jueves, 29 de octubre de 2009
Democracia (II)
domingo, 18 de octubre de 2009
Razones para una reforma monetaria. Un apunte histórico.
Abe Lincoln Monetary Policy
Money is the creature of law, and the creation of the original issue of money should be maintained as the exclusive monopoly of national government. Money possesses no value to the state other than that given to it by circulation.
Capital has its proper place and is entitled to every protection. The wages of men should be recognized in the structure of and in the social order as more important than the wages of money.
No duty is more imperative for the government than the duty it owes the people to furnish them with a sound and uniform currency, and of regulating the circulation of the medium of exchange so that labour will be protected from a vicious currency, and commerce will be facilitated by cheap and safe exchanges.
The available supply of gold and silver being wholly inadequate to permit the issuance of coins of intrinsic value or paper currency convertible into coin in the volume required to serve the needs of the People, some other basis for the issue of currency must be developed, and some means other than that of convertibility into coin must be developed to prevent undue fluctuation in the value of paper currency or any other substitute for money of intrinsic value that may come into use.
The monetary needs of increasing numbers of people advancing towards higher standards of living can and should be met by the government. Such needs can be met by the issue of national currency and credit through the operation of a national banking system. The circulation of a medium of exchange issued and backed by the government can be properly regulated and redundancy of issue avoided by withdrawing from circulation such amounts as may be necessary by taxation, re-deposit and otherwise. Government has the power to regulate the currency and credit of the nation.
Government should stand behind its currency and credit and the bank deposits of the nation. No individual should suffer a loss of money through depreciation or inflated currency or Bank bankruptcy.
Government, possessing the power to create and issue currency and credit as money and enjoying the right to withdraw both currency and credit from circulation by taxation and otherwise, need not and should not borrow capital at interest as a means of financing government work and public enterprise. The government should create, issue and circulate all the currency and credit needed to satisfy the spending power of the government and the buying power of consumers. The privilege of creating and issuing money is not only the supreme prerogative of government, but it is the government's greatest creative opportunity.
By the adoption of these principles, the long-felt want for a uniform medium will be satisfied. The taxpayers will be saved immense sums of interest, discounts, and exchanges. The financing of all public enterprises, the maintenance of stable government and ordered progress, and the conduct of the Treasury will become matters of practical administration. The people can and will be furnished with a currency as safe as their own government. Money will cease to be the master and become the servant of humanity. Democracy will rise superior to the money power.
Abraham Lincoln, Senate document 23, Page 91. 1865.
viernes, 16 de octubre de 2009
La crisis energética (I)
jueves, 15 de octubre de 2009
Dinero
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miércoles, 14 de octubre de 2009
domingo, 11 de octubre de 2009
Pesadilla
Al accionar el interruptor de la luz aquella mañana no ocurrió nada. El frío era mayor de lo acostumbrado a esas horas, pero, tras pensar un poco, lo atribuyó a que, aunque la caldera funcionaba con gasoil y le constaba que había suficiente en el depósito, las bombas que movían el agua caliente por la casa funcionaban con electricidad, y la caldera requería, para sus encendidos periódicos, la ayuda de un dispositivo eléctrico.
Encontró, tanteando, la puerta del dormitorio y llegó al cuarto de baño. En un gesto automático conectó la radio, pero de los altavoces del techo no salió ningún sonido, ni siquiera el ruido de la electricidad estática que otras mañanas anunciaba alguna avería en la emisora. La cisterna del inodoro hizo su trabajo, pero se quedó algo sorprendido al no oír el sonido habitual del agua rellenándola de nuevo. Abrió el grifo del lavabo y comprobó, con disgusto, que tampoco había agua corriente.
Esta era una pesadilla que tenía de vez en cuando, así que se preguntó si no estaría soñando. Hizo alguna de las comprobaciones habituales: un sonoro cachete en la cara y un pellizco en el brazo bastaron para confirmarle que estaba, aparentemente, despierto.
No sería mala idea, pensó, llamar a la compañía distribuidora de agua y electricidad para averiguar si la avería iba a durar mucho. Tras consultar la guía, levantó el auricular del teléfono fijo y se encontró con que el aparato no emitía señal alguna. Con el móvil tampoco había nada que hacer porque, aunque la pantalla aún estaba encendida, las barras que indicaban la cobertura habían desaparecido. Probablemente, la avería o lo que fuera aquello había afectado o dejado sin energía a los repetidores. Naturalmente, tampoco había conexión a Internet, así que, con una extraña sensación de aislamiento, decidió salir a la calle.
No tenía ascensor, ni le hubiera servido de nada, así que bajó los tres pisos andando y a oscuras, porque la escalera era interior. En la calle, habitualmente sin tráfico, todo parecía normal, o casi. Un grupo de obreros de la construcción se calentaba alrededor de un fuego y charlaba despreocupadamente, lo que no dejaba de ser algo extraño, porque era la hora que habitualmente dedicaban a hacer todo el ruido posible antes de parar para almorzar. La cosa se explicaba porque, al no haber electricidad, las hormigoneras y las grúas no funcionaban, así que estarían esperando a que se solucionara el problema.
