El gobierno alemán ha desvelado sus planes para después del apagón
nuclear previsto para 2021: llenar el Sahara marroquí -se está estudiando
un convenio similar con Túnez y Argelia- de paneles solares fotovoltaicos. Se
trata de una inversión multimillonaria que exigirá cantidades ingentes de energías
fósiles, materiales, tierras raras y complejas, caras y vulnerables líneas de
transmisión, así que ya veremos si la actual coyuntura permite llevarla a cabo
y en cuanto tiempo, porque las centrales deberían cerrar en 10 años y la crisis energética,
con el precio del petróleo persistentemente por encima de los 110$/b, se está complicando
al mismo tiempo que la económica, a pesar de que, teóricamente, deberían seguir
caminos opuestos –menos actividad, menos consumo-. Ya veremos, también, si la
energía producida en su momento permite compensar la de las centrales nucleares que quieren cerrar,
casi un 25% del consumo eléctrico actual de Alemania, aunque parece que están
dispuestos incluso a vendernos electricidad a nosotros así que por ahí tampoco prevén
ningún problema lo que, naturalmente, no significa que no los haya.
Mientras tanto aquí no nos enteramos de nada. La campaña
electoral es un continuo intercambio de naderías, lugares comunes y tópicos entre
un desesperado PSOE, al que la crisis y sobre todo sus propios errores se han
llevado por delante y un PP que hace lo que puede, que no parece mucho, por contener la euforia por
una victoria que les va a caer del cielo sin haber movido un dedo para
merecerla. Las medidas propuestas hasta ahora por unos y otros van de lo
voluntarista a lo pintoresco –decirle a Europa que retrase el ajuste dos años,
Rubalcaba dixit- no tocan para nada la crisis energética, quizá conscientes,
aunque lo dudo, de que no hay nada que puedan hacer y abordan mal –cuando la
abordan, porque a Rajoy ni le suena- la cuestión monetaria, de manera que lo más
probable es que esas medidas, las que lleguen a implantarse, no sirvan para nada porque los problemas están precisamente en esas
dos cuestiones y la solución -siempre parcial- en abordarlas correctamente que, ciertamente, tampoco parece nada fácil.
Pero mi opinión, basada en años de paciente observación, es que todo esto no tiene ya la menor importancia. Somos demasiados y hemos vivido, aún estamos viviendo, bastante mejor que todos nuestros antecesores, a costa de pedir prestado a un futuro que parecía lejano e irreal, pero siempre sobrado de recursos. Ahora resulta que ese futuro era real, estaba a la vuelta de la esquina y los recursos con los que contábamos y que ahora nos reclama, eran precisamente los que hemos estado dilapidando. Habrá quien espere que, cuando pare la música, quede alguna silla lo suficientemente cerca. Pero la orquesta está tocando en la cubierta del Titanic.