| Torres de refrigeración de la Drax Power Station |
Publicado en ECA el 28 de septiembre de 2018
| Torres de refrigeración de la Drax Power Station |
Este documento contiene algunas reflexiones acerca de la evolución, desde sus orígenes hasta la actualidad, del estatuto legal del Centro de la UNED de Barbastro, aunque se hacen referencias a otros centros de la UNED cuya forma jurídica es la Fundación. El problema parece surgir a partir de la evidente necesidad de dotar de personalidad jurídica, dentro de las formas reconocidas por la LRJSP[1], a los antiguos patronatos rectores de los Centros Asociados. El objeto del texto que sigue es exclusivamente presentar algunos argumentos a favor del mantenimiento de la Fundación, como forma jurídica del Centro de la UNED de Barbastro, habida cuenta de que se optó en su momento (1983-1989) por esta figura, en estricta observancia de la normativa entonces vigente y de que, en nuestra opinión, no contraviene en modo alguno la legislación actual ni resulta lesivo para los intereses y objetivos de la Universidad o su política de normalización de la gestión económica de centros asociados que esta Fundación, naturalmente, comparte íntegramente.
El
Centro de Barbastro está sostenido económicamente y gestionado
administrativamente por la Fundación Ramón J. Sender desde 1989, año en que
pasó a sustituir al ente originariamente designado para esta función en el
convenio del Centro[2], y
denominado, como venía siendo habitual en los Centros de la UNED a medida que
se iban creando, Patronato del Centro Asociado, en este caso de Barbastro.
La
necesidad de crear una Fundación docente como entidad titular del Centro aparece
explícitamente enunciada en la cláusula 21ª del convenio de creación del Centro,
firmado en Madrid el 20 de julio de 1983 y en los Estatutos de la UNED de 1985,
2005 y 2011, en los primeros de manera excluyente, sólo fundación y en los dos últimos admitiendo también la transformación de los patronatos iniciales en consorcios u otras personas jurídicas.
A pesar
de que muy pocos Patronatos constituyeron inicialmente fundaciones o consorcios,
el de Barbastro inició inmediatamente las gestiones para la creación de una Fundación,
gestiones que se dilataron por la coincidencia en el tiempo con el proceso de
transferencia a Aragón de las competencias en la materia. Finalmente, el
reconocimiento de la Fundación Ramón J. Sender llegó por partida doble, primero
por la administración autonómica en 1989, como se ha indicado más arriba y en
1992 por el Ministerio de Educación y Ciencia que, con fecha 29 de enero, la reconoció,
clasificó e inscribió como Fundación Docente de servicio. Como consecuencia de
la culminación del proceso de transferencia, las funciones de Protectorado fueron
asumidas por la Dirección General de Justicia e Interior del departamento de
Presidencia de la Diputación General de Aragón.
Diego
Cámara[3]
considera que los centros asociados de la
UNED incluidos dentro de la
denominación de Consorcios o Patronatos
son entidades de derecho público de naturaleza consorciada. No así aquellos que
han sido constituidos como organismos autónomos dependientes de las
diputaciones provinciales o Fundaciones, que el autor considera supuestos singulares, entre los que cita a los de Barbastro, Ramón Areces o Ávila, aunque también son fundaciones los
de Bergara y Vizcaya.
Más
adelante[4]
afirma que sólo quedarían exceptuados
del ámbito de aplicación de la disposición final segunda de la Ley 27/2013, que
prevé la adaptación a la misma de los consorcios preexistentes o de los de
nueva creación como evolución de los antiguos Patronatos, aquellos Centros
Asociados constituidos como Fundaciones o como organismos autónomos de carácter
local dependientes de las diputaciones.
Las
Fundaciones quedarían, pues, excluidas del ámbito de aplicación de las
modificaciones legislativas que afectan a los consorcios y en particular de la disposición
adicional segunda de la ley 27/2013 aunque podrían requerir adaptaciones a las
que me referiré más adelante. Como quiera que, además, las Fundaciones están
contempladas en los Estatutos de la UNED y la Fundación Ramón J. Sender se
constituyó al amparo de lo dispuesto en los mismos y en el convenio de creación
del Centro, no parece, a primera vista, que haya mayor inconveniente en la
continuidad de la Fundación como órgano gestor de la UNED en los Centros que
inicialmente optaran por esta figura jurídica.
La
Fundación se constituyó con el nombre de Ramón J. Sender, escritor altoaragonés
de reconocido prestigio, exiliado tras la guerra civil. Hubo, incluso, cierta
polémica posterior porque el actualmente denominado centro de estudios senderianos, dependiente de la Diputación de
Huesca, manifestó en su momento cierto interés por constituir una fundación con
el nombre de ‘Ramón J. Sender’ aunque, finalmente, la Diputación optó por
mantener la denominación para la entidad gestora del Centro de la UNED, por
considerarla más adecuada a la categoría del escritor.
