y el gobierno ante la
sorna de la oposición y el desconcierto y el aburrimiento de las gentes del
común. Estas medidas han sido propuestas por el gobierno y también por amigos
del gobierno, tan amigos, que están, pero no parece que estén, en el mismo
gobierno. El gobierno cree que las leyes en cuestión le ayudarán a distinguirse
del gobierno y a tener una agenda social distinta de la que tiene el gobierno.
Además el gobierno, ante el relativamente escaso impacto, ni favorable ni desfavorable,
de las últimas medidas de contención de los precios, propone ahora una ayuda
directa a las familias de hasta un 14% del importe de la cesta de la compra,
pero el gobierno cree que este tipo de medidas son contraproducentes y que
habrá que esperar a ver si el cheque de doscientos euros por cabeza, la bajada
del IVA y el resto de las medidas ya adoptadas, acaban solucionando algo y
moviendo la intención de voto en un sentido favorable al gobierno.
Por otra parte, el gobierno, siguiendo
las directrices marcadas por la OTAN, está dispuesto a transferir al ejército
ucraniano algunos de sus artefactos de guerra, concretamente un modelo antiguo
y ya desahuciado de tanque, de fabricación y patente alemanas, que andan ahora
limpiando, municionando y lubricando. El gobierno, sin embargo, se opone a
enviar estos tanques, por estropeados que estén, porque cree que lo que habría
que hacer es explorar la vía diplomática, antes de vender o regalar armas a una
de las partes. Finalmente será la opinión del gobierno la que prevalezca y los
tanques saldrán hacia Ucrania, a ver si sirven para algo y a quién. Nuestro
flamante alto comisario europeo de asuntos exteriores, el Sr. Borrell, cree que
lo que hay que hacer es comprar conjuntamente muchas armas y enviarlas
enseguida a los ucranianos, además de mantener e incrementar las sanciones a
los rusos con objeto de hundir definitivamente su economía. Habrá que ver si un
país con la población y los recursos de Rusia, que cuenta con armas nucleares
operativas, va a perder la guerra y dejar que se hunda su economía, algo que no
parece que esté pasando, sin celebrarlo con un buen número de fuegos
artificiales visibles desde toda Europa.
Mientras tanto y un año después de que
empezara todo este carajal, los que ponen los muertos civiles son los
Ucranianos. Las armas, tanto las rusas como las de la OTAN, están destruyendo su
territorio, ante la impotencia de familias enteras que malviven en refugios
improvisados o en el metro, sin acceso a calefacción, agua ni electricidad
durante muchas horas al día y esperando que el próximo misil caiga lejos de su
casa. O de lo que queda de su casa. Después ya vendrá la reconstrucción, que se
repartirán empresas europeas y americanas y quizá también rusas, en proporción
al número de bombas que haya aportado cada uno.
Enviado a ECA 24022023
martes, 31 de enero de 2023
Tambores de guerra
viernes, 27 de enero de 2023
Apuntes preelectorales
Este país está tradicionalmente dividido en dos facciones, bueno, en realidad muchas más, pero, para los efectos de este artículo, lo dejamos en dos. Pongamos, aunque la terminología se haya quedado algo obsoleta, que son: la izquierda, que se autodenomina, con la sorprendente anuencia de la otra facción, progresista, y la derecha, también autodenominada y también con la anuencia de su contraparte, conservadora. En la izquierda progresista están la izquierda tradicional, ‘i.e’ socialistas y comunistas, ya descafeinados, con algunos añadidos nacionalistas regionales, populistas y otros que pasaban por allí y se han quedado a cobrar. En la derecha conservadora está… la derecha de siempre, la derecha de la derecha o ultraderecha, descontenta con las veleidades zurdas, o eso dicen, de la anterior, los liberales, los nacionalistas nacionales y ocasionalmente también los que pasaban por allí, que se quedarán para ajustar cuentas y seguir cobrando cuando los otros se vayan.
