martes, 28 de noviembre de 2006

... y noviembre

Acaba un mes de noviembre curioso, casi primaveral, sin frío, ni nieve, ni niebla, ni lluvia, salvo en Galicia donde han acabado hartos de agua. Moscas y mosquitos continúan campando como si tal cosa y al final acabarán, como las cigüeñas, quedándose a vivir con nosotros todo el invierno. Cada vez estoy más convencido de que los años de bonanza que, a pesar de todo, ha disfrutado el mundo occidental van tocando a su fin. El clima, absurdo, no es más que un síntoma del hartazgo de Gaia con sus actuales usufructuarios.

sábado, 18 de noviembre de 2006

Andasulía

Andalucía ha sido la única Comunidad que ha tenido una fuente de legitimidad específica en su vía de acceso a la autonomía, expresada en las urnas mediante referéndum, lo que le otorga una identidad propia y una posición incontestable en la configuración territorial del Estado. El Manifiesto andalucista de Córdoba describió a Andalucía como realidad nacional en 1919, cuyo espíritu los andaluces encauzaron plenamente a través del proceso de autogobierno recogido en nuestra Carta Magna. En 1978, los andaluces dieron un amplio respaldo al consenso constitucional. Hoy, la Constitución, en su artículo 2, reconoce a Andalucía como una nacionalidad en el marco de la unidad indisoluble de la Nación española.

del preámbulo del Estatuto de Andalucía aprobado por las cortes generales (juro que no he añadido ni quitado nada)

domingo, 12 de noviembre de 2006

Religión y poder


He visto la película española ‘los Borgia’ que, a pesar de que dura dos horas y media, se puede ver sin ningún problema. Cuenta la historia de Rodrigo Borgia, que llegó a Papa con el nombre de Alejandro VI, que hacía y deshacía a voluntad, nombró Cardenal a su primogénito, Gonfaloniero a su segundo y casó a su tercer hijo y a su hija con quien, en cada momento, le pareció más conveniente para sus manejos políticos. El papa tenía a su amante en el Vaticano y se rumoreaba que su hija mantenía relaciones incestuosas con él mismo y con su hijo mayor, que a su vez se acostaba con su cuñada y mató o hizo matar a su hermano y a su cuñado. De todo esto, y de otras cosas que no se cuentan en la película, pero que seguro que también ocurrieron, estaban al cabo de la calle los que gobernaban Roma, las ciudades italianas y los países cristianos de Europa occidental pero a nadie se le ocurría poner en cuestión al Papa por dos razones, la primera es que el Papa era uno de ellos y no se comportaba de forma diferente a como se comportaban ellos y la segunda, y más importante, que hacía ya tiempo que los gobernantes habían descubierto lo útil que era tener a dios, a cualquier dios en el que la gente pudiera creer, de su parte. Ignacio Sotelo se lamenta, en El País de hoy, de la actitud del ejecutivo socialista, que se ha plegado ante la iglesia en la cuestión de la financiación, como se plegará en las relacionadas con la enseñanza de la religión en los centros públicos y en cualquier otra que no afecte a principios fundamentales (al César lo que es del César…) Y eso no tiene nada de extraño, porque el único objetivo claro que tiene este gobierno, todos los gobiernos, es permanecer en el poder el mayor tiempo posible y están convencidos de que, en España, no hay quién mantenga el poder mucho tiempo sin una neutralidad benevolente por parte de la iglesia católica. Neutralidad que creen asegurarse a base de concesión tras concesión y que, finalmente, no puede existir porque también la iglesia tiene claros quienes son sus amigos y quienes meros aliados coyunturales.

La imagen es un detalle del Fresco de la Resurrección de Pinturicchio, pintado hacia 1492 y está en el dominio público (al menos, según Wikipedia, en los Estados Unidos).

domingo, 5 de noviembre de 2006

Calentamiento y economía.