La
Fundación Ramón J. Sender cuenta actualmente con un patrimonio que supera los 8M
de Euros y entre los bienes integrantes del mismo cabe destacar un edificio de
2453 m² que junto con otro cedido por el Ayuntamiento de Barbastro, constituyen
la sede de la Universidad en Barbastro.
La
Fundación está fuertemente arraigada en la ciudad, sin que por ello se haya
difuminado la imagen de la UNED:
Se han detectado algunas paradojas que
afectan más a la imagen de la Fundación que al cumplimiento de sus fines. Sólo
se ve a la UNED… de Barbastro, sí. Pero la Fundación se diluye en el nombre de
la UNED[5]
La Fundación
ha cumplido, pues, con discreción y
eficiencia su cometido, que no es otro que sostener al Centro de la UNED de
Barbastro, ejerciendo funciones de supervisión y control de la gestión
económica, dejando la gestión académica en manos de la dirección del Centro y
de la Universidad que ha marcado y sigue marcando, como le corresponde, las
líneas generales de dicha actividad.
Existen
suficientes indicios de que la UNED se inclina, actualmente, por la figura
jurídica del Consorcio, lo que, si bien no se refleja en los vigentes estatutos,
sí aparece en las orientaciones estratégicas de la UNED para los próximos años,
en las que se fija como objetivo la constitución de Consorcios en todos los centros de la UNED,
aparentemente con independencia de la forma jurídica que tengan actualmente. Para
Diego Cámara[6],
sin embargo, lo que parece incuestionable es la transformación en consorcios de
los actuales Patronatos y la adaptación a la normativa en vigor de los ya
constituidos, pero no la transformación en consorcios de las Fundaciones
existentes que pueden mantenerse sin problemas como elementos singulares del
sistema, tal y como apunta Diego Cámara en la obra citada[7].
De
hecho, la transformación en Consorcios de las actuales Fundaciones podría no
ser un proceso sencillo y no parece que esta transformación, que, en todo caso,
dependería del grado de consenso entre los actuales miembros de la Fundación y
de su voluntad de continuar sosteniendo el Centro de la UNED, pueda
justificarse en los términos previstos en el artículo 87, apartado a[8].
Los estatutos de la Fundación, además, prevén su disolución por imposibilidad de
cumplir sus fines, admitiendo también su fusión con entidades análogas, pero sin
que esté prevista su transformación en otra entidad, de manera que la
disolución sería un paso previo a la constitución del Consorcio sin que de
ninguna manera esté garantizado que los actuales miembros fundadores acepten
pasar a ser consorciados en las mismas o parecidas condiciones, a efectos de
permitir la supervivencia del Centro de la UNED.
En
cuanto a la memoria prevista en el artículo citado más arriba, que debe
acompañar al Real Decreto de transformación, ésta deberá incluir la
documentación siguiente:
1.
Una justificación de la
transformación por no poder asumir sus funciones manteniendo su naturaleza
jurídica originaria. No
parece que, hasta el momento, la Fundación haya tenido ninguna dificultad para
el ejercicio de sus funciones, por lo que carece de justificación, en los
términos de este apartado, la transformación en otra figura jurídica distinta
con los mismos fines.
2.
Un análisis de la eficiencia que
incluirá una previsión del ahorro que generará la transformación y la
acreditación de la inexistencia de duplicidades con las funciones que ya
desarrolle otro órgano, organismo público o entidad preexistente. Tampoco parece, a priori, que la transformación en
Consorcio vaya a generar ningún tipo de ahorro. La inexistencia de duplicidades,
en el caso general de organismos en los que intervengan las corporaciones
locales, ya ha sido acreditada por la Secretaría General de Universidades[9].
3.
Un análisis de la situación en
la que quedará el personal. Que
se integraría[10] en la
entidad resultante de la transformación o en la Administración General del
Estado.
Tenemos
que referirnos, también, por su pertinencia y evidente interés, al informe
emitido por el Servicio Jurídico del Estado[11]
donde se reconoce al consorcio como forma
jurídica preferente, en estos momentos, pero
no única, dado el tenor literal del artículo 57 de la LBRL (página 11). En
realidad, parece entenderse al consorcio como la mejor forma posible de evolución de los actuales patronatos,
aunque, una vez más (página 13) se insiste en la necesidad de transformar los patronatos existentes en fundaciones o consorcios. Y en la
misma página vuelve a quedar clara la compatibilidad de ambas formas, al
afirmar que el régimen jurídico de estos
centros asociados será el que corresponda a la forma jurídica (consorcio o
fundación) que respectivamente adopten.
