martes, 5 de septiembre de 2006

¡Qué pais!

El sexto verano del tercer milenio está dando sus últimas boqueadas con bastante calor, ninguna lluvia y cada vez menos agua en los embalses. El ministerio de medio ambiente, lo de las minúsculas es deliberado, va a comprar, dicen, cincuenta fincas de alto valor ecológico en la costa para preservar de la urbanización salvaje una parte del litoral español. Yo de eso prefiero no entender, así mantengo alguna ilusión sobre el instinto de conservación de la especie, que es, como se sabe, opuesto al del individuo, pero me parece a mí que sería más práctico prohibir tajantemente la construcción a, pongamos por caso, menos de un kilómetro de la costa y no autorizarla bajo ningún concepto en zonas deficitarias en agua. No sé cuanto terreno podrá salvar el ministerio con estas compras pero seguro que no es mucho y que su intromisión en el mercado inmobiliario servirá, además, para aumentar los precios y la presión urbanística sobre las zonas que no compre.

La ministra de sanidad ha dicho que hay que denunciar a los bares y restaurantes que incumplan la normativa sobre tabaco. No sé muy bien que es lo que quiere conseguir con eso, porque si es simplemente para saber quien se pasa la ley por allí, le basta con consultar los apartados correspondientes de las páginas amarillas para tener una relación bastante fidedigna de los infractores. Los Estados Unidos aprobaron en los años veinte una enmienda a la Constitución que prohibía el comercio y el consumo de bebidas alcohólicas. Dos años después de su aprobación otra enmienda derogaba la anterior y volvía a restablecer el derecho de los americanos a emborracharse donde y como les viniera en gana. No se yo si esto va a acabar igual pero en realidad no es lo mismo. Lo que se prohibe no es fumar, sino hacerlo en sitios donde los residuos de la combustión del tabaco puedan meterse en los pulmones de gente quer preferiría mantenerlos limpios. Y de todas formas los americanos, mientras la ley estuvo en vigor, hicieron todo lo posible, recuerden a Elliot Ness, para que se cumpliera. Lo que es impresentable es que las leyes del estado queden al albur de los intereses electorales de las comunidades autónomas y que una ley aprobada por el parlamento se la tome todo el mundo a beneficio de inventario y aquí no pase nada. Para eso es mejor derogarla. O mejor aún no haberla aprobado.

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