La mayor parte del dinero en circulación, por lo tanto, está respaldado por compromisos que no se sabe si se podrán cumplir o que sólo se podrían cumplir en un entorno y en unas circunstancias muy diferentes a las actuales. El valor del dinero es lo que aparece en los billetes o monedas o lo que consta en las cuentas y depósitos, es decir, 10€ valen 10€, pero sólo mientras nos avengamos a guardar esos 10€ en el banco o en casa. Si, por el contrario, a la gente, a toda o a bastante gente, le diera por transformar sus billetes, monedas y apuntes bancarios en cosas tangibles se encontraría con que el valor real de todos los bienes y servicios disponibles es insignificante, en comparación con la cantidad de dinero en circulación. Y eso en un momento en que la restricción de crédito amenaza con asfixiar la economía, lo que podría parecer, pero no lo es, un contrasentido. El crecimiento es lo único que puede garantizar el pago de la deuda. Sin crecimiento podríamos llegar, sólo en teoría, a pagar el principal pero el pago de los intereses exige que la producción de bienes y servicios de mañana sea superior a la de hoy. De lo contrario todo el sistema se colapsa. Y el crecimiento requiere energía, energía concentrada, abundante y barata. En definitiva, petróleo. Y petróleo de origen convencional. Nada de arenas bituminosas, petróleo enterrado varios kilómetros por debajo del fondo del mar o supuestas reservas sin confirmar. Sin esa energía adicional, hoy más que ayer pero menos que mañana, como decía una medallita que se vendía en España hace cuarenta años, no hay crecimiento y en un sistema económico que no contempla el stand by, eso pone las cosas muy difíciles. Una solución parcial o un amago de solución parcial, podría ser la reforma monetaria. Acabar con la creación del dinero como deuda y que los bancos centrales y los estados nacionales o las organizaciones supranacionales recuperen el viejo poder de los reyes de acuñar moneda de forma exclusiva, moneda que se crearía libre de deuda y podría ser puesta en circulación para pagar las nuevas infraestructuras y otros compromisos públicos. Hoy por hoy, si el gobierno quiere gastar dinero tiene que pedirlo prestado y pagar por él un interés y los únicos beneficiarios son los bancos que tanto han contribuido, ahora y antes de ahora, a que la economía entre de tanto en tanto en crisis cada vez más graves y más difíciles de resolver. Pero esto es sólo una solución a medias, o ni siquiera eso, del problema de la incompatibilidad entre la finitud de los recursos minerales y energéticos del planeta y el crecimiento exponencial de la masa monetaria. Hay otros problemas, derivados del crecimiento insostenible, del agotamiento de recursos irreemplazables para los que hemos creado una necesidad insoslayable, por ejemplo en alimentos, combustible para automoción y todo lo que garantiza el mantenimiento de una economía globalizada que permite el sostenimiento de una población de casi 7.000 millones de personas en un planeta cuya capacidad de carga está en estos momento en el límite o eso, al menos, es lo que puede deducirse de las condiciones, más que precarias, en las que se desenvuelve actualmente la vida de millones de personas y de otros indicadores al alcance de cualquiera. Estos problemas no se resolverán con artificios monetarios sino con una reducción drástica del consumo y de la población del planeta. A ver si aparece algún voluntario. O voluntaria, que diría la ministra de igualdad.