La
Fundación Ramón J. Sender, que sostiene al Centro de Barbastro, está formada,
en la actualidad, por la Diputación de Huesca, el Ayuntamiento de Barbastro, la
UNED, el Gobierno de Aragón e Ibercaja, con distintos niveles de compromiso
que, en el caso de las entidades locales y el Gobierno de Aragón parece limitarse
al mantenimiento de las aportaciones actuales, la UNED, que efectúa su
aportación en función de la matrícula efectivamente registrada (RD 1317/1995 de
21 de julio sobre el régimen de convenios de la UNED con los centros asociados)
y finalmente Ibercaja que ha reducido su aportación a niveles meramente
testimoniales.
La
Fundación, en cuanto a su régimen contable, se atiene a lo dispuesto en la
normativa vigente y en particular a lo dispuesto en la Ley 50/2002 de
Fundaciones. Sus cuentas son auditadas anualmente, al darse las circunstancias
previstas por el artículo 25 de
dicha ley, Contabilidad, auditoría y
plan de actuación y junto con su plan de actuación, una vez aprobadas por
el patronato, se presentan al Protectorado dentro de los plazos establecidos,
acompañadas del correspondiente informe de Auditoría.
La
Fundación obtiene otros ingresos, procedentes directamente de la UNED, a través
de un contrato programa en el área de informática o indirectamente, con la
encomienda del servicio de librería virtual que, conjuntamente, superan los 700.000
euros y cuya atribución a la Fundación depende de que ésta sea considerada
medio técnico propio de la Universidad. Parece también, a tenor de lo apuntado
por la asesoría jurídica de la UNED en el contrato programa del área de
informática, que su aprobación, aún pendiente en el mes de mayo, podría estar
condicionada a la creación de un Consorcio que sustituya a la Fundación, pero
este condicionante no fue apreciado, sino todo lo contrario, a la hora de
efectuar la encomienda de librería[12]
y parece razonable esperar que las mismas y detalladas consideraciones que se
hicieron para atribuir a la Fundación aquella encomienda sean de aplicación al contrato
programa en el área de informática.
En todo
caso y además de las razones expuestas en el documento citado anteriormente,
cabe hacer una referencia expresa al apartado
2 del artículo 86. Medio propio y
servicio técnico de la LRJSP ya
que, además de que la Fundación dispone, evidentemente, de los medios
suficientes e idóneos para realizar las actividades encomendadas, se dan las
dos circunstancias mencionadas en los subapartados a y b.
a) La encomienda a la Fundación del
servicio de librería virtual ha resultado ser, con mucho, una opción más
eficiente que la contratación pública, que se llevó a cabo, previa convocatoria
y resolución de un Concurso público en el que también participó la Fundación,
entre los años 2007 y 2013 con resultados que, tanto desde un punto de vista
económico como del servicio prestado a los alumnos, pueden calificarse, siendo
indulgentes, de malos. El desarrollo de la valija virtual y la gestión de
exámenes, a cargo del centro de Barbastro y financiados por el contrato
programa, son procesos cuya eficiencia, sostenibilidad y eficacia han quedado
sobradamente demostrados desde finales de los años 90 del pasado siglo.
b) También por razones de seguridad
podría resultar más aconsejable encomendar la gestión de datos sensibles, como son
los personales de los alumnos y el contenido de los exámenes a un medio propio
de la universidad.
Se
trata ahora, a efectos de resolver la cuestión de la adscripción a una u otra
administración, de establecer si la Fundación Ramón J. Sender puede considerarse
un Fundación del Sector Público Estatal y para ello de si cumple, o no, con
alguno de los requisitos establecidos para ello en el artículo 128.1 de la Ley
40/2015 de régimen jurídico del Sector Público. A tenor de los datos de
financiación del último ejercicio auditado, la Fundación recibe una aportación
mayoritaria de la UNED, entidad integrante del sector público estatal, con lo
que se cumpliría el primero de los requisitos, el del apartado a, sin que pueda
establecerse un origen diferenciado para la mayor parte de los bienes o
derechos que integran su patrimonio y sin que, por el momento, haya una mayoría
de votos en el patronato en favor de ninguna de las instituciones en él
representadas.
En
estas condiciones y dado que la Fundación se constituyó sin ánimo de lucro y
con el único objetivo de sostener al Centro de la UNED de Barbastro, que es la
Universidad la que tiene facultades para nombrar y destituir al director del
Centro y que también es la Universidad la que financia en mayor medida la
actividad desarrollada por la Fundación (ART 129.C Ley 40/2015), cabe inferir
asimismo que la Administración Pública a la que debe quedar adscrita es
precisamente la UNED. Sin perjuicio de lo anterior, nada impide una
modificación estatutaria para adaptar la composición del patronato a la cuantía
de las aportaciones y al grado de control efectivo de las instituciones sobre
el funcionamiento del Centro.
Conclusión.