No suelen estar de acuerdo en casi nada, ni siquiera en cosas en las que parece que debería ser fácil estarlo, sin más que preguntar un poco por ahí. Por ejemplo, en si hay, o no, un cambio climático que amenace nuestra supervivencia o en si la crisis energética va a dejarnos tiritando y a la intemperie, como cree la derecha o si, como cree la izquierda representada en la coalición gubernamental, no solo no tenemos ningún problema energético a la vista, sino que estamos llamados a ser la solución de los de toda Europa. No hay más que ver, a título de ejemplo, el acuerdo alcanzado con Monsieur Macron para la construcción de un gasoducto submarino entre Barcelona y Marsella para transportar… como no, hidrógeno verde. Un hidrógeno verde que no se sabe muy bien cómo, y sobre todo dónde, se va a producir, pero, por pura lógica, debería producirse a poca distancia de la boca del gasoducto. El hidrógeno, un gas muy ligero y reactivo, no es lo más adecuado para que le organicen viajes con transbordos. Pero supongo que, en estas cosas, a pesar de las apariencias, ya habrá pensado alguien. A ver si se molestan en explicarlo, pero no creo. El acceso a fuentes de energía y su almacenamiento y transporte, más que el de cualquier otro recurso, lleva mucho tiempo provocando guerras en Europa y fuera de Europa. Guerras que son, invariablemente, atribuidas a otras causas.
En cuanto al cambio climático, unos, más a la izquierda, creen que es cosa del hombre, y de la mujer, claro, y en principio reversible, en cuanto los capitalistas, a los que hacía referencia la Sra. Belarra, dejen de contaminar. La derecha conservadora, por el contrario, cree, o dice creer, que no hay tal. Que en verano hace calor, unos veranos más y otros menos, y en invierno frío, también más o menos, según le dé al hombre del tiempo y que, en todo caso, los capitalistas a los que creen representar, nada tienen que ver con algo que viene ocurriendo desde antes de que se inventaran los gases de efecto invernadero. En realidad, tampoco importa demasiado si el cambio, por demás evidente para cualquiera que tenga más de cuarenta años, es de origen antropogénico o tiene el carácter cíclico que le atribuyen los escépticos. En el primer caso sería reversible, previa cancelación o moderación de las actividades humanas que lo causan que son, en general, las que nos han permitido llegar hasta aquí y, en el segundo, sólo quedaría esperar al cambio de ciclo. Cuestión de paciencia.
En lo que la izquierda y la derecha suelen coincidir es en la cosa esta de la corrupción. Ambas facciones coinciden en que, para corruptos de verdad… los otros. Lo cierto es que corrupción y la incompetencia, que suelen ir unidas, afectan por igual a políticos de cualquier ideología y de cualquier país, quizá con alguna excepción en el Atlántico norte o a orillas del Báltico. En Ucrania, por ejemplo, su presidente acaba de cesar a un número importante de altos cargos que, en plena guerra, se estaban aprovechando de la ayuda exterior y con complicidad exterior. Y aquí mismo, sin ir más lejos… pero bueno, mejor lo dejamos para otro día que me he quedado sin espacio.
Enviado a ECA 27/01/2023
Otra tienda cerrada.
Esta se dedicaba a la venta a granel de productos de limpieza, una actividad que debería estar subvencionada, y estaba en el Coso. Tampoco ha podido aguantar más el incremento de los costos y la bajada de las ventas y finalmente se ha rendido. Una más de las muchas que han desaparecido en estos años, al socaire de las grandes superficies, parece que en Barbastro hay nueve, y de las ventas por Internet. Otra puerta cerrada y una luz apagada, más oscuridad y menos gente por las calles. Aún hay quien abomina de la inmigración, pero los inmigrantes parecen ser los únicos a los que aún les queda un poco de iniciativa y de ganas de seguir apostando por el comercio local. El Ayuntamiento, este y los anteriores, son algo completamente inútil, dedicado, como toda la administración pública, a la recaudación de tributos, a poner pegas cuando no a torpedear directamente cualquier iniciativa y a dejar que el pueblo vaya cayendo en la degradación y en la ruina. No hay mucha diferencia, urbanísticamente hablando, entre el Barbastro de hoy y el de los años 60, ne este ayuntamiento ni los anteriores han servido para mucho en ese sentido, pero entonces el centro estaba habitado, las tiendas estaban abiertas, el mercado de frutas y verduras funcionaba todo el año y la ciudad era prácticamente autosuficiente. Hoy el centro está abandonado, las tiendas se cierran, la mayor parte de la huerta ha desaparecido y dependemos completamente de que alguien llene todos los días las estanterías de los supermercados. Es verdad que tenemos un hospital que no teníamos y que vamos a tener un centro de salud nuevo, pero ya veremos si también tenemos los médicos necesarios. En un entorno de escasez generalizada de profesionales de la medicina, ya veremos cuantos son los que quieren venir a vivir aquí.
miércoles, 11 de enero de 2023
De aquellas comedias, estas tragedias.