La librería donde compraba habitualmente el periódico estaba abierta, y el librero estaba asomado a la puerta con cara de preocupación. No había llegado ningún periódico aquella mañana y tampoco podía decir si llegaría o no. Decidieron ir a la sede de la compañía eléctrica para intentar averiguar de viva voz lo que no habían podido resolver por teléfono, pero solo encontraron a un par de empleados incapaces de dar respuestas válidas al grupo de consumidores, bastante numeroso, que se agolpaba en el mostrador de atención al público.
Las líneas habituales de suministro se habían quedado muertas hacía unas horas y, con la caída de las líneas telefónicas, había resultado imposible averiguar qué pasaba. La comunicación por radio también resultaba imposible, porque ni siquiera los aparatos a pilas recibían señal de ninguna emisora. Algunos empleados habían salido a inspeccionar la línea, pero aún no habían vuelto.
Había otra cosa extraña: no circulaba ningún automóvil. Uno de los que estaban ante el mostrador, que vivía en el extrarradio y había intentado venir en su coche, contaba que le había resultado imposible poner el motor en marcha. El encendido había quedado completamente muerto, y parece que no era el único caso que se había dado en la ciudad. En todo caso, la ausencia total de coches en las calles más transitadas era algo que no tenía precedentes, al menos en la memoria de los presentes.
De vuelta a casa, intentó poner en marcha el motor de su coche, sin éxito, con lo que la sensación de alarma se incrementó muchísimo. Volvió a salir a la calle para dirigirse a su trabajo. Se preguntó qué pasaría si esta situación se prolongaba dos o tres días —no quería ni pensar en una duración mayor—, y no encontró ninguna respuesta razonable. Simplemente, aquello era impensable.
En la oficina, la cosa se tomó, durante aquella primera mañana del apagón, con bastante buen humor. Las vacaciones estaban cerca, y por una mañana de asueto tampoco pasaba nada. En realidad, la mayoría de las oficinas del país podían suspender sus actividades durante bastante tiempo sin que de ello se derivara perjuicio alguno.
Al cabo de un rato, las oficinas, sobre todo las públicas, sin calefacción, ni luz, ni agua, sin teléfono y sin Internet, decidieron cerrar la puerta y mandar a los trabajadores a sus casas. Además, muchos trabajadores —todos los que vivían a cierta distancia y acudían al trabajo en algún medio de transporte— se habían quedado ya en casa.
A esas horas, la ansiedad empezaba a manifestarse también en torno a las tiendas de comestibles, y algunos ciudadanos, habitualmente inofensivos, exhibieron un comportamiento amenazador cuando las empleadas del supermercado les dijeron que no podían atenderles, porque las cajas no funcionaban y era imposible saber el precio de la mayoría de las mercancías sin la ayuda del sistema informático que, como todo lo que funcionaba con electricidad, se había venido abajo.
El encargado del supermercado decidió que lo más prudente era cerrar las puertas, lo que hizo no sin dificultades y con la ayuda de la autoridad, que se había personado atraída por la aglomeración de presuntos compradores. Una vez cerrado el establecimiento, muchos no se alejaron de las puertas y formaron, nerviosamente, grupos en los alrededores, en una actitud cada vez más amenazadora.
Que la cosa era aún más extraña y alarmante de lo que parecía quedó patente cuando, primero uno y luego todos los demás, se dieron cuenta de que ni los teléfonos móviles, ni los relojes eléctricos, ni los transistores a pilas daban ya ninguna señal de actividad. Esto empezó a generar algo parecido al pánico entre la multitud. Una cosa era un corte en el suministro de electricidad —cosa que no ocurría muchas veces, pero no era del todo inusual— y otra era que cualquier traza de energía estuviera desapareciendo.
La policía, con órdenes tajantes de las autoridades locales, intentó dispersar a la multitud, invitando a la gente a esperar noticias en sus casas. Pero la falta de cualquier medio de comunicación no inducía a la gente a marcharse, sino, más bien, a mantenerse en contacto unos con otros, para reducir la sensación de aislamiento y obtener del grupo algo de apoyo e información. Información que consistía, sobre todo, en rumores e ideas tan descabelladas como lo que estaba pasando.
