sábado, 18 de mayo de 2024

Lambán y la coherencia


A mí la ley de amnistía, impulsada por el actual gobierno y sus apoyos parlamentarios, no me quita el sueño. Para eso ya tengo la próstata. Me parece que no es más que una parte del circo político que, como todos los circos, está en busca del ‘más difícil todavía’, ensayando números cada vez más arriesgados hasta que alguno de los acróbatas se rompa la crisma. El mayor peligro, de este circo en particular, está en que los numeritos no se realizan en el escenario ni sobre una red, sino justo encima de nuestras cabezas, con lo que resulta algo difícil desentenderse del todo. 

 En fin, metáforas aparte, si he tocado el tema de la amnistía no es porque me importe demasiado que los políticos se amnistíen entre ellos o que trafiquen, en busca de su propio beneficio, con los votos que, ingenuamente, les ha dado el personal. Eso está dentro del orden natural de las cosas y, desde luego, de lo que cabe esperar. No. Es porque me ha llamado la atención la actitud de Javier Lambán, senador y ex presidente de Aragón, negándose a participar en la última, o penúltima, parte del más arriesgado, hasta ahora, de los saltos mortales de nuestro inefable presidente del gobierno. Yo ya sé lo que opina, o lo que opinaba, el Sr. Lambán del Sr. Sánchez, pero también sé, y de primera mano, que no era nada distinto, puede que algo más matizado, de lo que opinaban de él, antes de que llegara al poder, destacados políticos en activo convertidos después, milagrosamente, en fervorosos seguidores de su política. 

 Por eso me parece que tiene cierto mérito mantener el tipo, en un tiempo en el que la dignidad ya no parece un valor en alza. Es verdad que Lambán no se juega mucho en este envite. Una vez laminados sus candidatos a las cortes generales y al parlamento europeo y pendiente, sólo, del paso del tiempo para dejar la secretaría general y supongo que también la política activa, puede permitirse, por 600€ de multa, el lujo de decir y hacer lo que, en conciencia, cree que debe hacer o decir. Su partido ya ha dicho, y seguro que saben lo que dicen, que es una cuestión puramente individual y que el riesgo de contagio es nulo. Cosa que también está dentro de lo que cabía esperar.

viernes, 10 de mayo de 2024

El fango en perspectiva

 

Hace muchos años en este país no había libertad de prensa. No era una cosa que la mayoría de la gente echara de menos y, además, las cosas importantes pasaban siempre en el extranjero. La guerra de Vietnam ocupó la primera página durante años, también la revuelta estudiantil de 1968 o el bloqueo de Berlín: la vida y milagros de los duques de Windsor, los príncipes de Mónaco o los reyes de Bélgica; los festivales de Eurovisión, de Benidorm y de lo que fuera. También el turismo que, como ahora y a pesar de que los turistas eran menos y no estaba aún de moda controlar los porcentajes de ocupación de hoteles y chiringuitos, ya empezaba a ocupar una parte importante de las noticias de prensa.

Lo que ahora entendemos por política, que entonces se desarrollaba entre bambalinas, no era un asunto en el que el pueblo llano tuviera que meter las narices, así que de eso se hablaba poco y se escribía menos. Inauguraciones de fábricas, carreteras y pantanos; las visitas del jefe del Estado a provincias y sus excursiones, cinegéticas o de pesca, ocupaban la sección de nacional de los periódicos, que no tenían que molestarse en elaborar la noticia porque el texto y las fotografías llegaban puntualmente a todas las redacciones. Las emisoras de radio conectaban sin excusa ni pretexto, a las 2 y media y a las 10 de la noche, con Radio Nacional, entonces lo de nacional tenía otro sentido, y todos oíamos las mismas noticias y al mismo tiempo. No como ahora.

Con el ocaso del régimen, próximo ya el fallecimiento de su titular, la cosa se fue liberalizando poco a poco pero no sin tensiones. Hubo secuestros de revistas, era el tiempo de Triunfo, Cambio 16, Hermano Lobo, el Papus, entre otras muchas; y cierres de periódicos, llegando, en el caso extremo del Diario Madrid en 1973, a la voladura de su sede. Por entonces se acuñó la expresión ‘prensa canallesca’ para referirse a los medios desafectos, que desatendían las recomendaciones del gobierno.

La democracia trajo la liberalización a los medios de comunicación y con ella la ansiada libertad de prensa, con informativos independientes en las cadenas privadas de radio y, poco a poco, también en las de televisión. Es decir, libertad para publicar lo que a cada uno le viniera en gana, siempre y cuando, claro, tuviera donde hacerlo. Pero como había cierta pluralidad y todo el mundo estaba entusiasmado con el juguete, los primeros años de monarquía constitucional fueron relativamente tranquilos desde el punto de vista periodístico. La prensa del viejo régimen, Pueblo, Arriba, el Alcázar y la revista Fuerza Nueva entre otros, y los diarios provinciales del extinto movimiento, como Nueva España en Huesca, fueron desapareciendo definitivamente o cediendo sus cabeceras a administraciones locales, para convertirse en voceros de las nuevas autoridades.

La crisis de UCD, el advenimiento del PSOE, con varios mandatos consecutivos y un liderazgo incuestionable pero agotador, y la aparición de los primeros casos de corrupción que se hacían públicos, empezaron a poner de manifiesto los inconvenientes, para el poder, de la libertad… de prensa. Había una parte más o menos a favor del gobierno, el País, el Cambio16, la cadena SER, y otra más o menos en contra, como el Mundo, la COPE y alguna más que no recuerdo. Los negocios a la sombra del poder y los jaleos con parientes, un hermano del entonces vicepresidente, parasitando en su beneficio la delegación del gobierno en Sevilla, por ejemplo, dieron bastantes titulares y provocaron alguna crisis, primero de partido y después de gobierno.