Han pasado 14 años pero parece que fue ayer.
A vueltas con la gripe del pollo (publicado en enero de 2006) (pulsar)
viernes, 30 de diciembre de 2022
Fin de... año
Vi una película, hace unos días, en la que la
protagonista, a causa de un accidente dejaba de envejecer, se veía obligada a
cambiar periódicamente de residencia y tenía que hacer pasar a su hija por su
madre. Otro accidente devolvió las cosas a la normalidad y la protagonista, una
vez localizada la primera cana, se casó con el hijo o el nieto de su primer
amor y fueron felices y comieron perdices hasta, esto no salía en la película,
pero era obvio, que fallecían y descansaban para siempre. Yo hubiera preferido
otro final, pero las películas tienen que acabar en algún momento y no pueden gestionar
acontecimientos lineales, así que los guionistas optaron por no complicarse la
vida y matar a la protagonista, único final que conservaba el orden natural de
las cosas y permitía poner la palabra FIN al cabo de la hora y media o dos que
duraba la película.
Porque lo natural,
efectivamente, es envejecer, con suerte, y, en todo caso, morirse tras un
tiempo razonable. A mí lo de no envejecer me hacía, ya no, claro, cierta
ilusión, sobre todo por una interpretación, quizá demasiado literal, del viejo
proverbio chino que recomienda sentarse a la puerta de casa para ver pasar el
cadáver de tu enemigo. Pero si uno envejece, a partir de cierta edad lo que
ocurre es exactamente lo contrario. Cada vez que pasas por delante de según
quien, sobre todo si está sentado en la puerta de su casa, no puedes evitar
preguntarte, ¿qué estará esperando este desgraciado?
En fin, bromas aparte, estamos asistiendo al final del
año 2022 de la era cristiana y a punto de empezar el 2023. Digo esto, no porque
tenga demasiada importancia, sino porque, en tiempos de tanta incertidumbre
como los que nos ha tocado vivir, bien está contar con alguna certeza más,
además de la apuntada en el párrafo anterior. Al final del verano cualquiera
hubiera dicho que el otoño iba a ser poco menos que un anticipo del apocalipsis,
con la inflación desbocada, la guerra en Ucrania transmutada en guerra nuclear mundial
y la economía occidental definitivamente hundida, víctima de nuestros excesos y
de algún error en el suministro de recursos. Evidentemente, las cosas no han
ido, aún, por ahí, y los españoles de a pie, esos para los que dice trabajar el
presidente del actual gobierno, han salido pitando a las carreteras, estaciones
de ferrocarril y aeropuertos para ocupar, según las recurrentes noticias de
todos los medios, el 80, 90% y 100% de las plazas disponibles en hoteles,
restaurantes y chiringuitos diversos en los pueblos y las ciudades, el mar o la
montaña, con la única condición de estar lejos del lugar de residencia
habitual.
Mientras llegaban las vacaciones, nuestra esforzada clase
política ha dedicado largas jornadas laborales a legislar sobre las cuestiones
más pintorescas, la mayoría de las cuales, cosas de la edad y del poco tiempo
que probablemente me quede para disfrutar del país que nos están dejando, me
importan más bien poco. Quizá lo más sorprendente sea una ley, no recuerdo el
nombre, que supera una de las pocas limitaciones impuestas al poder del
parlamento británico. Uno de sus viejos manuales sostenía que el parlamento podía
hacer cualquier cosa, menos convertir a un hombre en una mujer. Bah, cosas de
los ingleses y de la edad media.
