viernes, 17 de octubre de 2008

Entrevista en El Cruzado con motivo del 25 aniversario de la UNED de Barbastro

 

Carlos Gómez

Director del Centro Asociado de la UNED.

“La presencia en Barbastro y el Somontano supone una oportunidad de acceso a estudios universitarios”

Carlos Gómez lleva veinticinco años en el Centro de la UNED con responsabilidades de secretario y Director desde 1987. Ha sido uno de los mejores testigos de la trayectoria ascendente y artífice, en buena medida, del desarrollo. En la entrevista concedida a El Cruzado Aragonés repasa los aspectos más significativos y los momentos más decisivos, incluidas las críticas, durante este cuarto de siglo. En especial, la trascendencia que ha tenido la implantación en Barbastro y su zona de influencia.

Ángel Huguet

¿Asimple vista, qué le dicen, 25 Años de UNED Barbastro?

- Lo que tiene interés, en realidad, es lo que le dice a la gente. Yo creo que la opinión, no sé si general pero al menos sí la más extendida, es que la UNED forma parte del paisaje urbano de Barbastro, es una institución útil que, incluso, le da cierto empaque a la ciudad. Hay también otras opiniones, como la de una señora que decía en el último número de El Cruzado que la UNED era una ‘pérdida’, pero yo espero que sean minoritarias. En todo caso el Ayuntamiento, al que le corresponde establecer las prioridades en la utilización del dinero público, y cuyo Alcalde preside la Fundación de la que el Centro depende, parece considerar, por el momento, que el gasto que ocasiona su mantenimiento queda compensado por el servicio que presta. Que es, por otra parte, lo que yo también pienso.

¿Cuáles han sido las claves esenciales de la trayectoria ascendente?

- Esta institución, como cualquier otra cuya labor sea sometida anualmente a escrutinio, no puede seguir otra trayectoria que la ascendente. Las otras dos posibles, de hecho solo hay una trayectoria alternativa, conducen directamente hacia el suelo y el suelo está a poca distancia y se alcanza en poco tiempo. Las claves son el apoyo de las instituciones, la confianza de los alumnos, la implicación del personal y de los profesores, intentar atender las demandas de la sociedad y prestar un servicio de calidad que no se pueda obtener por menos dinero.

De 676 alumnos en el primer curso a una matrícula consolidada de 1.300 alumnos y 28 titulaciones, ¿cómo se ha conseguido?

- Bueno, que la matrícula de 1300 alumnos esté consolidada quizá sea mucho decir. De hecho yo creo que a medio plazo la tendencia va a ser a disminuir, pero también es verdad que hace ocho años que creo eso y, por el momento, la matrícula se mantiene. En cuanto a las titulaciones la política que ha seguido el Centro es atender, en la medida de lo posible, la demanda existente en todas las que ha venido implantando la UNED.

En el espacio de un cuarto de siglo, ¿Cuántos alumnos han pasado por la UNED de Barbastro y cuál es el porcentaje de los que terminan?

- En torno a los nueve mil. De los que se habrán titulado, probablemente, unos mil doscientos.

¿La UNED facilita posibilidades de acceso al empleo para alumnos mediante conciertos y convenios con empresas?

- Desde el Centro y a través del COIE se ofrece, a los alumnos que están finalizando su carrera en nuestra universidad, la posibilidad de acercarse al mundo laboral mediante la realización de prácticas en empresas o instituciones con las que tengamos firmado un convenio de colaboración educativa. En cuanto a búsqueda de empleo, en la página web del centro existe un enlace del COIE en el que se muestran las ofertas de trabajo (cuando las hay) que nos llegan relacionadas con las distintas carreras que en este centro se imparten. Ofrece orientación laboral a los alumnos que acaban sus estudios en nuestro Centro y organiza los prácticum que son ya parte obligatoria de muchas titulaciones.

¿Hasta que punto ha sido esencial el apoyo de las instituciones que han apoyado (y confiado) siempre en el Centro?

- Este Centro funciona con aportaciones de las entidades fundadoras y está gestionado por una Fundación de cuyo Patronato forman parte el Ayuntamiento, la Diputación de Huesca, el Gobierno de Aragón, Ibercaja y la Universidad. Su apoyo y su impulso son absolutamente imprescindibles.

Ha habido momentos puntuales importantes y habrá pasado por menos buenos en la trayectoria de 25 Años…

- La creación de la Fundación en 1987 supuso un paso muy importante al dotar de personalidad jurídica al entonces denominado Patronato del Centro de la UNED. Cada una de las ampliaciones ha supuesto una oportunidad de mejorar los servicios que se prestan a la sociedad y a los alumnos. El inicio de colaboración con la Universidad en la informatización y automatización de distintos procesos administrativos y docentes supuso una oportunidad de ampliar esos servicios. El comienzo de una importante colaboración con el Gobierno de Aragón y la firma de varios convenios con la Consejería correspondiente supusieron el reconocimiento del hecho evidente de que nuestros estudiantes forman parte del sistema universitario aragonés. La organización de las Jornadas de Informática y los Cursos de Verano han supuesto también hitos muy importantes en la actividad académica del Centro. Los pleitos y conflictos en los que se vio envuelta la Fundación a propósito de la inscripción en un determinado registro y a causa de una excesiva politización de la gestión, tuvieron también su interés desde un punto de vista sociológico aunque fueron algo molestos desde casi todos los demás. La recogida anual de diplomas por parte de los titulados es, por supuesto, una ocasión muy importante por lo que supone de constatación del cumplimiento de la misión más importante del Centro.