viernes, 16 de abril de 2010
When push comes to shove…
La mayor parte del dinero en circulación, por lo tanto, está respaldado por compromisos que no se sabe si se podrán cumplir o que sólo se podrían cumplir en un entorno y en unas circunstancias muy diferentes a las actuales. El valor del dinero es lo que aparece en los billetes o monedas o lo que consta en las cuentas y depósitos, es decir, 10€ valen 10€, pero sólo mientras nos avengamos a guardar esos 10€ en el banco o en casa. Si, por el contrario, a la gente, a toda o a bastante gente, le diera por transformar sus billetes, monedas y apuntes bancarios en cosas tangibles se encontraría con que el valor real de todos los bienes y servicios disponibles es insignificante, en comparación con la cantidad de dinero en circulación. Y eso en un momento en que la restricción de crédito amenaza con asfixiar la economía, lo que podría parecer, pero no lo es, un contrasentido. El crecimiento es lo único que puede garantizar el pago de la deuda. Sin crecimiento podríamos llegar, sólo en teoría, a pagar el principal pero el pago de los intereses exige que la producción de bienes y servicios de mañana sea superior a la de hoy. De lo contrario todo el sistema se colapsa. Y el crecimiento requiere energía, energía concentrada, abundante y barata. En definitiva, petróleo. Y petróleo de origen convencional. Nada de arenas bituminosas, petróleo enterrado varios kilómetros por debajo del fondo del mar o supuestas reservas sin confirmar. Sin esa energía adicional, hoy más que ayer pero menos que mañana, como decía una medallita que se vendía en España hace cuarenta años, no hay crecimiento y en un sistema económico que no contempla el stand by, eso pone las cosas muy difíciles. Una solución parcial o un amago de solución parcial, podría ser la reforma monetaria. Acabar con la creación del dinero como deuda y que los bancos centrales y los estados nacionales o las organizaciones supranacionales recuperen el viejo poder de los reyes de acuñar moneda de forma exclusiva, moneda que se crearía libre de deuda y podría ser puesta en circulación para pagar las nuevas infraestructuras y otros compromisos públicos. Hoy por hoy, si el gobierno quiere gastar dinero tiene que pedirlo prestado y pagar por él un interés y los únicos beneficiarios son los bancos que tanto han contribuido, ahora y antes de ahora, a que la economía entre de tanto en tanto en crisis cada vez más graves y más difíciles de resolver. Pero esto es sólo una solución a medias, o ni siquiera eso, del problema de la incompatibilidad entre la finitud de los recursos minerales y energéticos del planeta y el crecimiento exponencial de la masa monetaria. Hay otros problemas, derivados del crecimiento insostenible, del agotamiento de recursos irreemplazables para los que hemos creado una necesidad insoslayable, por ejemplo en alimentos, combustible para automoción y todo lo que garantiza el mantenimiento de una economía globalizada que permite el sostenimiento de una población de casi 7.000 millones de personas en un planeta cuya capacidad de carga está en estos momento en el límite o eso, al menos, es lo que puede deducirse de las condiciones, más que precarias, en las que se desenvuelve actualmente la vida de millones de personas y de otros indicadores al alcance de cualquiera. Estos problemas no se resolverán con artificios monetarios sino con una reducción drástica del consumo y de la población del planeta. A ver si aparece algún voluntario. O voluntaria, que diría la ministra de igualdad.
jueves, 15 de abril de 2010
¿Cuando terminó la recesión? (En Estados Unidos)
The recession
When did it end?
A question of not just academic interest
Most economists agree about all of this. Prominent voices like Northwestern University’s Robert Gordon, Harvard’s Jeffrey Frankel, and Stanford’s Robert Hall have declared the recession dead and gone. But those men all sit on the National Bureau of Economic Research’s recession-dating committee, responsible for pinpointing the beginning and end of business cycles. On April 12th that committee announced that it was not able to set an official end-date for the American recession.
That a date has not yet been chosen is not that unusual; the committee has taken longer to decide in past recessions. The choice to delay a conclusive statement may have been an act of caution, to avoid a black eye in the event that the economy contracts again before reaching its previous peak.
But the suggestion that the economic pain is not yet definitively over struck a discordant note amid cheerier headlines. Earlier in the month this paper expressed the hope that a needed transition in the American economy had begun, and others have gone further. The New York Times and Washington Post have both featured business columnists arguing that Americans are too pessimistic about the strength of the economy. BusinessWeek praised the success of Obamanomics on its cover. Newsweek’s cover announced, “America’s Back! The Remarkable Tale of Our Economic Turnaround”.