La
Fundación Ramón J. Sender se creó, a instancias de la UNED, con un doble
objetivo: Sostener el Centro Asociado de Barbastro y contribuir al desarrollo
cultural, educativo y científico de su entorno. Los recursos de la Fundación se
destinan, en su totalidad, a estos objetivos. La UNED es el principal agente
financiador de la Fundación y tiene la facultad para nombrar al director del
Centro que, a su vez, nombra al secretario. Se trata, por tanto y en principio,
de una Fundación que reúne los requisitos para formar parte del Sector Público
Estatal y adscribirse a la UNED aunque probablemente deberán realizarse algunas
modificaciones de su plan contable y su régimen económico financiero y de
control para adaptarlos a lo establecido en la ley 47/2003 de 26 de noviembre. La
Fundación podría también proceder a una reasignación estatutaria del número de
miembros del patronato atribuidos a cada una de las entidades en él
representadas, con objeto de ajustar dicho número al peso económico real de la
entidad en el sostenimiento de la Fundación y a sus atribuciones en cuanto a la
gestión del Centro de la UNED.
Barbastro,
8 de mayo de 2018.
[1] Ley
40/2015 de 1 de octubre de Régimen Jurídico del Sector Público. Artículo 84 y
ss.
[2] Convenio del Centro Asociado de
Barbastro, firmado en Madrid el 20 de julio de 1983 por la entonces Rectora de
la UNED, Elisa Pérez Vera y representantes del Ayuntamiento de Barbastro, la
Diputación de Huesca y la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza Aragón
y Rioja (hoy más conocida como Ibercaja)
[3] Diego Cámara del Portillo. Ex jefe de la Asesoría Jurídica de la UNED.
Revista de Derecho UNED, número 15, 2014. Páginas 129
[4] ibidem
Página 143
[5] Auditoría social Fundación Ramón
J. Sender 2002, Documento interno de trabajo, GESES-Universidad de Zaragoza.
[6] Diego Cámara ibidem págs. 142 y 143
[7] Ibidem
pág. 129
[8] Ley
40/2015 de 1 de octubre de Régimen Jurídico del Sector Público (BOE núm. 236,
de 2 de octubre de 2015.
[9] Informe
emitido por el Secretario General de Universidades el 27 de septiembre de 2016
a propósito de la no existencia de duplicidades en la gestión de los centros
asociados de la UNED.
[10] LRJSP
ya citada. Artículo 87, 5,b
[11] Referencia
A.G. INTERVENCIÓN GENERAL 19/17 (R-649/2017) Informe de la Dirección del
Servicio Jurídico del Estado
[12] Convenio de Colaboración entre la UNED y el Centro Asociado de la UNED en Barbastro para la encomienda de gestión del servicio de librería virtual. Cuarta consideración, página 3.

La deuda per cápita en Cataluña en 2016, superior a los 10.000 euros, no solo triplicaba la andaluza sino que superaba en más de mil euros a la siguiente más elevada, la de la Comunidad Valenciana, a la que casi doblaba en términos absolutos. No parece razonable, ni puede atribuirse únicamente a decisiones de gasto autonómico. Cabe sospechar —sin necesidad de teorías conspirativas— que algo tiene que ver en ello el sistema de financiación, que penaliza a las comunidades que aportan más de lo que reciben y premia a las que, en términos netos, reciben sin aportar en igual medida.
Cataluña, como otras tres comunidades, es contribuyente neta. El resto, receptoras netas. El principio de solidaridad —que nadie discute como idea— se convierte en disfunción cuando se prolonga indefinidamente sin evaluar su eficacia ni sus consecuencias sociales o políticas. En este contexto, se habla a menudo de que Adolfo Suárez habría ofrecido a Tarradellas un sistema similar al cupo vasco. No hay pruebas concluyentes, pero si fue así, y si fue rechazado, no deja de ser una ironía histórica. Aunque, a decir verdad, poco importa ya: entonces no se sabía lo que vendría, y ahora ya sabemos en qué se ha traducido aquel encaje mal resuelto.
En una economía globalizada y en plena resaca de la crisis de 2008, mantener una solidaridad interterritorial desproporcionada es difícil de justificar, sobre todo para los que financian el sistema. Esa asimetría, sostenida durante décadas, ha generado frustración, y esta, con la ayuda inestimable de la torpeza política del gobierno central, ha alimentado la deriva independentista. No es el único factor, pero sí uno fundamental. La economía no explica todo, pero sin la economía no se entiende nada.
El independentismo no ha sido, necesariamente, una opción mayoritaria en origen. Lo ha sido por acumulación: de agravios, de negligencias, de desprecio institucional. Y también, seamos claros, por la astucia de una clase política catalana que, desprovista de ideas, ha encontrado en la causa nacional el último refugio para su continuidad. La coalición que impulsó el referéndum de 2017, ideológicamente incoherente y frágil, fue menos el producto de un consenso social que de un oportunismo político. Pero ese oportunismo encontró eco. Porque cuando fallan los números, cuando no hay relato inclusivo ni proyecto compartido, la secesión ya no parece tan utópica.