¿Qué significa la presencia de UNED en Barbastro y el Somontano?

- Es, ante todo, un Centro Universitario y por tanto su presencia en Barbastro y el Somontano suponen una oportunidad para que sus habitantes puedan acceder a estudios universitarios sin necesidad de desplazarse y/o acceder a determinadas actividades que normalmente solo se generan en un entorno universitario. Por otra parte es un centro de recursos que pueden ser, y que, de hecho son, utilizados por las más variadas instituciones que reutilizan así los recursos que la sociedad y esas mismas instituciones ponen a disposición de la UNED a través de la Fundación que la sostiene. El Centro es también un catalizador de sinergias, que posibilita la actuación conjunta de las instituciones representadas en el Patronato de la Fundación y de otras relacionadas con o dependientes de ellas.

Además, contribuyen en grado alto a las actividades culturales de la ciudad…

- La Fundación tiene, entre sus fines fundacionales, esta contribución. Organizar actividades que tengan que ver con la difusión de la ciencia, con la cultura, con las más diversas manifestaciones artísticas y colaborar con las demás instituciones locales en esa dirección son algunas de sus funciones más importantes. La Fundación y la UNED han hecho un esfuerzo extraordinario, a modo de ejemplo, con la instalación de un planetario y un observatorio que pueden contribuir también a despertar algunas de esas vocaciones científicas que el país tanto necesita.

¿La valija virtual, proyecto innovador y pionero, es fiel reflejo de la actividad importante cobrada por las nuevas tecnologías en el Centro?

- La Valija Virtual es, hoy por hoy, el producto estrella de los desarrollados al amparo de colaboración suscrito en su día con la Universidad y ha supuesto una revolución total, al sustituir el antiguo y muy engorroso sistema de gestión de exámenes por uno totalmente automatizado, mucho más seguro y eficiente. De todos modos estamos en otros proyectos muy interesantes que tienen que ver con la utilización masiva, pero racional, de la informática y las telecomunicaciones en la impartición de docencia y, por supuesto, seguimos desarrollando programas de gestión para todos los Centros de la Universidad.

¿Qué supone y como se afronta en Barbastro el reto inmediato del Espacio Europeo?

- Afrontar la integración en el Espacio Europeo de Enseñanza Superior es una tarea de toda la Universidad en la que los Centros desempeñarán un papel importante pero necesariamente subordinado. Esta incorporación, que incluye un cambio radical en la forma en que los alumnos acceden al conocimiento, al darles una papel central en su propia formación, supondrá, sin duda, la revitalización de uno de los servicios más destacados que presta el Centro, la atención tutorial, cuya evidente importancia en los años ochenta y noventa estaba decayendo en los últimos años por una serie de factores relacionados con el agotamiento del modelo, la aparición de Internet, el cambio de hábitos de los alumnos, etc.

¿Cuáles son los proyectos más inmediatos a partir de este curso?

- Ser una referencia importante dentro de la UNED en la aplicación de la tecnología a la enseñanza, prestar un servicio de calidad contrastada a los alumnos que acudan al centro y que la sociedad a la que sirve considere que merece la pena que la UNED siga estando en Barbastro.