Una tienda cercana, famosa por la aplicación discrecional de precios en función del aspecto del comprador y, por tanto, escasamente informatizada, permanecía extrañamente abierta y vacía. Hacia allí se fueron moviendo algunos, con cierto sigilo e intentando no llamar la atención. Aunque el tendero, al verlos, intentó precipitadamente cerrar la puerta, no pudo evitar que algunos individuos, ya francamente alterados, entraran en la tienda y se sirvieran ellos mismos todo lo que pudieron transportar. Se quedó un poco sorprendido cuando le requirieron, sería la última vez, para que les hiciera la cuenta.
sábado, 10 de octubre de 2009
El petróleo en septiembre
Este gráfico muestra la evolución, a escala planetaria, de la producción, el consumo y el precio del petróleo crudo entre enero y septiembre de este año. Tanto la producción como el consumo parecen estancadas, desde hace tiempo, en torno a los 84 mbd y el precio no ha podido romper la barrera de los 70$/b. Estos datos no permiten sostener la idea de que la economía se está recuperando y sí la de que permanece, en el mejor de los casos, estancada. También apuntan a que se ha alcanzado ya el peak-oil (*)aunque, de momento y como consecuencia de la paralización de la producción industrial y de la consiguiente disminución del consumo de energía, no se haya producido una fuerte elevación de precios que están experimentando, sin embargo, una extraordinaria volatilidad.Gráfico del autor con datos de la EIA (US Gov)
(*) Evolución del consumo de petróleo en la historia de la humanidad. El Peak-Oil es el punto más alto de la curva.
viernes, 9 de octubre de 2009
De la cosa pública
Puede que, ocasionalmente, hagan otras cosas, como planificar carreteras y cosas similares, pero sólo para repartir, preferiblemente entre sus amigos, una parte de nuestro dinero y seguir dedicándose a lo fundamental, sin llamar demasiado la atención. Por eso procuro no sorprenderme, ni indignarme, demasiado con la actividad de la administración pública española. Porque, aunque el gobierno es innecesario, también es inevitable(*), escupir a sotavento nunca ha sido una muestra de inteligencia ni de sentido común y sustituir una banda por otra, al frente de la cosa, no cambia nada, o no por mucho tiempo.
Pero ahora me está asaltando otra sensación, que me preocupa algo más y es la de que llevan tiempo sin tener la menor idea de lo que está pasando. Y no es, sólo, que no distingan una pandemia de un catarro, una crisis de una desaceleración, una fuente de energía de una portadora, el petróleo de las arenas bituminosas, los ricos de los pobres, desfavorecidos, los llaman ahora o, en general, la realidad de la fantasía, sino, también, que ni siquiera intentan, o lo intentan y no lo consiguen, que haya una mínima relación entre lo que dicen y lo que hacen o piensan hacer que, por otra parte, no va mucho más allá de dejar pasar el tiempo, a ver si escampa. Más vale que nos atemos los cinturones.(*) Government: Unnecessary but Inevitable. Randall G. Holcombe
jueves, 8 de octubre de 2009
Gran Scala y el movimiento perpetuo

Ayer leí una noticia acerca del inminente pago, por parte de las gentes de ILD, del segundo plazo de la opción de compra sobre las tierras de Ontiñena en las que, se supone que, se asentará Gran Scala, aquel fabuloso conjunto de cuarenta casinos, treinta hoteles, veinticinco millones de visitantes al año y diecisiete mil millones de euros, más de lo que pretende recaudar ZP con su subida de impuestos, de inversión que iba a construirse nada más terminar la Expo. La verdad es que sigo sin saber dónde está el truco. Ya sé que los 200.000 euros que han pagado por la primera de las opciones de compra no son mucho y menos en un país dónde las pensiones de jubilación, de algunos, superan los 3 millones al año y los 52 a tocateja, pero, aún así no acabo de entender el juego ni de los de ILD ni, mucho menos, del gobierno de Aragón. Yo no sé si habrán pagado, o no, el segundo plazo, pero Gran Scala sigue pareciendo ahora lo que parecía hace dos años, una estupidez, de las de manual. Tanto si se llega a construir algo, cosa que dudo, como si no, la cosa no tiene ni pies ni cabeza. La presentación en la Sala de la Corona del Pignatelli fue, además de inadecuada, un prodigio de mal gusto, el esquema y los dibujos parecían, aún anda el video por Youtube, si alguien lo duda, el anuncio de un mal videojuego, las empresas con las que decían contar, Aristocrat, por ejemplo, ni siquiera sabían que estaban metidas en el ajo y los parques temáticos y las explicaciones que daban eran de risa, la ley, ad hoc, perpetrada por las Cortes Aragonesas, es un escándalo de dudoso encaje en cualquier ordenamiento civilizado, los responsables, salvo los dos que intentaron y casi consiguen, venderle el móvil perpetuo a Aliaga, van y vienen, más bien van y algunos políticos aragoneses, que hace muy poco nos vendían este engendro como lo más grande desde Fernando el Católico, callan ahora o echan balones fuera. Todo menos reconocer que ¿se han dejado engañar? por unos trileros o que han metido la pata hasta el corvejón. Tengo curiosidad por ver cómo salen de esta.