Some optimism is warranted. Recent data indicate that recovery in manufacturing is well established, and service-industry expansion has picked up pace in each of the past three months. Labour markets are finally improving; during the first quarter of this year employment grew by 162,000 or 1.4m, depending on which data set you use. And investors have bought the idea of recovery. The Dow Jones Industrial Average has risen by over 10% since early February, and recently closed above 11,000 for the first time since September 2008.
Meanwhile, housing markets look shaky just as government schemes to support the sector are ending. The Federal Reserve is not cheering: on April 14th Ben Bernanke, the chairman, predicted a “moderate” recovery amidst “significant restraints”. Small-business confidence declined in March for a second month. Any number of unpredictable shocks, from a big sovereign default to rapid monetary tightening in overheating emerging markets, could undermine the recovery.
No vulnerability is so worrisome as unemployment. As of March, 15m Americans were jobless, while another 9m were unwillingly working only part-time. Knowing just when the recession ended will not be of much comfort to them.
domingo, 11 de abril de 2010
El elefante y la civilización (una metáfora)
miércoles, 7 de abril de 2010
Más de lo mismo
domingo, 21 de marzo de 2010
El centro y la periferia
jueves, 18 de marzo de 2010
Una de vascos
viernes, 12 de marzo de 2010
Sin luz
Renovables
Como todavía hay gente que sigue creyendo, en contra de toda evidencia, que una eventual escasez de combustibles fósiles podrá ser fácilmente compensada por las energías llamadas renovables como el viento, el sol, las mareas u otras, he traído a colación el gráfico adjunto, tomado de The Oil Drum, para hacer patente, una vez más, que la posibilidad de que eso ocurra es muy remota. La inversión en energías renovables puede servir para tranquilizar a los políticos, para enriquecer a sus amigos y para gastar cantidades ingentes de dinero público en algo que no va a solucionar el problema de la energía, al menos en la escala en la que este problema se va a plantear en un futuro nada lejano, pero que tiene, evidentemente, muy buena prensa. El costo, no sólo en dinero, sino también en energía y materiales, de una instalación de placas solares o molinos es, en general, superior a la energía que pueda obtenerse con ella. Y no es un problema que vaya a solucionarse con el tiempo o con mejoras en la tecnología. Es un problema que tiene que ver con las leyes de la termodinámica, hoy por hoy, inmutables y también con la, relativamente, escasa concentración de la energía solar. La fotosíntesis, en pequeña escala, para producir alimentos y madera y los procesos geológicos que dieron lugar al carbón y al petróleo, sirven, sirvieron, para concentrar esa energía, pero se trata de procesos que llevan muchos años y cuanto mayor es la concentración, es el caso del petróleo, más años lleva. Tantos, en el caso del carbón y el petróleo, que no podemos esperar que se reponga lo que hemos quemado tan alegremente. La energía solar puede resultar útil para producir calor, si se consigue reducir el calor disipado a la atmósfera, pero no será nunca una alternativa al petróleo o al carbón en la producción de electricidad y la eólica menos aún. La energía nuclear de fisión, la fusión sigue siendo una utopía, plantea demasiados problemas y la cantidad de centrales y de combustible que harían falta para reemplazar los combustibles fósiles hace que tampoco, hoy por hoy, sean una alternativa. Y además la electricidad, aún en el supuesto de que pudiéramos generarla a discreción con nuestros caros y peligrosos juguetitos, no mueve, ni moverá en mucho tiempo, nuestros vehículos, ni cultivará ni abonará nuestros campos. Es una cuestión de economías de escala. Correr en una pista de carreras con un coche eléctrico ya lo hemos hecho y ya sabemos que funciona. Ahora hay que hacer lo mismo con otros 800 millones y además crear una red de suministro, de electricidad o de hidrógeno, puestos a jugarnos la vida. Y no digo yo que no pueda hacerse algo al respecto, al menos mientras dispongamos de la energía abundante y barata que nos proporciona el petróleo, aunque poco se está haciendo y poco se hará mientras sigan siendo más baratos, rápidos y seguros los de gasolina. Porque todo lo que habría que hacer, desde fabricar los coches hasta generar la energía necesaria, se hace con petróleo y gracias al petróleo y a la energía concentrada que nos proporciona, no con fantasías.