lunes, 23 de junio de 2008

Y llegó el verano

Pase lo que pase en el futuro, estos años serán recordados como años de abundancia y quizá también, de excesos. En Barbastro se ha inaugurado otro supermercado, y van ocho o nueve, varias bodegas, ya son veinte o más, se ha modificado el trazado de la nacional doscientos cuarenta para facilitar la conexión con la ciento veintitrés y dentro de poco, supongo, tendremos autovía Huesca Lérida y en su entorno ya se ha proyectado un centro de ocio y comercio y una nueva zona industrial. Tenemos piscinas cubiertas y acabamos de inaugurar las descubiertas, con jacuzzi, ascensor de agua y no sé cuántas cosas más. Hemos construido viviendas de sobra, aunque no todos tengan vivienda, en urbanizaciones de la periferia y en el centro histórico, que todavía sigue siendo el pariente pobre del desarrollo urbanístico local, se está construyendo un museo y remodelando el antiguo palacio del Obispo, amén de otras intervenciones que están modernizando la imagen de la ciudad y recuperando una parte de nuestro patrimonio. El Hospital está en obras desde hace algún tiempo y es de suponer que, cuando acaben, tendremos unas instalaciones de primera aunque ahora parece que el problema es la falta de médicos para atenderlas, después de haber mantenido durante muchos años un estricto numerus clausus en las facultades de medicina y en las plazas de especialización. Fuera de Barbastro, pero cerca, acaban de inaugurar la exposición internacional de Zaragoza, una sucesión ininterrumpida de saraos durante todo el verano en la que, también, se va a hablar de agua y cómo no, de desarrollo sostenible y se nos anuncia otra inversión, más multimillonaria y no precisamente sostenible, en los Monegros. Las carreteras siguen saturadas de coches y los aeropuertos de gente moviéndose de un lado a otro, sin más objetivo que ir a matar el tiempo a un lugar lo más alejado posible de su residencia habitual, aunque ya no resulta, por lo visto, tan fácil como antes conseguir créditos para irse de vacaciones. Los únicos ferrocarriles que se construyen y se mantienen son los grandes y costosos trenes AVE y los de cercanías en los entornos de las grandes ciudades pero, gracias a esto, casi todo el mundo tendrá una estación de tren a menos de cincuenta kilómetros de su lugar de residencia y una autopista o autovía, que ya veremos por cuanto tiempo más podemos disfrutar, aún a menos distancia. Y por si fuera poco la selección española, rompiendo con una acrisolada tradición, ha superado, de momento, la barrera de los cuartos de final cosa que a mí no me importa gran cosa pero que ha subido, según la SER, varios puntos el índice de autoestima del país. A saber como se medirá eso. Todo esto ha sido posible en un entorno de crecimiento prácticamente ininterrumpido durante más de dos décadas, sostenido por una energía, procedente casi exclusivamente del petróleo, abundante y barata , por la inyección continuada de fondos europeos que se han dedicado, sobre todo, a la construcción de infraestructuras de las que este país, todo hay que decirlo, estaba más que necesitado y por una mano de obra formada por ciudadanos de otros países que han acudido a éste reclamados por una prosperidad escandalosa y tan duradera que ya casi no la reconocemos como tal, ni siquiera los que hemos vivido en otras circunstancias muy diferentes. Ahora esta fiesta, dicen que habrá otras, parece estar tocando a su fin y algunos de estos factores de progreso están en grave riesgo: el petróleo ha alcanzado, en este principio de verano, precios que han desatado la ira de camioneros y pescadores y amenazado con vaciar las estanterías de nuestros supermercados y el dinero de Europa, a punto de conseguir, aparentemente, el objetivo de acercar nuestra renta per cápita a la media comunitaria, va a dejar de fluir en unos pocos años. Los que gobiernan este país tienen ahora la obligación de intentar que la nueva realidad no nos coja completamente fuera de juego y también la de valorar, exactamente, las consecuencias a medio plazo de sus acciones y omisiones, de mirar, en definitiva, más allá de las próximas elecciones. El tiempo en el que cualquier gestión política, por desastrosa, incompetente y a veces escasamente ética que fuera quedaba justificada por el número de metros cúbicos de hormigón utilizados ha pasado ya y probablemente tardará en volver. Cuando acabe el verano y los fastos de la Expo vayan difuminándose, ya no será suficiente con etiquetar de sostenible cualquier genialidad, como, por ejemplo, la propuesta ya citada de construir cuarenta casinos, doscientos restaurantes, no sé cuantos hoteles y varios parques temáticos, para atraer a veinticinco millones de visitantes anuales, unos trescientos aviones diarios cargados hasta los topes, a nuestro patio trasero. Estamos, además, a punto de entrar en la parte más dura de una crisis financiera, más o menos grave y amenazadora según que quién se refiera a ella tenga o no responsabilidades de gobierno, que puede tener el efecto positivo de obligarnos a dejar de gastar en lo que no es necesario y a organizar la vida, en nuestro entorno, en condiciones que la sigan haciendo posible para nosotros y para los que vengan detrás. Pero, por el momento, el personal está por otras cosas: el verano, las piscinas, la playa, la expo… las fiestas. Y probablemente haga bien.

domingo, 8 de junio de 2008

Ensayo general

Una huelga de transportistas es algo muy serio. Nuestra globalizada sociedad exige, ante todo, movilidad, movilidad de personas, sí, pero, sobre todo, movilidad de mercancías. Hemos cubierto de hormigón una gran parte de los terrenos aptos para la agricultura que rodeaban nuestras ciudades, sustituyendo las huertas por grandes superficies en las que, hasta ahora, hemos podido encotrar prácticamente de todo y, en particular, la comida que hace tiempo que dejó de producirse en nuestro entorno más inmediato. Hemos fiado nuestra alimentación a una nueva forma de cultivar la tierra que consiste en la explotación intensiva de grandes superficies, con la ayuda de ingentes cantidades de fertilizantes procedentes del petróleo. El mismo petróleo del que se extraen los combustibles que utilizan los camiones que transportan hasta nuestros supermercados los alimentos que antes, hace no mucho más de cuarenta años, se cultivaban en el huerto de al lado. El mismo petróleo que ha aumentado de precio, por razones que nadie parece en condiciones de explicar, lo suficiente como para llevar a la huelga, dicen que a la ruina, a los transportistas. Una huelga que va a vaciar, a poco que se prolongue el tira y afloja de los huelguistas con el gobierno, que maldito lo que pinta en todo esto, las estanterías que hasta hace muy poco encontrábamos repletas de mercancías. Una huelga que podría no ser más que el ensayo general de lo que puede estar a punto de convertirse en una condición permanente, si las razones del incremento del precio del petróleo tienen que ver más con la escasez que con la especulación.