Aquí, como tantas veces en nuestra historia, lo que podría haberse resuelto con técnica y política ha acabado degenerando en crisis. Y no porque sea imposible resolverlo, sino porque las manos que dirigen el proceso —a un lado y otro del Ebro— rara vez están a la altura. Lo llamarán destino. Yo lo llamo incompetencia. (Reescrito en 2025 a partir de un texto original demasiado desactualizado)
Bienvenidos a este acto que tiene lugar regularmente en el mes de octubre de cada año y que, como todos los actos de carácter más bien protocolario, puede, ocasionalmente, parecer prescindible y no les voy a ocultar que esa sensación, la de que es prescindible, me invade casi todos los años. Pero, sin embargo yo creo que son varios los motivos que aconsejan reproducir, año tras año, en este y en todos los centros de esta Universidad, el acto de apertura de curso. En primer lugar la Universidad, donde se crea, se conserva y se difunde conocimiento, es un lugar propicio para las solemnidades y la apertura de curso es un acto tradicionalmente solemne. Por otra parte, es esta una ocasión y esto también me parece importante, para dar cuenta, aunque sea de forma somera, de la actividad desarrollada por el Centro durante el pasado curso.
Digo somera porque además del formato que aquí utilizamos existe y está a disposición de patronos, alumnos, tutores y público en general, tal como exige la legislación vigente en materia de transparencia, una memoria escrita y la posibilidad de ampliar la información contenida en ella sin más que acudir a la Secretaría del Centro o de la Fundación.
Por supuesto hay una actividad que se superpone a las demás y es la académica. Y en este acto se hace más visible, con la colaboración del grupo de alumnos que, en representación implícita de sus compañeros, han recogido un diploma que acredita la finalización de sus estudios en este Centro.
La lección inaugural, la parte central del acto, es un poco como el recuerdo de lo que se está perdiendo con toda esta eclosión tecnológica que facilita el contacto con entre alumnos y profesores y el acceso a cantidades ingentes de información, más o menos contrastada, pero que parece hacer cada vez más prescindible el recurso a las bibliotecas y a la transmisión oral que es, después de todo y al menos en buena parte, el origen del conocimiento que conforma esta sociedad que, precisamente, llamamos del conocimiento. Procuramos que la lección tenga además el carácter de magistral y para ello, este año, hemos invitado al profesor Guillermo Fatás que ha traído a colación, magistralmente, un interesante episodio de la vida del Rey Fernando II de Aragón, más conocido como Fernando el Católico, de cuya muerte se celebra este año el 500 aniversario. Este es un buen momento para agradecerle la lección cuya calidad e interés dábamos por supuesto pero que no por ello nos ha resultado menos interesante y formativa.
Inauguramos el curso este año en un entorno socioeconómico y político complicado y confuso, aunque, a lo que parece, lo único que hacía falta para salir de tanta confusión es un gobierno sancionado por el Congreso, que aún no tenemos pero que tendremos el domingo si nada se tuerce. Un gobierno que, siguiendo instrucciones superiores, tratará una vez más de acomodar nuestro modo de vida a nuestras posibilidades lo que quiere decir que los problemas financieros que tradicionalmente han afectado a nuestra universidad y al resto del sistema español de educación superior, se verán agudizados lo que tendrá, una vez más, la virtud de obligarnos a agudizar el ingenio
Pero, al margen de esos problemas, de los que ya nos preocuparemos cuando se presenten, si se presentan, el Centro de Barbastro encara el nuevo curso con cierto optimismo. Porque el Centro induce, de alguna manera, un apreciable progreso social en su entorno, al menos mientras siga contando con su principal fuente de energía, sus alumnos y también con sus profesores y su personal, sin que, por el momento se aprecien caídas en la matrícula, ni en el número de egresados que han accedido en esta Universidad a un título superior. El centro sigue desarrollando una importante actividad de extensión universitaria entre la que destaca, por su importancia en el proyecto global de formación a lo largo de toda la vida, la que lleva a cabo la Universidad para mayores, en colaboración con la Universidad de Zaragoza en las tres sedes de Barbastro, Fraga y Sabiñánigo.
Este moderado optimismo, no debería ser óbice para que la Universidad en su conjunto reconozca que puede estar en una fase no terminal, desde luego, pero sí muy complicada y continúe trabajando para adaptar su modelo y también su oferta educativa, que necesita una urgente puesta al día, a las demandas de la sociedad que evoluciona con mucha mayor rapidez que sus instituciones, representada a estos efectos no sólo por los alumnos matriculados en los estudios regulares de la Universidad sino también por todos aquellos que acuden a la UNED en busca de la formación, la información o los recursos que las instituciones públicas ponen a su disposición a través de sus centros.
Quiero recordar aquí a los que nos han dejado en este último año, A María Jesús, a Ángel y a Alejandro que han fallecido y a Miguel, que se ha jubilado. Y desear a los alumnos y exalumnos el mayor de los éxitos en sus estudios y en su vida profesional.