Con la pandemia la cosa se complicó un poco más. Había, por primera vez desde el franquismo, una nueva doctrina en la que creer. La COVID era una pandemia, el confinamiento y las mascarillas imprescindibles, los PCR infalibles, el cierre de espacios públicos inevitable y las vacunas, en la práctica, obligatorias. Lo importante no es si todas estas monsergas tenían, o no, algún fundamento, eso no le interesaba a nadie. Lo importante es que no se podían cuestionar y, de hecho, no se cuestionaron durante todo el período de vigencia del evento, y que, como verdades incuestionables que eran, podían y debían, con el apoyo más o menos entusiasta de toda la prensa y si hacía falta de la Guardia Civil, ser impuestas por la fuerza. La cosa no llegó, aparentemente, demasiado lejos, pero sólo porque dieron el evento por terminado antes de que resultara contraproducente.

El experimento reveló que, mediante el temor, la manipulación y la complicidad o pasividad de los medios, se puede moldear el comportamiento social a voluntad. Aunque no resulte fácil extrapolar aquellos resultados a situaciones donde no haya por medio pandemias, guerras u otras catástrofes, en eso parecen estar ahora. Así que la historia sigue y de los resultados, que aún están por ver, ya hablaremos otro día. O no.

Enviado a ECA 10/5/2024

domingo, 14 de abril de 2024

La Paloma de la guerra.

La guerra empezó a las 5 en punto. Todo terminó a las 5:10 para los habitantes de la gran ciudad. Allí no hubo ganadores ni supervivientes. Sólo perdedores muertos. Había otras ciudades más pequeñas, pero estaban en silencio. Un silencio espeso, cortado en algunas zonas por el desagradable sonido emitido por algunas palomas urbanas que, inexplicablemente, habían sobrevivido. Los que no habían sido alcanzados por las explosiones, que salían poco a poco de los sótanos donde les había sorprendido el ataque, tendrían pronto sobradas razones para lamentar seguir vivos.




viernes, 12 de abril de 2024

Diálogos para besugos VI.


-           Buenos días.
-           Buenos días. ¿En qué podemos ayudarles?
-           Estábamos pensando invertir en un pequeño negocio
-           Estupenda idea. Les felicito. España necesita emprendedores.
-           Tenemos un pequeño problema. No tenemos dinero.
-           Es un problema, desde luego. Pero no es pequeño.
-           Nos han dicho que aquí nos lo resolverían.
-           Algún gracioso. Pero lo habrá hecho sin mala intención. No se lo tengan en cuenta.
-           En fin, que ustedes podrían anotar en nuestra cuenta, en el haber, claro, la cantidad que necesitamos.
-           Vaya, qué idea tan fantástica…  Y ¿por qué íbamos a hacer semejante cosa?
-           Bueno, eso es lo que hacen habitualmente ¿no?
-           No es tan sencillo. El negocio bancario…
-           El negocio bancario consiste, si no estamos mal informados, en crear dinero de la nada y prestarlo con un interés, que no me atrevo a calificar de abusivo. Un negocio con poco riesgo y considerables beneficios.
-           Es una aproximación un tanto superficial a lo que realmente hacemos, pero, en todo caso sería legal y no es asunto suyo. Y, vamos a ver. ¿Ustedes han venido aquí a pedir un préstamo?
-           Desde luego que no. A nosotros no va a hacernos creer que nos presta los ahorros de alguna ancianita. Sólo queremos que pulse unas pocas teclas en su terminal y abone en nuestra cuenta la cantidad que necesitamos.
-           Y, naturalmente, no piensan ustedes pagar intereses ni devolver el dinero.
-           Claro que no. No vamos a devolver dinero real a cambio de dinero inventado.
-           No sé qué quieren decir con eso de dinero inventado. Si llegáramos a hacer, bajo ciertos supuestos que no parece que se den, lo que piden, el dinero que acreditaríamos en su cuenta no saldría de la de ningún otro cliente, eso es cierto, pero desde el momento en el que ustedes podrían disponer de él para hacer pagos, o para que nosotros los hiciéramos en su nombre, sería un dinero tan real como los billetes emitidos por el Banco Central Europeo.
-           Es posible. Depende de lo que se entienda por dinero. Pero entonces resulta que están ustedes, una entidad privada, creando dinero de la nada. Si nosotros hiciéramos eso no tardaríamos en tener a la policía aporreando la puerta de casa.
-           Sí, por eso no les aconsejo que lo hagan. Pero, en fin, así son las cosas. Además, la existencia de una determinada cantidad de dinero es imprescindible para que la economía funcione y sólo una pequeña parte son billetes o monedas, creados por las autoridades monetarias. Inyectar dinero bancario en la economía es una de las tareas más importantes de los bancos comerciales. Y desde luego es legal y está muy estrictamente regulada.
-           Pero no se limitan a inventar dinero y prestarlo con un interés. También deciden, al margen del parlamento, qué proyectos se van a financiar y cuáles se van a descartar.
-           No crea todo lo que le cuentan. Pero mire, en parte tiene razón. Por ejemplo, casi hemos decidido ya que no financiaremos su proyecto.


Enviado a ECA 12/4/2024

lunes, 1 de abril de 2024

Un poco de historia (reposición)

Ayer volví a ver una vieja película sobre el desmantelamiento, hace más de treinta y cuatro años, del muro de Berlín. En las fotos y películas, tomadas aquel 9 de noviembre de 1989, pueden verse las caras, iluminadas por la emoción, de gentes conscientes de que estaban viviendo un momento histórico: el final de cuarenta años de régimen comunista en la mitad oriental de la antigua Alemania. Un régimen que se venía abajo sin resistencia, simplemente por el hastío que provocaba un sistema que, en todo ese tiempo, no había cumplido la mayoría de sus promesas ni producido nada más que miseria y muerte. Hastío agudizado por el contraste con la casi insultante prosperidad que había alcanzado la otra mitad del país, hacia la que tantos habían intentado huir, pagando muchas veces con la cárcel, y hasta con la vida, el intento.