jueves, 8 de mayo de 2008

Energía y futuro

El Club Español de la Energía ha hecho público, recientemente, un estudio titulado Energía y Sociedad: Actitudes de los Españoles ante los Problemas de la Energía y del Medio Ambiente, del que se desprende que tenemos, en general, una formación deficiente en cuestiones de energía. Parece ser que sabemos poco, o nada, acerca del origen de la electricidad que consumimos y creemos, erróneamente, que la mayor parte proviene del petróleo o de los saltos de agua. No somos, se dice, partidarios de la energía de origen nuclear y creemos que la de procedencia eólica o solar es la más barata cuando, en realidad, es muy cara, en el nivel actual de desarrollo de la tecnología necesaria, dependiente, como casi todo en nuestra civilización industrial, del petróleo y está extraordinariamente subvencionada. Este déficit de formación es el que hace que depositemos esperanzas, con toda seguridad excesivas, en supuestos avances tecnológicos, relacionados, sobre todo, con el hidrógeno y los biocombustibles, de indudable valor científico pero dudosa aplicación práctica a corto plazo. Y a largo plazo, decía Keynes, todos estaremos muertos.
El hidrógeno es muy abundante en la naturaleza, pero su estructura atómica le proporciona una notable e irritante tendencia a combinarse con otros elementos y no se encuentra libre en ninguna parte de este planeta, aunque sea la fuente de energía de las estrellas. Su obtención, a partir de algunos de los compuestos de los que forma parte, como el gas natural, básicamente metano (CH4) y el agua (H2O), exige un aporte externo de energía, con un balance final que, por el momento y mientras las leyes de la termodinámica sigan en vigor, es negativo: la energía que se obtiene de su combustión es inferior a la utilizada para obtenerlo. Tiene, sin duda, una importante ventaja sobre la energía solar o eólica, o, en definitiva, sobre la electricidad, como es la posibilidad de almacenarlo y se supone, que, en el futuro, puede jugar un papel importante como sustituto de los combustibles líquidos, utilizados masivamente en el sector del transporte. Por el momento, sin embargo, el estado de la investigación sobre células de combustible, que son el principal candidato para sustituir a los motores de combustión interna, su precio, el coste de producción y las dificultades de almacenamiento y transporte del hidrógeno necesa-rio para alimentarlas, hacen económicamente inviable esa transición. Sostener lo contrario es una peligrosa fantasía.
En cuanto a los biocombustibles, como el etanol o el biodiesel, procedentes del procesamiento industrial de caña de azúcar, colza, maíz, cebada y otros productos agrícolas, además de que el balance energético final es también e inevitablemente, negativo y de que no está claro que la emisión de contaminantes al quemarse sea inferior, o menos nociva, que la de los combustibles fósiles que se pretende sustituir con ellos, es probable que, antes de proyectar una extensión masiva de su producción y consumo, debamos elegir entre comer o ir en coche. La escasez de determinados alimentos ya está siendo un problema en muchos países, antes llamados subdesarrollados y ahora, con irresponsable optimismo, en vías de desarrollo. Problema que no hará sino agravarse, si terrenos agrícolas y otros recursos escasos, se detraen de la producción de alimentos para dedicarlos a otros fines.
La investigación relacionada con la utilización de las denominadas energías re-novables y también, en el caso de la eólica y la solar, limpias, está impulsada por el incremento de precio del petróleo y también, al menos en teoría, por la constatación, por un lado, de que la combustión de hidrocarburos, o de carbón, con la consiguiente emisión de CO2 y otros gases de efecto invernadero, tiene un efecto negativo sobre la atmósfera, el clima y el ecosistema en general, con consecuencias sobre las que discrepan científicos, gobiernos y ecologistas, pero que se presumen devastadoras y, por otro, de que este problema puede quedar resuelto por la vía, expeditiva e involuntaria, de terminar con las reservas, inevitablemente finitas, del petróleo en todas sus fases de formación. Esta investigación debe continuar e incluso intensificarse, otra cosa sería una grave irresponsabilidad, pero hay que aceptar la posibilidad de que puede que no lleguemos a tiempo y de que el final del petróleo nos sorprenda, en un plazo muy breve, sin ninguna alternativa válida para sustituirlo.
Ser conscientes de esto puede que no ayude a conciliar el sueño pero, probablemente, suavice el inevitable, brusco y potencialmente traumático despertar del que llevamos disfrutando poco más de cien años, un pequeño paréntesis en la historia de la humanidad, y nos induzca a tomar alguna medida para intentar mitigar los aspectos más desagradables de lo que está por venir. Aún así, nada, probablemente, evitará que cosas que ahora damos por garantizadas desaparezcan, para siempre, de nuestras vidas. Quizá convenga hacerse a la idea de que lo que se nos viene encima, si el petróleo se acaba o se hace inaccesible, no es una crisis pasajera, como podría serlo la supuestamente originada por las dichosas hipotecas subprime y el final, en España, de un determinado modelo de desarrollo, sino algo definitivo, que nos obligará a reconsiderar nuestra relación con la naturaleza y a ajustar nuestro modo de vida a las posibilidades reales de nuestro entorno más inmediato.


