‘En cuanto pasen estos días…’, me decía ayer un esforzado
profesional al que conseguí localizar en su teléfono móvil, ‘resolveremos ese
asunto’. ‘Estos días’ es un intervalo de tiempo que, en España, puede incluir
prácticamente todo el mes de diciembre y casi la mitad de enero, la semana
anterior a la llamada Semana Santa, esta misma y parte de la siguiente, las fiestas del pueblo, las pre fiestas y la resaca, las de todos y cada uno de los barrios, los
puentes y acueductos de variado pelaje como el del Pilar o el uno de mayo, festejos
populares, festivales y zafarranchos de toda índole y por supuesto todo o casi
todo el período estival, desde finales de mayo a mitad de septiembre. Durante estos días la vida del país se paraliza,
con la notable excepción, claro está, de la hostelería y la restauración y la
denominada ‘industria del ocio’. Para todo lo demás hay que armarse de
paciencia y sobre todo, de suerte para conseguir que la persona o personas que
puedas necesitar para algo urgente o para completar cualquier expediente, no
hayan decidido tomarse unos días de asueto precisamente en ‘esos días’. Que, aun
así, este país siguiera funcionando, a la española, pero funcionando, era, hasta
no hace mucho, un portento que uno no sabía muy bien a qué especie de divino patronazgo atribuir pero que, tal como están las cosas, sigan en plena vigencia estas costumbres, me parece una muestra indudable de la confianza que seguimos
teniendo en la providencia. Y de la escasa capacidad de raciocinio del pueblo llano y de los sucesivos gobiernos. Y no lo digo porque crea que estas cosas, o la corrupción,
por ejemplo, estén en el origen de esta o cualquier otra crisis, cosa que, evidentemente, hay que
buscar en causas estructurales más profundas, sino porque estoy harto de tanta
juerga, tanta tontería, tanto ruido, tanta gente por todas partes y tanta
porquería por las calles, cosas, todas ellas, que creía, erróneamente, que la situación económica contribuiría a aminorar. Dicen, en mi familia, que eso es porque me estoy
haciendo viejo. Y me temo que tienen toda la razón.
Geschichte, Wirtschaft, Politik, Wissenschaft und Energie aus einer persönlichen und undogmatischen Perspektive.
martes, 21 de agosto de 2012
lunes, 13 de agosto de 2012
Agosto
Han terminado los Juegos Olímpicos de Londres sin que se haya materializado, tampoco aquí, el desastre que algunos vaticinaron tras la derrota de la selección española de fútbol y donde, finalmente, los españoles han conseguido 17 medallas de diversos metales. Mientras tanto este mes de agosto, plácido e insustancial a pesar de la crisis y de los incendios, se desliza lentamente hacia un otoño cargado de malos augurios en el que se supone que acontecerán todo tipo de catástrofes y desatinos. Es posible que así sea y es posible que no, porque en realidad nadie está interesado en un final apocalíptico del statu quo y las fuerzas que sostienen el sistema son, por el momento y al menos en apariencia, tan poderosas como las que las que están tratando de descomponerlo. A la luz de lo que ha venido ocurriendo desde que empezó todo esto, allá por el año 2007, el proceso, probablemente irreversible, será lento y con altibajos que no cambiarán significativamente la tendencia actual ni detendrán el desmantelamiento sistemático del estado del bienestar, pero que servirán, durante algún tiempo -quizá, incluso, el necesario para que olvidemos que las cosas fueron, una vez, de otra manera- para mantener una difusa esperanza en que todo mejore y vuelvan los tiempos de abundancia en los que el mundo entero parecía estar al alcance de todos los españoles, como en el NODO.
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