El reciente episodio de intoxicación alimentaria en el Festival del Vino que ha afectado a cerca de 500 personas y ha interrumpido abruptamente una trayectoria de más de 25 años sin incidentes puede interpretarse como un caso paradigmático de lo que en matemáticas y física se conoce como teoría del caos.
La teoría del caos estudia
sistemas dinámicos no lineales en los que las trayectorias a largo plazo
dependen de manera muy sensible de las condiciones iniciales. A primera vista,
un festival enológico no parece comparable a un sistema meteorológico o a un
modelo poblacional; sin embargo, su funcionamiento también depende de un
entramado de variables interrelacionadas: la logística, la cadena alimentaria,
la climatología, el comportamiento de los asistentes y la percepción pública.
Durante un cuarto de siglo, estas variables se han mantenido dentro de un rango
de estabilidad que producía el mismo resultado: un festival de éxito y
aceptación creciente.
Edward Lorenz formuló en los
años sesenta la idea del efecto mariposa: una mínima variación en el
estado inicial de un sistema caótico puede producir una evolución radicalmente
distinta a largo plazo. En el caso del festival, el “aleteo” ha sido una
contaminación en un producto aparentemente secundario —el tomate— y en los
utensilios para manipularlo. Este detalle, insignificante frente a la magnitud
del evento, desencadenó un colapso puntual susceptible de minar la confianza
del público y de comprometer la continuidad del evento.
Los sistemas caóticos se
caracterizan por su no linealidad: el efecto no es proporcional a la
causa. La contaminación no afectó a todo el festival, pero es susceptible de producir
un daño notable a su imagen y funcionamiento. Matemáticamente, podríamos hablar
de un sistema que opera en el borde de la estabilidad: pequeñas perturbaciones
superan ciertos umbrales críticos y conducen a bifurcaciones que transforman la
dinámica global.
En el lenguaje del caos, el
festival había encontrado durante 25 años un atractor estable: un
conjunto de condiciones sociales, culturales y económicas que reproducían el
éxito año tras año. El incidente de 2025 puede interpretarse como una
perturbación que expulsa al sistema de ese atractor, obligándolo a buscar una
nueva trayectoria. Tal vez se recupere —con mayor control sanitario y
protocolos de confianza— o tal vez derive en una pérdida de reputación que
reduzca la asistencia en futuras ediciones. El punto crucial es que, a partir
de una mínima variación, el sistema ya no evoluciona de la misma manera.
El caso del Festival del Vino no es solo anecdótico. Nos recuerda que la estabilidad social e institucional es siempre provisional, y que los sistemas complejos —ya sean festivales, economías o ecosistemas— están sujetos a una fragilidad estructural. Una alteración mínima puede reconfigurar de manera profunda el devenir del conjunto. La teoría del caos, en este sentido, ofrece un marco analítico para comprender no solo fenómenos naturales, sino también acontecimientos sociales aparentemente fortuitos y por supuesto para no dar nada por supuesto. Ni siquiera la continuidad a medio plazo de lo que, en un claro abuso de lenguaje, hemos venido en llamar ‘civilización’.
ECA 29 Agosto 2025