y lo repetimos hoy.
El origen último de la prosperidad y el bienestar que
actualmente disfruta una parte minoritaria de la población mundial hay que
buscarlo en el petróleo, o mejor dicho, en la relativa abundancia de petróleo
barato que venimos disfrutando desde el último tercio del siglo 19. El petróleo
es una fuente de energía primaria, creada en el interior de la Tierra mediante
la compresión, a altas temperaturas y durante millones de años de biomasa
enterrada como consecuencia de violentos fenómenos geológicos, tiene una forma
líquida muy conveniente para facilitar su almacenamiento y su transporte, es estable a temperatura ambiente y muy
eficiente desde el punto de vista del retorno energético. El proceso de
formación no se ha detenido pero, considerando que ha costado 500 millones de
años de historia geológica, acumular el petróleo actualmente existente, podemos
considerar totalmente despreciable la cantidad que puede llegar a formarse en
doscientos o incluso mil años, es decir que tenemos que asumir que la
explotación industrial del petróleo sólo puede consistir en el agotamiento de una cantidad predeterminada,
que no se verá incrementada de manera significativa en todo el período de
extracción
.
Como se habla, y mucho, de energías
alternativas y de energía nuclear y también de electricidad o
hidrógeno
,
podemos llegar a suponer que el petróleo no es sino una posibilidad más y que,
cuando se acabe, solo tendremos que
recurrir a las
otras fuentes de
energía o a algún mágico elixir guardado en un cajón para cuando haga falta. No
hay ninguna evidencia, sin embargo, que permita sostener una hipótesis tan
optimista. A lo que nos enfrentaremos, si el suministro de petróleo se reduce,
no es a una crisis de energía en sentido clásico, sino a un déficit de
combustibles líquidos, utilizados masivamente por los motores de combustión
interna. La energía solar, la eólica y sobre todo la nuclear producen
electricidad pero no petróleo ni ninguno de sus derivados. Además y por el
momento la cantidad de energía que puede obtenerse de esas fuentes es relativamente
pequeña, comparada con la que ha venido
proporcionando el abundante y barato petróleo que hemos disfrutado hasta ahora
y que, por el momento, seguimos disfrutando.
Dejando de lado la imposibilidad material de sustituir, a corto y medio plazo,
el inmenso parque de vehículos
que actualmente se mueven con combustibles derivados del petróleo, lo cierto es
que esa sustitución no se está abordando y por el momento seguimos fabricando,
comprando y vendiendo automóviles, camiones y autobuses con motores de
combustión interna. La adopción de medidas proactivas puede tropezar con tantos
problemas políticos y económicos, a corto plazo, que es muy posible que no se
haga nada serio hasta que sea demasiado tarde.
El petróleo es, pues, un recurso finito que se acabará en
algún momento. Cuándo ocurrirá eso o cuánto más va a ser posible extraer en
condiciones económica y energéticamente rentables,
son cuestiones cuya respuesta no es en modo alguno evidente y tampoco hay datos
fiables que permitan estimar el volumen de petróleo que aún permanece en el
interior de la Tierra
.
A las teorías que aseguran que el
pico
del petróleo
se ha producido ya o está a punto de producirse, se oponen otras que sostienen
que tal cosa, si es que va a ocurrir alguna vez, está muy alejada en el tiempo.
Estas discrepancias pueden atribuirse, desde luego, a la aplicación de
distintas metodologías de evaluación o a
intereses contrapuestos por parte de los evaluadores pero, también, a la
dificultad de dar crédito a los volúmenes de reservas publicados por los países
de la OPEC
,
que tienen limitado el volumen de petróleo crudo que pueden vender en función
de las reservas que declaren. Por esa u otras razones, de carácter técnico, político
o estratégico, países como Kuwait siguen anunciando desde hace diez años un
volumen de reservas en el que no se aprecia disminución alguna, a pesar de que
en este tiempo han producido y puesto en el mercado millones de barriles. De manera que tanto podemos estar hablando de
reservas subestimadas como, y esto parece desgraciadamente lo más probable
,
sobreestimadas.
