miércoles, 30 de noviembre de 2005
jueves, 10 de noviembre de 2005
A David, Lourdes Jara e Iris (En la contraportada de Uñas de Cristal, publicado por su hermano Emilio)
David se fue, junto a Lourdes, Jara e Iris, en una madrugada del mes de abril, cuando aún estaban en el cielo las estrellas que tantas noches habría contemplado mientras preparaba la cámara y estudiaba el terreno para hacer algunas de las más hermosas fotografías que yo he visto. Se fue después de una vida corta, pero intensa, dedicada a un trabajo que le entusiasmaba y en el que creía. Un amigo común, profesor de matemáticas en la Universidad y también loco, en el mejor sentido de la palabra, por los pájaros, que invitó a David a participar en un curso de verano en Ávila, prólogo del que después organizarían entre los dos y con mucho éxito en la UNED de Barbastro, decía que su intervención provocó un interminable aplauso, no sólo por lo que dijo y por sus maravillosas fotografías sino también, y sobre todo, por la emoción que únicamente puede provocar quien sabe bien de lo que está hablando y cree sinceramente en lo que dice.
David dedicó su vida a lo que le gustaba hacer. Algunos lo conocían como el forestal de los buitres pero la denominación oficial de su profesión, mucho más adecuada a lo que hacía y sentía, era Agente para la Protección de la Naturaleza. Una vez, creo que acababa de aprobar la oposición y llevaba poco tiempo en el trabajo, me dijo que aún se sorprendía a final de mes cuando le pagaban por hacer algo que le entusiasmaba tanto. Un entusiasmo, el que ponía en su trabajo, que en modo alguno carecía de método científico. Sus textos, sus dibujos y sus fotografías, su trabajo de observación y las horas dedicadas a la conservación dieron unos resultados de excelente calidad como material para la difusión, los textos y fotografías cedidos a la UNED y reproducidos en el catálogo de la exposición realizada en abril de 2006 son una pequeña muestra de ello, y como insustituible fuente de documentación para cualquier investigador de la fauna de nuestro entorno, como lo prueban la ingente cantidad de fotografías de extraordinaria calidad y otros materiales donados por su familia a la fototeca de la Diputación de Huesca.
Era pues, y a pesar de carecer de un título formalmente otorgado por una Universidad, un científico y un investigador que no se guardaba el fruto de su trabajo. Observaba, aprendía y transmitía a los demás, sobre todo a los jóvenes, lo que sabía, con la fuerza y la convicción que da el conocimiento del medio y el entusiasmo por una idea. Dejó, como buen científico, una importante obra escrita, hasta diez libros como autor y muchas más colaboraciones de todo tipo, películas, una gran cantidad de conferencias, charlas pronunciadas en los más diversos foros y artículos de prensa, y dejó también, y no es lo menos importante, una magnífica semilla en forma de gente joven que seguirá haciendo lo que él hacía y tuvo que dejar sin terminar.
Este nuevo, y desgraciadamente último libro de David, coordinado por su hermano Emilio que ha recopilado materiales y textos de más de noventa colaboradores, es su obra póstuma, concebida, como las demás, para dar a conocer a sus queridos pájaros y también para que ese conocimiento contribuya al mantenimiento, o mejor dicho, a evitar la destrucción de un medio vital para los animales, pero de cuya conservación también puede depender un día nuestra propia supervivencia.