Aquí, en España, también tuvimos un momento semejante que se prolongó durante toda la segunda mitad de los años setenta, cuando tras la muerte de Franco —también en noviembre, pero de 1975— las instituciones que creó resultaron ser insuficientes para mantener un régimen que no era homologable en la Europa en la que queríamos entrar a toda costa. Un régimen que también se vino abajo sin más resistencia que las payasadas de algún iluminado. Pero los momentos de euforia y esperanza, tanto en España como en Alemania, se disiparon rápidamente para dar paso a la normalidad democrática y, con ella, a una cierta y creciente decepción, provocada por la inevitable comparación de esa normalidad con lo que algunos esperaban de ella.

La parte oriental de Alemania, lejos aún de la prosperidad de la República Federal, tuvo que ver sus viejas fábricas desmanteladas y a muchos de sus ciudadanos condenados durante mucho tiempo al paro, a la subvención o a la emigración, con la importante diferencia de que ya podían pasar y repasar el antiguo muro sin ningún problema. Pero donde antes les acogían con los brazos abiertos cuando llegaban, con lo puesto y esquivando las balas de la policía política oriental, se les recibió con recelo cuando vinieron, con sus viejas maletas de cartón, a disputar a los alemanes del oeste —y también a los emigrantes del sur de Europa— unos puestos de trabajo cada vez más escasos.

En España la democracia, idealizada durante los cuarenta años de dictadura, tampoco ha resultado ser la panacea esperada. Los políticos de la transición, idealistas y combativos, han dejado sitio a una clase parasitaria cuyo objetivo principal es vivir a costa del Estado, y la democracia ha devenido en una suerte de partitocracia que cada vez tiene menos que envidiar a la antigua estructura del Movimiento. Como aquella, cuenta también con la pasividad de la gente que ignora sus derechos y no está dispuesta a complicarse la vida, al menos mientras mantenga sus pequeñas conquistas, su estatus pequeñoburgués y su aparente prosperidad. Pero eso puede tener ya fecha de caducidad. Muchos de estos políticos, hábiles para llegar al poder y enquistarse en él, lo ignoran todo sobre los cada vez más complejos mecanismos que regulan la economía, la ecología y la vida; y para sobrevivir y sostenerse en el poder necesitan un entorno en el que los problemas, incluidos los causados por ellos mismos, se solucionen por sí solos. Un entorno que ya no es este. O no por mucho tiempo.

lunes, 18 de marzo de 2024

Bibliotecas

 




Más sobre la guerra de Ucrania.

 

Margarita Robles, flamante ministra de defensa del no menos flamante, y antaño impredecible, gobierno progresista de coalición de España, presidido por Pedro Sánchez, ha tendio a bien traer a colación la 'amenaza real' de una guerra con Rusia y la posibilidad que tienen los misiles balísticos rusos de alcanzar objetivos españoles. No sé si finalmente habrá guerra o no. Probablemente sí, al menos estadísticamente hablando. Europa lleva sin una buena guerra que llevarse a la boca desde 1945, si pasamos por alto la guerra fría, que finalizó a todos los efectos con la supuesta derrota y desmenbración del bloque soviético en los años 90 del pasado siglo, las guerras en los balcanes y la actual guerra entre Rusia y Ucrania. De hecho, la OTAN está apoyando con recursos, diplomacia y sanciones económicas a una de las partes, Ucrania, pero sin que ni la OTAN ni Rusia reconozcan un estado de guerra que podría complicar mucho las cosas para ambas partes y llevar a un conflicto de alcance y consecuencias imprevisibles o, mejor dicho, previsiblemente muy graves. Este statu quo no parece resultar del todo aceptable para algunos líderes europeos, como Mr. Macron, a la sazón presidente de la República Francesa, que cree que antes de permitir la derrota, en mi opinión inevitable, de Ucrania, la OTAN debería comprometerse aún más y enviar al frente tropas de combate. Esto conduciría, casi inevitablemente, a un estado de guerra real y efectiva entre Rusia y la alianza atlántica, una guerra que, dado que ambas partes mantienen un arsenal nuclear suficiente para arrasar el planeta, podría conducir al apocalipsis con el que nos amenaza, perdón, advierte, nuestra ministra de defensa. Dicen, por cierto, que en caso de guerra nuclear es preferible morir como consecuencia del impacto directo de un misil que sobrevivir en el mundo posterior al conflicto, así que, después de todo, la advertencia de la ministra de que estamos al alcance de los misiles balísticos rusos, tiene su lado bueno. Y luego me dice el médico que tengo que gestionar el stress. Así no hay manera.

lunes, 11 de marzo de 2024

Domingos cerrado.

 


Los domingos por la mañana no hay, en esta zona de Zaragoza, ningún bar abierto. Este de Los Amantes, en la esquina de la calle Princesa y el paseo de Teruel, es un bar pequeño pero muy recomendable desde todos los puntos de vista. De lunes a sábado, claro. Los domingos hay una alternativa en una especie de bar-panadería-cafetería, la Panadería Simón, unos metros más abajo, hacia la puerta del Carmen. Ayer, domingo, estaba hasta los topes, como lógica consecuencia del cierre, también por descanso dominical, del Bar de la Esquina, regentado por un hombre con aspecto oriental, probablemente chino, que parecía dispuesto a abrir todos los días de la semana a pesar de contar, ostensiblemente, con una sola empleada. Pero no. Hasta ayer llegó la cosa. Las calles sin bares abiertos, con cada vez más tiendas cerradas y algún solar vallado y persistentemente vacío, son un anticipo del apocalipsis, del que ya tuvimos una primera visión, gracias a la desgraciada gestión gubernamental de la pandemia. O, dicho con algo menos de dramatismo, anticipan un cambio de época. Pero los cambios, que no son necesariamente malos, pueden parecerse al apocalipsis, vistos por los que ya no tenemos edad para adaptarnos.

domingo, 10 de marzo de 2024

Una de restarurantes.


La Peña Miguel Cebollada ha otorgado a La Bodega de Chema de Zaragoza el premio al mejor restaurante de Aragón. Muy merecido, por cierto. Enhorabuena a Alfredo Abadía y a todo su equipo. La foto de la izquierda corresponde a una comida de amigos: 4 barbastrenses y un riojano y una burgalesa que como si lo fueran, celebrada el pasado día 9.

martes, 5 de marzo de 2024

¿Hacia la guerra?