La transición de la madera al carbón y de este al petróleo
se realizó de forma relativamente suave, en una sociedad en la que la
dependencia de energía era sensiblemente inferior a la actual. Estos
precedentes y una fe ciega en la capacidad de innovación de la mente humana,
que tendemos a suponer ilimitada, pueden llevarnos a creer que la transición
del petróleo, una vez admitido el carácter finito de este recurso, a… ¿qué?, será también suave y escalonada. Sin
embargo la situación actual es muy distinta a la de los siglos 18 y 19. Hoy
tenemos un planeta mucho más poblado, 6.500 millones de personas en lugar de
los 1.000 millones de entonces, una dependencia prácticamente absoluta del
petróleo para cubrir necesidades básicas, como la alimentación, la sanidad, el
transporte o la calefacción y con un nivel de autosuficiencia muy inferior al
del hombre de la sociedad preindustrial. Las energías alternativas que actualmente están sobre la mesa no son, a medio
plazo, capaces de sustituir al petróleo y la
posibilidad de que, en el último momento, aparezca algo que cubra
nuestras necesidades, en las condiciones en las que actualmente lo hace el
petróleo, es sólo eso, una posibilidad. No se puede confundir el evidente
progreso tecnológico, que, en muy buena medida, ha sido posible gracias a la
disponibilidad de petróleo abundante y barato, con el progreso energético que,
prácticamente, no ha existido: el petróleo era la fuente principal de energía
hace cien años y sigue siéndolo ahora, así que es posible que la transición a…
lo que sea, no sea suave y escalonada sino abrupta y revolucionaria.
La civilización industrial
está, en definitiva, amenazada por la coexistencia de dos construcciones
intelectuales universales, sobre impuestas y antagónicas: la cultura monetaria,
de origen prehistórico, basada en el interés compuesto y en la idea de que lo
que hoy vale dos mañana valdrá cuatro y así sucesivamente, y el conocimiento
que tenemos desde hace aproximadamente cuatro siglos de las propiedades e
interrelaciones de la materia y la energía, conocimiento al que hay que
atribuir los espectaculares logros alcanzados por la civilización industrial en
los dos últimos siglos y que es esencial
para su continuidad. Estas dos construcciones han convivido durante algún
tiempo, a pesar de su incompatibilidad, debido a una característica fundamental
que han compartido: el crecimiento exponencial, pero, por las razones que ya se
han expuesto, es imposible que el sistema materia energía sostenga un
crecimiento que vaya más allá de doblarse unas pocas decenas de veces
.
La producción mundial de petróleo está actualmente en torno
a los 85-86 millones de barriles diarios y se ha mantenido ligeramente por
debajo de la demanda
hasta el mes de marzo de este mismo año en que la relación se ha invertido debido
a una reducción, de más de un millón de barriles diarios, del consumo. Esta
disminución puede deberse al alto precio alcanzado por el crudo en origen o
a razones coyunturales o permanentes que
afecten al mercado. La cuestión está en establecer si el estancamiento de la
producción es atribuible a esa caída de la demanda, aunque es más bien dudosa
una realimentación tan rápida y eficaz, a la falta de inversión para superar
dificultades de acceso al petróleo restante, a cuestiones políticas y
estratégicas o, simplemente, a que no es posible producir más. En este último caso habríamos alcanzado ya el
pico en la producción de petróleo y no cabría
esperar sino una lenta, en el mejor de los casos, e imparable
disminución. Esta circunstancia que provocaría, inevitablemente, un aumento de
los precios y dejaría el petróleo en manos de los que pudieran pagarlo,
llevaría, con una alta probabilidad, a conflictos
bélicos, del estilo de la guerra de Irak, que no es sino la primera de las
Guerras del Petróleo del S XXI. Una extensión, en modo alguno descartable, de
esos conflictos agravaría sensiblemente el problema y podría precipitar el
final de la era del petróleo
barato.
El petróleo no puede ser, ya lo hemos dicho, considerado
como una fuente más de energía, sino como algo que, hoy por hoy, no tiene
alternativa viable y cuyo consumo, y por tanto producción, no puede estancarse
sin poner en riesgo una economía que, como consecuencia de su absoluta
incardinación en la cultura monetaria del interés compuesto, no se ha planteado
ni puede plantearse otra cosa que el crecimiento que, a su vez, implica un
incremento del consumo de energía y, en particular, de petróleo. Una
disminución de la tasa de crecimiento, tanto más si esta tasa pasa a tener
valores negativos, es lo que se conoce como crisis o recesión y entre sus
consecuencias está, siempre, la
destrucción de empleo y el incremento generalizado de las dificultades
económicas para una parte importante de la población.