La jubilación de Miguel es la tercera de las que se producen por razones de edad y la primera de uno de los dos trabajadores que empezaron, empezamos, esta aventura en el verano de 1983. La UNED de Barbastro ha cumplido, pues 33 años y tres meses, que es también el tiempo que lleva Miguel en la institución.
Miguel ha tenido la “suerte” de formar parte de la casa en una etapa de continuo crecimiento, en una época en la que el crecimiento ha sido una especie de obligación para cualquier ente o empresa y en general para cualquier economía. Una etapa en la que crecer ha sido, además, relativamente sencillo porque empezamos de cero y las otras alternativas, permanecer como estábamos o ir hacia abajo, sencillamente no existían y como no existían, no nos las planteamos.
Empezamos a crear, de la nada, un centro de la UNED sin saber muy bien lo que era y sin que las instrucciones que llegaban de Madrid nos sacaran de muchos apuros. También es verdad que, por entonces, el nivel de intervención de la sede central era meramente testimonial, la comunicación difícil y durante largos períodos de tiempo inexistente y la autonomía de funcionamiento casi total aunque supeditada a la mayor o menor disposición de las entidades promotoras para facilitar los recursos necesarios. Compramos una máquina de escribir capaz de guardar en memoria tiras de unas pocas decenas de caracteres, todo un adelanto para aquellos tiempos y conseguimos un computador HP, sin eñes ni acentos ni otras aplicaciones que las que nosotros mismos escribimos, con el que empezamos a trabajar y creamos la primera base de datos de que se tiene noticia en la UNED. Compramos también un montón de aparatos para el departamento de medios audiovisuales. Eran tiempos, como estos, en los que el dinero para inversión, que no comprometía aportaciones futuras, llegaba con más facilidad que el destinado a gasto corriente.
Llegó más gente, nos metimos cada vez más profundamente en el lío de la informática con la librería, la biblioteca y un montón de pequeñas utilidades más. Y la gente que iba llegando era cada vez más joven mientras nosotros íbamos haciéndonos mayores y más o menos respetables.
Miguel ha sido, como empleado público, un hombre multitarea. Algo que, ahora mismo, ya no es muy fácil de encontrar. Fue multitarea en tiempos en los que las tareas a acometer eran muchas y el personal disponible escaso. Creo que ha llevado casi todos los negociados del centro, desde las cuentas, pasando por la librería, la gestión de las compras de los edificios en los que ahora se asientan las nuevas instalaciones de la UNED, las complicaciones administrativas de la gestión de personal… y en todos los casos ha hecho su trabajo con dedicación, con eficiencia y sin llamar la atención. Bueno, esto no significa que lo haya hecho en silencio porque Miguel es un hombre locuaz que siente la necesidad de explicarse pero eso no es necesariamente malo. Bromas aparte y por lo que a mí respecta, Miguel ha sido una persona, más que un trabajador, con el que siempre se ha podido contar sin que por eso haya dejado de plantear las cosas como creía que había que plantearlas. No sé si yo habré estado a la misma altura y más allá de las palabras si él habrá podido contar conmigo como yo he podido contar con él. Espero que sí pero estas cosas no son siempre como deberían ser.
En fin, Miguel. Por abreviar. Ahora que te vas, tengo que decirte que dejas un hueco importante. Treinta y tres años son muchos años, aunque los dos años de contrato de relevo con jornada reducida, como nos está pasando ahora con Faustino, han suavizado la salida pero al final e inevitablemente, tu relación laboral con esta casa ha terminado. En mi caso, decir que espero que sigamos siendo amigos es una obviedad, porque ya lo éramos antes de 1983 y no ha pasado nada, espero, que impida que lo sigamos siendo, al margen ya de una relación de trabajo que termina hoy. Que disfrutes de la tercera edad y si vienes por aquí, aquí estaremos. Bueno, según lo que tardes igual algunos ya no, pero la mayoría seguro que sí. Y ahora si quieres decir adiós, tienes la palabra.
Hablar aquí de María Jesús y de Ángel es fácil. Es hablar a un público convencido. Nada de lo que yo pueda decir va a modificar vuestra opinión sobre ellos, pero creo que algo hay que decir. La relación entre la UNED de Barbastro y María Jesús se ha prolongado a lo largo de treinta y tres años y lo que en la UNED se ha hecho y lo que la UNED ha significado en relación con el arte, entendido como compromiso social, como manifestación de la belleza y de la capacidad humana para expresarse mediante la belleza no hubiera sido posible sin ella y sin otra persona también tristemente desaparecida, la entonces Secretaria, Gloria Moreno. Su compromiso y su interés por acercar el arte a la gente más joven y por despertar su interés hizo que la sala de exposiciones de la UNED estuviera siempre repleta de estudiantes, Ángel era un matemático raro, valga la redundancia. De esos que se empeñan en que para resolver la ecuación de segundo grado hay que completar cuadrados y no recurrir a la clásica y por otra parte comodísima formulita. De los que creen que hay que pensar y que antes de hacer las cosas hay que saber por qué se hacen. Era un hombre preocupado por la pedagogía y por entender el mundo en el que vivía. Con los dos ha mantenido la UNED una fructífera relación a lo largo de los años. Pero María Jesús y Ángel tenían una extraordinaria capacidad, la de convertir en amigos a la gente con que trabajaban y colaboraban. Por eso, una relación cuya manifestación física terminó con el desgraciado accidente de la noche del martes, seguirá durante mucho tiempo en la memoria de los muchos amigos que dejan.
