domingo, 18 de junio de 2006

que llueva, que llueva ...

Han caído unas gotas este fin de semana, apenas cuatro o cinco litros por metro cuadrado que con la tierra tan seca como está es poco más que nada. Hay rumores, sin confirmar, de que los responsables de todo esto son los vinateros, que tiran cohetes, dicen, para deshacer las tormentas en formación e impedir así que la lluvia o el granizo perjudiquen las uvas de la próxima cosecha. En otros tiempos un rumor así hubiera podido terminar en un pogrom pero ahora la gente, afortunadamente, se toma las cosas de otra manera. En realidad vivimos como si todo diera igual. Da igual que llueva o que no llueva, que el petróleo suba o baje, que el hielo del ártico esté desapareciendo, que se sigan construyendo viviendas que no hacen falta o que las viviendas protegidas se dediquen a la especulación, igual que las otras, que se recicle o que no se recicle,… parece que no hay nada que pueda amenazar esta extraordinaria prosperidad, de la que disfrutamos desde hace tanto tiempo que ya ni la reconocemos como tal. Los que sí la reconocen son los que no la disfrutan, los que llegan hasta aquí a través del océano jugándose la vida por un trozo del pastel que tan obscenamente exhibimos a través del cine y la televisión. En realidad todo no da igual, eso es evidente, pero estamos metidos en un circulo endemoniado del que no podemos salir con facilidad. No da igual que el petróleo se acabe o que el aire y el agua estén cada vez más deteriorados, pero no podemos dejar de consumir cada vez más energía porque el progreso, en realidad el seguir como estamos, está basado, precisamente, en consumir cada vez más. No da igual que se siga construyendo por encima de las necesidades actuales y futuras, comprometiendo y degradando áreas de territorio cada vez más extensas,  ni que el mercado inmobiliario reúna todas las características de una burbuja especulativa,  pero la alternativa es la recesión y el desempleo… y así sucesivamente.

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