Pero una crisis económica debida a una escasez persistente
de combustibles líquidos tendría características muy distintas y más graves,
que las crisis financieras clásicas
, atribuibles a la incompetencia de las
autoridades monetarias
,
la euforia financiera, la especulación, el apalancamiento o la caída de
confianza de los consumidores, ahorradores o inversores, crisis que se han
venido reproduciendo periódicamente y que tienden a resolverse por sí solas, o
tras la aplicación de alguna de las medidas correctoras prescritas por la
sabiduría convencional, después de períodos de
ajuste más o menos duro. Tampoco sería, con toda probabilidad,
comparable en sus efectos a la crisis de los años 70, debida a una falta
temporal de petróleo
,
pero que se saldó con un abaratamiento y un incremento posterior de la
producción a causa de los nuevos descubrimientos en las exploraciones masivas
que forzó el pánico energético provocado por el embargo y, sobre todo, el
descubrimiento de crudo en el Mar del Norte
.
La falta de suministro de petróleo, mantenida en el tiempo y producida antes de
que se hubieran tomado las medidas preventivas necesarias, produciría una
crisis mucho más extensa y persistente que las anteriores y tendría como
consecuencia, desde luego, el cierre de fábricas y la subsiguiente pérdida de
empleos pero también el desabastecimiento, provocado por problemas en el
transporte y por la escasez de fertilizantes y combustible para maquinaria
agrícola. Un escenario en el que la capacidad de los estados para mantener el
control de la situación se vería seriamente limitada y en el que cada comunidad
podría verse obligada a buscar sus propios medios de supervivencia, cosa tanto
más difícil cuanto más imprevista sea la crisis.
Buscarse la vida, literalmente, sería probablemente más sencillo en
comunidades rurales de tamaño pequeño o medio que en grandes aglomeraciones, en
las que sería mucho más complicado buscar una alternativa a las estanterías,
vacías, en tiendas y supermercados o al transporte en automóvil.
En estas condiciones, la predicción del pico de petróleo se
convierte en una cuestión de la mayor importancia. Se reproducen aquí algunas
de las estimaciones realizadas por expertos, agencias gubernamentales,
productores y otras organizaciones. En el documento que se cita como referencia
aparecen los datos de las personas y entidades a las que se atribuyen estas
predicciones y alguna información complementaria acerca de la metodología
utilizada
Predicciones del pico
de petróleo para los próximos cinco años
Pickens, T Boone (Investigador en Gas y Petróleo)
|
2005
|
Deffeyes, K (Profesor retirado de Princeton & geólogo retirado de Shell)
|
Diciembre 2005
|
Westervelt, ET et al (Del cuerpo de ingenieros de Estados Unidos)
|
Muy pronto
|
Bakhtiari, S (Planificador de la Compañía Nacional Iraní de Petróleo)
|
Ahora
|
Herrera, R (Geólogo Retirado de British Petroleum)
|
Muy pronto o ya
ha pasado
|
Groppe, H (Experto en Gas y Petróleo y hombre de
negocios)
|
Muy pronto
|
Wrobel, S (Gestor de Fondos de Inversión)
|
En 2010
|
Bentley, R (Analista universitario de energía)
|
En torno a 2010
|
Campbell, C (Geólogo retirado de las compañías petrolíferas Texaco &
Amoco)
|
2010
|
Skrebowski, C (Editor de
Petroleum Review)
|
2010 +/un año
|
Meling, LM (Geólogo de la compañía Statoil)
|
En torno a 2011
|
Predicciones del pico
de petróleo entre el 2012 y el 2020
Pang, X, et al
(China
University of Petroleum)
|
En torno a 2012
|
Koppelaar,
RHEM (Analista
holandés)
|
En torno a 2012
|
Volvo Trucks
|
En una década
|
de Margerie, C (Ejecutivo de compañía petrolífera)
|
En una década
|
al Husseini, S (Ejecutivo retirado VP de Saudi Aramco)
|
2015
|
Merrill Lynch (Broker financiero)
|
En torno a 2015
|
West, JR, PFC
Energy (Consultores)
|
2015/2020
|
Maxwell, CT,
Weeden & Co (Broker financiero)
|
En torno a 2020 o
antes
|
Wood Mackenzie
(Consultor
energético)
|
En torno a 2020
|
Total (Compañía
petrolífera francesa)
|
En torno a 2020
|
Hay también otras estimaciones
que niegan el pico de petróleo como posibilidad o lo sitúan mucho más lejos en
el tiempo, pero el Wall Street Journal, diario económico de referencia del neoconservadurismo
norteamericano que, hasta no hace mucho, sólo se había referido a esta cuestión
para menospreciarla, ha modificado recientemente sus puntos de vista en esta
materia y ya reconoce abiertamente que el inminente pico del petróleo, aun
atribuyéndolo a causas distintas de las esgrimidas por sus tradicionales
defensores, supondrá el final del petróleo barato
y muy probablemente, el principio de una crisis mundial sin precedentes.