El informe Stern, encargado por el Gobierno Británico. Es algo largo, pero fácil de resumir: la economía mundial está directamente relacionada con el cambio climático y, en diez años, los efectos del calentamiento global, debido fundamentalmente a la actividad humana, pueden ser, serán, irreversibles y catastróficos. Hay dos posibilidades:

1. Es un cuento, como lo de que en Irak había armas de destrucción masiva y,
2. Va en serio.

Pero a mí me ha recordado aquella soleá:

Cuando de noche me acuerdo
que me tengo que morir,
hecho la manta en el suelo
y me "jarto" de dormir.

miércoles, 1 de noviembre de 2006

Noviembre

Un alumno, o ex alumno, tanto da, de un instituto le ha dado una brutal paliza a un profesor, mientras una compañera suya filmaba el acontecimiento. Después intentaron vender la grabación a los periodistas por 100 € aunque finalmente tuvieron que rebajar el precio hasta los 20. Los emigrantes llevan a sus hijos a las guarderías públicas y exigen a sus responsables que los alimenten de acuerdo con su religión. Me contaban ayer que una mujer apareció por una guardería con las deposiciones de su hija en un recipiente, para demostrar que había comido sustancias prohibidas, salchichas, concretamente, y organizar el correspondiente escándalo a las maestras que la atendían. Adolescentes descontrolados, ignorantes hasta lo increíble, patanes y violentos vendiendo a periodistas sin escrúpulos las grabaciones de sus hazañas, emigrantes imponiendo violentamente sus creencias religiosas en un país que acaba, prácticamente, de salir de once siglos de su propio fanatismo religioso. No sé que clase de mierda estamos haciendo, bueno, están porque yo cada vez tengo menos que ver con lo que está pasando, pero sí que vamos, cada vez más deprisa, hacia un desastre, una reacción violenta o las dos cosas a la vez. Y no será esa idiotez de la alianza de civilizaciones lo que lo remedie.

domingo, 29 de octubre de 2006

Catalonia

El miércoles son las elecciones en Cataluña y a estas alturas ya no parece que Carod Rovira vaya a producir ninguna boutade espectacular, si dejamos de lado, claro, el anuncio donde aparece afeitándose y con un mensaje en catalán que, mas o menos, viene a decir: Somos humanos, como tú. No sé que querrá decir con eso. El viernes Mas desayunó con el presidente del Barcelona (el equipo de fútbol, claro) y ayer Montilla se las arregló para desayunar él también con el Sr. Laporta. Lo que me lleva a preguntarme, una vez más, por las razones que hacen que la gente vote a uno u otro candidato. Y no me refiero, claro, a los muy pocos que se enteran de algo y que deciden su voto por razones más o menos objetivas, o, al menos, objetivables, ni tampoco a la chusma, mayoritaria, que ya tiene su voto decidido desde 1975 y no lo cambia aunque su partido presente a un perfecto imbécil, cosa que, por lo demás, no es nada extraordinaria. Me refiero a ese voto flotante, de gente sin preferencias por ningún partido, cuya fuente de información es la televisión o el boca a boca y que no se sienten particularmente beneficiados ni especialmente amenazados por el triunfo o la derrota de tal o cual partido y que, en cada elección, son los que deciden de que lado se inclina la balanza. Claro que, a lo mejor lo importante no son las razones por las que la gente escoge una u otra opción política sino las razones por las que los políticos creen que la gente les vota. Por ejemplo, a Montilla ha podido pasarle por la cabeza que si su rival desayunaba con Laporta (el presidente del Barcelona), los forofos de ese equipo, que en Cataluña deben ser legión, se decantarían automáticamente por Convergencia y Unió. Así que quizá el problema no es que la gente sea idiota, sino que los políticos están convencidos de que lo es y actúan en consecuencia. No sé si me explico.

Luna

viernes, 20 de octubre de 2006

Corrupción a la española

Un concejal de no sé que partido, al que han sorprendido reclamando al alcalde su parte en los beneficios de alguna recalificación: si somos 11, yo quiero mi once por ciento...

jueves, 19 de octubre de 2006

Elecciones catalanas

Mas se ha comprometido, ante notario, a no pactar con el PP después de las elecciones catalanas del 1 de noviembre. Esto, que puede parecer una idiotez, es, efectivamente, una idiotez y además de las de manual. Y si este, que parecía, a primera vista, que no estaba totalmente desprovisto de sentido común, hace cosas semejantes, ¿qué no cabe esperar de Carod Rovira?, ¿qué no hará ese hombre para llamar la atención más que Mas?. Atentos, que la cosa puede ser espectacular.