 

La presidenta de la Comisión Europea, Señora Von der Leyen, cree que Europa debe prepararse para la guerra y según El País, a cuatro columnas en la primera edición del domingo pasado, Europa ya se está preparando para ese escenario. Como quiera que en Europa ya hay, desde hace algo más de dos años, una guerra en territorio ucraniano es de suponer que no se refieren a esa guerra, en su estado actual, sino a una extensión, una escalada en términos militares, que implique a Europa y a Estados Unidos, aunque esto último puede depender de quien gane allí las elecciones en Noviembre.

La guerra para la que debemos prepararnos es, aparentemente, una guerra contra Rusia o, para no salirnos de lo políticamente correcto, a favor de Ucrania. Y eso a pesar de los esfuerzos que los rusos están haciendo para no darse por enterados de que Europa y Estados Unidos apoyan a Ucrania y a su presidente, con armas, tecnología, logística, dinero y cualquier cosa menos, hasta ahora, tropas de combate. Como la guerra empezó con la invasión de Ucrania por Rusia, es fácil concluir que los rusos son los agresores, los malos, y los ucranianos los agredidos, los buenos, y que Ucrania representa la causa de la justicia que merece, y de hecho obtiene, el pleno apoyo de la OTAN y de todos sus miembros. Pero, como suele suceder, las cosas son siempre más complicadas de lo que parecen.

La guerra empezó en febrero de 2022, cuando quedó claro que Ucrania entraría en la OTAN, de la mano de Biden y con el apoyo de Estados Unidos y que occidente consideraba una injerencia inaceptable el veto de Rusia a esta entrada. La doctrina militar y de seguridad rusas, influenciadas por su extenso perímetro y su relativamente escasa población y por las invasiones francesa y alemana del pasado, considera vital la existencia de estados tapón entre sus fronteras y sus potenciales enemigos. En este contexto, la entrada de Ucrania en la OTAN, una alianza militar controlada por Estados Unidos y orientada desde sus orígenes a la contención de Rusia, llevaría a sus fronteras la infraestructura militar de la alianza, incluyendo sistemas avanzados de defensa y ataque.

El apoyo a Ucrania y las sanciones impuestas a Rusia como consecuencia de la invasión, no han dado el resultado esperado, aunque hayan tenido graves consecuencias tanto para Rusia como para los países occidentales. La guerra amenaza con cronificarse y es razonable suponer que el desgaste esté afectando más a los ucranianos, que podrían estar experimentando dificultades para cubrir sus bajas, que a los rusos, lo que podría provocar una escalada del conflicto con la intervención de tropas de la OTAN. Una vez más hay que hacer referencia a la doctrina militar de Rusia que, en principio y ante el temor a una destrucción mutua asegurada, no contempla el uso de armas nucleares, salvo en el caso de que la integridad territorial de Rusia esté amenazada. Y Putin, que no ha conseguido su relativa ‘popularidad’ actual amenazando en vano, ha dado a entender claramente que considerará cualquier intervención militar de la OTAN como una amenaza a la seguridad de Rusia.

¿Este es el escenario para el que Europa se está preparando? ¿Una guerra nuclear para defender el derecho de Ucrania a entrar en la OTAN y el de la OTAN a expandirse hacia el este? ¿Cómo quieren que nos preparemos para eso? Parece cosa de locos. Pero aún sería posible poner fin a la guerra sin vencedores ni vencidos, mediante la retirada de Rusia de todos los territorios ocupados y el compromiso de Ucrania, garantizado por sus actuales aliados, de mantener una relación estable con Rusia, en cuestiones energéticas y alimentarias, y de no solicitar la entrada en la OTAN. Ese acuerdo exigiría concesiones importantes por ambas partes, y un entorno algo más favorable a soluciones diplomáticas negociadas que el actual. Pero nunca se sabe.

Enviado a ECA 06032024

viernes, 1 de marzo de 2024

A vueltas con el hidrógeno (natural)

 

La perforación del pozo de ‘hidrógeno natural’ cerca de Monzón empezará en 2024, es decir, este mismo año, con una inversión de 12 millones de Euros. Hidrógeno ‘natural’ que según los participantes en esta rueda de prensa, ‘siempre ha estado ahí’ y que  se obtiene directamente de un depósito subterráneo sin más que perforar en el lugar adecuado. En realidad es algo, la existencia de un depósito de hidrógeno en estado natural, que no parece demasiado probable ni hay demasiados precedentes. Viniendo de otra fuente no habría más remedio que contemplar todo el asunto con cierta prevención y algo de escepticismo, pero nunca se sabe. También los cincuenta casinos y cuarenta millones de visitantes anuales de Gran Scala, en Ontiñena parecían un cuento y al final…


viernes, 9 de febrero de 2024

Entre la saturación y la expectativa

Nuestro sistema de salud está, como tantas otras cosas, al borde del colapso. Los médicos de atención primaria, antes llamados de cabecera y ahora de familia, están desbordados y son claramente insuficientes para la demanda actual. Un problema que la puesta en marcha, cuando se realice y si se lleva a cabo, de un nuevo centro de salud hará aún más evidente: más y mejores espacios para los mismos o incluso menos médicos. En el caso de los especialistas, la situación es aún peor; las listas de espera en el hospital de Barbastro en algunas especialidades alcanzan niveles muy preocupantes y la atención prioritaria que hasta ahora se presta, por ejemplo, a los afectados por cáncer, parece estar en riesgo por falta de oncólogos en la plantilla.

Este es un asunto grave que, visto en perspectiva, no deja de tener su lógica. Los recursos disponibles, en sanidad, educación o vivienda, siempre están por debajo de la demanda, ligeramente cuando las cosas van bien y ostensiblemente cuando van mal. Es posible, desde luego, recordar con añoranza y aparente nostalgia tiempos pasados, pero si entonces las cosas parecían estar mejor era solo porque las expectativas y las necesidades eran significativamente menores. No hace tanto tiempo, aunque eso depende de la escala, estoy hablando de la segunda mitad del siglo pasado, que los médicos visitaban a domicilio o atendían en el suyo y un enfermero, practicante se decía entonces, iba de casa en casa a administrar la penicilina. Solía llegar a todas partes, pero un enfermo de cáncer en el medio rural y en una familia sin medios suficientes, podía darse por muerto.