Publicada en El Cruzado Aragonés, de Barbastro

viernes, 18 de abril de 2008

Reflexiones en torno al Peak Oil

El origen último de la prosperidad y el bienestar que actualmente disfruta una parte minoritaria de la población mundial hay que buscarlo en el petróleo, o mejor dicho, en la relativa abundancia de petróleo barato que venimos disfrutando desde el último tercio del siglo 19. El petróleo es una fuente de energía primaria, creada en el interior de la Tierra mediante la compresión, a altas temperaturas y durante millones de años de biomasa enterrada como consecuencia de violentos fenómenos geológicos, tiene una forma líquida muy conveniente para facilitar su almacenamiento y su transporte,  es estable a temperatura ambiente y muy eficiente desde el punto de vista del retorno energético. El proceso de formación no se ha detenido pero, considerando que ha costado 500 millones de años de historia geológica, acumular el petróleo actualmente existente, podemos considerar totalmente despreciable la cantidad que puede llegar a formarse en doscientos o incluso mil años, es decir que tenemos que asumir que la explotación industrial del petróleo sólo puede consistir en el  agotamiento de una cantidad predeterminada, que no se verá incrementada de manera significativa en todo el período de extracción[3].
Como se habla, y mucho, de energías alternativas y de energía nuclear y también de electricidad o hidrógeno[4], podemos llegar a suponer que el petróleo no es sino una posibilidad más y que, cuando se acabe, solo  tendremos que recurrir a las otras fuentes de energía o a algún mágico elixir guardado en un cajón para cuando haga falta. No hay ninguna evidencia, sin embargo, que permita sostener una hipótesis tan optimista. A lo que nos enfrentaremos, si el suministro de petróleo se reduce, no es a una crisis de energía en sentido clásico, sino a un déficit de combustibles líquidos, utilizados masivamente por los motores de combustión interna. La energía solar, la eólica y sobre todo la nuclear producen electricidad pero no petróleo ni ninguno de sus derivados. Además y por el momento la cantidad de energía que puede obtenerse de esas fuentes es relativamente pequeña, comparada con la  que ha venido proporcionando el abundante y barato petróleo que hemos disfrutado hasta ahora y que, por el momento, seguimos disfrutando.  Dejando de lado la imposibilidad material de sustituir, a corto y medio plazo, el inmenso parque de vehículos[5] que actualmente se mueven con combustibles derivados del petróleo, lo cierto es que esa sustitución no se está abordando y por el momento seguimos fabricando, comprando y vendiendo automóviles, camiones y autobuses con motores de combustión interna. La adopción de medidas proactivas puede tropezar con tantos problemas políticos y económicos, a corto plazo, que es muy posible que no se haga nada serio hasta que sea demasiado tarde.
El petróleo es, pues, un recurso finito que se acabará en algún momento. Cuándo ocurrirá eso o cuánto más va a ser posible extraer en condiciones económica y energéticamente rentables,[6] son cuestiones cuya respuesta no es en modo alguno evidente y tampoco hay datos fiables que permitan estimar el volumen de petróleo que aún permanece en el interior de la Tierra[7]. A las teorías que aseguran que el pico del petróleo[8] se ha producido ya o está a punto de producirse, se oponen otras que sostienen que tal cosa, si es que va a ocurrir alguna vez, está muy alejada en el tiempo. Estas discrepancias pueden atribuirse, desde luego, a la aplicación de distintas metodologías de evaluación o  a intereses contrapuestos por parte de los evaluadores pero, también, a la dificultad de dar crédito a los volúmenes de reservas publicados por los países de la OPEC[9], que tienen limitado el volumen de petróleo crudo que pueden vender en función de las reservas que declaren. Por esa u otras razones, de carácter técnico, político o estratégico, países como Kuwait siguen anunciando desde hace diez años un volumen de reservas en el que no se aprecia disminución alguna, a pesar de que en este tiempo han producido y puesto en el mercado millones de barriles.  De manera que tanto podemos estar hablando de reservas subestimadas como, y esto parece desgraciadamente lo más probable[10], sobreestimadas.
La transición de la madera al carbón y de este al petróleo se realizó de forma relativamente suave, en una sociedad en la que la dependencia de energía era sensiblemente inferior a la actual. Estos precedentes y una fe ciega en la capacidad de innovación de la mente humana, que tendemos a suponer ilimitada, pueden llevarnos a creer que la transición del petróleo, una vez admitido el carácter finito de este recurso,  a… ¿qué?, será también suave y escalonada. Sin embargo la situación actual es muy distinta a la de los siglos 18 y 19. Hoy tenemos un planeta mucho más poblado, 6.500 millones de personas en lugar de los 1.000 millones de entonces, una dependencia prácticamente absoluta del petróleo para cubrir necesidades básicas, como la alimentación, la sanidad, el transporte o la calefacción y con un nivel de autosuficiencia muy inferior al del hombre de la sociedad preindustrial. Las energías alternativas que actualmente están sobre la mesa no son, a medio plazo, capaces de sustituir al petróleo y la  posibilidad de que, en el último momento, aparezca algo que cubra nuestras necesidades, en las condiciones en las que actualmente lo hace el petróleo, es sólo eso, una posibilidad. No se puede confundir el evidente progreso tecnológico, que, en muy buena medida, ha sido posible gracias a la disponibilidad de petróleo abundante y barato, con el progreso energético que, prácticamente, no ha existido: el petróleo era la fuente principal de energía hace cien años y sigue siéndolo ahora, así que es posible que la transición a… lo que sea, no sea suave y escalonada sino abrupta y revolucionaria.
