Barbastro tiene, sin duda, numerosos
puntos fuertes; empresarios capaces, técnicos cualificados, profesionales
competentes, una infraestructura sanitaria de alto nivel, dos institutos, un
centro universitario bien dotado de medios y personal, un comercio todavía
pujante, una actividad cultural nada desdeñable… y, sin embargo, está perdiendo
fuelle. Objetivamente y sin necesidad de entrar en comparaciones que, como se
sabe, son odiosas. La ciudad se mantiene, pero ya no es atractiva para las
nuevas generaciones ni para los profesionales que buscan un lugar para
desarrollar su proyecto de vida. El acto organizado anualmente por el
ayuntamiento y los centros educativos para ‘despedir’ a los estudiantes de
bachillerato y formación profesional es extraordinariamente simbólico. Será
todo lo emotivo que se quiera, pero es, efectivamente, una despedida. Muchos, la
mayoría, y en todo caso más de los que sería deseable, no volverán, y la ciudad
dará cada año un nuevo paso hacia el envejecimiento y la ruina.
La palabra ruina puede sonar excesiva,
pero ¿de qué otra manera cabría calificar el estado de algunas calles y barrios
del centro de la ciudad? El espacio comprendido entre la Avenida de la Merced y
la Calle del General Ricardos, vívidamente descrito por Antonio Latorre en el
último número de este semanario es un ejemplo paradigmático. Pero no es el
único. Dejando aparte la UNED y alguna iniciativa privada, ocasionalmente
cofinanciada por el Ayuntamiento y puntualmente reconocida después con el
incremento del IBI, buena parte del espacio comprendido entre el Ayuntamiento,
General Ricardos, el río y la plaza de la Diputación, podría servir de
escenario para una película de posguerra.
El hospital y el centro de salud son dos
infraestructuras básicas con un problema común: Sin personal sanitario no
sirven para nada. Y, además de que ya no hay sanitarios suficientes, en
general, para cubrir la creciente demanda, resulta que tampoco encuentran la
ciudad suficientemente atractiva para vivir, como demuestra el hecho de que el
gobierno de Aragón se haya visto obligado a incentivar económicamente las
plazas locales.
Mientras tanto hay, desde luego,
actuaciones que se podrían emprender. Acciones que podrían estar a cargo de la
iniciativa privada y proyectos que debería acometer el sector público. Y no es
que ahora no se haga nada. Todo lo contrario. Pero hay cosas que, aunque
aisladamente parecen funcionar, lo harían mejor si fueran parte de un plan de
ciudad que no parece existir. Ni ahora ni antes de ahora, pero cuya necesidad
siempre ha resultado evidente. Cuando se renunció, de manera inexplicable, o
por lo menos inexplicada, a ampliar las instalaciones que la extinta Fundación ‘Ramón
J. Sender’ había acordado dedicar a completar el ciclo de Formación Profesional
que se impartía en sus instalaciones, pensé, sinceramente, que era porque
tenían un plan mejor. Mejor que dejar otro solar sin destino en el mismo centro
de la ciudad, quiero decir.
Por si acaso no lo tienen, ahí va una
idea: Se podría crear, contando con los magníficos informáticos de la UNED, un
centro de desarrollo y apoyo empresarial para cuestiones relacionadas con la
implantación de la IAG. La inteligencia artificial tendrá poco que ver con la
inteligencia, como dice un amigo mío, pero se llevará por delante el 50% del
empleo semicualificado que aún queda por ahí. Bueno, seguro que algo se les
ocurre cuando pasen los fastos, fiestas y festivales que nos han preparado.
Feliz verano.
Enviado a ECA 12 de Julio de 2024