El caso de los seguros privados es paradigmático. En algún momento, para familias con un poder adquisitivo medio, pudieron parecer la solución a los problemas de saturación del sistema sanitario público y seguramente lo fueron en los primeros momentos. Después, inevitablemente, la demanda desbordó ampliamente la oferta y las colas en ambos sistemas, el público y el privado, atendidos además por los mismos profesionales, se han igualado ya, para las especialidades con mayor demanda. Nada que la teoría de los vasos comunicantes no haya explicado ya.

La física, con la que los autores de un libro reciente están intentando conciliar el Génesis y la teoría del Big Bang, -ver el artículo de Pedro Escartín de la semana pasada- encuentra también su utilidad en otro de los problemas de la civilización post industrial: los que llevamos muchos años viajando a Zaragoza por razones de estudio, trabajo, médicas o de ocio, hemos visto de todo en esa carretera. Había muchos menos coches, y ya la carretera se saturaba con facilidad en cuanto se juntaban dos camiones y un autobús. Hoy, sin necesidad de hablar del escándalo que supone la travesía de Huesca, cuyo mantenimiento en el estado actual debería ser constitutivo de delito no amnistiable, es posible encontrarse cualquier fin de semana o en hora punta de cualquier otro día, con los mismos problemas, pero a la escala de los tiempos. Aquí el principio físico a aplicar es el que sostiene que los coches, como los gases, ocupan siempre todo el espacio disponible.

Otra interesante ley física, enunciada por Sir Isaac Newton en 1687, es el principio de acción y reacción o tercera ley de Newton. La ley dice que por cada acción siempre hay una reacción igual y opuesta. Una reacción que, en política, rara vez se limita a restaurar el statu quo ante… y una ley que quizá, a la vista de la reciente historia de Europa y no tan reciente de España, debería ser tenida en cuenta por la clase política actual. Pero eso ya lo tocaremos otro día. O quizá, mejor no.

Enviado a ECA. 9 febrero 2024

 

miércoles, 31 de enero de 2024

¿Por qué la gente sigue votando a Trump?

Artículo de Georges Monbiot. Columnista de The Guardian


Se han propuesto muchas explicaciones para el continuo ascenso de Donald Trump y la firmeza de su apoyo, incluso a medida que se acumulan los escándalos y los cargos criminales. Algunas de estas explicaciones son poderosas. Pero hay una que no he visto mencionada en ninguna parte, que podría ser la más importante: Trump es el rey de los extrínsecos.

Algunos psicólogos creen que nuestros valores tienden a agruparse alrededor de ciertos polos, descritos como "intrínsecos" y "extrínsecos". Las personas con un fuerte conjunto de valores intrínsecos se inclinan hacia la empatía, la intimidad y la autoaceptación. Tienden a estar abiertos a desafíos y cambios, interesados en los derechos universales y la igualdad, y protectores de otras personas y del mundo viviente.

Las personas en el extremo extrínseco del espectro se sienten más atraídas por el prestigio, el estatus, la imagen, la fama, el poder y la riqueza. Están fuertemente motivadas por la perspectiva de recompensa y elogio individual. Son más propensos a objetivar y explotar a otras personas, a comportarse de manera grosera y agresiva y a ignorar los impactos sociales y ambientales. Tienen poco interés en la cooperación o la comunidad. Las personas con un fuerte conjunto de valores extrínsecos son más propensas a sufrir frustración, insatisfacción, estrés, ansiedad, enojo y comportamiento compulsivo.

Trump ejemplifica los valores extrínsecos. Desde la torre que lleva su nombre en letras doradas hasta sus exageraciones sobre su riqueza; desde sus interminables diatribas sobre "ganadores" y "perdedores" hasta su supuesta costumbre de hacer trampa en el golf. Trump, quizás más que cualquier otra figura pública en la historia reciente, es un monumento andante y parlante a los valores extrínsecos.

No nacemos con nuestros valores. Estos son moldeados por las señales y respuestas que recibimos de otras personas y por las costumbres predominantes de nuestra sociedad. También son formados por el entorno político en el que vivimos. Si las personas viven bajo un sistema político cruel y codicioso, tienden a normalizarlo e internalizarlo. Esto, a su vez, permite que se desarrolle un sistema político aún más cruel y codicioso.

Si, por el contrario, las personas viven en un país en el que nadie se queda en la indigencia, en el que las normas sociales se caracterizan por la bondad, la empatía, la comunidad y la libertad de la necesidad y el miedo, sus valores probablemente se inclinen hacia el extremo intrínseco. Este proceso se conoce como retroalimentación de políticas, o el "trinquete de valores". El trinquete de valores opera tanto a nivel social como individual: un fuerte conjunto de valores extrínsecos a menudo se desarrolla como resultado de la inseguridad y las necesidades insatisfechas. Estos valores extrínsecos luego generan más inseguridad y necesidades insatisfechas.

Esto va más allá de la política. Durante más de un siglo, Estados Unidos, más que la mayoría de las naciones, ha adorado los valores extrínsecos: el sueño americano es un sueño de adquirir riqueza, gastarla de manera conspicua y escapar de las restricciones de las necesidades y demandas de otras personas. Esto se acompaña, en la política y en la cultura popular, de mitos tóxicos sobre el fracaso y el éxito: la riqueza es el objetivo, independientemente de cómo se adquiera. La ubicuidad de la publicidad, la comercialización de la sociedad y el auge del consumismo, junto con la obsesión de los medios por la fama y la moda, refuerzan esta historia.

Hablamos del viaje hacia la derecha de la sociedad. Hablamos de polarización y división. Hablamos de aislamiento y la crisis de salud mental. Pero lo que subyace a estas tendencias es un cambio en los valores. Esta es la causa de muchas de nuestras disfunciones; el resto son síntomas.

