sábado, 6 de febrero de 2010

A modo de justificación

De vez en cuando recibo un correo, de un desconocido y en general amable comunicante, que suele discrepar, casi totalmente, de lo que yo escribo y que, incluso, ha dedicado tiempo a localizar varias inconsistencias o contradicciones en el blog. En el último mensaje, que acabo de leer, se preguntaba que qué demonios sacaba yo de propagar una visión tan pesimista de la política y, según él, de la vida en general. Bueno, yo no saco nada, claro, y lo de propagar será una manera de hablar. Que yo sepa, esto lo leen, supongo que ocasionalmente, dos, quizá tres personas que me escriben alguna vez y media docena, a lo sumo, que no escriben pero que conozco y me dicen que entran de cuando en cuado. Como no tengo contador de visitas, no tengo la menor idea de si entra, o no, alguien más. En todo caso seguro que mi capacidad de propagación, acorde con mi escasísimo interés en propagar nada, es bastante limitada. También me reprocha que no se puedan hacer comentarios. Bueno, yo escribo por el placer de escribir y para leer, al cabo de un tiempo, lo que he escrito y compararlo con la realidad y también para reflexionar, en voz un poco más alta que si me guardara los textos en mi computador, sobre algunas de las cuestiones que me preocupan, como la energía, la economía o la política, pero no para discutir con nadie. En todo caso estas notas no tienen pretensiones de carácter técnico, lo que justificaría, quizá, que hubiera comentarios, porque me parece que la cuestión técnica, en temas como el peak oil o la reforma monetaria está muy bien tratada en bastantes lugares de Internet, como ASPO, The Oil Drum y otros y porque ni la energía, ni la economía, son mi especialidad, aunque me preocupan y no me importa divagar sobre ellas. No obstante, he dejado la dirección de correo porque un blog completamente ajeno a cualquier forma de realimentación me parece una contradicción con el espíritu de Internet, pero, ni abro esa cuenta todos los días ni los mensajes que hasta ahora han llegado, siete, exactamente, de los que cuatro son de la misma persona, requieren, en realidad, respuesta, aunque alguno de los temas que he tratado me ha sido sugerido por ellos. Y volviendo al principio, pues es posible que haya inconsistencias y contradicciones. Ya he dicho que no pretendo ser un especialista y además, esta realidad es tan cambiante que resulta imposible, o al menos desaconsejable, mantenerse en un único punto de vista. Y tampoco soy exactamente un pesimista, o no todo el día, menos aún un optimista. Las cosas son como son y yo escribo sobre como las veo y ni el optimismo, ni el pesimismo juegan aquí ningún papel. Otra cosa es que el gobierno, los empresarios o la prensa crean que hay que contar cuentos, todos los días, para que los inversores de dentro y de fuera no se guarden el dinero en casa y la bolsa siga subiendo hasta el infinito. Ese es su problema y el de la estúpida política monetaria actualmente vigente en el mundo, que nos obliga a sostener un insostenible crecimiento continuado y acelerado. No el mío. Bueno, también acabará siendo el mío, claro, y el de todos, pero no hay nada que yo pueda hacer.