La civilización industrial[11] está, en definitiva, amenazada por la coexistencia de dos construcciones intelectuales universales, sobre impuestas y antagónicas: la cultura monetaria, de origen prehistórico, basada en el interés compuesto y en la idea de que lo que hoy vale dos mañana valdrá cuatro y así sucesivamente, y el conocimiento que tenemos desde hace aproximadamente cuatro siglos de las propiedades e interrelaciones de la materia y la energía, conocimiento al que hay que atribuir los espectaculares logros alcanzados por la civilización industrial en los dos últimos siglos  y que es esencial para su continuidad. Estas dos construcciones han convivido durante algún tiempo, a pesar de su incompatibilidad, debido a una característica fundamental que han compartido: el crecimiento exponencial, pero, por las razones que ya se han expuesto, es imposible que el sistema materia energía sostenga un crecimiento que vaya más allá de doblarse unas pocas decenas de veces[12].
La producción mundial de petróleo está actualmente en torno a los 85-86 millones de barriles diarios y se ha mantenido ligeramente por debajo de la demanda[13] hasta el mes de marzo de este mismo año en que la relación se ha invertido debido a una reducción, de más de un millón de barriles diarios, del consumo. Esta disminución puede deberse al alto precio alcanzado por el crudo en origen o a  razones coyunturales o permanentes que afecten al mercado. La cuestión está en establecer si el estancamiento de la producción es atribuible a esa caída de la demanda, aunque es más bien dudosa una realimentación tan rápida y eficaz, a la falta de inversión para superar dificultades de acceso al petróleo restante, a cuestiones políticas y estratégicas o, simplemente, a que no es posible producir más.  En este último caso habríamos alcanzado ya el pico en la producción de petróleo y no cabría  esperar sino una lenta, en el mejor de los casos, e imparable disminución. Esta circunstancia que provocaría, inevitablemente, un aumento de los precios y dejaría el petróleo en manos de los que pudieran pagarlo, llevaría,  con una alta probabilidad, a conflictos bélicos, del estilo de la guerra de Irak, que no es sino la primera de las Guerras del Petróleo del S XXI. Una extensión, en modo alguno descartable, de esos conflictos agravaría sensiblemente el problema y podría precipitar el final de la era del petróleo barato.
El petróleo no puede ser, ya lo hemos dicho, considerado como una fuente más de energía, sino como algo que, hoy por hoy, no tiene alternativa viable y cuyo consumo, y por tanto producción, no puede estancarse sin poner en riesgo una economía que, como consecuencia de su absoluta incardinación en la cultura monetaria del interés compuesto, no se ha planteado ni puede plantearse otra cosa que el crecimiento que, a su vez, implica un incremento del consumo de energía y, en particular, de petróleo. Una disminución de la tasa de crecimiento, tanto más si esta tasa pasa a tener valores negativos, es lo que se conoce como crisis o recesión y entre sus consecuencias está, siempre, la destrucción de empleo y el incremento generalizado de las dificultades económicas para una parte importante de la población.
Pero una crisis económica debida a una escasez persistente de combustibles líquidos tendría características muy distintas y más graves, que las crisis financieras clásicas[14],  atribuibles a la incompetencia de las autoridades monetarias[15], la euforia financiera, la especulación, el apalancamiento o la caída de confianza de los consumidores, ahorradores o inversores, crisis que se han venido reproduciendo periódicamente y que tienden a resolverse por sí solas, o tras la aplicación de alguna de las medidas correctoras prescritas por la sabiduría convencional, después de períodos de  ajuste más o menos duro. Tampoco sería, con toda probabilidad, comparable en sus efectos a la crisis de los años 70, debida a una falta temporal de petróleo[16], pero que se saldó con un abaratamiento y un incremento posterior de la producción a causa de los nuevos descubrimientos en las exploraciones masivas que forzó el pánico energético provocado por el embargo y, sobre todo, el descubrimiento de crudo en el Mar del Norte[17]. La falta de suministro de petróleo, mantenida en el tiempo y producida antes de que se hubieran tomado las medidas preventivas necesarias, produciría una crisis mucho más extensa y persistente que las anteriores y tendría como consecuencia, desde luego, el cierre de fábricas y la subsiguiente pérdida de empleos pero también el desabastecimiento, provocado por problemas en el transporte y por la escasez de fertilizantes y combustible para maquinaria agrícola. Un escenario en el que la capacidad de los estados para mantener el control de la situación se vería seriamente limitada y en el que cada comunidad podría verse obligada a buscar sus propios medios de supervivencia, cosa tanto más difícil cuanto más imprevista sea la crisis. Buscarse la vida, literalmente, sería probablemente más sencillo en comunidades rurales de tamaño pequeño o medio que en grandes aglomeraciones, en las que sería mucho más complicado buscar una alternativa a las estanterías, vacías, en tiendas y supermercados o al transporte en automóvil.
En estas condiciones, la predicción del pico de petróleo se convierte en una cuestión de la mayor importancia. Se reproducen aquí algunas de las estimaciones realizadas por expertos, agencias gubernamentales, productores y otras organizaciones. En el documento que se cita como referencia[18] aparecen los datos de las personas y entidades a las que se atribuyen estas predicciones y alguna información complementaria acerca de la metodología utilizada
Predicciones del pico de petróleo para los próximos cinco años
Pickens, T Boone  (Investigador en Gas y Petróleo)
 2005
Deffeyes, K  (Profesor retirado de Princeton  & geólogo retirado de Shell)
 Diciembre 2005
Westervelt, ET et al  (Del cuerpo de ingenieros de Estados Unidos)
 Muy pronto
Bakhtiari, S  (Planificador de la Compañía Nacional Iraní de Petróleo)
Ahora
Herrera, R  (Geólogo Retirado de British Petroleum)
Muy pronto o ya ha pasado
Groppe, H (Experto en Gas y Petróleo y hombre de negocios)
Muy pronto
Wrobel, S  (Gestor de Fondos de Inversión)
En 2010
Bentley, R (Analista universitario de energía)
En torno a 2010
Campbell, C  (Geólogo retirado de las compañías petrolíferas Texaco & Amoco)
2010
Skrebowski, C  (Editor de Petroleum Review)
2010 +/un año
Meling, LM (Geólogo de la compañía Statoil)
En torno a  2011