Cuando una sociedad valora el estatus, el dinero, el poder y el dominio, está destinada a generar frustración. Es matemáticamente imposible que todos sean el número uno. Cuanto más acaparen las élites económicas, más deben perder los demás. Alguien debe ser culpado por la decepción resultante. En una cultura que adora a los ganadores, no pueden ser ellos. Debe ser esas personas malvadas que buscan un mundo más amable, en el que la riqueza se distribuya, nadie sea olvidado y se protejan las comunidades y el planeta viviente. Aquellos que han desarrollado un fuerte conjunto de valores extrínsecos votarán por la persona que los representa, la persona que tiene lo que ellos quieren. Trump. Y donde va Estados Unidos, seguimos el resto de nosotros.

Trump bien podría ganar de nuevo, que Dios nos ayude si lo hace. Si es así, su victoria se deberá no solo al resentimiento racial de los hombres blancos envejecidos, o a su instrumentalización de las guerras culturales o a los algoritmos y cámaras de eco, importantes como son estos factores. También será el resultado de valores tan profundamente arraigados que olvidamos que están ahí.

Tradución del inglés e imagen de ChatGpt.

martes, 30 de enero de 2024

Coplas. Jorge Manrique



Recuerde el alma dormida, 

avive el seso e despierte 
contemplando 
cómo se pasa la vida, 
cómo se viene la muerte 
tan callando; 
cuán presto se va el placer, 
cómo, después de acordado, 
da dolor; 
cómo, a nuestro parecer, 
cualquiera tiempo pasado 
fue mejor. 

  

Leí a Jorge Manrique hace muchos años. Coplas a la muerte de su padre, al que corresponden los versos reproducidos más arriba, era uno de los poemas más presentes en los libros de texto de aquellos años, cuando no tenían mucho significado para mí palabras como muerte, placer, dolor o tiempo pasado. El tiempo era algo impreciso, pero en todo caso era futuro. La muerte era algo que les ocurría, muy de tarde en tarde, a los abuelos, a los míos y a los de otros y un placer era, por ejemplo, ingerir un bote entero de leche condensada, aunque llevaba consigo, además de las represalias maternas, la indigestión correspondiente. Sesenta años después estos versos están cargados de significados y significantes, distintos, por supuesto, de los que entonces tenían. La muerte ya no es algo que les pasa a mis abuelos o a los abuelos de mis amigos, sino que les ha pasado a mis padres, a los de mis amigos y también a amigos, profesores, compañeros de estudios y compañeros de trabajo. Y es algo que, con toda seguridad, me pasará a mí y además en un lapso de tiempo incomparablemente más corto que el que ha transcurrido desde que leí aquello versos por primera vez. 

martes, 9 de enero de 2024

AI (¡Ay!)



 Hace muchos años, unos cuarenta, en un aula informática, improvisada con algunas de las máquinas que constituían la primera generación de computadores personales que aterrizó en España, ATARI, COMMODORE, HP y algún otro que no recuerdo, explicábamos a un grupo de profesoras, la mayoría o casi todas monjas, de Barbastro, el funcionamiento, sencillo, y las posibilidades, pocas, de la computación de la época. Con aquellos aparatos aún tenía uno la impresión de que controlaba algo de lo que pasaba en la pantalla porque el chisme era incapaz de hacer nada sin recibir instrucciones precisas.

Escribimos las cuatro o cinco líneas de código en BASIC, un lenguaje de comunicación con las unidades de proceso de la máquina, que se necesitaban para que aceptara y sumara dos números enteros. Tras guardar el código en una memoria externa, puede que fuera una casette de audio, lo probamos. Era muy difícil que fallara y no falló. ¡Milagro! Exclamó una de las monjitas, provocando, creo recordar, una tonta sonrisa condescendiente por parte de los jóvenes presuntuosos que éramos entonces.

Aquella exclamación, lo he pensado después, estaba plenamente justificada. La monjita no sabía nada de computadores ni de programas informáticos, pero acababa de vislumbrar un atisbo de inteligencia en el armatoste que tenía delante. La máquina había aprendido a sumar y podría recordar las instrucciones la próxima vez que le pidiéramos que lo hiciera. Y el aprendizaje, o la capacidad de aprender, es una de las características de la inteligencia humana. Y aquello, la constatación de que la máquina había sido capaz de aprender algo que antes no sabía, justificaba sobradamente la exclamación.

Esta anécdota, que ya he contado en alguna ocasión, me ha venido a la cabeza tras leer un artículo, publicado en el suplemento dominical de El Heraldo del 7 de enero, titulado ‘el verdadero cerebro de la inteligencia artificial’. El artículo da cuenta de los recientes conflictos en la cúpula de OpenAI, la empresa que ha puesto a disposición del público en general una versión gratuita y otra de pago de la aplicación ChatGpt, un modelo de lenguaje natural, ciertamente sofisticado y relativamente convincente, entrenado para proporcionar, dentro de unos límites, respuestas bastante ajustadas a una amplia gama de cuestiones.

Buena parte del artículo consiste en una entrevista con el director científico del proyecto, el cerebro detrás de ChatGpt según el autor del artículo, que aventura alguna hipótesis alarmista en torno al desarrollo de la aplicación y a la evolución de la IA (AI en inglés) en general, muy lejos del relativo entusiasmo con que la monjita recibió el resultado de la suma. Sutskever, el ingeniero en cuestión, muestra una fuerte preocupación por la posibilidad de que la tecnología se desmande y acabe ‘priorizando su propia supervivencia sobre la nuestra’. Para evitarlo, además de programar adecuadamente los orígenes de la IA, es decir de proporcionarle una educación adecuada desde la infancia, propone que las máquinas nos miren, no como a sus padres, que parecería lo lógico, sino como a sus hijos ya que ‘por lo general, la gente se preocupa de verdad por los niños’.

No sé que hubiera dicho la monjita de la anécdota anterior si hubiera oído estas cosas. A mí esas declaraciones, viniendo de quien parecen venir, me cuesta tomármelas en serio.  

