Como parece que más tarde o más temprano vamos a tener problemas de suministro de gasóleo y gasolina, la Unión Europea ha tomado la iniciativa de prohibir la venta de coches nuevos con motores de combustión, a partir del año 2035, es decir, a 12 años vista. La medida, la declaración, en realidad, es inocua. Lo que vaya a pasar con el mix energético de aquí a doce años es difícil de prever, pero, por lo menos, parece algo más ingeniosa que la de prohibir la importación de gas y petróleo rusos. Sin embargo, en un sector como el de los automóviles, que aún en acusada decadencia, tiene en Europa a varios de los principales fabricantes y proporciona cientos de miles de puestos de trabajo, no acaba de estar claro a quién o a qué beneficia esta ocurrencia. Pero ya lo sabremos. O no.
Porque las medidas gubernamentales,
incluso las aparentemente carentes de sentido, se toman siempre en beneficio de
alguien. Generalmente del mismo gobierno, pero también de los que sostienen al
gobierno, de los amigos del gobierno, o de los que podrían hacer caer al
gobierno. En este último tramo podríamos, quizá, entrar las gentes del común,
porque el gobierno intentará evitar medidas que puedan molestar mucho a mucha
gente a la vez o, lo que es más normal, intentará disfrazar sus ocurrencias
para que parezcan destinadas al bienestar de mucha gente o de poca gente, o de
un sector supuestamente marginado. En cualquier caso, si el comportamiento del
gobierno es excepcionalmente extravagante, la respuesta a la pregunta cui
prodest? puede ayudar a entenderlo.
Pongamos por ejemplo las dos o tres leyes,
a cuenta de las que ahora andan peleados el gobierno y el gobierno ante la
sorna de la oposición y el desconcierto y el aburrimiento de las gentes del
común. Estas medidas han sido propuestas por el gobierno y también por amigos
del gobierno, tan amigos, que están, pero no parece que estén, en el mismo
gobierno. El gobierno cree que las leyes en cuestión le ayudarán a distinguirse
del gobierno y a tener una agenda social distinta de la que tiene el gobierno.
Además el gobierno, ante el relativamente escaso impacto, ni favorable ni desfavorable,
de las últimas medidas de contención de los precios, propone ahora una ayuda
directa a las familias de hasta un 14% del importe de la cesta de la compra,
pero el gobierno cree que este tipo de medidas son contraproducentes y que
habrá que esperar a ver si el cheque de doscientos euros por cabeza, la bajada
del IVA y el resto de las medidas ya adoptadas, acaban solucionando algo y
moviendo la intención de voto en un sentido favorable al gobierno.
Por otra parte, el gobierno, siguiendo
las directrices marcadas por la OTAN, está dispuesto a transferir al ejército
ucraniano algunos de sus artefactos de guerra, concretamente un modelo antiguo
y ya desahuciado de tanque, de fabricación y patente alemanas, que andan ahora
limpiando, municionando y lubricando. El gobierno, sin embargo, se opone a
enviar estos tanques, por estropeados que estén, porque cree que lo que habría
que hacer es explorar la vía diplomática, antes de vender o regalar armas a una
de las partes. Finalmente será la opinión del gobierno la que prevalezca y los
tanques saldrán hacia Ucrania, a ver si sirven para algo y a quién. Nuestro
flamante alto comisario europeo de asuntos exteriores, el Sr. Borrell, cree que
lo que hay que hacer es comprar conjuntamente muchas armas y enviarlas
enseguida a los ucranianos, además de mantener e incrementar las sanciones a
los rusos con objeto de hundir definitivamente su economía. Habrá que ver si un
país con la población y los recursos de Rusia, que cuenta con armas nucleares
operativas, va a perder la guerra y dejar que se hunda su economía, algo que no
parece que esté pasando, sin celebrarlo con un buen número de fuegos
artificiales visibles desde toda Europa.
Mientras tanto y un año después de que
empezara todo este carajal, los que ponen los muertos civiles son los
Ucranianos. Las armas, tanto las rusas como las de la OTAN, están destruyendo su
territorio, ante la impotencia de familias enteras que malviven en refugios
improvisados o en el metro, sin acceso a calefacción, agua ni electricidad
durante muchas horas al día y esperando que el próximo misil caiga lejos de su
casa. O de lo que queda de su casa. Después ya vendrá la reconstrucción, que se
repartirán empresas europeas y americanas y quizá también rusas, en proporción
al número de bombas que haya aportado cada uno.
Enviado a ECA 24022023