Predicciones del pico de petróleo entre el 2012 y el 2020
Pang, X, et al (China University of Petroleum)
En torno a 2012
Koppelaar, RHEM (Analista holandés)
En torno a 2012
Volvo Trucks
En una década
de Margerie, C  (Ejecutivo de compañía petrolífera)
En una década
al Husseini, S  (Ejecutivo retirado VP de Saudi Aramco)
2015
Merrill Lynch  (Broker financiero)
En torno a 2015
West, JR, PFC Energy  (Consultores)
2015/2020
Maxwell, CT, Weeden & Co  (Broker financiero)
En torno a 2020 o antes
Wood Mackenzie  (Consultor energético)
En torno a 2020
Total  (Compañía petrolífera francesa)
En torno a 2020

Hay también otras estimaciones[19] que niegan el pico de petróleo como posibilidad o lo sitúan mucho más lejos en el tiempo, pero el Wall Street Journal, diario económico de referencia del neoconservadurismo norteamericano que, hasta no hace mucho, sólo se había referido a esta cuestión para menospreciarla, ha modificado recientemente sus puntos de vista en esta materia y ya reconoce abiertamente que el inminente pico del petróleo, aun atribuyéndolo a causas distintas de las esgrimidas por sus tradicionales defensores, supondrá el final del petróleo barato[20] y muy probablemente, el principio de una crisis mundial sin precedentes.
Robert Hirsch,[21]  plantea tres escenarios distintos  en función de que las medidas mitigadoras que él mismo propone se tomen con mucho tiempo, justo a tiempo o demasiado tarde. Considera necesario un período de diez a veinte años antes del pico para que esas medidas puedan implantarse con alguna garantía de éxito, por lo que, en el caso de que el pico hubiera ocurrido ya  o fuera a ocurrir en los próximos cinco años no estaríamos ya, según este autor, en condiciones de afrontar una transición escalonada y deberíamos enfrentarnos al peor escenario y asumir, sin alternativas válidas, un grave déficit de combustibles líquidos durante un tiempo indeterminado pero previsiblemente largo.  Por el contrario, si las medidas mitigadoras, fundamentalmente disminución del consumo, licuefacción del carbón, recuperación del petróleo contenido en arenas bituminosas y otras similares, se toman con tiempo suficiente, el autor describe, prácticamente, un escenario bussiness as usual durante todo el período de transición y es de suponer que también después.
Gracias a la, aparentemente inagotable, energía disponible hemos abandonado el corazón de las ciudades y destruido directamente o dejado arruinar cantidades ingentes de patrimonio inmobiliario para construir urbanizaciones, en los terrenos agrícolas de la periferia, cuya supervivencia depende directamente de que podamos seguir disfrutando del mismo superávit energético. En ausencia de petróleo abundante y barato o de una hipotética, y por el momento inexistente, alternativa, esas urbanizaciones, que dependen directamente del automóvil y del suministro exterior de alimentos y agua resultarán insostenibles y deberán ser abandonadas. El hábitat ideal, en una sociedad post petróleo y en la fase de transición[22] hacia otras formas de energía alternativas, en el supuesto, hay que insistir en ello, de que tales formas existan y sean viables, sería una pequeña comunidad habitando un conjunto compacto de casas, rodeadas de una zona agrícola y forestal que la hiciera autosuficiente. Quizá fuera posible, pero de eso habría que ocuparse con la debida antelación, seguir contando con energía eléctrica, obtenida de fuentes renovables, en la medida en que la infraestructura necesaria fuera independiente del petróleo, para cubrir algunas necesidades como iluminación, calefacción, conservación y preparación de alimentos para su consumo entre otras. De hecho, mantener las luces encendidas debería ser un objetivo primordial de cualquier administración, muy por encima de otros objetivos, probablemente ilusorios, como mantener o incrementar un crecimiento que muy probablemente será insostenible en cualquier tasa distinta de cero.
En una sociedad pos industrial, o al menos en la fase de transición, el hombre deberá recuperar algunas de las habilidades perdidas que garantizaron su supervivencia en el pasado, el cultivo de la tierra es una de ellas, pero no la única y prescindir, definitivamente, de muchas de las cosas que hoy se dan por supuestas como el automóvil, el suministro continuado, barato y abundante de bienes producidos en lugares exóticos, el agua caliente central, el teléfono móvil, el computador conectado a Internet y la información sobre lo que ocurre a más de diez kilómetros de su residencia. Esto no es necesariamente malo ni la sociedad por venir tiene por qué ser peor que la actual, que presenta también aspectos notablemente desagradables, insolidarios y sobre todo, insostenibles, pero sin duda será una sociedad diferente y requerirá un largo y posiblemente incómodo período de adaptación. Es probable, además, que un mundo sin petróleo sea incapaz de sostener una población del tamaño actual y haya que afrontar, a corto plazo, una brusca reducción hasta niveles preindustriales y también que la desaparición del transporte termine bruscamente con la globalización, al imposibilitar el movimiento a grandes y medianas distancias de personas y mercancías y traslade los problemas de supervivencia a niveles estrictamente locales, en donde se plantearán y resolverán, o no, todas las cuestiones que hasta ahora se han planteado y a veces resuelto a escala nacional, continental o mundial.