Bueno, pues volviendo a lo del final de año, el caso es que parece que los americanos van a intentar volver a la luna y que lo de la fusión nuclear estará listo, ¡sorpresa!, dentro de -otros- 25 años. Mientras tanto, entre Barbastro y Monzón se va a perforar, según publicaba El Periódico del 18 de este mes, una reserva de hidrógeno puro que, por lo visto, ya se descubrió en los años 60 del pasado siglo y que es, naturalmente, la primera de Europa. El 18, sí, no el 28. Tengan un feliz 2023, mantengan un razonable escepticismo, conserven a los amigos que aún les queden y procuren estar a prudente distancia de los que cantan por las mañanas.
Publicado en ECA 30/12/2022
viernes, 23 de diciembre de 2022
El paso del tiempo
El tiempo pasa, ni despacio ni deprisa, a razón de 60 minutos por hora, de día y de noche, en invierno y en verano. No todo el mundo, sin embargo, y sobre todo, no a todas las edades ni en todas las circunstancias, tiene la misma percepción del paso del tiempo. Mi teoría es que, a falta de una mejor, utilizamos, de manera inconsciente pero precisa, como unidad de medida temporal una parte, proporcionalmente manejable, de lo que percibimos como tiempo transcurrido desde el momento en que adquirimos la consciencia de que el tiempo pasa. La unidad, así definida, es relativamente pequeña en las primeras etapas de nuestra vida y, también relativamente, grande en las últimas. En un año, en un mes, en un verano… cabrán muchas más unidades de los 8 años de edad, que de los 70 y, en consecuencia, en esa primera etapa de la vida el tiempo transcurrido, en un período determinado, es percibido como considerablemente más largo que en la última.
miércoles, 16 de noviembre de 2022
El estado de la ciudad
necesariamente mala, para volver a la agitación de los 80 y 90. La renuncia de algunos
concejales, los desencuentros con funcionarios y la falta, aparente pero clamorosa, de un
proyecto identificable de ciudad, vuelven a atraer la atención de las gentes del común,
tampoco demasiada en realidad, sobre un órgano de gestión que llevaba algún tiempo
pasando casi desapercibido. Cosa esta que tampoco es necesariamente buena.
Barbastro ha sido, probablemente aún lo es, una ciudad con múltiples facetas: comercial,
agrícola, universitaria, episcopal, literaria, militar, industrial, turística, hospitalaria, ferroviaria…
Algunas se han quedado en el camino y probablemente para siempre, pero la economía y la
distribución de recursos escasos son, en definitiva, un juego de suma cero y la experiencia ya
debería habernos enseñado que lo que nosotros perdamos, por dejadez o por lo que sea, otros
lo encontrarán. Y no muy lejos de aquí. Es cuestión de no perder nada más y de potenciar lo
que nos queda, que aún es mucho.
El envejecimiento de la población, las secuelas de la pandemia y la falta de médicos están
estresando, no sólo en Barbastro, un sistema de salud también bastante envejecido y
afectando a un hospital, el nuestro, que desde el principio, allá por los 80, ya se veía con recelo
desde los órganos de decisión de la capital. Los médicos son, desde luego, el elemento más
importante del sistema, aunque sea necesario disponer de instalaciones y medios adecuados,
y la escasez de profesionales será, lo es ya, el mayor problema, no su competencia ni su
dedicación, como sugieren en determinados medios para sacarse el problema de encima. En
Francia, en Inglaterra, en Alemania… les pagan mejor y, según dicen los que de vez en cuando
salen por televisión, les permiten trabajar en condiciones más dignas tanto para ellos como
para sus pacientes. ¿Cómo se puede resolver eso? Pues difícilmente, estoy de acuerdo, pero se
podría empezar por detener el deterioro urbano de la ciudad y hacerla más vivible.
Para pedir a profesionales cualificados, y no sólo en el ámbito de la medicina, que construyan
aquí su proyecto de vida hay que proporcionarles y de paso proporcionarnos, un entorno lo
más digno posible y unos servicios suficientes y de calidad. Hoy por hoy, a los propietarios de
edificios en el centro les sale más a cuenta irse a vivir al extrarradio y dejar que sus casas se
deterioren y arruinen, que mantenerlas en condiciones. Los constructores, con notables y
honrosas excepciones, también prefieren construir en las afueras que arrostrar las dificultades
y los gastos de hacerlo en el centro que, como consecuencia, se va deteriorando cada vez más.
