sábado, 11 de diciembre de 2010

La fiesta de despedida y la embajada (S)

Ayer jueves todo tenía que terminar: los pasaportes habían salido hacia aquí el miércoles por la tarde y teníamos hora a las nueve de la mañana en la Embajada Española para los visados. Estábamos ya pensando que el viernes sería día de asueto, el único en todo este tiempo, cuando llamó Mila para decir que los pasaportes no habían llegado y que nadie sabía dónde  estaban. Había cogido yo el teléfono y reconozco que esto ya no me lo esperaba. No sé por qué, siempre he estado pensando que iba a pasar algo, algo que finalmente  pasaba aunque se solucionaba luego, pero ahora ya, en la recta final…Pasamos la mañana esperando noticias de los pasaportes, nerviosos y con una fuerte sensación de impotencia. Al final de la mañana, después de llamar a la embajada para cancelar la cita del jueves y pedir, sin muchas esperanzas,  otra para el viernes, ha vuelto a llamar Mila:  no se sabe qué demonios ha pasado con los dichosos pasaportes, pero parece que van a hacer otros y los van a mandar  esta misma tarde para que el viernes  podamos ir a la Embajada.

Llega Tania a buscarnos con casi media hora de retraso: hay atasco. Ella dice que pequeño. Nunca había estado en tantos atascos como aquí. Casi cada día he sufrido un atasco, pero el de hoy es de órdago. Un poco antes de que llegara, cuando estábamos ya desesperados pensando que tendríamos que cambiar los billetes y que, además, no podíamos saber para cuándo, le decía yo a Carlos que habría que cambiar el título de este Blog y llamarlo “atrapados en Kiev”, pero parece tarde para cámbialo y, además, quiero espantar el mal fario. Pero volvemos a estar atrapados. En el atasco. La Directora va llamando porque nos esperan y no llegamos. Llueve con fuerza y Tania va sorteando charcos inmensos. Cuando llegamos, nos salen a recibir todos los niños que van vestidos con los trajes de la función que van a representar para despedir a las niñas. La pequeñita Alina se me agarra a las piernas, Daria vuelve a decirme hola y abiós  y todos nos rodean y empiezan a correr hacia el escenario. Han colgado globos y serpentinas y hay un Arca como decorado. Kovcheg  significa Arca, nos ha explicado la Directora: como la de Noé, allí llegan los niños, como a un refugio, y luego salen,  si tienen suerte,  con sus nuevos padres. A la pequeña le colocan un gorrito rojo y una chaquetita roja también porque ella hace de Caperucita: por eso no ha protestado y se ha puesto hoy el vestido rojo.  La mayor también: va a cantar una canción y se ha puesto vestido y una flor de adorno. Empieza la función. Yo llevo el teléfono en la mano porque esperamos noticias de Mila y estamos nerviosos. Pero los niños están graciosos aunque no entendemos gran cosa. La pequeña casi no se equivoca y la mayor canta muy bien, cogiendo el micrófono con estilo de artista. A mitad de función, Mila envía un mensaje: parece que los pasaportes están ya en camino, como ayer que también estaban, y que ya nos avisará, ella sigue allí y son ya las seis de la tarde. Los niños están cantando una especie de Himno que suena muy bien y casi se me saltan las lágrimas aunque me las trago porque la pequeña se me está mirando desde el escenario y casi me olvido de los pasaportes y, no sé por qué, recuerdo el verso aquel “ es tiempo de regresar al anciano vocabulario/ de llamar corazón al corazón” y  tengo que mirar hacia el techo para atrapar la lágrima…Ahora  van a hacer el número del Arca, esto es, que las niñas se meten dentro del barco y luego nosotros salimos hacia el escenario y ellas vienes con nosotros. Antes, unos marineros introducen en el arca, agarrando desde el interior, como si fueran náufragos, a los dos niños más pequeñitos: por un momento el rescate parece imposible porque se rompe la cuerda con la que los arrastraban desde el mar-suelo, pero, al final logran meterlos entre las risas y aplausos de los presentes.  No acabo de saber cual es nuestro papel, si el de Noé o cuál, pero da igual, la figura es lo suficientemente simbólica  y las niñas están encantadas de ser las protagonistas de la fiesta.  La función termina, pero ahora viene el tiempo de las fotos y de los lloros, la mayor está con sus amigas dale que te pego al llanto y Daria, la mejor amiga de la pequeña, que ha hecho de Cenicienta y ha llevado dos trajes: uno de fregona, escoba incluida, y otro blanco “ como princesa” según dice la pequeña, no para de hipar y agarrarla. Esto parece ya “Sonrisas y lágrimas” así que empezamos a despedirnos para que  no sean demasiadas  lágrimas. La Directora y el resto del personal nos desean suerte y sabiduría y nos dicen que rogarán a Dios por nosotros. La Directora nos abraza y nos besa y repite los besos y os abrazos otra vez. La pequeña está ya repartiendo los bombones que hemos llevado entre los niños, para pasar mejor el trago. Decimos ya adiós: Daría tiene los ojos hinchaditos, la Directora la está consolando, pero aún me contesta “abiós” con la manita una y otra vez.   