Y el petróleo está, otra vez, a 82$/b. Es posible que vuelva a bajar a los 70, pero la tendencia está bastante clara. Después de los dos exabruptos del 2008, la subida a 148 y el desplome subsiguiente a poco más de 30, la tendencia actual es claramente hacia arriba, de una forma sostenida e implacable que impedirá que salgamos de la recesión. Pero no podemos seguir en recesión porque casi todo nuestro dinero es deuda y la deuda hay que pagarla y para pagarla hay que seguir creciendo. Y al frente de la cosa pública, no sólo en España, gente sin formación ni cualificación ni la menor idea de por dónde sopla el viento, entretenidos con sus peleas de parvulario, mirándose el ombligo y asegurándose la jubilación. Bonita papeleta. La verdad es que, con 30 años menos de los que yo tengo, no tendría más que curiosidad por ver en qué acaba todo esto. A mi edad tendría que estar, también, un poco angustiado, pero no es el caso. Quizá no esté entre los que sobrevivan, pero puede que no merezca la pena.
martes, 9 de marzo de 2010
Pico de Petróleo (IV)
mas...
domingo, 7 de marzo de 2010
Si bebes, no conduzcas.
miércoles, 3 de marzo de 2010
Pico de Petróleo (III)
Considerando
Que el petróleo representa aproximadamente el 40% del consumo total de energía de los Estados Unidos y el 90% de sus necesidades de combustibles líquidos para el transporte, y
Que los Estados Unidos y muchos otros países que no son miembros de la Organización de Paises Exportadores de Petróleo (OPEC) han alcanzado ya su máxima producción de petróleo y
Que el descubrimiento de nuevos yacimientos alcanzó su máximo en los primeros años 60 del pasado siglo, y
Que la demanda mundial de petróleo está aumentando y a punto de sobrepasar la producción, y
Que la cantidad total de petróleo disponible es finita y está limitada por razones geológicas, y
Que dichos procesos geológicos imponen un pico de producción cuando se ha extraído aproximadamente la mitad del petróleo disponible en un yacimiento, y
Que muchos geólogos, analistas energéticos y físicos han advertido que la producción global de petróleo puede estar cerca de su punto medio y está en, o cerca, de su máximo global, y
Que el petróleo es vital para el transporte, la agricultura y las industrias químicas y de plásticos, y
Que la escasez de petróleo tendrá un fuerte impacto en todos los sectores de nuestra economía, a nivel nacional, regional y local, y
Que ninguna alternativa conocida iguala la portabilidad, densidad energética y tasa de retorno del petróleo, y
Que los expertos creen que los efectos para mitigar la inminente disminución en la producción de petróleo, deben comenzar entre 15 y 20 años antes de que se alcance el máximo global en la producción, con objeto de compensar adecuadamente su escasez.
Ahora, por lo tanto, por el presente, queda ordenado por el consejo común de la ciudad de Bloomington, Condado de Monroe, Indiana, que:
Sección 1. El Consejo de la Ciudad de Bloomington reconoce el desafío sin precedentes que supone el punto máximo en la producción mundial de petróleo.
Sección 2. El Consejo de la Ciudad de Bloomington reconoce que la ciudad de Bloomington debe prepararse para el inevitable pico de petróleo y anima a la comunidad a estar mejor informada en cuestiones energéticas
Sección 3. El Consejo de la Ciudad de Bloomington promueve la adopción de un protocolo de agotamiento global que reduzca el uso de petróleo, conservando el que aún queda para reducir la probabilidad de una rápida disminución de la producción, haciendo predecible el suministro y limitando la volatilidad del mercado.