En la calle General Ricardos, la arteria principal de la ciudad, hay algunos establecimientos con
sus actuales titulares en edad de jubilación y sin relevo aparente. No es difícil imaginarse el
aspecto que tendrá la calle si finalmente se ven obligados a cerrar. Ya hay ejemplos en la
misma y en otras zonas comerciales de la ciudad.
Un día de estos habrá un debate sobre el estado de la ciudad, una interesante novedad que
quizá llegue un poco tarde, dada la proximidad de las elecciones, pero que, aun así, no es algo
superfluo. Será, sin duda, una forma de descubrir que idea de ciudad tienen los concejales, si
tienen algún proyecto y las causas de la parálisis actual que, de todas formas, viene de largo.
También es posible, como no, que el debate se sustancie en un intercambio de reproches y en
la aprobación, en el mejor de los casos, de propuestas de corto recorrido y nulo interés
estratégico, pero hay que dar un voto de confianza, tanto al gobierno como a la oposición, y
suponer que, lo que en realidad se proponen, es mejorar la ciudad. Pero ya veremos.
martes, 18 de octubre de 2022
Otoño 2022
Cuando yo era muy joven, pongamos que hace más de 60 años, leí un libro de Julio Verne que me impresionó bastante, De la Tierra a la Luna, escrito en 1865, 104 años antes de que Neil Armstrong pusiera el pie en nuestro satélite. La novela describía los esfuerzos de un grupo de artificieros del ejército estadounidense para reutilizar la tecnología balística utilizada en la recién terminada guerra civil y construir un artilugio capaz de vencer la gravedad terrestre y viajar hasta la Luna. No pisaron la Luna, creo, pero consiguieron orbitarla y volver a la Tierra. En 1968 se estrenó la película 2001, una odisea en el espacio, dirigida por Stanley Kubrick, en la que se cuenta como una inteligencia extraterrestre induce, o enseña, a un grupo de monos escandalosos, que se pelean a gritos junto a una charca de agua estancada, a utilizar sus extremidades superiores para manejar una estaca con la que romper la cabeza a sus semejantes. Aparentemente esto fue el principio de un largo proceso evolutivo que culminó en el Homo Sapiens, capaz de construir una nave con la que salir al encuentro de sus benefactores, cosa que ocurre al final de la película.
En fin, todo esto viene a cuento de que,
durante bastante tiempo, pensábamos que la evolución nos iba a permitir
abandonar este valle de lágrimas por una vía distinta de la habitual y
colonizar primero el sistema solar y después… ¿quién sabe? Había que superar serios
inconvenientes como la gravedad, la falta de fuentes de energía adecuadas o de atmósfera,
las distancias a recorrer y los límites físicos a la velocidad alcanzable… pero
en las películas y en las novelas de Asimov, Bradbury y otros, todo eso era peccata
minuta. El final de la guerra fría, con la descomposición de la Unión Soviética
y el fin de la carrera espacial puso fin a los viajes al espacio, salvo los
necesarios para mantener una compleja red de satélites de comunicaciones,
espionaje y control de la población que aún siguen ahí. La evolución, gracias
también a la tecnología militar estadounidense, fue por otro camino.
Los computadores primero y los protocolos
desarrollados por la agencia de proyectos avanzados de defensa (DARPA) de Estados
Unidos, llevaron a Internet y a una revolución cuyos efectos empezaron a
notarse en los años 90 y que hoy ha cambiado, no necesariamente para bien, y en
poco más de 30 años, nuestra forma de informarnos, comunicarnos, leer, aprender
y, en definitiva, de ver el mundo. Una revolución basada, también, en la
disponibilidad de energía fósil abundante y barata, en los descubrimientos
científicos de los siglos XVIII y XIX y en la religión del crecimiento, aunque
cuando Dios dijo aquello de creced y multiplicaos, probablemente, creía
que no pensábamos pasarnos la vida en este pequeño y redondo planeta, ni que
nos tomaríamos tan al pie de la letra lo de multiplicaos. Este otoño llegaremos
a 8000 millones, si la guerra en el este de Europa no lo impide, con muchos de
los activos que nos han traído hasta aquí seriamente comprometidos. No sé si
saldremos del carajal en el que estamos metidos, espero que sí, pero hace
tiempo ya que estamos consumiendo los recursos de un futuro que parecía más
lejano de lo que estaba en realidad.