Descansen en paz.
Buenas tardes.
Rector, Presidente, Consejera…
Inaugurar el curso en la Universidad es un acto formal y solemne, rodeado, en ocasiones, de cierta pompa de origen medieval, que pone de manifiesto el apego de la Universidad por la tradición. A mí me parece que eso está bien, aunque la Universidad no es sólo ni principalmente tradición aunque sea un importantísimo repositorio de cultura científica y humanística. También es o debería ser el lugar donde el progreso humano, en todos sus aspectos, se plantea como un objetivo cuasi revolucionario, aunque actualmente la investigación, sobre todo la aplicada, esté quedando en manos de grandes corporaciones farmacéuticas, alimentarias, energéticas o tecnológicas y universidades, no precisamente de segunda fila, como la escuela de negocios de Harvard vendan como progreso la ingeniería financiera que ha iniciado esta crisis y ha convertido la economía en un casino en el que, como pasa en todos los casinos, al final siempre gana la banca.
Pero no hemos venido aquí a debatir sobre la Universidad, aunque nunca está de más, porque eso requiere un tiempo y un espacio que no son estos. Hoy abrimos el curso en el Centro de Barbastro de la UNED, que es una universidad con unos objetivos bastante precisos, en el área docente, que yo creo que alcanza con bastante corrección. De cualquier manera y después de algunos años de reflexión, 33, he llegado a la conclusión de que a esta Universidad no le va muy bien el calificativo de a distancia porque, en realidad, para un alumno de Huesca una Universidad a Distancia sería la de Sevilla y una Universidad a mucha distancia la de Auckland en las antípodas, pero no la UNED que tiene una puerta abierta a pocos kilómetros de cada pueblo y ciudad de España.
Lo de a distancia viene, según cuentan los que estaban por allí en 1973, a que los adjetivos que inicialmente se le atribuyeron, como libre y abierta pero sobre todo libre, no acababan de encajar en la ideología dominante, para la que la Universidad tradicional era un permanente foco de fronda, tolerado a regañadientes y sólo porque un gran número de los que protestaban en la calle eran, para desconcierto de las autoridades de entonces, sus propios hijos que, en aquellos tiempos, demostraban su hartazgo de manera bastante expeditiva. Bautizar a una Universidad con los nombres propuestos no les debió parecer una buena idea .
De manera que se quedó con ‘a distancia’ siguiendo el modelo alemán de la FernUniversität en lugar de abierta, como la Open, británica y yo tengo la sensación de que el nombre ha tenido cierta influencia, ha impregnado de alguna forma las relaciones entre el centro y la periferia, incluso en estos tiempos en los que la tecnología ha venido a anular barreras antes infranqueables de tiempo y distancia.
Clarke, un escritor británico recientemente fallecido, enunció tres leyes que, según él, regulan el progreso científico. De acuerdo con la tercera, cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia y algo de mágico tendría, para los pioneros de esta Universidad, que las tutorías que se imparten en las aulas del centro puedan ser seguidas por el alumno desde su casa y en tiempo real o que ese mismo alumno pudiera debatir con compañeros y profesores situados a cientos de kilómetros de distancia. Pero la magia que se hace en provincias consiste, sobre todo, en hacer desaparecer cosas y aquí lo que desaparece, poco a poco, son los alumnos de las aulas abocándonos a un nuevo modelo que nadie parece haber planeado ni diseñado, al menos conscientemente, pero que pone, una vez más, en cuestión la organización territorial de la UNED al mismo tiempo que sus responsables proclaman y yo estoy completamente de acuerdo con ellos, que este modelo, el formado por la UNED y sus centros, es uno de los principales activos de la Universidad.