Robert Hirsch,
plantea tres escenarios distintos en función de que las medidas mitigadoras que
él mismo propone se tomen con mucho tiempo, justo a tiempo o demasiado tarde.
Considera necesario un período de diez a veinte años antes del pico para que
esas medidas puedan implantarse con alguna garantía de éxito, por lo que, en el
caso de que el pico hubiera ocurrido ya
o fuera a ocurrir en los próximos cinco años no estaríamos ya, según
este autor, en condiciones de afrontar una transición escalonada y deberíamos
enfrentarnos al peor escenario y asumir, sin alternativas válidas, un grave
déficit de combustibles líquidos durante un tiempo indeterminado pero
previsiblemente largo. Por el contrario,
si las medidas mitigadoras, fundamentalmente disminución del consumo, licuefacción
del carbón, recuperación del petróleo contenido en arenas bituminosas y otras similares,
se toman con tiempo suficiente, el autor describe, prácticamente, un escenario
bussiness as usual durante todo el
período de transición y es de suponer que también después.
Gracias a la, aparentemente inagotable, energía disponible
hemos abandonado el corazón de las ciudades y destruido directamente o dejado
arruinar cantidades ingentes de patrimonio inmobiliario para construir
urbanizaciones, en los terrenos agrícolas de la periferia, cuya supervivencia
depende directamente de que podamos seguir disfrutando del mismo superávit
energético. En ausencia de petróleo abundante y barato o de una hipotética, y
por el momento inexistente, alternativa, esas urbanizaciones, que dependen
directamente del automóvil y del suministro exterior de alimentos y agua
resultarán insostenibles y deberán ser abandonadas. El hábitat ideal, en una
sociedad post petróleo y en la fase de transición
hacia otras formas de energía alternativas, en el supuesto, hay que insistir en
ello, de que tales formas existan y sean viables, sería una pequeña comunidad habitando
un conjunto compacto de casas, rodeadas de una zona agrícola y forestal que la
hiciera autosuficiente. Quizá fuera posible, pero de eso habría que ocuparse
con la debida antelación, seguir contando con energía eléctrica, obtenida de
fuentes renovables, en la medida en que la infraestructura necesaria fuera
independiente del petróleo, para cubrir algunas necesidades como iluminación,
calefacción, conservación y preparación de alimentos para su consumo entre
otras. De hecho,
mantener las luces
encendidas debería ser un objetivo primordial de cualquier administración,
muy por encima de otros objetivos, probablemente ilusorios, como mantener o
incrementar un crecimiento que muy probablemente será insostenible en cualquier
tasa distinta de cero.
En una sociedad pos industrial, o al menos en la fase de
transición, el hombre deberá recuperar algunas de las habilidades perdidas que
garantizaron su supervivencia en el pasado, el cultivo de la tierra es una de
ellas, pero no la única y prescindir, definitivamente, de muchas de las cosas
que hoy se dan por supuestas como el automóvil, el suministro continuado,
barato y abundante de bienes producidos en lugares exóticos, el agua caliente
central, el teléfono móvil, el computador conectado a Internet y la información
sobre lo que ocurre a más de diez kilómetros de su residencia. Esto no es
necesariamente malo ni la sociedad por venir tiene por qué ser peor que la
actual, que presenta también aspectos notablemente desagradables, insolidarios
y sobre todo, insostenibles, pero sin duda será una sociedad diferente y
requerirá un largo y posiblemente incómodo período de adaptación. Es probable, además,
que un mundo sin petróleo sea incapaz de
sostener una población del tamaño actual y haya que afrontar, a corto
plazo, una brusca reducción hasta niveles preindustriales y también que la
desaparición del transporte termine bruscamente con la globalización, al
imposibilitar el movimiento a grandes y medianas distancias de personas y
mercancías y traslade los problemas de supervivencia a niveles estrictamente
locales, en donde se plantearán y resolverán, o no, todas las cuestiones que
hasta ahora se han planteado y a veces resuelto a escala nacional, continental
o mundial.
Peaking of World
Oil production: Recent Forecasts DOE/NETL 2007/1263.