Esta mañana he leído la carta de dimisión de la jefa de oncología del Hospital de Barbastro, un servicio del que la ciudad podía sentirse, hasta no hace mucho, legítimamente satisfecha. La razón, la sostenida e insoportable falta de medios para atender a sus pacientes. Una más de las muchas cosas que están pasando y que no deberían pasar.
ECA 21oct2022
miércoles, 12 de octubre de 2022
miércoles, 21 de septiembre de 2022
El plan de contingencia
La ministra Ribera, con competencias sobre la transición ecológica y el reto demográfico, propuso hace unos días, meses ya, elaborar, contando con los autoproclamados agentes sociales, empresas eléctricas y gasistas, etc., lo que con toda propiedad llamó un plan de contingencia en el que, es de suponer, se discutirían las posibles acciones a emprender en el caso, parece que probable, de que el acceso a la energía se encarezca o se complique algo, bastante o mucho.
En la nota de prensa publicada por el MITECO, a propósito de la primera de las reuniones que la ministra ha mantenido con este propósito, se aseguraba que España no afronta problemas de seguridad de suministro, pero que debe prepararse para un posible escenario de escasez de gas en la UE durante los próximos meses y, a continuación, delimitaba los objetivos del plan: “El Plan de Contingencia girará sobre tres ejes: uso inteligente de la energía, sustitución de gas por electricidad y otros combustibles y medidas de solidaridad con los socios europeos” o leyendo entre líneas, que el problema lo van a tener otros, pero aquí estamos nosotros para ayudar a quien lo necesite.
Dejando aparte la dificultad técnica de diseñar algo que gire sobre tres ejes, el problema de los redactores de este tipo de notas es que deben decir lo menos posible, o mejor aún nada, con la mayor cantidad de palabras y eso, precisamente, es lo que no ha conseguido el autor de ésta. El plan de contingencia parece estar centrado en el gas, para seguir la estela de las sanciones y contra sanciones a y de Rusia, que podrá ser sustituido, dice, por electricidad y otros combustibles (sic). Lo de los otros combustibles no lo acabo de entender: ¿petróleo, carbón, madera …? y lo de la electricidad tendrá que ver, supongo, con que la Comisión Europea, en un alarde de posibilismo haya declarado verde a la energía nuclear y, de paso, también al gas. En fin, ya veremos en qué se traduce, si es que finalmente el plan llega a ver la luz, lo del uso inteligente de la energía y las medidas de solidaridad con los socios europeos. El optimismo que no falte.
En cualquier caso, los planes de contingencia que pueda elaborar este gobierno no me tranquilizan demasiado, la verdad. La última noticia sobre este asunto, publicada en la Web de la Moncloa en torno al 7 de septiembre, se parece mucho a la primera, publicada a mediados de julio: la ministra se reunirá, otra vez y con el mismo objeto, con consumidores, sindicatos y empresas del ramo. Si el otoño va a ser durísimo, como nos adelantó otra ministra, la de defensa en este caso, que, al menos en teoría, debería estar entre las personas mejor informadas del país, entonces el plan de contingencia debería encontrarse en una fase algo más avanzada, habida cuenta de que, cuando tengan este semanario en sus manos, el verano habrá terminado o le quedarán unas pocas horas (a las 3:04 del viernes 23, la distancia al Sol será la misma para los dos polos terrestres y empezará el otoño astronómico en el hemisferio norte).
Me parece más interesante e incluso más realista, un plan de contingencia local, pero aquí somos bastante reacios a elaborar planes a largo o incluso a medio plazo. Además, son ya muchos años de anunciar la llegada del lobo, sin que el lobo llegue y nuestras autoridades están ya curadas de espanto, sobre todo una vez que han comprobado que festivales, ferias y fiestas han vuelto con renovados bríos, muy a pesar de los agoreros que las daban por desaparecidas.