viernes, 13 de octubre de 2006

La venganza de don Pepe (Bono)

Enviaron a Bono a casa y no pasó nada... pero parece que no habían previsto que lo iban a necesitar a los cuatro días. Ahora a esperar la respuesta de Pepiño que será, es de esperar, sonada. Puede que ni le dejen ser presidente del próximo Congreso de los Diputados que, según parece, es a lo que aspira. ¡Viva Honduras!, que diría su antecesor.

jueves, 5 de octubre de 2006

lunes, 2 de octubre de 2006

'Son las dos y media...


de la tarde en el reloj del Palacio de Comunicaciones de Madrid. Diario hablado de Radio Nacional de España'. Así empezaban los partes que durante casi cuarenta años monopolizaron la información en este país. Una sóla fuente de información y nadie que la discutiera. Una maravilla, vamos.

domingo, 1 de octubre de 2006

Hule

Desde que las falsificaciones de Armani o Louis Vuitton cada vez son mejores y más difíciles de distinguir de sus respectivos originales, desde que cualquier paleta o FP electrónica, a la mínima, se gasta un audi, un bmw o un mercedes, desde que, en definitiva, no puedes distinguir ya a simple vista a la chusma de la gente realmente importante, es necesario acudir a indicadores sociales fiables, de esos que no engañan. Les propongo uno que es, en mi opinión, infalible. El hule. En España, los ricos gastan manteles (a veces, incluso de hilo) y la chusma hule.

(Entrada completa y sin cortes publicitarios en majaderos)

sábado, 23 de septiembre de 2006

Ansar rides again.

El País tiene, en su primera página de hoy, un enlace a un audio con fragmentos de la última conferencia pronunciada por Aznar en Washington, naturalmente en inglés. No encuentro palabras.

viernes, 22 de septiembre de 2006

Caballos y otros animales

Hoy he visto en televisión los caballos comprados por un tal Roca, una especie de jefecillo en la sombra de la mafia que controlaba el Ayuntamiento de Marbella, que estaban literalmente(*) muriéndose de hambre y desatención en las cuadras dónde habían quedado abandonados tras la detención del mafioso. La verdad es que estos animales son los únicos inocentes perjudicados en todo ese desgraciado asunto. Ni el pueblo de Marbella, que debería ser desprovisto de su derecho al voto, por haberlo utilizado para mantener en el poder a semejante chusma durante tanto tiempo, ni la Junta de Andalucía que ha tolerado lo intolerable y, cuando le ha convenido, le ha reido las gracias a alguno de los payasos que han detentado la alcaldía de esa ciudad, pueden reclamar otro papel que el que corresponde a los tontos o incompetentes y eso para no atribuirles directamente el de cómplices. Pero tolerar, e incluso jalear, la corrupción política, como se está haciendo en España, no es gratis. La frontera del tercer mundo puede volver a los Pirineos, donde muchos europeos creen, gracias a espectáculos como el de Marbella, que aún sigue estando.

(*) Luego ha resultado que, según la Junta de Andalucía, la cosa no era para tanto ni tenía que ver con el abandono. Cualquiera sabe, pero mantengo el resto.

El río crecido



Bueno, pues sigue lloviendo y mucho. El río Vero, habitualmente seco, presentaba ayer este impresionante aspecto.

sábado, 9 de septiembre de 2006

Impresionismo


Nuevos vecinos


Tienen un aspecto extraño, son cada vez más y los necesitamos para mantener nuestro tren de vida. Vamos hacia una sociedad multirracial y eso podemos hacerlo por las malas o por las buenas. Por las malas es fácil, no tenemos más que ignorarlos, abandonar las casas y los barrios en cuanto empiecen a aparecer por allí, no darles trabajo..., en fin, lo que estamos haciendo ahora. Para hacerlo por las buenas hay que hacer todo lo contrario, es más difícil, pero nos ahorraremos muchas complicaciones.