[3] Nuclear Energy and the Fossil Fuels, Publication nº 95, Shell Development Company, M. King Hubbert
[4] Ni la electricidad ni el hidrógeno son fuentes, sino portadores, de energía y en ambos casos se  necesita un aporte externo  para su fabricación. En consecuencia y de acuerdo con la termodinámica, su tasa de retorno, el cociente entre la energía que proporcionan y la que se necesita para su fabricación, es siempre menor que uno. El hidrógeno, por ejemplo, no se encuentra libre en la naturaleza y para su fabricación es preciso separarlo del carbono en el gas natural (metano) y otros hidrocarburos o descomponer el agua, por electrolisis, en hidrógeno y oxígeno, en ambos casos con un aporte energético superior al que desprenderá la combinación de estos últimos elementos para formar agua. Existen otros procedimientos pero son igualmente ineficientes y antieconómicos. Para los que tienen la esperanza de que esa tasa de retorno se modifique favorablemente en el futuro, hay que decir que las leyes de la termodinámica son, hasta donde sabemos y en este planeta, inviolables e inmutables. Eso, naturalmente, no excluye la obtención hidrógeno utilizando, por ejemplo, electricidad obtenida a partir de reacciones nucleares de fisión pero, suponiendo que el hidrógeno así obtenido, pudiera ser utilizado con resultados razonables como, por ejemplo, combustible para automóviles, estaríamos hablando de energía nuclear y de economía nuclear, no de economía del hidrógeno, que sería solamente un paso intermedio conveniente para almacenar y utilizar posteriormente, energía de origen nuclear.
[5] Ochocientos millones, aproximadamente, en 2005
[6] La tasa de retorno en el último tercio del Siglo 19 estaba en cuarenta, o, lo que es lo mismo, cuarenta barriles de petróleo extraídos requerían la energía equivalente a la proporcionada por un barril, y actualmente esa tasa está en cinco y bajando, debido a las mayores dificultades para acceder al crudo almacenado en campos de los que ya se han extraído cantidades muy importantes y a que el petróleo que queda es de poca calidad o se ha localizado en zonas, en el fondo del mar, por ejemplo, de muy difícil acceso
[7] Las cifras varían entre 1 y 4 billones de barriles (1 billón es aquí un millón de millones. En textos anglosajones mil millones)
[8] Peak Oil. Se ha traducido en algunos artículos como cénit del petróleo: el momento a partir del cual la producción global de petróleo alcanza su máximo absoluto y empieza a descender. Se supone que eso ocurrirá en el momento en que se haya extraído la mitad de todo el petróleo existente, pero hay que tener en cuenta el consumo, mucho mayor, y que la mitad extraída es la parte fácil, cerca de la superficie, en depósitos accesibles y presurizados, con menor viscosidad y de mucha mayor calidad.
[9] Organization of Petroleum Exporting Countries
[10] Crude Oil. The Supply Outlook. Dr. Werner Zittel and Jörg Schindler, Ludwig-Bölkow-Systemtechnik GmbH
[11] M. King Hubbert. 1903-1989. http://www.hubbertpeak.com/hubbert/
[12] Una magnitud que crezca a un ritmo del x%  anual se dobla, aproximadamente, cada 70/x años.
[13] Energy Information Administration. Estadísticas oficiales de energía del Gobierno de Estados Unidos. http://www.eia.doe.gov/oiaf/forecasting.html
[14] Véase, por ejemplo, The Great Crash: 1929, John K. Galbraith, Mariner Books, The World in Depression, Charles P. Kindleberger, Penguin Books y La crisis económica de los 80,  Pedro Valdés, Desajustes y Tendencias de la Economía Actual. Madrid.
[15] Galbraith, por ejemplo, habla (en la obra citada en la nota anterior) de la sobrecogedora incompetencia del Consejo de la Reserva Federal durante la crisis de 1929 y Greenspan, el anterior presidente de la Fed, escribe en el FT para negar su responsabilidad en la actual crisis financiera, provocada por las hipotecas denominadas subprime, crisis que ha podido verse agudizada, en opinión de algunos autores que el mismo Greenspan cita en su respuesta, por el mantenimiento, durante demasiado tiempo, de bajas y muy bajas tasas de interés. http://www.ft.com/cms/s/0/182ac7a4-03fb-11dd-b28b-000077b07658.html
[16] Provocada por el embargo decretado por los países árabes tras la guerra del Yom Kippur http://www.jewishvirtuallibrary.org/jsource/History/73_War.html
[17] La mayor parte de aquellos descubrimientos han alcanzado ya su pico y están, significativamente los del Mar del Norte, en franca y rápida decadencia.
[18] Peaking of World Oil production: Recent Forecasts DOE/NETL 2007/1263.  
[19] The New Pessimism about Petroleum Resources: Debunking the Hubbert Model (and Hubbert Modelers). Michael C. Lynch y también EXXON MOBIL y OPEC (Organización de Países Exportadores de Petróleo) citados en el documento a que se hace referencia en la nota anterior.
[20] The emergence of a production ceiling would mark a monumental shift in the energy world. Oil production has averaged a 2.3% annual growth rate since 1965, according to statistics compiled by British oil giant BP PLC. This expanding pool of oil, most of it priced cheaply by today’s standards, fueled the post-World War II global economic expansion...    http://royaldutchshellplc.com/2007/11/19/the-wall-street-journal-oil-officials-see-limit-looming-on-production/
[21] Robert L. Hirsch en Peaking of World Oil Production: Impacts, mitigation and risk management
[22] http://transitionculture.org/. Rob Hopkins. From oil dependence to local resilience.