Curadas de espanto, carentes de imaginación -en España la imaginación no cotiza en política- y con las próximas elecciones como único horizonte, bastante han hecho, los que lo hayan hecho, con elaborar un plan estratégico por el ingenioso, sencillo, barato y hasta agradecido procedimiento de recoger y compilar las sugerencias de la gente. El riesgo es que la gente se pregunte que para qué sirve tener un gobierno, de cualquier nivel, si al final las ideas tienen que ponerlas ellos. Conviene, sin embargo, tranquilizarlos en ese aspecto. El gobierno puede parecer, a veces, innecesario, pero, desde luego, es inevitable[1].
Un hipotético plan de contingencia estaría orientado a prever y, a ser posible, minimizar, los efectos de una crisis coyuntural grave, el durísimo otoño que anunció Margarita Robles, y que puede derivar en una aceleración incontrolada de la pérdida de complejidad del sistema, con la consiguiente destrucción de los enlaces y conexiones que lo mantienen en funcionamiento y que, al menos en parte, ya ha comenzado. No hay más que mirar a nuestro alrededor para constatar que muchas cosas que, hace sólo unos pocos años, funcionaban razonablemente bien o al menos estaban ahí, y no me refiero sólo a la cosa pública, han dejado de hacerlo o han desaparecido y no parece que, a corto plazo, vayan a recuperarse.
Bajo ciertas condiciones, una población de tamaño medio, como Barbastro, podría disponer, en una emergencia, de una importante ventaja comparativa respecto a las grandes ciudades siempre y cuando, claro, dispusiera de un plan auspiciado por el Ayuntamiento, con o sin la colaboración de otras administraciones públicas o entidades privadas como la Cruz Roja, la Iglesia o colectivos ciudadanos sin afiliación. Se puede elucubrar todo lo que se quiera sobre el contenido ese plan, pero no hay mucho tiempo ni tampoco necesidad de inventar nada. Hay ciudades, sobre todo en el mundo anglófono, que cuentan desde hace tiempo con documentos muy elaborados y actualizados. No hay más que copiarlos o utilizarlos como plantilla y adaptarlos, pero, básicamente, habría que intentar garantizar un reparto equitativo de los alimentos y el combustible disponible, la atención a los niños, los enfermos, los mayores y los discapacitados, el acceso a los hospitales y centros de salud, el funcionamiento de los servicios de policía, el mantenimiento del orden y unas pocas cosas más.
También es posible que la guerra en Ucrania acabe pronto y bien, aunque no consigo imaginar cómo; que el gas y el petróleo vuelvan a fluir a precios razonables como consecuencia de lo anterior; que la inflación se estanque o remita; que no aparezcan más pandemias; que Europa no se rompa del todo y que la economía real consiga reparar, aunque sea temporalmente y sólo en parte, las conexiones rotas, que el gobierno deje de anunciar el apocalipsis y la solución en el mismo día y que salgamos del otoño con la cartera todavía en el bolsillo. Si fuera así, la sorprendente resiliencia del sistema nos habría dado otra prórroga que podríamos aprovechar para estar preparados cuando el cielo caiga sobre nuestras cabezas. O para organizar las fiestas del año que viene. Pero en realidad, a estas alturas la única actividad verdaderamente necesaria, aunque en modo alguno suficiente, para evitar el colapso sería incrementar, hasta donde fuera posible, el nivel de sapiencia, que no es lo mismo que de conocimiento o inteligencia, de la mayoría. Feliz comienzo del otoño.
[1]
Government: Unnecessary but Inevitable, Randall G.
Holcombe, DeVoe Moore Professor of Economics at Florida State University.
jueves, 18 de agosto de 2022
El baile
Me decía un amigo que tenía la desagradable impresión, cada vez más difícil de ignorar, de que todo se estaba descomponiendo a su alrededor. Como ejemplo no citaba la seguridad social, seriamente tocada por la inefable gestión de la pandemia, ni el desastre ferroviario provocado por el robo de unos metros de cable. Todo eso y algunas cosas más, como la guerra, la sequía, la subida de precios, la vuelta de las fiestas patronales o la crisis energética, le parecía importante y desde luego, muy preocupante, pero, según él, el síntoma más evidente de que todo se va a…, es el baile del alcalde de Vigo.
