viernes, 6 de junio de 2025

La Lealtad Política en España.

El caso PSOE: Un Análisis Teórico

La persistente fidelidad electoral que ciertos sectores de la sociedad española mantienen hacia el Partido Socialista Obrero Español constituye un fenómeno complejo que trasciende el mero cálculo electoral. Para comprender esta lealtad aparentemente inquebrantable, resulta necesario examinar las diferentes perspectivas teóricas sobre la fidelidad política y su aplicación al contexto español contemporáneo.

Desde una perspectiva maquiavélica, la lealtad política se concibe como un contrato tácito basado en la utilidad mutua. Nicolás Maquiavelo sostenía que esta fidelidad perdura mientras resulte ventajosa para ambas partes. En el caso del PSOE, sectores de los trabajadores industriales, empleados públicos y colectivos sindicales mantienen su apoyo porque creen que el partido defiende eficazmente sus intereses económicos y sociales.

Esta dimensión utilitaria se complementa con la visión hobbesiana del pacto social. Thomas Hobbes entendía la lealtad como el cumplimiento de un acuerdo mediante el cual los individuos ceden ciertas libertades a cambio de seguridad y orden. Para muchos votantes tradicionales del PSOE, existe la convicción profunda de que este partido garantiza la estabilidad política y un marco socioeconómico que previene la precariedad laboral y los retrocesos en el Estado de bienestar. La idea de que "peor sería dejar el poder a la derecha" refuerza esta lealtad incluso en momentos de dificultad.

Sin embargo, la fidelidad hacia el PSOE no se explica únicamente por consideraciones pragmáticas. Siguiendo la tradición aristotélica, existe también una dimensión identitaria y moral en esta lealtad. Aristóteles concebía la amistad virtuosa como aquella basada en la admiración mutua por los valores compartidos. Para muchos electores, el vínculo con el PSOE trasciende el análisis coste-beneficio y se fundamenta en la identificación con los valores que tradicionalmente ha defendido el partido: la igualdad, la justicia social y la lucha contra la exclusión. Esta afiliación se convierte en parte integral de su visión de la sociedad.

La perspectiva de Edmund Burke sobre la continuidad histórica aporta otra clave interpretativa fundamental. Burke enfatizaba la importancia de la lealtad a las tradiciones políticas construidas a lo largo del tiempo. En España, la Transición democrática y la consolidación del sistema constitucional estuvieron, para una parte de la población, íntimamente vinculadas al PSOE. Las primeras leyes de modernización social, el impulso de la seguridad social y la integración europea consolidaron una narrativa histórica de progreso asociada a este partido. Para la generación que vivió aquellas transformaciones, votar al PSOE representa un modo de preservar la memoria democrática y el legado de modernización del país.

Jean-Jacques Rousseau ofrece una tercera dimensión explicativa a través de su concepto de "voluntad general". Según el filósofo ginebrino, la verdadera lealtad política consiste en cumplir las leyes que los ciudadanos han decidido como voluntad común. Cuando un grupo de electores percibe que el PSOE representa la voluntad general de su entorno —especialmente en comunidades autónomas con fuerte presencia socialista—, surge una fidelidad que trasciende el carisma de líderes individuales. Este voto se interpreta como la materialización de un contrato social comunitario que, no obstante y como se ha visto en Andalucía, no es inamovible.

El contexto sociológico español añade factores específicos a este fenómeno. Los vínculos históricos entre el PSOE y sindicatos como Comisiones Obreras y UGT han consolidado en determinados sectores la ecuación "votar PSOE equivale a defender derechos laborales". Aunque el clientelismo tradicional ha disminuido, persisten formas de clientelismo simbólico basadas en narrativas de defensa de la clase trabajadora. Asimismo, la transmisión generacional de la identificación política ha convertido el voto socialista en parte de la identidad cívica familiar, adquiriendo rasgos tanto de amistad virtuosa aristotélica como de costumbre en el sentido de Burke.

Para el electorado que valora la intervención estatal en la economía y mantiene expectativas de movilidad social, la promesa de reformas progresistas sigue siendo atractiva. Aunque se critique la gestión concreta, muchos votantes permanecen fieles porque creen que las alternativas conservadoras ofrecerían menos garantías para las políticas sociales. Así, pueden ocasionalmente ignorar, o incluso valorar positivamente, aspectos polémicos como la amnistía a los sediciosos catalanes, la creación y mantenimiento de mayorías afines en órganos como el CGPJ o el control político de instituciones como el Banco de España, Red eléctrica y otras.

No obstante, esta lealtad no es inmutable. Las últimas elecciones autonómicas y en parte también las generales han evidenciado que la fidelidad electoral se tambalea cuando los votantes perciben incoherencias que lesionan la idea de proyecto común. Cuando sectores del electorado creen que el partido ya no defiende sus intereses o que actúa más por cálculo que por convicción, la lealtad instrumental puede volverse efímera.