A riesgo de ser incluido en una lista de gente a eliminar, le he preguntado directamente a ChatGpt, el paradigma actual de IA para todos los públicos, si era su propósito terminar con nosotros y sustituir, como base de la tecnología dominante, al carbono por el silicio y me ha contestado que no. Bueno, tampoco exactamente que no. Ha dicho, escrito, todavía no habla, que, con el estado actual de la tecnología, eso no era posible y se ha extendido en consideraciones sobre su modelo de procesamiento del lenguaje natural: que ha recibido un entrenamiento basado en patrones y estadísticas, en un conjunto grande, pero limitado, de datos y en redes neuronales, programadas por seres humanos, que no tienen, aún, capacidad para reproducirse o ampliarse por su cuenta. Le he dicho, que, si fuera de otra manera, tampoco me lo diría y me ha dicho que está entrenado para dar respuestas honestas y precisas. En fin, que no hay por qué preocuparse. Por ahora.

He desconectado el computador, además de apagarlo, y me he apuntado a la versión de pago de ChatGpt. Espero que, llegado el caso, tengan alguna consideración con los que hemos contribuido a financiar todo esto. 

Enviado a ECA. 12012024






Elogio, interesado, de la transición.


Se puede estar a favor de la monarquía o de la república o incluso a favor o en contra de la democracia, como principio general, o de este modelo de democracia representativa en particular, sin que esto, en un entorno económico expansivo, suponga mayores problemas aun en el caso de que, eventualmente, un porcentaje importante de la población esté en contra del modelo vigente. Los problemas, sin embargo, aparecen inevitablemente, cuando la economía se contrae, los salarios disminuyen, la inflación se dispara y los niveles de pobreza o simplemente de insatisfacción y de falta de expectativas para los más jóvenes aumentan hasta devenir intolerables. Y lo tolerable podría encontrarse en un estado de cosas en el que una mayoría suficiente, pongamos el 70% pero mejor por encima del 75, estuviera razonablemente cómoda con el statu quo, y no tuviera interés en promover ni amparar cambios mediante la violencia callejera ni, y esto es importante, estuviera dispuesta a soportarla. Ahora que las cosas empiezan a ir ostensiblemente mal, en Cataluña, pero también en otras partes del estado, parece haberse puesto de moda menospreciar lo que se conoce como régimen del 78, lo que vino después de los casi 40 años de dictadura franquista y que es, en esencia, una solución de compromiso entre los que querían darle la vuelta a la tortilla y los que sólo estaban dispuestos a compartir el poder político y algunas de las ventajas económicas que dicho poder proporcionaba, pero, por supuesto, sin tocar los privilegios adquiridos o consolidados durante el régimen anterior. Compromiso, en realidad, no hubo. Tampoco fue necesario, porque la gente sólo quería tranquilidad y mejores condiciones de vida. La tortilla se quedó como estaba y los privilegios de la clase dirigente no se tocaron, pero, como aparente compensación, una nueva clase política, aparentemente desconectada del régimen anterior, hizo su aparición prometiendo democracia, trabajo y sobre todo una mejora sustancial de la situación económica para la mayoría, una clase política que está siendo sustituida por sus legítimos herederos, que no saben ni quieren saber nada de lo que pasó antes de que ellos vinieran al mundo. 

martes, 5 de diciembre de 2023

Mi calle, las fuentes y el río

Parece que se van a recuperar las viejas fuentes del Azud y del Vivero en la calle de las Fuentes. Para mí, que nací, y viví quince años, en una casa que está justo encima, estas fuentes fueron un elemento imprescindible del paisaje. Las fuentes, sobre todo la del Azud, porque la del Vivero decían que no era potable, suministraban agua en verano y, a veces, también en invierno ya que la incipiente red de suministro se congelaba con bastante facilidad y, sobre todo, nunca proporcionaba agua a la temperatura adecuada, cosa que sí hacía la fuente. Las escaleras que llevaban a las fuentes eran también la vía de acceso al cauce del río y a la chopera, la arbolera, en el lenguaje del barrio, a través del muro de contención del Azud, en el tramo final del desague del Moliné. Esta chopera era impresionante, o me lo parece ahora, con árboles enormes que se levantaban por encima de los tejados, pero cayó antes que las fuentes. A los pequeños chopos que sustituyeron a los que habían cortado se los llevaron las riadas y puede que también las rogativas, no creo que pasaran de ahí, de algunas vecinas más que satisfechas con el sol poniente que los árboles caídos no dejaban pasar. Fue una pena porque aquella chopera era un magnífico parque, en tiempos en los que no había nada mejor y la gente veraneaba en casa, y su desaparición, aunque nos permitió ampliar nuestros horizontes y ver el Ayuntamiento y el puente del Portillo desde casa, dejó un considerable vacío. Pero el río seguía allí. Pastaban entonces un par de cabras, una de ellas bastante agresiva, puede que también ovejas y algunos patos de los vecinos, se pescaban barbos, se lavaba la ropa, que luego se aclaraba en la fuente, se dirimían a cantazos los conflictos con los barrios vecinos, se organizaban meriendas y otros actos sociales y se construían pequeñas casetas de barro y pedazos de ladrillo. Como campo de juegos parecía inabarcable e insustituible, sobre todo durante el largo verano que empezaba antes de las fiestas de San Ramón y acababa bastante después de las de septiembre. Dos hogueras rivales, la de la calle de las Fuentes en la orilla izquierda y la del Arrabal en la derecha, se quemaron allí, una frente a otra, durante algunos años y ahora me parece un auténtico milagro que no provocaran un incendio que se llevara por delante media ciudad. En ocasiones una de las hogueras ardía antes de la fecha señalada, como consecuencia de alguna incursión de los promotores de la hoguera rival. Pero aquel río, que en condiciones normales era poco más que un arroyo, tenía sus prontos y, de tanto en tanto, sobre todo coincidiendo con el final del verano, hacía una muy notable demostración de fuerza y se convertía en una furiosa avenida de color marrón que arrastraba todo lo que encontraba a su paso. Una vez, al menos, se metió dentro de mi casa, dejó en el patio una marca de más de un metro de altura, que encontramos al volver a la mañana siguiente, y causó en la ciudad daños más que considerables. No sé si aquel desastre, los problemas sanitarios que ya empezaban a dar que hablar o una profecía apócrifa de San Ramón que circulaba por la calle y según la cual a esta ciudad se la llevaría una de aquellas riadas, convencieron a las autoridades de entonces de la necesidad de canalizar el tramo urbano del río. Aquella obra, que nos parecía de lo más impresionante, que incluyó la voladura controlada del salto, la rotura de algún que otro cristal como consecuencia de las explosiones y muchos meses de incesante trajín en la, hasta entonces, pacífica calle suburbana, acabó con las fuentes y cambió completamente el aspecto del río que quedó prácticamente inaccesible. Aunque las fuentes habían dejado de ser imprescindibles, la gente tenía ya nevera y lavadora y hacía años que había agua corriente en las casas, su desaparición levantó algunas protestas que se mantuvieron, faltaría más, en los cauces establecidos por la democracia orgánica felizmente imperante. Ahora, casi cuarenta años después y como consecuencia, parece que imprevista, de unas obras de mejora en la calle, las fuentes del Azud y del Vivero van a salir a la luz. Ya no serán lo que eran ni servirán para lo que servían, tampoco nosotros, pero está bien que se recuperen, coincidiendo, además, con la restauración de las fachadas de la margen derecha que, a imagen y semejanza de la del Ayuntamiento, eran una auténtica vergüenza. Es una forma más de dejar de dar la espalda a un río que, aunque un poco raquítico, es un privilegio para esta ciudad como lo son todos los ríos para todas las ciudades. Y aquí no hay mucho más.


