viernes, 12 de febrero de 2010
El pico de petróleo en la prensa (II)
martes, 9 de febrero de 2010
El pico de petróleo en la prensa (I)
El suministro de petróleo está controlado por acontecimientos, de un pasado geológico remoto, que son inmunes a la política. Colin Campbell ASPO founder.
sábado, 6 de febrero de 2010
A modo de justificación
De vez en cuando recibo correos de lectores —en general amables, aunque discrepantes— que señalan inconsistencias o contradicciones en lo que escribo. El último mensaje que he leído me preguntaba, con cierta ironía, qué demonios saco de difundir una visión tan pesimista de la política y, según él, de la vida en general.
La respuesta es sencilla: no saco nada. Y lo de “difundir” es una forma de hablar. Por lo que sé, mis textos los leen, de vez en cuando, dos o tres personas que me escriben y media docena que conozco, pero que no comentan nada en público. No tengo contador de visitas, así que ignoro si entra alguien más. En cualquier caso, mi capacidad de “propagación” es tan limitada como mi interés en propagar nada.
También se me reprocha que el blog no permita comentarios. Es cierto, y no es casualidad. Escribo por el placer de escribir, por releerme pasado un tiempo y contrastar mis palabras con la realidad. También para pensar en voz alta sobre cuestiones que me preocupan —la energía, la economía o la política— pero no para entrar en debates interminables. Para discusiones técnicas sobre temas como el peak oil o la reforma monetaria hay excelentes espacios como ASPO o The Oil Drum. Ni la energía ni la economía son mi especialidad, aunque me interesan lo suficiente como para reflexionar libremente sobre ellas.
Aun así, he dejado un correo de contacto. Un blog totalmente ajeno a cualquier forma de retroalimentación me parece contrario al espíritu de Internet. Ahora bien, apenas abro esa cuenta y los mensajes recibidos —siete en total, cuatro de la misma persona— rara vez requieren respuesta. Alguno, eso sí, me ha inspirado un tema.
Es posible que en mis textos haya contradicciones. No pretendo ser un especialista, y la realidad es tan cambiante que mantenerse siempre en un mismo punto de vista no solo es difícil: es, en ocasiones, desaconsejable. Tampoco soy un pesimista todo el día, ni mucho menos un optimista. Simplemente describo las cosas como las veo, sin que el optimismo o el pesimismo jueguen papel alguno.
Otra cosa es que gobiernos, empresarios o prensa consideren necesario contar cuentos diarios para que los inversores no guarden su dinero y la bolsa siga creciendo sin límite. Ese es su problema, y el de una política monetaria global absurda, que nos empuja a sostener un crecimiento continuo e insostenible. Terminará afectándonos a todos, pero no hay nada que yo pueda hacer para evitarlo.
viernes, 5 de febrero de 2010
Dos imágenes...
lunes, 1 de febrero de 2010
Victory Gardens
viernes, 29 de enero de 2010
Jubilación y pensiones
martes, 26 de enero de 2010
Gestión de riesgos (o algo parecido)
martes, 19 de enero de 2010
Gobierno: innecesario pero inevitable.
jueves, 14 de enero de 2010
Reflexiones, desordenadas, sobre el ¿final? de la crisis
Por otra parte los brotes verdes no son tantos ni tan verdes. La venta de automóviles en los Estados Unidos y el índice de paro no son tan alentadores como se nos ha venido contando, en realidad, nada es como se nos ha venido contando y la escalada de la bolsa tiene, como de costumbre, más que ver con la especulación y con los planes de rescate de entidades financieras y empresas en crisis, miles de millones de dinero público, que con ninguna otra cosa. Planes de rescate que han dejado claro que, si las crisis fueran sólo lo que esta parecía en un principio, no habría ningún problema. El dinero ahora no cuesta ni el precio del papel donde está impreso. De hecho, ni siquiera se imprime, basta con anotar la cantidad que se quiera en la pantalla de un terminal, de algunos terminales, claro, el suyo no sirve, para tener a mano todo el dinero necesario para solucionar cualquier problema, excepto el de la deuda y de este último, que es muy grave, no hay que preocuparse: Las deudas que no se puedan pagar, no se pagarán y ya veremos con qué consecuencias. Islandia podría sentar un interesante precedente.
En cuanto a la otra crisis, la real, la que se presenta como consecuencia de la imposibilidad de sostener un crecimiento exponencial de la explotación de los recursos naturales, la cuestión está sólo en establecer la velocidad con que va a manifestarse y, como ya he dicho en otras ocasiones, en si nos va a golpear a nosotros o a nuestros descendientes y en este último caso ya se preocuparán ellos. En torno a cuestiones tan vitales como las reservas de petróleo, las tasas de retorno, el estado de la red eléctrica o el costo real de las energías renovables nos movemos en el terreno de la especulación y la fantasía, atentos sólo a los beneficios inmediatos y a mantener la ilusión de que este estado de cosas se puede mantener indefinidamente. Los mismos medios de comunicación y los mismos gobiernos que han propiciado, por segunda vez, una extravagante situación de alarma a cuenta de una supuesta mutación del virus de la gripe, ignoran deliberadamente todas las alarmas que se van encendiendo en relación con nuestra dependencia del petróleo y otras cuestiones energéticas y medioambientales. La razón es cada vez más evidente. En el primer caso, la alarma ha servido para incrementar los beneficios de las grandes empresas farmacéuticas y en el segundo, cualquier crisis de confianza podría afectar negativamente las expectativas de un crecimiento cuya continuidad es básica para sostener todo el tinglado.