Fin de fiestas 2006


martes, 5 de septiembre de 2006

Trabajo de oficina

El hombre se metió las manos en los bolsillos y continuó andando por la acera, después de lanzar una mirada de reojo al escaparate de la librería que reflejaba el movimiento del otro lado de la calle. En realidad nadie le estaba siguiendo pero, de cuando en cuando, le apetecía vagar por las calles como si fuera un personaje de novela. Un espía o algo así. Eso le ayudaba a sobrellevar su aburrida vida de empleadillo del montón en una oficina pública en la que hacía tiempo que no pintaba nada ni resolvía nada. Llevaba un tiempo algo inquieto y preocupado ante la posibilidad de que alguien se diera cuenta de lo absolutamente prescindible que era, sobre todo porque ya no se veía con capacidad para fingir, como había hecho durante tantos años, lo ocupado que no estaba. Los papeles importantes habían ido desapareciendo de su mesa, al mismo tiempo que sus funciones pasaban a ser desempeñadas por gente más joven, mujeres sobre todo, que habían entrado en los últimos años. Las historias con las que intentaba deslumbrarlas y que reflejaban el importante papel que él había desempeñado en los primeros tiempos, se escuchaban con cortesía pero también, a veces, con algún gesto de impaciencia, muy alejado del respeto y la admiración que su contribución al éxito de esta oficina requerían. Es verdad que disponía, privilegios de la antigüedad, de un puesto bien remunerado, mesa de despacho y  teléfono y que nadie, últimamente ni siquiera el jefe, le decía ya lo que tenía que hacer, pero tenía la sospecha de que esto era más porque no lo consideraban capaz de hacer nada útil, que por respeto a su superioridad intelectual, que no creía que sus compañeros hubiesen sido capaces de reconocer. A punto de cumplir los cincuenta, ni siquiera le quedaba la opción de ingresar en un partido e intentar conseguir un puesto de concejal, porque tendría los mismos problemas que en la oficina. Los jóvenes, y sobre todo las dichosas mujeres, se estaban haciendo con  los resortes del poder en todas partes. Ya veremos, pensaba, en que acaba todo esto. Al cabo de un rato de vagar sin rumbo por la calle se metió en un bar y se sentó en una mesa del fondo, justo al lado de cuatro jovencitas, muy monas, por cierto, que charlaban en voz alta y se reían, sin duda, de algún compañero de trabajo de cierta edad al que le estaban haciendo la vida imposible. Bueno, pues estas no se iban a quedar con la idea de que él era un Don Nadie. De entrada echó mano de su teléfono móvil, que habitualmente llevaba apagado porque nadie lo llamaba nunca y, sin encenderlo, fingió una llamada a su oficina. Empezó echando un áspera bronca a su imaginaria secretaria por haber tardado tanto en coger el teléfono, para que vieran las frescas de al lado con quien se jugaban los cuartos, y después le dio instrucciones precisas que dejaron meridianamente clara su importancia en la empresa en la que trabajaba. La verdad es que, con una falta de respeto acorde con su edad y sexo, ni siquiera bajaron la voz para escuchar lo que estaba diciendo y tuvo que levantar bastante la suya para hacerse oír. Aunque las chicas no parecieron impresionadas, al menos consiguió que el camarero, alarmado por el tono y el volumen de su voz, viniera a preguntarle que quería, lo que le obligó a terminar la brillante conversación que mantenía con su secretaria, no sin advertirle que esperaba que sus instrucciones se siguieran al pie de la letra. Faltaría más. Mientras se tomaba el café encendió el móvil y programó el despertador para poder fingir que recibía varias llamadas. En un momento dado y mientras tomaba notas y hablaba por teléfono a un tiempo, como había visto hacer en una película, se le cayó el aparato al suelo y fue a parar debajo de la mesa de las chicas. Le pareció que la que se lo devolvió, que había mirado la pantalla de reojo,  sonreía y cuchicheaba con las otras pero continuó su conversación como si nada. Al cabo de un rato se fueron lanzándole miradas de admiración. Al fin y al cabo no eran tan tontas como sus compañeras de trabajo. Estaba terminando tranquilamente el café, ahora que se había quedado solo y no tenía que soportar risitas, cuando le sobresaltó el sonido del teléfono. No era más que el despertador que había programado para que sonara cada cinco minutos así que, frustrado, apagó el móvil. A ver si se había