Sección 4. El Consejo del la Ciudad de Bloomington ordena al Secretario municipal la remisión de esta resolución a la delegación de Indiana en el Congreso, al Gobernador del Estado de Indiana y a todos los miembros de la Cámara de Indiana, y les encarece a tomar las acciones necesarias para prevenir el inminente pico de petróleo y prepararse para sus consecuencias.
martes, 2 de marzo de 2010
Colaborando
sábado, 27 de febrero de 2010
El milagro del hidrógeno
(*) En cursiva, citas literales del texto del artículo.
lunes, 22 de febrero de 2010
A propósito de la deuda
El gráfico aparece publicado en http://marketsandbeyond.blogspot.com/ sin comentarios, por Pascual Morin.
Origen de los datos: Bank for International Settlements
Celtiberia Show (*)
(*) En memoria de Luis Carandell.
domingo, 21 de febrero de 2010
Energía y tecnología
John Michael Greer
The Archdruid Report (February 17 2010)
Complejidad y futuro
martes, 16 de febrero de 2010
Arenas bituminosas... ¿una solución?
domingo, 14 de febrero de 2010
Revista de Prensa
viernes, 12 de febrero de 2010
La leyenda negra
El pico de petróleo en la prensa (II)
martes, 9 de febrero de 2010
El pico de petróleo en la prensa (I)
El suministro de petróleo está controlado por acontecimientos, de un pasado geológico remoto, que son inmunes a la política. Colin Campbell ASPO founder.
sábado, 6 de febrero de 2010
A modo de justificación
De vez en cuando recibo correos de lectores —en general amables, aunque discrepantes— que señalan inconsistencias o contradicciones en lo que escribo. El último mensaje que he leído me preguntaba, con cierta ironía, qué demonios saco de difundir una visión tan pesimista de la política y, según él, de la vida en general.
La respuesta es sencilla: no saco nada. Y lo de “difundir” es una forma de hablar. Por lo que sé, mis textos los leen, de vez en cuando, dos o tres personas que me escriben y media docena que conozco, pero que no comentan nada en público. No tengo contador de visitas, así que ignoro si entra alguien más. En cualquier caso, mi capacidad de “propagación” es tan limitada como mi interés en propagar nada.
También se me reprocha que el blog no permita comentarios. Es cierto, y no es casualidad. Escribo por el placer de escribir, por releerme pasado un tiempo y contrastar mis palabras con la realidad. También para pensar en voz alta sobre cuestiones que me preocupan —la energía, la economía o la política— pero no para entrar en debates interminables. Para discusiones técnicas sobre temas como el peak oil o la reforma monetaria hay excelentes espacios como ASPO o The Oil Drum. Ni la energía ni la economía son mi especialidad, aunque me interesan lo suficiente como para reflexionar libremente sobre ellas.
Aun así, he dejado un correo de contacto. Un blog totalmente ajeno a cualquier forma de retroalimentación me parece contrario al espíritu de Internet. Ahora bien, apenas abro esa cuenta y los mensajes recibidos —siete en total, cuatro de la misma persona— rara vez requieren respuesta. Alguno, eso sí, me ha inspirado un tema.
Es posible que en mis textos haya contradicciones. No pretendo ser un especialista, y la realidad es tan cambiante que mantenerse siempre en un mismo punto de vista no solo es difícil: es, en ocasiones, desaconsejable. Tampoco soy un pesimista todo el día, ni mucho menos un optimista. Simplemente describo las cosas como las veo, sin que el optimismo o el pesimismo jueguen papel alguno.
Otra cosa es que gobiernos, empresarios o prensa consideren necesario contar cuentos diarios para que los inversores no guarden su dinero y la bolsa siga creciendo sin límite. Ese es su problema, y el de una política monetaria global absurda, que nos empuja a sostener un crecimiento continuo e insostenible. Terminará afectándonos a todos, pero no hay nada que yo pueda hacer para evitarlo.