Y en cuanto a la crisis y su aparente pérdida de virulencia en estos últimos meses, los indicios de que puede no ser cierto que haya pasado lo peor no son, en absoluto, despreciables y la frivolidad con la que nuestros políticos se refieren a la inminencia de la recuperación, inspira cada vez menos confianza y el hecho de que los causantes directos de la crisis financiera, la de mentira pero con consecuencias reales para un montón de gente, hayan salido de rositas tampoco ayuda a confiar en el futuro.
martes, 12 de enero de 2010
La función exponencial
Si una magnitud determinada crece a una tasa del x% anual, esa magnitud se duplica cada 70/x años. Imaginemos ahora, una botella en la que introducimos una bacteria o cualquier tipo de bicho que se reproduzca por algún procedimiento similar a la división celular y supongamos, en consecuencia, que el número de bacterias se duplica cada minuto y que al cabo de una hora la botella está llena. Si el proceso empieza a las 11:00 ¿En qué momento las bacterias se darán cuenta de que se les acaba el espacio?. A las 11:55 más del 96% de la botella estará vacía. A las 11:59 todavía dispondrán de la mitad de la botella, pero un minuto después, a las doce en punto, ocuparán todo el espacio disponible. Si intentamos solucionar el problema proporcionándoles otra botella ¿cuánto tiempo tardarán en llenarla también? A las 12:01 la segunda botella estará llena y a las 12:02 habrían llenado, si las tuvieran, otras dos botellas.
Esto puede dar una idea de lo que supone, en un entorno finito, impulsar el crecimiento, en cualquier tasa y de la imposibilidad real de sostener ese crecimiento más allá de unas pocas docenas de duplicaciones. Ahora un caso real, el crecimiento de la propiedad de vehículos de motor en manos de los chinos:
¿Por cuánto tiempo podremos sostener esta tasa de crecimiento antes de que el petróleo, o los materiales necesarios para construir automóviles, o el espacio necesario para que circulen se agote? ¿Por cuánto tiempo podrá sostenerse esa tasa, o cualquier otra, de crecimiento?. El problema, de los que planifican el crecimiento,sobre todo, es que confunden la posibilidad, real, de hacer crecer exponencialmente la masa monetaria, lo que no tiene ningún problema ya que el dinero nos lo inventamos, con la posibilidad, ilusoria, de hacer lo mismo con los recursos naturales.
Los datos son de la Oficina Nacional de Estadísticas de la República Popular China y el gráfico de Stuart Staniford
domingo, 10 de enero de 2010
Más sobre la pandemia que nunca existió
sábado, 9 de enero de 2010
Sorry, I'm a doomer.
If you cannot bring good news, then don’t bring any!
The Peak Oil Crisis: 2010 An annus horribilis
miércoles, 6 de enero de 2010
El ocio, de los otros, como recurso
Año Nuevo ¿Vida nueva?
viernes, 1 de enero de 2010
ZP presidente, de turno, de la Unión Europea.
domingo, 27 de diciembre de 2009
Reforma monetaria (I)
sábado, 26 de diciembre de 2009
Drôle d'hiver
lunes, 21 de diciembre de 2009
Nieva, pero poco.
domingo, 20 de diciembre de 2009
Copenhague 2009
lunes, 14 de diciembre de 2009
Optimistas que somos.
sábado, 12 de diciembre de 2009
Un poco de niebla sobre el río.
Democracia (III)
jueves, 10 de diciembre de 2009
Pico de Petróleo (II)
En Inglaterra, a finales del siglo XIX, se produjo una combinación de factores —entonces visibles a escala local— similar a la que hoy amenaza con complicarnos la vida. El uso masivo de carbón en la industria, la calefacción y el transporte ferroviario había vuelto irrespirables las ciudades industriales. Incluso Londres vivía bajo un smog que se confundía con su niebla tradicional. Al mismo tiempo, la mayoría de los grandes yacimientos había superado su pico de producción y entraba en una decadencia irreversible.
Hoy, a escala global, afrontamos la amenaza del cambio climático, supuestamente provocado o acelerado por las emisiones de dióxido de carbono derivadas, en gran parte, de la combustión de productos petrolíferos. Y simultáneamente encaramos la madurez e incluso el agotamiento de los principales yacimientos de petróleo, un recurso no renovable del que depende cerca del 90% de la producción energética actual.
Las coincidencias son claras, pero también lo son algunas diferencias. La más obvia es que la caída de producción en las minas inglesas y escocesas podía compensarse fácilmente con carbón procedente de las colonias o comprado en regiones donde aún era abundante. Nada equivalente existe para afrontar una escasez global. Otra diferencia es que, a finales del siglo XIX, ya despuntaba un sustituto del carbón: el petróleo, más eficiente, más limpio y con mayor densidad energética. Hoy no disponemos de una alternativa viable a corto o medio plazo para la mayoría de los usos de sus derivados.
La transición del carbón al petróleo nunca fue completa. El carbón sigue siendo, junto con el gas natural, una fuente esencial para la generación eléctrica en centrales térmicas. Pero el petróleo —y en especial la gasolina— encontró de inmediato su lugar en los motores de combustión interna, campo en el que el carbón era inútil. Además, en el siglo XIX la dependencia del carbón, aunque elevada, no era absoluta. Hoy, en cambio, la del petróleo sí lo es en la práctica, debido a una globalización que exige transporte barato, al enorme aumento demográfico impulsado por la energía accesible que el petróleo ha proporcionado —población que deberá seguir alimentándose incluso cuando escasee— y a la presión monetaria por sostener un crecimiento económico continuo.
continuará...