En conclusión, la persistente fidelidad hacia el PSOE resulta de la confluencia de tres dimensiones complementarias: el interés pragmático por las políticas sociales, los vínculos identitarios y culturales forjados históricamente, y la percepción de representar una voluntad general legítima. Un quiebro en estas tres dimensiones, junto con el relevo generacional del electorado, podría registrar un desgaste significativo de esta lealtad multifactorial, que combina raíces tanto pragmáticas como emocionales e históricas.

La lealtad militante: estabilidad, cálculo y ruptura

La lealtad de los militantes hacia un líder partidario constituye una dimensión específica del fenómeno más amplio de la fidelidad política. A diferencia del voto, acto episódico, individual y relativamente volátil, la militancia se articula en torno a estructuras organizativas, rutinas internas y vínculos personales o simbólicos de mayor densidad. En ese contexto, la lealtad hacia el líder no responde únicamente a la identificación ideológica, sino que incorpora elementos de estrategia interna, cálculo de oportunidades y adaptación al poder vigente.

La legitimidad de un líder coyuntural dentro del partido se sostiene mientras converjan tres factores: la percepción de que su liderazgo garantiza el acceso o mantenimiento del poder institucional; la idea de que representa, de forma más o menos genuina, el ideario compartido por la mayoría de la organización; y la ausencia de una alternativa viable que pueda concentrar descontento sin generar un riesgo de fractura interna. Mientras estas condiciones se mantengan, la militancia tiende a cerrar filas en torno a la dirección, incluso en contextos de desgaste externo.

Sin embargo, la lealtad militante es condicional. Cuando se debilita alguna de estas tres columnas —especialmente la percepción de eficacia o la coherencia con el ideario— pueden activarse mecanismos de desafección que, aunque discretos en su origen, se vuelven rápidamente acumulativos. El malestar comienza en sectores periféricos, donde los costes de la disidencia son menores, pero se extiende si el liderazgo muestra señales de desconexión con la organización o si las decisiones tomadas se perciben como lesivas para el conjunto. A diferencia del votante, cuya retirada es silenciosa, el militante puede canalizar su desafección en forma de abstención orgánica, oposición interna o incluso ruptura programática.

Este tipo de procesos suele requerir un elemento catalizador: una figura —no necesariamente de primer nivel— que actúe como “iniciador” y articule, con lenguaje político interno, lo que hasta entonces eran inquietudes dispersas. Es entonces cuando se pasa del malestar pasivo al cuestionamiento activo, y se produce una redistribución del poder interno. En contextos de alta centralización, la reacción de la dirección ante estos movimientos puede ser determinante: una respuesta torpe o excesivamente autoritaria no solo no detiene la erosión, sino que puede acelerarla y dotarla de una legitimidad reactiva.

La historia reciente del PSOE, como la de otros partidos europeos consolidados, muestra que la lealtad militante no es incondicional, sino adaptativa. Está mediada por la historia orgánica de cada agrupación, por las promesas explícitas o implícitas del liderazgo, y por el horizonte de poder que se vislumbra en cada coyuntura. Entender esta lealtad no como una constante moral, sino como un fenómeno político estructurado y revocable, es clave para anticipar posibles crisis de liderazgo en partidos que, como el PSOE, mantienen una densa base organizativa, pero enfrentan crecientes tensiones entre aparato y bases.

Dinámicas recientes del liderazgo socialista

La situación actual —tras la intervención en agrupaciones territoriales como Aragón o Madrid, donde las mayorías preexistentes han sido sustituidas por otras más afines a la dirección federal— constituye un ejemplo paradigmático de liderazgo aparentemente incontestable, pero en el que empiezan a aparecer ciertas grietas. Los casos de corrupción que afectan a personas próximas al secretario general y una política subordinada a los intereses de minorías regionales identitarias como Junts, ERC o Bildu, podrían poner en riesgo el futuro electoral del partido y en consecuencia el estatus político de muchos de sus militantes y amenazar seriamente la continuidad de la dirección actual.

De momento no hay, o no parece haber, ninguna alternativa con posibilidades reales de hacerse con el control del partido, pero eso es algo que se construye rápidamente si las circunstancias son favorables. No conviene olvidar que buena parte de los apoyos del actual secretario general, incluyendo algunos  ministros y altos cargos del partido, estuvieron anteriormente alineados en su contra y solo cambiaron de bando cuando el viento empezó a soplar a su favor. Estos fenómenos necesitan, como ciertas reacciones químicas, un iniciador. Alguien que empiece a pedir cuentas y a sembrar la alarma sobre las consecuencias de seguir sin presentarlas. Eso es todo.