El baile en cuestión, que insistió en
enseñarme en su móvil, no es ni más ni menos extravagante o extemporáneo que
los concursos de bombillitas de navidad que este hombre organiza cada año, la
entrevista del alcalde de Madrid con dos bromistas rusos o, por apuntar algo
más alto, las gansadas de varios presidentes de Estados Unidos, antes, durante
y después de ejercer como tales, pero sirve para plantearse alguna cuestión
interesante sobre el modelo de gobierno que tenemos y que, grosso modo, se
conoce como democracia representativa. A mi amigo le parecía dudoso, por ejemplo,
que comportarse en público como un imbécil, y más de manera reiterada, fuera
compatible con la capacidad de llevar a cabo una gestión medianamente
responsable de la pequeña isla de baja entropía, mantenida cada vez con más
dificultad y a base de quemar primero árboles y después carbón y petróleo, en
la que habitamos.
Desde luego, no lo parece, que sea
compatible, quiero decir, pero es igual porque nadie plantea la cuestión en
esos términos y, además, también podríamos preguntarnos, aunque sea de manera
retórica, si exhibir en público un comportamiento que mi amigo y seguramente
alguno más, considera propio de imbéciles, es compatible con ganar, por mayoría
absoluta y reiteradamente, unas elecciones. La respuesta, evidentemente, es que
sí y por tanto la pregunta anterior carece de interés y la opinión de mi amigo
sobre lo que es o deja de ser propio de imbéciles también.
A mí me parece más interesante, puestos a
divagar, establecer hasta qué punto el comportamiento de un sistema termodinámico,
esta civilización, sujeto a unas leyes fundamentales que hemos enunciado, pero
no establecido y que no podemos modificar, puede verse afectado por decisiones
tomadas en Washington, Madrid o Vigo o por un discurso económico o político contingente,
cuyo contenido es generalmente ajeno a esas leyes. La respuesta es, seguramente,
ambigua. El sistema camina, como nosotros,
hacia un final que podemos acelerar, que quizá estemos acelerando, pero que no
podemos retrasar ni, por supuesto, evitar.
Mientras tanto, que el alcalde de Vigo baile o deje de bailar es, comparado con lo que dicen que se nos viene encima este otoño, algo insignificante.
Publicado en ECA 19082022
jueves, 28 de julio de 2022
Diálogos para besugos V
- Hola, me alegro de verle.
- Bueno, yo estaba alegre cuando lo he visto.
- Estupendo. Pues ya estamos los dos alegres.
- No, yo no. He dicho que estaba alegre cuando lo he visto. Ahora ya no lo estoy.
- Caramba. ¿Quiere decir que verme a mí le ha quitado la alegría?
- Pues sí, exactamente así ha sido.
- Bueno, si usted lo dice. En todo caso eso tiene fácil solución. No parece que llevemos el mismo camino así que dejaremos de vernos en un momento.
- Sí. Lo estoy deseando.
- Pues nada, adiós.
- Ya que me ha quitado la alegría podría, al menos, disculparse.
- ¿Usted cree? No hay problema, me disculpo.
- Así, ¿sin más? ¿le parece suficiente?
- Me ha pedido una disculpa y, aunque no acabo de ver por qué, me disculpo. Debería, efectivamente, ser suficiente.
- Extraordinario. Le ha quitado a un hombre la alegría y no ve por qué tendría que disculparse. Me está pareciendo usted bastante canalla, la verdad.
- ¿Canalla? Creo que ahora es usted el que tendría que disculparse. Yo no le he insultado a usted.
- Ni yo a usted tampoco. Llamarle canalla es sólo una definición, no un insulto.
- Bueno, ya está bien. No voy a disculparme ni a seguir hablando con usted. Qué tenga un buen día y... Oiga… ¿Qué hace con esa pistola? ¿Por qué me apunta? ¡Socorro, policía!
- …
- Se encuentra uno con todo tipo de gente en estos lugares. Bueno, por lo menos ese canalla ya no le quitará la alegría a nadie más.