Al salir, llama Mila: ya tiene  en sus manos  los pasaportes. Aleluya. Ahora vamos hacia el atasco. El monumental atasco. Atrapados otra vez, es nuestro sino. Tanto es hoy que hemos estado más de una hora sin movernos y decidimos ir al metro cuando el marido de Tania llama por teléfono y le informa de que acaba de ver en internet que hay dieciocho grandes atascos en el centro de  Kiev.  Yo odio el metro, lo reconozco. Sola no voy nunca. Y este metro es especialmente agobiante. Bajamos  una escalera larguísima, no había visto una igual y he estado ya en muchos. Los trenes y los pasillos están atestados. Esta ciudad es una ratonera: las calles llenas de vehículos, el metro lleno de gente…La vida aquí es dura, dura. Llegamos a casa agotados, pero más animados: tenemos pasaportes y ya creemos que lo tenemos todo. El viernes, , amanece lluvioso y frío, pero vamos eufóricos a nuestra Embajada – nuestra casa, como dice Nicolai”. Cogemos el funicular, como quería la pequeña y llegamos cerca. Nos viene a esperar Nicolai todo contento porque este es el final, o así parece. Presentamos los documentos, nos atiende la misma chica a la que ya conozco y ante la que ya formulamos dos protestas al principio de nuestro viaje.  Es amable. Nos devuelve los certificados de matrimonio. Nos dice que todo está bien y que volvamos a las dos a recogerlos. Vamos con Nicolai a tomar algo a un bar cercano y , cuando terminamos, vamos al metro porque va a acompañarnos a un mercado a comprar algo de icra rojo que no os digo lo que es porque luego todos queréis. A la entrada del metro, la mayor se encarga de coger los billetes y la taquillera le da mal el cambio. La niña protesta. Nosotros le decimos que da igual, que no vamos a discutir ni perder tiempo, que es poco, pero ella insiste y Nicolai dice que es cosa de dignidad…esperamos allí porque la señora tiene que recontar todo el dinero para ver si es o no verdad lo que dice la niña, que aguanta delante de la ventanilla con decisión. Tenía razón, la taquillera se disculpa y le da bien el cambio. Vamos hacia el andén y llaman de la Embajada: tenemos que volver porque ahora nos piden uno de los certificados que acaban de devolvernos certificado de matrimonio…El colmo. Volvemos con Nicolai pensando que se trata tan sólo de entregar el documento de nuevo. Pues no.  Más complicaciones. Según los funcionarios de la embajada los ucranianos han redactado mal la sentencia de adopción y tendremos problemas en España. En todo caso se trata de una cuestión menor y sujeta a interpretación así que,  finalmente y tras discutir el tema con un ayudante del cónsul, convenimos en que, si hay problemas en España ya los solucionaremos allí. Y punto.