En definitiva, creo que no se debería insistir demasiado en la dinámica actual, que como he dicho está poniendo en cuestión algo que funciona por razones exclusivamente instrumentales, sino más bien caminar hacia un modelo descentralizado, no distanciado, que permita hacer un uso mejor y más racional de los recursos de la UNED. De toda la UNED. Un modelo que yo creo que es el que pretenden financiar las administraciones locales que son el principal sostén de la UNED fuera de Madrid y un modelo en cuya definición han de participar, en el caso de Aragón, tanto la UNED como el Gobierno de Aragón
No quiero terminar esta intervención sin manifestar mi satisfacción por haber formado parte de este proyecto durante treinta y tres años ni, por supuesto, sin reconocer, una vez más, el trabajo de los sucesivos patronatos, de los equipos rectorales y de los profesores y personal de la Universidad así como de los profesores tutores y del personal del Centro sin cuyo concurso la tecnología no tendría la menor utilidad y también y no obstante lo anterior el del personal del departamento de informática de este centro que crea, bajo los auspicios de la UNED una buena parte de la magia que la hace funcionar. Y por último y no menos importante a los alumnos que llegan a la Universidad por primera vez y a los que la abandonan tras haber alcanzado sus objetivos, cualesquiera que estos sean.
Estamos a poco menos de
dos semanas de las elecciones municipales y regionales —o autonómicas, que
viene a ser lo mismo—. Lo que más se oye, y se lee, es a gente que se lamenta
de que, en tal o cual municipio o región, vaya a salir elegido, de nuevo, tal o
cual partido o candidato, a pesar de las abrumadoras evidencias en su contra y
de la más que cuestionable ética, y nula estética, de su comportamiento. A mí
estos lamentos me hacen cierta gracia, porque suelen venir acompañados de
protestas en favor de la democracia como remedio a todos los males que nos
aquejan. Más democracia, suelen decir, y algunos claman también por más
política, más Europa o más de cualquier otra cosa que parezca tener virtudes
terapéuticas.
Pues bien, la democracia
consiste, precisamente, en respetar escrupulosamente la voluntad popular en la
forma en que se manifiesta en lo que llamamos elecciones. Y esto parece que lo
hagamos más por imperativo legal y por falta de recursos para hacer lo contrario
que por verdadera convicción democrática. Y si no nos gusta la alcaldesa de
Valencia, por ejemplo, o la candidata —frustrada, por ahora— a presidir
Andalucía, o estamos hartos de ver siempre las mismas caras aquí y allá, pues
estaremos equivocados, porque resulta que eso, y no otra cosa, es lo que quiere
la mayoría. Y punto.
Y la política —que no
tiene mucho que ver con la democracia, ni tampoco con los más desfavorecidos,
uno de los mantras de moda, o con lo que realmente necesitan los españoles
(algo que todos los políticos creen saber)— consiste en resolver un problema irrelevante
en la situación actual del ecosistema terrestre, pero, para los afectados,
capital. Se trata, claro, de decidir cuál de los distintos partidos en liza va
a disfrutar de los privilegios del poder durante los próximos años, y de tal
manera que parezca que eso lo decidimos entre todos, votando. Ese, y no otro,
es el objetivo de las elecciones, en las que, en realidad, hacemos poco más que
ratificar lo ya elegido por las cúpulas de los distintos partidos.
Cada cuatro años, más o
menos, somos llamados a lo que los más cursis llaman "la fiesta de la
democracia", e invitados a escoger, de entre unas cuantas, una papeleta
con un conjunto inalterable de nombres y depositarla en una urna. Nombres entre
los que, de acuerdo con un algoritmo previamente pactado, se repartirán los
puestos disponibles. Hecho esto —poner la papeleta en la urna— nuestra
participación, que será convenientemente destacada como muestra inequívoca de
espíritu democrático, habrá dejado de ser necesaria y, desde luego,
conveniente. Podremos, eso sí, jalear o criticar al poder en tertulias
debidamente controladas y en tabernas, lo que tendrá el efecto de reducir la
presión cuando esta devenga excesiva, pero sin pretender nada más, y mucho menos
ningún tipo de participación ulterior en las decisiones que hayan de tomarse
por nuestro bien.
El poder será ejercido
—en nuestro nombre, por supuesto— por los elegidos, que dispondrán, durante
años, si lo hacen con la debida discreción y procurando no meter mucho la pata
ni llamar excesivamente la atención, de los recursos comunes en su propio beneficio
y en el de los que ellos consideren conveniente. Eventualmente, algunos se
pasarán de la raya y tratarán de acaparar más de lo que un entorno de recursos
limitados y las tragaderas del común permiten. Como consecuencia, el sistema
entrará en crisis de cuando en cuando, y la gente se sorprenderá —o fingirá que
se sorprende— al descubrir sus perversiones. El sistema, a su vez, aparentará
estar compungido y arrepentido, se purgará, pero poco, de los más notorios
descarriados, y todo volverá, al cabo de poco tiempo, a ser lo que era. Y así,
hasta que la burra ya no dé suficiente leche y haya que resolver las cosas de
otra manera.
Pero —como no dejarán de
recordarnos en otra de esas impagables frases hechas, como esta atribuida a W. Churchill— la democracia es el peor
de los sistemas, descartados todos los demás. Chúpate esa.