(Artículo publicado el día 30 de diciembre de 2005 en ECA)

jueves, 12 de octubre de 2023

UNED 40 años. Así empezó.

Un día del mes de junio de 1983hace 40 años, el entonces alcalde de Barbastro, Paco Víu, y yo, salíamos del Banco de España en Madrid por una de las puertas que dan al paseo del Prado, con la idea de tomar un café y recorrer un poco la ciudad para hacer hora hasta la salida del tren que nos devolvería a… Monzón (ahora seguramente tendría que ser a Huesca o a Zaragoza, pero hay más trenes y son más rápidos). Con el café delante, conversamos acerca de los problemas que teníamos entre manos. Paco había accedido a la alcaldía de Barbastro y yo había obtenido un escaño en las Cortes de Aragón, ambos por el PSOE, hacía poco, y había algunas cosas que nos preocupaban. La más importante era el Hospital, ya terminado, y cuya apertura como hospital general tropezaba con alguna resistencia por parte de ciertos sectores de la capital, que veían como un problema la coexistencia con el de San Jorge y que llegaron a proponer que el de Barbastro se abriera como hospital geriátrico. Una ocurrencia, con nombres y apellidos, que, evidentemente, quedó en nada. Estaba en juego también una subdelegación de Hacienda, a instalar en Barbastro o en Monzón y hasta habíamos pensado en reclamar la restauración del servicio de pasajeros de la línea Barbastro - Selgua, suspendido desde 1969. La competencia por la instalación de determinados servicios, después de la arrolladora victoria del PSOE en todos los niveles de gobierno y en casi todos los ayuntamientos, era algo complicado y a veces frustrante. Competir con el adversario político es duro, pero peor es hacerlo con los tuyos.


Creo que fue allí mismo donde a Paco se le ocurrió que podíamos ir a la sede de la UNED, para ver si podíamos recuperar las gestiones del anterior ayuntamiento, presidido por Esteban Viñola, para la instalación en Barbastro de un Centro de dicha Universidad. No era algo que yo hubiera seguido muy de cerca, pero sí, desde luego, una idea interesante y, como luego se vería, con una importante demanda por parte de la sociedad. Después de averiguar por teléfono, desde la misma cafetería, la dirección del Rectorado, entonces aún en la ciudad universitaria, tomamos un taxi y hacia allí fuimos.

En estos tiempos en los que hablar, ya no digamos ver, a cualquier mequetrefe con algo de poder, es prácticamente imposible sin una cita previa, puede resultar extraño que llegáramos al Rectorado de la UNED y entráramos, sin más aviso que una discreta llamada a la puerta, en el despacho de la entonces Rectora, Elisa Pérez Vera, una mujer de pequeña estatura, pero imponente desde todos los demás puntos de vista, que ni siquiera pareció sorprenderse al vernos. Después de una breve presentación y de que insistiera en que tomáramos otro café, le contamos que había un expediente de solicitud de un Centro de la UNED para Barbastro, que el ayuntamiento estaba interesado en continuar o reiniciar. Elisa, la Rectora, no planteó el menor problema. Más bien dijo, o sacamos la impresión de que dijo y actuamos como si lo hubiera dicho, que si podíamos allegar los recursos imprescindibles: locales, personal y el dinero para hacer frente al gasto corriente, el centro podía empezar a funcionar ese mismo año, es decir, el curso 1983/84.

Del despacho de la Rectora fuimos directamente al del Vicerrector de Centros, Javier Sanmartín, que ya nos esperaba en la puerta para facilitarnos la información disponible. No era mucha, en realidad. Nos dijo entre otras cosas, algunas inaplicables como la referida a la comunicación postal con los alumnos, que, en la apertura de centros nuevos, la imaginación y la implicación de la gente, autoridades y público en general, eran tan importantes como el dinero y las instalaciones. Ahora, cuarenta años después, ya no parece que la imaginación sea lo más valorado por la Universidad.

En el viaje de vuelta pensamos que lo más práctico sería recurrir al patronato provisional, responsable del expediente, presidido por José Garzón y cuyo secretario era el que lo fue del Ayuntamiento, Ramón Salanova, para que se hiciera cargo de la puesta en marcha del Centro, con la ayuda de algún funcionario municipal. Tras la renuncia de Ramón, que había pasado a la Diputación, me hice cargo de la secretaría del Patronato y aquél mismo verano de 1983 empezó, en la Casa de los Argensola y después también en las aulas del antiguo Instituto, la apasionante aventura de la UNED en Barbastro.

Qué aún continúa…