creído la gente que iba a estar todo el día pendiente de que lo llamaran. Mientras se acercaba la hora de volver al trabajo, pensaba en cómo mataría la tarde. En realidad su situación no era tan mala. La cosa podría ser mucho peor si alguien se empeñara en que justificara el dinero que estaba cobrando, encomendándole cualquier tarea absurda que seguro que hacían mejor aquellas niñas que manejaban los computadores como si hubieran nacido de uno de ellos. Lo único que tenía que procurar es no llamar demasiado la atención ni indisponerse con el jefe, que era un auténtico cretino pero menos inofensivo de lo que parecía, y aguantar así los años que aún le quedaban para la jubilación y el merecido descanso. Pagó el café y no dejó propina. No le había gustado que el camarero le interrumpiera cuando hablaba con su secretaria y, además, no pensaba volver a ese bar tan ruidoso. Llegó al trabajo quince minutos tarde para demostrar que él entraba y salía cuando le daba la gana pero, como solía hacer últimamente, con el móvil, que había vuelto a encender, en la oreja. En parte para no tener que saludar al portero, que le había perdido gran parte del respeto con que lo trataba al principio y, en parte, porque tenía la impresión de que hablar por teléfono móvil daba cierto estatus y dejaba claro a todo el mundo que él  tenía otra vida fuera de allí, muy distinta de la mediocridad rutinaria de la oficina. Cuando llegó a su mesa siguió un rato hablando por el móvil mientras observaba, con algo de desazón, la soltura con que sus vecinas manejaban el computador y lo bien que aparentaban estar ocupadas. Sin dejar el móvil, ni la conversación que cada vez era más incoherente, abrió el correo electrónico. Allí estaba el montón de mensajes en inglés de todos los días. Cuando empezó a recibirlos se sintió un poco halagado, después de todo a él no le escribía nunca nadie, pero su hija le había aclarado que eran mensajes para ofrecerle aumentar el tamaño de su pene o su rendimiento en la cama y que, en realidad, no iban dirigidos a él sino que era una especie de buzoneo electrónico. ¿Cómo demonios sabría ella esas cosas? Menos mal que se enteró justo antes de presumir de su mucha correspondencia, en inglés, ante sus compañeras de oficina. Cuando se acordó de que tenía el móvil encendido en la oreja, en algún sitio había leído que eso no era bueno y por eso el solía mantener sus monólogos con el móvil apagado, cortó abruptamente la conversación, advirtiendo a su imaginario interlocutor que no podía seguir hablando porque tenía la mesa llena de papeles que requerían su inmediata atención, cosa que provocó, o eso le pareció a él, una media sonrisita en una de sus vecinas de mesa. Se volvió y le aclaró que a estos, sin especificar quienes eran estos, había que cortarles así porque si no estarían todo el día molestándole. Tras reordenar un poco los montones de papeles, en general inútiles, que tenía sobre la mesa cogió uno al azar y se fue hasta la fotocopiadora, hizo tres o cuatro fotocopias, que luego pasó por la trituradora de papel que había al lado, y estuvo un rato pegando la hebra con la chica de atención al público, que también se consideraba marginada. Y más valía que siguiera así porque en cuanto dejaran de marginarla seguro que también la ponían por encima de él. Cuando más entusiasmado estaba explicándole con pelos y señales las razones por las que esta oficina funcionaba tan mal, en general porque sus consejos, aunque se escuchaban con mucho respeto, no se seguían con la diligencia debida, apareció el jefe, que también llegaba cuando le daba la gana, y se vio obligado a cambiar de conversación y pedirle a la chica que le hiciera una fotocopia del papel que llevaba en la mano, que resultó ser el menú de la comida de navidad de hacía tres años, cuya organización, todo un éxito, por cierto, fue la última tarea importante que le encomendaron. Ignorando la sonrisita de la recepcionista volvió a su mesa, mascullando por lo bajo y dispuesto a dejar pasar sin más sobresaltos las dos horas y media que aún le quedaban. Como el correo, como de costumbre, no contenía ningún mensaje que requiriera su atención, decidió pasar el resto de la tarde navegando por Internet. Ni siquiera valía la pena tener prevista una hoja de cálculo, para hacerla aparecer en caso de emergencia, porque hacía tiempo que nadie se molestaba en averiguar lo que estaba haciendo.